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Parte 1: El fin de la RMA (RMA = Revolution in Military Affaires)
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<blockquote data-quote="Regulus" data-source="post: 877283" data-attributes="member: 10453"><p>Hay una tendencia de muchos participantes en foros militares de asignar propiedades casi mágicas a la tecnología en aplicaciones militares. Estos individuos (que aparentemente en Argentina se los denomina “fierreros") tienden a asociar la capacidad tecnológica de las armas con su presunta habilidad para ganar batallas y guerras. Las veces que intenté discutir estos asuntos me encontré con opiniones cerradas e inflexibles defendiendo que tal o cual sistema de armas (SdA) podía con otro más antiguo o que incorporaba menos tecnología de punta…</p><p></p><p>Siempre pensé que estos pensamientos son falaces ya que ven la guerra como un enfrentamiento de SdAs y no como un enfrentamiento de voluntades políticas. Los SdAs son meras herramientas en manos de hombres. Los combatientes en una guerra responden a ideologías específicas (política) que guían su conducta y accionar.</p><p></p><p>Por lo tanto, como la historia lo ha demostrado tantas veces, es posible que un ejército más pobre en recursos, en inferioridad de condiciones tecnológicas, utilizando armas más antiguas, derrote a una fuerza que utiliza medio modernos y tecnológicamente avanzados.</p><p></p><p>Como no soy una autoridad en este campo, por lo general mis argumentos, aunque los plantee con el mayor cuidado y los documente minuciosamente, solo sirven para irritar aún más a quienes no concuerdan conmigo y terminamos en interminables y aburridas discusiones bizantinas donde los argumentos no cuentan y los participantes solo se escuchan a si mismos…</p><p></p><p>Por ese motivo, cuando encontré el artículo del general de división Vincent Desportes que traduje a continuación, me sentí muy reconfortado. En este caso los partidarios de comparar sistemas de armas en el vacío como si la guerra fuera un enfrentamiento entre máquinas y tecnologías, no tendrán que discutir conmigo sino con el Presidente Obama, el Secretario de defensa Robert Gates, el general de la infantería de marina de los EE.UU. James N. Mattis y el general (ReinoUnido) Rupert Smith.</p><p></p><p>La traducción es mía e intenté ser lo más fiel posible al estilo del general Desportes quien, siendo francés, utiliza construcciones bastante complejas en su discurso. Las notas entre corchetes [ ] son mías y contienen aclaraciones, traducciones o comentarios personales. Hay una segunda parte en este artículo que publicaré a continuación de ésta.</p><p></p><p>Quedo a vuestra disposición para cualquier aclaración que puedan necesitar.</p><p></p><p>Cordialmente,</p><p></p><p>===================================================</p><p></p><p>Publicado en la revista francesa DSI – Défense & Securité Internationale, número 54 – diciembre 2009</p><p></p><p>Estrategia</p><p></p><p>De cara a las realidades</p><p></p><p>Fin de la RMA [RMA = Revolution in Military Affaires o Revolución en Asuntos Militares]</p><p>& revolución de las doctrinas militares norteamericanas</p><p></p><p>Los procesos de transformación que tocan a nuestros ejércitos son el fruto de la Revolución en los asuntos militares [RMA] percibidos en Estados Unidos a partir del comienzo de los años 1990. Pero las experiencias de Irak y afgana – así como la evolución de los debates estratégicos – mostraron que la visión fundada solo en el “todo tecnológico” tenía que ser superada. En consecuencia, la doctrina norteamericana, luego de haber acogido la Transformación, cambia nuevamente.</p><p></p><p>Por el General de División Vincent Desportes, Director del Collège Interarmées de Defensa (CID) [Colegio Inter-ejércitos de Defensa]</p><p></p><p>Sabemos que las políticas exteriores y las doctrinas militares se restringen y se definen recíprocamente por compromiso: la visión política de la utilización de fuerzas estructura las doctrinas técnicas y, a cambio, éstas, naturalmente restringidas por las realidades, imponen sus límites a las visiones ideales. En este sentido, la evolución profunda de las doctrinas de técnicas de empleo de las fuerzas norteamericanas constituye un verdadero caso de estudio. Lo que sucede es el choque de un sueño totalmente desconectado de las realidades con esta misma realidad. Ocho años de realidades guerreras imponen una verdadera revolución a las doctrinas norteamericanas.</p><p></p><p>La “visión” de ayer</p><p></p><p>Para percibir la amplitud de esta revolución, debemos recordar cual era la visión de los “asuntos militares” cuando el Presidente G. W. Bush prestó juramento en el Capitolio, el 20 de enero 2001. Ignorando el fracaso sufrido en Vietnam, construida sobre el derrumbe soviético y la victoria de 1991 en Kuwait, olvidando rápidamente los fracasos en Somalia, ésta visión se construyó progresivamente alrededor de un sentimiento de potencia/invulnerabilidad y la idea de que la tecnología, ventaja comparativa mayor de los EE.UU., permite, finalmente, dominar los avatares de la guerra.</p><p></p><p>Basada en una racionalidad que termina por estar desconectada de las verdades esenciales de la guerra, esta corriente de pensamiento conduce a una doctrina y en consecuencia a una política tensada por el mito de la gran guerra (The Nation War) contrapuesta a la “peer competition” [competencia de iguales]. Esta deriva del pensamiento militar se concretizó en el concepto de Transformación. Progresivamente, sin que jamás haya sido probado en la realidad, el axioma de la infalibilidad de de la RMA y de la dominación de todo adversario por el simple poder de la Information Dominance (Dominación de la Información), a fuerza de ser repetida infinitamente, se convierte en la verdad que era peligroso poner en duda. Este concepto fue amplificado por la nueva Administración Bush, con la voluntad de romper con la administración precedente.</p><p></p><p>Desdeñosa de los aspectos fundamentales de la dialéctica de la guerra, la idea del candidato Bush es simple: “la mejor manera de mantener la paz es re definir la guerra según nuestros propios términos” (1). Su visión, que es una visión técnica, es la dominación por la destrucción: “Nuestros ejércitos deben ser capaces de identificar objetivos [dianas o blancos] gracias a toda una variedad de de medios y luego de destruirlos casi instantáneamente con todo tipo de armas, misiles de crucero, artillería de largo alcance (2)”.</p><p></p><p>Progresivamente, se crea así la idea de una nueva superpotencia invulnerable, fácilmente utilizable en el espacio vacío monopolar justamente por estar liberada de las restricciones de la multipolaridad. De algún modo, para la superpotencia única, la percepción de la superioridad tecnológica agranda la libertad de maniobra política y militar. La mecánica política de intervención (3) se constituye como aval: Las operaciones futuras serán, muy probablemente, rápidamente regladas, en particular si se llevan a cabo de un modo preventivo. Es suficiente, gracias a la tecnología, evitar la naturaleza misma de la guerra e imponer al adversario el comportamiento que favorezca la eficacia de las armas propias. A partir de enero 2001, la guerra centrada en las redes [résaucentrée] se convierte en la base de reflexión, de planificación operacional y de concepción de los sistemas de fuerzas. Éstos abren nuevas perspectivas a la política exterior norteamericana.</p><p></p><p>La deriva intelectual ha sido la de construir un adversario virtual remitido sistemáticamente a la guerra de la información. Investigan y terminan por creer en la existencia o probable retorno a un “peer competitor” (competidor igual) genéricamente próximo, es decir un campeón adverso que aceptará el combate en el campo cerrado de la alta tecnología, en detrimento de un adversario real, ese que se adapta y evita. La superioridad técnica es asimilada a la eficacia estratégica, convirtiéndose en esencia el factor de poder preponderante, el que tenga la superioridad tecnológica tiene asegurada la victoria. La tecnología termina por convertirse en la estrategia en si misma.</p><p></p><p>En esta visión de la guerra “centrada en las redes” [résseaucentrée], el progreso en materia de detección debe, por su parte, conseguir una visión global, incesantemente mejorada, de objetivos [dianas o blancos] a tratar. Éste camino lleva progresivamente a percibir al enemigo como un conjunto de objetivos [dianas o blancos], pero presupone a cambio la existencia de estos. Como se percibirá en Irak y en Líbano, la Transformación no se puede conseguir más que frente a un enemigo de tipo convencional, constituido por un conjunto de objetivos [dianas o blancos] materiales, detectables y destruibles – lo cual no es más que un caso improbable entre otros más posibles. Por tanto, ese sueño de la hiperpotencia que estima poder dominar la guerra gracias a su ventaja tecnológica comparativa parece estar muy lejos de las nuevas realidades de los conflictos.</p><p></p><p>Un sueño teórico cada vez más lejos de la realidad</p><p></p><p>Muy rápidamente, luego de la euforia de la caída de Kabul y la toma de Bagdad, la verdad de la guerra impone nuevos interrogantes. Demasiado lentamente, entretanto, porque es siempre el mismo modelo que conduce a Israel a su fracaso estratégico en julio 2006. Esta vez hay que repensar la guerra. Las dificultades encontradas hacen parecer como extrañamente desfasado todo el debate estratégico de los años 1990, enfocado como estaba en la victoria decisiva y la aceleración de tiempos. Brutalmente, nos damos cuenta que, al desaparecer totalmente la política de detrás de la técnica, conduce a una situación sin salida. La Transformación parece en efecto operar esencialmente a un nivel virtual de la confrontación convencional a gran escala, mientras que los conflictos encarados se sitúan en su gran mayoría en el otro extremo del espectro. Por lo tanto [la Transformación] encuentra naturalmente sus límites de cara a las realidades de la guerra probable.</p><p></p><p>Un concepto que peca de falta de sustancia política</p><p></p><p>Más allá de este desajuste entre el sueño técnico y la realidad de los conflictos, está el valor político mismo de la Transformación que presenta un problema. El ejemplo de la campaña “Iraqi Freedom” es particularmente impresionante. En la primavera de 2003, la campaña “de los 21 días” en Irak constituye una demostración notable del nivel de eficacia técnica alcanzada por los ejércitos de EE.UU. Sin embargo, esta formidable victoria táctica y profesional no supo crear las condiciones para el éxito estratégico. Esta dificultad hacer decir, en noviembre 2005, al general de cuerpo del ejército Mattis, hoy jefe del Comando de Fuerzas Conjunto:</p><p></p><p>“Nuestra fascinación por la Revolución en los asuntos militares [RMA] y la Transformación ha sido una vez más sacudida por las lecciones de la historia, mostrándonos el rol esencial del factor humano en la guerra. Nuestro entusiasmo por la tecnología no era otra cosa que la marca de nuestra propia cultura y el deseo irreal de dictar la conducta de la guerra según nuestras propias condiciones.”</p><p></p><p>La crisis mayor del concepto que subyace a la guerra occidental moderna es por lo tanto conducido a poner en causa seriamente, no solamente las modalidades de la Transformación, pero igualmente su filosofía en general. Esta desemboca finalmente en una nueva doctrina cuyas consecuencias sobre la política exterior norteamericana están lejos de ser despreciables.</p><p></p><p>Continúa en "Parte 2: El fin de la RMA (RMA = Revolution in Military Affaires)"<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 01:32 ---------- Previous post was at 01:29 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>Continúación de: "Parte 1: El fin de la RMA (RMA = Revolution in Military Affaires)"</p><p></p><p>==================================================</p><p></p><p>Una nueva doctrina</p><p></p><p>Si hay una capacidad admirable en los ejércitos norteamericanos, es la de cuestionarse y adaptarse. El “can do spirit” [espíritu de poder hacer] les permite muy rápidamente invertir los credos de ayer. Nos impresiona constatar hoy como ha evolucionado profundamente el pensamiento doctrinario en seis años. Frente a la necesidad imperiosa de salir del terrible callejón sin salida en el que se metieron en Irak, luego de un primer período en que continuaron hundiéndose en esa desviación, el ejército norteamericano busca verdaderamente “volver a dar utilidad a la fuerza” según la expresión del General Ruper Smith (Reino Unido) (4).</p><p></p><p>La primera revolución para los norteamericanos fue comprender que, si bien el pensamiento militar occidental - y particularmente el norteamericano -, ha sido durante largo tiempo monopolizado por la “guerra simétrica”, la “forma tradicional de la guerra es, de hecho, irregular”, que “la adaptación asimétrica durante la guerra es eterna”, que “los conflictos futuros serán dominados por guerras en medio de la población... las amenazas irregulares serán probablemente en adelante una amenaza dominante”, como afirma enfáticamente por primera vez un documento oficial de doctrina en 2006 (5), y lo repite regularmente en adelante el ministro Gates y el jefe de estado mayor ínter-ejército, Almirante Mullen.</p><p></p><p>Estas comprobaciones lanzan el debate doctrinario. Como al pensamiento oficial se le hace difícil producir las nuevas ideas indispensables, se les da la palabra a los oficiales que se expresan con bastante libertad, tanto para criticar las acciones efectuadas como para proponer nuevas ideas. El general David Petraeus (quien se convertirá ulteriormente en comandante en jefe en Irak, de febrero 2007 a septiembre 2008), juega en este sentido un rol fundamental, cuando toma el mando del Combined Arms Center – CAC (Centro Combinado de Armas) en Fort Leavenworth. Desde allí engendran una corriente de reflexiones y de proposiciones fundadas sobre un regreso a la realidad, es decir, esencialmente, sobre la evidencia re descubierta de cuan central es el factor humano en la guerra. De allí despega que se vuelva a tomar en cuenta la predominancia de lo político sobre lo militar, la reintegración de lo militar en una “aproximación global” de las crisis, lo que conduce, en consecuencia, no a un rechazo de la tecnología, siempre considerada como un factor importante, pero al final de la “tecnologización” [esta palabra no existe en español] de la estrategia y a su re politización (6).</p><p></p><p>Ésta evolución doctrinaria, iniciada y empujada por los ejércitos en contacto (US Army y US Marine Corps) fue acompañada por manuales de doctrina ínter ejércitos que a su vez toman nota del peso de la nueva realidad guerrera. Ésta se acentúa con el nombramiento (en septiembre 2007) a la cabeza del US JFCOM, el gran comandante ínter ejércitos norteamericano, y el ACT (comando estratégico para la transformación de la OTAN) del general del ejército (USMC) James N. Mattis. Éste oficial, de fuerte personalidad e incontestable experiencia operacional, cuestiona de entrada el principio mismo de la la Transformación, afirma al contrario el principio de la realidad y rechaza los modos de pensamiento que le parecen desfasados en relación a la realidad dialéctica de la guerra. Se trata, en particular, de las Effects-Based Operations (Operaciones Basadas en los Efectos) (7). Éste método de planificación/acción le parece que refleja una corriente mecánica y basada en la tecnología, que causó las dificultades norteamericanas.</p><p></p><p>Así, del 2001 al 2009, la percepción brutal del límite de la herramienta militar como productora de eficacia política, condujo naturalmente a nuevas visiones políticas. Los EE.UU. Son guiados a relativizar uno de los factores de la potencia – la potencia militar – del que habían tenido la impresión que les confería una libertad y una capacidad de acción total sobre el medio de su polo único.</p><p></p><p>¿Donde nos encontramos hoy?</p><p></p><p>Un impacto sobre las adquisiciones</p><p></p><p>En el cuadro de esta nueva teoría doctrinaria, Robert Gates propuso re equilibrar profundamente los presupuestos. Según él, el departamento de Defensa invierte mucho más de lo necesario para prepararse para conflictos de tipo convencional muy improbables contra Rusia y China o para reforzar aún más su dominio marítimo o aéreo aunque no haya nadie que pueda competir con ellos. Los programas de armamento son revisados a la luz de su incidencia sobre las operaciones en curso y los proyectos futuristas son retrasados hasta que haya necesidades precisas, conceptos de empleo y estrategias de adquisición específicas.</p><p></p><p>Así sucedió con el proyecto Future Combat System (FCS) del ejército norteamericano, que fue dramáticamente revisado a la baja debido al incremento exponencial de costos y su falta de adaptación a la guerras actuales. Lo mismo sucedió con el destructor DDG-1000, del cual se limitó su producción a tres ejemplares en curso de construcción, el proyecto de crucero de de próxima generación (CG-X) y del futuro bombardero que quedaran en los tableros de diseño hasta que no estén mejor definidos los conceptos de empleo y las necesidades tecnológicas derivadas. Otra víctima es el caza F-22 Raptor, cuyos costes en verdad han explotado: deseando aparatos “que puedan ser producidos en cantidades y costes viables”, Gates decidió detener la producción de aviones furtivos en donde se encontraban, es decir 187, reduciendo así en más de la mitad el objetivo inicial (8)</p><p></p><p>Un impacto sobre los volúmenes de fuerza y los equilibrios entre los ejércitos</p><p></p><p>Contrariamente a los postulados iniciales de las campañas “Enduring Freedom” e “Iraqi Freedom”, la guerra combatida muestra que se debe desplegar volúmenes importantes de personal en tierra. Serán desplegados 160.000 hombres en Irak en el momento de “surge” (en inglés “alza”) decidida por el Presidente Bush a comienzos del año 2007 y los efectivos en Afganistán , que eran 5.200 en 2002, alcanzarán al menos 70.000 a fines del 2009. La reducción de efectivos terrestres - que desde 1999 lleva a la US Army a 480.000 hombres y al Marine Corps a 170.000 – ha tropezado con la realidad. A partir de 2003, los efectivos del US Marine Corps y del US Army van a crecer de manera regular en cada escalón. En julio del 2007, el secretario Gates decidió un nuevo aumento que lleva los efectivos del US Army a 569.000 hombres (lo que corresponde a un aumento de casi 100.000 hombres en diez años) y los del Marine Corps a 200.000.</p><p></p><p>Un impacto sobre la conducción de la guerra en Afganistán</p><p></p><p>Es probablemente el reemplazo del general McKiernan, el 11 mayo 2009, comandante norteamericano de la ISAF, que constituye la decisión más emblemática de la evolución de doctrinas y de la percepción de la guerra. Ella sigue de cierto modo a las dimisiones provocadas en agosto 2008 del secretario de la Air Force y del jefe de estado mayor de la US Air Force. El asunto es emblemático porque el último reemplazo de un general comandante en jefe en un teatro de operaciones se remonta a casi 60 años cuando el Presidente Truman reemplazó al general MacArthur, comandante en jefe en Corea.</p><p></p><p>Aquí la voluntad es verdaderamente de modificar la filosofía de las operaciones. Para Gates (9), “el punto es pensar de otro modo, de traer ojos nuevos sobre la situación; nuestra misión aquí requiere un nuevo pensamiento y nuevas aproximaciones”. En el fondo, lo que se le reprocha al general McKiernan es no haberse adherido con franqueza a la nueva corriente doctrinaria, de haber quedado en una postura “convencional”, basada antes que nada en la destrucción, que no podía comprender la nueva estrategia anunciada por el presidente Obama en febrero 2009. De otro modo, ésta voluntad de cambio se encuentra de golpe en las consignas dadas por el nuevo comandante de la ISAF, el general McChrystal. Ésta marca también el discurso que dirige al Pentágono a finales del mes de agosto y donde uno de los “leitmotivs” [temas dominantes] es simple: “debemos cambiar nuestra cultura operacional, debemos cambiar profundamente nuestro modo de operar y nuestra forma de pensar.”</p><p></p><p>Es impresionante constatar a que punto la doctrina norteamericana evolucionó en diez años, al punto que evoca una verdadera revolución. En el 2002, una cierta ceguera sobre la capacidad de la herramienta militar contribuye al lanzamiento de la aventura de Irak, la percepción de la superioridad tecnológica norteamericana jugó un papel importante desde el nivel táctico al plano político. Hoy, las actitudes y los métodos son profundamente diferentes. Queda entre tanto conocer la perennidad de estas evoluciones cuya efectividad no se puede juzgar en períodos de un decenio. Remarcaremos en particular que si las guerras de Irak y de Afganistán han hecho evolucionar seriamente los espíritus de los ejércitos tocados en su corazón y en su carne por las nuevas formas de guerra (Army y Marine Corps), estas tuvieron un impacto más moderado en aquellos donde el equipo, técnicas y métodos de guerra, no fueron puestos en cuestión (10). También destacamos que si los ejércitos norteamericanos poseen una muy grande capacidad de adaptación, mayor que otros, están también señalados por una cultura estratégica muy marcada y especifica a tendencias frecuentemente más pesadas que la adaptación a las circunstancias: estas tendencias podrían llevar muy rápidamente la balanza hacia los errores anteriores.</p><p></p><p>(1) Discurso de George W. Bush en la Ciudadela, el 23 septiembre 1999; retoma esta idea varias veces, en particular en la ocasión del bautismo del portaaviones Ronald Reagan, el 4 marzo 2001, y en la Academia Naval, el 25 mayo 2001.</p><p>(2) Las mismas publicaciones mencionadas antes.</p><p>(3) La sociología política notará que la guerra de Iraq puede parecer como un efecto de crecimiento histórico de una corriente de pensamiento político y de la aparición de nuevas capacidades técnicas conferidas por la RMA. El cuadro conceptual es por su parte el del agrandamiento (extención del modelo democrático y liberal) y del shapping (modelar el mundo para hacerlo permeable a las ideas e intereses norteamericanos) que, progresivamente, en el curso de la era Clinton, sustituyen al viejo paradigma central de la guerra fría, el de la contención. </p><p>(4) Ruper Smith, L'utilité de la force (La utilidad de la fuerza), Coll. “Stratégies et doctrines”, Economica, París, 2007</p><p>(5) MCCDC, Marine Corps Operating Concepts for A Changing Security Environment, Quantico</p><p>(6) Ver en particular Joseph Henrotin, La technologie militaire en question, Le cas américain, Coll. “Strategies et doctrines”, Economica, París, 2008.</p><p>(7) Sobre éste método y su crítica, podemos remitirnos a Vincent Desportes, La Guerre Probable, 2da. Edición , Coll. “Strategies et doctrines”, Economica, París, 2008; y el artículo de l general Mattis en el Joint Forces Quarterly, 4to. Trimestre 2008 (traducido en DSI, No. 43, diciembre 2008)</p><p>(8) El objetivo inicial era de 381 que descendió posteriormente a 243.</p><p>(9) Declaraciones de 12 mayo 2009.</p><p>(10) Es probable que las decisiones provocadas en agosto 2008 del secretario de la Air Force y del jefe de estado mayor del US Air Force, estén más ligadas a diferencias de interpretación que a problemas de “apropiación [en francés sécurisation] de material sensible” brutalmente re descubiertos e invocados oficialmente.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Regulus, post: 877283, member: 10453"] Hay una tendencia de muchos participantes en foros militares de asignar propiedades casi mágicas a la tecnología en aplicaciones militares. Estos individuos (que aparentemente en Argentina se los denomina “fierreros") tienden a asociar la capacidad tecnológica de las armas con su presunta habilidad para ganar batallas y guerras. Las veces que intenté discutir estos asuntos me encontré con opiniones cerradas e inflexibles defendiendo que tal o cual sistema de armas (SdA) podía con otro más antiguo o que incorporaba menos tecnología de punta… Siempre pensé que estos pensamientos son falaces ya que ven la guerra como un enfrentamiento de SdAs y no como un enfrentamiento de voluntades políticas. Los SdAs son meras herramientas en manos de hombres. Los combatientes en una guerra responden a ideologías específicas (política) que guían su conducta y accionar. Por lo tanto, como la historia lo ha demostrado tantas veces, es posible que un ejército más pobre en recursos, en inferioridad de condiciones tecnológicas, utilizando armas más antiguas, derrote a una fuerza que utiliza medio modernos y tecnológicamente avanzados. Como no soy una autoridad en este campo, por lo general mis argumentos, aunque los plantee con el mayor cuidado y los documente minuciosamente, solo sirven para irritar aún más a quienes no concuerdan conmigo y terminamos en interminables y aburridas discusiones bizantinas donde los argumentos no cuentan y los participantes solo se escuchan a si mismos… Por ese motivo, cuando encontré el artículo del general de división Vincent Desportes que traduje a continuación, me sentí muy reconfortado. En este caso los partidarios de comparar sistemas de armas en el vacío como si la guerra fuera un enfrentamiento entre máquinas y tecnologías, no tendrán que discutir conmigo sino con el Presidente Obama, el Secretario de defensa Robert Gates, el general de la infantería de marina de los EE.UU. James N. Mattis y el general (ReinoUnido) Rupert Smith. La traducción es mía e intenté ser lo más fiel posible al estilo del general Desportes quien, siendo francés, utiliza construcciones bastante complejas en su discurso. Las notas entre corchetes [ ] son mías y contienen aclaraciones, traducciones o comentarios personales. Hay una segunda parte en este artículo que publicaré a continuación de ésta. Quedo a vuestra disposición para cualquier aclaración que puedan necesitar. Cordialmente, =================================================== Publicado en la revista francesa DSI – Défense & Securité Internationale, número 54 – diciembre 2009 Estrategia De cara a las realidades Fin de la RMA [RMA = Revolution in Military Affaires o Revolución en Asuntos Militares] & revolución de las doctrinas militares norteamericanas Los procesos de transformación que tocan a nuestros ejércitos son el fruto de la Revolución en los asuntos militares [RMA] percibidos en Estados Unidos a partir del comienzo de los años 1990. Pero las experiencias de Irak y afgana – así como la evolución de los debates estratégicos – mostraron que la visión fundada solo en el “todo tecnológico” tenía que ser superada. En consecuencia, la doctrina norteamericana, luego de haber acogido la Transformación, cambia nuevamente. Por el General de División Vincent Desportes, Director del Collège Interarmées de Defensa (CID) [Colegio Inter-ejércitos de Defensa] Sabemos que las políticas exteriores y las doctrinas militares se restringen y se definen recíprocamente por compromiso: la visión política de la utilización de fuerzas estructura las doctrinas técnicas y, a cambio, éstas, naturalmente restringidas por las realidades, imponen sus límites a las visiones ideales. En este sentido, la evolución profunda de las doctrinas de técnicas de empleo de las fuerzas norteamericanas constituye un verdadero caso de estudio. Lo que sucede es el choque de un sueño totalmente desconectado de las realidades con esta misma realidad. Ocho años de realidades guerreras imponen una verdadera revolución a las doctrinas norteamericanas. La “visión” de ayer Para percibir la amplitud de esta revolución, debemos recordar cual era la visión de los “asuntos militares” cuando el Presidente G. W. Bush prestó juramento en el Capitolio, el 20 de enero 2001. Ignorando el fracaso sufrido en Vietnam, construida sobre el derrumbe soviético y la victoria de 1991 en Kuwait, olvidando rápidamente los fracasos en Somalia, ésta visión se construyó progresivamente alrededor de un sentimiento de potencia/invulnerabilidad y la idea de que la tecnología, ventaja comparativa mayor de los EE.UU., permite, finalmente, dominar los avatares de la guerra. Basada en una racionalidad que termina por estar desconectada de las verdades esenciales de la guerra, esta corriente de pensamiento conduce a una doctrina y en consecuencia a una política tensada por el mito de la gran guerra (The Nation War) contrapuesta a la “peer competition” [competencia de iguales]. Esta deriva del pensamiento militar se concretizó en el concepto de Transformación. Progresivamente, sin que jamás haya sido probado en la realidad, el axioma de la infalibilidad de de la RMA y de la dominación de todo adversario por el simple poder de la Information Dominance (Dominación de la Información), a fuerza de ser repetida infinitamente, se convierte en la verdad que era peligroso poner en duda. Este concepto fue amplificado por la nueva Administración Bush, con la voluntad de romper con la administración precedente. Desdeñosa de los aspectos fundamentales de la dialéctica de la guerra, la idea del candidato Bush es simple: “la mejor manera de mantener la paz es re definir la guerra según nuestros propios términos” (1). Su visión, que es una visión técnica, es la dominación por la destrucción: “Nuestros ejércitos deben ser capaces de identificar objetivos [dianas o blancos] gracias a toda una variedad de de medios y luego de destruirlos casi instantáneamente con todo tipo de armas, misiles de crucero, artillería de largo alcance (2)”. Progresivamente, se crea así la idea de una nueva superpotencia invulnerable, fácilmente utilizable en el espacio vacío monopolar justamente por estar liberada de las restricciones de la multipolaridad. De algún modo, para la superpotencia única, la percepción de la superioridad tecnológica agranda la libertad de maniobra política y militar. La mecánica política de intervención (3) se constituye como aval: Las operaciones futuras serán, muy probablemente, rápidamente regladas, en particular si se llevan a cabo de un modo preventivo. Es suficiente, gracias a la tecnología, evitar la naturaleza misma de la guerra e imponer al adversario el comportamiento que favorezca la eficacia de las armas propias. A partir de enero 2001, la guerra centrada en las redes [résaucentrée] se convierte en la base de reflexión, de planificación operacional y de concepción de los sistemas de fuerzas. Éstos abren nuevas perspectivas a la política exterior norteamericana. La deriva intelectual ha sido la de construir un adversario virtual remitido sistemáticamente a la guerra de la información. Investigan y terminan por creer en la existencia o probable retorno a un “peer competitor” (competidor igual) genéricamente próximo, es decir un campeón adverso que aceptará el combate en el campo cerrado de la alta tecnología, en detrimento de un adversario real, ese que se adapta y evita. La superioridad técnica es asimilada a la eficacia estratégica, convirtiéndose en esencia el factor de poder preponderante, el que tenga la superioridad tecnológica tiene asegurada la victoria. La tecnología termina por convertirse en la estrategia en si misma. En esta visión de la guerra “centrada en las redes” [résseaucentrée], el progreso en materia de detección debe, por su parte, conseguir una visión global, incesantemente mejorada, de objetivos [dianas o blancos] a tratar. Éste camino lleva progresivamente a percibir al enemigo como un conjunto de objetivos [dianas o blancos], pero presupone a cambio la existencia de estos. Como se percibirá en Irak y en Líbano, la Transformación no se puede conseguir más que frente a un enemigo de tipo convencional, constituido por un conjunto de objetivos [dianas o blancos] materiales, detectables y destruibles – lo cual no es más que un caso improbable entre otros más posibles. Por tanto, ese sueño de la hiperpotencia que estima poder dominar la guerra gracias a su ventaja tecnológica comparativa parece estar muy lejos de las nuevas realidades de los conflictos. Un sueño teórico cada vez más lejos de la realidad Muy rápidamente, luego de la euforia de la caída de Kabul y la toma de Bagdad, la verdad de la guerra impone nuevos interrogantes. Demasiado lentamente, entretanto, porque es siempre el mismo modelo que conduce a Israel a su fracaso estratégico en julio 2006. Esta vez hay que repensar la guerra. Las dificultades encontradas hacen parecer como extrañamente desfasado todo el debate estratégico de los años 1990, enfocado como estaba en la victoria decisiva y la aceleración de tiempos. Brutalmente, nos damos cuenta que, al desaparecer totalmente la política de detrás de la técnica, conduce a una situación sin salida. La Transformación parece en efecto operar esencialmente a un nivel virtual de la confrontación convencional a gran escala, mientras que los conflictos encarados se sitúan en su gran mayoría en el otro extremo del espectro. Por lo tanto [la Transformación] encuentra naturalmente sus límites de cara a las realidades de la guerra probable. Un concepto que peca de falta de sustancia política Más allá de este desajuste entre el sueño técnico y la realidad de los conflictos, está el valor político mismo de la Transformación que presenta un problema. El ejemplo de la campaña “Iraqi Freedom” es particularmente impresionante. En la primavera de 2003, la campaña “de los 21 días” en Irak constituye una demostración notable del nivel de eficacia técnica alcanzada por los ejércitos de EE.UU. Sin embargo, esta formidable victoria táctica y profesional no supo crear las condiciones para el éxito estratégico. Esta dificultad hacer decir, en noviembre 2005, al general de cuerpo del ejército Mattis, hoy jefe del Comando de Fuerzas Conjunto: “Nuestra fascinación por la Revolución en los asuntos militares [RMA] y la Transformación ha sido una vez más sacudida por las lecciones de la historia, mostrándonos el rol esencial del factor humano en la guerra. Nuestro entusiasmo por la tecnología no era otra cosa que la marca de nuestra propia cultura y el deseo irreal de dictar la conducta de la guerra según nuestras propias condiciones.” La crisis mayor del concepto que subyace a la guerra occidental moderna es por lo tanto conducido a poner en causa seriamente, no solamente las modalidades de la Transformación, pero igualmente su filosofía en general. Esta desemboca finalmente en una nueva doctrina cuyas consecuencias sobre la política exterior norteamericana están lejos de ser despreciables. Continúa en "Parte 2: El fin de la RMA (RMA = Revolution in Military Affaires)"[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 01:32 ---------- Previous post was at 01:29 ----------[/SIZE] [/COLOR]Continúación de: "Parte 1: El fin de la RMA (RMA = Revolution in Military Affaires)" ================================================== Una nueva doctrina Si hay una capacidad admirable en los ejércitos norteamericanos, es la de cuestionarse y adaptarse. El “can do spirit” [espíritu de poder hacer] les permite muy rápidamente invertir los credos de ayer. Nos impresiona constatar hoy como ha evolucionado profundamente el pensamiento doctrinario en seis años. Frente a la necesidad imperiosa de salir del terrible callejón sin salida en el que se metieron en Irak, luego de un primer período en que continuaron hundiéndose en esa desviación, el ejército norteamericano busca verdaderamente “volver a dar utilidad a la fuerza” según la expresión del General Ruper Smith (Reino Unido) (4). La primera revolución para los norteamericanos fue comprender que, si bien el pensamiento militar occidental - y particularmente el norteamericano -, ha sido durante largo tiempo monopolizado por la “guerra simétrica”, la “forma tradicional de la guerra es, de hecho, irregular”, que “la adaptación asimétrica durante la guerra es eterna”, que “los conflictos futuros serán dominados por guerras en medio de la población... las amenazas irregulares serán probablemente en adelante una amenaza dominante”, como afirma enfáticamente por primera vez un documento oficial de doctrina en 2006 (5), y lo repite regularmente en adelante el ministro Gates y el jefe de estado mayor ínter-ejército, Almirante Mullen. Estas comprobaciones lanzan el debate doctrinario. Como al pensamiento oficial se le hace difícil producir las nuevas ideas indispensables, se les da la palabra a los oficiales que se expresan con bastante libertad, tanto para criticar las acciones efectuadas como para proponer nuevas ideas. El general David Petraeus (quien se convertirá ulteriormente en comandante en jefe en Irak, de febrero 2007 a septiembre 2008), juega en este sentido un rol fundamental, cuando toma el mando del Combined Arms Center – CAC (Centro Combinado de Armas) en Fort Leavenworth. Desde allí engendran una corriente de reflexiones y de proposiciones fundadas sobre un regreso a la realidad, es decir, esencialmente, sobre la evidencia re descubierta de cuan central es el factor humano en la guerra. De allí despega que se vuelva a tomar en cuenta la predominancia de lo político sobre lo militar, la reintegración de lo militar en una “aproximación global” de las crisis, lo que conduce, en consecuencia, no a un rechazo de la tecnología, siempre considerada como un factor importante, pero al final de la “tecnologización” [esta palabra no existe en español] de la estrategia y a su re politización (6). Ésta evolución doctrinaria, iniciada y empujada por los ejércitos en contacto (US Army y US Marine Corps) fue acompañada por manuales de doctrina ínter ejércitos que a su vez toman nota del peso de la nueva realidad guerrera. Ésta se acentúa con el nombramiento (en septiembre 2007) a la cabeza del US JFCOM, el gran comandante ínter ejércitos norteamericano, y el ACT (comando estratégico para la transformación de la OTAN) del general del ejército (USMC) James N. Mattis. Éste oficial, de fuerte personalidad e incontestable experiencia operacional, cuestiona de entrada el principio mismo de la la Transformación, afirma al contrario el principio de la realidad y rechaza los modos de pensamiento que le parecen desfasados en relación a la realidad dialéctica de la guerra. Se trata, en particular, de las Effects-Based Operations (Operaciones Basadas en los Efectos) (7). Éste método de planificación/acción le parece que refleja una corriente mecánica y basada en la tecnología, que causó las dificultades norteamericanas. Así, del 2001 al 2009, la percepción brutal del límite de la herramienta militar como productora de eficacia política, condujo naturalmente a nuevas visiones políticas. Los EE.UU. Son guiados a relativizar uno de los factores de la potencia – la potencia militar – del que habían tenido la impresión que les confería una libertad y una capacidad de acción total sobre el medio de su polo único. ¿Donde nos encontramos hoy? Un impacto sobre las adquisiciones En el cuadro de esta nueva teoría doctrinaria, Robert Gates propuso re equilibrar profundamente los presupuestos. Según él, el departamento de Defensa invierte mucho más de lo necesario para prepararse para conflictos de tipo convencional muy improbables contra Rusia y China o para reforzar aún más su dominio marítimo o aéreo aunque no haya nadie que pueda competir con ellos. Los programas de armamento son revisados a la luz de su incidencia sobre las operaciones en curso y los proyectos futuristas son retrasados hasta que haya necesidades precisas, conceptos de empleo y estrategias de adquisición específicas. Así sucedió con el proyecto Future Combat System (FCS) del ejército norteamericano, que fue dramáticamente revisado a la baja debido al incremento exponencial de costos y su falta de adaptación a la guerras actuales. Lo mismo sucedió con el destructor DDG-1000, del cual se limitó su producción a tres ejemplares en curso de construcción, el proyecto de crucero de de próxima generación (CG-X) y del futuro bombardero que quedaran en los tableros de diseño hasta que no estén mejor definidos los conceptos de empleo y las necesidades tecnológicas derivadas. Otra víctima es el caza F-22 Raptor, cuyos costes en verdad han explotado: deseando aparatos “que puedan ser producidos en cantidades y costes viables”, Gates decidió detener la producción de aviones furtivos en donde se encontraban, es decir 187, reduciendo así en más de la mitad el objetivo inicial (8) Un impacto sobre los volúmenes de fuerza y los equilibrios entre los ejércitos Contrariamente a los postulados iniciales de las campañas “Enduring Freedom” e “Iraqi Freedom”, la guerra combatida muestra que se debe desplegar volúmenes importantes de personal en tierra. Serán desplegados 160.000 hombres en Irak en el momento de “surge” (en inglés “alza”) decidida por el Presidente Bush a comienzos del año 2007 y los efectivos en Afganistán , que eran 5.200 en 2002, alcanzarán al menos 70.000 a fines del 2009. La reducción de efectivos terrestres - que desde 1999 lleva a la US Army a 480.000 hombres y al Marine Corps a 170.000 – ha tropezado con la realidad. A partir de 2003, los efectivos del US Marine Corps y del US Army van a crecer de manera regular en cada escalón. En julio del 2007, el secretario Gates decidió un nuevo aumento que lleva los efectivos del US Army a 569.000 hombres (lo que corresponde a un aumento de casi 100.000 hombres en diez años) y los del Marine Corps a 200.000. Un impacto sobre la conducción de la guerra en Afganistán Es probablemente el reemplazo del general McKiernan, el 11 mayo 2009, comandante norteamericano de la ISAF, que constituye la decisión más emblemática de la evolución de doctrinas y de la percepción de la guerra. Ella sigue de cierto modo a las dimisiones provocadas en agosto 2008 del secretario de la Air Force y del jefe de estado mayor de la US Air Force. El asunto es emblemático porque el último reemplazo de un general comandante en jefe en un teatro de operaciones se remonta a casi 60 años cuando el Presidente Truman reemplazó al general MacArthur, comandante en jefe en Corea. Aquí la voluntad es verdaderamente de modificar la filosofía de las operaciones. Para Gates (9), “el punto es pensar de otro modo, de traer ojos nuevos sobre la situación; nuestra misión aquí requiere un nuevo pensamiento y nuevas aproximaciones”. En el fondo, lo que se le reprocha al general McKiernan es no haberse adherido con franqueza a la nueva corriente doctrinaria, de haber quedado en una postura “convencional”, basada antes que nada en la destrucción, que no podía comprender la nueva estrategia anunciada por el presidente Obama en febrero 2009. De otro modo, ésta voluntad de cambio se encuentra de golpe en las consignas dadas por el nuevo comandante de la ISAF, el general McChrystal. Ésta marca también el discurso que dirige al Pentágono a finales del mes de agosto y donde uno de los “leitmotivs” [temas dominantes] es simple: “debemos cambiar nuestra cultura operacional, debemos cambiar profundamente nuestro modo de operar y nuestra forma de pensar.” Es impresionante constatar a que punto la doctrina norteamericana evolucionó en diez años, al punto que evoca una verdadera revolución. En el 2002, una cierta ceguera sobre la capacidad de la herramienta militar contribuye al lanzamiento de la aventura de Irak, la percepción de la superioridad tecnológica norteamericana jugó un papel importante desde el nivel táctico al plano político. Hoy, las actitudes y los métodos son profundamente diferentes. Queda entre tanto conocer la perennidad de estas evoluciones cuya efectividad no se puede juzgar en períodos de un decenio. Remarcaremos en particular que si las guerras de Irak y de Afganistán han hecho evolucionar seriamente los espíritus de los ejércitos tocados en su corazón y en su carne por las nuevas formas de guerra (Army y Marine Corps), estas tuvieron un impacto más moderado en aquellos donde el equipo, técnicas y métodos de guerra, no fueron puestos en cuestión (10). También destacamos que si los ejércitos norteamericanos poseen una muy grande capacidad de adaptación, mayor que otros, están también señalados por una cultura estratégica muy marcada y especifica a tendencias frecuentemente más pesadas que la adaptación a las circunstancias: estas tendencias podrían llevar muy rápidamente la balanza hacia los errores anteriores. (1) Discurso de George W. Bush en la Ciudadela, el 23 septiembre 1999; retoma esta idea varias veces, en particular en la ocasión del bautismo del portaaviones Ronald Reagan, el 4 marzo 2001, y en la Academia Naval, el 25 mayo 2001. (2) Las mismas publicaciones mencionadas antes. (3) La sociología política notará que la guerra de Iraq puede parecer como un efecto de crecimiento histórico de una corriente de pensamiento político y de la aparición de nuevas capacidades técnicas conferidas por la RMA. El cuadro conceptual es por su parte el del agrandamiento (extención del modelo democrático y liberal) y del shapping (modelar el mundo para hacerlo permeable a las ideas e intereses norteamericanos) que, progresivamente, en el curso de la era Clinton, sustituyen al viejo paradigma central de la guerra fría, el de la contención. (4) Ruper Smith, L'utilité de la force (La utilidad de la fuerza), Coll. “Stratégies et doctrines”, Economica, París, 2007 (5) MCCDC, Marine Corps Operating Concepts for A Changing Security Environment, Quantico (6) Ver en particular Joseph Henrotin, La technologie militaire en question, Le cas américain, Coll. “Strategies et doctrines”, Economica, París, 2008. (7) Sobre éste método y su crítica, podemos remitirnos a Vincent Desportes, La Guerre Probable, 2da. Edición , Coll. “Strategies et doctrines”, Economica, París, 2008; y el artículo de l general Mattis en el Joint Forces Quarterly, 4to. Trimestre 2008 (traducido en DSI, No. 43, diciembre 2008) (8) El objetivo inicial era de 381 que descendió posteriormente a 243. (9) Declaraciones de 12 mayo 2009. (10) Es probable que las decisiones provocadas en agosto 2008 del secretario de la Air Force y del jefe de estado mayor del US Air Force, estén más ligadas a diferencias de interpretación que a problemas de “apropiación [en francés sécurisation] de material sensible” brutalmente re descubiertos e invocados oficialmente. [/QUOTE]
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