Putin, la conferencia de Munich 2007 y Trump
Ricardo Martínez Isidoro, 5 de septiembre de 2025
Putin y Trump durante la cumbre de Alaska 2025. (foto: Casa Blanca)
Es muy posible que en este enredo de conversaciones de paz, en la guerra de agresión de Rusia sobre Ucrania, estemos olvidando la deriva que el Presidente
Putin instauró en la navegación de su país desde la
Conferencia de Múnich del año 2007.
Muchos analistas, bastantes españoles, nos han hecho ver la singladura que estaba emprendiendo Rusia de la mano de
Putin, recuperando sus esencias latentes perdidas en el demoledor periodo final de la Guerra Fría, donde Estados Unidos “
presumía”, en boca de sus académicos más notables de Harvard, también, de haber salido triunfantes de aquella guerra sin batallas, donde la disuasión nuclear afortunadamente evitó las sangrientas consecuencias que ahora se perciben en Europa.
El
Imperio ruso histórico, remodelado en
imperio comunista, con ansias siempre de extensión en beneficio de su “
complejo de seguridad”, siguió el mismo patrón, esta vez con el propósito añadido de dar a sus conquistas la necesidad obligada de admitir la ideología de sus nuevos dueños, aspecto que provocó catástrofes humanitarias tan graves como el nazismo.
Cuando hemos visto al Ministro de Asuntos Exteriores
Lavrov asistir a la
Cumbre Trump/Putin, con su camisa evocando la ex Unión Soviética, el mensaje era meridianamente claro, y el resultado de la reunión de Alaska comprensible;
los rusos no quieren acabar lo que han emprendido en febrero del 2022 con el ataque a Ucrania, no quieren la paz de todos los actores implicados, quieren su paz, la paz impuesta por la fuerza.
Putin no llevaba en Alaska ningún signo de la ex URSS, como su
Ministro de Exteriores, no le hacía falta, a un
KGB formado en la era más vigente y exigente del comunismo, la praxis del imperio le forma para siempre, y difícilmente le cambia, sobre todo si ha tenido compañeros de viaje, en Alemania Oriental, como la
Stasi; el legendario
KGB controlaba todos los servicios de inteligencia de los países ocupados, “
las democracias populares”; el apego a la Iglesia ortodoxa rusa es un aditamento necesario para los nuevos tiempos, como para
Napoleón la religión a fin de cohesionar a los franceses, en aquellos momentos delicados.
En Múnich, en 2007,
Putin lanzó el mensaje de la nueva Rusia, de la Rusia Unida, por otra parte su partido de apoyo, de recuperación de lo perdido. Un nuevo orden internacional que terminara con la unipolaridad que ejercía Estados Unidos en el Mundo y una vuelta a la multipolaridad con aliados poderosos, en su día como China y el Sur Global, en los BRICS y por qué no en una futura reconversión del Africa francófona y anglosajona hacia un progresivo control ruso.
En este proceso, la relación
Putin-Trump parece rendirle frutos al líder centroeuropeo,
dado el carácter voluble y reactivo del Presidente norteamericano, capaz de ofrecer una recepción de Jefe de Estado en Alaska a un investigado por la
Corte Penal Internacional para, al poco tiempo, amenazarle con unas severísimas sanciones, o animar a
Zelenski a atacar duramente a Rusia. En estas condiciones de relación, con una cierta depreciación de Europa ante el norteamericano, deteriorando el vínculo transatlántico, el Presidente de Rusia no tiene más que facilidades para sus fines.........................................
Putin parece tener claro que sus exigencias para el final de la guerra de Ucrania son inamovibles
www.defensa.com