Menú
Inicio
Visitar el Sitio Zona Militar
Foros
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Qué hay de nuevo
Nuevos mensajes
Última actividad
Miembros
Visitantes actuales
Entrar
Registrarse
Novedades
Buscar
Buscar
Buscar sólo en títulos
Por:
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Menú
Entrar
Registrarse
Inicio
Foros
Area Militar General
Historia Militar
La Armada Argentina en la guerra Ruso Japonesa
JavaScript is disabled. For a better experience, please enable JavaScript in your browser before proceeding.
Estás usando un navegador obsoleto. No se pueden mostrar estos u otros sitios web correctamente.
Se debe actualizar o usar un
navegador alternativo
.
Responder al tema
Mensaje
<blockquote data-quote="Pablo01" data-source="post: 831998" data-attributes="member: 4259"><p><strong>III</strong></p><p></p><p>Un porteño en la corte Meiji</p><p></p><p>La joven República Argentina debido a la providencial circunstancia de haber colaborado con el Japón recibió una invitación oficial de este país para que designase un oficial naval para seguir las operaciones de la guerra. La designación recayó en el Jefe de la Comisión Naval en Génova, Capitán de Navío, Manuel Domecq García, amigo personal del Presidente Julio A. Roca. Gracias a las revelaciones contenidas en un documento inédito recientemente recuperado hoy podemos tener un panorama mucho más preciso de las relaciones interpersonales que mantuvo nuestro “attaché” naval en Extremo Oriente y aspectos hasta hoy desconocidos sobre la comisión de poco más de dos años en que el argentino debió permanecer en aquel país tan extraño a nuestras costumbres. Atrás quedaban su mujer, dos hijos varones y una</p><p>pequeña nacida en Génova (9). </p><p></p><p>El 4 de abril de 1904, tres meses después de la partida de los buques, Domecq García, ahora en París, recibió órdenes del gobierno argentino de embarcarse a Extremo Oriente, lo que pudo concretar recién a principios de mayo tras efectuar los arreglos con el Ministro argentino en Londres y munirse de cartas de presentación para las autoridades niponas provistas por el Vizconde Hayachi, Embajador Japonés en Inglaterra. </p><p></p><p>Paralelamente el Presidente Roca, consciente de nuestra carencia de legación diplomática en el Japón (10), telegrafió al Ministro argentino en Londres, Florencio Domínguez, para que recomendase a nuestro agregado naval ante las autoridades inglesas residentes en el Lejano Oriente. Portando estas impecables credenciales el Capitán Domecq García desembarcó en Japón a principios de julio tras un largo y extenuante viaje en el paquebote Doric (4.500 ton) y se apresuró a contactarse con Sir Claude M. McDonald (1852-1915), el distinguido Jefe de la Legación Británica en Tokio (11) y oficial retirado del Ejército Británico, que había tomado notoriedad durante la dramática Rebelión de los Boxers (1899-1900) en China, al liderar la defensa de todas las legaciones extranjeras que habían sido cercadas por millares de brigadas revolucionarias pertenecientes a una oscura secta secreta que pretendía la expulsión de todos los extranjeros por medio de salvajes actos de violencia, llegando inclusive al homicidio de varios súbditos extranjeros (12).</p><p></p><p>El veterano diplomático anglosajón no sólo le ofreció hospedarlo en la legación británica durante el tiempo que debiera permanecer en el Japón, sino que lo presentó a las más altas autoridades del Imperio. El Ministro de Marina, Almirante Barón Yamamoto, el Jefe del Estado Mayor, Almirante Vizconde Ito, y el Ministro de Relaciones Exteriores Barón Komura, artífice de la alianza anglo-japonesa e influyente consejero del Emperador, fueron algunos de los altos funcionarios imperiales que tuvo el raro privilegio de conocer y que causaron en él la más honda impresión. Su carisma personal y la influyente personalidad de McDonald en la Corte Meiji le valieron con el tiempo un lugar de privilegio entre los agregados navales extranjeros que seguían las operaciones de la guerra. </p><p></p><p>“El proceder que se observaba conmigo –dice Domecq García en su informe– era de absoluta complacencia, no dejando de influir naturalmente el sentimiento del reconocimiento a una buena acción [se refiere al rápido alistamiento de los buques vendidos al Japón] y muy especialmente el apoyo del Embajador Británico, quien tomó mi defensa con el mayor interés, como cuestión propia y deseoso de ayudarme en cuanto le fuese posible (sic) (13). </p><p></p><p>No obstante este influyente interlocutor, los cautos japoneses decidieron poner a prueba al argentino. Como primera medida se le exigió guardar</p><p>estricta reserva sobre todo lo visto y oído en las bases navales y arsenales japoneses, para lo cual debió virtualmente aislarse del resto de los agregados extranjeros: [...] de acuerdo con sus indicaciones [las de Sir Claude McDonald] procuré hacer una vida retraída y aislada –le dice Domecq García</p><p>al Canciller Estanislao Zeballos (14)– separándome un poco del grupo social que formaba el personal de las legaciones en Tokio y los Agregados Navales, pretextando ciertos motivos de salud con el objeto de evitar se me hiciesen preguntas y se averiguase mi paradero y los lugares donde me encontrase, estando sin embargo en comunicación con la Legación Británica. Se me</p><p>permitió la visita a todos los arsenales con la autorización de permanecer en ellos el tiempo que me fuese necesario, pero con las mayores reservas y hasta exigiéndome que fuese y anduviese en traje civil (15). </p><p></p><p>Gracias a su conducta discreta y reservada Domecq Garcia obtuvo a partir de abril de 1905, es decir, un año después de su arribo al Japón, una autorización extraoficial del Ministro de Marina para embarcar en la escuadra Imperial en operaciones. En efecto, tras entrevistarse con el Barón Yamamoto en marzo de 1905 pudo por fin observar la guerra desde la primera fila, un privilegio que le sería vedado a otros agregados extranjeros. Se me manifestó –dice Domecq García– que aquella autorización no era oficial, sino absolutamente</p><p>oficiosa y de buena voluntad, puesto que en otra forma era imposible, por</p><p>cuanto en ninguna circunstancia el gobierno japonés permitiría que oficialmente se supiese aquella excepción grandísima que conmigo se hacía, debida a las instancias y buenos oficios del Embajador Británico allí presente y al reconocimiento que se tenía hacia nuestro país y a mi actitud discreta y moderada durante mi permanencia en el Japón y que se esperaba la continuase en igual forma [...] En consecuencia, pues, prometí que se guardaría siempre por mi gobierno la mayor reserva respecto al servicio que se me hacía y que en ningún caso, ni en ningún tiempo pudiese aquella excepción que a mí se me concedía, ser causa de disgustos ulteriores para las autoridades navales japonesas, que yo negaría siempre mi presencia en ninguno de los actos de guerra y que sólo mi gobierno se enteraría del favor inmenso que se me hacía y que éste a su vez lo conservaría en secreto y en reserva. (16) </p><p></p><p>Esta oportuna autorización le permitió a nuestro agregado presenciar el duelo entre ambas flotas en la batalla de Tsushima y aunque su informe no revela en que buque embarcó, sabemos por su nieto (Horacio Forn Domecq) que lo hizo en el acorazado Mikasa (17), buque insignia del Almirante Togo, donde también embarcaron algunos agregados ingleses al igual que en los acorazados Asama, Asahi y en el crucero acorazado Idzumi, todos presentes en esa batalla (18). </p><p></p><p>Pese a contar con el favor de las autoridades navales japonesas Domecq García dependía, en la práctica, de los informes oficiales traducidos al inglés que le llegaban por intermedio de la legación británica, ya que él mismo no hablaba el japonés. La legación inglesa contaba con 6 traductores (4 nativos y 2 ingleses con dominio del chino y japonés) que transformaban los ininteligibles símbolos japoneses en valiosa información militar. Domecq no contaba con traductores de ninguna clase, por lo que él mismo debía traducir del inglés al castellano los partes que le facilitaba su amigo McDonald. Sobre la base de estos despachos y sus observaciones personales elaboró más tarde su informe oficial en 5 tomos que se editaría en 1909 y 1917. </p><p></p><p>Al finalizar su comisión Domecq García fue recibido en audiencia por el propio Emperador Mutsuhito juntamente con el flamante Ministro argentino Baldomero García de Sagastume. En aquella solemne ocasión el monarca le obsequió una valiosa caja de laca de oro y dos lujosos jarrones de plata artísticamente modelados, sellados con el crisantemo imperial en prenda de amistad hacia el gobierno argentino. El Ministro de la Casa Imperial solicitó la lista completa de los Jefes y Oficiales que habían integrado la Comisión Naval Argentina en Europa para condecorarlos con la Orden del Sol Naciente, la más alta distinción que el gobierno japonés podía conferir a un militar extranjero. </p><p></p><p>Domecq regresó a Europa el 29 de mayo de 1906 para cumplir otras importantes comisiones, pero siguió el resto de su vida vinculado al Japón, difundiendo su milenaria cultura en el país y promoviendo continuamente</p><p>iniciativas de acercamiento entre ambos países.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Pablo01, post: 831998, member: 4259"] [b]III[/b] Un porteño en la corte Meiji La joven República Argentina debido a la providencial circunstancia de haber colaborado con el Japón recibió una invitación oficial de este país para que designase un oficial naval para seguir las operaciones de la guerra. La designación recayó en el Jefe de la Comisión Naval en Génova, Capitán de Navío, Manuel Domecq García, amigo personal del Presidente Julio A. Roca. Gracias a las revelaciones contenidas en un documento inédito recientemente recuperado hoy podemos tener un panorama mucho más preciso de las relaciones interpersonales que mantuvo nuestro “attaché” naval en Extremo Oriente y aspectos hasta hoy desconocidos sobre la comisión de poco más de dos años en que el argentino debió permanecer en aquel país tan extraño a nuestras costumbres. Atrás quedaban su mujer, dos hijos varones y una pequeña nacida en Génova (9). El 4 de abril de 1904, tres meses después de la partida de los buques, Domecq García, ahora en París, recibió órdenes del gobierno argentino de embarcarse a Extremo Oriente, lo que pudo concretar recién a principios de mayo tras efectuar los arreglos con el Ministro argentino en Londres y munirse de cartas de presentación para las autoridades niponas provistas por el Vizconde Hayachi, Embajador Japonés en Inglaterra. Paralelamente el Presidente Roca, consciente de nuestra carencia de legación diplomática en el Japón (10), telegrafió al Ministro argentino en Londres, Florencio Domínguez, para que recomendase a nuestro agregado naval ante las autoridades inglesas residentes en el Lejano Oriente. Portando estas impecables credenciales el Capitán Domecq García desembarcó en Japón a principios de julio tras un largo y extenuante viaje en el paquebote Doric (4.500 ton) y se apresuró a contactarse con Sir Claude M. McDonald (1852-1915), el distinguido Jefe de la Legación Británica en Tokio (11) y oficial retirado del Ejército Británico, que había tomado notoriedad durante la dramática Rebelión de los Boxers (1899-1900) en China, al liderar la defensa de todas las legaciones extranjeras que habían sido cercadas por millares de brigadas revolucionarias pertenecientes a una oscura secta secreta que pretendía la expulsión de todos los extranjeros por medio de salvajes actos de violencia, llegando inclusive al homicidio de varios súbditos extranjeros (12). El veterano diplomático anglosajón no sólo le ofreció hospedarlo en la legación británica durante el tiempo que debiera permanecer en el Japón, sino que lo presentó a las más altas autoridades del Imperio. El Ministro de Marina, Almirante Barón Yamamoto, el Jefe del Estado Mayor, Almirante Vizconde Ito, y el Ministro de Relaciones Exteriores Barón Komura, artífice de la alianza anglo-japonesa e influyente consejero del Emperador, fueron algunos de los altos funcionarios imperiales que tuvo el raro privilegio de conocer y que causaron en él la más honda impresión. Su carisma personal y la influyente personalidad de McDonald en la Corte Meiji le valieron con el tiempo un lugar de privilegio entre los agregados navales extranjeros que seguían las operaciones de la guerra. “El proceder que se observaba conmigo –dice Domecq García en su informe– era de absoluta complacencia, no dejando de influir naturalmente el sentimiento del reconocimiento a una buena acción [se refiere al rápido alistamiento de los buques vendidos al Japón] y muy especialmente el apoyo del Embajador Británico, quien tomó mi defensa con el mayor interés, como cuestión propia y deseoso de ayudarme en cuanto le fuese posible (sic) (13). No obstante este influyente interlocutor, los cautos japoneses decidieron poner a prueba al argentino. Como primera medida se le exigió guardar estricta reserva sobre todo lo visto y oído en las bases navales y arsenales japoneses, para lo cual debió virtualmente aislarse del resto de los agregados extranjeros: [...] de acuerdo con sus indicaciones [las de Sir Claude McDonald] procuré hacer una vida retraída y aislada –le dice Domecq García al Canciller Estanislao Zeballos (14)– separándome un poco del grupo social que formaba el personal de las legaciones en Tokio y los Agregados Navales, pretextando ciertos motivos de salud con el objeto de evitar se me hiciesen preguntas y se averiguase mi paradero y los lugares donde me encontrase, estando sin embargo en comunicación con la Legación Británica. Se me permitió la visita a todos los arsenales con la autorización de permanecer en ellos el tiempo que me fuese necesario, pero con las mayores reservas y hasta exigiéndome que fuese y anduviese en traje civil (15). Gracias a su conducta discreta y reservada Domecq Garcia obtuvo a partir de abril de 1905, es decir, un año después de su arribo al Japón, una autorización extraoficial del Ministro de Marina para embarcar en la escuadra Imperial en operaciones. En efecto, tras entrevistarse con el Barón Yamamoto en marzo de 1905 pudo por fin observar la guerra desde la primera fila, un privilegio que le sería vedado a otros agregados extranjeros. Se me manifestó –dice Domecq García– que aquella autorización no era oficial, sino absolutamente oficiosa y de buena voluntad, puesto que en otra forma era imposible, por cuanto en ninguna circunstancia el gobierno japonés permitiría que oficialmente se supiese aquella excepción grandísima que conmigo se hacía, debida a las instancias y buenos oficios del Embajador Británico allí presente y al reconocimiento que se tenía hacia nuestro país y a mi actitud discreta y moderada durante mi permanencia en el Japón y que se esperaba la continuase en igual forma [...] En consecuencia, pues, prometí que se guardaría siempre por mi gobierno la mayor reserva respecto al servicio que se me hacía y que en ningún caso, ni en ningún tiempo pudiese aquella excepción que a mí se me concedía, ser causa de disgustos ulteriores para las autoridades navales japonesas, que yo negaría siempre mi presencia en ninguno de los actos de guerra y que sólo mi gobierno se enteraría del favor inmenso que se me hacía y que éste a su vez lo conservaría en secreto y en reserva. (16) Esta oportuna autorización le permitió a nuestro agregado presenciar el duelo entre ambas flotas en la batalla de Tsushima y aunque su informe no revela en que buque embarcó, sabemos por su nieto (Horacio Forn Domecq) que lo hizo en el acorazado Mikasa (17), buque insignia del Almirante Togo, donde también embarcaron algunos agregados ingleses al igual que en los acorazados Asama, Asahi y en el crucero acorazado Idzumi, todos presentes en esa batalla (18). Pese a contar con el favor de las autoridades navales japonesas Domecq García dependía, en la práctica, de los informes oficiales traducidos al inglés que le llegaban por intermedio de la legación británica, ya que él mismo no hablaba el japonés. La legación inglesa contaba con 6 traductores (4 nativos y 2 ingleses con dominio del chino y japonés) que transformaban los ininteligibles símbolos japoneses en valiosa información militar. Domecq no contaba con traductores de ninguna clase, por lo que él mismo debía traducir del inglés al castellano los partes que le facilitaba su amigo McDonald. Sobre la base de estos despachos y sus observaciones personales elaboró más tarde su informe oficial en 5 tomos que se editaría en 1909 y 1917. Al finalizar su comisión Domecq García fue recibido en audiencia por el propio Emperador Mutsuhito juntamente con el flamante Ministro argentino Baldomero García de Sagastume. En aquella solemne ocasión el monarca le obsequió una valiosa caja de laca de oro y dos lujosos jarrones de plata artísticamente modelados, sellados con el crisantemo imperial en prenda de amistad hacia el gobierno argentino. El Ministro de la Casa Imperial solicitó la lista completa de los Jefes y Oficiales que habían integrado la Comisión Naval Argentina en Europa para condecorarlos con la Orden del Sol Naciente, la más alta distinción que el gobierno japonés podía conferir a un militar extranjero. Domecq regresó a Europa el 29 de mayo de 1906 para cumplir otras importantes comisiones, pero siguió el resto de su vida vinculado al Japón, difundiendo su milenaria cultura en el país y promoviendo continuamente iniciativas de acercamiento entre ambos países. [/QUOTE]
Insertar citas…
Verificación
¿Cuanto es 2 mas 6? (en letras)
Responder
Inicio
Foros
Area Militar General
Historia Militar
La Armada Argentina en la guerra Ruso Japonesa
Este sitio usa cookies. Para continuar usando este sitio, se debe aceptar nuestro uso de cookies.
Aceptar
Más información.…
Arriba