La guerra olvidada contra la Revolución de Octubre

Leutnant

Colaborador
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La guerra olvidada contra la Revolución de Octubre

Desde 1917, los ejércitos rojos revolucionarios, luchaban contra las fuerzas blancas leales a la familia Real en todos los confines del antigüo Imperio Ruso. Las guerrillas hostigaban a ambos bandos, y apenas se desperdiciaban las oportunidades para asestar un golpe al enemígo, dentro o fuera del campo de batalla. En Stravapol, al Sur de Rusia, el general blanco Peter Wrangel, capturó a 3.000 soldados bolcheviques y - para inducir a la soldadesca a unirse a sus fuerzas - fusiló a 370 oficiales y civiles no combatientes. En Nikolaevsk, una sóla banda de milicianos siberianos masacró a 6.000 hombres, mujeres y niños, junto con una guarnición japonésa del Emperador del Sol Naciente. En Sevatopol, marinos rojos, propiciaron su propia masacre de los no proletarios. Fuerzas siberianas, bajo el mando del general blanco Alexander Kolchak, ejecutaron a 1.500 prisioneros de guerra en Omsk. Los cosacos blancos llevaban a los prisioneros atados del extremo de una cuerda; los rojos, por su parte, clavaban las charreteras de los oficiales zarístas capturados a sus hombros. Una molesta guerrilla comunista que cayó en manos de los imperialístas fué quemada viva en la caldera de una locomotora.
Por horripilantes que fueran éstas matanzas militares, la suerte de los civiles no era mejor. Sólo los progroms en las tierras de Ucrania, acabáron con cerca de 100.000 judíos. La checa, o policía secreta rusa, ejecutó sin piedad, incluyendo a 500 víctimas desafortnadas, asesinadas en Petrogrado como represalia de la muerte del jéfe local de inteligencia. El tífus y el hambre, que asolaban al país como consecuencia del caos nacional, se cobraron la vida de cientos de miles más.
Mientras tanto, el mundo se preparaba para tomar cartas en el asunto.



La farsa de intervención


Para los líderes aliados, la guerra civíl rusa parecía una oportunidad caída del cielo para destruír a los bolcheviques, que habían desertado de la guerra contra Alemania y ahora "amenazaban a la civilización" con una revolución a escála mundial.
A mediados de 1918, los comunistas controlaban cerca de una décima parte del vasto territorio de Rusia. Para ayudar a los ejércitos blancos - y para conseguir ventajas políticas y, talvéz, uno o dos trozos del territorio ruso - los países aliados enviaron grandes cantidades de dinero, suministros y hombres.
Entre las 100.000 tropas de las 14 naciones que invadieron Rusia por todos los flancos, habían 15.000 soldados estadounidénses, trasladados en 1918 del Frente Occidental al inhóspito puerto de Arkángel, sobre el Mar Blanco. Sin preparación y mal pertrechados para combatír en el Ártico, pusieron manos a la obra y se convirtieron en el núcleo de una fuerza expedicionaria formada por estadounidénses, británicos, canadienses, y francéses.
Este chapucero ejército lanzó casi de inmediato un atáque que se abrió paso 720 kilómetros hacia el Sur a través de los pantanos, ventíscas, mosquitos, bosques sin caminos y unos ejércitos rojos cada véz más fuertes. A lo largo del camino, los ingenieros del ejército aliado reforzaban sus campamentos con robustos fuertes de madera desde los cuales trataban de rechazar los ataques de los bolcheviques.
Nueve meses después, los norteamericanos se vieron forzados a replegarse y volver a casa, tras perder a 244 hombres en la malhadada aventura.
Los revolucionarios bolcheviques triunfáron contra las fuerzas aliadas tras cuatro años (1918-1922) de combates en las más duras condiciones.



La Odiséa de la Legión Checa

De todas la unidades extranjeras en Rusia, ningúna luchó tanto tiempo, de forma tán eficaz y con un fín tan noble como una fuerza que entró en el conflicto por accidente. Era una legión de 42.000 checos, ex prisioneros y desertores del ejército Austrohúngaro. Apadrinados y costeados por Francia, habian luchado contra Alemania junto a los ejércitos del Zar en el Frente Oriental. Cuando Rusia abandonó la guerra, los Aliados convencieron a los bolcheviques para que ayudaran a enviar a los checos a casa.
Los checos, estaban contentos de poder retirarse, pero había un problema. Puesto que los hostiles poderes centrales de Berlín y Viena obstruían la ruta hacia el Oeste, los checos tenían que cruzar 8.000 kilómetros desde Siberia, luego navegar hasta Vladivostok y de allí hasta Europa Occidental.
Los desafortunados checos cargaron las armas al hombro, resignados, pero al momento de ponerse en camino, los bolcheviques -nerviosos por ésta tropa extranjera- intentaron desarmarlos por la fuerza. Grave error. Los checos rechazaron a la fuerza revolucionaria local, se apoderaron de una sección del Transiberiano, con todo y el material rodante, y pusieron rumbo a Vladivostok.
En el camino, la Legión Checa, recibió unas cuantas propuestas -una de Winston Churchill- para apoyar ofensivas de los rusos blancos (leales al Zar y por lo tanto al Imperio Ruso).
Durante un tiempo, los checos inclúso lucharon bajo las orden de un comandante ruso blanco, el Almirante Alexander Kolchak. Pero nunca abandonaron su verdadero objetivo: volver a casa.
A medida que avanzába la Legión, capturando armas y acorazando sus trenes, crecía en potencia de fuego y prosperidad. Los soldados -y mujeres que muchos de ellos habían recogido en el camino- vivían en furgones remodelados, nostálgicamente decorados con pinturas de paisajes de la querida y lejana patria. A bordo de los diversos trenes requisados había un banco rodante, una oficina de corréos, las prensas que imprimían un periódico checo y un tesoro zarísta: 29 vagónes llenos de oro, plata, platíno y piedras preciosas.
Hacia el final de la travesía, enfrentados a una formidable fuerza soviética, los checos ofrecieron el tesoro y entregaron Kolchak a un pelotón de fusilamiento a cambio de que se les perdonáse la vida, para volver a Vladivostok. Lo consiguieron, y a finales de 1920, después de 2 años y de haber recorrido 2.400 kilómetros, los legionarios llegaron a casa en la flamante nación soberana de Checoslovaquia.



Algunas interesantes imágenes del conflicto...



Un soldado estadounidense reparte la sopa entre los prisioneros del Ejército Rojo en Arkángel. Con la mano izquierda sostiene el arma habitual del 339º Regimiento de Infantería de los EE.UU durante la campaña: un fusil Mosin-Nagant ruso. Para su consternación, los soldados norteamericanos recibieron éstas largas, toscas armas en lugar de los Lee-Enfield porque entre las provisiones existentes en Arkángel había munición que sólo se podía emplear en fusiles rusos, y para los estratégas de Londres, un fusíl era un fusíl.



Artilleros de la valiente Legión Checa, sobre uno de los vagones artilleros agregados al Transiberiano, durante su largo retorno a casa.



Tropas estadounidenses desfilan por las calles de Vladivostok, ante la guardia de Infantería de Marina del Japón, en agosto de 1918. La ciudad era administrada por la Legión de Checoslovaquia.



El General William S. Graves de los EE.UU y General Otani del Imperio del Japón junto con los oficiales de sus respectivos estados mayores, posan ante la cámara tras la captura de Vladivostok.



Tropas del 339º Reg. de Infantería de los EE.UU defienden la vía férrea de Vologda al Sur de Arkángel, en el Norte de Rusia. Enviados para proteger los suministros de guerra de las fuerzas Aliadas, los norteamericanos se convirtieron en parte de un desafortunado plan para envolver y aplastar a los revolucionarios rusos. Pero los rojos, bajo el mando de sus nuevos líderes, se hicieron cada véz más fuertes, las temperaturas descendieron por debajo de los -50ºC durante el invierno de 1919, y los soldados estadounidenses sufrieron numerosas bajas.




Milicianos rusos, condecorados tras los combates contra las tropas aliadas.




Fuente: "La Segunda Guerra Mundial - El preludio de la guerra I" Ed. Time/Life - Folio



Saludos!!!
 
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