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Las campañas de Napoleon
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<blockquote data-quote="Pavía" data-source="post: 853737" data-attributes="member: 10030"><p>Pavía desde su base operacional de Ciaño.</p><p></p><p>1º.- TOMANDO EL MANDO. Marco general de la campaña</p><p></p><p>Niza, 27 de marzo de 1796. El desanimado ejército francés de Italia está formado para recibir a un pequeño general enviado desde Paris con una misión clara: recomponer las maltrechas líneas francesas frente a la inminente ofensiva de los austriacos y aliados.</p><p>El espectáculo es desolador. Los soldados de tienen un aspecto lamentable: harapientos, hambrientos, con sus ideales revolucionados perdidos en el oscuro agujero que es su estómago, hartos de no recibir el dinero que se les debe. Y ahora tienen ante ellos al “héroe de Toulon”, que para nada les impresiona. ¿Qué puede hacer aquel enano corso para remediar su situación? </p><p>Sin embargo, las palabras del joven general captan su atención: nada de misiones republicanas de expansión de sus ideas revolucionarias, nada sobre los derechos humanos implantados por la República… “¡Soldados!” habla Napoleón “tenéis hambre y estáis desnudos. El gobierno os debe mucho dinero pero no puede pagaros nada. La paciencia y el coraje que habéis demostrado en medio de estas rocas son admirables, pero no os reportan gloria alguna – ni siquiera os alcanza el más mínimo de sus destellos-. Os voy a conducir a las llanuras más fértiles de la tierra. Ricas regiones y ciudades opulentas estarán a vuestros pies. Allí encontraréis el honor, la riqueza y la gloria. ¡Soldados de Italia! ¿Acaso os van a faltar el calor y la fortaleza?”</p><p></p><p><img src="http://www.biografiasyvidas.com/monografia/napoleon/fotos/napoleon_joven.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p><span style="color: red">Retrato de un joven Napoleón</span></p><p></p><p></p><p>Dejando a un lado la veracidad o no de estas palabras (recordadas por el ogro corso desde Santa Elena, ergo poco fiables), está claro el mensaje. Tenéis hambre y frío, pues bien seguidme que vamos a saquear Italia, y pobre del que se nos interponga.</p><p></p><p>La distribución estratégica de los soldados franceses no es precisamente buena. Dispersos en pequeños contingentes, expuestos a los ataques de la flota británica comandada por el cuasi-mítico Nelson, de los bandoleros (que no guerrilleros, eso aparecería en España años más tarde) “barbas”, y de las tropas austriacas y piamontesas superiores en número aunque, afortunadamente, con un despliegue muy poco ofensivo. Los suministros del ejército padecían del mal endémico de la corrupción institucionalizada, ya que dependían de los civiles. Poco podían conseguir los soldados de las esquilmadas laderas rocosas del Piamonte, así que las promesas de avanzar por veraces valles, entrando a saco en ricas ciudades debió de parecerles francamente “interesantes”. Ya que había que morir, al menos que fuera con el estómago y los bolsillos llenos.</p><p>Desde su fundación como ejército independiente en 1.792 con unos 106.000 soldados había visto sus filas clarear y llegar pocos refuerzos. Cuatro años más tarde, en el momento de la sustitución de Schérer por Napoleón, deserciones, bajas y muertes habían menguado los efectivos a 63.000, de los cuales solo 37.000 estaban en formaciones de batalla inmediata con 60 cañones. Además ni soñar con reemplazos que la República dedicada por sistema a la lucha en la Selva Negra.</p><p></p><p>Si embargo Napoleón se siente motivado, esos son sus hombres y ahora está demasiado lejos de Paris como para que los políticos se interpongan. Se sabe superior, con su carácter corso latiendo en sus venas en plena efervescencia, y comprende que todo su estudio sistemático del arte de la guerra (siempre lee todo lo habido y por haber sobre el territorio en el que va a combatir, y sobre las técnicas y estrategias militares) le confiere una ventaja sobre los generales de origen aristocrático a los que se enfrentará, demasiado mediatizados por los lentos sistemas de avance estratégicos e incluso táctico de sus ejércitos.</p><p>Por mediación de Berthier (que con el paso de los años será su imprescindible jefe de estado mayor) reúne a sus tres generales al mando el 27 de marzo.</p><p> Sérurier. 53 años, adusto, formado en el antiguo Ejército Real. Metódico y defensor de la disciplina férrea. Virtudes militares no muy altas.</p><p> Augereau: 38 años, aventurero, desertor de la Caballería Real, luchó en el ejército ruso contra los turcos, en la Guardia de Federico el Grande, maestro de esgrima en Dresde… En 1.792 regresa a Francia donde es nombrado ¡general! Toda su vida hablaría como en los bajos fondos de Paris, lo que sin duda le daba un aspecto cercano a sus hombres. Tan hábil para localizar los puntos débiles del enemigo como para conseguir un buen botín (lo que le meterá en muchos líos innecesarios).</p><p> Massena: 38 años, había servido junto a Napoleón en Toulon. Contrabandista de joven en las montañas de Sabaya, después de licenciarse del ejército donde tenía grado de alférez, regresa en 1.792 ingresando en el ejército revolucionario, siendo ya en 1.795 un famoso general al mando del Ejército de Italia (vencedor en la Batalla de Loano). Puntos flacos: el dinero y las mujeres. Con el paso del tiempo sería unos de los generales en los que Napoleón más podría confiar.</p><p></p><p>Junto a ellos formarían al mando del ejército hombres a los que Europa pronto aprendería a temer. Berthier (ya mencionado), el joven oficial de caballería gascón Murat, Junot (sargento en Toulon, comandante en Italia), Luis Bonaparte y el joven de 22 años Marmont.</p><p>El Directorio no quería que Italia se convirtiera en un escenario principal, por ello abogaba por una guerra ofensiva de flanco: tenía que pacificar el norte de Italia, distrayendo efectivos austriacos al frente principal del Rin. Después avanzar hacia el Tirol donde se uniría a Moreau, para avanzar con el grueso del ejército francés hacia Viena… cosa que napoleón decidió hacer a su manera, vamos, atacando se defiende uno mejor. Sus opciones reales eran estas: adentrarse en los Alpes y dejar morir de hambre a sus hombres o lanzarse sobre las veraces llanuras de Lombardía y el río Po.</p><p>El dispositivo austriaco en esta zona parecía un inmenso cuadrilátero: al Norte los Alpes y como vértices principales Génova, Milán y Mantua. Hacia el dominio de esta zona será hacia donde Napoleón dirigirá todos sus esfuerzos.</p><p>Para ello aprovechará el creciente descontento de los diversos principados italianos frente a la ocupación austriaca, la frágil posición de Víctor Amadeo de Saboya, al que cree que podrá forzar militarmente a abandonar su alianza con Austria, liberando su flanco terrestre.</p><p>Sin embargo la combinación de los ejércitos austriacos, de conseguir aunarse, sin duda demolería cualquier esfuerzo francés ahogado por la abrumadora superioridad numérica de los ejércitos de Viena y aliados.</p><p></p><p>El ejército Austriaco estaba al mando de Beaulieu, 72 años, competente pero con la iniciativa constreñida por la enervante intromisión del Consejo Áulico de Viena. Contaba con tres ejércitos a su mando.</p><p>• Directamente a sus órdenes 19.500 hombres, pero dispersos en guarniciones con centro en Alessandria (casi la mitad), y el resto al mando de los generales Pitón y Wukassovitch teóricamente aprestados para el combate.</p><p>• Argenteau, con 11.500, concentrados alrededor de Acqui (pero pareciendo un inmenso rosario entre Carcare y Genova.</p><p>• Colli con 20.000 piamonteses apoyados por un destacamento austriaco al mando de Provera. Diseminados en la línea desde Cuneo hasta Ceva y Cosseira, vigilando los pasos occidentales por los que los franceses podrían entrar en Piamonte. </p><p></p><p>También había 20.000 piamonteses en Turín, al mando de Corrigan, pero que “cuidaban” las posiciones francesas en los Alpes (el general francés al mando de ese ejército era Kellermann. Se anulaban mutuamente, con lo que sus posiciones se mantendrían fijas no interviniendo directamente en la campaña.</p><p>El ejército de campaña francés contaba con 37.000 soldados (famélicos y con pocos pertrechos) para hacer frente a los diseminados 52.000 soldados austriacos y piamonteses. Si conseguían concentrar sus fuerzas contra los franceses estos estarían perdidos, pero su dispersión y la desconfianza entre los mandos aliados sería un pesado lastre que Napoleón sabría explotar.</p><p><a href="http://www.dean.usma.edu/history/web03/atlases/napoleon/napoleon%20pages/italian_central_position.htm" target="_blank">http://www.dean.usma.edu/history/web03/atlases/napoleon/napoleon pages/italian_central_position.htm</a></p><p></p><p>Sin más se despide Pavía desde Asturias.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Pavía, post: 853737, member: 10030"] Pavía desde su base operacional de Ciaño. 1º.- TOMANDO EL MANDO. Marco general de la campaña Niza, 27 de marzo de 1796. El desanimado ejército francés de Italia está formado para recibir a un pequeño general enviado desde Paris con una misión clara: recomponer las maltrechas líneas francesas frente a la inminente ofensiva de los austriacos y aliados. El espectáculo es desolador. Los soldados de tienen un aspecto lamentable: harapientos, hambrientos, con sus ideales revolucionados perdidos en el oscuro agujero que es su estómago, hartos de no recibir el dinero que se les debe. Y ahora tienen ante ellos al “héroe de Toulon”, que para nada les impresiona. ¿Qué puede hacer aquel enano corso para remediar su situación? Sin embargo, las palabras del joven general captan su atención: nada de misiones republicanas de expansión de sus ideas revolucionarias, nada sobre los derechos humanos implantados por la República… “¡Soldados!” habla Napoleón “tenéis hambre y estáis desnudos. El gobierno os debe mucho dinero pero no puede pagaros nada. La paciencia y el coraje que habéis demostrado en medio de estas rocas son admirables, pero no os reportan gloria alguna – ni siquiera os alcanza el más mínimo de sus destellos-. Os voy a conducir a las llanuras más fértiles de la tierra. Ricas regiones y ciudades opulentas estarán a vuestros pies. Allí encontraréis el honor, la riqueza y la gloria. ¡Soldados de Italia! ¿Acaso os van a faltar el calor y la fortaleza?” [img]http://www.biografiasyvidas.com/monografia/napoleon/fotos/napoleon_joven.jpg[/img] [color=red]Retrato de un joven Napoleón[/color] Dejando a un lado la veracidad o no de estas palabras (recordadas por el ogro corso desde Santa Elena, ergo poco fiables), está claro el mensaje. Tenéis hambre y frío, pues bien seguidme que vamos a saquear Italia, y pobre del que se nos interponga. La distribución estratégica de los soldados franceses no es precisamente buena. Dispersos en pequeños contingentes, expuestos a los ataques de la flota británica comandada por el cuasi-mítico Nelson, de los bandoleros (que no guerrilleros, eso aparecería en España años más tarde) “barbas”, y de las tropas austriacas y piamontesas superiores en número aunque, afortunadamente, con un despliegue muy poco ofensivo. Los suministros del ejército padecían del mal endémico de la corrupción institucionalizada, ya que dependían de los civiles. Poco podían conseguir los soldados de las esquilmadas laderas rocosas del Piamonte, así que las promesas de avanzar por veraces valles, entrando a saco en ricas ciudades debió de parecerles francamente “interesantes”. Ya que había que morir, al menos que fuera con el estómago y los bolsillos llenos. Desde su fundación como ejército independiente en 1.792 con unos 106.000 soldados había visto sus filas clarear y llegar pocos refuerzos. Cuatro años más tarde, en el momento de la sustitución de Schérer por Napoleón, deserciones, bajas y muertes habían menguado los efectivos a 63.000, de los cuales solo 37.000 estaban en formaciones de batalla inmediata con 60 cañones. Además ni soñar con reemplazos que la República dedicada por sistema a la lucha en la Selva Negra. Si embargo Napoleón se siente motivado, esos son sus hombres y ahora está demasiado lejos de Paris como para que los políticos se interpongan. Se sabe superior, con su carácter corso latiendo en sus venas en plena efervescencia, y comprende que todo su estudio sistemático del arte de la guerra (siempre lee todo lo habido y por haber sobre el territorio en el que va a combatir, y sobre las técnicas y estrategias militares) le confiere una ventaja sobre los generales de origen aristocrático a los que se enfrentará, demasiado mediatizados por los lentos sistemas de avance estratégicos e incluso táctico de sus ejércitos. Por mediación de Berthier (que con el paso de los años será su imprescindible jefe de estado mayor) reúne a sus tres generales al mando el 27 de marzo. Sérurier. 53 años, adusto, formado en el antiguo Ejército Real. Metódico y defensor de la disciplina férrea. Virtudes militares no muy altas. Augereau: 38 años, aventurero, desertor de la Caballería Real, luchó en el ejército ruso contra los turcos, en la Guardia de Federico el Grande, maestro de esgrima en Dresde… En 1.792 regresa a Francia donde es nombrado ¡general! Toda su vida hablaría como en los bajos fondos de Paris, lo que sin duda le daba un aspecto cercano a sus hombres. Tan hábil para localizar los puntos débiles del enemigo como para conseguir un buen botín (lo que le meterá en muchos líos innecesarios). Massena: 38 años, había servido junto a Napoleón en Toulon. Contrabandista de joven en las montañas de Sabaya, después de licenciarse del ejército donde tenía grado de alférez, regresa en 1.792 ingresando en el ejército revolucionario, siendo ya en 1.795 un famoso general al mando del Ejército de Italia (vencedor en la Batalla de Loano). Puntos flacos: el dinero y las mujeres. Con el paso del tiempo sería unos de los generales en los que Napoleón más podría confiar. Junto a ellos formarían al mando del ejército hombres a los que Europa pronto aprendería a temer. Berthier (ya mencionado), el joven oficial de caballería gascón Murat, Junot (sargento en Toulon, comandante en Italia), Luis Bonaparte y el joven de 22 años Marmont. El Directorio no quería que Italia se convirtiera en un escenario principal, por ello abogaba por una guerra ofensiva de flanco: tenía que pacificar el norte de Italia, distrayendo efectivos austriacos al frente principal del Rin. Después avanzar hacia el Tirol donde se uniría a Moreau, para avanzar con el grueso del ejército francés hacia Viena… cosa que napoleón decidió hacer a su manera, vamos, atacando se defiende uno mejor. Sus opciones reales eran estas: adentrarse en los Alpes y dejar morir de hambre a sus hombres o lanzarse sobre las veraces llanuras de Lombardía y el río Po. El dispositivo austriaco en esta zona parecía un inmenso cuadrilátero: al Norte los Alpes y como vértices principales Génova, Milán y Mantua. Hacia el dominio de esta zona será hacia donde Napoleón dirigirá todos sus esfuerzos. Para ello aprovechará el creciente descontento de los diversos principados italianos frente a la ocupación austriaca, la frágil posición de Víctor Amadeo de Saboya, al que cree que podrá forzar militarmente a abandonar su alianza con Austria, liberando su flanco terrestre. Sin embargo la combinación de los ejércitos austriacos, de conseguir aunarse, sin duda demolería cualquier esfuerzo francés ahogado por la abrumadora superioridad numérica de los ejércitos de Viena y aliados. El ejército Austriaco estaba al mando de Beaulieu, 72 años, competente pero con la iniciativa constreñida por la enervante intromisión del Consejo Áulico de Viena. Contaba con tres ejércitos a su mando. • Directamente a sus órdenes 19.500 hombres, pero dispersos en guarniciones con centro en Alessandria (casi la mitad), y el resto al mando de los generales Pitón y Wukassovitch teóricamente aprestados para el combate. • Argenteau, con 11.500, concentrados alrededor de Acqui (pero pareciendo un inmenso rosario entre Carcare y Genova. • Colli con 20.000 piamonteses apoyados por un destacamento austriaco al mando de Provera. Diseminados en la línea desde Cuneo hasta Ceva y Cosseira, vigilando los pasos occidentales por los que los franceses podrían entrar en Piamonte. También había 20.000 piamonteses en Turín, al mando de Corrigan, pero que “cuidaban” las posiciones francesas en los Alpes (el general francés al mando de ese ejército era Kellermann. Se anulaban mutuamente, con lo que sus posiciones se mantendrían fijas no interviniendo directamente en la campaña. El ejército de campaña francés contaba con 37.000 soldados (famélicos y con pocos pertrechos) para hacer frente a los diseminados 52.000 soldados austriacos y piamonteses. Si conseguían concentrar sus fuerzas contra los franceses estos estarían perdidos, pero su dispersión y la desconfianza entre los mandos aliados sería un pesado lastre que Napoleón sabría explotar. [url]http://www.dean.usma.edu/history/web03/atlases/napoleon/napoleon%20pages/italian_central_position.htm[/url] Sin más se despide Pavía desde Asturias. [/QUOTE]
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