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México y la lucha contra el narcotráfico
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<blockquote data-quote="Sebastian" data-source="post: 1524779" data-attributes="member: 8629"><p>Parte 2</p><p style="text-align: center"><span style="font-size: 26px"><strong>Sinaloa sin El Señor</strong></span></p><p></p><p><strong>Viaje a la cuna del caído ‘Chapo’ Guzmán, la tierra donde los narcos son mitos</strong></p><p><a href="http://internacional.elpais.com/autor/pablo_de_llano/a/" target="_blank">Pablo de Llano</a> / <a href="http://internacional.elpais.com/autor/juan_diego_quesada/a/" target="_blank">Juan Diego Quesada</a> Sinaloa (México) <a href="http://internacional.elpais.com/tag/fecha/20140302" target="_blank">2 MAR 2014 - 00:00 CET</a></p><p><strong></strong></p><p><strong>En Sinaloa los narcos son mitos</strong>, y los corridos son los relatos que los componen. Dicen en Culiacán que tras el arresto de Guzmán ya se han empezado a escribir temas actualizados de su leyenda. En un bajo de la ciudad, un compositor local que prefiere guardarse su nombre cuenta que él no ha pensado en escribir todavía sobre El Chapo. </p><p></p><p>Dice que por ahora ni siquiera hay seguridad de que el individuo que capturaron y mostraron a la prensa sea él. Si tuviera certeza de que lo han arrestado, se pondría a escribir enseguida. “Trataría de hacerlo como una biografía, cuidando la letra, sin ofender a nadie. Contaría que vendió naranjas desde niño, que la primera vez que lo detuvieron, cuando le preguntaron, dijo que él era agricultor, que vendía maíz y que con eso se había comprado sus aviones. Y lo de cuando se fugó…”. </p><p></p><p>Él ha actuado con su banda en muchas fiestas, hasta 18 horas seguidas, dice, con clientes especiales — “No creo que sean albañiles a los que le tocamos”—, pero asegura que no ha tenido ocasión de tocar para Guzmán, y mucho menos allá arriba, en su pueblo de la sierra. “No, en La Tuna no. Ojalá”. </p><p></p><p>El compositor, de todos modos, dice que hacer corridos de narcos no es rentable, porque lo que da dinero y fama es que las canciones salgan por la radio, y en Culiacán se prohibió desde 2011 la difusión de narcocorridos. Una norma que poco puede hacer por frenar la idolatría al narco en una región que tiene hasta un bandolero sagrado, Jesús Malverde, un supuesto salteador de caminos de principios del siglo XX que, según la leyenda, robaba a los ricos para dárselo a los pobres.</p><p></p><p><img src="http://ep01.epimg.net/internacional/imagenes/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184_1393623672_sumario_normal.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>Joaquín 'El Chapo', jefe del cartel de Sinaloa, capturado en Mazatlán. / Marco Ugarte</p><p></p><p>En Culiacán está su capilla principal. El martes por la noche, un fiel llegó allí para darle gracias por cuidarlo. Fernando Robles, 37 años, empresario, contó su adoración por Malverde y opinó también sobre la figura del icono actual, El Chapo Guzmán. “No te voy a decir que es malo que lo hayan agarrado, porque con eso se está combatiendo la delincuencia, pero tampoco te voy a decir que sea bueno, porque generaba empleo y daba estabilidad a Sinaloa”. Robles, sudando por el calor sofocante del interior del altar principal, lleno de velas encendidas por los devotos, opina que el cártel de El Chapo es un escudo que evita que entren otros carteles de otra zonas de México, como Los Zetas, a los que supone más crueles y más dañinos para la población civil por dos de sus métodos principales de ingresos: la extorsión y el secuestro.</p><p></p><p>Al día siguiente, <a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/27/actualidad/1393477842_177605.html" target="_blank">una manifestación de alrededor de 2.000 personas</a> recorría las calles de Culiacán. Antes de la convocatoria corrió por las redes sociales un mensaje: el motivo es exigir la liberación del capo y héroe sinaloense. La protesta discurrió por una de las avenidas principales de la capital del Estado. A la cola avanzaban lentamente vehículos de lujo.</p><p></p><p><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/25/actualidad/1393366460_607235.html" target="_blank">Al conocerse la detención de El Chapo</a>, Élmer Mendoza (Culiacán, 1949), el escritor más representativo de la narcoliteratura, salió a la calle a escuchar qué se decía. Percibió una sensación de derrota. Caía el hombre más poderoso. ¿De dónde nace la admiración hacia una figura que puede ser tachado de pendenciero y criminal? Mendoza considera que la bravura y el desapego a la vida son características que describen el carácter sinaloense. “Se admira a los valientes, aunque sean delincuentes. El heroísmo brutal que se convierte en barbarismo. Se dice que el general Rafael Buelna, que era de aquí, se lanzaba contra los cañones con un lazo vaquero en el campo de batalla”, cuenta.</p><p></p><p>En el aparcamiento de un centro comercial donde fue asesinado Edgar Guzmán López, uno de los muchos hijos de El Chapo, hay una cruz con sus iniciales y las de otros dos muchachos que murieron en el mismo tiroteo. “Siempre los amaremos. Mayo de 2008”, se lee en una placa. </p><p></p><p>La cruz está decorada con globos de helio en forma de corazón, dos latas de cerveza, una botella de whisky Buchanan‘s, el favorito de los traficantes, y el estuche de una joya de Bulgari. En principio solo había una construcción con base de mármol y el crucifijo en lo alto, pero con el tiempo le colocaron dos árboles artificiales con lucecitas que se encienden automáticamente al caer la noche. Cuando se llena el recinto comercial, las seis plazas de aparcamiento que rodean la cruz siempre son las últimas en ocuparse. </p><p></p><p>Ese perímetro de prudencia es un perímetro de respeto, una profunda metáfora de autoridad en medio de un estacionamiento anodino. En Sinaloa, el poder no se explica con los mismos esquemas que en otros sitios. En la sierra de Badiraguato uno puede escuchar cómo se usan de manera diferente las palabras gobierno y autoridad. </p><p></p><p>El gobierno son las entidades públicas. La autoridad es otra cosa: es eso que, circulando por aquellas montañas, no puedes ver pero que se sabe que está en todos los caminos. La presencia de la autoridad del cartel no está en ningún sitio y está en todos los sitios. Es un ojo que todo lo ve y que a veces se manifiesta en detalles. De la cruz del hijo de Guzmán, por ejemplo, se sabe que está vigilada por alguien las 24 horas del día. Si te pasas un buen rato observándola y te paras a tomar fotografías, el ojo se aproxima para verte mejor. Un taxista se acerca a los mirones y frena el coche a su lado: “Hola, compas. ¿Qué andan haciendo?”.</p><p></p><p><img src="http://ep01.epimg.net/internacional/imagenes/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184_1393623790_sumario_normal.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>La capilla en Culiacán de Jesús Malverde, un bandido venerado por algunos como santo. / saúl ruiz</p><p></p><p>Comprender el poder de este cartel es un ejercicio contraintuitivo. Implica la extraña operación de entender la riqueza a través de la pobreza, de ver el hilo que va de una sierra seca e inhóspita de México a las noches de ocio de Manhattan o de Los Ángeles. </p><p>Tras su detención, a El Chapo Guzmán lo han definido como el CEO del cartel de Sinaloa, recurriendo al acrónimo en inglés que se usa para los ejecutivos que operan en la cumbre. Cualquiera puede entender el proceso que lleva a un joven de inteligencia extraordinaria como Mark Zuckerberg del nicho de talentos de élite de Harvard al reinado de esas sociedad virtual contemporánea que es Facebook. Pero para entender cómo El Chapo Guzmán pasó de plantar frijoles a mover cocaína por el mundo como mueve Amazon sus libros habría que ser capaz de escuchar los silencios de la sierra.</p><p></p><p><strong>Wenceslao Gastélum Olivas, de 81 años, estuvo a punto de morir</strong>. Le detectaron un tumor pero ni él ni su familia podían pagar la intervención quirúrgica. El Chapo se enteró y se hizo cargo de la factura de la operación, que se llevó a cabo en 2011 en un hospital privado de Culiacán.</p><p></p><p>— La gente dice que El Chapo le mandaba llamar cuando estaba en la sierra porque usted le caía muy bien. ¿Es cierto?</p><p></p><p>— En camioneta me mandaban para allá a andar con ellos porque me decía doña Consuelo que yo sí aguantaba, aunque me hacían picardías. Y no me dejaban descansar los pinches plebes [jóvenes, refiriéndose a El Chapo y a sus hermanos], se subían arriba de mí y esas chingaderas. Me tuve que venir huido de allí porque no me querían dejar venir, me vine de madrugada. Me dijo doña Consuelo: ‘Oiga, no es por correrlo pero váyase porque El Chapo lo quiere mucho y no lo va a dejar ir‘. Bajé de la sierra en avioneta [el medio con el que el cartel desciende de la sierra la droga].</p><p></p><p>— Ya ve, esos avioncitos que iban y venían, apunta la hermana de Wenceslao.</p><p></p><p>El anciano echa mano de vez en cuando de un inhalador para asmáticos. La telenovela que estaba viendo a las 21.48 del miércoles suena a toda volumen en la casita que tiene en el pueblo, cerca de una guardería. “Lo conocí pobrecito. A su papá, a su mamá, sembraban maíz. Era chaparro [bajito] pero ya que entró en edad parecía que había crecido. Después siguieron viniendo ellos a por mí cuando ya andaba en el movimiento del sembradío y haciendo dinero. El Chapo se subía al monte de madrugada para plantar amapola. Era un venado. Yo no esperaba que subiera hasta cosa tan grande. El plebe se aventaba a trabajar, y subió y subió a hacer cosas grandes, hasta que se entregó, casi como solo”.</p><p></p><p>Wenceslao Gastélum Olivas narra, en la noche de Badiraguato, la primera estrofa de un narcocorrido que bien podría titularse <em>El imperio después del rey.</em></p><p></p><p><span style="font-size: 18px"><strong>La sucesión de El Chapo</strong></span></p><p>La caída de <em>El Chapo</em> Guzmán ha abierto un proceso de sucesión en el cartel de Sinaloa en el que sus lugartenientes, Juan José Esparragoza, <em>El Azul</em>, e Ismael <em>El Mayo</em> Zambada, son los que más posibilidades tienen de hacerse con la herencia.</p><p></p><p>El Azul es un hombre discreto, con fama de muñidor de pactos. Lleva décadas en el narcotráfico y cumplió siete años de condena por delitos contra la salud entre 1986 y 1993. Su apodo se refiere al color de su piel, tan moreno que parece azul. Hijo de un ganadero, entró en la década de los setenta en la Dirección Federal de Seguridad. Esta agencia estaba infiltrada hasta el tuétano por Miguel Ángel Félix Gallardo, que percibió el potencial de El Azul y lo atrajo hacia el narco. Cuando lo metieron en la cárcel, en 1986, pasó un test psicológico que desveló trazos de una personalidad hipocondríaca, ansiosa por los detalles, poco tolerante a la frustración y al aburrimiento.</p><p></p><p>El Mayo lleva medio siglo en el negocio sin haber sido arrestado. Dos de sus hijos han sido detenidos y permanecen encarcelados en Estados Unidos. En una entrevista de 2010 de Julio Scherer, decano del periodismo de investigación mexicano, el reportero le preguntó si creía que algún día lo atraparían. “En cualquier momento”, respondió Zambada. “O nunca”. El Mayo fue un contacto clave del narco sinaloense con los proveedores colombianos de cocaína a finales de los ochenta. Zambada tenía hilo directo con Gonzalo Rodríguez Gacha, número dos de Pablo Escobar, líder del cartel de Medellín.</p><p></p><p>El vacío que deja el Chapo también podría ser cubierto por la siguiente generación de narcotraficantes, hijos de El Chapo y El Mayo. A diferencia de sus padres, usan las redes sociales para contar su vida de excesos. En Sinaloa también suena como posible sucesor un joven llamado Dámaso López Júnior, hijo de Dámaso López Núñez, <em>El Licenciado</em>, un alto cargo del sistema penitenciario de la cárcel de la que se fugó El Chapo en 2001. A su vástago le apodan Minilic.</p><p><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184.html" target="_blank">http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Sebastian, post: 1524779, member: 8629"] Parte 2 [CENTER][SIZE=7][B]Sinaloa sin El Señor[/B][/SIZE][/CENTER] [B]Viaje a la cuna del caído ‘Chapo’ Guzmán, la tierra donde los narcos son mitos[/B] [URL='http://internacional.elpais.com/autor/pablo_de_llano/a/']Pablo de Llano[/URL] / [URL='http://internacional.elpais.com/autor/juan_diego_quesada/a/']Juan Diego Quesada[/URL] Sinaloa (México) [URL='http://internacional.elpais.com/tag/fecha/20140302']2 MAR 2014 - 00:00 CET[/URL] [B] En Sinaloa los narcos son mitos[/B], y los corridos son los relatos que los componen. Dicen en Culiacán que tras el arresto de Guzmán ya se han empezado a escribir temas actualizados de su leyenda. En un bajo de la ciudad, un compositor local que prefiere guardarse su nombre cuenta que él no ha pensado en escribir todavía sobre El Chapo. Dice que por ahora ni siquiera hay seguridad de que el individuo que capturaron y mostraron a la prensa sea él. Si tuviera certeza de que lo han arrestado, se pondría a escribir enseguida. “Trataría de hacerlo como una biografía, cuidando la letra, sin ofender a nadie. Contaría que vendió naranjas desde niño, que la primera vez que lo detuvieron, cuando le preguntaron, dijo que él era agricultor, que vendía maíz y que con eso se había comprado sus aviones. Y lo de cuando se fugó…”. Él ha actuado con su banda en muchas fiestas, hasta 18 horas seguidas, dice, con clientes especiales — “No creo que sean albañiles a los que le tocamos”—, pero asegura que no ha tenido ocasión de tocar para Guzmán, y mucho menos allá arriba, en su pueblo de la sierra. “No, en La Tuna no. Ojalá”. El compositor, de todos modos, dice que hacer corridos de narcos no es rentable, porque lo que da dinero y fama es que las canciones salgan por la radio, y en Culiacán se prohibió desde 2011 la difusión de narcocorridos. Una norma que poco puede hacer por frenar la idolatría al narco en una región que tiene hasta un bandolero sagrado, Jesús Malverde, un supuesto salteador de caminos de principios del siglo XX que, según la leyenda, robaba a los ricos para dárselo a los pobres. [IMG]http://ep01.epimg.net/internacional/imagenes/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184_1393623672_sumario_normal.jpg[/IMG] Joaquín 'El Chapo', jefe del cartel de Sinaloa, capturado en Mazatlán. / Marco Ugarte En Culiacán está su capilla principal. El martes por la noche, un fiel llegó allí para darle gracias por cuidarlo. Fernando Robles, 37 años, empresario, contó su adoración por Malverde y opinó también sobre la figura del icono actual, El Chapo Guzmán. “No te voy a decir que es malo que lo hayan agarrado, porque con eso se está combatiendo la delincuencia, pero tampoco te voy a decir que sea bueno, porque generaba empleo y daba estabilidad a Sinaloa”. Robles, sudando por el calor sofocante del interior del altar principal, lleno de velas encendidas por los devotos, opina que el cártel de El Chapo es un escudo que evita que entren otros carteles de otra zonas de México, como Los Zetas, a los que supone más crueles y más dañinos para la población civil por dos de sus métodos principales de ingresos: la extorsión y el secuestro. Al día siguiente, [URL='http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/27/actualidad/1393477842_177605.html']una manifestación de alrededor de 2.000 personas[/URL] recorría las calles de Culiacán. Antes de la convocatoria corrió por las redes sociales un mensaje: el motivo es exigir la liberación del capo y héroe sinaloense. La protesta discurrió por una de las avenidas principales de la capital del Estado. A la cola avanzaban lentamente vehículos de lujo. [URL='http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/25/actualidad/1393366460_607235.html']Al conocerse la detención de El Chapo[/URL], Élmer Mendoza (Culiacán, 1949), el escritor más representativo de la narcoliteratura, salió a la calle a escuchar qué se decía. Percibió una sensación de derrota. Caía el hombre más poderoso. ¿De dónde nace la admiración hacia una figura que puede ser tachado de pendenciero y criminal? Mendoza considera que la bravura y el desapego a la vida son características que describen el carácter sinaloense. “Se admira a los valientes, aunque sean delincuentes. El heroísmo brutal que se convierte en barbarismo. Se dice que el general Rafael Buelna, que era de aquí, se lanzaba contra los cañones con un lazo vaquero en el campo de batalla”, cuenta. En el aparcamiento de un centro comercial donde fue asesinado Edgar Guzmán López, uno de los muchos hijos de El Chapo, hay una cruz con sus iniciales y las de otros dos muchachos que murieron en el mismo tiroteo. “Siempre los amaremos. Mayo de 2008”, se lee en una placa. La cruz está decorada con globos de helio en forma de corazón, dos latas de cerveza, una botella de whisky Buchanan‘s, el favorito de los traficantes, y el estuche de una joya de Bulgari. En principio solo había una construcción con base de mármol y el crucifijo en lo alto, pero con el tiempo le colocaron dos árboles artificiales con lucecitas que se encienden automáticamente al caer la noche. Cuando se llena el recinto comercial, las seis plazas de aparcamiento que rodean la cruz siempre son las últimas en ocuparse. Ese perímetro de prudencia es un perímetro de respeto, una profunda metáfora de autoridad en medio de un estacionamiento anodino. En Sinaloa, el poder no se explica con los mismos esquemas que en otros sitios. En la sierra de Badiraguato uno puede escuchar cómo se usan de manera diferente las palabras gobierno y autoridad. El gobierno son las entidades públicas. La autoridad es otra cosa: es eso que, circulando por aquellas montañas, no puedes ver pero que se sabe que está en todos los caminos. La presencia de la autoridad del cartel no está en ningún sitio y está en todos los sitios. Es un ojo que todo lo ve y que a veces se manifiesta en detalles. De la cruz del hijo de Guzmán, por ejemplo, se sabe que está vigilada por alguien las 24 horas del día. Si te pasas un buen rato observándola y te paras a tomar fotografías, el ojo se aproxima para verte mejor. Un taxista se acerca a los mirones y frena el coche a su lado: “Hola, compas. ¿Qué andan haciendo?”. [IMG]http://ep01.epimg.net/internacional/imagenes/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184_1393623790_sumario_normal.jpg[/IMG] La capilla en Culiacán de Jesús Malverde, un bandido venerado por algunos como santo. / saúl ruiz Comprender el poder de este cartel es un ejercicio contraintuitivo. Implica la extraña operación de entender la riqueza a través de la pobreza, de ver el hilo que va de una sierra seca e inhóspita de México a las noches de ocio de Manhattan o de Los Ángeles. Tras su detención, a El Chapo Guzmán lo han definido como el CEO del cartel de Sinaloa, recurriendo al acrónimo en inglés que se usa para los ejecutivos que operan en la cumbre. Cualquiera puede entender el proceso que lleva a un joven de inteligencia extraordinaria como Mark Zuckerberg del nicho de talentos de élite de Harvard al reinado de esas sociedad virtual contemporánea que es Facebook. Pero para entender cómo El Chapo Guzmán pasó de plantar frijoles a mover cocaína por el mundo como mueve Amazon sus libros habría que ser capaz de escuchar los silencios de la sierra. [B]Wenceslao Gastélum Olivas, de 81 años, estuvo a punto de morir[/B]. Le detectaron un tumor pero ni él ni su familia podían pagar la intervención quirúrgica. El Chapo se enteró y se hizo cargo de la factura de la operación, que se llevó a cabo en 2011 en un hospital privado de Culiacán. — La gente dice que El Chapo le mandaba llamar cuando estaba en la sierra porque usted le caía muy bien. ¿Es cierto? — En camioneta me mandaban para allá a andar con ellos porque me decía doña Consuelo que yo sí aguantaba, aunque me hacían picardías. Y no me dejaban descansar los pinches plebes [jóvenes, refiriéndose a El Chapo y a sus hermanos], se subían arriba de mí y esas chingaderas. Me tuve que venir huido de allí porque no me querían dejar venir, me vine de madrugada. Me dijo doña Consuelo: ‘Oiga, no es por correrlo pero váyase porque El Chapo lo quiere mucho y no lo va a dejar ir‘. Bajé de la sierra en avioneta [el medio con el que el cartel desciende de la sierra la droga]. — Ya ve, esos avioncitos que iban y venían, apunta la hermana de Wenceslao. El anciano echa mano de vez en cuando de un inhalador para asmáticos. La telenovela que estaba viendo a las 21.48 del miércoles suena a toda volumen en la casita que tiene en el pueblo, cerca de una guardería. “Lo conocí pobrecito. A su papá, a su mamá, sembraban maíz. Era chaparro [bajito] pero ya que entró en edad parecía que había crecido. Después siguieron viniendo ellos a por mí cuando ya andaba en el movimiento del sembradío y haciendo dinero. El Chapo se subía al monte de madrugada para plantar amapola. Era un venado. Yo no esperaba que subiera hasta cosa tan grande. El plebe se aventaba a trabajar, y subió y subió a hacer cosas grandes, hasta que se entregó, casi como solo”. Wenceslao Gastélum Olivas narra, en la noche de Badiraguato, la primera estrofa de un narcocorrido que bien podría titularse [I]El imperio después del rey.[/I] [SIZE=5][B]La sucesión de El Chapo[/B][/SIZE] La caída de [I]El Chapo[/I] Guzmán ha abierto un proceso de sucesión en el cartel de Sinaloa en el que sus lugartenientes, Juan José Esparragoza, [I]El Azul[/I], e Ismael [I]El Mayo[/I] Zambada, son los que más posibilidades tienen de hacerse con la herencia. El Azul es un hombre discreto, con fama de muñidor de pactos. Lleva décadas en el narcotráfico y cumplió siete años de condena por delitos contra la salud entre 1986 y 1993. Su apodo se refiere al color de su piel, tan moreno que parece azul. Hijo de un ganadero, entró en la década de los setenta en la Dirección Federal de Seguridad. Esta agencia estaba infiltrada hasta el tuétano por Miguel Ángel Félix Gallardo, que percibió el potencial de El Azul y lo atrajo hacia el narco. Cuando lo metieron en la cárcel, en 1986, pasó un test psicológico que desveló trazos de una personalidad hipocondríaca, ansiosa por los detalles, poco tolerante a la frustración y al aburrimiento. El Mayo lleva medio siglo en el negocio sin haber sido arrestado. Dos de sus hijos han sido detenidos y permanecen encarcelados en Estados Unidos. En una entrevista de 2010 de Julio Scherer, decano del periodismo de investigación mexicano, el reportero le preguntó si creía que algún día lo atraparían. “En cualquier momento”, respondió Zambada. “O nunca”. El Mayo fue un contacto clave del narco sinaloense con los proveedores colombianos de cocaína a finales de los ochenta. Zambada tenía hilo directo con Gonzalo Rodríguez Gacha, número dos de Pablo Escobar, líder del cartel de Medellín. El vacío que deja el Chapo también podría ser cubierto por la siguiente generación de narcotraficantes, hijos de El Chapo y El Mayo. A diferencia de sus padres, usan las redes sociales para contar su vida de excesos. En Sinaloa también suena como posible sucesor un joven llamado Dámaso López Júnior, hijo de Dámaso López Núñez, [I]El Licenciado[/I], un alto cargo del sistema penitenciario de la cárcel de la que se fugó El Chapo en 2001. A su vástago le apodan Minilic. [url]http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/28/actualidad/1393622660_897184.html[/url] [/QUOTE]
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