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Malvinas 1982
Programa Misión Malvinas-Descarga y Archivo 2009-2017
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<blockquote data-quote="TORDO79" data-source="post: 1821983" data-attributes="member: 3802"><p>Otro Golazo de MM!!!. Desde mi Corrientes Porá, el entonces Teniente de Corbeta IM D. Carlos R. Schweizer...Todo lo relatado es interesantisimo, pero impacta verdaderamente comprobar (una vez mas...) el grado de adiestramiento y profesionalismo de los hacedores de ese 2 de Abril. Desde la cabeza que planifico y comando la Operacion, hasta el mas moderno Combatiente de Infanteria. Y tambien es dable de remarcar, la casi ilimitada disponibilidad de medios (comparada con la lastimosa actualidad...) que en esas epocas disfrutaban para cumplir adecuadamente con su mision nuestras FFAA. Un Gran Abrazo Malvinero y a los tripulantes de MM: por favor sigan en ese sendero!!!. </p><p></p><p>LINK: <a href="http://radiocut.fm/audiocut/mision-malvinas-banda-de-hermanos-44/" target="_blank">http://radiocut.fm/audiocut/mision-malvinas-banda-de-hermanos-44/</a></p><p></p><p>PD: Como aporte, otro relato sobre el 02Abr82, extraido de laguerrademalvinas.blogspot.com </p><p></p><p><strong><em>"...A las 4 del 2 de abril de 1982 sonó la diana, el gallo militar, para el personal de la Fuerza de Desembarco.Pichón Fernández despertó, se cambió y fue al puente del Cabo San Antonio. Al ratito apareció Camarotti. Los soldados acababan de izar el pabellón de guerra y cantaban el Himno. A las 5.30 el buque ingresó en Puerto Groussac con la proa hacia las luces todavía lejanas y amarillentas de Puerto Argentino. De nuevo en silencio, ambos periodistas observaron una serie de destellos.—Es Moody Brook —los sorprendió Büsser—. Eso significa que Sánchez Sabarots ha llegado al objetivo y sus comandos están haciendo un poco de ruido para intimidar a los ingleses.Desayunaron café con leche y tostadas con mermelada. Había más tensión que emoción.A las 6.22 salió la primera ola de cuatro vehículos (uno cada 30 segundos); la encabezó el capitán de corbeta Hugo Santillán, líder de la vanguardia [Unidad de Tareas 40.1.2].El segundo grupo sumó 14 VAO, entre ellos el Comando con Büsser y Camarotti [UT 40.1].Y la tercera tanda incluyó el recuperador, un vehículo anfibio a rueda y el VAO de Pita, con Pichón Fernández y Zurlo, que al caer sumaron sus voces al alarido “¡Viva la Patria!”.Todos se zambulleron sin problemas, excepto el VAO Comando: al enfrentar la rampa se trabó el sistema hidráulico de marchas y debió avanzar ¡de cola! un buen tramo de los 800 metros que separaban al Cabo San Antonio de la costa.En la playa oscura se distinguía una pequeña luz: era el teniente de fragata Carlos Robbio, un buzo táctico que marcaba el lugar con una señal. Según los registros oficiales de la “Operación Rosario”, la vanguardia tocó tierra malvinense exactamente a la Hora Hotel [las 6.30].El comandante se sorprendió: pese a sus cálculos, no había resistencia inglesa.“En ese momento supe que ya habíamos vencido. El enemigo sólo podía demorarnos”, dice Büsser.Llevaba en un bolsillo del uniforme tres hojas de cuaderno Gloria con todas las fases de la operación escritas prolijamente a mano por su ayudante, el capitán de corbeta Oscar Monnereau. Cada etapa consumía tres renglones: en el primero iban la hora, la descripción de la misión y el nombre del responsable; en el segundo, el lugar, y en el tercero, las novedades.Al sur de la playa nacía la huella para acceder al aeropuerto [objetivo “Delta”]. El camino era una mezcla de turba y roca viva que dificultaba el tránsito. Y había alturas a ambos costados: un sitio ideal para el fuego enemigo. Sin embargo, la vanguardia avanzaba en formación de rombo, y en soledad.A las 6.35 Sánchez Sabarots [UT 40.1.3] avisó a Büsser que había logrado sin bajas su misión inicial: el cuartel de Moody Brook [clave “Charlie”). Ahora se dirigía al pueblo [objetivo “Bravo”].También los buzos tácticos de Cufré [UT 40.1.4] dieron parte positivo. Büsser anotó en su machete los OK correspondientes.Pero faltaba que se reportara el grupo mixto de Giachino [UT 40.1.5], que debía tomar la residencia del gobernador Hunt. El jefe de Comunicaciones, Roberto Roscoe, intentó el contacto. Y nada.Giachino estaba bajo fuego inglés. La radio había quedado a dos metros del operador y cada vez que alguien trataba de recuperarla, llovían balas.La vanguardia y el BIM 2 de Weinstabl [UT 40.1.1] repelieron el ataque inglés y avanzaron hacia la casa del gobernador.Se les incorporaron el VAO 10 de Seineldín, los tres de refuerzo, el recuperador y el VAO 19 de morteros con el teniente de corbeta Carlos Schweizer.Poco después llegó el vehículo con los periodistas de La Nueva Provincia: se había retrasado en el aeropuerto por una avería en el sistema de refrigeración del motor. Antes de que lo repararan, el capitán Pita arrió la bandera inglesa y la dobló cuidadosamente.Cuando el VAO Comando finalmente entró en Puerto Argentino, el capitán Roscoe trató de comunicarse con Giachino otra vez. Y otra vez obtuvo sólo silencio.Se escuchaban tiros por todos lados. “Y se veían balas trazadoras, color púrpura”, garabateó Pichón.A las 8.20, desde el destructor Santísima Trinidad el almirante Gualter Allara llamó a Büsser y le avisó que el gobernador Hunt había pedido una entrevista en la iglesia católica St. Mary’s. Debía ir desarmado.—De inmediato.Designó como acompañantes al secretario Monnereau y al capitán Roscoe, que se había formado en un colegio bilingüe y oficiaría de traductor.En la tensión espiritual de la iglesia aparecieron el vicecomodoro Héctor Gilobert, oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea, y el secretario de Gobierno Dick Baker. El inglés llevaba una tela blanca (una cortina de la residencia oficial) atada a un paraguas (el de Rex Hunt).Traían malas noticias: había heridos. Estaban graves. Y eran argentinos.Rápidamente, Büsser, Roscoe y Monnereau encararon los 300 metros hasta la casa del gobernador. Los disparos continuaban y la situación podía desmadrarse.—¡¡Alto el fuego!! —aulló Büsser.Los soldados argentinos obedecieron de a poco.Entonces el comandante llegó, todavía desarmado, al jardín de Hunt. El ligustro de la cerca estaba prolija, británicamente cortado. Desde ahí Büsser escuchó una advertencia seca que lo paralizó.Uno de esos instantes eternos pasó hasta que los de adentro autorizaron su ingreso. Se acercó a la puerta. El marine que la custodiaba le apoyó la punta del fusil en el estómago. Büsser se presentó y le extendió la derecha. La cara del inglés (tan Reino Unido: su palidez manchada por el rubor en las mejillas) dibujó la sorpresa ante la actitud sobrada del enemigo. Despacio, el hombre quitó el dedo del gatillo y respondió el saludo.Büsser entró en la casa. El marino le dio la mano a cada soldado que cruzó en el camino hasta el despacho de Hunt.—Yo no voy a estrechar la mano de quien invadió territorio británico de manera ilegal —le dijo secamente el gobernador—. Lo intimo a que se retire de las islas.Büsser contestó:—Desembarcamos como ustedes lo hicieron en 1833. Tengo órdenes de desalojarlos y restituir estas tierras a la soberanía argentina.Hunt quiso insistir, pero Büsser lo interrumpió:—Sea razonable y ríndase rápido. Tenemos una superioridad aplastante.El funcionario británico entendió que ya había demostrado suficiente dignidad. No tenía sentido retrasar la capitulación. Entonces sí, le dio la derecha. Eran las 9.25 del 2 de abril de 1982.El tiempo corría. Tanto como la sangre de los heridos. Había tres: el cabo primero Ernesto Urbina, un enfermero que fumando esperaba atención con los intestinos al aire; el teniente de fragata Diego García Quiroga, un buzo táctico que soportaba un balazo en el brazo y otro en el abdomen, y el capitán de corbeta Pedro Giachino, que tenía el vientre ensangrentado y gritaba, cuánto gritaba.En la residencia no había médico. Y la ambulancia que iba en camino se encajó en la turba.Mientras llegaba otro vehículo, los ingleses entregaron sus armas dócilmente y salieron a la calle. Dentro quedaban cinco civiles: cuatro periodistas ingleses y el fotógrafo argentino Rafael Wollmann. Büsser les dijo que podían trabajar libremente, y estaba pidiéndoles que evitaran el sensacionalismo cuando lo interrumpió el capitán Monnereau:—Señor, los prisioneros fueron colocados cuerpo a tierra para ser revisados.Büsser salió corriendo: “Me pareció un acto innecesario, porque ya se habían rendido”. Pero antes de que los hiciera parar, Wollmann captó la escena con su cámara. Y esa fue una de las fotos más publicadas en el mundo. Una de las fotos del escarnio para los británicos. “Y fue una foto que hizo mucho mal, porque dio una imagen falsa de lo que había ocurrido”, dice Büsser.Sin embargo, en el momento no se dio cuenta. Le dijo a Wollmann:—Estando hoy acá, usted se sacó el Prode —El fotógrafo sonrió. Büsser también—: Por favor, haga un uso muy medido del material.Aparentemente, Wollmann entendió el mensaje en otro sentido: según Pichón Fernández, cuando la operación había concluido le pidió que hiciera una foto de los dos enviados de La Nueva Provincia con Allara, Büsser y el general García. “Increíblemente, se negó”, recordaba Fernández.Wollmann no solamente rechaza la veracidad del episodio: también asegura que en ningún momento vio a otro periodista argentino. Y 25 años después sigue sosteniendo que fue el único que presenció el desembarco.Sin embargo, el propio Pichón Fernández sacó con su Miranda una foto en la que Wollmann está en primer plano, mirando a cámara mientras los marines se rinden..."</em></strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="TORDO79, post: 1821983, member: 3802"] Otro Golazo de MM!!!. Desde mi Corrientes Porá, el entonces Teniente de Corbeta IM D. Carlos R. Schweizer...Todo lo relatado es interesantisimo, pero impacta verdaderamente comprobar (una vez mas...) el grado de adiestramiento y profesionalismo de los hacedores de ese 2 de Abril. Desde la cabeza que planifico y comando la Operacion, hasta el mas moderno Combatiente de Infanteria. Y tambien es dable de remarcar, la casi ilimitada disponibilidad de medios (comparada con la lastimosa actualidad...) que en esas epocas disfrutaban para cumplir adecuadamente con su mision nuestras FFAA. Un Gran Abrazo Malvinero y a los tripulantes de MM: por favor sigan en ese sendero!!!. LINK: [URL]http://radiocut.fm/audiocut/mision-malvinas-banda-de-hermanos-44/[/URL] PD: Como aporte, otro relato sobre el 02Abr82, extraido de laguerrademalvinas.blogspot.com [B][I]"...A las 4 del 2 de abril de 1982 sonó la diana, el gallo militar, para el personal de la Fuerza de Desembarco.Pichón Fernández despertó, se cambió y fue al puente del Cabo San Antonio. Al ratito apareció Camarotti. Los soldados acababan de izar el pabellón de guerra y cantaban el Himno. A las 5.30 el buque ingresó en Puerto Groussac con la proa hacia las luces todavía lejanas y amarillentas de Puerto Argentino. De nuevo en silencio, ambos periodistas observaron una serie de destellos.—Es Moody Brook —los sorprendió Büsser—. Eso significa que Sánchez Sabarots ha llegado al objetivo y sus comandos están haciendo un poco de ruido para intimidar a los ingleses.Desayunaron café con leche y tostadas con mermelada. Había más tensión que emoción.A las 6.22 salió la primera ola de cuatro vehículos (uno cada 30 segundos); la encabezó el capitán de corbeta Hugo Santillán, líder de la vanguardia [Unidad de Tareas 40.1.2].El segundo grupo sumó 14 VAO, entre ellos el Comando con Büsser y Camarotti [UT 40.1].Y la tercera tanda incluyó el recuperador, un vehículo anfibio a rueda y el VAO de Pita, con Pichón Fernández y Zurlo, que al caer sumaron sus voces al alarido “¡Viva la Patria!”.Todos se zambulleron sin problemas, excepto el VAO Comando: al enfrentar la rampa se trabó el sistema hidráulico de marchas y debió avanzar ¡de cola! un buen tramo de los 800 metros que separaban al Cabo San Antonio de la costa.En la playa oscura se distinguía una pequeña luz: era el teniente de fragata Carlos Robbio, un buzo táctico que marcaba el lugar con una señal. Según los registros oficiales de la “Operación Rosario”, la vanguardia tocó tierra malvinense exactamente a la Hora Hotel [las 6.30].El comandante se sorprendió: pese a sus cálculos, no había resistencia inglesa.“En ese momento supe que ya habíamos vencido. El enemigo sólo podía demorarnos”, dice Büsser.Llevaba en un bolsillo del uniforme tres hojas de cuaderno Gloria con todas las fases de la operación escritas prolijamente a mano por su ayudante, el capitán de corbeta Oscar Monnereau. Cada etapa consumía tres renglones: en el primero iban la hora, la descripción de la misión y el nombre del responsable; en el segundo, el lugar, y en el tercero, las novedades.Al sur de la playa nacía la huella para acceder al aeropuerto [objetivo “Delta”]. El camino era una mezcla de turba y roca viva que dificultaba el tránsito. Y había alturas a ambos costados: un sitio ideal para el fuego enemigo. Sin embargo, la vanguardia avanzaba en formación de rombo, y en soledad.A las 6.35 Sánchez Sabarots [UT 40.1.3] avisó a Büsser que había logrado sin bajas su misión inicial: el cuartel de Moody Brook [clave “Charlie”). Ahora se dirigía al pueblo [objetivo “Bravo”].También los buzos tácticos de Cufré [UT 40.1.4] dieron parte positivo. Büsser anotó en su machete los OK correspondientes.Pero faltaba que se reportara el grupo mixto de Giachino [UT 40.1.5], que debía tomar la residencia del gobernador Hunt. El jefe de Comunicaciones, Roberto Roscoe, intentó el contacto. Y nada.Giachino estaba bajo fuego inglés. La radio había quedado a dos metros del operador y cada vez que alguien trataba de recuperarla, llovían balas.La vanguardia y el BIM 2 de Weinstabl [UT 40.1.1] repelieron el ataque inglés y avanzaron hacia la casa del gobernador.Se les incorporaron el VAO 10 de Seineldín, los tres de refuerzo, el recuperador y el VAO 19 de morteros con el teniente de corbeta Carlos Schweizer.Poco después llegó el vehículo con los periodistas de La Nueva Provincia: se había retrasado en el aeropuerto por una avería en el sistema de refrigeración del motor. Antes de que lo repararan, el capitán Pita arrió la bandera inglesa y la dobló cuidadosamente.Cuando el VAO Comando finalmente entró en Puerto Argentino, el capitán Roscoe trató de comunicarse con Giachino otra vez. Y otra vez obtuvo sólo silencio.Se escuchaban tiros por todos lados. “Y se veían balas trazadoras, color púrpura”, garabateó Pichón.A las 8.20, desde el destructor Santísima Trinidad el almirante Gualter Allara llamó a Büsser y le avisó que el gobernador Hunt había pedido una entrevista en la iglesia católica St. Mary’s. Debía ir desarmado.—De inmediato.Designó como acompañantes al secretario Monnereau y al capitán Roscoe, que se había formado en un colegio bilingüe y oficiaría de traductor.En la tensión espiritual de la iglesia aparecieron el vicecomodoro Héctor Gilobert, oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea, y el secretario de Gobierno Dick Baker. El inglés llevaba una tela blanca (una cortina de la residencia oficial) atada a un paraguas (el de Rex Hunt).Traían malas noticias: había heridos. Estaban graves. Y eran argentinos.Rápidamente, Büsser, Roscoe y Monnereau encararon los 300 metros hasta la casa del gobernador. Los disparos continuaban y la situación podía desmadrarse.—¡¡Alto el fuego!! —aulló Büsser.Los soldados argentinos obedecieron de a poco.Entonces el comandante llegó, todavía desarmado, al jardín de Hunt. El ligustro de la cerca estaba prolija, británicamente cortado. Desde ahí Büsser escuchó una advertencia seca que lo paralizó.Uno de esos instantes eternos pasó hasta que los de adentro autorizaron su ingreso. Se acercó a la puerta. El marine que la custodiaba le apoyó la punta del fusil en el estómago. Büsser se presentó y le extendió la derecha. La cara del inglés (tan Reino Unido: su palidez manchada por el rubor en las mejillas) dibujó la sorpresa ante la actitud sobrada del enemigo. Despacio, el hombre quitó el dedo del gatillo y respondió el saludo.Büsser entró en la casa. El marino le dio la mano a cada soldado que cruzó en el camino hasta el despacho de Hunt.—Yo no voy a estrechar la mano de quien invadió territorio británico de manera ilegal —le dijo secamente el gobernador—. Lo intimo a que se retire de las islas.Büsser contestó:—Desembarcamos como ustedes lo hicieron en 1833. Tengo órdenes de desalojarlos y restituir estas tierras a la soberanía argentina.Hunt quiso insistir, pero Büsser lo interrumpió:—Sea razonable y ríndase rápido. Tenemos una superioridad aplastante.El funcionario británico entendió que ya había demostrado suficiente dignidad. No tenía sentido retrasar la capitulación. Entonces sí, le dio la derecha. Eran las 9.25 del 2 de abril de 1982.El tiempo corría. Tanto como la sangre de los heridos. Había tres: el cabo primero Ernesto Urbina, un enfermero que fumando esperaba atención con los intestinos al aire; el teniente de fragata Diego García Quiroga, un buzo táctico que soportaba un balazo en el brazo y otro en el abdomen, y el capitán de corbeta Pedro Giachino, que tenía el vientre ensangrentado y gritaba, cuánto gritaba.En la residencia no había médico. Y la ambulancia que iba en camino se encajó en la turba.Mientras llegaba otro vehículo, los ingleses entregaron sus armas dócilmente y salieron a la calle. Dentro quedaban cinco civiles: cuatro periodistas ingleses y el fotógrafo argentino Rafael Wollmann. Büsser les dijo que podían trabajar libremente, y estaba pidiéndoles que evitaran el sensacionalismo cuando lo interrumpió el capitán Monnereau:—Señor, los prisioneros fueron colocados cuerpo a tierra para ser revisados.Büsser salió corriendo: “Me pareció un acto innecesario, porque ya se habían rendido”. Pero antes de que los hiciera parar, Wollmann captó la escena con su cámara. Y esa fue una de las fotos más publicadas en el mundo. Una de las fotos del escarnio para los británicos. “Y fue una foto que hizo mucho mal, porque dio una imagen falsa de lo que había ocurrido”, dice Büsser.Sin embargo, en el momento no se dio cuenta. Le dijo a Wollmann:—Estando hoy acá, usted se sacó el Prode —El fotógrafo sonrió. Büsser también—: Por favor, haga un uso muy medido del material.Aparentemente, Wollmann entendió el mensaje en otro sentido: según Pichón Fernández, cuando la operación había concluido le pidió que hiciera una foto de los dos enviados de La Nueva Provincia con Allara, Büsser y el general García. “Increíblemente, se negó”, recordaba Fernández.Wollmann no solamente rechaza la veracidad del episodio: también asegura que en ningún momento vio a otro periodista argentino. Y 25 años después sigue sosteniendo que fue el único que presenció el desembarco.Sin embargo, el propio Pichón Fernández sacó con su Miranda una foto en la que Wollmann está en primer plano, mirando a cámara mientras los marines se rinden..."[/I][/B] [/QUOTE]
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