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Erich Hartmann
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<blockquote data-quote="MIGUEL" data-source="post: 446851" data-attributes="member: 1054"><p>El final</p><p></p><p>El 8 de mayo de 1945 Hartmann voló en su última misión de combate y logró una victoria. Supo que era el final. El aeródromo estaba bajo el fuego de la artillería rusa. Llegaron informes de que se había avistado una unidad acorazada norteamericana a unos treinta kilómetros al noroeste. Los norteamericanos avanzaban hacia la base.</p><p></p><p>Hartmann ordenó quemar los aviones que quedaban, junto con toda la munición. Todo el Gruppe marcharía al encuentro de los norteamericanos que avanzaban. Debido al gran número de mujeres y niños que iban con la unidad – esposas y familiares del personal del grupo que habían escapado de los rusos que avanzaban – Hartmann renunció a la posibilidad de volar hacia territorio norteamericano. Dos horas después caminaba por los campos, guiando a su unidad y a sus familias hacia lo que él creía que era la seguridad. A sus espaldas, nubes de humo y las detonaciones de la munición que explotaba señalaban el final de una de las unidades de caza más exitosas de la guerra.</p><p></p><p>La división de Infantería 90 de los Estados Unidos aceptó la rendición de Hartmann y su unidad en el pueblo de Pisek, Checoslovaquia. A las 13 del 8 de mayo de 1945, la guerra terminó para Erich Hartmann. Sus problemas apenas comenzaban.</p><p></p><p>En esa época, la cordura estaba ausente del mundo. La historia calificará de barbarie demente las transacciones a alto nivel, según las cuales soldados alemanes y sus familias, en poder de los ingleses o norteamericanos, fueron entregados a la custodia soviética. Los rusos querían descargar sus odios sobre esas personas ahora indefensas. Sus masas de soldados embrutecidos que se volcaban sobre la campiña alemana eran incitadas por Ilya Ehrenburg, el "Göbbels" ruso, a que tomaran "tomaran las rubias mujeres alemanas, quienes les harán olvidar las penurias de la lucha".</p><p></p><p>En la mañana del 16 de mayo de 1945, Hartmann fue informado de que toda su unidad, mujeres y niños incluidos, tendrían que ser entregados a los rusos. Los despacharon en camiones del Ejército Rojo. A los soldados de Hartmann los despojaron de todo lo que pudiera ser de utilidad o de algún valor: ropas, comida, mapas, todo les fue arrebatado.</p><p></p><p>Los rusos separaron a las mujeres y las niñas de los varones. Entonces, junto al camino y en los campos cercanos, los rusos obedecieron en forma terrible a las exhortaciones del infame propagandista soviético Ilya Ehrenburg, siguiendo el ritual tantas veces realizado primero en Rusia por los alemanes y después en Alemania por los rusos. Las mujeres, las jovencitas adolescentes y hasta las niñas fueron despojadas de sus ropas y violadas mientras los alemanes contemplaban la escena angustiados. Una fuerza de treinta tanques rodeó el área de los prisioneros de guerra durante esos procedimientos. El infierno soportado por los hombres alemanes mientras sus esposas, novias e hijas eran violadas a la luz del día desafía toda descripción.</p><p></p><p>Muchas mujeres fueron llevadas en vehículos del Ejército Rojo y nunca más se las volvió a ver. El resto fue "devuelto" a sus horrorizados esposos y padres. Familias enteras se suicidaron durante la noche porque los soldados rusos venían una y otra vez al recinto de prisioneros. Al día siguiente llegó un oficial de alto rango del Ejército Rojo y prohibió inmediatamente la continuación de los excesos. Pero Hartmann recordó ese primer día de cautiverio como "el peor recuerdo de mi vida".</p><p></p><p>En octubre de 1945 Erich Hartmann se encontraba en la región soviética de Vologda. Pasó dos años de su vida en el campo de Gryazovets, construido sobre una ciénaga y con unas condiciones sanitarias muy deficientes: muchos alemanes murieron víctimas de las enfermedades y la desnutrición. Aunque es indiscutible que las condiciones de los prisioneros de guerra alemanes fueron sustancialmente mejores que las de los soviéticos en manos alemanas. Cada campo de prisioneros tenía un cementerio especial donde los prisioneros alemanes eran enterrados. Actualmente muy poca gente conoce la ubicación de estos camposantos.</p><p></p><p>Hartmann visitó en numerosas ocasiones las celdas de castigo por rehusar colaborar con las autoridades soviéticas. Frecuentemente lo encerraban en confinamiento solitario en total oscuridad. Siempre declinó firmar documentos en alemán (hablaba además correctamente ruso y chino) Hartmann quedó aturdido al enterarse de la actitud de Hermann Graf, otro de los iconos propagandísticos de la desparecida Luftwaffe, que anunció considerarse amigo de la U.R.S.S. Escribió una carta de arrepentimiento en la que proclamaba su deseo de servir en el Ejército Rojo. </p><p></p><p>El Major Assi Gan escribió sobre su estancia en el campo de Gryazovetsky en términos un tanto idílicos: “Cuando el río se congelaba, los prisioneros habían de caminar frecuentemente por el hielo. En verano los prisioneros se bañaban en el río siempre que querían. También había un campo de fútbol cerca de un sembrado. También había otro lugar en el campo, en donde podíamos hacer ejercicio. Allí jugábamos a los bolos. Cuando hacía buen tiempo, los prisioneros eran conducidos a un bosque cercano, en donde podían pasear. Una orquesta tocaba para nosotros los domingos.</p><p></p><p>Erich Hartmann escribió: “El campo estaba controlado por la policía secreta rusa, a la que ayudaban algunos traidores alemanes. Uno de estos traidores era un juez militar alemán, que colaboraba por miedo a los rusos. Los demás, eran políticos y soplones. Se autodenominaban “Antifa” No sé lo que los rusos iban a hacer con ellos. Resultó que eran antiguos médicos de un escuadrón de la muerte alemán. De todas formas, nos traicionaron en el pasado y traicionaron a sus nuevos dueños posteriormente. Gente como esa debería arder en el infierno”. </p><p></p><p>“Antifa” significa antifascista. El campo estaba ocupado casi en su totalidad por oficiales. Algunos de estos “militares fascistas” se arrepintieron en este campo. Algunos incluso abrazaron el comunismo. Y es que en este tipo de campos había una buena razón para arrepentirse, puesto que estos “Antifa” recibían mejores raciones y un trato preferente. Además, a los prisioneros obedientes se les ofrecían oportunidades de entretenimiento. La obstinación se salía de los planes de los carceleros, y los prisioneros testarudos, como en el caso de de Hartmann, pasaban gran parte de su tiempo en celdas de castigo. Cabe decir que su deseo no fue satisfecho, como tampoco fue reducida su condena. Por otro lado, Erich Hartmann siempre fue fuente de inspiración para los disidentes locales: Incluso los viejos generales seguirían a este joven muchacho, a quien su propia liberación no le importaba lo más mínimo.</p><p></p><p>Alexandra Pautova trabajaba en el campo de Gryazovetsky. Sus responsabilidades consistían en leer las traducciones de las cartas de los prisioneros en voz alta. Nos cuenta: “Hbaía alrededor de cinco mil prisioneros en el campo, en su mayoría oficiales. Sólo estaban custodiados por 89 soldados. Los alemanes llamaban la atención por sociabilidad, eran muy amistosos. Sin embargo, nosotros teníamos mucho cuidado, ya que tenímos prohibido hablar con ellos. Una vez, un alemán me preguntó: ¿una mujer rusa podría casarse con un alemán? Mi respuesta fue: Traicionaría a su país si lo hiciera” Alexander Pautova también afirma que los prisioneros alemanes se las tenían que arreglar solo para conseguir comida (cultivaban patatas) y leña. “Una vez se escaparon del campo doce prisioneros alemanes” cuenta, “los cogieron a todos enseguida pero un comandante pudo escapar. Fue encontrado más tarde en Polonia”</p><p></p><p>En 1947, Erich Hartmann comunicó a su mujer en una carta que lo habían trasladado a otro campo a 60 kilómetros de Vologda. "Vivimos en barracones, en cada una se hacinan 400 personas. Dormimos en estrechos bancos de madera. Estoy seguro de que tratan mejor al ganado en Alemania. Las condiciones sanitarias se parecen a las de hace mil años. La atención médica es buena. Nos dan 600 gramos de pan, 30 de mantequilla, 40 de azúcar y dos tazones de sopa al día. También nos dan una taza de harina de avena. Aquí todo pasamos hambre. No hay lugar donde lavar la ropa, sólo cubos de madera. La distrofia campa a sus anchas. Me parece que me organismo asimila bien la comida que me ayuda a permanecer con vida. Ahora es invierno aquí y el suelo está cubierto de nieve. Las moscas y las chinches nos siguen a todas partes; hay miles aquí. Debo decir que los rusos me tratan bien desde que soy un héroe alemán. Antes estuve presente en alo parecido a un tribunal. Sin embargo, no me prestaron ninguna atención, porque les pedía que me fusilaran inmediatamente. Sólo espero poder estar de vuelta pronto. Espero con impaciencia el momento en que volvamos a vernos y podamos abrazarnos. Algún día volveremos a vernos. Y los dos estaremos en los brazos del otro.</p><p></p><p>Ursula escribió a Erich alrededor de 400 cartas, pero él solo pudo leer 40. Su hijo falleció a los tres años pero Erich Hartmann no lo supo hasta el año siguiente. Los prisioneros estaban sencillamente demasiado ocupados construyendo edificios y carreteras. Sin embargo, Erich Hartmann se negó a trabajar para la Unión Soviética: se basaba fundamentalmente en la convenciones internacionales que prohibían la explotación de los prisioneros de guerra. Sólo trabajó en el recinto del campo. Cuando lo obligaron a trabajar en cuadrillas de construcción, Hartmann provocaba continuamente a los guardias e instigaba el sabotaje entre los compañeros de cautiverio. Finalmente, los servicios de inteligencia soviéticos se negaron a que Hartmann participara más en los trabajos comunes, porque no deseaban que una celebridad alemana ejerciese ninguna influencia sobre los demás trabajadores.</p><p></p><p>Hartmann y los demás prisioneros lo intentaron todo con tal de obtener la libertad: huelgas de hambre, (los rusos incluso le hicieron comer a la fuerza para mantenerlo con vida) protestas pacíficas y no tan pacíficas: en 1950, Hartmann fue el líder de un motín en un campo de la región de Rostov. Los prisioneros aislaron a los guardias del campo y mataron a todos los soplones. Erich Hartmann llamó al cuartel general soviético de la ciudad de Rostov y pidió la presencia de un comité internacional. Lo que llego en su lugar fue un destacamento de tiradores que reprimieron la revuelta en un abrir y cerrar de ojos. La condena de Hartmann fue aumentada en otros 25 años como consecuencia de su participación en estos sucesos. </p><p></p><p>En el campo de Cherepovets, Hartmann no fue maltratado. Como escribió más tarde en sus archivos, un investigador le golpeó en la cara una vez. Le ofrecieron un puesto en las fuerzas aéreas de la futura República Democrática Alemana pero el piloto alemán contestó que sólo consideraría la propuesta si le permitían regresar a casa.</p><p></p><p>El Gobierno Soviético quería juzgar a Erich Hartmann como criminal de guerra, ya que de este modo quedaría privado de su estatus como prisionero de guerra y no tendrán que responder a las convenciones internacionales. El juicio comenzó en diciembre de 1949: se expusieron tres alegaciones principales: la destrucción de 352 aviones propiedad del Ejército Rojo, la destrucción de una panadería en las afueras de Smolensk y la eliminación de 700 civiles (la acusación insitía en que Hartmann les disparó desde su avión en las cercanías de la ciudad de Bryansk) Erich Hartmann estuvo de acuerdo con el primero de los cargos, pero rechazó con energía los otros dos; aseguró que su unidad no llevó a cabo operaciones en Smolensk o Bryansk. También alegó que era imposible matar a 700 personas desde un avión. Finalmente, fue sentenciado a 25 años de prisión.</p><p></p><p>Su esposa y su madre escribieron carta tras carta al Gobierno soviético pidiendo la liberación de Hartmann. Frau Hartmann fue ayudada en gran medida por el canciller de la Alemania occidental Konrad Adenauer.</p><p></p><p>---->sigue</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="MIGUEL, post: 446851, member: 1054"] El final El 8 de mayo de 1945 Hartmann voló en su última misión de combate y logró una victoria. Supo que era el final. El aeródromo estaba bajo el fuego de la artillería rusa. Llegaron informes de que se había avistado una unidad acorazada norteamericana a unos treinta kilómetros al noroeste. Los norteamericanos avanzaban hacia la base. Hartmann ordenó quemar los aviones que quedaban, junto con toda la munición. Todo el Gruppe marcharía al encuentro de los norteamericanos que avanzaban. Debido al gran número de mujeres y niños que iban con la unidad – esposas y familiares del personal del grupo que habían escapado de los rusos que avanzaban – Hartmann renunció a la posibilidad de volar hacia territorio norteamericano. Dos horas después caminaba por los campos, guiando a su unidad y a sus familias hacia lo que él creía que era la seguridad. A sus espaldas, nubes de humo y las detonaciones de la munición que explotaba señalaban el final de una de las unidades de caza más exitosas de la guerra. La división de Infantería 90 de los Estados Unidos aceptó la rendición de Hartmann y su unidad en el pueblo de Pisek, Checoslovaquia. A las 13 del 8 de mayo de 1945, la guerra terminó para Erich Hartmann. Sus problemas apenas comenzaban. En esa época, la cordura estaba ausente del mundo. La historia calificará de barbarie demente las transacciones a alto nivel, según las cuales soldados alemanes y sus familias, en poder de los ingleses o norteamericanos, fueron entregados a la custodia soviética. Los rusos querían descargar sus odios sobre esas personas ahora indefensas. Sus masas de soldados embrutecidos que se volcaban sobre la campiña alemana eran incitadas por Ilya Ehrenburg, el "Göbbels" ruso, a que tomaran "tomaran las rubias mujeres alemanas, quienes les harán olvidar las penurias de la lucha". En la mañana del 16 de mayo de 1945, Hartmann fue informado de que toda su unidad, mujeres y niños incluidos, tendrían que ser entregados a los rusos. Los despacharon en camiones del Ejército Rojo. A los soldados de Hartmann los despojaron de todo lo que pudiera ser de utilidad o de algún valor: ropas, comida, mapas, todo les fue arrebatado. Los rusos separaron a las mujeres y las niñas de los varones. Entonces, junto al camino y en los campos cercanos, los rusos obedecieron en forma terrible a las exhortaciones del infame propagandista soviético Ilya Ehrenburg, siguiendo el ritual tantas veces realizado primero en Rusia por los alemanes y después en Alemania por los rusos. Las mujeres, las jovencitas adolescentes y hasta las niñas fueron despojadas de sus ropas y violadas mientras los alemanes contemplaban la escena angustiados. Una fuerza de treinta tanques rodeó el área de los prisioneros de guerra durante esos procedimientos. El infierno soportado por los hombres alemanes mientras sus esposas, novias e hijas eran violadas a la luz del día desafía toda descripción. Muchas mujeres fueron llevadas en vehículos del Ejército Rojo y nunca más se las volvió a ver. El resto fue "devuelto" a sus horrorizados esposos y padres. Familias enteras se suicidaron durante la noche porque los soldados rusos venían una y otra vez al recinto de prisioneros. Al día siguiente llegó un oficial de alto rango del Ejército Rojo y prohibió inmediatamente la continuación de los excesos. Pero Hartmann recordó ese primer día de cautiverio como "el peor recuerdo de mi vida". En octubre de 1945 Erich Hartmann se encontraba en la región soviética de Vologda. Pasó dos años de su vida en el campo de Gryazovets, construido sobre una ciénaga y con unas condiciones sanitarias muy deficientes: muchos alemanes murieron víctimas de las enfermedades y la desnutrición. Aunque es indiscutible que las condiciones de los prisioneros de guerra alemanes fueron sustancialmente mejores que las de los soviéticos en manos alemanas. Cada campo de prisioneros tenía un cementerio especial donde los prisioneros alemanes eran enterrados. Actualmente muy poca gente conoce la ubicación de estos camposantos. Hartmann visitó en numerosas ocasiones las celdas de castigo por rehusar colaborar con las autoridades soviéticas. Frecuentemente lo encerraban en confinamiento solitario en total oscuridad. Siempre declinó firmar documentos en alemán (hablaba además correctamente ruso y chino) Hartmann quedó aturdido al enterarse de la actitud de Hermann Graf, otro de los iconos propagandísticos de la desparecida Luftwaffe, que anunció considerarse amigo de la U.R.S.S. Escribió una carta de arrepentimiento en la que proclamaba su deseo de servir en el Ejército Rojo. El Major Assi Gan escribió sobre su estancia en el campo de Gryazovetsky en términos un tanto idílicos: “Cuando el río se congelaba, los prisioneros habían de caminar frecuentemente por el hielo. En verano los prisioneros se bañaban en el río siempre que querían. También había un campo de fútbol cerca de un sembrado. También había otro lugar en el campo, en donde podíamos hacer ejercicio. Allí jugábamos a los bolos. Cuando hacía buen tiempo, los prisioneros eran conducidos a un bosque cercano, en donde podían pasear. Una orquesta tocaba para nosotros los domingos. Erich Hartmann escribió: “El campo estaba controlado por la policía secreta rusa, a la que ayudaban algunos traidores alemanes. Uno de estos traidores era un juez militar alemán, que colaboraba por miedo a los rusos. Los demás, eran políticos y soplones. Se autodenominaban “Antifa” No sé lo que los rusos iban a hacer con ellos. Resultó que eran antiguos médicos de un escuadrón de la muerte alemán. De todas formas, nos traicionaron en el pasado y traicionaron a sus nuevos dueños posteriormente. Gente como esa debería arder en el infierno”. “Antifa” significa antifascista. El campo estaba ocupado casi en su totalidad por oficiales. Algunos de estos “militares fascistas” se arrepintieron en este campo. Algunos incluso abrazaron el comunismo. Y es que en este tipo de campos había una buena razón para arrepentirse, puesto que estos “Antifa” recibían mejores raciones y un trato preferente. Además, a los prisioneros obedientes se les ofrecían oportunidades de entretenimiento. La obstinación se salía de los planes de los carceleros, y los prisioneros testarudos, como en el caso de de Hartmann, pasaban gran parte de su tiempo en celdas de castigo. Cabe decir que su deseo no fue satisfecho, como tampoco fue reducida su condena. Por otro lado, Erich Hartmann siempre fue fuente de inspiración para los disidentes locales: Incluso los viejos generales seguirían a este joven muchacho, a quien su propia liberación no le importaba lo más mínimo. Alexandra Pautova trabajaba en el campo de Gryazovetsky. Sus responsabilidades consistían en leer las traducciones de las cartas de los prisioneros en voz alta. Nos cuenta: “Hbaía alrededor de cinco mil prisioneros en el campo, en su mayoría oficiales. Sólo estaban custodiados por 89 soldados. Los alemanes llamaban la atención por sociabilidad, eran muy amistosos. Sin embargo, nosotros teníamos mucho cuidado, ya que tenímos prohibido hablar con ellos. Una vez, un alemán me preguntó: ¿una mujer rusa podría casarse con un alemán? Mi respuesta fue: Traicionaría a su país si lo hiciera” Alexander Pautova también afirma que los prisioneros alemanes se las tenían que arreglar solo para conseguir comida (cultivaban patatas) y leña. “Una vez se escaparon del campo doce prisioneros alemanes” cuenta, “los cogieron a todos enseguida pero un comandante pudo escapar. Fue encontrado más tarde en Polonia” En 1947, Erich Hartmann comunicó a su mujer en una carta que lo habían trasladado a otro campo a 60 kilómetros de Vologda. "Vivimos en barracones, en cada una se hacinan 400 personas. Dormimos en estrechos bancos de madera. Estoy seguro de que tratan mejor al ganado en Alemania. Las condiciones sanitarias se parecen a las de hace mil años. La atención médica es buena. Nos dan 600 gramos de pan, 30 de mantequilla, 40 de azúcar y dos tazones de sopa al día. También nos dan una taza de harina de avena. Aquí todo pasamos hambre. No hay lugar donde lavar la ropa, sólo cubos de madera. La distrofia campa a sus anchas. Me parece que me organismo asimila bien la comida que me ayuda a permanecer con vida. Ahora es invierno aquí y el suelo está cubierto de nieve. Las moscas y las chinches nos siguen a todas partes; hay miles aquí. Debo decir que los rusos me tratan bien desde que soy un héroe alemán. Antes estuve presente en alo parecido a un tribunal. Sin embargo, no me prestaron ninguna atención, porque les pedía que me fusilaran inmediatamente. Sólo espero poder estar de vuelta pronto. Espero con impaciencia el momento en que volvamos a vernos y podamos abrazarnos. Algún día volveremos a vernos. Y los dos estaremos en los brazos del otro. Ursula escribió a Erich alrededor de 400 cartas, pero él solo pudo leer 40. Su hijo falleció a los tres años pero Erich Hartmann no lo supo hasta el año siguiente. Los prisioneros estaban sencillamente demasiado ocupados construyendo edificios y carreteras. Sin embargo, Erich Hartmann se negó a trabajar para la Unión Soviética: se basaba fundamentalmente en la convenciones internacionales que prohibían la explotación de los prisioneros de guerra. Sólo trabajó en el recinto del campo. Cuando lo obligaron a trabajar en cuadrillas de construcción, Hartmann provocaba continuamente a los guardias e instigaba el sabotaje entre los compañeros de cautiverio. Finalmente, los servicios de inteligencia soviéticos se negaron a que Hartmann participara más en los trabajos comunes, porque no deseaban que una celebridad alemana ejerciese ninguna influencia sobre los demás trabajadores. Hartmann y los demás prisioneros lo intentaron todo con tal de obtener la libertad: huelgas de hambre, (los rusos incluso le hicieron comer a la fuerza para mantenerlo con vida) protestas pacíficas y no tan pacíficas: en 1950, Hartmann fue el líder de un motín en un campo de la región de Rostov. Los prisioneros aislaron a los guardias del campo y mataron a todos los soplones. Erich Hartmann llamó al cuartel general soviético de la ciudad de Rostov y pidió la presencia de un comité internacional. Lo que llego en su lugar fue un destacamento de tiradores que reprimieron la revuelta en un abrir y cerrar de ojos. La condena de Hartmann fue aumentada en otros 25 años como consecuencia de su participación en estos sucesos. En el campo de Cherepovets, Hartmann no fue maltratado. Como escribió más tarde en sus archivos, un investigador le golpeó en la cara una vez. Le ofrecieron un puesto en las fuerzas aéreas de la futura República Democrática Alemana pero el piloto alemán contestó que sólo consideraría la propuesta si le permitían regresar a casa. El Gobierno Soviético quería juzgar a Erich Hartmann como criminal de guerra, ya que de este modo quedaría privado de su estatus como prisionero de guerra y no tendrán que responder a las convenciones internacionales. El juicio comenzó en diciembre de 1949: se expusieron tres alegaciones principales: la destrucción de 352 aviones propiedad del Ejército Rojo, la destrucción de una panadería en las afueras de Smolensk y la eliminación de 700 civiles (la acusación insitía en que Hartmann les disparó desde su avión en las cercanías de la ciudad de Bryansk) Erich Hartmann estuvo de acuerdo con el primero de los cargos, pero rechazó con energía los otros dos; aseguró que su unidad no llevó a cabo operaciones en Smolensk o Bryansk. También alegó que era imposible matar a 700 personas desde un avión. Finalmente, fue sentenciado a 25 años de prisión. Su esposa y su madre escribieron carta tras carta al Gobierno soviético pidiendo la liberación de Hartmann. Frau Hartmann fue ayudada en gran medida por el canciller de la Alemania occidental Konrad Adenauer. ---->sigue [/QUOTE]
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