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<blockquote data-quote="ARGENTVS" data-source="post: 3729972" data-attributes="member: 93"><p>[URL unfurl="true"]https://www.rt.com/russia/622610-no-more-crutches-russias-neighbours/?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome[/URL]</p><p></p><h3>No más muletas: los vecinos de Rusia ahora deben valerse por sí mismos</h3><p>Sin imperio, no hay caridad: Moscú redefine su papel en Eurasia</p><p></p><p>A medida que se profundiza la inestabilidad global, el papel de Rusia en Eurasia —y la naturaleza de sus vínculos con los estados vecinos— vuelve a estar en el punto de mira. Moscú no tiene la misión de dominar a sus vecinos ni de imponerles una posición privilegiada. Sin embargo, debe garantizar que las futuras dependencias —económicas, políticas o de seguridad— no se produzcan a expensas de sus propios intereses nacionales. </p><p></p><p>Este delicado equilibrio ahora se está poniendo a prueba.</p><p></p><p>El verano de 2025 ha traído nuevas tensiones a Eurasia. El agravamiento de la crisis en torno a Irán podría fácilmente extenderse, afectando la cooperación internacional y la seguridad en toda la región. Mientras tanto, las relaciones entre Rusia y socios de larga data como Armenia —un aliado militar y económico formal— muestran una tensión visible. Incluso las fricciones con Azerbaiyán, aunque menos dramáticas, indican que el tejido geopolítico del sur de Eurasia está cambiando.</p><p></p><p>En medio de esta turbulencia, los vecinos de Rusia se enfrentan a un nuevo conjunto de decisiones. El continuo estancamiento entre Rusia y Occidente, sumado a la incertidumbre en la economía global, presenta tanto riesgos como oportunidades. Estos estados más pequeños ahora deben navegar en un panorama en rápida evolución, donde las alianzas tradicionales se sienten menos fiables y surgen nuevos polos de influencia. </p><p></p><p>A pesar de estas presiones, la influencia de Rusia sigue siendo evidente. En julio, Moscú reconoció formalmente al gobierno talibán en Afganistán, una decisión que refleja tanto realismo como cálculo estratégico. Si bien Estados Unidos aún mantiene una influencia global significativa, en particular a través de sus alianzas militares occidentales y su presencia en Oriente Medio, Rusia, China e India siguen influyendo en la dinámica regional de Eurasia.</p><p></p><p>Estas naciones, ya consolidadas como actores independientes y soberanos, se están adaptando a nuevas realidades: la integración económica, el cambio demográfico y la presión ambiental. Un ejemplo notable es la creciente cohesión entre las cinco repúblicas de Asia Central. Su cooperación podría fortalecer su capacidad de acción regional en los próximos años. Rusia ve este desarrollo con buenos ojos. Una Asia Central más resiliente, capaz de resolver sus propios desafíos, contribuye a la estabilidad regional general y hace que la cooperación sea más eficaz.</p><p></p><p>Sin embargo, nuevos desafíos se vislumbran en el horizonte. </p><p></p><p>En primer lugar, Oriente Medio seguirá siendo volátil. El resultado de la confrontación entre Israel e Irán sigue siendo incierto, pero sus efectos desestabilizadores ya se están extendiendo. La política exterior de Turquía, a menudo impredecible, añade mayor complejidad. Para países como Armenia y Azerbaiyán, estas dinámicas supondrán una prueba estratégica constante.</p><p></p><p>En segundo lugar, las economías energéticas de Azerbaiyán y Kazajistán siguen siendo vulnerables a las perturbaciones del mercado global. Una caída sostenida de los precios del petróleo y el gas, o el agotamiento de las reservas, podría amenazar a ambos países con una crisis interna. Gestionar este riesgo exigirá una planificación económica cuidadosa y diversificación.</p><p></p><p>En tercer lugar, el cambio climático está a punto de golpear duramente a Asia Central. El aumento de las temperaturas y la escasez de agua, sumados a las presiones demográficas, podrían convertirse en una auténtica crisis en la próxima década. </p><p></p><p>En cuarto lugar, y quizás el factor más importante, los vecinos de Rusia no están a salvo de la creciente inestabilidad de la política y la economía globales. Las grandes potencias pueden capear la volatilidad gracias a sus reservas y su fortaleza institucional. Los Estados más pequeños podrían no tener tanta suerte. Son conscientes de estas vulnerabilidades y se están preparando para ellas.</p><p></p><p>Esto, a su vez, plantea la pregunta: ¿qué tipo de relación deberían construir estos países con Rusia?</p><p></p><p>La geografía, la historia y la infraestructura compartida hacen que Rusia siga siendo una potencia central en el antiguo espacio soviético. Sin embargo, la naturaleza de este <em>«espacio»</em> está evolucionando. Las últimas tres décadas han presenciado el surgimiento de estados soberanos diferenciados con sus propias trayectorias políticas. La idea de una región <em>«postsoviética»</em> unificada se está desvaneciendo. La cooperación ahora depende menos de una ideología compartida o de estructuras pasadas, y más de intereses pragmáticos. </p><p></p><p>Rusia no pretende imponer su voluntad a estas naciones. Pero debe evitar cualquier acuerdo que permita que otros se beneficien del apoyo ruso —económico, de seguridad o político— sin reciprocidad. Esto no solo sería injusto, sino también estratégicamente peligroso.</p><p></p><p>En este sentido, los regímenes políticos de los países vecinos no son la principal preocupación. Lo importante es que sus alianzas con Rusia no socaven su soberanía ni su estabilidad a largo plazo. Moscú acoge con satisfacción la cooperación genuina, basada en el interés mutuo y la igualdad, pero no puede permitirse convertirse en un apoyo para los gobiernos incapaces o reacios a gestionar sus asuntos internos.</p><p></p><p>Este principio se aplica en todos los ámbitos: en el Cáucaso Meridional, en Asia Central y en Europa Oriental. Lo que se requiere es un enfoque coherente, firme y con visión de futuro para la política regional: uno que fomente la integración siempre que sea posible, pero que no tema proteger los intereses rusos cuando sea necesario.</p><p></p><p>Por supuesto, romper con viejos hábitos y suposiciones no será fácil. El legado de la Unión Soviética aún influye en las expectativas de ambas partes. Muchos gobiernos de la región siguen considerando a Rusia como el proveedor por defecto de seguridad y apoyo económico, incluso mientras estrechan lazos con otras potencias. Este enfoque dual es insostenible. </p><p></p><p>Es hora de un nuevo modelo: uno en el que Rusia no sea la garante del equilibrio regional, sino un actor entre iguales. Un socio, no un mecenas. En un sistema así, la cooperación ya no se basaría en sentimientos o inercias históricas, sino en beneficios recíprocos claramente definidos.</p><p></p><p>Para lograrlo, Rusia debe actuar con paciencia estratégica y claridad de propósito. Debe apoyar a sus vecinos cuando ello contribuya a objetivos comunes. Pero también debe establecer límites claros, garantizando que sus recursos, prestigio y posición geopolítica no se desperdicien en acuerdos que generen pocos beneficios.</p><p></p><p>En un mundo que se inclina hacia una mayor incertidumbre y una competencia multipolar, el papel de Rusia en su propio vecindario sigue siendo vital. Pero debe ser un papel moldeado no por la nostalgia ni la caridad, sino por el realismo, la prudencia y una firme defensa del interés nacional.</p><p></p><p>Sólo entonces podrán surgir asociaciones duraderas y equilibradas en el vasto y cambiante espacio de Eurasia.</p><p></p><p></p><p></p><p><em>Este artículo fue publicado por primera vez en <a href="https://ru.valdaiclub.com/a/highlights/rossiya-i-eye-sosedi-neopredelyennost/" target="_blank">Valdai Discussion Club</a> , traducido y editado por el equipo de RT.</em></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="ARGENTVS, post: 3729972, member: 93"] [URL unfurl="true"]https://www.rt.com/russia/622610-no-more-crutches-russias-neighbours/?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome[/URL] [HEADING=2]No más muletas: los vecinos de Rusia ahora deben valerse por sí mismos[/HEADING] Sin imperio, no hay caridad: Moscú redefine su papel en Eurasia A medida que se profundiza la inestabilidad global, el papel de Rusia en Eurasia —y la naturaleza de sus vínculos con los estados vecinos— vuelve a estar en el punto de mira. Moscú no tiene la misión de dominar a sus vecinos ni de imponerles una posición privilegiada. Sin embargo, debe garantizar que las futuras dependencias —económicas, políticas o de seguridad— no se produzcan a expensas de sus propios intereses nacionales. Este delicado equilibrio ahora se está poniendo a prueba. El verano de 2025 ha traído nuevas tensiones a Eurasia. El agravamiento de la crisis en torno a Irán podría fácilmente extenderse, afectando la cooperación internacional y la seguridad en toda la región. Mientras tanto, las relaciones entre Rusia y socios de larga data como Armenia —un aliado militar y económico formal— muestran una tensión visible. Incluso las fricciones con Azerbaiyán, aunque menos dramáticas, indican que el tejido geopolítico del sur de Eurasia está cambiando. En medio de esta turbulencia, los vecinos de Rusia se enfrentan a un nuevo conjunto de decisiones. El continuo estancamiento entre Rusia y Occidente, sumado a la incertidumbre en la economía global, presenta tanto riesgos como oportunidades. Estos estados más pequeños ahora deben navegar en un panorama en rápida evolución, donde las alianzas tradicionales se sienten menos fiables y surgen nuevos polos de influencia. A pesar de estas presiones, la influencia de Rusia sigue siendo evidente. En julio, Moscú reconoció formalmente al gobierno talibán en Afganistán, una decisión que refleja tanto realismo como cálculo estratégico. Si bien Estados Unidos aún mantiene una influencia global significativa, en particular a través de sus alianzas militares occidentales y su presencia en Oriente Medio, Rusia, China e India siguen influyendo en la dinámica regional de Eurasia. Estas naciones, ya consolidadas como actores independientes y soberanos, se están adaptando a nuevas realidades: la integración económica, el cambio demográfico y la presión ambiental. Un ejemplo notable es la creciente cohesión entre las cinco repúblicas de Asia Central. Su cooperación podría fortalecer su capacidad de acción regional en los próximos años. Rusia ve este desarrollo con buenos ojos. Una Asia Central más resiliente, capaz de resolver sus propios desafíos, contribuye a la estabilidad regional general y hace que la cooperación sea más eficaz. Sin embargo, nuevos desafíos se vislumbran en el horizonte. En primer lugar, Oriente Medio seguirá siendo volátil. El resultado de la confrontación entre Israel e Irán sigue siendo incierto, pero sus efectos desestabilizadores ya se están extendiendo. La política exterior de Turquía, a menudo impredecible, añade mayor complejidad. Para países como Armenia y Azerbaiyán, estas dinámicas supondrán una prueba estratégica constante. En segundo lugar, las economías energéticas de Azerbaiyán y Kazajistán siguen siendo vulnerables a las perturbaciones del mercado global. Una caída sostenida de los precios del petróleo y el gas, o el agotamiento de las reservas, podría amenazar a ambos países con una crisis interna. Gestionar este riesgo exigirá una planificación económica cuidadosa y diversificación. En tercer lugar, el cambio climático está a punto de golpear duramente a Asia Central. El aumento de las temperaturas y la escasez de agua, sumados a las presiones demográficas, podrían convertirse en una auténtica crisis en la próxima década. En cuarto lugar, y quizás el factor más importante, los vecinos de Rusia no están a salvo de la creciente inestabilidad de la política y la economía globales. Las grandes potencias pueden capear la volatilidad gracias a sus reservas y su fortaleza institucional. Los Estados más pequeños podrían no tener tanta suerte. Son conscientes de estas vulnerabilidades y se están preparando para ellas. Esto, a su vez, plantea la pregunta: ¿qué tipo de relación deberían construir estos países con Rusia? La geografía, la historia y la infraestructura compartida hacen que Rusia siga siendo una potencia central en el antiguo espacio soviético. Sin embargo, la naturaleza de este [I]«espacio»[/I] está evolucionando. Las últimas tres décadas han presenciado el surgimiento de estados soberanos diferenciados con sus propias trayectorias políticas. La idea de una región [I]«postsoviética»[/I] unificada se está desvaneciendo. La cooperación ahora depende menos de una ideología compartida o de estructuras pasadas, y más de intereses pragmáticos. Rusia no pretende imponer su voluntad a estas naciones. Pero debe evitar cualquier acuerdo que permita que otros se beneficien del apoyo ruso —económico, de seguridad o político— sin reciprocidad. Esto no solo sería injusto, sino también estratégicamente peligroso. En este sentido, los regímenes políticos de los países vecinos no son la principal preocupación. Lo importante es que sus alianzas con Rusia no socaven su soberanía ni su estabilidad a largo plazo. Moscú acoge con satisfacción la cooperación genuina, basada en el interés mutuo y la igualdad, pero no puede permitirse convertirse en un apoyo para los gobiernos incapaces o reacios a gestionar sus asuntos internos. Este principio se aplica en todos los ámbitos: en el Cáucaso Meridional, en Asia Central y en Europa Oriental. Lo que se requiere es un enfoque coherente, firme y con visión de futuro para la política regional: uno que fomente la integración siempre que sea posible, pero que no tema proteger los intereses rusos cuando sea necesario. Por supuesto, romper con viejos hábitos y suposiciones no será fácil. El legado de la Unión Soviética aún influye en las expectativas de ambas partes. Muchos gobiernos de la región siguen considerando a Rusia como el proveedor por defecto de seguridad y apoyo económico, incluso mientras estrechan lazos con otras potencias. Este enfoque dual es insostenible. Es hora de un nuevo modelo: uno en el que Rusia no sea la garante del equilibrio regional, sino un actor entre iguales. Un socio, no un mecenas. En un sistema así, la cooperación ya no se basaría en sentimientos o inercias históricas, sino en beneficios recíprocos claramente definidos. Para lograrlo, Rusia debe actuar con paciencia estratégica y claridad de propósito. Debe apoyar a sus vecinos cuando ello contribuya a objetivos comunes. Pero también debe establecer límites claros, garantizando que sus recursos, prestigio y posición geopolítica no se desperdicien en acuerdos que generen pocos beneficios. En un mundo que se inclina hacia una mayor incertidumbre y una competencia multipolar, el papel de Rusia en su propio vecindario sigue siendo vital. Pero debe ser un papel moldeado no por la nostalgia ni la caridad, sino por el realismo, la prudencia y una firme defensa del interés nacional. Sólo entonces podrán surgir asociaciones duraderas y equilibradas en el vasto y cambiante espacio de Eurasia. [I]Este artículo fue publicado por primera vez en [URL='https://ru.valdaiclub.com/a/highlights/rossiya-i-eye-sosedi-neopredelyennost/']Valdai Discussion Club[/URL] , traducido y editado por el equipo de RT.[/I] [/QUOTE]
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