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Area Militar General
Malvinas 1982
Vivencias día a día del conflicto por las Islas Malvinas
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<blockquote data-quote="TORDO79" data-source="post: 1655738" data-attributes="member: 3802"><p>Bueno, un poquito mas de vivencias de la Sanidad en Malvinas. Aqui el relato del entonces My Med D. Andino Quinci (Centro Interfuerzas Médico "Malvinas" o CIMM):</p><p></p><p><strong><em></em></strong></p><p><strong><em></em></strong></p><p><strong><em>"....Me destinaron como logístico de Sanidad del Teatro de Operaciones, integrando un grupo que se distinguía con la sigla C.O.L. (Centro de Operaciones Logísticas). Llegué el 8 de abril. Este organismo era el encargado de realizar todas las tareas que hacen al mantenimiento de la aptitud combativa del individuo: aprovisionamiento de ropa, de víveres, de municiones, de cualquier otra cosa que pudiera llegar a hacer falta.</em></strong></p><p><strong><em>Como es lógico, a mí me asignaron en el área de sanidad. En esa primera etapa hubo que pensar en todo. Yo le decía en broma a un camarada que se trataba de una situación parecida a cuando uno sale a pasar un día de campo. No conviene olvidarse de nada, porque después resulta imposible volver a casa a buscarlo.</em></strong></p><p><strong><em>Desde el primer día tuve que moverme en el hospital militar de Puerto Argentino. Allí me entendí perfectamente con su director, mayor médico Enrique Ceballos, que hasta el 2 de abril había estado dirigiendo el hospital de Comodoro Rivadavia. A este hospital “lo mudaron” íntegramente a Malvinas.</em></strong></p><p><strong><em>Después del primer ataque, el 1º de mayo, vivía y dormía en el hospital. Cambié las actividades logísticas por las asistenciales, porque hacía más falta en el quirófano y en las salas, junto a los enfermos. En conjunto llegamos a ser unos 30 profesionales.</em></strong></p><p><strong><em>El centro de asistencia se había instalado en un edificio que los ingleses habían destinado a colonia infantil, pero que no había sido habilitado por fallas en la estructura de construcción. Entonces, nunca había funcionado. Era totalmente nuevo. Tenía dos salas, que se unían con otra transversal, la construcción formaba una “H”. Era un sitio bastante apropiado para lo que se necesitaba. Enseguida se organizaron cuatro quirófanos –capaces de funcionar simultáneamente- y una serie de salas y habitaciones que permitían albergar entre 40 y 50 internados. En los momentos de combate duro hemos llegado a ocupar más de cien camas. Pero este rebasamiento de la capacidad es bastante común en los hospitales de guerra. No se puede prever cuántos heridos se van a producir en un determinado combate.</em></strong></p><p><span style="font-size: 15px"><strong><em>Allí, en Malvinas, comprendí que estábamos pagando el precio de haber pasado más de cien años en la paz más absoluta. Nuestras Fuerzas Armadas habían perdido en algo la noción de cuál es la real dimensión de la guerra. Una cosa es conocerla en teoría, en los papeles, en los libros, en los mapas y aun en las maniobras, pero otra cosa bastante distinta es entrar en contacto con ella, practicarla y sufrirla. Eso puede explicar, en parte, que al principio todo haya sido bastante desorganizado y se notaran algunas carencias importantes. Pero no fue un fenómeno aislado. También se dio en otras áreas. Por ejemplo, un buen día se advirtió que eran pocas las cocinas disponibles para preparar comida caliente; y como al principio sobró comida, un buen día faltó. U no se podía hacer nada para solucionar el problema. Exactamente igual que cuando uno, en un día de campo, se olvida los fósforos.</em></strong></span></p><p><strong><em>Es cierto que el hospital militar de Comodoro Rivadavia había sido, como dije antes, trasladado por completo a Puerto Argentino. ¿Pero alcanza esto para las necesidades de una campaña prolongada e intensa? Con el correr del tiempo se hizo notable la falta de instrumental en el área quirúrgica, y especialmente en traumatología. No se trataba de imprevisión, a veces la culpa también hay que achacársela a la falta de experiencia práctica.</em></strong></p><p><strong><em>Las otras fuerzas colaboraron muy estrechamente con nosotros. No se hacían distingos de ninguna clase. A nadie se le hubiera ocurrido alegar: esto es mío, lo otro es suyo. Quedó claro que todo elemento estaba disponible para atender a quien lo necesitara. En el área de sanidad establecimos un vínculo muy sólido a principios de abril y así seguimos trabajando hasta que se terminó la cosa”.</em></strong></p><p><span style="font-size: 15px"><strong><em>A partir del bombardeo del 1º de mayo comenzó realmente el trabajo masivo. Ese día, los heridos llegaban en oleadas. Habíamos montado una sala de recepción y clasificación: el criterio a utilizar estaba basado en la gravedad del paciente. Después, se los pasaba, si hacía falta, a los diferentes quirófanos para operarios. No había sitio para un respiro. Los médicos y enfermeros podíamos hacer cualquier cosa menos estar cansados. Ese día tuvimos realmente la comprobación de que estábamos en guerra.</em></strong></span></p><p><span style="font-size: 15px"><strong><em>Llegaban los aviones, descargaban las bombas, los misiles los perseguían. Después de cada incursión empezaban a llegar los heridos. Y los ayes y las quejas de... esos chicos... esos chicos de 18 años. Se portaron demasiado bien, debemos pensar que eran chicos... chiquilines que recién empezaban a ser soldados; algunos de habían puesto el uniforme hacía veinte o treinta días atrás. Apenas si tenían un barniz de instrucción militar... Y se las aguantaron mucho mejor de lo que nadie se imaginaba. Mucho mejor.</em></strong></span></p><p><strong><em>Las historias truculentas abundan en la memoria de cualquier médico, pero no voy a incurrir en el golpe bajo, no voy a describir ningún caso heroico en particular. <span style="color: #ff0000">Quiero hablar de toda la heroicidad, porque la “propaganda negra” ha hecho que no se reconozca el heroísmo de estos chicos. Les arrebataron su cuota de gloria. A duras penas se admite que los pilotos fueron valientes –y eso porque no queda otro remedio-, pero nadie se preocupó en saber qué pasó con nuestra gente que estaba en tierra.</span></em></strong></p><p><strong><em><span style="color: #ff0000">Lo remarco porque eran chicos que recién salían del calor de su casa. Y se aguantaron todo: el hambre, el frío, el no poder cambiarse, el no poder bañarse, combatir en las tremendas condiciones adversas a que estaban sometidos, por imperio de las circunstancias, y encima que los hirieran, que los mataran...</span></em></strong></p><p><strong><em><span style="color: #ff0000">Y se las aguantaron todas. Alguien podría decirme que no tenían otro remedio, que no podían escaparse a nado de la isla. Pero yo no recuerdo a ninguno que llorara, que empezara a gritar por una crisis histérica ni ninguna cosa por el estilo; a lo sumo, llegaba al hospital alguno más deprimido que otro, pero puedo dar fe de que no tuvimos problemas graves de desadaptaciones psíquicas. Sostengo todo lo contrario: se portaron demasiado bien para ser tan chicos”.</span></em></strong></p><p><strong><em>“Nosotros, los de mayor edad, esperábamos de manera subyacente que la guerra no fuera prolongada porque sabíamos lo que podía pasar. Era de esperar que la situación fuera muy dura, que el bloqueo se hiciera cada vez más virulento y que, con cada día que pasara, menos cosas nos iban a llegar.</em></strong></p><p><strong><em>Teníamos absoluta conciencia que uno de los problemas graves que habría que enfrentar iba a ser el del aprovisionamiento de plasma. Y si bien siempre le encontramos alguna solución de último momento, en algunos períodos –afortunadamente muy cortos- no tuvimos sangre para hacer transfusiones. A veces recurrimos a reemplazarla con otro tipo de líquidos. Y aquí tengo que volver a destacar la colaboración de las otras fuerzas. Hubo veces en que la Fuerza Aérea nos arrimó el frasco de plasma de determinado grupo que nos estaba haciendo falta para salvar una vida. Otro tanto hizo la Armada...”</em></strong></p><p><strong><em></em></strong></p><p><strong><em>Abrazo!!!...</em></strong></p><p><strong><em></em></strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="TORDO79, post: 1655738, member: 3802"] Bueno, un poquito mas de vivencias de la Sanidad en Malvinas. Aqui el relato del entonces My Med D. Andino Quinci (Centro Interfuerzas Médico "Malvinas" o CIMM): [B][I] "....Me destinaron como logístico de Sanidad del Teatro de Operaciones, integrando un grupo que se distinguía con la sigla C.O.L. (Centro de Operaciones Logísticas). Llegué el 8 de abril. Este organismo era el encargado de realizar todas las tareas que hacen al mantenimiento de la aptitud combativa del individuo: aprovisionamiento de ropa, de víveres, de municiones, de cualquier otra cosa que pudiera llegar a hacer falta. Como es lógico, a mí me asignaron en el área de sanidad. En esa primera etapa hubo que pensar en todo. Yo le decía en broma a un camarada que se trataba de una situación parecida a cuando uno sale a pasar un día de campo. No conviene olvidarse de nada, porque después resulta imposible volver a casa a buscarlo. Desde el primer día tuve que moverme en el hospital militar de Puerto Argentino. Allí me entendí perfectamente con su director, mayor médico Enrique Ceballos, que hasta el 2 de abril había estado dirigiendo el hospital de Comodoro Rivadavia. A este hospital “lo mudaron” íntegramente a Malvinas. Después del primer ataque, el 1º de mayo, vivía y dormía en el hospital. Cambié las actividades logísticas por las asistenciales, porque hacía más falta en el quirófano y en las salas, junto a los enfermos. En conjunto llegamos a ser unos 30 profesionales. El centro de asistencia se había instalado en un edificio que los ingleses habían destinado a colonia infantil, pero que no había sido habilitado por fallas en la estructura de construcción. Entonces, nunca había funcionado. Era totalmente nuevo. Tenía dos salas, que se unían con otra transversal, la construcción formaba una “H”. Era un sitio bastante apropiado para lo que se necesitaba. Enseguida se organizaron cuatro quirófanos –capaces de funcionar simultáneamente- y una serie de salas y habitaciones que permitían albergar entre 40 y 50 internados. En los momentos de combate duro hemos llegado a ocupar más de cien camas. Pero este rebasamiento de la capacidad es bastante común en los hospitales de guerra. No se puede prever cuántos heridos se van a producir en un determinado combate.[/I][/B] [SIZE=4][B][I]Allí, en Malvinas, comprendí que estábamos pagando el precio de haber pasado más de cien años en la paz más absoluta. Nuestras Fuerzas Armadas habían perdido en algo la noción de cuál es la real dimensión de la guerra. Una cosa es conocerla en teoría, en los papeles, en los libros, en los mapas y aun en las maniobras, pero otra cosa bastante distinta es entrar en contacto con ella, practicarla y sufrirla. Eso puede explicar, en parte, que al principio todo haya sido bastante desorganizado y se notaran algunas carencias importantes. Pero no fue un fenómeno aislado. También se dio en otras áreas. Por ejemplo, un buen día se advirtió que eran pocas las cocinas disponibles para preparar comida caliente; y como al principio sobró comida, un buen día faltó. U no se podía hacer nada para solucionar el problema. Exactamente igual que cuando uno, en un día de campo, se olvida los fósforos.[/I][/B][/SIZE] [B][I]Es cierto que el hospital militar de Comodoro Rivadavia había sido, como dije antes, trasladado por completo a Puerto Argentino. ¿Pero alcanza esto para las necesidades de una campaña prolongada e intensa? Con el correr del tiempo se hizo notable la falta de instrumental en el área quirúrgica, y especialmente en traumatología. No se trataba de imprevisión, a veces la culpa también hay que achacársela a la falta de experiencia práctica. Las otras fuerzas colaboraron muy estrechamente con nosotros. No se hacían distingos de ninguna clase. A nadie se le hubiera ocurrido alegar: esto es mío, lo otro es suyo. Quedó claro que todo elemento estaba disponible para atender a quien lo necesitara. En el área de sanidad establecimos un vínculo muy sólido a principios de abril y así seguimos trabajando hasta que se terminó la cosa”.[/I][/B] [SIZE=4][B][I]A partir del bombardeo del 1º de mayo comenzó realmente el trabajo masivo. Ese día, los heridos llegaban en oleadas. Habíamos montado una sala de recepción y clasificación: el criterio a utilizar estaba basado en la gravedad del paciente. Después, se los pasaba, si hacía falta, a los diferentes quirófanos para operarios. No había sitio para un respiro. Los médicos y enfermeros podíamos hacer cualquier cosa menos estar cansados. Ese día tuvimos realmente la comprobación de que estábamos en guerra.[/I][/B] [B][I]Llegaban los aviones, descargaban las bombas, los misiles los perseguían. Después de cada incursión empezaban a llegar los heridos. Y los ayes y las quejas de... esos chicos... esos chicos de 18 años. Se portaron demasiado bien, debemos pensar que eran chicos... chiquilines que recién empezaban a ser soldados; algunos de habían puesto el uniforme hacía veinte o treinta días atrás. Apenas si tenían un barniz de instrucción militar... Y se las aguantaron mucho mejor de lo que nadie se imaginaba. Mucho mejor.[/I][/B][/SIZE] [B][I]Las historias truculentas abundan en la memoria de cualquier médico, pero no voy a incurrir en el golpe bajo, no voy a describir ningún caso heroico en particular. [COLOR=#ff0000]Quiero hablar de toda la heroicidad, porque la “propaganda negra” ha hecho que no se reconozca el heroísmo de estos chicos. Les arrebataron su cuota de gloria. A duras penas se admite que los pilotos fueron valientes –y eso porque no queda otro remedio-, pero nadie se preocupó en saber qué pasó con nuestra gente que estaba en tierra. Lo remarco porque eran chicos que recién salían del calor de su casa. Y se aguantaron todo: el hambre, el frío, el no poder cambiarse, el no poder bañarse, combatir en las tremendas condiciones adversas a que estaban sometidos, por imperio de las circunstancias, y encima que los hirieran, que los mataran... Y se las aguantaron todas. Alguien podría decirme que no tenían otro remedio, que no podían escaparse a nado de la isla. Pero yo no recuerdo a ninguno que llorara, que empezara a gritar por una crisis histérica ni ninguna cosa por el estilo; a lo sumo, llegaba al hospital alguno más deprimido que otro, pero puedo dar fe de que no tuvimos problemas graves de desadaptaciones psíquicas. Sostengo todo lo contrario: se portaron demasiado bien para ser tan chicos”.[/COLOR] “Nosotros, los de mayor edad, esperábamos de manera subyacente que la guerra no fuera prolongada porque sabíamos lo que podía pasar. Era de esperar que la situación fuera muy dura, que el bloqueo se hiciera cada vez más virulento y que, con cada día que pasara, menos cosas nos iban a llegar. Teníamos absoluta conciencia que uno de los problemas graves que habría que enfrentar iba a ser el del aprovisionamiento de plasma. Y si bien siempre le encontramos alguna solución de último momento, en algunos períodos –afortunadamente muy cortos- no tuvimos sangre para hacer transfusiones. A veces recurrimos a reemplazarla con otro tipo de líquidos. Y aquí tengo que volver a destacar la colaboración de las otras fuerzas. Hubo veces en que la Fuerza Aérea nos arrimó el frasco de plasma de determinado grupo que nos estaba haciendo falta para salvar una vida. Otro tanto hizo la Armada...” Abrazo!!!... [/I][/B] [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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