*Por Daniela Abatecola
Introducción:
La crisis en Sudán representa un caso paradigmático en el estudio de los conflictos contemporáneos, enfatizando la complejidad de la interacción entre dinámicas locales y globales que desafían los marcos tradicionales de las Relaciones Internacionales (RRII). Esta crisis no solo se enmarca dentro de la lucha por recursos, sino que se ve profundamente influenciada por legados coloniales, la soberanía debilitada, y el resurgimiento de actores no estatales. La conceptualización de conflictos como “guerra híbrida”, como la proponen Bonavena y Nievas, (2015), permite entender cómo se entrelazan factores políticos, económicos y humanitarios, desdibujando las fronteras entre ellos. Este trabajo busca desglosar estos elementos, explorando cómo la interacción entre estos aspectos ha contribuido a un ciclo de violencia e inestabilidad continua en Sudán. “La guerra se desvincula de los marcos tradicionales de soberanía y legitimidad, generando una hibridación entre lo local y lo global”, (Bonavena y Nievas, 2015, p.112).

Sudán representa un caso paradigmático en el estudio de los conflictos contemporáneos, donde convergen dinámicas locales y globales que desafían los marcos tradicionales de las Relaciones Internacionales (RRII). Este trabajo busca analizar la crisis sudanesa desde una perspectiva constructivista, examinando cómo la interacción entre actores estatales, no estatales y la comunidad internacional ha perpetuado un ciclo de violencia y fragilidad estatal. La pregunta central que guía este análisis es: ¿De qué manera ha influido la intersección entre legados coloniales, luchas por recursos y la intervención internacional en la configuración y perpetuación del conflicto en Sudán? Partimos de la hipótesis de que la combinación de una soberanía debilitada, la proliferación de actores no estatales y la instrumentalización de identidades étnico-religiosas ha dado lugar a lo que se denomina una “guerra híbrida”, en la que las fronteras entre lo político, lo económico y lo humanitario se desdibujan, contribuyendo a mantener un ciclo destructivo que vulnera a la población sudanesa.
Marco Teórico y Metodología
El análisis de la crisis sudanesa se basa en enfoques constructivistas y críticos en Relaciones Internacionales (RRII), destacando cómo las identidades y estructuras sociales son moldeadas por interacciones políticas. Este marco permite examinar el legado colonial británico y egipcio, que no solo dividió el territorio, sino que también intensificó divisiones sociales y étnicas. Se considera el concepto de “guerra híbrida” (Bonavena y Nievas, 2015), que describe la interrelación de actores estatales y no estatales que utilizan tácticas irregulares para lograr sus objetivos.
La metodología aporta un enfoque cualitativo, centrado en la revisión de literatura y análisis de datos secundarios. Se realizaron:
- Revisión Documental: Examen de estudios previos, informes de la ONU y Amnistía Internacional, y documentos de ONGs sobre la crisis sudanesa.
- Análisis de Datos Secundarios: Uso de estadísticas sobre desigualdad, violencia y violaciones de derechos humanos.
- Interpretación Contextual: Análisis crítico de la interrelación entre dinámicas históricas y contemporáneas del conflicto.
Análisis del Conflicto en Sudán
Dimensión Histórica
El conflicto en Sudán está fuertemente vinculado a su pasado colonial, que ha moldeado dinámicas sociales y territoriales. “La división colonial no fue un mero acto administrativo, sino un dispositivo de poder que fragmentó identidades y recursos, incubando guerras civiles posteriores”, (Bonavena y Nievas, 2015). La historia moderna de Sudán está ligada a su colonización europea en el siglo XIX, que dividió el territorio en regiones bajo control británico-egipcio y francés, exacerbando tensiones entre el norte árabe-musulmán y el sur cristiano-animista. La independencia en 1956 no logró resolver estas tensiones, y el régimen de Omar al-Bashir profundizó aún más las fracturas existentes, estableciendo un sistema que excluyó a minorías y fomentó rebeliones, (Di Renzo, 2019). Esta división sentó las bases para conflictos como la Primera Guerra Civil (1955-1972) y la Segunda (1983-2005), que dejaron 1.5 millones de muertos, cifra que se califica como “un fracaso de la comunidad internacional para mediar en conflictos prolongados” (Amnistía Internacional, 2023, p. 15).
Dimensión Política
Políticamente, Sudán ha estado marcado por un gobierno autoritario y la marginación de comunidades. El régimen de al-Bashir es acusado de utilizar “milicias Janjaweed para reprimir rebeliones” y “perpetuar un clima de impunidad en el que se cometen crímenes de guerra” (Amnistía Internacional, 2023). La imposición de la sharía bajo el régimen de Omar al-Bashir (1989-2019) “consolidó un sistema autoritario que marginó a las minorías y alimentó rebeliones bajo el discurso de un islam político excluyente” (Di Renzo, 2019, p. e080). La crisis de legitimidad de los organismos multilaterales ha contribuido a la falta de una respuesta eficaz, lo que se ha traducido en “una inacción previa”, que se refleja en la persistencia del conflicto, (Gallegos, 2020).
Dimensión Económica
La crisis económica en Sudán ha sido agudizada por la guerra, donde un acceso limitado a recursos e infraestructura ha llevado a una inseguridad alimentaria devastadora. En 2023, se reportaron 9.8 millones de personas sufriendo hambre debido a “bloqueos gubernamentales” (Amnistía Internacional, 2023). El conflicto ha generado un ciclo vicioso de pobreza y desigualdad, donde el control de los recursos ha intensificado las luchas entre grupos y el gobierno.
Dimensión Humanitaria
Sudán enfrenta una grave crisis humanitaria debido a conflictos armados en su territorio. El gobierno está bajo acusaciones de crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos mientras la guerra civil afecta desproporcionadamente a su población. La violencia ha generado un aumento del desplazamiento interno, afectando a 4.9 millones de personas, sobre todo en Darfur, Kordofán del Sur y Nilo Azul. Desde 2003, el conflicto en Darfur ha reportado Desde una perspectiva humanitaria, la guerra ha tenido un impacto devastador sobre la población civil. Como consecuencia directa del conflicto se reportan “300,000 muertos y 2.5 millones de desplazados”, (Organización Internacional para las Migraciones, OIM, 2025), como consecuencia directa del conflicto. Desplazados que han sido forzados a abandonar sus hogares en Kordofán del Sur y Nilo Azul, con alrededor de 180,000 refugiados buscando seguridad en países vecinos. La situación de derechos humanos se ha deteriorado, sumida en la represión. La crisis humanitaria es una de las más severas del mundo, con más de 13 millones de personas en necesidad de asistencia; el total de la población es de 40 millones. Casi 5 millones están desplazadas internamente, y la tasa de abandono escolar se sitúa en el 38.2%.
“El desplazamiento en Sudán no es solo un efecto colateral, sino una estrategia de guerra para controlar territorios” (Organización Internacional para las Migraciones, OIM, 2025, p. 30). Este análisis multidimensional resalta la complejidad del conflicto sudanés, donde los factores históricos, políticos, económicos y humanitarios se entrelazan en un ciclo de violencia y fragilidad estatal.
Violaciones de Derechos Humanos
Desde el inicio de la guerra civil en Sudán, el conflicto ha evidenciado graves violaciones de derechos humanos, principalmente atribuidas a las fuerzas gubernamentales y guerrilleras. Las denuncias incluyen masacres, bombardeos de civiles, agresiones por bandas armadas, violencia sexual, represalias contra la población y ejecuciones extrajudiciales, junto a múltiples infracciones del Derecho Internacional. “La violencia sexual se usa como arma de guerra para destruir el tejido social” (Amnistía Internacional, 2023, p. 12). La prensa europea ha solicitado a funcionarios intervenir frente a la represión del gobierno sudanés, que detiene e intimida a los cooperantes, incluidos españoles. Trabajadores humanitarios y corresponsales enfrentan obstáculos para obtener permisos de desplazamiento en áreas críticas, complicándose más la situación con el pedido oficial de evacuar zonas de trabajo.
Reacciones Internacionales
Este conflicto ha durado casi dos décadas, volviéndose muy visible internacionalmente. En Sudán, el Gobierno de Jartum ha aprovechado la fragmentación histórica desde la descolonización para dividir comunidades y reprimir la oposición armada. Las políticas públicas suelen perpetuar problemas y agravar desigualdades. Las contiendas en Valencia, relacionadas con el control de tierras, reflejan la represión de ideales sociales. La intervención de la ONU en conflictos internacionales se basa en negociaciones, con limitaciones en su capacidad coercitiva y requiere el consentimiento del país afectado. El Informe del Secretario General promovió un enfoque de seguridad colectiva centrado en poblaciones afectadas, como en Darfur, generando debates sobre el mandato de la fuerza de paz de la ONU. Expertos criticaron la relación entre la ONU y el Departamento de Estado de EE. UU., llegando al punto culminante con la renovación del mandato del representante especial para Sudán. Sudán atrae a numerosas ONGD, impulsando proyectos en áreas aisladas como Montañas Nuba y Gedaref para fortalecer capacidades en seguridad alimentaria. Médicos del Mundo apoya a refugiados en Abeche, enfocándose en salud sexual, y Oxfam busca mejorar la calidad de vida, aunque la ayuda española fue limitada en 2008 y 2012.
La Sociedad Sudanesa Actual
La realidad violenta que enfrentan los sudaneses está marcada por legados de un estado fallido, donde el gobierno es incapaz de satisfacer las necesidades básicas de su población, creando un vacío significativamente explotado por milicias y grupos rebeldes. Las políticas de represión y corrupción impuestas por las élites militares han amplificado la pobreza y la marginación, mientras que el uso de la violencia, incluidas violaciones de derechos humanos, se ha vuelto una estrategia común para controlar a la población. Esta situación se agrava con la securitización de las identidades étnico-religiosas, en la que el gobierno sudanés ha instrumentalizado las diferencias para justificar acciones represivas, alimentando aún más los conflictos civiles y la fragmentación social.
Además, la seguridad humana debe ser una prioridad en la política social, ya que las dinámicas tribales, como las de los Baggara y Nub Dagik, continúan afectando la cohesión social. La islamización controlada ha consolidado alianzas tribales, mientras que la élite del norte perpetúa un entorno de desigualdad. Sin embargo, a pesar de estas adversidades, la resiliencia de la sociedad, reflejada en la cooperación social y económica a través de redes familiares, ofrece un atisbo de esperanza en el proceso de recuperación y construcción de paz.
Perspectivas Futuras
El estudio de la crisis en Sudán revela la interacción compleja entre actores locales e internacionales, donde la cuestión de la seguridad se cruza con desafíos económicos y políticos. La dependencia del petróleo ha creado un dilema crítico, ya que la caída de ingresos puede llevar a recortes en el presupuesto de seguridad, exacerbando la situación de un estado fallido. Análogamente, la falta de un enfoque claro y efectivo por parte de la comunidad internacional en la gestión de conflictos ha generado marcos de intervención ineficaces, lo que resalta la necesidad de un análisis profundo que integre la securitización de los conflictos en Sudán y el entendimiento de las motivaciones detrás de las acciones de los actores estatales y no estatales.
A medida que se proyectan futuras iniciativas, se torna crucial evaluar cómo los esfuerzos de desarrollo agropecuario y el apoyo a comunidades vulnerables pueden fomentar un entorno seguro. Sin embargo, la falta de voluntad política para abordar problemas arraigados de marginalización seguirá siendo un obstáculo significativo.
El Papel de la Comunidad Internacional
La intervención de la comunidad internacional debe, ante todo, ser sensible a la soberanía de los estados y buscar maneras de fomentar la responsabilidad y la justicia. La implementación de mecanismos que permitan la rendición de cuentas, particularmente a través de la Corte Penal Internacional (CPI), es crucial no solo para aliviar a las víctimas de crímenes de guerra, sino también para restaurar la legitimidad de un gobierno que ha sido ampliamente criticado por abusos sistemáticos. La historia de Sudán pone en evidencia que la falta de un consenso eficiente entre potencias y la comunidad internacional puede obstaculizar intervenciones efectivas, evidenciando la necesidad de un enfoque multilateral coordinado.
Lecciones Aprendidas
Las lecciones de la crisis sudanesa subrayan la importancia de abordar las heridas comunitarias de forma estructural y de crear un entendimiento común entre los diferentes actores involucrados. La inteligencia emocional en contextos de violencia puede ser un recurso valioso en la construcción de un ambiente seguro y en la prevención de conflictos, donde se contemple la diversidad de opiniones y la priorización de intereses comunes sobre los de poder. La experiencia sugiere que la participación activa de los africanos en la resolución de conflictos es fundamental, y que las dinámicas de seguridad en la región deben integrar perspectivas locales, internacionales y de derechos humanos para forjar un camino hacia la paz genuina y duradera.
Conclusión
La crisis de Sudán es un ejemplo claro de cómo las dinámicas multicapa de conflicto pueden obstaculizar la paz y el desarrollo. Este análisis ha abordado los legados coloniales, las interacciones entre actores estatales y no estatales, así como el papel de la comunidad internacional en la perpetuación o resolución de la crisis. La noción de guerra híbrida nos ayuda a entender la complejidad del conflicto, donde la violencia y las estrategias de control se entrelazan. Para construir un futuro más estable y equitativo, es crucial que se implanten medidas que aborden las raíces del conflicto, priorizando la dignidad humana y promoviendo la justicia y la paz.
No es solo un fenómeno local, sino un reflejo de las ineficiencias en la gobernanza global y la necesidad de un enfoque renovado hacia los conflictos que aborden de manera integral sus múltiples dimensiones. Abordar la crisis con un enfoque que reconozca tanto las dinámicas locales como las interacciones globales puede ofrecer un camino hacia la restauración de la paz y la legitimidad en este contexto desafiante.
Es desolador observar que, a pesar de los avances logrados, persisten problemas mundiales que llevan décadas sin resolverse, perjudicando a personas inocentes afectadas por la barbarie en África. La escasez de recursos, educación y falta de implicación internacional ha permitido que sigan ocurriendo horrendos crímenes contra la población en una guerra civil que lleva 35 años. Está en nuestras manos poner fin a esta situación, informarnos sobre estas guerras y actuar. El impacto positivo de decisiones como el premio Nobel de la Paz por ayudar a la mujer en la República Democrática del Congo evidencia la posibilidad de cambio. Aunque no podemos modificar el curso del mundo por completo, podemos influir en nuestra sociedad y generar conciencia, realizando acciones que contribuyan a mejorar las áreas afectadas por el conflicto.
Bibliografía
- Amnistía Internacional. (2023). Conflicto de Sudán.
- Bonavena, P. A., & Nievas, F. (2015). Guerra: Modernidad y contramodernidad. Final Abierto.
- Di Renzo, C. (2019). Reseña de Guerra: Modernidad y contramodernidad. Cuestiones de Sociología, (20), e080.
- Gallegos, C. (2020). Guerra, Sociología y Sociología de la guerra. Revista de Ciencias Sociales, II(168).
- Organización Internacional para las Migraciones (OIM). (2025). El conflicto en Sudán dos años después.
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Excelente nota de Daniela Abatecola. Gran Análisis, muy completo y esclarecedor.