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<blockquote data-quote="ARGENTVS" data-source="post: 3642738" data-attributes="member: 93"><p>[URL unfurl="true"]https://www.rt.com/news/611768-europe-elites-geopolitical-black-hole/?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome[/URL]</p><p></p><p></p><h3>Débiles e inútiles: las élites de Europa occidental la han llevado a un declive histórico</h3><p>Una región que una vez dominó el mundo ahora se ha convertido en un agujero negro geopolítico</p><p></p><p>Las élites de Europa occidental tienen dos grandes temores en relación con la nueva administración estadounidense. Sorprendentemente, el desafío más serio no es la posible decisión de la administración Trump de buscar una confrontación militar con Rusia a través de Ucrania mientras recorta el gasto financiero. La raíz de su ansiedad está en otra parte.</p><p></p><p>Es ingenuo creer que la investidura de un nuevo presidente estadounidense significa un cambio revolucionario en la política interior o exterior de Washington. La mayoría de los objetivos proclamados a viva voz resultarán inalcanzables o se presentarán como victorias a pesar de sus fracasos. Sin embargo, incluso los objetivos declarados del equipo del presidente Donald Trump son suficientes para provocar fuertes emociones en Europa occidental, la región más humillantemente dependiente de Estados Unidos y, al mismo tiempo, el actor más parásito de la política global contemporánea.</p><p></p><p>Durante décadas, el "viejo mundo" ha estado atrapado en un estado de ambigüedad estratégica. Su columna vertebral militar y política quedó destrozada durante la Segunda Guerra Mundial. En primer lugar, la aplastante victoria de las armas rusas destruyó los últimos vestigios del militarismo continental. En segundo lugar, la política estadounidense de posguerra, consistente, aseguró que Europa occidental fuera sistemáticamente despojada de su capacidad para determinar su propio lugar en los asuntos globales. Gran Bretaña, la única gran potencia europea occidental que evitó la derrota, mantuvo cierto espíritu de lucha, pero sus recursos materiales han sido demasiado limitados durante mucho tiempo para actuar de manera independiente, dejándola atada al poder estadounidense.</p><p></p><p>En el caso de países como Alemania e Italia, el proceso fue sencillo: fueron derrotados y puestos bajo el control externo directo de Estados Unidos. En otros estados, Washington se basó en fomentar élites políticas y económicas que sirvieran a sus intereses. Con el tiempo, esta política llegó a su extremo lógico: hoy los líderes de Europa occidental son poco más que gerentes intermedios en el sistema de influencia global de Estados Unidos. No quedan estadistas genuinos en el poder en toda la región. </p><p></p><p>A cambio de esa sumisión, las élites y sociedades locales obtuvieron un acceso privilegiado a los beneficios de la globalización y adquirieron todo lo que necesitaban sin grandes luchas ni competencia. Este acuerdo ha creado una paradoja singular: mientras que el dominio global de Estados Unidos se basa en su fuerza, la posición de Europa occidental en el mundo se define por su debilidad.</p><p></p><p>Los políticos de la región hablan con frecuencia de superar esta debilidad, y el presidente francés, Emmanuel Macron, es el primero en hacerlo. Sin embargo, la realidad es que esas aspiraciones son poco más que retórica vacía. Las exigencias de la administración Trump para que aumenten el gasto en defensa no hacen más que poner de manifiesto esa dinámica.</p><p></p><p>Durante años, los líderes de Europa occidental han proclamado su compromiso de fortalecer sus ejércitos y prepararse para una posible confrontación con Rusia. Alemania, Francia y el Reino Unido han declarado su intención de aumentar el gasto militar y reforzar la infraestructura en Europa del Este. En este contexto, resulta desconcertante ver a estas élites expresar su preocupación por los llamados de Washington a asignar el 5% del PIB a la defensa. Si realmente están comprometidos con la confrontación con Rusia, ¿no deberían acoger con agrado estas demandas? ¿O sus declaraciones de intenciones son simplemente huecas?</p><p></p><p>Además, esas mismas personas suelen criticar a Estados Unidos por ignorar el derecho internacional y socavar las instituciones globales. Sin embargo, la historia revela la adhesión selectiva de la propia Europa occidental a esos principios. En 1999, las potencias europeas desempeñaron un papel destacado en la agresión ilegal de la OTAN contra la Yugoslavia soberana. Las fuerzas francesas por sí solas llevaron a cabo más bombardeos contra Serbia que sus homólogas estadounidenses. En 2011, las naciones de Europa occidental violaron flagrantemente una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Libia para asegurar el derrocamiento de Muammar Gaddafi. Y no olvidemos su entusiasta participación en las sanciones contra Rusia, que carecen de toda base en el derecho internacional.</p><p></p><p>En vista de ello, las quejas sobre las acciones de Washington suenan huecas. Ya se trate de un desprecio por los acuerdos internacionales o de la cuestión de los derechos humanos, las potencias de Europa occidental han actuado siempre en defensa de sus propios intereses mientras dan lecciones a los demás.</p><p></p><p>¿Qué es lo que realmente temen estas élites en lo que respecta a su relación con Washington? En primer lugar, temen perder su posición privilegiada. Su mayor temor es que algún día Estados Unidos se retire por completo de Europa y las deje a ellas solas para hacer frente a sus propios desafíos sin apoyo externo. Esta posibilidad ha sido objeto de intenso debate en círculos políticos y de expertos, pero incluso este temor parece infundado. Sin la presencia estadounidense, ¿quién exactamente las amenaza? Desde luego, no Rusia, que no tiene ningún interés en las ofensivas militares contra los principales estados de Europa occidental. Y para países como Alemania, Francia y Gran Bretaña, el destino de las naciones bálticas es de poca importancia.</p><p></p><p>Lo cierto es que esta dependencia de las élites respecto de Estados Unidos se ha convertido en una fuente de estancamiento. Tras siglos de una historia dinámica y turbulenta, Europa occidental se ha convertido en un actor pasivo en el escenario mundial, un "agujero negro" de la política internacional. Sus dirigentes temen cualquier cambio en su modo de vida habitual, ya que exigiría una verdadera responsabilidad y capacidad de toma de decisiones, cualidades que han abandonado hace tiempo en favor de la dependencia de Washington. </p><p></p><p>Dos escenarios posibles podrían alterar este status quo. El primero es la continuación a cualquier precio de una confrontación militar liderada por Estados Unidos con Rusia en Ucrania. Es probable que los recursos políticos estadounidenses sean suficientes para obligar a las naciones europeas a agotar aún más sus reservas financieras y militares en apoyo de Kiev. Sin embargo, este escenario podría acabar forzando negociaciones directas entre Rusia y Estados Unidos, que podrían conducir a un acuerdo de paz duradero que proteja los intereses de Rusia.</p><p></p><p></p><p>El segundo problema, y más profundo, es la falta de voluntad de Europa occidental para cambiar. Sus élites se aferran a su relación parasitaria con Washington y se resisten a cualquier reforma significativa o cambio estratégico. Esta parálisis deja a la región atrapada en su estado actual, incapaz de definir su propio futuro o desempeñar un papel significativo en los asuntos globales.</p><p></p><p>En definitiva, la decadencia de Europa occidental no es resultado de amenazas externas, sino de debilidad y complacencia internas. Es esta realidad la que transforma al lugar en un "agujero negro" geopolítico, incapaz de actuar de manera independiente y resignado a la irrelevancia en el escenario mundial.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="ARGENTVS, post: 3642738, member: 93"] [URL unfurl="true"]https://www.rt.com/news/611768-europe-elites-geopolitical-black-hole/?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome[/URL] [HEADING=2]Débiles e inútiles: las élites de Europa occidental la han llevado a un declive histórico[/HEADING] Una región que una vez dominó el mundo ahora se ha convertido en un agujero negro geopolítico Las élites de Europa occidental tienen dos grandes temores en relación con la nueva administración estadounidense. Sorprendentemente, el desafío más serio no es la posible decisión de la administración Trump de buscar una confrontación militar con Rusia a través de Ucrania mientras recorta el gasto financiero. La raíz de su ansiedad está en otra parte. Es ingenuo creer que la investidura de un nuevo presidente estadounidense significa un cambio revolucionario en la política interior o exterior de Washington. La mayoría de los objetivos proclamados a viva voz resultarán inalcanzables o se presentarán como victorias a pesar de sus fracasos. Sin embargo, incluso los objetivos declarados del equipo del presidente Donald Trump son suficientes para provocar fuertes emociones en Europa occidental, la región más humillantemente dependiente de Estados Unidos y, al mismo tiempo, el actor más parásito de la política global contemporánea. Durante décadas, el "viejo mundo" ha estado atrapado en un estado de ambigüedad estratégica. Su columna vertebral militar y política quedó destrozada durante la Segunda Guerra Mundial. En primer lugar, la aplastante victoria de las armas rusas destruyó los últimos vestigios del militarismo continental. En segundo lugar, la política estadounidense de posguerra, consistente, aseguró que Europa occidental fuera sistemáticamente despojada de su capacidad para determinar su propio lugar en los asuntos globales. Gran Bretaña, la única gran potencia europea occidental que evitó la derrota, mantuvo cierto espíritu de lucha, pero sus recursos materiales han sido demasiado limitados durante mucho tiempo para actuar de manera independiente, dejándola atada al poder estadounidense. En el caso de países como Alemania e Italia, el proceso fue sencillo: fueron derrotados y puestos bajo el control externo directo de Estados Unidos. En otros estados, Washington se basó en fomentar élites políticas y económicas que sirvieran a sus intereses. Con el tiempo, esta política llegó a su extremo lógico: hoy los líderes de Europa occidental son poco más que gerentes intermedios en el sistema de influencia global de Estados Unidos. No quedan estadistas genuinos en el poder en toda la región. A cambio de esa sumisión, las élites y sociedades locales obtuvieron un acceso privilegiado a los beneficios de la globalización y adquirieron todo lo que necesitaban sin grandes luchas ni competencia. Este acuerdo ha creado una paradoja singular: mientras que el dominio global de Estados Unidos se basa en su fuerza, la posición de Europa occidental en el mundo se define por su debilidad. Los políticos de la región hablan con frecuencia de superar esta debilidad, y el presidente francés, Emmanuel Macron, es el primero en hacerlo. Sin embargo, la realidad es que esas aspiraciones son poco más que retórica vacía. Las exigencias de la administración Trump para que aumenten el gasto en defensa no hacen más que poner de manifiesto esa dinámica. Durante años, los líderes de Europa occidental han proclamado su compromiso de fortalecer sus ejércitos y prepararse para una posible confrontación con Rusia. Alemania, Francia y el Reino Unido han declarado su intención de aumentar el gasto militar y reforzar la infraestructura en Europa del Este. En este contexto, resulta desconcertante ver a estas élites expresar su preocupación por los llamados de Washington a asignar el 5% del PIB a la defensa. Si realmente están comprometidos con la confrontación con Rusia, ¿no deberían acoger con agrado estas demandas? ¿O sus declaraciones de intenciones son simplemente huecas? Además, esas mismas personas suelen criticar a Estados Unidos por ignorar el derecho internacional y socavar las instituciones globales. Sin embargo, la historia revela la adhesión selectiva de la propia Europa occidental a esos principios. En 1999, las potencias europeas desempeñaron un papel destacado en la agresión ilegal de la OTAN contra la Yugoslavia soberana. Las fuerzas francesas por sí solas llevaron a cabo más bombardeos contra Serbia que sus homólogas estadounidenses. En 2011, las naciones de Europa occidental violaron flagrantemente una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Libia para asegurar el derrocamiento de Muammar Gaddafi. Y no olvidemos su entusiasta participación en las sanciones contra Rusia, que carecen de toda base en el derecho internacional. En vista de ello, las quejas sobre las acciones de Washington suenan huecas. Ya se trate de un desprecio por los acuerdos internacionales o de la cuestión de los derechos humanos, las potencias de Europa occidental han actuado siempre en defensa de sus propios intereses mientras dan lecciones a los demás. ¿Qué es lo que realmente temen estas élites en lo que respecta a su relación con Washington? En primer lugar, temen perder su posición privilegiada. Su mayor temor es que algún día Estados Unidos se retire por completo de Europa y las deje a ellas solas para hacer frente a sus propios desafíos sin apoyo externo. Esta posibilidad ha sido objeto de intenso debate en círculos políticos y de expertos, pero incluso este temor parece infundado. Sin la presencia estadounidense, ¿quién exactamente las amenaza? Desde luego, no Rusia, que no tiene ningún interés en las ofensivas militares contra los principales estados de Europa occidental. Y para países como Alemania, Francia y Gran Bretaña, el destino de las naciones bálticas es de poca importancia. Lo cierto es que esta dependencia de las élites respecto de Estados Unidos se ha convertido en una fuente de estancamiento. Tras siglos de una historia dinámica y turbulenta, Europa occidental se ha convertido en un actor pasivo en el escenario mundial, un "agujero negro" de la política internacional. Sus dirigentes temen cualquier cambio en su modo de vida habitual, ya que exigiría una verdadera responsabilidad y capacidad de toma de decisiones, cualidades que han abandonado hace tiempo en favor de la dependencia de Washington. Dos escenarios posibles podrían alterar este status quo. El primero es la continuación a cualquier precio de una confrontación militar liderada por Estados Unidos con Rusia en Ucrania. Es probable que los recursos políticos estadounidenses sean suficientes para obligar a las naciones europeas a agotar aún más sus reservas financieras y militares en apoyo de Kiev. Sin embargo, este escenario podría acabar forzando negociaciones directas entre Rusia y Estados Unidos, que podrían conducir a un acuerdo de paz duradero que proteja los intereses de Rusia. El segundo problema, y más profundo, es la falta de voluntad de Europa occidental para cambiar. Sus élites se aferran a su relación parasitaria con Washington y se resisten a cualquier reforma significativa o cambio estratégico. Esta parálisis deja a la región atrapada en su estado actual, incapaz de definir su propio futuro o desempeñar un papel significativo en los asuntos globales. En definitiva, la decadencia de Europa occidental no es resultado de amenazas externas, sino de debilidad y complacencia internas. Es esta realidad la que transforma al lugar en un "agujero negro" geopolítico, incapaz de actuar de manera independiente y resignado a la irrelevancia en el escenario mundial. [/QUOTE]
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