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Area Militar General
Malvinas 1982
Relatos de nuestros heroes y sus familias
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<blockquote data-quote="cawan 5" data-source="post: 790995" data-attributes="member: 7736"><p>Fuente: REVISTA " HEROES DE MALVINAS"</p><p>Puesta en escena (del Thread): CAWAN 5.</p><p>transcripcion : PILOCO.</p><p></p><p>Ya no volverás, veterano Carlos Miguel González</p><p>El viernes 14 de Marzo de 2008, en nuestra querida Bahía Blanca, “Héroes de Malvinas” nuestra publicación tuvo el agrado de ser recibido en el hogar de la Sra. Carmen Verdechia de González, quien amablemente nos recibe y como es tradición en los hogares argentinos, cordialmente nos invita con unos mates. Carmen, nos cuenta que nació en la zona de Coronel Suárez, mas precisamente en la Colonia nº2 San José, un 30 de Febrero de 1955. Fueron sus padres Don Ernesto Agustín Verdechia, inmigrante italiano y Doña Otilia Frank descendiente de inmigrantes alemanes del Volga. Viví hasta los dos años en la colonia nos cuenta Carmen. Mi padre era lechero y cumpliendo esa tarea conoció a mi madre, luego nos fuimos a vivir a la ciudad de Coronel Suárez, donde hice mi escuela primaria, asistiendo a la Esc nº1 Domingo F. Sarmiento, recuerdo a alguna de las Señoritas entre ellas a la Sra. Calisial, la Sra. Bottero, la Sra. de Alberdi -Luego vino el secundario- Prosigue, Carmen -lo cursé en el Instituto Manuel Estrada donde recuerdo con orgullo haberme recibido con el mas alto promedio, algunos de mis compañeros fueron, Maria Rosa Domínguez, Micalerena, Chino Degear entre otros- Finalizando el secundario, no continúa diciendo- Emigro para la ciudad de Bahía Blanca, corría el año 1974, toda mi expectativa estaba centrada en iniciarme en la carrera de Literatura, tenía 18 años.-</p><p>Aquella lejana tarde, presa de un insoportable dolor de muelas, Carmencita con sus 21 años, recurrió a sus jóvenes vecinos buscando desesperadamente un calmante y fue en esa circunstancia que conoció a quien luego sería su esposo. Carlos Miguel González, cordobés de Villa Dolores, nacido el 9 de Julio de 1951 a quien llamaban cariñosamente “el topo”, tomaba sol aquel día indiferente en la terraza, mientras su amigo Noé Falomir, se empeñaba en derrotar al persistente dolor de muelas. A pesar del insoportable dolor, aquel encuentro sirvió para convertir a aquellos jóvenes, en verdaderos amigos. Al siguiente día salieron a tomar helados, y desde allí Carmen y Carlos Miguel recorrieron juntos un noviazgo de tres años.</p><p>Carlos Miguel, hijo de Doña Esther Villarreal (criolla) y de Don José González (Español de Asturias), uno de sus hermanos es José Luís, quien da vida al popular personaje “Doña Jovita”, un verdadero icono cordobés. Carlos Miguel, prestaba servicio en la Armada, estaba en la Base Naval Comandante Espora, y tripulaba helicópteros cumpliendo la función de sonarista, cuando el 11 de Enero de 1980 contrae matrimonio con Carmen, y juntos a posterior recibieron con inmensa alegría la llegada de Luís Alejandro González, un 5 de Julio de 1981.</p><p>El año 1982, lo encuentra embarcado en la Corbeta Granville, botada en 1980 en Francia e incorporada en la Armada el 22 de Julio de 1981, empezando en el mes de agosto su intenso alistamiento.</p><p>Tripulante de esa nave Carlos Miguel, el día 2 de Abril de 1982 interviene en el Operativo Rosario, componiendo el Grupo de Tareas 40.3, del Archivo General de la Armada de su Libro de Navegación, puede leerse de ese día tan importante para nuestra Historia lo siguiente: “A 06.29 hs. comenzó el desembarco en la Isla Soledad de la primera ola de vehículos anfibios, desde el BDT Cabo San Antonio, comenzando la operación principal de asalto a las Islas Malvinas, para su recuperación…”- Carmen no recuerda- Él, en esos tiempos navegaba bastante por eso no me preocupó mucho, cuando al momento mismo que regresaban de una navegación, telefónicamente me anunciaba que saldrían rumbo al sur, y entraban solo a reaprovisionarse, pero luego del 2 de Abril, cuando se difundió la noticia de la recuperación de nuestras Islas, miré a mi hijo de 9 meses, y junto a otras mujeres en la misma situación, me fui a la Base Naval Puerto Belgrano, a pedir noticias de la vida de nuestros maridos. Allí fuimos recibidas por un señor Comandante, que nos tranquilizó un poco, y también gestionó para poder percibir los haberes. Lo que nunca pude olvidar fue la visión casi irreal del gigantesco Crucero Belgrano, estaba aún en puerto donde se veía y se escuchaba el frenético trabajo a bordo. A pesar de insistir pidiendo más información sobre lo que estaba pasando, nada logramos, pues las mismas autoridades desconocían muchas cosas.- Carmen recuerda aquellos días de incertidumbre- Hasta después del hundimiento del Crucero Belgrano, nada supe de él, un día entran a puerto y llega a casa por unas horas, no puedo decir lo que sentí, no sentía nada, estaba como insensible a todo, todo parecía parte de un mal sueño, pero la realidad era esa, y así sin exteriorizar mi dolor nos despedimos, pero luego me derrumbé totalmente.</p><p>Después de finalizada la guerra de Malvinas, regresó y pasaron tres largos meses que se encerró en si mismo, evadiendo el tema se volvió callado y taciturno, fue para el mes de Septiembre cuando lo destacan en comisión a Alemania, para integrar la dotación de los buques recientemente adquiridos. Su carácter siguió cambiando.</p><p>Aumentaron más sus silencios, tal vez acuciado por la grave situación económica que se instaló en las Fuerzas Armadas, al ver que esto empeoraba día a día, hasta tornarse dramática nuestra situación familiar, comenzó una nueva actividad en sus horas de descanso, vendía ropa incansablemente, y de esta manera pudimos solventar los gastos normales de nuestra casa. En ese entonces vivíamos en el monoblock de Tiro Federal, entre aquellos queridos vecinos, estaba el Suboficial Raúl Ramírez, también veterano de guerra, hoy Presidente de la unión de Suboficiales Veteranos de Guerra de Malvinas Bahía Blanca.</p><p>El recordado “topo”, Carlos Miguel González, no solo aprendió a vender en muy poco tiempo, sino que emprendió todo tipo de transacciones comerciales y todo este conjunto de actividades, las potenció de tal manera que lo absorbió completamente, ello originó que las horas fueran insuficientes, lo que trajo la necesidad de ganar tiempo al tiempo, y casi sin dudas fue ese su afán, aquel 11 de Octubre de 1986 cuando corría velozmente hacia su hogar desde la localidad de Médanos.</p><p>¿Qué tenía de particular ese sábado 11 de Octubre?, tenia de especial que todo el enorme sacrificio se traduciría en el enorme “lujo”, que se daba la familia, después de un largísimo tiempo… cenar en la casa de un camarada.</p><p>Las agujas del reloj marcaban casi las 21.00 hs, raudo el vehículo ganaba terreno acercándose a Bahía Blanca, el día, el intenso día había comenzado cuando aun era de noche y ahora la misma noche lo traía corriendo, repasó una vez mas en su agenda mental, lo mas importante y se dispuso a pensar algo agradable, y que mas agradable que la familia, sintió satisfacción al poder cumplir con ellos, y brindarle en algunos momentos mas, la tan prometida modesta salida. De pronto de un camino lateral, cruza el asfalto una enorme camioneta, ya nada es posible. Paciente Carmen espera, y espera cada vez con mayor preocupación. Son las cuatro de la mañana, cuando llaman a la puerta ¿Es usted la señora de Miguel González?- Preguntó la policía de Villa Mitre -Les dije que si, cuenta Carmen -Hacia un tiempo el coche tuvo un abollón, por lo cual hicimos las gestiones con el seguro, por eso cuando me dijeron su esposo tuvo un accidente, confundida les dije -Si, pero eso ya está solucionado, se produjo entonces un silencio... y no se por qué miré la hora, allí me di cuenta que esto no podía ser parte del trámite -Entonces pregunté- ¿O se trata de otra cosa?- Si señora, se trata del accidente que tuvo su esposo esta noche -Dijo el policía- Un frío tremendo me invadió y atiné a preguntar -¿Y él, como está?- A su vez el policía contestó Señora, su esposo falleció-. Aquella noche convertida en una horrible pesadilla, me encontró llamando a las puertas de los camaradas de mi esposo y amigos nuestros, fui a la casa de Pedrito Bossio, y su esposa Dina, tomó a su cuidado a mi pequeño hijo, llegó entonces Fernández, el sonarista, y juntos retiramos el cuerpo de mi esposo en Médanos, me acompañó luego en todos los trámites, como siempre me ocurrió en los momentos dolorosos, pude conservarme entera, tuve la fuerza para hacer todas las comunicaciones, dando a conocer tamaña desgracia a toda la familia. Y destrozada completamente por dentro, acompañé a mi esposo a su última morada, lo vi descender cubierto por nuestra bandera, volvía a la tierra, pero estaría por siempre en mi alma y en mi recuerdo.</p><p>-¡Papá no volverá más!- Le dije a mi pequeño hijo, a quien le expliqué a partir de ese momento -El fue a hacer, lo que tiene que hacer, no volverá y vamos a llorar mucho por ello, pero ya no vendrá con nosotros y tenemos que ser fuerte para esto- Decía todo esto, tragando mis lágrimas, porque siempre quise darle imagen de fortaleza a mi pequeño hijo.</p><p>Durante veinte años cerré la puerta de todo lo acontecido en nuestras Malvinas, y todos aquellos momentos vividos, metí mi cabeza en solucionar los problemas mas urgentes e inmediatos, pasó todo ese tiempo hasta que me contacté con una Institución de Veteranos de Guerra, al principio era muy renuente a participar, pero ante la insistencia de Noé Falomir y Eduardito Caneto, Veteranos ellos también, empecé a colaborar tibiamente y luego me di cuenta que necesitaba hacerlo, quizás como una forma de blanquear aquellos veinte años que no podían ni debían ser borrado de mi pasado y axial todo comenzó a aflorar junto a los Veteranos, y en cada logro por insignificante que sea, es una forma de reivindicar la Gesta de Malvinas y el recuerdo de todos aquellos que participaron. Creo que Dios puso en mis manos la antorcha, que no puede portar en alto mi fallecido esposo, y es la que iluminará la causa que nos congrega a todos los argentinos, por eso en cada cosa que emprendo, pongo lo mejor de mi, buscando siempre que el Veterano de Guerra, esté siempre en el lugar que se merece. Agradezco a la Revista “Héroes de Malvinas” por darme la oportunidad de contar parte de la vida de mi fallecido esposo, Carlos Miguel González, Veterano de Malvinas. Gracias a todos los veteranos de Guerra por permitirme participar en los distintos proyectos, abriendo mi mente, y sintiéndome útil, sirviendo en la noble causa de Malvinas.<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 02:51 ---------- Previous post was at 02:37 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p></p><p>Un abrazo mi amigo Diego , el merito es de PILOCO que se quemo las pestañas con todo lo que le envie...un abrazo amigo..Carlos<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 03:20 ---------- Previous post was at 02:51 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>Fuente: REVISTA " HEROES DE MALVINAS"</p><p>Puesta en escena (del Thread): CAWAN 5.</p><p>transcripcion : PILOCO.</p><p></p><p>Crucero General Belgrano: veterano Enrique Pereyra</p><p>Enero del 2009, sin duda será recordado por mí, como el año que recibí desde el primer día una enorme colaboración espontánea, que me permitió ir visitando a todos aquellos que de una u otra manera forman el universo de los intervinientes de la noble Gesta de Malvinas. Mas precisamente, el día 20 de Enero, fui con amabilidad recibido en el hogar de Doña María Luisa Carrizo de Pereyra, de origen tucumano, quien nació en el pueblo de Los Laureles, muy cerca del Ingenio La Fronterita, formando parte de un grupo numeroso de catorce hermanos. sus padres, muy humildes y muy trabajadores, a costa de mucho sacrificios sacaron lo penoso de las faenas de zafra (cosecha de caña de azucar, en forma manual), sin embargo en esos tórridos calores, la familia en pleno, siempre juntos, los encontraba soportando todo para sobrevivir y hacer más grande a nuestra Patria. Tenía 14 años cuando partió del lejano Tucumán, buscando un horizonte que fuera más benigno y que le permitiera ampliar su ayuda a su modesta familia. Antes de partir ya tenía trabajo en una casa de familia, y no le costó adaptarse. No había pasado mucho tiempo cuando pudo llevar a una hermana también a Buenos Aires, luego fue una más, y por último otra, completando un grupo de cuatro hermanas. Todas teníamos trabajo estable en casa de familia y estar juntas afectivamente nos favorecía, era una forma de no sufrir tanto el desarraigo, a pesar que podíamos darnos el lujo de ver a nuestra familia una o dos veces por año, todo fue más llevadero. Nos cuenta, María Luisa, pausada y muy serenamente “siendo todas jóvenes, pronto conocimos e hicimos muy buenos amigos. En 1970 conocí a quien sería mi esposo, Enrique Omar Pereyra. El prestaba servicios en la Armada con el grado de Marinero Primero Maquinista, nuestro comienzo fructificó en una linda amistad, a pesar de nuestros muy pocos encuentros. Y no fue mucho el tiempo que pasó cuando en cumplimiento de una orden, viajó a Estados Unidos en comisión, teniendo como destino formar parte de la tripulación del Destructor Bouchard. Partió muy contento, pero nuestra incipiente amistad se interrumpió por un año, no fue posible vernos, pero nuestras cartas en la distancia de cierta forma nos unían. En 1972 regresó al país y fue a Buenos Aires a visitarme, yo lo seguía considerando un amigo pero acepté ponerme de novia. En esa época llegó la fecha de viajar a ver mis padres en Tucumán, y partimos con mis hermanas con todos los regalos, y ayuda para nuestras familias. Fue en ese mismo tiempo que Enrique, viajó a Buenos Aires y no pudimos encontrarnos. A mi regreso se afianzó el noviazgo y él empezó a viajar todos los fines de semana desde Bahía Blanca a Capital. Pasó el tiempo y un día Enrique me propuso trasladarme a Bahía Blanca, consiguiendo trabajo estaríamos mucho más cerca y con más tiempo para proyectar nuestro futuro, le contesté que debía consultarlo con mis hermanas” Lentamente María Luisa, rememora su pasado “mis hermanas en perfecta coincidencia, dijeron ¡NO! esgrimían dos buenos argumentos, ese lugar estaba lejos y estaría sola. Sin embargo, Enrique, me gustaba, asi que me armé de coraje y emprendí el largo viaje hacia lo desconocido. Quienes a posterior serían mis suegros, me consiguieron trabajo, todo resultó muy sencillo, ellos me dieron alojamiento en su casa, y pasé a ser una integrante más de la familia. Una familia modelo de rectitud, desde el mismo momento que llegué, supe que nuestro noviazgo era aceptado, pero en un marco total de respeto y eso me gustó muchísimo. Así como por arte de magia, la vida me ponía dos padres más, dos seres humanos maravillosos, Don Elio Pereyra nacido en La Pampa, y Doña Isabel Córdoba, y allí empecé a vivir en Ingeniero White. Pasaron unos años, donde Enrique estuvo muy poco en Bahía Blanca, fue de pase a Ushuaia, después le salió pase a Buenos Aires, por eso en cuanto tuvimos la oportunidad, empezamos a planificar nuestro matrimonio, él solicitó la venia para casamiento a la Armada, era el primer paso pues su demora estaba en un lapso de tres a cuatro meses, los demás trámites tenían plazos muchos más cortos. Pero insólitamente a pesar de reiterados pedidos, incluso mintiendo un supuesto embarazo, cosa que alguien le había dicho apuraría el trámite, la venia de enlace, nunca llegó. Esperamos hasta el año 1976, y ya cansado de esperar el 2 de Enero de ese año nos casamos, pero fue como en secreto, pues no pudo denunciar este hecho a la Armada, que hasta allí y nunca nos hizo llegar la bendita venia. Enrique ya tenía el grado de Cabo Primero Maquinista, y el primero de Abril de ese mismo año nació nuestro hijo Enrique Aníbal Pereyra. Bueno, los años siguientes fueron tiempos de mucho trabajo, empecé a trabajar en la cocina del Polo Petroquímico, y también en la cantina donde elaboraba buenos platos, cuya base eran pescados y mariscos. Nuestro hijo fue creciendo, y en su cuidado tuvimos la ayuda invalorable de mi suegra, Doña Isabel, una madre para mi. En 1981, Enrique fue de pase al buque Cabo San Antonio, ya tenía el grado de Cabo Principal Maquinista, a pesar de nuestro sacrificio, el progreso nos llegaba en cuenta gotas, y sin tiempo para esparcimientos, todas nuestras amistades se reducian a aquellos primeros amigos comunes, que estaban sólo en nuestros recuerdos, porque nada sabíamos de sus destinos. Pasó ese año 1981 y de allí fue de pase al Crucero General Belgrano, como él uno a uno los nuevos tripulantes fueron llegando”. -María Luisa Carrizo, hace un alto, para bucear nuevamente aquellos días- “recuerdo que habría pasado un mes, cuando vino un día muy contento, que eso lo recuerdo tan nítidamente, luego de muchos años el destino, nos permitirá encontrar a nuestros únicos y perdidos amigos, lleno de júbilo me dijo “¿Sabés quiénes llegaron a bordo?, Castro Pedro, Oliariaga Roberto y otros, todos casados, están con sus esposas en Punta Alta” Nunca lo había visto con tanto entusiasmo, los dos queríamos saber de nuestros amigos y empezamos a hacer planes para futuras visitas. La noche del 1º de Abril de 1982, nos encontró reunidos en familia, nuestro hijo cumplía seis años, pasamos la medianoche festejando, cuando por la radio supimos que nuestras Islas Malvinas se habían recuperado, fue un motivo más para estirar el momento que estabamos pasando, cuando él escuchó esto, comentó “Mañana, seguro estoy acuartelado” Su pronóstico fue lamentablemente cierto, al día siguiente no vino, esperé sin saber nada de él, pasada las 16 horas, vino su hermano, quien trabajaba como personal civil en la Base Naval, en la Tornería, con él me enviaba un mensaje, diciéndome, que estaban en Puerto y no tenía en claro cuantos días no podría salir. Pasó algo así como una semana, llegó un día y mientras preparaba su equipo de ropa de trabajo, me dijo “Salimos a navegar”. Empezó una etapa de idas y venidas, pero siempre ensombrecidas con un “Mañana salimos”, empezaron a variar todos nuestros horarios, nos despedíamos con tanta tristeza, para luego llenarme de alegría al verlo regresar ya muy tarde, asi una y otra vez. El 16 de Abril a través de su hermano me envía un mensaje diciéndome “el bocha se curzó al taller y me dijo que no lo esperes, que el Crucero ahora está listo, que salen a navegar” definitivamente, nunca pude dejar de esperarlo. Con fecha 21 de Abril recibí una carta suya, desde Ushuaia, alli me decía que se encontraba bien, del tema Malvinas no hacía comentario, era una carta muy corta, repetía muchas veces que me cuidara y también de la misma forma me pedía que cuidara a nuestro hijo y que pronto volvería. El domingo 2 de Mayo, sin enterarme de lo que acontecía, preparé un plan para llegar al otro día a la Base Naval, donde a todas las esposas cuyos maridos estaban afectados a navegación, se les pagarían los haberes, para lo cual tenía que presentar un poder, coordiné todo con mi suegra, que también se había empezado a ocupar de llevar a nuestro hijo al jardín. Me sentía tan agobiada por tantas responsabilidades, por mis trabajos donde nunca me gustó faltar, sin saber nada del Crucero, llegué al Cine Comodoro Rivadavia, donde estaba el Ente Pagador, alli fui atendida con mucha deferencia, pero noté como algo muy inusual, que muy repetidas veces me preguntaban “¿Estas bien?” Salí con un sentimiento extraño, a pesar de que nadie me había dicho nada, noté algo raro. Por todo lo que se vivía en esos momentos, mi esposo le había pedido a mi madre, que enviara a una de mis hermanas para que yo no estuviera tan sola. De vuelta a casa, encontré al señor que estaba pintándola, en el interior mi hermana estaba planchando, noté que lloraba, y que estaba sumida en una gran tristeza, guarde silencio, para luego decirle ¿Estás extrañando a mamá? Se produjo una larga e incómoda pausa, después hizo un gesto afirmativo, mientras caían sus lágrimas. Preferí darle un respiro y más tarde seguramente la consolaría y terminaríamos riéndonos de cualquier cosa, vacié mi bolso y empecé mi preparativo para pagar nuestras cuentas, tenía mucho interés de regresar a casa lo mas rápido posible. Sin saber que afuera me esperaba sin apuros, algo que todos sabían, menos yo. A los pocos metros, al pasar por una vecina, esta viene corriendo y me llama, estaba como exaltada, con mi apuro vi como inoportuno detenerme para una charla, entonces dije -si Guadalupe… que pasa- y ella a boca de jarro, me hace otra pregunta “¿Vos sabés que hundieron el Curcero?” Sus palabras se convirtieron en un enorme puñal que traspasó mi cuerpo, despedazando mi alma, la última visión que tuve fue mi casa que parecía ahora infinitamente lejana, y desde muchos lados, una multitud borrosa que crecía, acercándose… acercándose. El mundo se abrió a mis pies, enloquecí, fueron días terribles, quedé tirada en la cama por tres días, de pronto quería saber todo, absolutamente todo, pero cuando escuchaba que irremediablemente el Crucero estaba hundido, nada de lo que después me decían sonaba a cierto, nadie tenía certeza de nada. Recordé una y otra vez sus palabras, cuidate mucho y cuida a nuestro hijo, cuantas veces lo había repetido en esa, su última carta, quizás la mas corta de las tantas que me escribió. Pero Dios mío, no sería nada fácil, nuestro núcleo familiar era extremadamente pequeño, tenía trabajo, pero adolecía de tantas cosas, ni siquiera había asistido a mi escuela primaria, escaso sabía firmar, las largas jornadas en los surcos de cañas, se habían llevado mi infancia y mis horas escolares. Pero, no podía darme el lujo de dejarme caer, Dios aprieta pero no ahorca. Apareció entonces mi patrón junto a su familia y me dieron su teléfono particular para lo que yo necesitara, y tambien que me tomara todo el tiempo necesario, mi trabajo estaría allí esperando el momento de mi regreso. Ellos me trasladaron a la Base Naval muchas veces, y otras tantas estuvieron a mi lado mientras con mis ojos nublados de lágrimas, recorría una y otra vez los extensos listados de sobrevivientes, fueron días amargos de angustias, de dolor y desesperanza. Al cabo de un largo peregrinar, opté por darle a mi hijo todo ese tiempo y pasaba largas horas de incertidumbre, pero aferrada a mi pequeño. Una mañana llegaron dos señores militares uniformados, y me comunicaron oficialmente la desaparición de mi esposo” María Luisa Carrizo, nuestra entrevistada… mira hacia la ventana, y creo adivinar que está viendo a aquellos mensajeros, de tan desgraciada noticia. “Aún me esperaban muchos desafíos, nuevamente tuve que viajar hasta la Base Naval una infinidad de veces, mi esposo para la Marina figuraba como soltero, nunca pudo corregir eso porque la famosa venia de enlace jamás llegó a nuestras manos, y vuelvo a agradecerle a Dios que en medio de tanta desesperanza, apareció el Doctor Guillermo Martinez, y se ocupó de todos esos papeles, testigos, y por todo el esfuerzo de este señor, pude cobrar la pensión en un brevísimo tiempo. Uno de aquellos amigos que a Enrique tanta alegría le causó encontrarlos, era el Cabo Principal Maquinista Ramón Crespo, habían ingresado juntos a la Marina y compartido los momentos iniciales en la Isla Martín García. El destino los había unido después de tantos años, en esa última navegación del Crucero General Belgrano. A través de él supe de mi esposo, los dos se encontraban jugando a las cartas en el comedor hasta poco antes de las 16.00 hs, despues salieron juntos, Crespo lo acompañó a mi esposo que tomaba guardia, se saludaron y lo vio descender por la escalerilla hacia el interior de las máquinas, el tiempo que pudo haber tardado en llegar a su puesto de guardia, puede haber coincidido con la explosión del torpedo que destrozó todo ese sector en forma instantánea, él me aseguró que de ninguna manera podría haber salido, él estuvo allí y por ese lado no salió nadie. Siempre le agradezco a este hombre, porque su testimonio sirvió para comenzar mi duelo, y rezar por el descanso eterno de mi esposo día a día. Mi querida suegra y madre no pudo soportar el dolor de la pérdida de un hijo y falleció al año siguiente, cuando un día se acostó llena de congoja, cansancio y simplemente se durmió para siempre. A partir de allí, sin el puntal mas importante que nos quedaba, nos sentimos con mi pequeño hijo, mucho más solos que nunca. Después, apreté los dientes y con mucha tabia e impotencia me aboqué a trabajar duramente, puse una niñera para el cuidado de mi pequeño, que ya asistía a la escuela, me costaba la mitad de mi sueldo, pero valía la pena. Tantas horas de trabajo, nos obligó a refugiarnos el uno en el otro, esos pocos momentos libres que teníamos, no nos permitía compartirlos con nadie, juntos creamos un mundo pequeño lleno de amor, y eso nos convirtió en dos personas muy, pero muy solitarias. Los años sin darnos cuenta pasan, al regresar del trabajo un día, con mucha seriedad mi querido hijo, que tenía entonces 12 años, me pidió despedir a la señora que lo cuidaba -voy a terminar la primaria, ya no necesito que me cuiden, tengo comedor en la escuela, no tengo miedo estar solo en casa, y te prometo que nunca saldré a la calle, no quiero que gastes en esto- Mordí mis lágrimas, mi pequeño había crecido, y se sumaba a la dura lucha por sobrevivir. Dios te agradezco por el hijo que me diste, nunca un disgusto, jamás pronunció la palabra ¡papá!, no porque no lo amara, simplemente porque intuía el terrible dolor que sentía por su pérdida. Pero siempre hay una primera vez, un día siendo ya hombre, nos convocaron para la inauguración de una placita que lleva el nombre del padre, a su turno pronunció unas palabras tan emotivas que no pude contener mi llanto, pero por primera vez en su vida de sus labios salió la palabra ¡papá!, allí me quebré, levante mis ojos empapados y hablándole a mi esposo, desde lo mas profundo le dije -nuestro hijo es un hombre, es un ser humano íntegro, como vos me lo pediste, hoy nuestro niño te ha hablado, es el hombre que soñamos juntos… lo he cuidado,… te he cumplido, como tantas veces me lo has pedido-</p><p>La vida sigue, hoy estoy jubilada, pero siempre encontrado cosas para hacer, mi hijo se casó con María Belén Arrimada, y ese matrimonio trajo al mundo a quien alegra mis días, Rocío Belén, mi nietita de 7 años. Como argentina siento mucho más mías, las Islas Malvinas, siento inmenso orgullo de ser la esposa de un Veterano, más allá de las responsabilidades y sacrificios que tuve que asumir. Malvinas estará siempre en mi vida, respeto a los Veteranos de Malvinas y por todo lo que hacen por ellos y nosotros los familiares, les agradezco por permitirme sentirme feliz, al convocarme para integrar el campamento “Julio César Aráoz” en la Plata, donde se peticiona la ley que eliminará los 26 años de degradante discriminación, entre una misma gente, que expuso su vida por la patria, y hoy tienen trato diferente. Lo más significativo para mí fue el comprender que ese grupo Veteranos de Malvinas, son personas nobles, justas, me sentí útil y contenta, el formar parte de aquellas vivencias, pero mucho mas importante fue descubrir que ellos sienten en lo mas más profundo, el verdadero significado de la Gesta de Malvinas, poque lo viven día a día como yo misma lo siento.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="cawan 5, post: 790995, member: 7736"] Fuente: REVISTA " HEROES DE MALVINAS" Puesta en escena (del Thread): CAWAN 5. transcripcion : PILOCO. Ya no volverás, veterano Carlos Miguel González El viernes 14 de Marzo de 2008, en nuestra querida Bahía Blanca, “Héroes de Malvinas” nuestra publicación tuvo el agrado de ser recibido en el hogar de la Sra. Carmen Verdechia de González, quien amablemente nos recibe y como es tradición en los hogares argentinos, cordialmente nos invita con unos mates. Carmen, nos cuenta que nació en la zona de Coronel Suárez, mas precisamente en la Colonia nº2 San José, un 30 de Febrero de 1955. Fueron sus padres Don Ernesto Agustín Verdechia, inmigrante italiano y Doña Otilia Frank descendiente de inmigrantes alemanes del Volga. Viví hasta los dos años en la colonia nos cuenta Carmen. Mi padre era lechero y cumpliendo esa tarea conoció a mi madre, luego nos fuimos a vivir a la ciudad de Coronel Suárez, donde hice mi escuela primaria, asistiendo a la Esc nº1 Domingo F. Sarmiento, recuerdo a alguna de las Señoritas entre ellas a la Sra. Calisial, la Sra. Bottero, la Sra. de Alberdi -Luego vino el secundario- Prosigue, Carmen -lo cursé en el Instituto Manuel Estrada donde recuerdo con orgullo haberme recibido con el mas alto promedio, algunos de mis compañeros fueron, Maria Rosa Domínguez, Micalerena, Chino Degear entre otros- Finalizando el secundario, no continúa diciendo- Emigro para la ciudad de Bahía Blanca, corría el año 1974, toda mi expectativa estaba centrada en iniciarme en la carrera de Literatura, tenía 18 años.- Aquella lejana tarde, presa de un insoportable dolor de muelas, Carmencita con sus 21 años, recurrió a sus jóvenes vecinos buscando desesperadamente un calmante y fue en esa circunstancia que conoció a quien luego sería su esposo. Carlos Miguel González, cordobés de Villa Dolores, nacido el 9 de Julio de 1951 a quien llamaban cariñosamente “el topo”, tomaba sol aquel día indiferente en la terraza, mientras su amigo Noé Falomir, se empeñaba en derrotar al persistente dolor de muelas. A pesar del insoportable dolor, aquel encuentro sirvió para convertir a aquellos jóvenes, en verdaderos amigos. Al siguiente día salieron a tomar helados, y desde allí Carmen y Carlos Miguel recorrieron juntos un noviazgo de tres años. Carlos Miguel, hijo de Doña Esther Villarreal (criolla) y de Don José González (Español de Asturias), uno de sus hermanos es José Luís, quien da vida al popular personaje “Doña Jovita”, un verdadero icono cordobés. Carlos Miguel, prestaba servicio en la Armada, estaba en la Base Naval Comandante Espora, y tripulaba helicópteros cumpliendo la función de sonarista, cuando el 11 de Enero de 1980 contrae matrimonio con Carmen, y juntos a posterior recibieron con inmensa alegría la llegada de Luís Alejandro González, un 5 de Julio de 1981. El año 1982, lo encuentra embarcado en la Corbeta Granville, botada en 1980 en Francia e incorporada en la Armada el 22 de Julio de 1981, empezando en el mes de agosto su intenso alistamiento. Tripulante de esa nave Carlos Miguel, el día 2 de Abril de 1982 interviene en el Operativo Rosario, componiendo el Grupo de Tareas 40.3, del Archivo General de la Armada de su Libro de Navegación, puede leerse de ese día tan importante para nuestra Historia lo siguiente: “A 06.29 hs. comenzó el desembarco en la Isla Soledad de la primera ola de vehículos anfibios, desde el BDT Cabo San Antonio, comenzando la operación principal de asalto a las Islas Malvinas, para su recuperación…”- Carmen no recuerda- Él, en esos tiempos navegaba bastante por eso no me preocupó mucho, cuando al momento mismo que regresaban de una navegación, telefónicamente me anunciaba que saldrían rumbo al sur, y entraban solo a reaprovisionarse, pero luego del 2 de Abril, cuando se difundió la noticia de la recuperación de nuestras Islas, miré a mi hijo de 9 meses, y junto a otras mujeres en la misma situación, me fui a la Base Naval Puerto Belgrano, a pedir noticias de la vida de nuestros maridos. Allí fuimos recibidas por un señor Comandante, que nos tranquilizó un poco, y también gestionó para poder percibir los haberes. Lo que nunca pude olvidar fue la visión casi irreal del gigantesco Crucero Belgrano, estaba aún en puerto donde se veía y se escuchaba el frenético trabajo a bordo. A pesar de insistir pidiendo más información sobre lo que estaba pasando, nada logramos, pues las mismas autoridades desconocían muchas cosas.- Carmen recuerda aquellos días de incertidumbre- Hasta después del hundimiento del Crucero Belgrano, nada supe de él, un día entran a puerto y llega a casa por unas horas, no puedo decir lo que sentí, no sentía nada, estaba como insensible a todo, todo parecía parte de un mal sueño, pero la realidad era esa, y así sin exteriorizar mi dolor nos despedimos, pero luego me derrumbé totalmente. Después de finalizada la guerra de Malvinas, regresó y pasaron tres largos meses que se encerró en si mismo, evadiendo el tema se volvió callado y taciturno, fue para el mes de Septiembre cuando lo destacan en comisión a Alemania, para integrar la dotación de los buques recientemente adquiridos. Su carácter siguió cambiando. Aumentaron más sus silencios, tal vez acuciado por la grave situación económica que se instaló en las Fuerzas Armadas, al ver que esto empeoraba día a día, hasta tornarse dramática nuestra situación familiar, comenzó una nueva actividad en sus horas de descanso, vendía ropa incansablemente, y de esta manera pudimos solventar los gastos normales de nuestra casa. En ese entonces vivíamos en el monoblock de Tiro Federal, entre aquellos queridos vecinos, estaba el Suboficial Raúl Ramírez, también veterano de guerra, hoy Presidente de la unión de Suboficiales Veteranos de Guerra de Malvinas Bahía Blanca. El recordado “topo”, Carlos Miguel González, no solo aprendió a vender en muy poco tiempo, sino que emprendió todo tipo de transacciones comerciales y todo este conjunto de actividades, las potenció de tal manera que lo absorbió completamente, ello originó que las horas fueran insuficientes, lo que trajo la necesidad de ganar tiempo al tiempo, y casi sin dudas fue ese su afán, aquel 11 de Octubre de 1986 cuando corría velozmente hacia su hogar desde la localidad de Médanos. ¿Qué tenía de particular ese sábado 11 de Octubre?, tenia de especial que todo el enorme sacrificio se traduciría en el enorme “lujo”, que se daba la familia, después de un largísimo tiempo… cenar en la casa de un camarada. Las agujas del reloj marcaban casi las 21.00 hs, raudo el vehículo ganaba terreno acercándose a Bahía Blanca, el día, el intenso día había comenzado cuando aun era de noche y ahora la misma noche lo traía corriendo, repasó una vez mas en su agenda mental, lo mas importante y se dispuso a pensar algo agradable, y que mas agradable que la familia, sintió satisfacción al poder cumplir con ellos, y brindarle en algunos momentos mas, la tan prometida modesta salida. De pronto de un camino lateral, cruza el asfalto una enorme camioneta, ya nada es posible. Paciente Carmen espera, y espera cada vez con mayor preocupación. Son las cuatro de la mañana, cuando llaman a la puerta ¿Es usted la señora de Miguel González?- Preguntó la policía de Villa Mitre -Les dije que si, cuenta Carmen -Hacia un tiempo el coche tuvo un abollón, por lo cual hicimos las gestiones con el seguro, por eso cuando me dijeron su esposo tuvo un accidente, confundida les dije -Si, pero eso ya está solucionado, se produjo entonces un silencio... y no se por qué miré la hora, allí me di cuenta que esto no podía ser parte del trámite -Entonces pregunté- ¿O se trata de otra cosa?- Si señora, se trata del accidente que tuvo su esposo esta noche -Dijo el policía- Un frío tremendo me invadió y atiné a preguntar -¿Y él, como está?- A su vez el policía contestó Señora, su esposo falleció-. Aquella noche convertida en una horrible pesadilla, me encontró llamando a las puertas de los camaradas de mi esposo y amigos nuestros, fui a la casa de Pedrito Bossio, y su esposa Dina, tomó a su cuidado a mi pequeño hijo, llegó entonces Fernández, el sonarista, y juntos retiramos el cuerpo de mi esposo en Médanos, me acompañó luego en todos los trámites, como siempre me ocurrió en los momentos dolorosos, pude conservarme entera, tuve la fuerza para hacer todas las comunicaciones, dando a conocer tamaña desgracia a toda la familia. Y destrozada completamente por dentro, acompañé a mi esposo a su última morada, lo vi descender cubierto por nuestra bandera, volvía a la tierra, pero estaría por siempre en mi alma y en mi recuerdo. -¡Papá no volverá más!- Le dije a mi pequeño hijo, a quien le expliqué a partir de ese momento -El fue a hacer, lo que tiene que hacer, no volverá y vamos a llorar mucho por ello, pero ya no vendrá con nosotros y tenemos que ser fuerte para esto- Decía todo esto, tragando mis lágrimas, porque siempre quise darle imagen de fortaleza a mi pequeño hijo. Durante veinte años cerré la puerta de todo lo acontecido en nuestras Malvinas, y todos aquellos momentos vividos, metí mi cabeza en solucionar los problemas mas urgentes e inmediatos, pasó todo ese tiempo hasta que me contacté con una Institución de Veteranos de Guerra, al principio era muy renuente a participar, pero ante la insistencia de Noé Falomir y Eduardito Caneto, Veteranos ellos también, empecé a colaborar tibiamente y luego me di cuenta que necesitaba hacerlo, quizás como una forma de blanquear aquellos veinte años que no podían ni debían ser borrado de mi pasado y axial todo comenzó a aflorar junto a los Veteranos, y en cada logro por insignificante que sea, es una forma de reivindicar la Gesta de Malvinas y el recuerdo de todos aquellos que participaron. Creo que Dios puso en mis manos la antorcha, que no puede portar en alto mi fallecido esposo, y es la que iluminará la causa que nos congrega a todos los argentinos, por eso en cada cosa que emprendo, pongo lo mejor de mi, buscando siempre que el Veterano de Guerra, esté siempre en el lugar que se merece. Agradezco a la Revista “Héroes de Malvinas” por darme la oportunidad de contar parte de la vida de mi fallecido esposo, Carlos Miguel González, Veterano de Malvinas. Gracias a todos los veteranos de Guerra por permitirme participar en los distintos proyectos, abriendo mi mente, y sintiéndome útil, sirviendo en la noble causa de Malvinas.[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 02:51 ---------- Previous post was at 02:37 ----------[/SIZE] [/COLOR] Un abrazo mi amigo Diego , el merito es de PILOCO que se quemo las pestañas con todo lo que le envie...un abrazo amigo..Carlos[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 03:20 ---------- Previous post was at 02:51 ----------[/SIZE] [/COLOR]Fuente: REVISTA " HEROES DE MALVINAS" Puesta en escena (del Thread): CAWAN 5. transcripcion : PILOCO. Crucero General Belgrano: veterano Enrique Pereyra Enero del 2009, sin duda será recordado por mí, como el año que recibí desde el primer día una enorme colaboración espontánea, que me permitió ir visitando a todos aquellos que de una u otra manera forman el universo de los intervinientes de la noble Gesta de Malvinas. Mas precisamente, el día 20 de Enero, fui con amabilidad recibido en el hogar de Doña María Luisa Carrizo de Pereyra, de origen tucumano, quien nació en el pueblo de Los Laureles, muy cerca del Ingenio La Fronterita, formando parte de un grupo numeroso de catorce hermanos. sus padres, muy humildes y muy trabajadores, a costa de mucho sacrificios sacaron lo penoso de las faenas de zafra (cosecha de caña de azucar, en forma manual), sin embargo en esos tórridos calores, la familia en pleno, siempre juntos, los encontraba soportando todo para sobrevivir y hacer más grande a nuestra Patria. Tenía 14 años cuando partió del lejano Tucumán, buscando un horizonte que fuera más benigno y que le permitiera ampliar su ayuda a su modesta familia. Antes de partir ya tenía trabajo en una casa de familia, y no le costó adaptarse. No había pasado mucho tiempo cuando pudo llevar a una hermana también a Buenos Aires, luego fue una más, y por último otra, completando un grupo de cuatro hermanas. Todas teníamos trabajo estable en casa de familia y estar juntas afectivamente nos favorecía, era una forma de no sufrir tanto el desarraigo, a pesar que podíamos darnos el lujo de ver a nuestra familia una o dos veces por año, todo fue más llevadero. Nos cuenta, María Luisa, pausada y muy serenamente “siendo todas jóvenes, pronto conocimos e hicimos muy buenos amigos. En 1970 conocí a quien sería mi esposo, Enrique Omar Pereyra. El prestaba servicios en la Armada con el grado de Marinero Primero Maquinista, nuestro comienzo fructificó en una linda amistad, a pesar de nuestros muy pocos encuentros. Y no fue mucho el tiempo que pasó cuando en cumplimiento de una orden, viajó a Estados Unidos en comisión, teniendo como destino formar parte de la tripulación del Destructor Bouchard. Partió muy contento, pero nuestra incipiente amistad se interrumpió por un año, no fue posible vernos, pero nuestras cartas en la distancia de cierta forma nos unían. En 1972 regresó al país y fue a Buenos Aires a visitarme, yo lo seguía considerando un amigo pero acepté ponerme de novia. En esa época llegó la fecha de viajar a ver mis padres en Tucumán, y partimos con mis hermanas con todos los regalos, y ayuda para nuestras familias. Fue en ese mismo tiempo que Enrique, viajó a Buenos Aires y no pudimos encontrarnos. A mi regreso se afianzó el noviazgo y él empezó a viajar todos los fines de semana desde Bahía Blanca a Capital. Pasó el tiempo y un día Enrique me propuso trasladarme a Bahía Blanca, consiguiendo trabajo estaríamos mucho más cerca y con más tiempo para proyectar nuestro futuro, le contesté que debía consultarlo con mis hermanas” Lentamente María Luisa, rememora su pasado “mis hermanas en perfecta coincidencia, dijeron ¡NO! esgrimían dos buenos argumentos, ese lugar estaba lejos y estaría sola. Sin embargo, Enrique, me gustaba, asi que me armé de coraje y emprendí el largo viaje hacia lo desconocido. Quienes a posterior serían mis suegros, me consiguieron trabajo, todo resultó muy sencillo, ellos me dieron alojamiento en su casa, y pasé a ser una integrante más de la familia. Una familia modelo de rectitud, desde el mismo momento que llegué, supe que nuestro noviazgo era aceptado, pero en un marco total de respeto y eso me gustó muchísimo. Así como por arte de magia, la vida me ponía dos padres más, dos seres humanos maravillosos, Don Elio Pereyra nacido en La Pampa, y Doña Isabel Córdoba, y allí empecé a vivir en Ingeniero White. Pasaron unos años, donde Enrique estuvo muy poco en Bahía Blanca, fue de pase a Ushuaia, después le salió pase a Buenos Aires, por eso en cuanto tuvimos la oportunidad, empezamos a planificar nuestro matrimonio, él solicitó la venia para casamiento a la Armada, era el primer paso pues su demora estaba en un lapso de tres a cuatro meses, los demás trámites tenían plazos muchos más cortos. Pero insólitamente a pesar de reiterados pedidos, incluso mintiendo un supuesto embarazo, cosa que alguien le había dicho apuraría el trámite, la venia de enlace, nunca llegó. Esperamos hasta el año 1976, y ya cansado de esperar el 2 de Enero de ese año nos casamos, pero fue como en secreto, pues no pudo denunciar este hecho a la Armada, que hasta allí y nunca nos hizo llegar la bendita venia. Enrique ya tenía el grado de Cabo Primero Maquinista, y el primero de Abril de ese mismo año nació nuestro hijo Enrique Aníbal Pereyra. Bueno, los años siguientes fueron tiempos de mucho trabajo, empecé a trabajar en la cocina del Polo Petroquímico, y también en la cantina donde elaboraba buenos platos, cuya base eran pescados y mariscos. Nuestro hijo fue creciendo, y en su cuidado tuvimos la ayuda invalorable de mi suegra, Doña Isabel, una madre para mi. En 1981, Enrique fue de pase al buque Cabo San Antonio, ya tenía el grado de Cabo Principal Maquinista, a pesar de nuestro sacrificio, el progreso nos llegaba en cuenta gotas, y sin tiempo para esparcimientos, todas nuestras amistades se reducian a aquellos primeros amigos comunes, que estaban sólo en nuestros recuerdos, porque nada sabíamos de sus destinos. Pasó ese año 1981 y de allí fue de pase al Crucero General Belgrano, como él uno a uno los nuevos tripulantes fueron llegando”. -María Luisa Carrizo, hace un alto, para bucear nuevamente aquellos días- “recuerdo que habría pasado un mes, cuando vino un día muy contento, que eso lo recuerdo tan nítidamente, luego de muchos años el destino, nos permitirá encontrar a nuestros únicos y perdidos amigos, lleno de júbilo me dijo “¿Sabés quiénes llegaron a bordo?, Castro Pedro, Oliariaga Roberto y otros, todos casados, están con sus esposas en Punta Alta” Nunca lo había visto con tanto entusiasmo, los dos queríamos saber de nuestros amigos y empezamos a hacer planes para futuras visitas. La noche del 1º de Abril de 1982, nos encontró reunidos en familia, nuestro hijo cumplía seis años, pasamos la medianoche festejando, cuando por la radio supimos que nuestras Islas Malvinas se habían recuperado, fue un motivo más para estirar el momento que estabamos pasando, cuando él escuchó esto, comentó “Mañana, seguro estoy acuartelado” Su pronóstico fue lamentablemente cierto, al día siguiente no vino, esperé sin saber nada de él, pasada las 16 horas, vino su hermano, quien trabajaba como personal civil en la Base Naval, en la Tornería, con él me enviaba un mensaje, diciéndome, que estaban en Puerto y no tenía en claro cuantos días no podría salir. Pasó algo así como una semana, llegó un día y mientras preparaba su equipo de ropa de trabajo, me dijo “Salimos a navegar”. Empezó una etapa de idas y venidas, pero siempre ensombrecidas con un “Mañana salimos”, empezaron a variar todos nuestros horarios, nos despedíamos con tanta tristeza, para luego llenarme de alegría al verlo regresar ya muy tarde, asi una y otra vez. El 16 de Abril a través de su hermano me envía un mensaje diciéndome “el bocha se curzó al taller y me dijo que no lo esperes, que el Crucero ahora está listo, que salen a navegar” definitivamente, nunca pude dejar de esperarlo. Con fecha 21 de Abril recibí una carta suya, desde Ushuaia, alli me decía que se encontraba bien, del tema Malvinas no hacía comentario, era una carta muy corta, repetía muchas veces que me cuidara y también de la misma forma me pedía que cuidara a nuestro hijo y que pronto volvería. El domingo 2 de Mayo, sin enterarme de lo que acontecía, preparé un plan para llegar al otro día a la Base Naval, donde a todas las esposas cuyos maridos estaban afectados a navegación, se les pagarían los haberes, para lo cual tenía que presentar un poder, coordiné todo con mi suegra, que también se había empezado a ocupar de llevar a nuestro hijo al jardín. Me sentía tan agobiada por tantas responsabilidades, por mis trabajos donde nunca me gustó faltar, sin saber nada del Crucero, llegué al Cine Comodoro Rivadavia, donde estaba el Ente Pagador, alli fui atendida con mucha deferencia, pero noté como algo muy inusual, que muy repetidas veces me preguntaban “¿Estas bien?” Salí con un sentimiento extraño, a pesar de que nadie me había dicho nada, noté algo raro. Por todo lo que se vivía en esos momentos, mi esposo le había pedido a mi madre, que enviara a una de mis hermanas para que yo no estuviera tan sola. De vuelta a casa, encontré al señor que estaba pintándola, en el interior mi hermana estaba planchando, noté que lloraba, y que estaba sumida en una gran tristeza, guarde silencio, para luego decirle ¿Estás extrañando a mamá? Se produjo una larga e incómoda pausa, después hizo un gesto afirmativo, mientras caían sus lágrimas. Preferí darle un respiro y más tarde seguramente la consolaría y terminaríamos riéndonos de cualquier cosa, vacié mi bolso y empecé mi preparativo para pagar nuestras cuentas, tenía mucho interés de regresar a casa lo mas rápido posible. Sin saber que afuera me esperaba sin apuros, algo que todos sabían, menos yo. A los pocos metros, al pasar por una vecina, esta viene corriendo y me llama, estaba como exaltada, con mi apuro vi como inoportuno detenerme para una charla, entonces dije -si Guadalupe… que pasa- y ella a boca de jarro, me hace otra pregunta “¿Vos sabés que hundieron el Curcero?” Sus palabras se convirtieron en un enorme puñal que traspasó mi cuerpo, despedazando mi alma, la última visión que tuve fue mi casa que parecía ahora infinitamente lejana, y desde muchos lados, una multitud borrosa que crecía, acercándose… acercándose. El mundo se abrió a mis pies, enloquecí, fueron días terribles, quedé tirada en la cama por tres días, de pronto quería saber todo, absolutamente todo, pero cuando escuchaba que irremediablemente el Crucero estaba hundido, nada de lo que después me decían sonaba a cierto, nadie tenía certeza de nada. Recordé una y otra vez sus palabras, cuidate mucho y cuida a nuestro hijo, cuantas veces lo había repetido en esa, su última carta, quizás la mas corta de las tantas que me escribió. Pero Dios mío, no sería nada fácil, nuestro núcleo familiar era extremadamente pequeño, tenía trabajo, pero adolecía de tantas cosas, ni siquiera había asistido a mi escuela primaria, escaso sabía firmar, las largas jornadas en los surcos de cañas, se habían llevado mi infancia y mis horas escolares. Pero, no podía darme el lujo de dejarme caer, Dios aprieta pero no ahorca. Apareció entonces mi patrón junto a su familia y me dieron su teléfono particular para lo que yo necesitara, y tambien que me tomara todo el tiempo necesario, mi trabajo estaría allí esperando el momento de mi regreso. Ellos me trasladaron a la Base Naval muchas veces, y otras tantas estuvieron a mi lado mientras con mis ojos nublados de lágrimas, recorría una y otra vez los extensos listados de sobrevivientes, fueron días amargos de angustias, de dolor y desesperanza. Al cabo de un largo peregrinar, opté por darle a mi hijo todo ese tiempo y pasaba largas horas de incertidumbre, pero aferrada a mi pequeño. Una mañana llegaron dos señores militares uniformados, y me comunicaron oficialmente la desaparición de mi esposo” María Luisa Carrizo, nuestra entrevistada… mira hacia la ventana, y creo adivinar que está viendo a aquellos mensajeros, de tan desgraciada noticia. “Aún me esperaban muchos desafíos, nuevamente tuve que viajar hasta la Base Naval una infinidad de veces, mi esposo para la Marina figuraba como soltero, nunca pudo corregir eso porque la famosa venia de enlace jamás llegó a nuestras manos, y vuelvo a agradecerle a Dios que en medio de tanta desesperanza, apareció el Doctor Guillermo Martinez, y se ocupó de todos esos papeles, testigos, y por todo el esfuerzo de este señor, pude cobrar la pensión en un brevísimo tiempo. Uno de aquellos amigos que a Enrique tanta alegría le causó encontrarlos, era el Cabo Principal Maquinista Ramón Crespo, habían ingresado juntos a la Marina y compartido los momentos iniciales en la Isla Martín García. El destino los había unido después de tantos años, en esa última navegación del Crucero General Belgrano. A través de él supe de mi esposo, los dos se encontraban jugando a las cartas en el comedor hasta poco antes de las 16.00 hs, despues salieron juntos, Crespo lo acompañó a mi esposo que tomaba guardia, se saludaron y lo vio descender por la escalerilla hacia el interior de las máquinas, el tiempo que pudo haber tardado en llegar a su puesto de guardia, puede haber coincidido con la explosión del torpedo que destrozó todo ese sector en forma instantánea, él me aseguró que de ninguna manera podría haber salido, él estuvo allí y por ese lado no salió nadie. Siempre le agradezco a este hombre, porque su testimonio sirvió para comenzar mi duelo, y rezar por el descanso eterno de mi esposo día a día. Mi querida suegra y madre no pudo soportar el dolor de la pérdida de un hijo y falleció al año siguiente, cuando un día se acostó llena de congoja, cansancio y simplemente se durmió para siempre. A partir de allí, sin el puntal mas importante que nos quedaba, nos sentimos con mi pequeño hijo, mucho más solos que nunca. Después, apreté los dientes y con mucha tabia e impotencia me aboqué a trabajar duramente, puse una niñera para el cuidado de mi pequeño, que ya asistía a la escuela, me costaba la mitad de mi sueldo, pero valía la pena. Tantas horas de trabajo, nos obligó a refugiarnos el uno en el otro, esos pocos momentos libres que teníamos, no nos permitía compartirlos con nadie, juntos creamos un mundo pequeño lleno de amor, y eso nos convirtió en dos personas muy, pero muy solitarias. Los años sin darnos cuenta pasan, al regresar del trabajo un día, con mucha seriedad mi querido hijo, que tenía entonces 12 años, me pidió despedir a la señora que lo cuidaba -voy a terminar la primaria, ya no necesito que me cuiden, tengo comedor en la escuela, no tengo miedo estar solo en casa, y te prometo que nunca saldré a la calle, no quiero que gastes en esto- Mordí mis lágrimas, mi pequeño había crecido, y se sumaba a la dura lucha por sobrevivir. Dios te agradezco por el hijo que me diste, nunca un disgusto, jamás pronunció la palabra ¡papá!, no porque no lo amara, simplemente porque intuía el terrible dolor que sentía por su pérdida. Pero siempre hay una primera vez, un día siendo ya hombre, nos convocaron para la inauguración de una placita que lleva el nombre del padre, a su turno pronunció unas palabras tan emotivas que no pude contener mi llanto, pero por primera vez en su vida de sus labios salió la palabra ¡papá!, allí me quebré, levante mis ojos empapados y hablándole a mi esposo, desde lo mas profundo le dije -nuestro hijo es un hombre, es un ser humano íntegro, como vos me lo pediste, hoy nuestro niño te ha hablado, es el hombre que soñamos juntos… lo he cuidado,… te he cumplido, como tantas veces me lo has pedido- La vida sigue, hoy estoy jubilada, pero siempre encontrado cosas para hacer, mi hijo se casó con María Belén Arrimada, y ese matrimonio trajo al mundo a quien alegra mis días, Rocío Belén, mi nietita de 7 años. Como argentina siento mucho más mías, las Islas Malvinas, siento inmenso orgullo de ser la esposa de un Veterano, más allá de las responsabilidades y sacrificios que tuve que asumir. Malvinas estará siempre en mi vida, respeto a los Veteranos de Malvinas y por todo lo que hacen por ellos y nosotros los familiares, les agradezco por permitirme sentirme feliz, al convocarme para integrar el campamento “Julio César Aráoz” en la Plata, donde se peticiona la ley que eliminará los 26 años de degradante discriminación, entre una misma gente, que expuso su vida por la patria, y hoy tienen trato diferente. Lo más significativo para mí fue el comprender que ese grupo Veteranos de Malvinas, son personas nobles, justas, me sentí útil y contenta, el formar parte de aquellas vivencias, pero mucho mas importante fue descubrir que ellos sienten en lo mas más profundo, el verdadero significado de la Gesta de Malvinas, poque lo viven día a día como yo misma lo siento. [/QUOTE]
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