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<blockquote data-quote="federicobarbarroja" data-source="post: 247020"><p><strong>URQUIZA LA FIGURA DE UN TRAIDOR</strong></p><p></p><p>Urquiza cedió ante la conveniencia de la oligarquía de Buenos Aires, a condición de que se le asegurara el predomino en su provincia, y el progresista desenvolvimiento de sus negocios particulares. En Pavón se inició un período de transacciones y deslealtades que sería fatal al destino de esas nacionalidades. </p><p></p><p>Los dobleces de Urquiza, sus marchas y contramarchas, las decepciones que paulatinamente fue sembrando, desarmaron el aparto de la resistencia a las miras egoístas del liberalismo porteño y las tendencias expansionistas de Brasil sobre la cuenca del Plata. La primera etapa de este programa de dominación, la constituyó la rebelión del general Flores contra el gobierno oriental del doctor Berro. En la obra que sobre el tema escribió don Aureliano G Berro, al hablar de Urquiza dice que “en realidad el sentimiento del gobernador entrerriano fluctuaba entre revolucionarios y gubernistas, inclinándose más bien, aunque paulatinamente, a los primeros, ya que por exigencia de la política nacional argentina, ya que por su antipatía personal al presidente Berro” (23). No se olvide que el presidente Berro cesó su cargo en febrero de 1864, reemplazándole don Atanasio Aguirre, durante cuyo período, precisamente, se acentuaron las preferencias de Urquiza por los revolucionarios. </p><p></p><p>Lo equivoco de la conducta de Urquiza en la cuestión oriental, provenía de su achicamiento ante Mitre, de los cordiales términos en que se mantenía con el general Flores y de la interposición de factores más concretos y positivos. En efecto; en medio de aquellas convulsiones se movía un personaje misterioso: el varón de Mauá, banquero brasileño, que no perseguía otros fines que los del Imperio y los del liberalismo económico. </p><p></p><p>Cuando se temió que Urquiza, cediendo a los requerimientos de los caudillos federales de toda la república, pudiera lanzar su peso a favor del gobierno legal uruguayo, el varón de Mauá viajó a San José y se entrevistó con el viejo caudillo. “La Nación Argentina” publicó una información procedente de su corresponsal en Concepción del Uruguay, concebida en los siguientes términos: “Se dice… que el varón de Mauá ha hecho arreglos particulares con el general Urquiza, supliéndole los fondos que necesita para sus negocios particulares” (24). </p><p></p><p>Esto sucedía en octubre de 1863. Poco después, el hijo del caudillo, coronel Wualdino Urquiza, había cruzado el Uruguay en frente de tropas, para sostener la causa del gobierno de Berro, lanzando una proclama en la que decía: “Días más, y el mismo general Urquiza no podrá resistir el jadear de los pueblos que le gritan: ¿Qué hacéis? ¿Por qué dejáis que nos asesinen?” (25). ¿El varón de Mauá se interpuso y Urquiza dejó de que los asesinaran? </p><p></p><p>El diario de Mitre, con sorna mal disimulada, lanzaba sus venenosas insinuaciones: “No puede menos que confesarse – escribía –, que hasta ahora el general no ha tratado de estorbar en anda la marcha de las autoridades nacionales, manifestándose más bien amigo de la paz a la cual está vinculado por mil motivos” (26). </p><p></p><p>Ya se ve que los viejos unitarios, dueños ahora de la situación, con el nombre de “liberales” no perdonaban aquellos que llegaban retrasados a sus carpas y simulaban adherirse a sus banderas. Urquiza creyó que haciéndose el manso iba a conquistar la tolerancia de los porteños, pero los cálculos le salieron fallidos. El vocero de Mitre que encabezaba el pelotón de los desaforados, alternativamente lo atacaba o lo protegía, siempre con ánimos de desmoralizarlo. En el fondo, el elenco porteño lo despreciaba. Se reía de los que esperaban una reacción federal del viejo caudillo. “El poder del general Urquiza – escribían sus parciales – está en la imaginación de los que recuerdan lo que fue, y no se detienen a ver las cosas con calma” . Era como meterle la mano en la boca, al fiero león, ahora desdentado. </p><p></p><p>¡Horrible ingratitud! Urquiza traicionó a sus amigos para servir a Mitre, pero Mitre abominaba de Urquiza para no traicionar a sus amigos. De los dos, Mitre e sentía más comprometido y era, por lo tanto, mas leal. </p><p></p><p>Todo esto acontecía cuando Urquiza había coronado su política de conversión, durante el período en que se debatía en la República el problema de las candidaturas. Mitre ponía todo el peso (diciendo que no lo ponía) al servicio de la candidatura presidencial de Elizalde. Otros grupos liberales, separados por una mera cuestión de campanillas apoyaban a Sarmiento. Los gobiernos federales levantaron una vez más la candidatura de Urquiza. Era una candidatura desteñida, después de tantas defecciones , pero no había otra personalidad nacional que pudiera sustituirla. Era una fatalidad de los tiempos no poder prescindir de ella. </p><p></p><p>La situación de Corrientes respondía al partido federal cuyo gobernador don Evaristo López, apoyaba la candidatura de Urquiza, a pesar de que”tiene cartas del Gral. Mitre – le informaba a Urquiza su hijo José Carmelo – donde le pide no le preste su influencia a favor de Ud. en la cuestión presidencia: que se perdería si lo hacía”(96) La prescindencia de Mitre y la despampanante carta de Tuyú-Cué, se van con esto por el suelo: pero el liberalismo no se pierde en estas contradicciones,, porque sus argumentos de autoridad constituyen la única fuente de la historia. </p><p></p><p>La situación de Corriente era sostenida por el general Nicanor Cáceres, el mismo que en 1863 alistó 600 hombres ara apoyar la revolución de Flores, y que al estallar la guerra con el Paraguay fue el primer comandante en jefe de las fuerzas de caballería correntinas. Era buen amigo de Urquiza y en esta cuadrera política se jugaba toda su plata al caballo del entrerriano. </p><p></p><p>El partido liberal porteño estaba dispuesto a suprimir ese bastión de una “candidatura reaccionaria” (como había calificado Mitre a la de Urquiza) y volcar la situación a favor del caballo del comisario. Infiltró en la provincia elementos sediciosos y armas; el 27 de mayo se produjo el alzamiento, tomando prisionero al gobernador López e instalando un gobierno revolucionario de corte mitrista y liberal. El general Cáceres, con las tropas leales, se recostó hacia la provincia de Entre Ríos y desconoció el poder de facto establecido por los revolucionarios. </p><p></p><p>El gobierno central, invocando la situación de guerra civil en que e encontraba la provincia, envió al coronel Emilio Mitre, a bordo del barco de guerra Pavón, con 2.000 hombres y seis piezas de artillería. Desembarcaron en Goya, el 12 de julio. El 31 se libró el combate de Arroyo Basualdo. La fuerzas federales, al mando de los generales Cáceres y López Jordán derrotaron a las insurrectas comandadas por los coroneles mitristas Reguera y Ocampo. Entonces el comisionado nacional juzgó prudente intervenir para promover un arreglo pactado, haciendo participar al general Urquiza en las negociaciones. La primer exigencia fue que se retirara del servicio activo al general Cáceres; Urquiza accedió a este requerimiento. </p><p></p><p>La estupefacción de Cáceres no pudo haber sino haber sido tremenda. También la del gobernador López cuando recibió una carta en que Urquiza le decía que el gobierno nacional tenía toda la razón de su parte. A su hijo José Carmelo le escribió: “con fecha de ayer le he pasado una nota al Gral. López para que observe la más estricta neutralidad, escribiéndole al él y vos y al coronel Martínez cartas particulares en ese sentido porque la provincia de Entre Ríos no puede ni debe mezclarse en una cuestión que el Gobierno Nacional está en el terreno de su derecho, merced a los explotadores y politicones que como ya he dicho, por desgracia abundan”(97) Esos “explotadores o politicones” a los que el a los que el gobierno nacional quería extirpar eran los que sostenían la candidatura de Urquiza; y Urquiza le cedía al gobierno nacional la primacía y el derecho de aplastarlos. </p><p></p><p><strong><span style="font-size: 10px">Así traicionó Urquiza una vez más a sus amigos federales</span></strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="federicobarbarroja, post: 247020"] [B]URQUIZA LA FIGURA DE UN TRAIDOR[/B] Urquiza cedió ante la conveniencia de la oligarquía de Buenos Aires, a condición de que se le asegurara el predomino en su provincia, y el progresista desenvolvimiento de sus negocios particulares. En Pavón se inició un período de transacciones y deslealtades que sería fatal al destino de esas nacionalidades. Los dobleces de Urquiza, sus marchas y contramarchas, las decepciones que paulatinamente fue sembrando, desarmaron el aparto de la resistencia a las miras egoístas del liberalismo porteño y las tendencias expansionistas de Brasil sobre la cuenca del Plata. La primera etapa de este programa de dominación, la constituyó la rebelión del general Flores contra el gobierno oriental del doctor Berro. En la obra que sobre el tema escribió don Aureliano G Berro, al hablar de Urquiza dice que “en realidad el sentimiento del gobernador entrerriano fluctuaba entre revolucionarios y gubernistas, inclinándose más bien, aunque paulatinamente, a los primeros, ya que por exigencia de la política nacional argentina, ya que por su antipatía personal al presidente Berro” (23). No se olvide que el presidente Berro cesó su cargo en febrero de 1864, reemplazándole don Atanasio Aguirre, durante cuyo período, precisamente, se acentuaron las preferencias de Urquiza por los revolucionarios. Lo equivoco de la conducta de Urquiza en la cuestión oriental, provenía de su achicamiento ante Mitre, de los cordiales términos en que se mantenía con el general Flores y de la interposición de factores más concretos y positivos. En efecto; en medio de aquellas convulsiones se movía un personaje misterioso: el varón de Mauá, banquero brasileño, que no perseguía otros fines que los del Imperio y los del liberalismo económico. Cuando se temió que Urquiza, cediendo a los requerimientos de los caudillos federales de toda la república, pudiera lanzar su peso a favor del gobierno legal uruguayo, el varón de Mauá viajó a San José y se entrevistó con el viejo caudillo. “La Nación Argentina” publicó una información procedente de su corresponsal en Concepción del Uruguay, concebida en los siguientes términos: “Se dice… que el varón de Mauá ha hecho arreglos particulares con el general Urquiza, supliéndole los fondos que necesita para sus negocios particulares” (24). Esto sucedía en octubre de 1863. Poco después, el hijo del caudillo, coronel Wualdino Urquiza, había cruzado el Uruguay en frente de tropas, para sostener la causa del gobierno de Berro, lanzando una proclama en la que decía: “Días más, y el mismo general Urquiza no podrá resistir el jadear de los pueblos que le gritan: ¿Qué hacéis? ¿Por qué dejáis que nos asesinen?” (25). ¿El varón de Mauá se interpuso y Urquiza dejó de que los asesinaran? El diario de Mitre, con sorna mal disimulada, lanzaba sus venenosas insinuaciones: “No puede menos que confesarse – escribía –, que hasta ahora el general no ha tratado de estorbar en anda la marcha de las autoridades nacionales, manifestándose más bien amigo de la paz a la cual está vinculado por mil motivos” (26). Ya se ve que los viejos unitarios, dueños ahora de la situación, con el nombre de “liberales” no perdonaban aquellos que llegaban retrasados a sus carpas y simulaban adherirse a sus banderas. Urquiza creyó que haciéndose el manso iba a conquistar la tolerancia de los porteños, pero los cálculos le salieron fallidos. El vocero de Mitre que encabezaba el pelotón de los desaforados, alternativamente lo atacaba o lo protegía, siempre con ánimos de desmoralizarlo. En el fondo, el elenco porteño lo despreciaba. Se reía de los que esperaban una reacción federal del viejo caudillo. “El poder del general Urquiza – escribían sus parciales – está en la imaginación de los que recuerdan lo que fue, y no se detienen a ver las cosas con calma” . Era como meterle la mano en la boca, al fiero león, ahora desdentado. ¡Horrible ingratitud! Urquiza traicionó a sus amigos para servir a Mitre, pero Mitre abominaba de Urquiza para no traicionar a sus amigos. De los dos, Mitre e sentía más comprometido y era, por lo tanto, mas leal. Todo esto acontecía cuando Urquiza había coronado su política de conversión, durante el período en que se debatía en la República el problema de las candidaturas. Mitre ponía todo el peso (diciendo que no lo ponía) al servicio de la candidatura presidencial de Elizalde. Otros grupos liberales, separados por una mera cuestión de campanillas apoyaban a Sarmiento. Los gobiernos federales levantaron una vez más la candidatura de Urquiza. Era una candidatura desteñida, después de tantas defecciones , pero no había otra personalidad nacional que pudiera sustituirla. Era una fatalidad de los tiempos no poder prescindir de ella. La situación de Corrientes respondía al partido federal cuyo gobernador don Evaristo López, apoyaba la candidatura de Urquiza, a pesar de que”tiene cartas del Gral. Mitre – le informaba a Urquiza su hijo José Carmelo – donde le pide no le preste su influencia a favor de Ud. en la cuestión presidencia: que se perdería si lo hacía”(96) La prescindencia de Mitre y la despampanante carta de Tuyú-Cué, se van con esto por el suelo: pero el liberalismo no se pierde en estas contradicciones,, porque sus argumentos de autoridad constituyen la única fuente de la historia. La situación de Corriente era sostenida por el general Nicanor Cáceres, el mismo que en 1863 alistó 600 hombres ara apoyar la revolución de Flores, y que al estallar la guerra con el Paraguay fue el primer comandante en jefe de las fuerzas de caballería correntinas. Era buen amigo de Urquiza y en esta cuadrera política se jugaba toda su plata al caballo del entrerriano. El partido liberal porteño estaba dispuesto a suprimir ese bastión de una “candidatura reaccionaria” (como había calificado Mitre a la de Urquiza) y volcar la situación a favor del caballo del comisario. Infiltró en la provincia elementos sediciosos y armas; el 27 de mayo se produjo el alzamiento, tomando prisionero al gobernador López e instalando un gobierno revolucionario de corte mitrista y liberal. El general Cáceres, con las tropas leales, se recostó hacia la provincia de Entre Ríos y desconoció el poder de facto establecido por los revolucionarios. El gobierno central, invocando la situación de guerra civil en que e encontraba la provincia, envió al coronel Emilio Mitre, a bordo del barco de guerra Pavón, con 2.000 hombres y seis piezas de artillería. Desembarcaron en Goya, el 12 de julio. El 31 se libró el combate de Arroyo Basualdo. La fuerzas federales, al mando de los generales Cáceres y López Jordán derrotaron a las insurrectas comandadas por los coroneles mitristas Reguera y Ocampo. Entonces el comisionado nacional juzgó prudente intervenir para promover un arreglo pactado, haciendo participar al general Urquiza en las negociaciones. La primer exigencia fue que se retirara del servicio activo al general Cáceres; Urquiza accedió a este requerimiento. La estupefacción de Cáceres no pudo haber sino haber sido tremenda. También la del gobernador López cuando recibió una carta en que Urquiza le decía que el gobierno nacional tenía toda la razón de su parte. A su hijo José Carmelo le escribió: “con fecha de ayer le he pasado una nota al Gral. López para que observe la más estricta neutralidad, escribiéndole al él y vos y al coronel Martínez cartas particulares en ese sentido porque la provincia de Entre Ríos no puede ni debe mezclarse en una cuestión que el Gobierno Nacional está en el terreno de su derecho, merced a los explotadores y politicones que como ya he dicho, por desgracia abundan”(97) Esos “explotadores o politicones” a los que el a los que el gobierno nacional quería extirpar eran los que sostenían la candidatura de Urquiza; y Urquiza le cedía al gobierno nacional la primacía y el derecho de aplastarlos. [B][SIZE="2"]Así traicionó Urquiza una vez más a sus amigos federales[/SIZE][/B] [/QUOTE]
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