Muerte del subteniente Silva en Tumbledown

oscarteves

Colaborador
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Corrientes, 29/03/2007 - Fuente Diario EL Litoral
UN EX SOLDADO QUE FUE EL ULTIMO SOBREVIVIENTE DE SU DIVISION
Ramón vio la cara de la muerte en las islas, hoy sufre por los años de olvido
El correntino recordó la batalla en que apenas salvó su vida después de un combate intenso y el repliegue por un campo minado. Volvió de la guerra, pero vivió con sus compañeros los años de desatenciones. “Son 25 años de olvido”, dice con “bronca y mucha impotencia”.
GUSTAVO LESCANO
DE LA REDACCION
Bombardeo interminable y lluvias de disparos en la noche más fría de su vida; desesperación y muerte; corridas y más muertes; descenso del cerro y reencuentro con tropas argentinas; rostro ensangrentado y ansiedad ciega por volver a rescatar a sus camaradas; paso inexplicable por un campo minado sin un rasguño y fin de la guerra; abordo a último momento del buque que lo traerá al continente y final de una pesadilla que sin embargo siempre retornará.
Un cuarto de siglo después no se borra de su mente esas escenas encadenadas como “saltos” de un film en blanco y negro. Particularmente aquella imagen en la que agoniza en sus brazos el jefe de su grupo, desangrándose por la bala mortal que le atravesó el cuerpo desde la espalda. Hoy, de la pinacoteca interior de Ramón retornan esas imágenes del ‘82 pero cargadas como nunca de bronca por los años de abandono en la posguerra.
Vio de cerca la cara de la muerte en las islas y ahora sufre por las dos décadas y media de tantas sombras de olvido sobre los ex combatientes. La rabia e impotencia fluyen de sus ojos, aún cristalizados por recordar ese momento que le cambió la vida.
Haber sido el último sobreviviente de su división después de esa madrugada mortal apenas es una anécdota, como lo es poder encontrar un explicación sobre su “inmune” cruce entre las bombas enterradas y su aparición después de dos día de haber terminado el conflicto. Nada es más trascendente en su reflexión sobre el 25º aniversario de la guerra frente al amplio sufrimiento de sus camaradas que, como él, esquivaron el sombrío e inmutable rostro de la muerte. Nada se compara a la casi ausente valoración real hacia los héroes que murieron en combate.
“Me da mucha bronca e impotencia, porque fueron 25 años de olvido, 25 años...”, alcanza a decir Ramón Aguirre y se queda unos segundos sin palabras en la entrevista con El Litoral. Pierde su mirada en algún punto de la vereda de enfrente en este fin de marzo de 2007, mientras no deja de girar entre sus manos el destornillador con el que terminaba de ajustar la cadena de la moto de su hijo cuando comenzó la charla en el frente de su casa.
A Ramón le duele la posguerra, por él y sus compañeros. Sus ojos lo afirman, pese al perfil rudo pero sereno que lleva este hombre morocho, de estatura baja, hombros anchos y marcados bíceps al aire. Y en ese dolor interior están también los que murieron en Malvinas: “Los héroes son los que quedaron allá. Nosotros somos representantes para contarlo y valorarlos”, acentúa Ramón sin soltar el destornillador que empuña cada vez con más fuerza.
Los primeros meses como ex combatiente fueron difíciles para conseguir un trabajo. “Me acuerdo que a poco del regreso a Malvinas nos acercamos con otros compañeros a la Casa de Gobierno para pedir trabajo, pero el entonces gobernador general (Juan Alberto) Pita prácticamente nos expulsó del lugar acusándonos de ‘terroristas’”, contó aún sin entender esa reacción.
Después de tanto andar, Ramón logró ingresar a la Policía como agente. Actualmente, con el grado de sargento primero analiza optar por el retiro voluntario especial para ex combatientes. Lo hace en su casa del barrio de siempre, el Belgrano, y en compañía de su familia: Graciela, su esposa, y sus hijos Horacio (de 20 años), Natalia (18), Marcelo (14) y Alejandro (11). Los dos últimos eran testigos del relato de su padre sobre ese tema que desde chico escucharon y que ya es parte de ellos: Malvinas.
Fuego y niebla en noche
Ramón Aguirre integró las filas del Regimiento 4 de Infantería, Compañía “A”, que fue a las islas. Aquella noche del bombardeo interminable estaba con sus compañeros de sección en los pozos “del zorro” hasta que en la madrugada se enfrentaron en combate cuerpo a cuerpo. Entre las 4 y la 5, en medio de la oscuridad, los fogonazos y la niebla, cae herido a 50 metros de él un soldado. Sale a buscarlo el jefe de la división, Oscar Silva, pero también es herido a pocos metros. “Salto de mi trinchera para asistir al oficial, llego hasta él y lo sostengo entre mis brazos. Es ahí donde veo que pierde mucha sangre porque el disparo le atravesó desde la espalda: termina su vida prácticamente en mis brazos”, describe -con tono dramático- Ramón.
Así, “sin jefe que nos oriente, resistimos el avance rápido de los ingleses, pero como estaba fuera de la trinchera decido ponerme el poncho de plástico y me quedo tirado, simulando que estoy muerto. Los otros dos permanecieron en el pozo”. Fue en esas horas interminables que “vi a un colega ser fusilado por las tropas inglesas que ya tomaron el lugar. Por la neblina no sé si era un soldado o un oficial, pero pedía por favor que no lo mataran y de todas formas lo hicieron”, cuenta el ex combatiente con esa imagen en su cabeza.
“Después, cuando la neblina se disipa un poco y se expande la luz de la luna, nos preguntamos qué hacemos. Resistimos un poco más y después salimos. Cuando bajamos el cerro uno de mis compañeros cae herido por un disparo por la espalda. Seguimos corriendo y la esquirla de un mortero mata a mi otro compañero y en esa explosión una fragmento de piedra me corta la frente”, cuenta casi sin una pausa mientras señala con su índice una línea imaginaria desde su ceja derecha hasta el cuero cabelludo.
Ensangrentado y aturdido sigue replegándose por muchas horas hasta que se topa con gente de otro Regimiento. El oficial a cargo le pide que se tranquilice porque “todo está prácticamente terminado” en respuesta a su desesperación por volver a buscar a sus compañeros. Cuando estaba más calmo, el oficial le pregunta si sabe por dónde caminó, y ante la ignorancia de Ramón le muestra en un mapa: había atravesado un campo minado. “Ni idea tenía. Y hasta hoy no supe cómo no me pasó nada”, dice sorprendido. Tampoco sabe cómo llegó al encuentro de la tropa argentina con un fusil en cada mano.
Así terminaron esas horas de pesadilla para quien sería el último sobreviviente de su sección.
Luego llegará el momento del viaje de regreso en buque, al que subió apenas media hora antes de que parta hacia el continente. Allí, a miles de kilómetros de él, su familia lo daba por desaparecido y las lágrimas de sus viejos en el reencuentro le dieron la fuerza para empezar a vivir los años de olvido. Tiempo de broncas por los reclamos no atendidos, de honores a los héroes, de Malvinas en el corazón.
 

AIMARA

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Pero el subteniente Silva fallece combatiendo junto al Tte Vazquez con la 4° sec. Nacar la noche del 13 para el 14 de Junio
 
Aimara, que tal? Tenes razon en lo que decis, pero acordate que el que redacto la nota, como generalmente pasa con los periodistas no especializados en el tema, no sabe un pomo sobre el conflicto, no aclara nada sobre ubicaciones de las unidades y termina confundiendo mas las cosas. Pero lo esencial es el relato del soldado. Acordate que Silva estaba en Dos Hermanas y se replego a Tumbledown.

Un abrazo
Hernan
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Silva muere definitivamente en el Tumbledown, de hecho en el libro del CLIM Robacio da un esquema de donde estaban los efectivos del EA y aclara cual fue herido o muerto.

Igual, creo que como dice Hernan, cuando se pretenden hacer este tipo de notas, deberia haber alguien que tenga en claro y asista con mapas y fotos a quien va a recordar los sucesos.
 
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