PEDRO ZANNI

M

MIGUEL

Una calurosa mañana del 21 de enero de 1917, el tren llegó a la estación de Mendoza y dos jóvenes oficiales, con uniforme militar, bajaron con sus equipajes al andén. Eran los tenientes Alberto González Albarracín y Pedro Zanni. Ambos caminaron hacia uno de los vagones donde se encontraban resguardados dos aparatos voladores, un Breliot de 80 HP y otro Morane-Saulnier H. Los esperaba en ese sitio el jefe de mecánicos Ambrosio Taravella. Los tres se saludaron y conversaron brevemente sobre la ubicación de las primitivas aeronaves.

Facsímil de la noticia publicada por la edición de diario Los Andes del 15 de febrero de 1917.
Días después, los técnicos ensamblaron los aeroplanos y fueron transportados hasta el Hipódromo Andino. Una vez listas las máquinas voladoras, Zanni decidió probar su avión. El vuelo se inició con toda facilidad, desde la improvisada pista que le había preparado en el óvalo central del Hipódromo. El aeroplano, después de elevarse a gran altura, practicó un extenso circuito sobre los departamentos de Godoy Cruz, Guaymallén y Las Heras.

De regreso se le vio cruzar airoso y sereno sobre el centro de la ciudad, atrayendo a infinidad de personas que presenciaban su vuelo. De inmediato, comenzó el descenso. Tocó tierra felizmente, pero a poco de recorrer varios metros, diversos pozos que presentaba el terreno hicieron imposible el control y el avión capotó. Por suerte, Zanni no sufrió ninguna lesión, pero el aparato presentó rotura de la hélice, del timón de dirección y un larguero del fuselaje.

El piloto Pedro Zanni (en el centro) junto a Antonio Parodi y Benjamín Matienzo, minutos antes de emprender la travesía hacia la cordillera. Era su segundo intento, el 28 de mayo de 1919.
El 2 de febrero, el intrépido dúo partió con sus aviones desde un costado del lago del Parque. Rápidamente ganaron altura, volaron sobre un radio bastante extenso por un largo tiempo. El teniente González Albarracín efectuó un vuelo a baja altura, que por momentos se creyó que iba a chocar contra los edificios. Esta atrevida maniobra despertó pánico entre la gente conglomerada en la calles aledañas. Entrada la tarde, solamente González seguía en vuelo. Del otro aviador, no se tenía noticia alguna. Preocupados, los espectadores y el personal técnico presumían que había sufrido algún accidente.

Mientras tanto, en los cielos de Chacras de Coria, Zanni se disponía a emprender el regreso hacia el improvisado aeródromo del parque San Martín. De repente, escuchó extraños ruidos en el motor. Sorprendido por aquel percance y a raíz del peligro de estrellarse, miró alrededor de la zona buscando un terreno plano y sin vegetación. Sin perder tiempo, intentó descender planeando. Durante la maniobra, el aparato se inclinó bruscamente sobre el ala izquierda y perdió el equilibrio. Sin poder conducirlo hacia el terreno proyectado, aterrizó violentamente. Las alas se quebraron contra los postes de unos viñedos. Tal fue el estruendo, que algunas personas corrieron hacia el lugar del accidente y encontraron a Zanni, de pie, frente al avión, quejándose por tener tanta mala suerte. Luego, tomó el tren en la estación Paso de los Andes y llegó a la ciudad.

Hacia la cordillera

En la madrugada del 13 de febrero de 1917, el teniente Pedro Zanni despegó desde el parque San Martín hacia Luján de Cuyo. Tomó altura y se internó luego sobre la montaña. Así intentaría llegar a Santiago de Chile en una sola etapa. Valiente y decidido, el joven piloto, rodeado del más absoluto silencio, se elevó como un cóndor. El sol comenzó a templar aquella mañana.

Por momentos, Zanni pensó que desde que llegó a Mendoza, la suerte le jugaba una mala pasada y recordó con temor los accidentes que días pasado tuvo. Sin embargo, trató de olvidar aquellos sucesos. Desde la carlinga, revisó la presión de aceite, la altitud y la velocidad, que marcaba los 90 kilómetros por hora. Con su mano firme en la palanca de mando, observó los elevados picos de la cordillera principal. De repente, un ruido extraño sonó desde el ala derecha de su aparato. Pues era la rotura de un tensor. Más tarde, el motor empezó a fallar, trató de acelerar pero todo fue en vano. La situación obligó a tocar tierra en un campo cercano a Punta de Vacas. Tan pronto se supo en la ciudad de Mendoza del inconveniente sufrido, un grupo de personas viajó hacia aquel punto para auxiliarle. La noticia de la tentativa de volver a realizar la travesía despertó gran interés entre los mendocinos y surgió una nueva esperanza de realizar aquella hazaña.

Los preparativos para la incursión aérea se demoraron, ya que se agregaron a los desperfectos sufridos en su aeroplano los cambios climáticos, que atrasaron la fecha de partida.

El “Gato” Zanni (como empezaron a llamarlo; ver aparte) supervisó con prolijidad el aeroplano. Pensó en la posibilidad de regresar a Luján, para desde allí dirigir su vuelo a Chile y cruzar la cordillera, en lo posible en una sola etapa. Luego cambió su estrategia: cobraría altura desde Punta de Vacas, ahorrando así una considerable cantidad de espacio y tiempo.

La partida

En el atardecer del 18 de febrero, los mecánicos terminaron de reparar el avión. El piloto probó el motor acelerándolo varias veces, y el sonido indicaba que todo estaba listo para la travesía. El frío de la noche en Punta de Vacas comenzó a sentirse. Entonces, él y sus mecánicos se retiraron hacia la estación. A primera hora de la mañana, Zanni -como era su costumbre- se arregló su vestimenta. Subió al aparato con la ayuda de los auxiliares y se ubicó en la incómoda cabina. Sin dudar, hizo señas con el dedo pulgar para iniciar el contacto. La hélice giró bruscamente y se encendió el reparado motor. Detrás del avión, se podía ver el polvo en suspensión. Lentamente, se posicionó sobre aquel agreste terreno y sus ruedas comenzaron a girar. Finalizado el carreteo, se elevó con rumbo a Chile.

El fuerte viento dificultó la subida del aeroplano, pues por más esfuerzo que hizo el aviador no consiguió remontarse a más de 90 metros de altura. La potencia no era suficiente, y tras recorrer un trayecto de 8 a 9 kilómetros, fue vencido por las fuertes ráfaga. Ambos cayeron rodando por la barranca hasta llegar cerca de un metro y medio del río Mendoza.

Entre los restos del aparto se encontraba Pedro Zanni. Al quitarse el gorro, la cabeza y la cara sangraban por las heridas sufridas. Un grupo de amigos lo trasladó a Punta de Vacas. Además de las heridas, se quejaba de una molestia en el cuello como consecuencia de los golpes. Pero afortunadamente no sufrió ninguna fractura.

Horas después, Zanni tomó el tren hacia la ciudad. Cuando llegó, se encontraba tranquilo y sereno, no obstante se lamentó del resultado desfavorable de la empeñosa empresa. Los Andes habían vencido el atrevimiento humano y a su máquina voladora. Lo que nadie sabía todavía es que en ese primer intento de cruzar la cordillera, Zanni había accedido al récord mundial de altura y distancia en vuelos de avión.

En su difícil aventura aérea, Zanni logró vencer el récord de altura y distancia registradas hasta aquella época.
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Una fotode la colección de mi amigo George v. rauch-El "gato" Zanni en el Fokker CIV con]que realizo el vuelo Tokyo-Amsterdam


 
Arriba