Infancia y juventud
Erich Hartmann nació en Wiessach, un pequeño pueblo en las cercanías de Stuttgart en 1922. Pasó parte de su infancia en China, donde su padre ejerció la medicina en los años 20. El doctor Hartmann era un respetado médico que había servido como oficial médico en la Primera guerra mundial. El padre de Hartmann quería que sus dos hijos siguieran sus pasos, pero sólo el hermano menor de Hartmann, Alfred, (durante la Segunda guerra mundial artillero a bordo de un Stuka y prisionero de guerra) realizó los deseos de su padre tras la Guerra, al doctorarse en medicina. La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial fue oficialmente sellada el día del Armisticio, el 11 de noviembre de 1918. Siete meses más tarde, el 28 de junio de 1919, se firmó en París el Tratado de Versalles que establecía los términos de la paz. Dicho tratado declaraba a Alemania culpable de haber empezado la guerra e imponía que los alemanes pagaran todos los daños que habían sufrido los aliados. Una comisión de reparación determinaría la cantidad. Los términos de un acuerdo al que se llegó posteriormente en Londres en mayo de 1921 fijaron la cuenta de las reparaciones bélicas de Alemania en 132.000 millones de marcos-oro (aproximadamente 31.000 millones de dólares al cambio vigente).
La deuda debía pagarse con un interés del 6 por ciento durante los siguientes 37 años. Los pagos anuales serían de 2.000 millones de marcos oro más el 26 por ciento de las exportaciones alemanas. Se estimaba que los pagos anuales importaban aproximadamente un 7 por ciento de los ingresos nacionales de Alemania. El economista británico John Maynard Keynes juzgaba que eran tres veces más de lo que el país se podía permitir. La carga financiera creó un profundo resentimiento que Hitler y su Partido Nazi explotarían al máximo. Erich Hartmann pertenecía a la generación de alemanes que tendrían que pasarse la vida pagando reparaciones por una guerra librada años antes de su nacimiento.
Desde el principio Alemania tuvo dificultades para cumplir con la obligación contraída. Por ejemplo, ya al final de 1921 el gobierno declaró que no podía hacer los pagos que vencían en enero y febrero de 1922. Alemania pidió varias veces una moratoria, pero particularmente Francia la consideraba una oportunidad para debilitar aún más a Alemania reocupando el área del Rin y el Ruhr, una región de gran importancia industrial y estratégica para la recuperación de Alemania. El 11 de enero de 1923, con la excusa de un déficit en las entregas alemanas de madera y carbón, el premier francés Raymond Poincaré envió tropas a esa parte de Alemania para vigilar los intereses franceses.
Incapaces de ofrecer resistencia militar a la ocupación francesa, que fue respaldada por fuerzas belgas, los alemanes respondieron con resistencia pasiva. Cuando 130.000 obreros alemanes se negaron a trabajar, la productividad de la región disminuyó a la mitad. Los franceses respondieron a esa resistencia con detenciones, expulsiones e incluso ejecuciones. En el verano de 1923 empeoraron los males de la economía alemana, y la fuerza de ocupación francesa en la zona Rin-Ruhr había aumentado a 100.000 hombres, número máximo al que podía llegar el ejército alemán tras el Tratado de Versalles. Esto fue aún más insultante para aquellos que, como Hitler, creían erróneamente que la derrota de Alemania y especialmente el Tratado de Versalles habían sido el resultado de un Dolchstoss (una puñalada por la espalda), infligida desde el interior de Alemania por traidores judíos y sus colaboradores izquierdistas.
En 1923 Alemania sufrió una de las espirales de inflación más desesperantes que haya conocido una nación industrializada. El país no había financiado la guerra con una subida de los impuestos sino con créditos y bonos que fueron devueltos por la política, ya en sí inflacionaria del gobierno, consistente en aumentar la cantidad de dinero que circulaba en el momento. Tan pronto como se imprimía el dinero de papel, se depreciaba su valor.
Desgraciadamente, los problemas que afectaban a la economía alemana iban mucho más allá de las deudas acumuladas durante la guerra y las exigencias de reparación, que eran otro elevado precio a pagar por la derrota. La guerra también había dañado la capacidad industrial de Alemania. Sus reservas de materias primas y bienes habían sido esquilmadas. A esto se añadía el alto coste de conseguir que el funcionamiento bélico de la economía pasara a ser el de una economía en período de paz, una dificultad especialmente compleja por el alto desempleo existente en Alemania. Este problema a su vez se vio agravado por el hecho de que Alemania en 1920 mantuviera aún 660.000 soldados. Para cumplir con los términos del Tratado de Versalles, 560.000 de ellos tenían que ser des- movilizados y por lo tanto incorporarse de algún modo en la mano de obra alemana. Este objetivo era casi imposible de alcanzar en una economía en la que la inestabilidad causada por la inflación estaba destruyendo rápidamente la confianza en el gobierno.
A principios de 1920 un dólar valía 100 marcos. En enero de 1923 el marco había caído hasta 18.000 por dólar. La hiperinflación había reemplazado a la inflación. En ese mismo año el índice de cambio llegó a extremos desesperantes: 4,200 millones de marcos por dólar. Antes de que se pudiera controlar la espiral, a finales de 1923, la hiperinflación había arruinado a millones de alemanes que dependían de salarios, ingresos fijos o ahorros que habían sido cuidadosamente reunidos en mejores épocas. En el pico de la inflación, un litro de leche o una barra de pan podía llegar a costar billones de marcos. Los precios cambiaban a diario, e incluso llegaban a cambiar en un mismo día. La moneda que uno tenía por la mañana había perdido su valor por la noche.
La hiperinflación benefició a algunos especuladores financieros que obtenían enormes créditos bancarios, los utilizaban para comprar negocios o bienes y los podían devolver posteriormente con moneda devaluada. La mayoría de los alemanes, sin embargo, se encontraba con dificultades económicas, porque era bastante común que los bancos les informaran de que sus depósitos va no tenían valor. En estas condiciones el doctor Hartmann recibió una oferta de su primo, que era el cónsul alemán en Shanghai, China, para trasladarse al país asiático durante una visita de éste a su país natal. El doctor Hartmann aceptó la oferta y en principio se trasladó solo a China, haciendo práctica de la medicina en la ciudad china de Changsha, sobre el río Xiang. Él era el único médico blanco de la zona, y fue bien tratado y pagado por los chinos, lo que permitió el traslado de toda la familia. El doctor Hartmann allanó el para el traslado de su familia, que atravesó las estepas rusas para reunirse con el cabeza de familia. El doctor Hartmann compró una isla en mitad del río Xiang y se construyó una gran casa allí. En aquella isla la familia Hartmann pasó algunos de sus mejores momentos. La isla era para los niños un pequeño paraíso que no ponía límites a sus fantasías infantiles. Fueron tiempos felices que nunca desaparecerían de la memoria del gran piloto: Erich Hartmann mantuvo en su memoria estos bellos recuerdos hasta su muerte. Pero la felicidad de la familia Hartmann no había de durar mucho.
El clima político en China comenzó a empeorar y las cosas se pusieron difíciles para los extranjeros: Eslóganes revolucionarios y ataques contra el “diablo extranjero” comenzaron a proliferar entre los chinos. El Partido Comunista Chino había nacido en 1921, y en 1924 China se vio envuelta en una cruenta guerra civil; muchas provincias se declararon independientes del poder central y China se sumió en la anarquía. Las diversas facciones fueron agrupándose en dos grandes bandos: el de los nordistas o defensores del poder central, y el de los sudistas o defensores del gobierno nacionalista de Cantón. La lucha terminó en 1928 con el triunfo de los sudistas o nacionalistas, que consiguieron por fin la unidad de China, cuyas consecuencias inmediatas fueron el traslado de la capital de la nación a Nankín, la promulgación de una nueva Constitución, y la elevación de Jiang Jieshi (Chiang-Kai-Shek) al cargo de jefe supremo del Estado. Los alemanes no eran el blanco preferente, ya que su gobierno no estaba involucrado en las disputas. No obstante, la familia Hartmann tenía miedo. El principio del fin de la estancia de los Hartmann en China comenzó una mañana, mientras el doctor Hartmann hacía el camino hacia el pueblo donde ejercía su labor médica. Allí encontró las cabezas de muchos de sus amigos ingleses clavadas en picas en el lindero del camino. El doctor Hartmann se horrorizó y no puedo evitar pensar que aquellas cabezas podrían haber sido las de sus seres queridos. Rápidamente envió a su familia de vuelta a Alemania a través del Transiberiano. Él los siguió un año después y compró una casa en Weil in Schönburg, en cuya vecindad ejerció su profesión hasta el comienzo de la guerra. La casa de la familia Hartmann en la localidad un tejado parecido a una pagoda china como recuerdo a su estancia en el país asiático.
La madre de Erich Hartmann, Elisabeth Machtoff, pionera de la aviación en Alemania, fue la responsable del temprano contacto de su hijo con los aviones. Frau Hartmann era originariamente aviadora deportiva. Tras la llegada de Hitler al poder, la creación de clubes de planeadores fue estimulada, con el fin de establecer las bases de una futura fuerza aérea grande y poderosa: la creación de Luftwaffe exigía familiarizar debidamente a los jóvenes alemanes con las nociones esenciales del velo a motor. Ella ayudó a establecer un club de planeadores en Weil in Schoenbuch, hacia 1936. Entre 1936 y 1938 el joven Erich aprendió allí a volar en planeadores durante su adolescencia. Supo pronto que quería convertirse en piloto en parte influido por las lecturas sobre la gloria de los ases alemanes durante la Primera Guerra Mundial, que estimularon aún más su deseo de seguir los pasos de los grandes ases legendarios como Manfred von Richthofen, Max Immelmann u Oswald Boelcke. A Frau Hartmann le encantaba llevar a su hijo en los aviones para supervisa su aprendizaje. En 1938 ya estaba plenamente cualificado como instructor de planeadores y como tal ejerció durante su pertenencia a la Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas)
Posteriormente, tras su regreso del cautiverio ruso, declaró que sus tempranos contactos con los planeadores contribuyeron a desarrollar en él un sexto sentido para el mal funcionamiento de los aviones:
-Si algo va mal en un avión que estoy pilotando, yo lo sé antes de que me lo digan los instrumentos o de percibir otra señal física directa de irregularidades.
Cuando no era más que un escolar de quince años, en 1937, Erich Hartmann se fijó en muchacha de trece, morena, llamada Ursula Paetsch, aunque hubieron de pasar casi dos años para que Hartmann estuviera listo para atacar.
El septiembre de 1939, Ursula y una amiga caminaban por una calle hacia la escuela en Korital-Stuttgart cuando Erich se les acercó en su bicicleta. El muchacho se apeó de un salto y se puso junto a las dos muchachas, miro directamente a los ojos de Ursula y dijo tímidamente:
- ¡Erich Hartmann!
Con este pequeño incidente se inició una historia de amor que había de durar décadas, hasta la muerte de Erich Hartmann. "Usch", como cariñosamente la llamaba Hartmann, se convirtió en su novia. Pero Erich Hartmann y Ursula Paetsch no se casaron hasta 1944.
La Guerra
Cuando Alemania invadió Polonia iniciándose así la Segunda guerra mundial, el 1 de septiembre de 1939, Erich Hartmann contaba sólo 17 años. Al año siguiente, fue el afortunado destinatario de un completo entrenamiento como piloto de caza de la Luftwaffe, que empezó el 15 de octubre de 1940, cuando se unió al 10º regimiento de entrenamiento militar de la Luftwaffe, en Nuekuhrn, cerca de Könisberg, en Prusia Oriental. La Luftwaffe necesitaba urgentemente nuevos pilotos tras el fiasco de la Batalla de Inglaterra. La escasez de pilotos se hizo más acuciante tras la apertura de los frentes de África y Rusia. Los vuelos de entrenamiento no empezaron hasta marzo de 1941 en la Academia Escuela del Aire de Berlín Gatow. Fue entonces cuando sus instructores decidieron que Hartmann estaba mejor dotado para convertirse en piloto de caza. Nada más graduarse como Leutnant (Alférez), casi un año más tarde, en marzo de 1942, regresó a Stuttgart para asegurarse de que nadie se había enamorado de su novia. Se tranquilizó al comprobar que ella seguía siéndole fiel, y pidió a Usch que lo esperara. Quizás las cosas se arreglarían pronto, la guerra terminaría con una gloriosa victoria alemana y las condiciones serían más favorables para el matrimonio. La joven aceptó la proposición de Erich Hartmann.
Erich Hartmann fue enviado a al Escuela de Caza Nº 2, en Zerbst, en la actualidad parte de la República Federal Alemana, y parte de la República Democrática Alemana tras la Guerra. En ese momento comenzó el contacto directo con el que sería su avión durante toda la guerra: el Me 109. Pero hasta agosto de 1942 fue por fin destinado a la Jagdgeschwader 52, en Rusia, a donde llegó con el grado de Leutnant, con apenas 20 años. Esta ala operaba al oeste de Mostock, en la parte norte del Cáucaso, al mando del temible Kommodore Dietrich Hrabak.
Hartmann quedó impresionado con Hrabak, uno de los sobresalientes comandantes de ala de la Luftwaffe, que lo destinó a la escuadrilla 7. Siguió la familiarización con las condiciones del frente y con la táctica práctica. Para esto Hartmann fue asignado al teniente Edmund "Paule" Rossmann, reconocido como uno de los mejores Schwarmführers del frente oriental. Rossmann se anotó noventa y tres victorias aéreas antes de que un aterrizaje forzoso en suelo ruso lo convirtieran en prisionero de guerra.
En su tercera misión con Rossmann, Hartmann entró en acción. Rossmann avisó por radio de la presencia de algunos cazas enemigos y condujo su Rotte en un picado desde 1.500 metros. Recordando es acción Hartmann dice:
"Yo no veía ningún avión enemigo. Sin embargo, al nivelar a alta velocidad vi dos aviones de color verde oscuro adelante y un poco más arriba que nosotros, a una distancia de 3.000 metros. Mi primer pensamiento fue: "Ahora debo conseguir mi primera victoria". Aceleré al máximo, me adelanté a mi jefe y traté de ponerme en posición de fuego".
"Me acerqué demasiado rápido y abrí fuego a una distancia de 1.000 metros. Vi que todas mis municiones pasaban encima o por la izquierda del blanco sin hacer un solo impacto. El blanco aumentaba de tamaño tan rápidamente que tiré la palanca hacia atrás y ascendí. Inmediatamente me vi rodeado por todos lados de aviones de color verde oscuro que rápidamente se lanzaron en pos de mí. Empecé a sentirme bastante mal. Había perdido a mi jefe. Subí a través de una capa de nubes y me quedé solo".
"Entonces me llegó por la radio la voz de Rossmann: No te apures. Te he visto. Ahora te he perdido. Baja de la capa de las nubes para que puedas encontrarte".
"Bajé de la capa de nubes y vi que un avión venía hacia mí desde unos 1.200 o 1.500 metros. Estaba paralizado de miedo. Seguí descendiendo hacia el oeste, llamando a gritos a mi jefe y diciéndole que un avión desconocido me seguía. Me respondió la voz de Rossmann: Gira a la derecha para que pueda acercarme. Giré a la derecha pero el aparato que me seguía se cruzó en mi trayectoria. Ahora de veras sentí pánico. Bajé a toda potencia y me dirigí al oeste. Ya no podía entender las palabras de Rossmann. Apretaba mi cabeza bajo la plancha blindada de la cabina, como un avestruz, esperando y temiendo los impactos de los proyectiles enemigos en mi avión".
"El avión seguía detrás de mí y después de un momento oí nuevamente la voz de Rossmann que me decía que el avión que me seguía se había alejado. Subí nuevamente para determinar mi posición. Avisté el montes Elbrus a mi izquierda y volví a orientarme. Entonces vi la luz roja de advertencia que se encendió en el tablero. Cinco minutos de vuelo y el motor se detuvo. Se me había acabado el combustible".
"Abajo había un enorme campo de girasoles y un camino con camiones militares. El suelo se acercaba rápidamente. Aterricé de barriga en medio de una monstruosa nube de polvo. Abrí la cabina y saqué mi equipo personal. Unos soldados del ejército me llevaron de regreso a la base de soldatskaya, a unos treinta kilómetros de allí".
"Esa noche hubo una ruidosa, prolongada y muy incómoda lección a cargo del mayor Bonin, el Gruppenkommandeur, y después de Rossmann, sobre tácticas de Rotte. Yo había cometido todos los pecados capitales de un piloto de caza bisoño, que fueron enumerados con enfática precisión:
Me separé de mi jefe.
Volé a su posición de fuego en vez de protegerlo mientras él se encargaba de disparar.
Ascendí a través de una capa de nubes.
Después de descender de las nubes, escapé de mi jefe: era el avión de Rossmann el que me había seguido.
No seguí sus órdenes.
Perdí mi orientación.
Destruí mi propio avión sin tener nada que mostrar a cambio.
Me tuvieron en tierra tres días y durante ese tiempo debí trabajar con la gente de mantenimiento. Me sentía terriblemente mal".
Ese período de trabajo de mantenimiento probablemente enriqueció sus conocimientos sobre apoyo mecánico. Años más tarde, como Kommodore de la JG 711 en Ahlorn, en 1959 62, Hartmann presidió el desarrollo y perfeccionamiento de un sobresaliente sistema de mantenimiento. Sin embargo, el "Caballero Rubio" reconoce la asistencia de "mi viejo amigo el coronel Toliver, del ala 20 de bombarderos, en Wethersfield" en la organización del afamado servicio de mantenimiento de la JG 71.
La carrera de combate del piloto que se convertirá en el as más exitoso del mundo empezó, así, con una nota negativa. Esta experiencia, además de humillante, resultó beneficiosa. Cuando Hartmann volvió a volar, estaba decidido a no repetir sus errores.
Durante dos semanas y media continuó volando como compañero de ala, esperando su oportunidad y perfeccionando sus aptitudes para el combate aéreo. Su momento llegó el 5 de noviembre de 1942. A mediodía, el Schwarm de cuatro cazas en el que volaba como compañero de ala se trabó en combate con diez caza lagg-3 y dieciocho cazas bombarderos IL-2.
La fuerza rusa pretendía atacar los caminos de retaguardia del Ejército Alemán. Al este del pueblo de Digora los cazas alemanes avistaron a los incursores. Hartmann relata la batalla:
-Nuestra posición estaba detrás y arriba de nuestros enemigos. Dividimos el Schwarm en dos elementos de dos aparatos (Rotten) y atacamos en picado, disparando a través de los cazas y apuntando a los bombarderos. Yo ataqué el avión del extremo izquierdo, acercándome a gran velocidad y disparando desde unos quinientos metros. Vi numerosos impactos, pero las balas y proyectiles rebotaron en el IL-2. El robusto blindaje de esos IL-2 resistía hasta los impactos de los proyectiles del cañón de 20 milímetros.
Empecé mi segundo ataque sobre el mismo aparato con un picado y acercándome desde atrás y abajo. Esta vez llegué todavía más cerca antes de abrir fuego. ¡Un impacto en el sistema de refrigeración de aceite! Del IL-2 empezó a salir humo, seguido de lenguas de fuego que se alargaban rápidamente. El fuego se extendió por la parte inferior del fuselaje. En ese momento me encontraba solo, porque el avión al que estaba atacando había salido de formación y trataba de escapar hacia el este.
Todavía me encontraba debajo de él y ambos descendíamos en picado. Entonces se produjo una explosión bajo su ala y simultáneamente hubo una fuerte explosión en mi propio avión. La cabina se llenó de humo y ví el resplandor rojo del fuego bajo las puertas de los motores. No quedaba mucho tiempo para la acción.
Rápidamente puse en práctica lo aprendido. Altitud: baja cota, y todavía en el lado alemán de las líneas. Rápido, reducir potencia, cerrar llave general de combustible y cerrar llave de ignición en rápida sucesión. Aterricé de barriga en un campo, levantando una enorme lluvia de tierra y polvo que extinguió rápidamente el fuego. Cuando salía de mi cabina, mi primera víctima se estrelló estruendosamente tres kilómetros más allá.
Dos minutos más tarde Hartmann fue recogido por un vehículo del ejército y llevado nuevamente a su base. En este encuentro se desempeñó mucho mejor como piloto pero, sin embargo, perdió su propio avión al derribar al IL-2 dos días más tarde lo acometió una fiebre alta y debió pasar dos semanas en el hospital.
No volvió a lograr otra victoria hasta el 27 de enero de 1943, cuando derribó un caza MIG y regresó sano y salvo a su base. Para fines de abril de 1943 tenía once victorias y había logrado su primera victoria múltiple: Dos Lgg-3 el 30 de abril de 1943. Había superado su fiebre inicial cometía cada vez menos errores y desarrollaba silenciosamente sus propias técnicas de combate.
El 7 de julio de 1943 obtuvo siete victorias en un día: cuatro LA-5 y tres IL-2. Los días en que lograba una sola victoria se hacían cada vez más raros. Continuamente cumplía cuatro misiones al día, y a veces más. La acción contra el enemigo se producía pocos minutos después de despegar y había numerosos combates de quince minutos para interceptar a los aviones soviéticos que se acercaba a la línea del frente.
Durante los primeros meses de su experiencia de combate Hartmann voló en compañía de algunos ases sobresalientes, todos los cuales lo superaban en cantidad de victorias. El Gruppe III de la JG 52 a comienzos de 1943, se hallaba bajo el mando del mayor Hubertus von Bonin, veterano de la guerra civil española. Von Bonin obtuvo cuatro victorias en aquel conflicto y cuando murió en acción, en diciembre de 1943, tenía setenta y siete victorias confirmadas en ambas guerras.
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