La Batalla de Kursk

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Sebastian

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Los soviéticos ganaron la batalla de Kursk sin tener una superioridad importante de fuerzas

22:34 05/07/2013
Moscú, 5 de julio, RIA Novosti. Por María Dunáeva

La batalla de Kursk, que marcó el comienzo del decisivo contraataque soviético contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, se ganó con una pequeña superioridad de fuerzas, según los expertos rusos en un evento dedicado al 70º aniversario de la contienda.

“El Ejército Rojo no tuvo una superioridad importante en la batalla de Kursk. De hecho, las cifras que muestran que las tropas soviéticas tenían dos veces más soldados que los nazis se explican por el hecho de que la URSS contabilizaba también las reservas estratégicas y los servicios técnicos (..) Si tomamos en cuenta las tropas que participaron en los combates tendremos a 800.000 nazis y a 900.000 soviéticos”, indicó en una mesa redonda organizada por RIA Novosti el historiador militar Miroslav Morózov. De este modo, desmintió el popular creencia según el cual las tropas soviéticas en ese combate eran dos veces más numerosas que las nazis.

La batalla de Kursk, u operación Ciudadela para los nazis, duró 50 días y noches, del 5 de julio al 23 de agosto de 1943. Fue el mayor enfrentamiento entre carros de combate en la historia de la humanidad: en él participaron 6.000 tanques en total acompañados por 4.000 aviones.

El combate, muy conocido en Rusia, muchas veces se olvida injustamente fuera de sus fronteras, donde se suela recordar principalmente las contiendas por Moscú o Stalingrado. Sin embargo, la batalla de Kursk no fue menos importante en el desarrollo de la Guerra. Por primera vez, los nazis tropezaron con una resistencia implacable de los soviéticos. De hecho, troncó definitivamente la ofensiva nazi en el Frente Oriental.

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Principales armas de los ejércitos soviético y alemán en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. El 22 de junio de 1941, la Alemania nazi atacó a la URSS sin previa declaración de guerra​

“El 15 de julio cuando, tras un semana de duros combates, Hitler tomó la decisión de poner fin a la operación Citadel no lo hizo basándose en el desembarco de los aliados el 10 de julio en Italia sino en que dos tercios de los carros de combate de los que disponían los grupos de ejércitos Centro y Sur no estaban operativos. No se estropearon por sí solos ni se estancaron en el barro sino, en su mayoría, fueron aniquilados al intentar forzar la defensa soviética”, recalcó Morózov.


Sin embargo, la batalla de Kursk no fue tan solo un éxito estratégico del comando soviético. También fue una victoria psicológica. Los documentos históricos muestran que a partir de entonces, los soldados alemanes empezaron a dudar de que Alemania ganaría la guerra.

Al preparar la operación Ciudadela, los nazis, que en 1941frustraron la defensa soviética y alcanzaron Smolensk, situado a más de 500 kilómetros de la frontera en menos de un mes, estaban tan seguros de su triunfo que ni siquiera intentaron ocultar sus preparativos. Los servicios de inteligencia soviéticos consiguieron obtener valiosa información, incluidos el lugar y la hora del inicio de la ofensiva.

“El periodo preparativo duró del 20 de marzo al 5 de julio, 75 días. La batalla de Kursk, hasta la toma de la ciudad de Járkov, fue de 50 días. ¿Qué hicimos en los 75 días previos? Reconocimiento. Sabíamos todo sobre el enemigo: en mi mapa figuraban todos los objetivos. También aseguramos buenas comunicaciones y formamos a la gente”, recordó Borís Utkin que participó en la batalla.

Utkin que comenzó la guerra en el Desfile de la Victoria el 7 de noviembre de 1941 en la Moscú asediada y combatió los siguientes cuatro años recuerda que en la batalla de Kursk por primera vez la desgarrada URSS consiguió que a sus soldados no les faltara nada. Según los historiadores, de las 55.500 cartas que revisó la censura militar en los dos primeros días de la batalla tan solo 21 contenían quejas de que la comida no era del gusto del que escribía o le faltaba tabaco.

Los combates fueron muy duros: los participantes los recordaban como “un infierno” y aseguraban que fueron unos de los peores de toda la guerra. Las tropas soviéticas sufrieron más bajas que los alemanes -70.000 muertos y 110.000 heridos, mientras que los nazis tuvieron 56.000 muertos- porque en la primera fase la ofensiva alemana avanzaba por tramos estrechos concentrando en ellos todas sus fuerzas y maquinaria. Además la aviación soviética no consiguió imponerse desde el principio en el cielo para proteger a sus soldados de los bombardeos masivos.
 

Sebastian

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La batalla de Kursk narrada por sus protagonistas

12 de julio de 2013 Víctor Gavrílov, Nezavísimoe voénnoe obozrenie​
La mayor batalla de tanques de la Segunda Guerra Mundial se saldó con una victoria decisiva para el Ejército Rojo. Fue una feroz lucha, tal y como se muestra en los testimonios de ambos bandos.​

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Hace 70 años tuvo lugar el comienzo de un episodio decisivo en la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Fuente: ITAR-TASS​

En el campo de Prójorovka reina el silencio. Solo se escuchan de vez en cuando campanas que llaman a los parroquianos a misa en la iglesia de Pedro y Pablo, construida por donación popular en memoria de los soldados muertos en el frente de Kursk.

Hace 70 años tuvo lugar aquí una terrible batalla, el enfrentamiento de tanques más importante de la historia mundial. Ardió todo lo que podía arder, todo quedó cubierto por el polvo y el humo de tanques, pueblos, bosques y campos de trigo en llamas.

La tierra se quemó hasta el punto de que no quedó una sola brizna de hierba. Aquí se encontraron frente a frente la guardia soviética y la élite de la Wehrmacht: las divisiones de tanques de la SS.

La batalla de Kursk es conocida como el arco de Kursk. Se llama así por la forma de arco que tomó el frente creado por las tropas soviéticas

“¡Comeremos en Kursk!”
La batalla en el frente sur del arco de Kursk había comenzado el 4 de julio. Pero los principales acontecimientos se desarrollaron en la mañana del 5 de julio, cuando los alemanes lanzaron el primer ataque masivo con sus unidades acorazadas.

La mañana del 5 de julio el comandante de la división 'Adolf Hitle'r, el obergruppenführer Josef Dietrich, se acercó a sus tanques Tiger y un oficial gritó: "¡Comeremos en Kursk!".
Pero los oficiales de la SS ni comieron ni cenaron allí.

El campo de operaciones Prójorovka
A las 8:30 del 12 de julio los grupos de asalto soviéticos pasaron a la contraofensiva contra el 4º ejército Panzer.

Para repeler el ataque de las tropas soviéticas el comandante alemán, Erich von Manstein lanzó todas las fuerzas disponibles, porque comprendía perfectamente que el éxito de un ataque soviético podía terminar en una derrota de todos los grupos de ataque del Ejército Sur alemán. En un frente enorme, con una longitud total de 200 km, se desató una encarnizada batalla.

Los combates más violentos del 12 de julio se desarrollaron en el conocido como campo de operaciones de Prójorovka. Esta franja de tierra había sido tomada por el enemigo como resultado de una intensa batalla durante el 11 de julio.

En el campo de operaciones se desplegó y actuó el principal grupo del enemigo compuesto por el 2º cuerpo de tanques de la SS. El mando soviético lanzó sobre este grupo su principal golpe.

Jefe militar soviético Pável Rotmistrov: "Dentro de unos minutos los tanques del primer convoy de nuestros cuerpos 29 y 18, disparando mientras avanzaban, impactaron contra las formaciones militares del ejército fascista alemán, con un ataque tremendamente impetuoso, atravesando literalmente la formación militar del enemigo.

Sus Tiger y Panzer, habiendo perdido en el combate cercano la superioridad de fuego de que disponían al comienzo del ataque, en sus enfrentamientos con nuestras otras unidades de tanques, se batieron con éxito contra los tanques soviéticos T-34 e incluso con los (ligeros, redacción original) T-70 en distancias cortas.

El campo de combate se cubrió de humo y polvo, la tierra tembló con los potentes disparos. Los tanques chocaban unos contra otros y cuando se enganchan y no podían separarse combatían a muerte hasta que uno de ellos ardía en llamas o se detenía con las orugas destrozadas. Pero los tanques tocados, si el armamento seguía funcionando, continuaban disparando".

Oficial tanquista soviético Evgueni Shkurlalov: "El primer tanque lo derribé cuando me movía a lo largo de un campo junto a la vía del tren y literalmente a una distancia de 100 metros vi un tanque tipo Tiger que estaba en uno de mis flancos y disparaba a los nuestros.

Por lo visto nos había derribado a muchos tanques porque las máquinas pasaban a su lado y este aprovechaba para disparar los flancos de los nuestros. Apunté un proyectil y disparé.

El tanque comenzó a arder. Volví a disparar y el tanque ardió aún más. La tripulación saltó fuera pero por alguna razón no me entraron ganas de seguirles. Rodeé el tanque y después derribé un tanque T-III y un Panzer. Cuando derribé el Panzer me surgió un sentimiento de éxtasis, ¿sabe? Por haber hecho algo tan heroico".

Tanquista alemán de la división acorazada 'Adolf Hitler', Wilhelm Ress: "De pronto un T-34 apareció y fue directo hacia nosotros. Nuestro primer radioperador comenzó a pasarme proyectiles para que yo los pusiera en el cañón. Al mismo tiempo el comandante arriba gritaba sin parar: "¡Fuego! ¡Fuego!" porque el tanque se acercaba cada vez más. Y solo después del cuarto "Fuego" escuché: "¡Gracias a dios!"

Después, pasado un tiempo, pudimos ver que el T-34 se había parado a ¡tan solo ocho metros de nosotros! En la parte de arriba de la torreta, como estampadas, había aberturas de 5 centímetros [...]. Las formaciones de los dos bandos se mezclaron. Nuestros tanquistas derrotaron con éxito al enemigo a corta distancia pero nosotros también sufrimos grandes pérdidas".

De los documentos del Archivo central de Ministerio de Defensa de la Federación Rusa: "El tanque T-34 del 2º batallón de la 181 brigada del cuerpo 18 de tanques del capitán Skripin se lanzó contra una formación de Tiger y derribó a dos tanques enemigos antes de que un proyectil de 88 mm cayera sobre la torreta de su T-34 y atravesara el blindaje lateral.
El tanque soviético comenzó a arder y entre el sargento Nikolayev y el radioperador Zirianov sacaron al capitán herido del tanque destrozado.

Se escondieron en un agujero a pesar de lo cual uno de los Tiger les descubrió y se dirigió hacia ellos. En ese momento Nikolayev y el artillero Chernov saltaron de nuevo en la máquina en llamas la arrancaron y la dirigieron directamente sobre el Tiger. Los dos tanques explotaron con el impacto".

El ataque de los nuevos tanques soviéticos llenos de munición, sorprendió tremendamente a las extenuadas divisiones del enemigo y el avance alemán se extinguió.

Como resultado del contraataque de las principales fuerzas del 5º ejército de tanques en el sudeste de Prójorovka fue cortado por el avance de las divisiones acorazadas de la SS 'Cabeza muerta' y 'Adolf Hitler' en el noreste, estas divisiones sufrieron tales pérdidas que posteriormente ya no pudieron realizar un ataque en toda regla.

También sufrieron grandes pérdidas parte de la división de tanques de la SS Reich por los ataques de los cuerpos 2º y 2º de la guardia de tanques que avanzaron al contraataque por el sur de Prójorovka.

El resultado de la contienda
Las bajas totales de los dos bandos en la batalla de tanques de Prójorovka se calcula que son las siguientes: el bando soviético perdió 500 tanques y acorazados y el bando alemán, 300.

El grupo Sur del ejército alemán fue el que sufrió más bajas en los primeros siete días de la guerra antes incluso de la batalla de Prójorovka. Pero la principal importancia de la batalla de Prójorovka fue que los soldados soviéticos asestaron un enorme golpe y consiguieron contener a las divisiones de tanques de la SS que avanzaban sobre Kursk.

Esto rompió el ánimo de la élite del ejército alemán, tras lo que perdieron definitivamente la fe en la victoria de las armas alemanas.
Artículo original en ruso en Nezavísimoe voénnoe obozrenie.
http://rusiahoy.com/cultura/2013/07/12/la_batalla_de_kursk_narrada_por_sus_protagonistas_29987.html
 

Sebastian

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La batalla de Kursk: victoria estratégica de la URSS contra los nazis

9 de agosto de 2013 Alexander Tsiganov, ITAR-TASS
No hay mejor definición de la batalla de Kursk que la de Borís Polevói en su novela “Un hombre de verdad”: “Los alemanes, según su costumbre de aprovechar al máximo sus oportunidades, pensaban clavar su cuchillo al enemigo cuando este aún dormía, antes del amanecer. Pero el enemigo sólo fingía estar dormido, tomó al atacante por la mano que sostenía el cuchillo, y la hizo crujir entre sus heroicos dedos de acero”.

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Las tropas soviéticas mostraron mucha más confianza en verano del 43 que en el del 41.Fuente: Photoshot.

De aquella mañana en la que las tropas alemanas pasaron al ataque sobre Kursk han pasado 70 años. El tiempo ha ido cambiando ideologías, pasiones y propagandas desde aquella gran batalla.

Y una cosa se ha hecho evidente. Los alemanes nunca habían sido más débiles que el 22 de junio de 1941.

El 5 de julio de 1943 en aquella parte del frente tenían concentrada una enorme cantidad de fuerzas: hasta 50 divisiones. Contaban con tanques, artillería y aviación. Casi un millón de soldados, dirigidos por los mejores generales alemanes: von Kluge y Manstein, que, no se les puede, tenían un gran conocimiento del arte militar.

Su idea era atacar con los carros de combate de las divisiones de tanques en la parte delantera del frente, como si se tratara del cuello de un hombre. Y después cerrar el puño de la infantería motorizada sobre Kursk, estrangulando de este modo al Ejército Rojo.

Dado el número de fuerzas que la comandancia soviética tenía concentradas en Kursk, esta estrategia de los alemanes tenía muchas posibilidades de ser un éxito: las tropas de los frentes Central y de Vorónezh podían acabar rodeadas, y sustituir semejante falta de tropas habría sido excesivamente complicado para el Ejército Rojo.

Además, las tropas alemanas superaban técnicamente a las soviéticas: los 348 tanques y unidades de artillería autopropulsada de los nuevos modelos T-34 eran mucho mejores que los rusos. Por otra parte, el Ejército Ruso superaba en cantidad al ejército alemán en todos los tipos de unidades, aunque aquello también había ocurrido en 1941.

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Por lo visto, y esto lo ha señalado poca gente, en julio de 1943 las posiciones de partida repetían las de junio de 1941.

Pero el resultado fue muy distinto. El Ejército Rojo estaba preparado para el ataque, a pesar de que en el comienzo de la guerra también se veía venir al enemigo, esta vez las tropas y la técnica militar estaban mucho mejor preparadas. ¿Por qué? Hay varios motivos.

Primero: las tareas de inteligencia habían mejorado enormemente. En lugar de la multitud de mensajes contradictorios y equivocados sobre los plazos de cumplimiento de la operación Barbarroja (que eran totalmente desconocidos para la comandancia general soviética), en esta ocasión el texto de las directrices para la operación Ciudadela (nombre que los nazis dieron a al operación) estaba en la mesa de Stalin tres días antes de que lo firmara Hitler. Sesabíalosuficienteparaestarpreparados.

Segundo: el claro entendimiento de las tareas estratégicas de la comandancia general. Y especialmente la estoica defensa, el desgaste del enemigo y el posterior paso al contraataque. De nuevo un contraste drástico con el año 1941, cuando, según explicaban los propios generales alemanes, estos no entendían el sentido de la posición de las tropas soviéticas ante la frontera: no era apropiada ni para la defensa ni para el ataque.

Tercero: la experiencia y seguridad de las tropas. Esta seguridad también la tenían en 1941 (y llegó incluso al exceso de confianza: “poca sangre en suelo extranjero”). Pero después regimientos enteros entraron en pánico ante los defectuosos tanques alemanes, que en comparación con los Tigres de 1943 eran pequeñas cajas de estaño que avanzaban lentamente. En 1943 las tropas soviéticas ya no temían a los Tigres. Les tenían respeto, pero no miedo. Lo mismo se demostró en la batalla de Prójorovka.

Cuarto: el abastecimiento. No es un secreto que en 1941 esto estaba muy mal organizado. Los almacenes estaban situados casi a la vista del enemigo y el suministro de municiones fue del todo insuficiente. A decir verdad, al principio era inexistente.

Muchos almacenes ardieron, volaron por los aires o cayeron en manos del enemigo, incluidos muchos tanques que se habían quedado sin combustible. Pero en los recuerdos sobre la batalla de Kursk se encuentran episodios como este: “Un proyectil enemigo alcanzó un almacén de artillería, pero no pasó nada, teníamos otros dos de reserva y continuamos disparando”.

Y por último, pero quizás lo más importante.

Lo que Tolstói llamaba “el espíritu de la tropa”. Como bien dicen, en la batalla de Kursk hubo quien retrocedió, pero no hubo quien desertara. Las unidades soviéticas, o bien encontraban otras posiciones debido al agotamiento de las fuerzas y de los medios de defensa, o bien morían en pie de guerra: la potencia del ataque del enemigo era terrible. Mucho mayor que la de 1941.

Pero los batallones continuaban repeliendo los ataques del enemigo incluso tras perder la comunicación con la comandancia, totalmente rodeados, sin ninguna esperanza. Lo mismo había sucedido dos años antes: pero a diferencia de aquel verano, en esta ocasión la resistencia no sólo fue a la desesperada, sino también eficaz.

El resultado
Oficialmente se considera que la victoria en Kursk supuso el cambio de la balanza a favor del Ejército Rojo. Y así fue. Los propios generales alemanes reconocían que esta batalla fue el último intento de mantener la superioridad en el Este: “Con este fracaso, la iniciativa se puso definitivamente del lado soviético. Por esta razón, la operación Ciudadela es un punto decisivo que cambió el curso de la guerra en el frente oriental”.

Pero aquella batalla tuvo también otro resultado.

La herida de la catástrofe de 1941 había dejado una huella muy profunda en el ánimo del ejército y en el espíritu del pueblo. Y dos años después aquella herida continuaba sangrando a pesar de las victorias en Moscú y Stalingrado. La batalla de Kursk consiguió cerrarla con su feroz fuego salvador. Sólo quedó la cicatriz.

Artículo publicado originalmente en ITAR-TASS.
http://rusiahoy.com/cultura/2013/08...tegica_de_la_urss_contra_los_nazis_30925.html
 

¿Qué sucede cuando intentas derrotar a Rusia con la mejor tecnología militar de tu tiempo?​

Hace ochenta y dos años, el Ejército Rojo Soviético derrotó a la Alemania nazi en Kursk y cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial.

En el verano de 1943, la Alemania nazi asestó lo que esperaba fuera un golpe decisivo en el Frente Oriental. Con el respaldo de sus tanques más avanzados, divisiones de élite de las SS y todo el peso de su maquinaria de guerra, la Wehrmacht puso la mira en un enorme saliente soviético cerca de la ciudad de Kursk. El plan era rodear y destruir a las fuerzas soviéticas con un ataque relámpago y recuperar la iniciativa estratégica perdida tras Stalingrado.

En cambio, lo que siguió fue un desastre para los ejércitos de Hitler. La batalla de Kursk no solo terminó en derrota, sino que marcó el momento en que los nazis iniciaron una retirada de la que jamás se recuperarían. A partir de ese momento, Alemania ya no luchaba por ganar la guerra. Luchaba por no perderla demasiado pronto.

Para agosto de 1943, el Ejército Rojo había repelido el asalto alemán, lanzado una contraofensiva arrolladora y recuperado ciudades clave como Orel, Bélgorod y Járkov. El curso de la guerra había cambiado irrevocablemente.

RT te lleva al interior de la batalla que destrozó los planes de Hitler y transformó el curso de la Segunda Guerra Mundial: un choque de acero, fuego y determinación que aún define el legado del Frente Oriental.

Del Volga al borde del abismo​

“Estábamos donde el humo y el fuego eran más densos”, recordó el general Vasily Chuikov, comandante del 62º Ejército Soviético, al describir el infierno de Stalingrado.

A principios de 1943, tras meses de brutales combates a orillas del Volga, el Ejército Rojo no solo había detenido a la Wehrmacht, sino que había rodeado y destruido al VI Ejército del Mariscal de Campo Paulus. Stalingrado destrozó el mito de la invencibilidad alemana. Fue el principio del fin: el primer punto de inflexión real de la Segunda Guerra Mundial. Y el Ejército Rojo no se detuvo ahí.

En una arrasadora ofensiva invernal, las fuerzas soviéticas liberaron ciudades clave en las regiones de Vorónezh y Kursk, avanzando hacia el oeste con ímpetu y furia. La euforia en el cuartel general soviético era palpable: los alemanes se retiraban y el camino hacia el Dniéper parecía despejado.

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Tropas de la División Panzer Waffen-SS Das Reich con un tanque Tiger I, en junio de 1943, antes de la batalla. © Wikipedia
Pero el invierno de 1942-43 castigó a ambos bandos. Las tropas soviéticas, desbordadas y aisladas de las líneas de suministro, se enfrentaron a carreteras nevadas, blindados inmovilizados y reservas menguantes. En marzo, el mariscal de campo Erich von Manstein lanzó un devastador contraataque con el Grupo de Ejércitos Sur, recuperando Járkov y Bélgorod en cuestión de días. El avance soviético se detuvo.

El frente se estabilizó justo al oeste de Kursk, donde un enorme saliente en poder de los soviéticos, de 150 kilómetros de profundidad y 200 de ancho, se adentraba en las líneas alemanas. Fue aquí, en lo que los comandantes soviéticos llamarían el saliente de Kursk, y los alemanes el «Balcón de Kursk», donde se decidiría el destino del Frente Oriental.

La última táctica de un Reich en decadencia​

Para la primavera de 1943, la Alemania nazi estaba a la defensiva, no solo en el Este, sino en todo el mundo. En el norte de África, las fuerzas británicas y estadounidenses habían aplastado los restos del Afrika Korps. En Italia, el desembarco aliado era inminente. Dentro del alto mando de Hitler, las dudas sobre las perspectivas de Alemania a largo plazo eran cada vez más fuertes.

Pero Hitler creía que un último golpe demoledor en el Este podría cambiar la situación. El Ejército Rojo se había extralimitado, insistía. Sus posiciones avanzadas alrededor de Kursk eran vulnerables. Lo que Alemania necesitaba era una victoria decisiva: una contraofensiva audaz que destruyera a las fuerzas soviéticas y restaurara el impulso estratégico.

El plan recibió el nombre en código de Operación Ciudadela.

Su objetivo era simple en concepto y de gran escala: un doble envolvimiento del saliente de Kursk. Las fuerzas alemanas atacarían simultáneamente desde el norte y el sur, rodeando a las tropas soviéticas en una gigantesca pinza y derrumbando todo el frente. Desde el norte, el 9.º Ejército, al mando del general Walter Model, atacaría desde la región de Orel. Desde el sur, el 4.º Ejército Panzer, al mando de Hermann Hoth, y un grupo de ataque al mando de Werner Kempf avanzarían desde Bélgorod.

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(L) Modelo Walter; (C) Hermann Hoth; (Der.) Werner Kempf. ©Wikipedia; Heinrich Hoffmann / ullstein bild vía Getty Images; Prensa de mirada global / Scherl
Pero mientras Hitler estaba decidido, sus generales no estaban nada convencidos. Muchos creían que el factor sorpresa ya se había perdido y que los soviéticos estaban más que preparados. Algunos abogaron por la cancelación total de la operación. Advirtieron que no ganaría la guerra, pero podría desperdiciar las últimas reservas reales de Alemania.

Hitler no escuchó. La desesperación política superó la cautela militar.

Para prepararse, Alemania se volcó por completo en la ofensiva que se avecinaba. Las unidades de retaguardia fueron despojadas de personal. Las mujeres reemplazaron a los hombres en las fábricas. La economía de guerra nazi se aceleró. El cuerpo blindado de la Wehrmacht se reabasteció con sus armas más formidables hasta la fecha.

La Ciudadela sufrió retrasos de semanas mientras Alemania reforzaba sus fuerzas. Cuando el ataque finalmente comenzó en julio, sería la mayor concentración de blindados alemanes jamás reunida en el Frente Oriental.

Manteniendo la línea​

Los comandantes soviéticos sabían lo que se avecinaba.

Gracias a la información de las redes partisanas, los informes de reconocimiento y, posiblemente, las interceptaciones aliadas, el Ejército Rojo tenía una visión clara de la concentración de tropas alemanas cerca de Kursk. Dentro del alto mando soviético, la pregunta no era si los alemanes atacarían, sino cómo responder al ataque.

Algunos abogaban por un ataque preventivo. Otros preferían atrincherarse. Al final, el Mando Supremo Soviético —la Stavka— tomó una decisión audaz: recibir el golpe, absorber el impacto y luego contraatacar. Fue una decisión arriesgada, pero calculada.

En la cara sur del saliente, el Frente de Vorónezh, al mando del general Nikolai Vatutin, se preparaba para enfrentarse a Hoth y Kempf. En el norte, el Frente Central del mariscal Konstantin Rokossovsky se enfrentaría al 9.º Ejército de Model. Tras ellos, el Frente Estepario del general Ivan Konev permanecía en reserva, listo para desplegarse cuando llegara el momento.

RT

(I) Nikolái Vatutin; (C) Konstantin Rokossovsky; (Der.) Iván Konev. ©Wikipedia
En cifras netas, el Ejército Rojo parecía tener la ventaja: 1,3 millones de hombres, más de 3.400 tanques y cañones autopropulsados, 20.000 piezas de artillería y casi 3.000 aviones. Frente a ellos: 900.000 soldados alemanes, aproximadamente 2.700 tanques y menos cañones y aviones.

Pero esas cifras sólo cuentan una parte de la historia.

Los alemanes habían concentrado sus mejores divisiones para la Operación Ciudadela. Sus tanques Tiger I y Panther (281 y 219 respectivamente) contaban con cañones de largo alcance y alta velocidad, y un blindaje frontal pesado que la mayoría de los tanques soviéticos simplemente no podían penetrar. Los cazacarros Ferdinand (90 en total) eran monstruos mecánicos de 65 toneladas, protegidos por un grueso blindaje de acero y armados con cañones de 88 mm. Las armas antitanque soviéticas eran prácticamente inútiles contra ellos.
Luego estaban los vehículos de demolición radiocontrolados, los Borgward IV, unos primeros drones de estilo kamikaze diseñados para limpiar los campos de minas soviéticos. Era la fuerza blindada tecnológicamente más avanzada que Alemania había desplegado jamás.
Y estaba dirigido directamente a las líneas soviéticas.

Fuego y acero​

Al amanecer del 5 de julio de 1943, la artillería alemana iluminó la cara norte del saliente de Kursk. Los proyectiles caían sobre las líneas soviéticas mientras los aviones rugían sobre sus cabezas y las unidades de ingenieros avanzaban para despejar los campos minados antes del asalto.
A las 6:00 am, la ofensiva a gran escala estaba en marcha.
RT

Plan de ataque alemán. Las áreas coloreadas muestran la posición el 4 de julio, las flechas la dirección prevista de los ataques alemanes, las líneas discontinuas la división entre los grupos de ejércitos alemanes y los frentes soviéticos, y las áreas rodeadas por círculos la ubicación aproximada de las reservas soviéticas. © Wikipedia
El 9.º Ejército del general Walter Model atacó con fuerza las posiciones soviéticas ocupadas por las divisiones de fusileros 15.ª y 81.ª. Pero casi de inmediato, el plan empezó a desmoronarse.
La artillería soviética respondió con un devastador fuego de contrabatería. Los ingenieros alemanes, bajo intensos bombardeos, no lograron abrir rutas seguras a través de las densas defensas soviéticas. El resultado fue el caos. Los Ferdinand —cazacarros de 65 toneladas sin ametralladoras— impactaron minas, perdieron la vía y se quedaron en tierra. Se perdieron minutos cruciales. Al final del primer día, solo 12 de los 45 Ferdinand del grupo de asalto principal seguían operativos.
Aun así, los alemanes lograron atravesar el primer cinturón defensivo soviético, solo para chocar de frente con el segundo.
En el cruce ferroviario de Ponyri, conocido como el «Stalingrado del saliente de Kursk», la lucha se estancó por completo. Una sola división de fusileros soviética, la 307.ª, contuvo a una división blindada alemana y a tres divisiones de infantería. Durante tres días, los alemanes intentaron abrirse paso. Fracasaron.
Una columna alemana de 150 tanques y cañones de asalto intentó rodear Ponyri y se dirigió directamente a una trampa soviética. Primero vino otro campo minado. Luego, fuego de artillería desde tres direcciones. Después, ataques aéreos. Decenas de tanques alemanes fueron destruidos. Veintiún Ferdinands fueron inutilizados, algunos por la artillería, otros por la infantería armada con cócteles molotov. Sin ametralladoras, los cazacarros estaban indefensos ante ataques a corta distancia una vez inmovilizados.
RT

Tropas soviéticas inspeccionando los Ferdinand destruidos en el sector de Orel. © Wikipedia
El 10 de julio, estaba claro: el frente norte de la Operación Ciudadela había fracasado.
El 9.º Ejército de Model había perdido dos tercios de sus tanques y no había avanzado más de 12 kilómetros. El 12 de julio, las fuerzas soviéticas lanzaron una contraofensiva en este sector, haciendo retroceder a los exhaustos alemanes.
Al mismo tiempo, en el frente sur estaba a punto de estallar uno de los mayores enfrentamientos blindados de la historia.

Prokhorovka – un choque al límite​

Mientras el avance de Model en el norte se desmoronaba, los alemanes habían logrado avances más profundos en el sur. Tras una semana de intensos combates, las divisiones panzer de Manstein habían avanzado hasta 35 kilómetros, atravesando las defensas soviéticas y dirigiéndose hacia el centro ferroviario de Prokhorovka.
Allí, el 12 de julio, la batalla alcanzó su clímax.
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Disposición de las fuerzas soviéticas y alemanas alrededor de Prokhorovka en vísperas de la batalla del 12 de julio. © Wikipedia
Para detener el avance alemán, el alto mando soviético desplegó su principal reserva: el 5.º Ejército de Tanques de la Guardia, bajo el mando del general Pavel Rotmistrov. Este avanzó a marcha forzada casi 300 kilómetros para lanzar un contraataque contra el cuerpo de élite II Cuerpo Panzer SS, comandado por Paul Hausser. Sus fuerzas incluían lo mejor de las Waffen SS: las divisiones Leibstandarte Adolf Hitler, Das Reich y Totenkopf.
Lo que siguió fue una de las mayores batallas de tanques de la historia militar.
El campo de batalla era estrecho y confinado, encajado entre el río Psel a un lado y la vía férrea al otro. Apenas había cinco kilómetros de espacio libre entre ellos. Eso no dejaba margen de maniobra. Las dos fuerzas blindadas chocaron frontalmente en un choque brutal y caótico.
Del lado soviético: principalmente tanques ligeros y medianos: T-34 y T-70, rápidos pero con blindaje ligero. Del lado alemán: Panthers y Tigers fuertemente armados, diseñados para destruir blindados enemigos a larga distancia.
Pero allí, entre el polvo y el humo del combate cuerpo a cuerpo, las ventajas se desdibujaron.
Se estima que 1.000 tanques y cañones autopropulsados participaron en el combate. Durante nueve horas, ambos bandos se enfrentaron a quemarropa. Los proyectiles explotaban a tan corta distancia que las balas perforantes a menudo atravesaban un tanque y se estrellaban contra otro. Algunas tripulaciones embestían vehículos enemigos. Otras luchaban desde los restos en llamas.
RT

Tropas soviéticas del Frente Voronezh contraatacando tras tanques T-34 en Prokhorovka, 12 de julio de 1943. © Wikipedia
Al final del día, casi el 70% de todos los blindados involucrados habían sido destruidos o inutilizados.
Las pérdidas soviéticas fueron cuantiosas. El ejército de Rotmistrov no logró una victoria táctica. Pero no le hizo falta. El contraataque detuvo en seco el avance alemán.
Las divisiones de las SS, que habían avanzado 35 kilómetros la semana anterior, fueron repelidas dos veces. Tras varios intentos fallidos de penetración, el avance alemán hacia el sur se detuvo. Y el 17 de julio, las fuerzas soviéticas iniciaron su propia contraofensiva en el sur.

El punto de inflexión​

El 12 de julio de 1943 marcó más que un sangriento enfrentamiento en Projorovka. Fue el día en que el equilibrio estratégico de la Segunda Guerra Mundial cambió irreversiblemente.
Ese mismo día, mientras las divisiones panzer de las SS eran rechazadas en el sur y el 9º Ejército se tambaleaba en el norte, el Ejército Rojo lanzó una contraofensiva masiva en todo el frente.
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Contraofensiva soviética, del 12 de julio al 23 de agosto de 1943. © Wikipedia
El avance hacia el norte se conoció como la Ofensiva de Orel. Para el 5 de agosto, las tropas soviéticas habían liberado Orel y Bélgorod, abriendo una profunda brecha en territorio controlado por Alemania. Apenas unos días después, en el sur, el Ejército Rojo lanzó la Ofensiva de Bélgorod-Járkov, rompiendo de nuevo las líneas alemanas y recuperando Járkov el 23 de agosto.
La batalla de Kursk había terminado y Alemania nunca se recuperaría.
Más que una simple derrota táctica o incluso operativa, Kursk fue un punto de inflexión en la guerra global. Destruyó el mito de la superioridad alemana. Expuso los límites de la movilización nazi. Y demostró, sin lugar a dudas, que el Ejército Rojo no solo podía resistir lo mejor que la Wehrmacht tenía para ofrecer, sino que podía destruirlo.
El impacto se extendió mucho más allá del Frente Oriental.
Para el otoño de 1943, Italia se había rendido y se había unido a la causa aliada. En la Conferencia de Teherán, celebrada ese mismo año, Stalin, Roosevelt y Churchill definieron planes coordinados para un asalto final contra la Alemania nazi. El tan esperado Segundo Frente en Francia era ahora inevitable, y la guerra de Alemania en dos frentes se había vuelto imposible de ganar.
Desde Kursk en adelante, la cuestión ya no era si el Tercer Reich caería.
Fue cuán pronto y cuán completamente.

Por Maxim Semenov , periodista ruso que cubre asuntos internacionales, política postsoviética e historia regional.
 
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