Hollande asume ante los argelinos la brutalidad de la colonización francesa

Sebastian

Colaborador
Hollande asume ante los argelinos la brutalidad de la colonización francesa

El presidente francés, François Hollande, ha reconocido hoy, en el segundo y último día de su primera visita oficial a Argelia, el "sufrimiento" que infligió al pueblo argelino la colonización francesa. "Durante 132 años", subrayó Hollande hablando ante las dos Cámaras del país magrebí, "Argelia fue sometida a un sistema profundamente injusto y brutal".

Los parlamentarios argelinos recibieron con aplausos las palabras del jefe del Estado francés, quien evitó pedir excusas -“es mejor decir la verdad que disculparse”-, pero reconoció que Francia renunció a “sus valores universales” durante la represión colonial.

Cincuenta años después del final de la guerra de la independencia argelina, Hollande utilizó el tono solemne de las grandes ocasiones y afirmó: “Reconozco los sufrimientos que la colonización infligió al pueblo argelino". Enseguida, citó "las masacres de Sétif, Guelma y Kherrata", tres episodios que "permanecen anclados en la conciencia de los argelinos pero también de los franceses". "El 8 de mayo de 1945", afirmó el presidente recordando la matanza en Sétif, "el mismo día en el que el mundo triunfaba sobre la barbarie (en Europa), Francia olvidaba sus valores universales".

Interrumpido varias veces por los aplausos de los diputados, el jefe del Estado francés glosó también la necesidad de recordar las condiciones en las que se llevó a cabo la descolonización, en el marco de una "guerra que durante mucho tiempo no se ha querido nombrar en Francia". Hollande aseguró que es un “deber” respetar la memoria de la "violencia, injusticias, masacres y torturas" cometidas durante la colonización.
"La verdad no duele, repara. Y la Historia, incluso cuando es trágica y dolorosa, debe ser contada"

Sin pedir perdón por esos crímenes para no herir la sensibilidad de los viejos combatientes franceses, muchos de los cuales son hoy militantes o simpatizantes de la extrema derecha, Hollande subrayó que los historiadores deben tener acceso a los archivos para que todo el mundo "pueda conocer la verdad". “La paz de la memoria a la que aspiro reside en el conocimiento y la divulgación de la Historia", dijo. "La verdad no duele, repara. Y la Historia, incluso cuando es trágica y dolorosa, debe ser contada”, insistió.

Hollande no suele presumir de ello, pero es un apasionado lector de libros de Historia y siempre se ha interesado por la colonización y la descolonización de Argelia. Cuando era estudiante en la Escuela Nacional de Administración (ENA), hizo un periodo de pruebas en Argel. Era 1978. Y el año pasado, nada más vencer las primarias del Partido Socialista y convertirse en candidato oficial a las presidenciales, visitó Argelia y participó en la conmemoración de la masacre de manifestantes argelinos ocurrida en París en 1961, otro oscuro capítulo que envenena la relación bilateral. En octubre de 2012, Hollande se convirtió en el primer presidente francés en condenar la violenta represión de aquella protesta pacífica saldada con decenas de muertos, que París siempre trató de ocultar.

El gran objetivo del viaje a Argel del inquilino del Elíseo es cerrar viejas heridas nunca restañadas entre los dos países de Albert Camus. Una de ellas es el acuerdo de 1968, aun vigente, que regula entre otras cosas los flujos migratorios y la entrega de visados. Hollande no ha querido revisar el viejo acuerdo pero el jueves se comprometió ante el Parlamento a mejorar su ejecución, a "acoger mejor" a los demandantes de visados y a evitarles “obstáculos o humillaciones”.

La nueva consigna de París sobre Argelia es que es preciso cambiar el método de trabajo y avanzar “asunto por asunto”. Otro sin resolver es el de las víctimas de las pruebas nucleares francesas, que todavía esperan a ser indemnizadas. Hollande afirmó el miércoles que la ley que regula esos pagos “debe ser aplicada”.

La visita sirve también para cerrar negocios valorados en unos 10.000 millones de euros. Francia mantiene un saldo comercial positivo con Argelia: es su primer proveedor –le vende productos por valor de 5.000 millones de euros anuales- y su cuarto cliente, con un desembolso anual de 4.600 millones, sobre todo en hidrocarburos. El acuerdo más destacado es el de la apertura de una fábrica de Renault en Argelia. La inversión de 1.000 millones de euro seguirá la regla que rige desde el final de la guerra para evitar la supremacía gala: Argel tendrá un mínimo del 51% en la sociedad.

El viaje de Hollande ha tenido además un fuerte componente simbólico. El presidente recorrió el miércoles las calles de Argel en un coche descapotado junto al presidente Abdelaziz Bouteflika. Pero no resultó fácil saber si el entusiasmo de las masas movilizadas por el poder era o no el reflejo de que se ha abierto una nueva etapa.

En París, Mohamed Zerouki y Hélène Erlingsen-Creste, hijos de sendos combatientes fallecidos durante los ocho años que duró la guerra de Argelia, aprobaron al discurso del presidente. En la emisora France Info, los autores del libro Nos pères ennemis : Morts pour la France et l'Algérie (1958-1959), Zerouki -hijo de un militante del Frente de Liberación Nacional- y Erlingsen-Creste, hija de un soldado francés, dijeron que ver a Hollande pasear por las calles de Argel “fue una imagen fantástica”, y aplaudieron el reconocimiento oficial de la brutalidad colonialista.

“Le digo al presidente ‘bravo, muy bien’. Acabamos de pasar una página. Ahora debemos escribir una nueva en la Historia entre los dos países”, afirmó Zerouki. Hélène Erlingsen-Creste señaló que “ya era hora de que el Estado francés reconociera sus errores”, y criticó la “política postcolonialista” que París ha mantenido hacia Argelia en los últimos años.
Su libro, dijeron, trata de enviar un mensaje de reconciliación y de paz “muy simple”. “Hubo sufrimiento por los dos lados y es el momento de darse la mano y de transformar aquel desastre en una paz verdadera”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/12/20/actualidad/1355996597_852983.html
 

Sebastian

Colaborador
Conocer el pasado no es reconocerlo

Hollande asumió la responsabilidad de lo que la sociedad francesa había leído o visto sobre la represión en Argelia
Ningún país lo tiene fácil para pactar con los desastres de su pasado y lo sabemos bien en España, donde hay cadáveres tirados en las cunetas desde hace 70 años y un juez puede ver su carrera cercenada por tratar de investigar el franquismo. Sin embargo, la relación de Francia con su historia reciente ha sido especialmente complicada. No se trata solo del pasado colonial, las guerras de Indochina y Argelia, sino también de la II Guerra Mundial. Durante décadas, la imagen de Francia durante el conflicto era la de los valientes resistentes que combatían contra los nazis, una versión muy alejada de lo que ocurrió. En realidad, casi como en Yugoslavia, se produjo una guerra civil dentro del conflicto en el que el Gobierno colaboracionista de Vichy se enfrentó a los propios franceses. Su papel activo en la Shoah —la razia del Velódromo de Invierno fue realizada por policías franceses, no por SS— también constituyó un tabú durante décadas. No obstante, hasta 1995, un presidente francés, Jacques Chirac, no pronunció un discurso en el que admitía la responsabilidad de Vichy, esto es, de Francia, en la deportación y la barbarie.

Chirac reconoció algo que los franceses sabían desde hace tiempo gracias a la literatura y el cine. Películas como El viejo y el niño (1969), de Claude Berri, la historia de un niño judío que se hace pasar por gentil y se esconde en casa de unos campesinos brutalmente antisemitas pero que le toman un cariño enorme sin saber que es hebreo; Lacombe Lucien (1974), de Louis Malle, el relato de un advenedizo miembro de la milicia de Vichy; el documental La pena y la piedad (1971), la obra maestra de Marcel Ophüls sobre la ocupación narrada a través de una ciudad de provincias (Clermont-Férrand); el ensayo La Francia de Vichy, de Robert Paxton (1973) o las novelas de Patrick Modiano. Sin embargo, ese sentimiento no tuvo su reflejo político hasta dos décadas después.

En Argelia ha ocurrido algo parecido aunque el asunto resulta todavía más delicado porque es mucho más cercano en el tiempo (la descolonización se produjo hace medio siglo). Los pieds-noirs, los 700.000 franceses que abandonaron el país —no hay que olvidar que era un Departamento más, no una colonia—, y muchos excombatientes forman parte de la vida francesa. Sin embargo, como ocurrió con Vichy, el cine y la literatura se adelantaron al Estado. El reconocimiento de la tortura masiva practicada por el Ejército contra la guerrilla independentista se produjo en 2000, aunque el título de un documental de Bertrand Tavernier de 1992 resumía muy bien el espíritu general: La guerra sin nombre. El pasado 17 de octubre, François Hollande reconoció la brutal represión de una manifestación del Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia en París en 1961, que se saldó con decenas de muertos y cientos de heridos. Las palabras de Hollande en Argel sobre el “sistema profundamente injusto y brutal” recogen lo que la sociedad francesa había leído o visto. Pero el Estado tiene el deber de reconocer el pasado siniestro, incluso cuando ya se sabe. Como dijo el presidente, el reconocimiento es más importante que las excusas.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/12/20/actualidad/1356025770_040514.html
 
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