Después de 23 años, Estados Unidos y Perú reanudarán la cooperación en materia de interdicción aérea contra el narcotráfico. Esa noticia significa la reactivación de la lucha antidrogas en el aire y la posibilidad de, por fin, cerrar el espacio aéreo nacional a la incursión de las aeronaves del delito.

Fue en 2001 cuando este trabajo conjunto, que ya había neutralizado 14 vuelos ilícitos, se fue por los suelos con el lamentable derribo del Cessna A185F de una misión cristiana estadounidense, por parte de un A-37B guiado por la CIA, tras una serie de errores de comunicación. Por eso, este anuncio resulta tan importante, pues pasará la página de un hecho tan luctuoso y según abonará el proceso de acercamiento y coordinación en temas aeronáuticos del país sudamericano con la principal potencia del mundo.

Concretamente, este fruto de la reciente visita de trabajo efectuada a Washington por autoridades del Ministerio de Defensa peruano abre un espacio interesante para el fortalecimiento de capacidades para la Fuerza Aérea del Perú (FAP).

A partir de ello se espera recibir moderno apoyo tecnológico estadounidense, probablemente aeronaves y sistemas de radar de vigilancia -del que Perú carece en gran parte de su territorio-, así como equipamiento y capacitación al personal.

Según informes de inteligencia, un promedio de cuatro avionetas ingresa diariamente a territorio peruano por la frontera sur-este, procedente tanto de Brasil como de Bolivia, para aterrizar, reabastecerse de combustible y regresar a su pista de origen cargados de droga.

El escenario de esta ilegal actividad es la selva alta del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), un triángulo dorado para el cultivo de hoja de coca y la producción de pasta básica y clorhidrato de cocaína con destino a Norteamérica y Europa, principalmente.

Más de una década después a ese incidente, la FAP utilizó por su cuenta y riesgo a los Sujoi Su-25 para la interceptación, tras el pase a retiro de los Embraer EMB-312 “Tucano” y la prohibición de operar en esas misiones para los “Dragonfly”. Ahora le tocaría entrar en escena a los 20 turbohélices fabricados por Korean Aerospace Industries KAI KT-1P “Torito”, de los que 16 se ensamblaron en los talleres del SEMAN Perú.

Es la aeronave más moderna, en cuanto a su fecha de fabricación, del inventario de vectores de combate, y sus tripulaciones ya se alistan para reiniciar la temporada de caza, desde el Grupo Aéreo No. 51 de la FAP, en la Base Aérea de Pisco -300 kilómetros al sur de Lima-. Esperaremos novedades.

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