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Un militar Uruguayo en la guerra civil Española
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<blockquote data-quote="federicobarbarroja" data-source="post: 793319"><p><strong>El destino de los refugiados españoles en la URSS</strong></p><p></p><p>A la caída de la República española, después de treinta y dos meses de una guerra civil agotadora, 3.961 militantes comunistas o miembros de las Brigadas Internacionales, cuidadosamente escogidos por una comisión responsable constituida en París, partieron para Moscú (abril-mayo de 1939). Estos hombres formaban, con los españoles llegados anteriormente a la URSS (marinos, alumnos-pilotos, unos 2.000 niños y varios maestros y maestras), un total aproximado de 6.000 refugiados, que constituían -especialmente los últimos llegados- un material precioso para el Kremlin. Todos, o casi todos, habían sufrido la prueba del fuego bajo la dirección y el control de los agentes de Moscú. Estos se habían desembarazado sobre el terreno -en España- de todos los hombres deprimidos, desmoralizados y escépticos, al mismo tiempo que de buen número de adversarios políticos. Conocíase, pues, a fondo a los supervivientes, quienes habían dado excelentes pruebas de ciego fanatismo, de valor en el combate o en la represión, y de sus aptitudes en diversos aspectos.</p><p></p><p>El Comité Ejecutivo del Komintern nombró en Moscú una comisión especial que tenía plenos poderes (de vida y de muerte) sobre la suerte de todos aquellos refugiados. Esta comisión estaba integrada por Georges Dimitrov, presidente de la Internacional; Palmiro Togliatti (alias Ercole/ Ercoli, quien, en España, donde era el primer agente político de Moscú, se hacía llamar Alfredo) ; André Marty, jefe de las Brigadas Internacionales, a la cabeza de las cuales recibió el sobrenombre tristemente famoso de “El carnicero de Albacete”; Bielov y la Blagoieva, del Komintern al mismo tiempo que de la GPU; la Pasionaria y los generales españoles Modesto y Líster. Con excepción de Dimitrov, todos habían desempeñado un papel importante en España. Esta comisión se arrogaba el derecho de decidir la suerte de los refugiados españoles, sin tener en cuenta, ni por asomo, sus deseos o sus gustos. Todos tenían que someterse a la disciplina bolchevique; cada uno de ellos no era otra cosa que una ruedecilla insignificante de aquella inmensa máquina sin alma ni conciencia.</p><p></p><p>Diez de esos refugiados -los militantes políticos más responsables- fueron integrados por la comisión en el aparato del Komintern; veintiocho -más cuatro mujeres encargadas de espiarlos- entraron en la Academia militar Frunzé, donde debían recibir una enseñanza superior para servir en los cuadros del Ejército Rojo; ciento veinticinco fueron enviados a la Escuela política de Planesnaya, que dependía del Instituto Marx-Engels-Lenin. Los otros, fraccionados en dieciocho grupos, formaron otros tantos “colectivos” establecidos en diferentes regiones de la URSS, donde conocieron un trabajo extenuante, la miseria, las penalidades de las fábricas soviéticas.</p><p></p><p>No obstante, ocho refugiados españoles fueron escogidos con particular cuidado: se les destinaba a hacer unos cursos especiales, con vistas a misiones ultrasecretas. Dirigidos por el mariscal Koniev y dependiendo directamente de Stalin, funcionaban en Moscú unos colegios restringidos, que se componían, como máximo, de tres a cinco personas. La selección de los miembros de esos colegios se fundaba en la aptitud para las tareas terroristas: sentido de la disciplina, obediencia ciega, amoralidad, ausencia de escrúpulos, sangre fría, temeridad, astucia... En todo momento, esos individuos debían ser capaces de matar: a un adversario, pero también, incidentalmente, a un camarada tibio o molesto. No se admitían la discusión ni la crítica. Los hombres recibían así una preparación para el terrorismo dentro del terrorismo mismo, haciéndose pronto más poderosos que los agentes ordinarios de la GPU. Encarnaban en cierta manera la expresión más completa del régimen terrorista jerarquizado hasta el extremo instaurado por el estalinismo. En el plano personal, estos hombres tenían derecho a los máximos privilegios; pero se podía, a cambio, exigir de ellos los mayores sacrificios, su vida, de ser necesaria. Los colegios eran independientes entre sí, y sus miembros pertenecían a diversas nacionalidades. El mariscal Koniev y sus colaboradores inmediatos eran los únicos que los conocían todos. Los colegios, en conjunto, formaban la sección de Trabajos Especiales. De los ocho españoles seleccionados, cinco constituyeron un colegio. Los otros tres estaban destinados a cumplir una misión de toda confianza. </p><p></p><p><a href="http://www.fundanin.org/gorkin3.htm" target="_blank">http://www.fundanin.org/gorkin3.htm</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="federicobarbarroja, post: 793319"] [B]El destino de los refugiados españoles en la URSS[/B] A la caída de la República española, después de treinta y dos meses de una guerra civil agotadora, 3.961 militantes comunistas o miembros de las Brigadas Internacionales, cuidadosamente escogidos por una comisión responsable constituida en París, partieron para Moscú (abril-mayo de 1939). Estos hombres formaban, con los españoles llegados anteriormente a la URSS (marinos, alumnos-pilotos, unos 2.000 niños y varios maestros y maestras), un total aproximado de 6.000 refugiados, que constituían -especialmente los últimos llegados- un material precioso para el Kremlin. Todos, o casi todos, habían sufrido la prueba del fuego bajo la dirección y el control de los agentes de Moscú. Estos se habían desembarazado sobre el terreno -en España- de todos los hombres deprimidos, desmoralizados y escépticos, al mismo tiempo que de buen número de adversarios políticos. Conocíase, pues, a fondo a los supervivientes, quienes habían dado excelentes pruebas de ciego fanatismo, de valor en el combate o en la represión, y de sus aptitudes en diversos aspectos. El Comité Ejecutivo del Komintern nombró en Moscú una comisión especial que tenía plenos poderes (de vida y de muerte) sobre la suerte de todos aquellos refugiados. Esta comisión estaba integrada por Georges Dimitrov, presidente de la Internacional; Palmiro Togliatti (alias Ercole/ Ercoli, quien, en España, donde era el primer agente político de Moscú, se hacía llamar Alfredo) ; André Marty, jefe de las Brigadas Internacionales, a la cabeza de las cuales recibió el sobrenombre tristemente famoso de “El carnicero de Albacete”; Bielov y la Blagoieva, del Komintern al mismo tiempo que de la GPU; la Pasionaria y los generales españoles Modesto y Líster. Con excepción de Dimitrov, todos habían desempeñado un papel importante en España. Esta comisión se arrogaba el derecho de decidir la suerte de los refugiados españoles, sin tener en cuenta, ni por asomo, sus deseos o sus gustos. Todos tenían que someterse a la disciplina bolchevique; cada uno de ellos no era otra cosa que una ruedecilla insignificante de aquella inmensa máquina sin alma ni conciencia. Diez de esos refugiados -los militantes políticos más responsables- fueron integrados por la comisión en el aparato del Komintern; veintiocho -más cuatro mujeres encargadas de espiarlos- entraron en la Academia militar Frunzé, donde debían recibir una enseñanza superior para servir en los cuadros del Ejército Rojo; ciento veinticinco fueron enviados a la Escuela política de Planesnaya, que dependía del Instituto Marx-Engels-Lenin. Los otros, fraccionados en dieciocho grupos, formaron otros tantos “colectivos” establecidos en diferentes regiones de la URSS, donde conocieron un trabajo extenuante, la miseria, las penalidades de las fábricas soviéticas. No obstante, ocho refugiados españoles fueron escogidos con particular cuidado: se les destinaba a hacer unos cursos especiales, con vistas a misiones ultrasecretas. Dirigidos por el mariscal Koniev y dependiendo directamente de Stalin, funcionaban en Moscú unos colegios restringidos, que se componían, como máximo, de tres a cinco personas. La selección de los miembros de esos colegios se fundaba en la aptitud para las tareas terroristas: sentido de la disciplina, obediencia ciega, amoralidad, ausencia de escrúpulos, sangre fría, temeridad, astucia... En todo momento, esos individuos debían ser capaces de matar: a un adversario, pero también, incidentalmente, a un camarada tibio o molesto. No se admitían la discusión ni la crítica. Los hombres recibían así una preparación para el terrorismo dentro del terrorismo mismo, haciéndose pronto más poderosos que los agentes ordinarios de la GPU. Encarnaban en cierta manera la expresión más completa del régimen terrorista jerarquizado hasta el extremo instaurado por el estalinismo. En el plano personal, estos hombres tenían derecho a los máximos privilegios; pero se podía, a cambio, exigir de ellos los mayores sacrificios, su vida, de ser necesaria. Los colegios eran independientes entre sí, y sus miembros pertenecían a diversas nacionalidades. El mariscal Koniev y sus colaboradores inmediatos eran los únicos que los conocían todos. Los colegios, en conjunto, formaban la sección de Trabajos Especiales. De los ocho españoles seleccionados, cinco constituyeron un colegio. Los otros tres estaban destinados a cumplir una misión de toda confianza. [url]http://www.fundanin.org/gorkin3.htm[/url] [/QUOTE]
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