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Conflictos Contemporáneos
Estados Unidos y su política frente al terrorismo
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<blockquote data-quote="HernanF" data-source="post: 891336" data-attributes="member: 7964"><p>Estructuras de poder poco conocidas. (Opinión)</p><p></p><p><span style="font-size: 18px"><strong>Estructuras para el control y dominación. </strong><strong>La NED, vitrina legal de la CIA.</strong></span></p><p></p><p><em>Desde hace 30 años, la National Endowment for Democracy (NED) se encarga de la parte legal de las operaciones ilegales de la CIA. Sin despertar sospechas, ha venido creando una extensa red mundial de corrupción, comprando sindicatos –tanto obreros como patronales– así como partidos políticos de izquierda y de derecha para que defiendan los intereses de Estados Unidos en vez de los intereses de sus propios miembros. Thierry Meyssan describe en este trabajo la envergadura de ese dispositivo.</em></p><p></p><p><img src="http://i890.photobucket.com/albums/ac103/hernupeto/Conflictos%20Internacionales/CIANED.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>En 2006, el Kremlin denunciaba la proliferación en Rusia de asociaciones extranjeras, algunas de las cuales parecían estar participando en un plan tendiente a desestabilizar el país, plan orquestado por la estadounidense Fundación Nacional por la Democracia (National Endowment for Democracy – NED). En previsión de una «revolución de color», Vladislav Surkov elaboraba entonces una estricta reglamentación para esas «organizaciones no gubernamentales (ONG)». En Occidente, aquella reglamentación de orden administrativo fue descrita como un nuevo ataque del «dictador» Putin y de su consejero en contra de la libertad de asociación.</p><p>(Ver nuestra primera publicación respecto a la NED)</p><p>Otros Estados que también siguieron una política similar han sido igualmente calificados por la prensa internacional como «dictaduras».</p><p>El gobierno de Estados Unidos dice trabajar a favor de «la promoción de la democracia a través del mundo». Su posición es que el Congreso estadounidense puede subvencionar la NED y que la NED puede a su vez, de manera independiente, ayudar directa o indirectamente a asociaciones, partidos políticos o sindicatos en cualquier país del mundo. Al ser, como su nombre lo indica, «no gubernamentales», las ONGs pueden emprender iniciativas políticas que las embajadas no pueden asumir sin violar la soberanía de los Estados que las acogen. Esa es precisamente la cuestión.</p><p>¿La NED y la red de ONGs financiadas a través de ese órgano son acaso iniciativas de la sociedad civil injustamente reprimidas por el Kremlin o son en realidad pantallas de los servicios de inteligencia estadounidenses, sorprendidos en flagrante delito de injerencia?</p><p>Para responder esa interrogante nos remontaremos al origen de la National Endowment for Democracy y escrutaremos su funcionamiento. Para ello debemos analizar, primero que todo, lo que significa el proyecto oficial estadounidense de «exportación de la democracia».</p><p></p><p><strong>¿Qué tipo de democracia?</strong></p><p></p><p>Como pueblo, los estadounidenses asumen la ideología de sus padres fundadores. Se ven a sí mismos como una colonia llegada de Europa para fundar una ciudad que obedece a Dios. Ven a su propio país como «una luz encima de la montaña», según la expresión de San Mateo que la mayoría de los presidentes estadounidenses han retomado en sus discursos políticos a lo largo de dos siglos. Por lo tanto, Estados Unidos sería una nación modelo, que brilla en lo alto de una colina, iluminando el mundo. Y todos los demás pueblos de la Tierra deberían abrigar la esperanza de poder copiar ese modelo para alcanzar su propia salvación.</p><p>Para los estadounidenses, esa ingenua creencia implica –como una verdad que no necesita demostración– que su país es una democracia ejemplar y que ellos tienen el deber mesiánico de extenderla al resto del mundo. San Mateo predicaba que la propagación de la fe debía lograrse sólo mediante el ejemplo de una vida honesta, pero los padres fundadores de Estados Unidos veían el acto de encender su fuego y de propagarlo como un cambio de régimen. Los puritanos ingleses decapitaron a Carlos I de Inglaterra antes de huir hacia Holanda y América. Posteriormente, los patriotas del Nuevo Mundo rechazaron la autoridad del rey Jorge III de Inglaterra y proclamaron la independencia de los Estados Unidos.</p><p>Imbuidos de esa mitología nacional, los estadounidense no ven la política exterior de su propio gobierno como un imperialismo. Consideran que derrocar un gobierno es perfectamente válido si ese gobierno ambiciona encarnar un modelo diferente del estadounidense, lo cual lo convierte en un gobierno maléfico. Al mismo tiempo, están convencidos de que, debido a la misión mesiánica de la que están investidos, han logrado imponer la democracia por la fuerza en los países que han ocupado.</p><p>En las escuelas de Estados Unidos se enseña que los soldados estadounidenses llevaron la democracia a Alemania. Ignoran que los hechos históricos demuestran exactamente lo contrario: el gobierno estadounidense ayudó a Hitler a derrocar la República de Weimar y a instaurar un régimen militar para acabar con la Unión Soviética.</p><p>Esa ideología irracional les impide cuestionar la naturaleza de sus propias instituciones y lo absurdo del concepto mismo de «democracia forzosa». Sin embargo, según la fórmula del presidente Abraham Lincoln, «la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo».</p><p>Visto desde ese punto de vista, Estados Unidos no es una democracia sino un sistema híbrido en el que el poder ejecutivo está en manos de una oligarquía mientras que el pueblo limita la arbitrariedad [de esa oligarquía] a través de los contrapoderes legislativo y judicial.</p><p>En efecto, el pueblo elige a los miembros del Congreso y a algunos jueces pero son los Estados miembros de la federación los que eligen el poder ejecutivo, que a su vez designa a los altos magistrados. Si bien los ciudadanos están llamados a pronunciarse sobre la elección del presidente, el voto de la ciudadanía no es más que una consulta, como hubo de recordarlo la Corte Suprema a raíz de la elección presidencial del año 2000, al pronunciarse sobre el caso Gore vs. Bush. La Constitución de los Estados Unidos no reconoce la soberanía del pueblo ya que el poder se comparte entre el pueblo y los Estados que componen la federación, o sea los notables locales.</p><p>Es importante observar aquí, dicho sea de paso, que la Constitución de la Federación Rusa sí tiene un carácter democrático –por lo menos en el papel– ya que estipula: «El depositario de la soberanía y única fuente del poder en la Federación Rusa es su pueblo multinacional» (Título I, Capítulo 1, artículo 3). En base a ese contexto intelectual, los estadounidenses apoyan a su gobierno en su afirmación de que quiere «exportar la democracia» cuando su propio país no es una democracia, ni siquiera a la luz de su propia Constitución. Resulta difícil entender cómo podrían exportar lo que no tienen ni quieren tener en su propio país.</p><p>Durante los 30 últimos años, la NED ha sido portadora de esa contradicción, que se ha concretado en la desestabilización de numerosos Estados. Miles de crédulos militantes de ONGs han violado la soberanía de los pueblos con la beatífica sonrisa de quien tiene la conciencia tranquila.</p><p></p><p><strong>Una Fundación pluralista e independiente.</strong></p><p></p><p>En su célebre discurso del 8 de junio de 1982 ante el parlamento británico, el presidente Reagan denunció la Unión Soviética como el «Imperio del Mal» y propuso prestar ayuda a los disidentes, en la URSS y en otras partes. «Se trata de ayudar a crear la infraestructura necesaria para la democracia: libertad de prensa, sindicatos, partidos políticos, universidades. Los pueblos serán así libres de escoger el camino que les convenga para desarrollar su cultura y resolver sus diferencias por medios pacíficos», declaró.</p><p>Basándose en ese consenso de lucha contra la tiranía, una comisión bipartidista de reflexión aconsejó a Washington la creación de la Fundación Nacional para la Democracia (NED), que sería instituida por el Congreso estadounidense en noviembre de 1983 y de inmediato recibiría financiamiento.</p><p>La NED subvenciona cuatro estructuras autónomas que se encargan de redistribuir en el exterior el dinero del que disponen entre asociaciones, sindicatos obreros y patronales así como partidos de derecha y de izquierda. Esas cuatro estructuras autónomas son:</p><p>El Instituto de Sindicatos Libres (Free Trade Union Institute – FTUI), hoy rebautizado como Centro Americano para la Solidaridad de los Trabajadores (American Center for International Labor Solidarity – ACILS), cuya gestión está en manos del sindicato obrero AFL-CIO;</p><p>El Centro para la Empresa Privada Internacional (Center for International Private Entreprise – CIPE), cuya gestión está en manos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos;</p><p>El Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute – IRI), cuya gestión está en manos del Partido Republicano;</p><p>El Instituto Nacional Democrático de Asuntos Internacionales (National Democratic Institute for International Affairs – NDI), cuya gestión está en manos del Partido Demócrata.</p><p>Bajo esa presentación, la NED y sus cuatro tentáculos parecen estar basados en la sociedad civil y parecen reflejar además la diversidad social y el pluralismo político de esa misma sociedad civil. Financiados por el pueblo estadounidense, a través del Congreso, parecería que actúan a favor de un ideal universal, que son completamente independientes de la administración presidencial y que su accionar no puede servir de fachada a operaciones secretas al servicio de inconfesables intereses nacionales.</p><p>La realidad es muy diferente.</p><p></p><p><strong>Un montaje de la CIA, el MI6 y el ASIS.</strong></p><p></p><p>El discurso de Ronald Reagan en Londres se produce después de los escándalos que rodearon las revelaciones de los manejos sucios de la CIA, revelaciones provenientes de varias comisiones investigadoras parlamentarias.</p><p>El Congreso prohibió entonces a la CIA la organización de nuevos golpes de Estado como medio de conquistar mercados. En la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional busca entonces otras vías que le permitan sortear dicha prohibición.</p><p>La comisión bipartidista de reflexión se constituyó antes del discurso de Ronald Reagan, aunque el mandato oficial de la Casa Blanca sólo le fue entregado posteriormente. Ello indica que aquella Comisión no respondía a la pomposa ambición presidencial sino que era anterior. El discurso no es por lo tanto otra cosa que la justificación retórica de decisiones ya tomadas de antemano en líneas generales y destinadas a su puesta en escena por parte de la comisión bipartidista.</p><p>El presidente de la comisión bipartidista de reflexión era el representante especial de Estados Unidos para el Comercio, lo cual indica que el objetivo de dicha comisión no era precisamente promover la democracia sino, según la terminología consagrada, la promoción de la «democracia de mercado».</p><p>Este extraño término corresponde al modelo estadounidense: una oligarquía económica y financiera impone sus decisiones políticas a través de los mercados y del Estado federal, mientras que los parlamentarios y jueces electos por el pueblo protegen a los individuos de la arbitrariedad de la administración.</p><p>De los cuatro organismos periféricos de la NED tres fueron conformados para la ocasión. El cuarto, el organismo sindical (ACILS), no hubo que crearlo porque ya existía desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, aunque había cambiado de nombre en 1978, cuando se descubrió que dependía de la CIA. Esto permite deducir que el CIPE, el IRI y el NDI no nacieron por generación espontánea, sino que también fueron creados bajo los auspicios de la CIA.</p><p>Además, a pesar de ser la NED una asociación creada conforme al derecho estadounidense no es un instrumento de uso exclusivo de la CIA sino un dispositivo común con los servicios británico (fue por eso que Reagan la anunció precisamente en Londres) y australiano. Esa característica fundamental nunca se menciona a pesar de estar enteramente confirmada por los mensajes de felicitación de los primeros ministros Tony Blair y John Howard en ocasión del vigésimo aniversario de la supuesta «ONG».</p><p>La NED y sus tentáculos son órganos del pacto militar anglosajón que vincula a Londres, Washington y Camberra, pacto en el que se incluye igualmente la red de intercepción electrónica Echelon. Además de la CIA, el MI6 británico y el ASIS australiano también pueden solicitar los servicios de ese dispositivo.</p><p>Para esconder esa realidad la NED ha propiciado la creación, por parte de varios aliados, de organizaciones análogas que trabajan con ella. En 1988, Canadá se dotó de un centro llamado Derechos & Democracia, que se concentró sobre todo en Haití y posteriormente en Afganistán. En 1991, el Reino Unido instituyó la Westminster Foundation for Democracy (WFD).</p><p>El funcionamiento de ese organismo público está diseñado según el modelo de la NED: su administración está en manos de los partidos políticos (consta de 8 delegados: 3 del Partido Conservador, 3 del Partido Laborista, uno del Partido Liberal y el octavo para los demás partidos representados en el parlamento británico). La WFD fue muy activa en Europa del Este.</p><p>Finalmente, en 2001 la Unión Europea se dotó del European Instrument for Democracy and Human Rights (EIDHR), que despierta menos sospechas que sus homólogos. Ese órgano depende de EuroAid, dirigida por un alto funcionario tan poderoso como desconocido, el holandés Jacobus Richelle.</p><p></p><p><strong>La directiva presidencial 77.</strong></p><p></p><p>Cuando votaron la fundación de la NED, el 22 de noviembre 1983, los miembros del Congreso de los Estados Unidos ignoraban que aquella organización ya existía en secreto, en virtud de una directiva presidencial fechada el 14 de enero.</p><p>Aquel documento, que no fue desclasificado hasta 20 años más tarde, organiza la «diplomacia pública», expresión políticamente correcta para designar la propaganda. Instituye además en la Casa Blanca varios grupos de trabajo dentro del Consejo de Seguridad Nacional, uno de ellos encargado de pilotear la NED.</p><p>El consejo de administración de la NED no es por lo tanto otra cosa que una correa de transmisión del Consejo de Seguridad Nacional. En aras de salvar las apariencias, se decidió que, de manera general, los agentes o ex agentes de la CIA no podían figurar en el consejo de administración.</p><p>A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central en el Consejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED. En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia sino como estrategas cínicos de la violencia.</p><p>El presupuesto de la NED no puede ser interpretado de manera aislada ya que esa institución recibe además instrucciones del Consejo de Seguridad Nacional para la realización de acciones que se inscriben en el marco de grandes operaciones en las que participan varias agencias.</p><p>Existen fondos, provenientes esencialmente de la Agencia Estadounidense de Ayuda Internacional (USAID), que transitan por la NED sin aparecer en su presupuesto, simplemente para darles un carácter «no gubernamental». Además, la NED recibe indirectamente el dinero de la CIA, previamente blanqueado por intermediarios privados como la Smith Richardson Foundation, la John M. Olin Foundation o la Lynde and Harry Bradley Foundation.</p><p>Para evaluar la verdadera envergadura de ese programa habría que añadir al presupuesto de la NED los subpresupuestos correspondientes del Departamento de Estado, de la USAID, de la CIA y del Departamento de Defensa, lo cual resulta hoy en día imposible.</p><p>Ciertos elementos conocidos permiten sin embargo hacerse una idea de su importancia. En los últimos 5 años, Estados Unidos gastó más de 1 000 millones de dólares en asociaciones y partidos únicamente en el Líbano, pequeño Estado de 4 millones de habitantes. Globalmente, la mitad de esa suma la distribuyeron públicamente el Departamento de Estado, la USAID y la NED. La otra mitad fue entregada secretamente por la CIA y el Departamento de Defensa.</p><p>Este ejemplo permite deducir que el presupuesto general que Estados Unidos dedica a la corrupción institucional se cuenta en decenas de miles de millones al año. En todo caso, el programa equivalente de la Unión Europea, que tiene un carácter enteramente público y sirve de apoyo a las acciones estadounidenses, es de 7 000 millones de euros al año.</p><p>En definitiva, la estructura jurídica de la NED y el volumen de su presupuesto oficial no son más que apariencia. En esencia, la NED no es un organismo independiente a cargo de acciones legales que anteriormente realizaba la CIA sino una vitrina que el Consejo de Seguridad Nacional utiliza para garantizar los aspectos legales de operaciones ilegales.</p><p></p><p><strong><em><u>Continúa...</u></em></strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="HernanF, post: 891336, member: 7964"] Estructuras de poder poco conocidas. (Opinión) [SIZE=5][B]Estructuras para el control y dominación. [/B][B]La NED, vitrina legal de la CIA.[/B][/SIZE] [I]Desde hace 30 años, la National Endowment for Democracy (NED) se encarga de la parte legal de las operaciones ilegales de la CIA. Sin despertar sospechas, ha venido creando una extensa red mundial de corrupción, comprando sindicatos –tanto obreros como patronales– así como partidos políticos de izquierda y de derecha para que defiendan los intereses de Estados Unidos en vez de los intereses de sus propios miembros. Thierry Meyssan describe en este trabajo la envergadura de ese dispositivo.[/I] [IMG]http://i890.photobucket.com/albums/ac103/hernupeto/Conflictos%20Internacionales/CIANED.jpg[/IMG] En 2006, el Kremlin denunciaba la proliferación en Rusia de asociaciones extranjeras, algunas de las cuales parecían estar participando en un plan tendiente a desestabilizar el país, plan orquestado por la estadounidense Fundación Nacional por la Democracia (National Endowment for Democracy – NED). En previsión de una «revolución de color», Vladislav Surkov elaboraba entonces una estricta reglamentación para esas «organizaciones no gubernamentales (ONG)». En Occidente, aquella reglamentación de orden administrativo fue descrita como un nuevo ataque del «dictador» Putin y de su consejero en contra de la libertad de asociación. (Ver nuestra primera publicación respecto a la NED) Otros Estados que también siguieron una política similar han sido igualmente calificados por la prensa internacional como «dictaduras». El gobierno de Estados Unidos dice trabajar a favor de «la promoción de la democracia a través del mundo». Su posición es que el Congreso estadounidense puede subvencionar la NED y que la NED puede a su vez, de manera independiente, ayudar directa o indirectamente a asociaciones, partidos políticos o sindicatos en cualquier país del mundo. Al ser, como su nombre lo indica, «no gubernamentales», las ONGs pueden emprender iniciativas políticas que las embajadas no pueden asumir sin violar la soberanía de los Estados que las acogen. Esa es precisamente la cuestión. ¿La NED y la red de ONGs financiadas a través de ese órgano son acaso iniciativas de la sociedad civil injustamente reprimidas por el Kremlin o son en realidad pantallas de los servicios de inteligencia estadounidenses, sorprendidos en flagrante delito de injerencia? Para responder esa interrogante nos remontaremos al origen de la National Endowment for Democracy y escrutaremos su funcionamiento. Para ello debemos analizar, primero que todo, lo que significa el proyecto oficial estadounidense de «exportación de la democracia». [B]¿Qué tipo de democracia?[/B] Como pueblo, los estadounidenses asumen la ideología de sus padres fundadores. Se ven a sí mismos como una colonia llegada de Europa para fundar una ciudad que obedece a Dios. Ven a su propio país como «una luz encima de la montaña», según la expresión de San Mateo que la mayoría de los presidentes estadounidenses han retomado en sus discursos políticos a lo largo de dos siglos. Por lo tanto, Estados Unidos sería una nación modelo, que brilla en lo alto de una colina, iluminando el mundo. Y todos los demás pueblos de la Tierra deberían abrigar la esperanza de poder copiar ese modelo para alcanzar su propia salvación. Para los estadounidenses, esa ingenua creencia implica –como una verdad que no necesita demostración– que su país es una democracia ejemplar y que ellos tienen el deber mesiánico de extenderla al resto del mundo. San Mateo predicaba que la propagación de la fe debía lograrse sólo mediante el ejemplo de una vida honesta, pero los padres fundadores de Estados Unidos veían el acto de encender su fuego y de propagarlo como un cambio de régimen. Los puritanos ingleses decapitaron a Carlos I de Inglaterra antes de huir hacia Holanda y América. Posteriormente, los patriotas del Nuevo Mundo rechazaron la autoridad del rey Jorge III de Inglaterra y proclamaron la independencia de los Estados Unidos. Imbuidos de esa mitología nacional, los estadounidense no ven la política exterior de su propio gobierno como un imperialismo. Consideran que derrocar un gobierno es perfectamente válido si ese gobierno ambiciona encarnar un modelo diferente del estadounidense, lo cual lo convierte en un gobierno maléfico. Al mismo tiempo, están convencidos de que, debido a la misión mesiánica de la que están investidos, han logrado imponer la democracia por la fuerza en los países que han ocupado. En las escuelas de Estados Unidos se enseña que los soldados estadounidenses llevaron la democracia a Alemania. Ignoran que los hechos históricos demuestran exactamente lo contrario: el gobierno estadounidense ayudó a Hitler a derrocar la República de Weimar y a instaurar un régimen militar para acabar con la Unión Soviética. Esa ideología irracional les impide cuestionar la naturaleza de sus propias instituciones y lo absurdo del concepto mismo de «democracia forzosa». Sin embargo, según la fórmula del presidente Abraham Lincoln, «la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Visto desde ese punto de vista, Estados Unidos no es una democracia sino un sistema híbrido en el que el poder ejecutivo está en manos de una oligarquía mientras que el pueblo limita la arbitrariedad [de esa oligarquía] a través de los contrapoderes legislativo y judicial. En efecto, el pueblo elige a los miembros del Congreso y a algunos jueces pero son los Estados miembros de la federación los que eligen el poder ejecutivo, que a su vez designa a los altos magistrados. Si bien los ciudadanos están llamados a pronunciarse sobre la elección del presidente, el voto de la ciudadanía no es más que una consulta, como hubo de recordarlo la Corte Suprema a raíz de la elección presidencial del año 2000, al pronunciarse sobre el caso Gore vs. Bush. La Constitución de los Estados Unidos no reconoce la soberanía del pueblo ya que el poder se comparte entre el pueblo y los Estados que componen la federación, o sea los notables locales. Es importante observar aquí, dicho sea de paso, que la Constitución de la Federación Rusa sí tiene un carácter democrático –por lo menos en el papel– ya que estipula: «El depositario de la soberanía y única fuente del poder en la Federación Rusa es su pueblo multinacional» (Título I, Capítulo 1, artículo 3). En base a ese contexto intelectual, los estadounidenses apoyan a su gobierno en su afirmación de que quiere «exportar la democracia» cuando su propio país no es una democracia, ni siquiera a la luz de su propia Constitución. Resulta difícil entender cómo podrían exportar lo que no tienen ni quieren tener en su propio país. Durante los 30 últimos años, la NED ha sido portadora de esa contradicción, que se ha concretado en la desestabilización de numerosos Estados. Miles de crédulos militantes de ONGs han violado la soberanía de los pueblos con la beatífica sonrisa de quien tiene la conciencia tranquila. [B]Una Fundación pluralista e independiente.[/B] En su célebre discurso del 8 de junio de 1982 ante el parlamento británico, el presidente Reagan denunció la Unión Soviética como el «Imperio del Mal» y propuso prestar ayuda a los disidentes, en la URSS y en otras partes. «Se trata de ayudar a crear la infraestructura necesaria para la democracia: libertad de prensa, sindicatos, partidos políticos, universidades. Los pueblos serán así libres de escoger el camino que les convenga para desarrollar su cultura y resolver sus diferencias por medios pacíficos», declaró. Basándose en ese consenso de lucha contra la tiranía, una comisión bipartidista de reflexión aconsejó a Washington la creación de la Fundación Nacional para la Democracia (NED), que sería instituida por el Congreso estadounidense en noviembre de 1983 y de inmediato recibiría financiamiento. La NED subvenciona cuatro estructuras autónomas que se encargan de redistribuir en el exterior el dinero del que disponen entre asociaciones, sindicatos obreros y patronales así como partidos de derecha y de izquierda. Esas cuatro estructuras autónomas son: El Instituto de Sindicatos Libres (Free Trade Union Institute – FTUI), hoy rebautizado como Centro Americano para la Solidaridad de los Trabajadores (American Center for International Labor Solidarity – ACILS), cuya gestión está en manos del sindicato obrero AFL-CIO; El Centro para la Empresa Privada Internacional (Center for International Private Entreprise – CIPE), cuya gestión está en manos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos; El Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute – IRI), cuya gestión está en manos del Partido Republicano; El Instituto Nacional Democrático de Asuntos Internacionales (National Democratic Institute for International Affairs – NDI), cuya gestión está en manos del Partido Demócrata. Bajo esa presentación, la NED y sus cuatro tentáculos parecen estar basados en la sociedad civil y parecen reflejar además la diversidad social y el pluralismo político de esa misma sociedad civil. Financiados por el pueblo estadounidense, a través del Congreso, parecería que actúan a favor de un ideal universal, que son completamente independientes de la administración presidencial y que su accionar no puede servir de fachada a operaciones secretas al servicio de inconfesables intereses nacionales. La realidad es muy diferente. [B]Un montaje de la CIA, el MI6 y el ASIS.[/B] El discurso de Ronald Reagan en Londres se produce después de los escándalos que rodearon las revelaciones de los manejos sucios de la CIA, revelaciones provenientes de varias comisiones investigadoras parlamentarias. El Congreso prohibió entonces a la CIA la organización de nuevos golpes de Estado como medio de conquistar mercados. En la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional busca entonces otras vías que le permitan sortear dicha prohibición. La comisión bipartidista de reflexión se constituyó antes del discurso de Ronald Reagan, aunque el mandato oficial de la Casa Blanca sólo le fue entregado posteriormente. Ello indica que aquella Comisión no respondía a la pomposa ambición presidencial sino que era anterior. El discurso no es por lo tanto otra cosa que la justificación retórica de decisiones ya tomadas de antemano en líneas generales y destinadas a su puesta en escena por parte de la comisión bipartidista. El presidente de la comisión bipartidista de reflexión era el representante especial de Estados Unidos para el Comercio, lo cual indica que el objetivo de dicha comisión no era precisamente promover la democracia sino, según la terminología consagrada, la promoción de la «democracia de mercado». Este extraño término corresponde al modelo estadounidense: una oligarquía económica y financiera impone sus decisiones políticas a través de los mercados y del Estado federal, mientras que los parlamentarios y jueces electos por el pueblo protegen a los individuos de la arbitrariedad de la administración. De los cuatro organismos periféricos de la NED tres fueron conformados para la ocasión. El cuarto, el organismo sindical (ACILS), no hubo que crearlo porque ya existía desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, aunque había cambiado de nombre en 1978, cuando se descubrió que dependía de la CIA. Esto permite deducir que el CIPE, el IRI y el NDI no nacieron por generación espontánea, sino que también fueron creados bajo los auspicios de la CIA. Además, a pesar de ser la NED una asociación creada conforme al derecho estadounidense no es un instrumento de uso exclusivo de la CIA sino un dispositivo común con los servicios británico (fue por eso que Reagan la anunció precisamente en Londres) y australiano. Esa característica fundamental nunca se menciona a pesar de estar enteramente confirmada por los mensajes de felicitación de los primeros ministros Tony Blair y John Howard en ocasión del vigésimo aniversario de la supuesta «ONG». La NED y sus tentáculos son órganos del pacto militar anglosajón que vincula a Londres, Washington y Camberra, pacto en el que se incluye igualmente la red de intercepción electrónica Echelon. Además de la CIA, el MI6 británico y el ASIS australiano también pueden solicitar los servicios de ese dispositivo. Para esconder esa realidad la NED ha propiciado la creación, por parte de varios aliados, de organizaciones análogas que trabajan con ella. En 1988, Canadá se dotó de un centro llamado Derechos & Democracia, que se concentró sobre todo en Haití y posteriormente en Afganistán. En 1991, el Reino Unido instituyó la Westminster Foundation for Democracy (WFD). El funcionamiento de ese organismo público está diseñado según el modelo de la NED: su administración está en manos de los partidos políticos (consta de 8 delegados: 3 del Partido Conservador, 3 del Partido Laborista, uno del Partido Liberal y el octavo para los demás partidos representados en el parlamento británico). La WFD fue muy activa en Europa del Este. Finalmente, en 2001 la Unión Europea se dotó del European Instrument for Democracy and Human Rights (EIDHR), que despierta menos sospechas que sus homólogos. Ese órgano depende de EuroAid, dirigida por un alto funcionario tan poderoso como desconocido, el holandés Jacobus Richelle. [B]La directiva presidencial 77.[/B] Cuando votaron la fundación de la NED, el 22 de noviembre 1983, los miembros del Congreso de los Estados Unidos ignoraban que aquella organización ya existía en secreto, en virtud de una directiva presidencial fechada el 14 de enero. Aquel documento, que no fue desclasificado hasta 20 años más tarde, organiza la «diplomacia pública», expresión políticamente correcta para designar la propaganda. Instituye además en la Casa Blanca varios grupos de trabajo dentro del Consejo de Seguridad Nacional, uno de ellos encargado de pilotear la NED. El consejo de administración de la NED no es por lo tanto otra cosa que una correa de transmisión del Consejo de Seguridad Nacional. En aras de salvar las apariencias, se decidió que, de manera general, los agentes o ex agentes de la CIA no podían figurar en el consejo de administración. A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central en el Consejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED. En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia sino como estrategas cínicos de la violencia. El presupuesto de la NED no puede ser interpretado de manera aislada ya que esa institución recibe además instrucciones del Consejo de Seguridad Nacional para la realización de acciones que se inscriben en el marco de grandes operaciones en las que participan varias agencias. Existen fondos, provenientes esencialmente de la Agencia Estadounidense de Ayuda Internacional (USAID), que transitan por la NED sin aparecer en su presupuesto, simplemente para darles un carácter «no gubernamental». Además, la NED recibe indirectamente el dinero de la CIA, previamente blanqueado por intermediarios privados como la Smith Richardson Foundation, la John M. Olin Foundation o la Lynde and Harry Bradley Foundation. Para evaluar la verdadera envergadura de ese programa habría que añadir al presupuesto de la NED los subpresupuestos correspondientes del Departamento de Estado, de la USAID, de la CIA y del Departamento de Defensa, lo cual resulta hoy en día imposible. Ciertos elementos conocidos permiten sin embargo hacerse una idea de su importancia. En los últimos 5 años, Estados Unidos gastó más de 1 000 millones de dólares en asociaciones y partidos únicamente en el Líbano, pequeño Estado de 4 millones de habitantes. Globalmente, la mitad de esa suma la distribuyeron públicamente el Departamento de Estado, la USAID y la NED. La otra mitad fue entregada secretamente por la CIA y el Departamento de Defensa. Este ejemplo permite deducir que el presupuesto general que Estados Unidos dedica a la corrupción institucional se cuenta en decenas de miles de millones al año. En todo caso, el programa equivalente de la Unión Europea, que tiene un carácter enteramente público y sirve de apoyo a las acciones estadounidenses, es de 7 000 millones de euros al año. En definitiva, la estructura jurídica de la NED y el volumen de su presupuesto oficial no son más que apariencia. En esencia, la NED no es un organismo independiente a cargo de acciones legales que anteriormente realizaba la CIA sino una vitrina que el Consejo de Seguridad Nacional utiliza para garantizar los aspectos legales de operaciones ilegales. [B][I][U]Continúa...[/U][/I][/B] [/QUOTE]
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