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<blockquote data-quote="ARGENTVS" data-source="post: 3713844" data-attributes="member: 93"><p>[URL unfurl="true"]https://www.rt.com/news/620884-nato-summit-china-containment/?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome[/URL]</p><p></p><h3>La OTAN ha elegido una nueva "amenaza" para intimidar</h3><p>La última cumbre de la alianza evitó enfrentarse a China, pero no pudo encubrir los esfuerzos por contener a la gran potencia asiática.</p><p></p><p>La cumbre de la OTAN de junio, celebrada en La Haya, concluyó con un titular significativo: el compromiso colectivo de aumentar el gasto anual en defensa al 5% del PIB para 2035. Este ambicioso objetivo, que supera con creces el actual 2%, señala una nueva era de militarización en Occidente, lo que refleja la inquietud ante un orden mundial en rápida evolución. Si bien China estuvo notablemente ausente de la declaración final de la cumbre, el espectro del gigante asiático se cernía sobre el evento. Esta omisión parece más táctica que estratégica: un intento apenas disimulado de evitar la escalada de tensiones, incluso mientras los miembros de la OTAN intensifican la retórica y los preparativos militares, claramente dirigidos a contener a Pekín.</p><p></p><p>Aunque la declaración de la cumbre no mencionó a China, los líderes de la alianza dejaron pocas dudas sobre sus verdaderas preocupaciones. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, aprovechó el espacio paralelo a la cumbre para alertar sobre la <em>"masiva acumulación militar"</em> de China . Haciéndose eco de la narrativa occidental, ahora familiar, Rutte vinculó a China, junto con Irán y Corea del Norte, con las operaciones militares rusas en Ucrania, acusando a Pekín de apoyar los esfuerzos bélicos de Moscú.</p><p></p><p>Estas declaraciones surgieron tras el discurso de Rutte en junio en Chatham House, Londres, donde describió la expansión militar de China como un <em>proceso vertiginoso</em> y calificó a Pekín, Teherán, Pyongyang y Moscú como un <em>"cuarteto terrible".</em> Este enfoque deja claro que la cúpula de la OTAN y los líderes estadounidenses consideran a China no como un socio ni siquiera como un rival, sino como una amenaza.</p><p></p><p>La percepción de China como un peligro inminente también se hizo eco en el Diálogo Shangri-La en Singapur en mayo, donde el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, advirtió sobre una posible acción militar china contra Taiwán y reiteró el compromiso de Washington con sus aliados regionales, aunque al mismo tiempo los presionó para que aumentaran sus propios presupuestos de defensa. Sus declaraciones no dejaron lugar a dudas: el enfoque estratégico de Estados Unidos está firmemente en el Indopacífico, incluso a expensas de sus tradicionales compromisos europeos.</p><p></p><p>En un notable desaire diplomático, los líderes de Australia, Japón y Corea del Sur —los llamados <em>"socios del Indopacífico"</em> de la OTAN— cancelaron sus planes de asistir a la cumbre de La Haya. Esta decisión, considerada por los observadores como un mensaje directo, socavó la aspiración de la OTAN de consolidar su influencia en la región.</p><p></p><p>Desde la cumbre de Madrid de 2022, cuando la OTAN adoptó su <em>"Brújula Estratégica"</em> y por primera vez clasificó a China como un <em>"desafío sistémico",</em> la alianza ha avanzado con firmeza para incorporar la región Asia-Pacífico en su pensamiento estratégico. Ahora considera que los acontecimientos en Asia Oriental son directamente relevantes para la seguridad euroatlántica. Por ello, la OTAN busca una cooperación más estrecha con Australia, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda para defender lo que denomina el <em>"orden basado en normas"</em> , un eufemismo para referirse a la hegemonía occidental.</p><p></p><p>Sin embargo, la ausencia de estos líderes del Indopacífico sugiere un creciente malestar con la creciente presencia de la OTAN. Para muchos actores regionales, la presencia de la OTAN en Asia no representa estabilidad, sino el riesgo de verse involucrados en conflictos geopolíticos bajo el pretexto de la seguridad compartida.</p><p></p><p>Para agravar aún más la inquietud regional, el presidente francés, Emmanuel Macron, pronunció un polémico mensaje en el Diálogo de Shangri-La, advirtiendo a Pekín que la OTAN podría intervenir en el Sudeste Asiático a menos que China convenza a Corea del Norte de retirar sus tropas de Rusia. Esta declaración no solo desvirtuó la política exterior independiente de Pekín y sus complejas relaciones con Pyongyang, sino que también marcó un cambio radical respecto a la resistencia previa de Francia a la intervención de la OTAN en los asuntos de Asia-Pacífico. Sin embargo, estas declaraciones se ajustan cada vez más a la verdadera trayectoria de la alianza: la OTAN ya no se conforma con la defensa transatlántica. Su horizonte estratégico es ahora global y su brújula apunta hacia el Este.</p><p></p><p>Las relaciones entre la OTAN y China, antes limitadas y mayormente simbólicas, se encuentran ahora tensas, rozando la hostilidad. El primer representante chino visitó la sede de la OTAN en 2002, y ambas partes cooperaron en operaciones antipiratería en el Golfo de Adén después de 2008. Sin embargo, desde entonces, la relación se ha deteriorado en medio de la intensificación de la competencia geopolítica y las divergencias en las filosofías de seguridad.</p><p></p><p>Pekín ha expresado sus críticas con creciente vehemencia. Las autoridades chinas respondieron con firmeza a las declaraciones de Rutte en La Haya, acusando a la OTAN de difundir desinformación sobre la postura de China respecto a Ucrania y de confundir la cuestión de Taiwán —que Pekín insiste en que es un asunto puramente interno— con una guerra entre Estados. Los funcionarios chinos enfatizaron que el papel de la OTAN en la región Asia-Pacífico es indeseable y desestabilizador, considerando la alianza como una reliquia de la Guerra Fría, ahora reutilizada para mantener el dominio estadounidense y contener el ascenso de China.</p><p></p><p>Para China, la OTAN no es solo una alianza militar, sino una herramienta política utilizada por Washington para limitar el compromiso de Europa con Pekín. Desde esta perspectiva, las ambiciones de la OTAN hacia el este amenazan con descarrilar el potencial de una cooperación constructiva entre China y Europa, sustituyéndola por división y desconfianza. Las preocupaciones de China no se limitan a la OTAN. La reactivación del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD), el surgimiento del <em>"Escuadrón"</em> y la formación en 2021 de AUKUS —un pacto trilateral entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia— no han hecho más que ahondar el temor de Pekín a un cerco.</p><p></p><p>El acuerdo AUKUS, en virtud del cual Australia recibirá submarinos de propulsión nuclear de Estados Unidos por un valor de 240 000 millones de dólares, ha introducido un elemento nuevo y peligroso en la dinámica de seguridad regional. Canberra obtendrá capacidad de ataque de largo alcance por primera vez y se convertirá en la segunda nación, después del Reino Unido, en tener acceso a la tecnología de propulsión nuclear estadounidense. Si bien la administración Trump ha iniciado una revisión formal del AUKUS, pocos esperan cambios significativos. Por el contrario, es probable que el pacto refuerce la militarización de la región y aumente el riesgo de proliferación nuclear.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="ARGENTVS, post: 3713844, member: 93"] [URL unfurl="true"]https://www.rt.com/news/620884-nato-summit-china-containment/?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome[/URL] [HEADING=2]La OTAN ha elegido una nueva "amenaza" para intimidar[/HEADING] La última cumbre de la alianza evitó enfrentarse a China, pero no pudo encubrir los esfuerzos por contener a la gran potencia asiática. La cumbre de la OTAN de junio, celebrada en La Haya, concluyó con un titular significativo: el compromiso colectivo de aumentar el gasto anual en defensa al 5% del PIB para 2035. Este ambicioso objetivo, que supera con creces el actual 2%, señala una nueva era de militarización en Occidente, lo que refleja la inquietud ante un orden mundial en rápida evolución. Si bien China estuvo notablemente ausente de la declaración final de la cumbre, el espectro del gigante asiático se cernía sobre el evento. Esta omisión parece más táctica que estratégica: un intento apenas disimulado de evitar la escalada de tensiones, incluso mientras los miembros de la OTAN intensifican la retórica y los preparativos militares, claramente dirigidos a contener a Pekín. Aunque la declaración de la cumbre no mencionó a China, los líderes de la alianza dejaron pocas dudas sobre sus verdaderas preocupaciones. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, aprovechó el espacio paralelo a la cumbre para alertar sobre la [I]"masiva acumulación militar"[/I] de China . Haciéndose eco de la narrativa occidental, ahora familiar, Rutte vinculó a China, junto con Irán y Corea del Norte, con las operaciones militares rusas en Ucrania, acusando a Pekín de apoyar los esfuerzos bélicos de Moscú. Estas declaraciones surgieron tras el discurso de Rutte en junio en Chatham House, Londres, donde describió la expansión militar de China como un [I]proceso vertiginoso[/I] y calificó a Pekín, Teherán, Pyongyang y Moscú como un [I]"cuarteto terrible".[/I] Este enfoque deja claro que la cúpula de la OTAN y los líderes estadounidenses consideran a China no como un socio ni siquiera como un rival, sino como una amenaza. La percepción de China como un peligro inminente también se hizo eco en el Diálogo Shangri-La en Singapur en mayo, donde el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, advirtió sobre una posible acción militar china contra Taiwán y reiteró el compromiso de Washington con sus aliados regionales, aunque al mismo tiempo los presionó para que aumentaran sus propios presupuestos de defensa. Sus declaraciones no dejaron lugar a dudas: el enfoque estratégico de Estados Unidos está firmemente en el Indopacífico, incluso a expensas de sus tradicionales compromisos europeos. En un notable desaire diplomático, los líderes de Australia, Japón y Corea del Sur —los llamados [I]"socios del Indopacífico"[/I] de la OTAN— cancelaron sus planes de asistir a la cumbre de La Haya. Esta decisión, considerada por los observadores como un mensaje directo, socavó la aspiración de la OTAN de consolidar su influencia en la región. Desde la cumbre de Madrid de 2022, cuando la OTAN adoptó su [I]"Brújula Estratégica"[/I] y por primera vez clasificó a China como un [I]"desafío sistémico",[/I] la alianza ha avanzado con firmeza para incorporar la región Asia-Pacífico en su pensamiento estratégico. Ahora considera que los acontecimientos en Asia Oriental son directamente relevantes para la seguridad euroatlántica. Por ello, la OTAN busca una cooperación más estrecha con Australia, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda para defender lo que denomina el [I]"orden basado en normas"[/I] , un eufemismo para referirse a la hegemonía occidental. Sin embargo, la ausencia de estos líderes del Indopacífico sugiere un creciente malestar con la creciente presencia de la OTAN. Para muchos actores regionales, la presencia de la OTAN en Asia no representa estabilidad, sino el riesgo de verse involucrados en conflictos geopolíticos bajo el pretexto de la seguridad compartida. Para agravar aún más la inquietud regional, el presidente francés, Emmanuel Macron, pronunció un polémico mensaje en el Diálogo de Shangri-La, advirtiendo a Pekín que la OTAN podría intervenir en el Sudeste Asiático a menos que China convenza a Corea del Norte de retirar sus tropas de Rusia. Esta declaración no solo desvirtuó la política exterior independiente de Pekín y sus complejas relaciones con Pyongyang, sino que también marcó un cambio radical respecto a la resistencia previa de Francia a la intervención de la OTAN en los asuntos de Asia-Pacífico. Sin embargo, estas declaraciones se ajustan cada vez más a la verdadera trayectoria de la alianza: la OTAN ya no se conforma con la defensa transatlántica. Su horizonte estratégico es ahora global y su brújula apunta hacia el Este. Las relaciones entre la OTAN y China, antes limitadas y mayormente simbólicas, se encuentran ahora tensas, rozando la hostilidad. El primer representante chino visitó la sede de la OTAN en 2002, y ambas partes cooperaron en operaciones antipiratería en el Golfo de Adén después de 2008. Sin embargo, desde entonces, la relación se ha deteriorado en medio de la intensificación de la competencia geopolítica y las divergencias en las filosofías de seguridad. Pekín ha expresado sus críticas con creciente vehemencia. Las autoridades chinas respondieron con firmeza a las declaraciones de Rutte en La Haya, acusando a la OTAN de difundir desinformación sobre la postura de China respecto a Ucrania y de confundir la cuestión de Taiwán —que Pekín insiste en que es un asunto puramente interno— con una guerra entre Estados. Los funcionarios chinos enfatizaron que el papel de la OTAN en la región Asia-Pacífico es indeseable y desestabilizador, considerando la alianza como una reliquia de la Guerra Fría, ahora reutilizada para mantener el dominio estadounidense y contener el ascenso de China. Para China, la OTAN no es solo una alianza militar, sino una herramienta política utilizada por Washington para limitar el compromiso de Europa con Pekín. Desde esta perspectiva, las ambiciones de la OTAN hacia el este amenazan con descarrilar el potencial de una cooperación constructiva entre China y Europa, sustituyéndola por división y desconfianza. Las preocupaciones de China no se limitan a la OTAN. La reactivación del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD), el surgimiento del [I]"Escuadrón"[/I] y la formación en 2021 de AUKUS —un pacto trilateral entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia— no han hecho más que ahondar el temor de Pekín a un cerco. El acuerdo AUKUS, en virtud del cual Australia recibirá submarinos de propulsión nuclear de Estados Unidos por un valor de 240 000 millones de dólares, ha introducido un elemento nuevo y peligroso en la dinámica de seguridad regional. Canberra obtendrá capacidad de ataque de largo alcance por primera vez y se convertirá en la segunda nación, después del Reino Unido, en tener acceso a la tecnología de propulsión nuclear estadounidense. Si bien la administración Trump ha iniciado una revisión formal del AUKUS, pocos esperan cambios significativos. Por el contrario, es probable que el pacto refuerce la militarización de la región y aumente el riesgo de proliferación nuclear. 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