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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 1656559" data-attributes="member: 1952"><p style="margin-left: 20px"><strong><span style="font-size: 22px"><span style="color: rgb(255, 0, 0)">Del libro de FARINELLA</span></span></strong></p><p></p><p>Treinta toneladas de munición quedaron en Río Gallegos sin poder ser cruzadas a Malvinas debido al bloqueo. De la transportada perdimos gran parte en el bombardeo del primero de mayo.</p><p>En Puerto Argentino nos abastecimos nuevamente de munición. Esta era movida hasta el pie del monte en camión, pero desde ahí hasta las posiciones propiamente, había que llevarla a lomo, pero a lomo del personal.</p><p>Es oportuno recordar algunos datos relacionados con el peso de la carga, como por ejemplo:</p><p>Para un día de combate hacían falta 160 proyectiles para mortero de 120 milímetros, que equivalen a 1.345 kilogramos, aproximadamente; de morteros de 81 milímetros, 334 proyectiles, que equivalen a 1.815 kilogramos.</p><p>También para cañón sin retroceso de 105 milímetros, hacían falta 108 proyectiles, que pesan 612.8 kilogramos, aproximadamente. Para FAL, FAP y MAG, 50.000 proyectiles, que pesan 1.426 kg, aproximadamente.</p><p>Si consideramos que un hombre ingiere normalmente 2.200 kilogramos de alimentos por día, para 600 hombres se necesitan 1.320 kilogramos.</p><p>Como el peso de los cajones de munición para mortero y cañones es excesivo para que lo transporte una sola persona y demasiado incómodo para que lo hicieran dos, debido a su sistema de manijas, optamos por romper los cajones y subir los proyectiles sueltos. De paso, y como una extra, subíamos la madera para hacer fuego en la cocina.</p><p></p><p></p><p><img src="https://www.flickr.com/photos/29765449@N08/15482401425/" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p></p><p>Quiere decir, que si sumamos las distintas clases de efectos necesarios para un día de combate, transformados en bultos en condiciones de ser transportados, resulta:</p><p>Si pensamos que como mínimo entramos en combate con unos tres días de abastecimiento, tenemos un total estimativo de 1.989 bultos, para lo que eran necesarios 1.062 viajes, a fin de subirlos hasta la posición.</p><p>Y si en esta realidad objetiva contemplamos que un hombre, en las condiciones climáticas imperantes –frío intenso, fuerte viento y llovizna casi permanente- se veía obligado a estar cargado de ropa, con una capa colocada y, desde luego, con su correaje; que el movimiento se realizaba sobre un terreno completamente irregular, esponjoso, con agua, rocoso y resbaladizo y subiendo el monte de 700 o más metros de altura, en una pendiente de unos 3.000 metros, se entenderá tranquilamente que por día cada hombre podía realizar dos viajes y excepcionalmente, tres.</p><p>Un sólo hombre, realizando dos viajes por día, precisaría 531 días de trabajo para subir los 1.989 bultos en 1.062 viajes. Teniendo en cuenta la situación táctica existente, podía disponerse de un promedio de 50 hombres, diariamente. Sin la acción directa del enemigo sobre la posición se precisaban 10.9 días de trabajo para subir la carga necesaria para tres días de combate.</p><p>En el planteo de este problema no hay que olvidarse otras toneladas de cargas, que no se detallan aquí para no saturar de cálculos matemáticos este relato, como por ejemplo, las mismas armas, la Munición para ametralladoras 12.7 milímetros, el agua potable, etc, y si bien diariamente no se consumía la munición, debíamos asegurarnos más de tres días de abastecimiento; además todos los días se comía.</p><p>Lo concreto es que habiendo comenzado a ocupar el Monte Wall el 28 de abril, hasta el día 30 de mayo, en que nos replegamos al Monte Harriet, se estuvieron subiendo bultos y sin haber aún terminado totalmente, hubo que bajarlos, al cambiar de posición la Unidad.</p><p>En esta oportunidad, la diferencia fue que se debió trabajar desde los primeros momentos bajo la acción de los fuegos de la aviación enemiga y especialmente de la artillería de campaña y naval, hasta que la posición cayó en poder enemigo el 12 de junio.</p><p>Desde el primer día hasta el último, en forma permanente, se estuvo transportando carga, sin haber terminado de subirla en ninguna de las dos posiciones.</p><p>Esto era verdaderamente todo un problema, a lo que se sumaba que el hombre no lograba recuperarse físicamente en la posición que ocupaba, pues las condiciones climáticas y de suelo no eran en lo más mínimo adecuadas para ello.</p><p>Cuadros y Tropa trabajaban día y noche transportando carga a hombro hasta la altura, bajo el fuego de los cañones enemigos.</p><p>Tanto era el cansancio, que la gente cuando oía el estampido de boca de la artillería enemiga, simplemente trataba de ubicar si el silbido de los proyectiles indicaba que estos venían hacia el lugar donde uno se encontraba o hacia otro.</p><p>Ya se tenía el oído agudizado para hacer esta estimación. Se escuchaba el silbido, y si se apreciaba que no venía hacia donde uno se encontraba, se continuaba caminando mientras las explosiones se sucedían peligrosamente en la zona cercana a uno.</p><p>Esto se debía no solamente a un acto de valor sino también a un cansancio extremo que hacía que se perdiera un poco el sentido de conservación de la propia vida.</p><p>Pero no teníamos otra forma de subir el material, más que a hombro.</p><p>Tratando de facilitar esa actividad aprecié que la solución más adecuada, en las circunstancias en que nos encontrábamos y con los medios que había visto y que se podía llegar a disponer, era lograr algunos <span style="color: rgb(0, 128, 255)">caballos</span>; por supuesto que había que lograrlos de los muy pocos que los Kelpers tenían y que a su vez usaban para trabajar. Solicité seis por el canal correspondiente; creo que pensaron que estaba delirando. Había “todo un trámite” para poder obtenerlos con la autorización respectiva puesto que no se podía ir y tomarlos por propia iniciativa.</p><p>Recuerdo que el Padre Fernández tenía de la gobernación una autorización para requisar dos <span style="color: rgb(0, 128, 255)">caballos</span> que serían utilizados para las visitas que los Capellanes hacían a las posiciones de primera línea. Y en conocimiento de nuestro problema me la cedió, pero con autorización y todo ya no pude conseguirlos y continuamos llevando nuestra carga a “lomo”.</p><p>He deseado narrar esto por considerar que las exteriorizaciones del valor, del heroísmo, también tienen facetas silenciosas y que no todas son “estruendosas” o “espectaculares”; algunas se acuñan minuto a minuto, sin desmayos, sin pausas, con “sudor” con voluntad, con un permanente arrojo y desprendimiento de la propia vida y que ante el trance de ser herido o de sucumbir en el cumplimiento del deber, en casos de extrema gravedad, donde la resistencia es, objetivamente, la única posibilidad que resta de oponerse al enemigo, en esa situación es donde la fortaleza muestra su verdadera esencia.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 1656559, member: 1952"] [INDENT][B][SIZE=6][COLOR=rgb(255, 0, 0)]Del libro de FARINELLA[/COLOR][/SIZE][/B][/INDENT] Treinta toneladas de munición quedaron en Río Gallegos sin poder ser cruzadas a Malvinas debido al bloqueo. De la transportada perdimos gran parte en el bombardeo del primero de mayo. En Puerto Argentino nos abastecimos nuevamente de munición. Esta era movida hasta el pie del monte en camión, pero desde ahí hasta las posiciones propiamente, había que llevarla a lomo, pero a lomo del personal. Es oportuno recordar algunos datos relacionados con el peso de la carga, como por ejemplo: Para un día de combate hacían falta 160 proyectiles para mortero de 120 milímetros, que equivalen a 1.345 kilogramos, aproximadamente; de morteros de 81 milímetros, 334 proyectiles, que equivalen a 1.815 kilogramos. También para cañón sin retroceso de 105 milímetros, hacían falta 108 proyectiles, que pesan 612.8 kilogramos, aproximadamente. Para FAL, FAP y MAG, 50.000 proyectiles, que pesan 1.426 kg, aproximadamente. Si consideramos que un hombre ingiere normalmente 2.200 kilogramos de alimentos por día, para 600 hombres se necesitan 1.320 kilogramos. Como el peso de los cajones de munición para mortero y cañones es excesivo para que lo transporte una sola persona y demasiado incómodo para que lo hicieran dos, debido a su sistema de manijas, optamos por romper los cajones y subir los proyectiles sueltos. De paso, y como una extra, subíamos la madera para hacer fuego en la cocina. [IMG]https://www.flickr.com/photos/29765449@N08/15482401425/[/IMG] Quiere decir, que si sumamos las distintas clases de efectos necesarios para un día de combate, transformados en bultos en condiciones de ser transportados, resulta: Si pensamos que como mínimo entramos en combate con unos tres días de abastecimiento, tenemos un total estimativo de 1.989 bultos, para lo que eran necesarios 1.062 viajes, a fin de subirlos hasta la posición. Y si en esta realidad objetiva contemplamos que un hombre, en las condiciones climáticas imperantes –frío intenso, fuerte viento y llovizna casi permanente- se veía obligado a estar cargado de ropa, con una capa colocada y, desde luego, con su correaje; que el movimiento se realizaba sobre un terreno completamente irregular, esponjoso, con agua, rocoso y resbaladizo y subiendo el monte de 700 o más metros de altura, en una pendiente de unos 3.000 metros, se entenderá tranquilamente que por día cada hombre podía realizar dos viajes y excepcionalmente, tres. Un sólo hombre, realizando dos viajes por día, precisaría 531 días de trabajo para subir los 1.989 bultos en 1.062 viajes. Teniendo en cuenta la situación táctica existente, podía disponerse de un promedio de 50 hombres, diariamente. Sin la acción directa del enemigo sobre la posición se precisaban 10.9 días de trabajo para subir la carga necesaria para tres días de combate. En el planteo de este problema no hay que olvidarse otras toneladas de cargas, que no se detallan aquí para no saturar de cálculos matemáticos este relato, como por ejemplo, las mismas armas, la Munición para ametralladoras 12.7 milímetros, el agua potable, etc, y si bien diariamente no se consumía la munición, debíamos asegurarnos más de tres días de abastecimiento; además todos los días se comía. Lo concreto es que habiendo comenzado a ocupar el Monte Wall el 28 de abril, hasta el día 30 de mayo, en que nos replegamos al Monte Harriet, se estuvieron subiendo bultos y sin haber aún terminado totalmente, hubo que bajarlos, al cambiar de posición la Unidad. En esta oportunidad, la diferencia fue que se debió trabajar desde los primeros momentos bajo la acción de los fuegos de la aviación enemiga y especialmente de la artillería de campaña y naval, hasta que la posición cayó en poder enemigo el 12 de junio. Desde el primer día hasta el último, en forma permanente, se estuvo transportando carga, sin haber terminado de subirla en ninguna de las dos posiciones. Esto era verdaderamente todo un problema, a lo que se sumaba que el hombre no lograba recuperarse físicamente en la posición que ocupaba, pues las condiciones climáticas y de suelo no eran en lo más mínimo adecuadas para ello. Cuadros y Tropa trabajaban día y noche transportando carga a hombro hasta la altura, bajo el fuego de los cañones enemigos. Tanto era el cansancio, que la gente cuando oía el estampido de boca de la artillería enemiga, simplemente trataba de ubicar si el silbido de los proyectiles indicaba que estos venían hacia el lugar donde uno se encontraba o hacia otro. Ya se tenía el oído agudizado para hacer esta estimación. Se escuchaba el silbido, y si se apreciaba que no venía hacia donde uno se encontraba, se continuaba caminando mientras las explosiones se sucedían peligrosamente en la zona cercana a uno. Esto se debía no solamente a un acto de valor sino también a un cansancio extremo que hacía que se perdiera un poco el sentido de conservación de la propia vida. Pero no teníamos otra forma de subir el material, más que a hombro. Tratando de facilitar esa actividad aprecié que la solución más adecuada, en las circunstancias en que nos encontrábamos y con los medios que había visto y que se podía llegar a disponer, era lograr algunos [COLOR=rgb(0, 128, 255)]caballos[/COLOR]; por supuesto que había que lograrlos de los muy pocos que los Kelpers tenían y que a su vez usaban para trabajar. Solicité seis por el canal correspondiente; creo que pensaron que estaba delirando. Había “todo un trámite” para poder obtenerlos con la autorización respectiva puesto que no se podía ir y tomarlos por propia iniciativa. Recuerdo que el Padre Fernández tenía de la gobernación una autorización para requisar dos [COLOR=rgb(0, 128, 255)]caballos[/COLOR] que serían utilizados para las visitas que los Capellanes hacían a las posiciones de primera línea. Y en conocimiento de nuestro problema me la cedió, pero con autorización y todo ya no pude conseguirlos y continuamos llevando nuestra carga a “lomo”. He deseado narrar esto por considerar que las exteriorizaciones del valor, del heroísmo, también tienen facetas silenciosas y que no todas son “estruendosas” o “espectaculares”; algunas se acuñan minuto a minuto, sin desmayos, sin pausas, con “sudor” con voluntad, con un permanente arrojo y desprendimiento de la propia vida y que ante el trance de ser herido o de sucumbir en el cumplimiento del deber, en casos de extrema gravedad, donde la resistencia es, objetivamente, la única posibilidad que resta de oponerse al enemigo, en esa situación es donde la fortaleza muestra su verdadera esencia. [/QUOTE]
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