Erich Hartmann

MIGUEL

REGENTE DE LAS TIERRAS ALTAS
Colaborador

Infancia y juventud

Erich Hartmann nació en Wiessach, un pequeño pueblo en las cercanías de Stuttgart en 1922. Pasó parte de su infancia en China, donde su padre ejerció la medicina en los años 20. El doctor Hartmann era un respetado médico que había servido como oficial médico en la Primera guerra mundial. El padre de Hartmann quería que sus dos hijos siguieran sus pasos, pero sólo el hermano menor de Hartmann, Alfred, (durante la Segunda guerra mundial artillero a bordo de un Stuka y prisionero de guerra) realizó los deseos de su padre tras la Guerra, al doctorarse en medicina. La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial fue oficialmente sellada el día del Armisticio, el 11 de noviembre de 1918. Siete meses más tarde, el 28 de junio de 1919, se firmó en París el Tratado de Versalles que establecía los términos de la paz. Dicho tratado declaraba a Alemania culpable de haber empezado la guerra e imponía que los alemanes pagaran todos los daños que habían sufrido los aliados. Una comisión de reparación determinaría la cantidad. Los términos de un acuerdo al que se llegó posteriormente en Londres en mayo de 1921 fijaron la cuenta de las reparaciones bélicas de Alemania en 132.000 millones de marcos-oro (aproximadamente 31.000 millones de dólares al cambio vigente).

La deuda debía pagarse con un interés del 6 por ciento durante los siguientes 37 años. Los pagos anuales serían de 2.000 millones de marcos oro más el 26 por ciento de las exportaciones alemanas. Se estimaba que los pagos anuales importaban aproximadamente un 7 por ciento de los ingresos nacionales de Alemania. El economista británico John Maynard Keynes juzgaba que eran tres veces más de lo que el país se podía permitir. La carga financiera creó un profundo resentimiento que Hitler y su Partido Nazi explotarían al máximo. Erich Hartmann pertenecía a la generación de alemanes que tendrían que pasarse la vida pagando reparaciones por una guerra librada años antes de su nacimiento.

Desde el principio Alemania tuvo dificultades para cumplir con la obligación contraída. Por ejemplo, ya al final de 1921 el gobierno declaró que no podía hacer los pagos que vencían en enero y febrero de 1922. Alemania pidió varias veces una moratoria, pero particularmente Francia la consideraba una oportunidad para debilitar aún más a Alemania reocupando el área del Rin y el Ruhr, una región de gran importancia industrial y estratégica para la recuperación de Alemania. El 11 de enero de 1923, con la excusa de un déficit en las entregas alemanas de madera y carbón, el premier francés Raymond Poincaré envió tropas a esa parte de Alemania para vigilar los intereses franceses.

Incapaces de ofrecer resistencia militar a la ocupación francesa, que fue respaldada por fuerzas belgas, los alemanes respondieron con resistencia pasiva. Cuando 130.000 obreros alemanes se negaron a trabajar, la productividad de la región disminuyó a la mitad. Los franceses respondieron a esa resistencia con detenciones, expulsiones e incluso ejecuciones. En el verano de 1923 empeoraron los males de la economía alemana, y la fuerza de ocupación francesa en la zona Rin-Ruhr había aumentado a 100.000 hombres, número máximo al que podía llegar el ejército alemán tras el Tratado de Versalles. Esto fue aún más insultante para aquellos que, como Hitler, creían erróneamente que la derrota de Alemania y especialmente el Tratado de Versalles habían sido el resultado de un Dolchstoss (una puñalada por la espalda), infligida desde el interior de Alemania por traidores judíos y sus colaboradores izquierdistas.

En 1923 Alemania sufrió una de las espirales de inflación más desesperantes que haya conocido una nación industrializada. El país no había financiado la guerra con una subida de los impuestos sino con créditos y bonos que fueron devueltos por la política, ya en sí inflacionaria del gobierno, consistente en aumentar la cantidad de dinero que circulaba en el momento. Tan pronto como se imprimía el dinero de papel, se depreciaba su valor.

Desgraciadamente, los problemas que afectaban a la economía alemana iban mucho más allá de las deudas acumuladas durante la guerra y las exigencias de reparación, que eran otro elevado precio a pagar por la derrota. La guerra también había dañado la capacidad industrial de Alemania. Sus reservas de materias primas y bienes habían sido esquilmadas. A esto se añadía el alto coste de conseguir que el funcionamiento bélico de la economía pasara a ser el de una economía en período de paz, una dificultad especialmente compleja por el alto desempleo existente en Alemania. Este problema a su vez se vio agravado por el hecho de que Alemania en 1920 mantuviera aún 660.000 soldados. Para cumplir con los términos del Tratado de Versalles, 560.000 de ellos tenían que ser des- movilizados y por lo tanto incorporarse de algún modo en la mano de obra alemana. Este objetivo era casi imposible de alcanzar en una economía en la que la inestabilidad causada por la inflación estaba destruyendo rápidamente la confianza en el gobierno.

A principios de 1920 un dólar valía 100 marcos. En enero de 1923 el marco había caído hasta 18.000 por dólar. La hiperinflación había reemplazado a la inflación. En ese mismo año el índice de cambio llegó a extremos desesperantes: 4,200 millones de marcos por dólar. Antes de que se pudiera controlar la espiral, a finales de 1923, la hiperinflación había arruinado a millones de alemanes que dependían de salarios, ingresos fijos o ahorros que habían sido cuidadosamente reunidos en mejores épocas. En el pico de la inflación, un litro de leche o una barra de pan podía llegar a costar billones de marcos. Los precios cambiaban a diario, e incluso llegaban a cambiar en un mismo día. La moneda que uno tenía por la mañana había perdido su valor por la noche.

La hiperinflación benefició a algunos especuladores financieros que obtenían enormes créditos bancarios, los utilizaban para comprar negocios o bienes y los podían devolver posteriormente con moneda devaluada. La mayoría de los alemanes, sin embargo, se encontraba con dificultades económicas, porque era bastante común que los bancos les informaran de que sus depósitos va no tenían valor. En estas condiciones el doctor Hartmann recibió una oferta de su primo, que era el cónsul alemán en Shanghai, China, para trasladarse al país asiático durante una visita de éste a su país natal. El doctor Hartmann aceptó la oferta y en principio se trasladó solo a China, haciendo práctica de la medicina en la ciudad china de Changsha, sobre el río Xiang. Él era el único médico blanco de la zona, y fue bien tratado y pagado por los chinos, lo que permitió el traslado de toda la familia. El doctor Hartmann allanó el para el traslado de su familia, que atravesó las estepas rusas para reunirse con el cabeza de familia. El doctor Hartmann compró una isla en mitad del río Xiang y se construyó una gran casa allí. En aquella isla la familia Hartmann pasó algunos de sus mejores momentos. La isla era para los niños un pequeño paraíso que no ponía límites a sus fantasías infantiles. Fueron tiempos felices que nunca desaparecerían de la memoria del gran piloto: Erich Hartmann mantuvo en su memoria estos bellos recuerdos hasta su muerte. Pero la felicidad de la familia Hartmann no había de durar mucho.

El clima político en China comenzó a empeorar y las cosas se pusieron difíciles para los extranjeros: Eslóganes revolucionarios y ataques contra el “diablo extranjero” comenzaron a proliferar entre los chinos. El Partido Comunista Chino había nacido en 1921, y en 1924 China se vio envuelta en una cruenta guerra civil; muchas provincias se declararon independientes del poder central y China se sumió en la anarquía. Las diversas facciones fueron agrupándose en dos grandes bandos: el de los nordistas o defensores del poder central, y el de los sudistas o defensores del gobierno nacionalista de Cantón. La lucha terminó en 1928 con el triunfo de los sudistas o nacionalistas, que consiguieron por fin la unidad de China, cuyas consecuencias inmediatas fueron el traslado de la capital de la nación a Nankín, la promulgación de una nueva Constitución, y la elevación de Jiang Jieshi (Chiang-Kai-Shek) al cargo de jefe supremo del Estado. Los alemanes no eran el blanco preferente, ya que su gobierno no estaba involucrado en las disputas. No obstante, la familia Hartmann tenía miedo. El principio del fin de la estancia de los Hartmann en China comenzó una mañana, mientras el doctor Hartmann hacía el camino hacia el pueblo donde ejercía su labor médica. Allí encontró las cabezas de muchos de sus amigos ingleses clavadas en picas en el lindero del camino. El doctor Hartmann se horrorizó y no puedo evitar pensar que aquellas cabezas podrían haber sido las de sus seres queridos. Rápidamente envió a su familia de vuelta a Alemania a través del Transiberiano. Él los siguió un año después y compró una casa en Weil in Schönburg, en cuya vecindad ejerció su profesión hasta el comienzo de la guerra. La casa de la familia Hartmann en la localidad un tejado parecido a una pagoda china como recuerdo a su estancia en el país asiático.

La madre de Erich Hartmann, Elisabeth Machtoff, pionera de la aviación en Alemania, fue la responsable del temprano contacto de su hijo con los aviones. Frau Hartmann era originariamente aviadora deportiva. Tras la llegada de Hitler al poder, la creación de clubes de planeadores fue estimulada, con el fin de establecer las bases de una futura fuerza aérea grande y poderosa: la creación de Luftwaffe exigía familiarizar debidamente a los jóvenes alemanes con las nociones esenciales del velo a motor. Ella ayudó a establecer un club de planeadores en Weil in Schoenbuch, hacia 1936. Entre 1936 y 1938 el joven Erich aprendió allí a volar en planeadores durante su adolescencia. Supo pronto que quería convertirse en piloto en parte influido por las lecturas sobre la gloria de los ases alemanes durante la Primera Guerra Mundial, que estimularon aún más su deseo de seguir los pasos de los grandes ases legendarios como Manfred von Richthofen, Max Immelmann u Oswald Boelcke. A Frau Hartmann le encantaba llevar a su hijo en los aviones para supervisa su aprendizaje. En 1938 ya estaba plenamente cualificado como instructor de planeadores y como tal ejerció durante su pertenencia a la Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas)

Posteriormente, tras su regreso del cautiverio ruso, declaró que sus tempranos contactos con los planeadores contribuyeron a desarrollar en él un sexto sentido para el mal funcionamiento de los aviones:

-Si algo va mal en un avión que estoy pilotando, yo lo sé antes de que me lo digan los instrumentos o de percibir otra señal física directa de irregularidades.

Cuando no era más que un escolar de quince años, en 1937, Erich Hartmann se fijó en muchacha de trece, morena, llamada Ursula Paetsch, aunque hubieron de pasar casi dos años para que Hartmann estuviera listo para atacar.

El septiembre de 1939, Ursula y una amiga caminaban por una calle hacia la escuela en Korital-Stuttgart cuando Erich se les acercó en su bicicleta. El muchacho se apeó de un salto y se puso junto a las dos muchachas, miro directamente a los ojos de Ursula y dijo tímidamente:

- ¡Erich Hartmann!

Con este pequeño incidente se inició una historia de amor que había de durar décadas, hasta la muerte de Erich Hartmann. "Usch", como cariñosamente la llamaba Hartmann, se convirtió en su novia. Pero Erich Hartmann y Ursula Paetsch no se casaron hasta 1944.

La Guerra

Cuando Alemania invadió Polonia iniciándose así la Segunda guerra mundial, el 1 de septiembre de 1939, Erich Hartmann contaba sólo 17 años. Al año siguiente, fue el afortunado destinatario de un completo entrenamiento como piloto de caza de la Luftwaffe, que empezó el 15 de octubre de 1940, cuando se unió al 10º regimiento de entrenamiento militar de la Luftwaffe, en Nuekuhrn, cerca de Könisberg, en Prusia Oriental. La Luftwaffe necesitaba urgentemente nuevos pilotos tras el fiasco de la Batalla de Inglaterra. La escasez de pilotos se hizo más acuciante tras la apertura de los frentes de África y Rusia. Los vuelos de entrenamiento no empezaron hasta marzo de 1941 en la Academia Escuela del Aire de Berlín Gatow. Fue entonces cuando sus instructores decidieron que Hartmann estaba mejor dotado para convertirse en piloto de caza. Nada más graduarse como Leutnant (Alférez), casi un año más tarde, en marzo de 1942, regresó a Stuttgart para asegurarse de que nadie se había enamorado de su novia. Se tranquilizó al comprobar que ella seguía siéndole fiel, y pidió a Usch que lo esperara. Quizás las cosas se arreglarían pronto, la guerra terminaría con una gloriosa victoria alemana y las condiciones serían más favorables para el matrimonio. La joven aceptó la proposición de Erich Hartmann.

Erich Hartmann fue enviado a al Escuela de Caza Nº 2, en Zerbst, en la actualidad parte de la República Federal Alemana, y parte de la República Democrática Alemana tras la Guerra. En ese momento comenzó el contacto directo con el que sería su avión durante toda la guerra: el Me 109. Pero hasta agosto de 1942 fue por fin destinado a la Jagdgeschwader 52, en Rusia, a donde llegó con el grado de Leutnant, con apenas 20 años. Esta ala operaba al oeste de Mostock, en la parte norte del Cáucaso, al mando del temible Kommodore Dietrich Hrabak.

Hartmann quedó impresionado con Hrabak, uno de los sobresalientes comandantes de ala de la Luftwaffe, que lo destinó a la escuadrilla 7. Siguió la familiarización con las condiciones del frente y con la táctica práctica. Para esto Hartmann fue asignado al teniente Edmund "Paule" Rossmann, reconocido como uno de los mejores Schwarmführers del frente oriental. Rossmann se anotó noventa y tres victorias aéreas antes de que un aterrizaje forzoso en suelo ruso lo convirtieran en prisionero de guerra.

En su tercera misión con Rossmann, Hartmann entró en acción. Rossmann avisó por radio de la presencia de algunos cazas enemigos y condujo su Rotte en un picado desde 1.500 metros. Recordando es acción Hartmann dice:

"Yo no veía ningún avión enemigo. Sin embargo, al nivelar a alta velocidad vi dos aviones de color verde oscuro adelante y un poco más arriba que nosotros, a una distancia de 3.000 metros. Mi primer pensamiento fue: "Ahora debo conseguir mi primera victoria". Aceleré al máximo, me adelanté a mi jefe y traté de ponerme en posición de fuego".

"Me acerqué demasiado rápido y abrí fuego a una distancia de 1.000 metros. Vi que todas mis municiones pasaban encima o por la izquierda del blanco sin hacer un solo impacto. El blanco aumentaba de tamaño tan rápidamente que tiré la palanca hacia atrás y ascendí. Inmediatamente me vi rodeado por todos lados de aviones de color verde oscuro que rápidamente se lanzaron en pos de mí. Empecé a sentirme bastante mal. Había perdido a mi jefe. Subí a través de una capa de nubes y me quedé solo".

"Entonces me llegó por la radio la voz de Rossmann: No te apures. Te he visto. Ahora te he perdido. Baja de la capa de las nubes para que puedas encontrarte".

"Bajé de la capa de nubes y vi que un avión venía hacia mí desde unos 1.200 o 1.500 metros. Estaba paralizado de miedo. Seguí descendiendo hacia el oeste, llamando a gritos a mi jefe y diciéndole que un avión desconocido me seguía. Me respondió la voz de Rossmann: Gira a la derecha para que pueda acercarme. Giré a la derecha pero el aparato que me seguía se cruzó en mi trayectoria. Ahora de veras sentí pánico. Bajé a toda potencia y me dirigí al oeste. Ya no podía entender las palabras de Rossmann. Apretaba mi cabeza bajo la plancha blindada de la cabina, como un avestruz, esperando y temiendo los impactos de los proyectiles enemigos en mi avión".

"El avión seguía detrás de mí y después de un momento oí nuevamente la voz de Rossmann que me decía que el avión que me seguía se había alejado. Subí nuevamente para determinar mi posición. Avisté el montes Elbrus a mi izquierda y volví a orientarme. Entonces vi la luz roja de advertencia que se encendió en el tablero. Cinco minutos de vuelo y el motor se detuvo. Se me había acabado el combustible".

"Abajo había un enorme campo de girasoles y un camino con camiones militares. El suelo se acercaba rápidamente. Aterricé de barriga en medio de una monstruosa nube de polvo. Abrí la cabina y saqué mi equipo personal. Unos soldados del ejército me llevaron de regreso a la base de soldatskaya, a unos treinta kilómetros de allí".

"Esa noche hubo una ruidosa, prolongada y muy incómoda lección a cargo del mayor Bonin, el Gruppenkommandeur, y después de Rossmann, sobre tácticas de Rotte. Yo había cometido todos los pecados capitales de un piloto de caza bisoño, que fueron enumerados con enfática precisión:

Me separé de mi jefe.

Volé a su posición de fuego en vez de protegerlo mientras él se encargaba de disparar.

Ascendí a través de una capa de nubes.

Después de descender de las nubes, escapé de mi jefe: era el avión de Rossmann el que me había seguido.

No seguí sus órdenes.

Perdí mi orientación.

Destruí mi propio avión sin tener nada que mostrar a cambio.

Me tuvieron en tierra tres días y durante ese tiempo debí trabajar con la gente de mantenimiento. Me sentía terriblemente mal".

Ese período de trabajo de mantenimiento probablemente enriqueció sus conocimientos sobre apoyo mecánico. Años más tarde, como Kommodore de la JG 711 en Ahlorn, en 1959 62, Hartmann presidió el desarrollo y perfeccionamiento de un sobresaliente sistema de mantenimiento. Sin embargo, el "Caballero Rubio" reconoce la asistencia de "mi viejo amigo el coronel Toliver, del ala 20 de bombarderos, en Wethersfield" en la organización del afamado servicio de mantenimiento de la JG 71.

La carrera de combate del piloto que se convertirá en el as más exitoso del mundo empezó, así, con una nota negativa. Esta experiencia, además de humillante, resultó beneficiosa. Cuando Hartmann volvió a volar, estaba decidido a no repetir sus errores.

Durante dos semanas y media continuó volando como compañero de ala, esperando su oportunidad y perfeccionando sus aptitudes para el combate aéreo. Su momento llegó el 5 de noviembre de 1942. A mediodía, el Schwarm de cuatro cazas en el que volaba como compañero de ala se trabó en combate con diez caza lagg-3 y dieciocho cazas bombarderos IL-2.

La fuerza rusa pretendía atacar los caminos de retaguardia del Ejército Alemán. Al este del pueblo de Digora los cazas alemanes avistaron a los incursores. Hartmann relata la batalla:

-Nuestra posición estaba detrás y arriba de nuestros enemigos. Dividimos el Schwarm en dos elementos de dos aparatos (Rotten) y atacamos en picado, disparando a través de los cazas y apuntando a los bombarderos. Yo ataqué el avión del extremo izquierdo, acercándome a gran velocidad y disparando desde unos quinientos metros. Vi numerosos impactos, pero las balas y proyectiles rebotaron en el IL-2. El robusto blindaje de esos IL-2 resistía hasta los impactos de los proyectiles del cañón de 20 milímetros.

Empecé mi segundo ataque sobre el mismo aparato con un picado y acercándome desde atrás y abajo. Esta vez llegué todavía más cerca antes de abrir fuego. ¡Un impacto en el sistema de refrigeración de aceite! Del IL-2 empezó a salir humo, seguido de lenguas de fuego que se alargaban rápidamente. El fuego se extendió por la parte inferior del fuselaje. En ese momento me encontraba solo, porque el avión al que estaba atacando había salido de formación y trataba de escapar hacia el este.

Todavía me encontraba debajo de él y ambos descendíamos en picado. Entonces se produjo una explosión bajo su ala y simultáneamente hubo una fuerte explosión en mi propio avión. La cabina se llenó de humo y ví el resplandor rojo del fuego bajo las puertas de los motores. No quedaba mucho tiempo para la acción.

Rápidamente puse en práctica lo aprendido. Altitud: baja cota, y todavía en el lado alemán de las líneas. Rápido, reducir potencia, cerrar llave general de combustible y cerrar llave de ignición en rápida sucesión. Aterricé de barriga en un campo, levantando una enorme lluvia de tierra y polvo que extinguió rápidamente el fuego. Cuando salía de mi cabina, mi primera víctima se estrelló estruendosamente tres kilómetros más allá.

Dos minutos más tarde Hartmann fue recogido por un vehículo del ejército y llevado nuevamente a su base. En este encuentro se desempeñó mucho mejor como piloto pero, sin embargo, perdió su propio avión al derribar al IL-2 dos días más tarde lo acometió una fiebre alta y debió pasar dos semanas en el hospital.

No volvió a lograr otra victoria hasta el 27 de enero de 1943, cuando derribó un caza MIG y regresó sano y salvo a su base. Para fines de abril de 1943 tenía once victorias y había logrado su primera victoria múltiple: Dos Lgg-3 el 30 de abril de 1943. Había superado su fiebre inicial cometía cada vez menos errores y desarrollaba silenciosamente sus propias técnicas de combate.

El 7 de julio de 1943 obtuvo siete victorias en un día: cuatro LA-5 y tres IL-2. Los días en que lograba una sola victoria se hacían cada vez más raros. Continuamente cumplía cuatro misiones al día, y a veces más. La acción contra el enemigo se producía pocos minutos después de despegar y había numerosos combates de quince minutos para interceptar a los aviones soviéticos que se acercaba a la línea del frente.

Durante los primeros meses de su experiencia de combate Hartmann voló en compañía de algunos ases sobresalientes, todos los cuales lo superaban en cantidad de victorias. El Gruppe III de la JG 52 a comienzos de 1943, se hallaba bajo el mando del mayor Hubertus von Bonin, veterano de la guerra civil española. Von Bonin obtuvo cuatro victorias en aquel conflicto y cuando murió en acción, en diciembre de 1943, tenía setenta y siete victorias confirmadas en ambas guerras.

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Una figura descollante de la JG 52 era Günther Rall, que acumulaba victorias con numerosos éxitos múltiples. El 29 de agosto de 1943, Rall derribó su avión enemigo número doscientos y se convirtió en el tercer piloto de la Luftwaffe que alcanzaba esa cifra. En esa época Hartmann tenía ochenta y ocho victorias.

Otra luminaria del mismo Gruppe era Walter Krupinski, con quien Hartmann había volado como compañero de ala durante su período inicial. Hartmann totalizó sus primeras diez victorias como compañero de ala de Krupinski y Rossmann. Krupinski se mantenía bien delante de Hartmann en el puntaje. La JG 52 era la unidad de Gerd Barkhorn, quien el 30 de noviembre de 1943 llegó a las doscientas victorias como Gruppenkommandeur del II/JG53.

Las victorias de Hartmann eran continuas, en ocasiones brillantes, pero siempre regulares, una vez hubo superado su fiebre de novato. Rall, Krupinski y Barkhorn fueron todos transferidos más tarde al frente occidental, donde las misiones no eran tan numerosas y las victorias tampoco eran más difíciles de obtener. Todos estos hombres fueron heridos, lo cual los separó durante diferentes períodos en la carrera por lograr puntos.

Joven, fuerte e incansable, Hartmann voló alrededor de cuatrocientas misiones y entró en combate más de ochocientas veces antes de la terminación de la guerra. Nunca fue herido. Fue uno de los pilotos alemanes más activos. Sin embargo, sus victorias tenían origen en algo más que la exposición reiterada al combate.

Su enfoque de la artillería era diferente al de Rall, Marseille, Rudorffer y otros artistas de tiro de la Luftwaffe. El mismo Hartmann niega absolutamente que haya sido un buen tirador a larga distancia, cosa que él considerabas una forma arriesgada de atacar. Su sistema consistía en acercarse lo más posible al otro avión antes de abrir fuego, una vuelta a los métodos de von Richthofen, con cierta elaboración, Hartmann lo explica de esta forma:

"Mi única táctica era esperar hasta tener la oportunidad de atacar al enemigo y entonces acercarme a gran velocidad. Abría fuego sólo cuando todo el parabrisas esta negro con el enemigo. ¡Esperar! Esperaba hasta que el enemigo cubriera mi parabrisas. Entonces no se perdía ni un solo disparo. Mientras más lejos esté el enemigo, menores serán el impacto y la penetración de los proyectiles. Con la táctica que he descripto el avión enemigo absorbe toda la fuerza de los disparos y no importa el ángulo desde el que se hagan los disparos, o si uno está girando o en cualquier otra maniobra. Cuándo todos los cañones de uno lo golpean así, ¡El enemigo se cae a tierra! Y uno ahorra municiones".

Hartmann acentúa lo importante que es para un piloto aprender a acercarse sin temor a una colisión.

"Cuando uno empieza a volar en combate y se encuentra a un centenar de metros del aparato enemigo, empieza a ponerse nervioso porque está demasiado cerca. Eso es lo que se siente al principio. Con la experiencia, uno aprende que cuando está a cien metros del otro aparato, todavía está demasiado lejos. El piloto inexperto se aparta por miedo a una colisión en el aire. El piloto experimentado acerca su máquina mucho más... y cuando dispara, el otro aparato cae".

Hartmann está enterado de las innumerables anécdotas sobre su forma de tirar que se cuentan donde quiera que se reúnan pilotos de caza.

Las rechaza a todas y niega haber sido poseedor de habilidades tan mágicas como se le han atribuido.

"Bubi" comprobó que sus opiniones eran confirmadas nada menos que en los Estados Unidos. Durante su entrenamiento de repaso en dicho país, se mostraron a los pilotos alemanes visitantes películas de misiones de caza exitosas de aviones norteamericanos tomadas con cámaras sincronizadas de los cañones. Hartmann comprobó que esas películas de combate no solamente confirman victorias sino también su enfoque sobre la mejor forma de disparar.

"Los grandes éxitos de la Segunda Guerra Mundial, y también de Corea, eran cuando uno veía un gran avión enemigo llenando la pantalla. Entonces uno ve cómo, al disparar, son arrancados pedazos del otro avión y el aparato estalla. Todas las otras películas, tomadas desde gran distancia, muestran solamente unos pocos impactos pero no se puede ver caer el aparato enemigo. Pueden tenerse miras con computadoras o cualquier cosa que se quiera, pero creo que es necesario tener al enemigo a la menor distancia posible y dispararle a quemarropa. De cerca es seguro que se lo derriba. A gran distancia, es cuestionable"

El coronel Francis S. Gabreski, número uno entre los ases norteamericanos del teatro de operaciones europeo, creía firmemente en la táctica de Hartmann. Logró veintiocho victorias contra los alemanes y consideraba que la mira con computadora era un estorbo.

El modo de operar del Caballero Rubio no carecía de riesgos.

Por lo menos ocho de las dieciséis veces en que se vio obligado a aterrizar, fue debido a que su avión chocó con fragmentos del avión ruso al que había hecho estallar disparándole a quemarropa. Pese a este peligro, salió de la guerra ileso. Su escape más crítico a la muerte tuvo lugar cuando un soldado alemán de infantería le disparó y la bala pasó por la pernera de su pantalón.

Obligado a descender detrás de las líneas rusas el 20 de agosto de 1943, Hartmann fue capturado por tropas soviéticas pero se fingió herido hasta que pudo huir. Ocultándose de día y caminado solamente de noche, el joven as hizo lentamente su viaje de regreso a las líneas alemanas. Al subir a una colina en la oscuridad, quedó petrificado cuando una sombra negra se alzó ante él y gritó "¡Alto!" en alemán, al mismo tiempo que dispara su fusil.

-Por Dios-gritó Hartmann-, no mates a tu propia gente.

El centinela ya tenía un segundo cartucho en la recámara.

-¡Alto!- repitió el soldado, con voz quebrada por el nerviosismo.

-¡Maldición!-gritó Hartmann- ¡Soy un piloto alemán!

El centinela temblaba de miedo. Apenas podía sostener el fusil en sus manos pero, por fortuna, no disparó otra vez, o no hubiera habido ningún Caballero Rubio que pasara a la historia. Algo parecido le sucedió a otro de los portadores de Brillantes en la Cruz de Caballero pero con distinto resultado: el Fregattenkapitän Wolfang Lüth murió a causa de un disparo en la cabeza procedente del fusil de un temeroso centinela, al no contestar correctamente Lüth a su petición de santo y seña.

Hartmann se enorgullece de un aspecto de su carrera de guerra. Considera un logro genuino haber completado sus mil cuatrocientas misiones sin perder un solo compañero de ala. Se esmeraba en la formación de los jóvenes pilotos que llegaban al frente directamente de las escuelas, la mayoría con menos entrenamientos de los que tenía él cuando cometió sus primeros y desastrosos errores.

La única baja entre las docenas de compañeros de ala que fueron introducidos en el vuelo de combate por Hartmann fue el mayor Kapito, un piloto de bombardero transferido a la JG 52 bien avanzada la guerra. No estaba acostumbrado todavía a la mayor maniobrabilidad del Me 109, comparado con los bombarderos que había pilotado anteriormente, cuando él y Erich se vieron envueltos en un combate con Airacobras. Hartmann lo relata así:

"Nos atacaba un elemento ruso superior. Los dejé acercarse hasta que estuvieron a distancia de fuego y llamé a Kapito para decirle que se mantuviera cerca de mí. Cuando ellos dispararon, hice una brusca maniobra pero Kapito no pudo seguirme: él hizo un giro normal de bombardero. Después de un giro de 180 grados, él y los Airacobras atacantes quedaron frente a mí. Lo llamé y le dije que hiciera un giro completo a fin de poder yo encerrar al enemigo, pero recibió un impacto en su giro típico de bombardero. Le ordené que se lanzara en paracaídas, cosa que hizo. Me ubiqué detrás del Airacobra y lo derribé con una ráfaga corta. El avión soviético estalló en llamas y se estrelló con una tremenda explosión aproximadamente a un kilómetro del punto donde había descendido Kapito. Volé de regreso a ala base, tomé un automóvil y lo recogí ileso. Esta fue la única ocasión en todos mis vuelos operacionales en que perdí a mi compañero de ala, pero afortunadamente él salió ileso y hoy vive en Alemania".

Según Hartmann, el peor pecado de un piloto de combate es ganar una victoria y perder un compañero de ala:

"Era mi opinión que ninguna victoria valía la vida de un compañero de ala, muchos de los cuales eran muchachos jóvenes e inexpertos. A los pilotos de mi unidad que perdían compañeros de ala en esa forma se les prohibía dirigir un Rotte. En cambio, se los hacía volar como compañero de ala".

Hartmann se encontró personalmente con Hitler tres veces durante la guerra, en ocasión de las entregas de las Hojas de Roble, las Espadas y los Diamantes. El joven as se daba cuenta de los dramáticos cambios en la actitud y los modales de Hitler a medida que la guerra se prolongaba. En la primera ocasión, vio al Führer en la residencia de éste en Salzburgo.

"Hitler estaba al tanto de todos los detalles acerca de la Luftwaffe. Nos dijo que creyéramos en que ganaríamos la guerra. Me entregó la condecoración y preguntó sobre mi vida familiar y si había algo de naturaleza personal que yo deseara. En nuestros encuentros posteriores, las cosas fueron diferentes".

Hartmann recibió las Espadas y los Diamantes en el cuartel general de Hitler en Prusia Oriental. Cuando recibió los diamantes, fue poco después del intento de asesinato del 20 de julio de 1944:

"El Cuartel general estaba dividido en tres áreas. A nadie se le permitía ingresar en la tercera zona sin un minucioso registro corporal realizado por un oficial de la guardia de Hitler. Dije al oficial de guardia que dijera a Hitler que yo no quería los diamantes si él no tenía fe en sus oficiales de primera línea.

Después de esto, el edecán de la Luftwaffe de Hitler, coronel von Below, me dijo que podía pasar a la tercera zona sin que me registraran y pude llevar conmigo mi pistola. Durante mi conversación con Hitler, mi pistola quedó colgada fuera de la sala de conferencias. Si hubiera querido, habría podido llevarla conmigo en el bolsillo".

La valentía de Hartmann y su enfoque directo de los problemas quedan ilustrados en este incidente. La actitud del Caballero Rubio fue simple: que Hitler se quede con sus Diamantes si no confía en mí. Hans Ulrich Rudel también Hartmann no eran precisamente la clase de hombres que se guardan esos pensamientos punzantes en sus adentros. Los sacan a la luz del día y no temen expresarlos en voz alta. Durante la guerra escribió a Göring una carta furiosa sobre la masacre de pilotos jóvenes e inexpertos enviados a volar con malas condiciones meteorológicas por orden expresa de Göring.

Fue así que, cuando a todos los jóvenes se les prohibía llevar pistola en presencia de Hitler, el joven as entró portando su arma en la forma acostumbrada. Se la quitó mientras tomaban café en la primera sala de conferencias, después volvió a colocársela cuando él y Hitler pasaron a un edificio contiguo para almorzar. Hartmann tiene un comentario que hacer sobre el tan publicado y glorificado intento del conde von Stauffenberg de matar a Hitler con una bomba: "Antes del complot de julio, todo el mundo podía llevar sus armas normales que eran parte del uniforme. En esa época, a Stauffenberg le habría sido fácil matar a Hitler personal y directamente en su habitación. Nadie se fijaba en lo que uno llevaba en los bolsillos en aquellos días". No obstante, Erich Hartmann olvida que la explosión de una mina en Túnez le arrancó a Stauffenberg una mano y parte de la otra: era incapaz de empuñar una pistola.

Cuando Hartmann recibió sus Diamantes de Hitler, el Führer ya no pensaba en la victoria. Dijo al joven piloto que la guerra estaba perdida en el sentido militar. El dictador pensaba que las diferencias entre Norteamérica y Gran Bretaña por un lado y la Unión Soviética por el otro eran completamente irreconciliables. Hitler esperaba un acercamiento entre Alemania y Occidente, a fin de que todos pudieran volverse contra el Oso ruso. Estos sueños no se realizaron y cuando la JG 52 empezó a retirarse paso a paso del territorio soviético, Hartmann y sus hombres supieron que el mayor peligro estaba en ser tomados prisioneros por el Ejército rojo.

A principios del último año de la guerra, el Gruppe de Hartmann comenzó a operar en los cielos de Rumanía, dónde se encontraron por primera vez con los P51D norteamericanos. Uno de sus pilotos, Lawrence Thompson, escribió el relato de su encuentro con el Me 109-G14 de Hartmann, que reproducimos a continuación:

... fue mi mayor combate aéreo de la guerra, en enero de 1945. Yo volaba con un P51D, y se suponía que debíamos encontrarnos con bombarderos sobre Rumania. Pues bien, los bombarderos nunca aparecieron, y nos quedamos volando en círculos y malgastado el combustible. Cuando nos quedaba poco, el squadron lider ordenó regresar a la base, con el grupo superior a 24.000 pies (7.200m) y los cuatro Mustang de cebo a 15.000 pies (4.500m). Ahora puede que no piense en ello, pero la diferencia de altitud, 9.000 pies, casi 3 km, y asumiendo que el grupo superior pudiese picar y rescatar a los aviones cebo, esto podría llevar 60 segundos o más al grupo superior para acudir al rescate. Muchas cosas pueden pasar en 60 segundos. En principio, yo pedí volar con la sección de cebo, creyendo que así tendría mejor suerte para conseguir algún derribo (en ese momento no tenía ninguna victoria) y esta era mi séptima misión. Estábamos volviendo hacia Italia cuando, de repente, una docena más o menos de Me109 nos atacó. En un momento había un claro cielo azul, al momento siguiente había docenas de trazadoras rozando mi cabina. Fui alcanzado varias veces y 'role' hacia la derecha, debajo mío había un P51D, dirigiéndose hacia tierra con un Me109 cazándole. Comencé a perseguir al Me109. ¡Todo este tiempo creo que había otro Me109 persiguiéndome a mí! Era una carrera de persecución, y los cuatro competíamos por la 'finish line'. Finalmente di alcance al primer Me109 y disparé una larga ráfaga desde unas 1.000 yardas (900m), sin efecto. Entonces esperé hasta las 600 yardas (550m) y disparé dos ráfagas muy largas, probablemente de 5 segundos cada una (el P51D tenia munición para 18 segundos de fuego continuo para cuatro de sus ametralladoras, las otras dos ametralladoras podían disparar 24 segundos) y aprecié que parte del capó de su motor se desprendió, y él inmediatamente detuvo su ataque al P51D líder. Observé por mis retrovisores y no había nada tras de mí ahora; de alguna manera, me las arreglé para perder al Me109 que me perseguía, probablemente a causa de que la velocidad de picado del P51D es 60mph (111Km/h) superior a la del Me109. Así que tiré hacia atrás de la palanca y me nivelé; ¡repentinamente un Me109 surgió, tan grande como la puerta de un granero, justo enfrente mío! disparando sus armas sobre mí, y 'rolo' a la derecha, a una 'pescadilla de Lufberry'. Me despegué, siguiendo a ese Me109. Pude ver P51D plateados y Me109 camuflados y con el morro negro por todas partes donde miraba, ¡había P51D y Me109 por todos lados! En este momento no podía accionar el micro y hablar, todo el mundo de mi escuadrón estaba chillando y hablando, y no se oía otra cosa que gritos e interferencias incoherentes ya que todos accionaban el micro al mismo tiempo. Pude oler algo en la cabina ¡fluido hidráulico! y recordé que me habían alcanzado al principio.

...todavía estoy persiguiendo a ese Me109. Puedo conseguir la primera victoria confirmada de mi carrera, y ahora estoy realmente caliente. ¡Creo que soy el piloto más caliente de la USAAF! Y ahora me digo a mi mismo: ¡¿voy a derribar este Me109?! Él 'rola' y yo viro, y viro; de ningún modo puedo alcanzarle dentro de la 'pescadilla de Lufberry', solamente puedo mantenerme volando en círculos. Sobre el tercer viraje de 360 grados, tanto él como yo vimos dos Mustangs volando bajo nosotros, a unos 2.000 pies (600m) por debajo, y él pica hacia los dos P51D. Ahora estoy a unas 150 yardas (135m), y sitúo mi punto de mira sobre su cola, pero no puedo disparar, porque si fallo, o mis proyectiles le atraviesan, puedo abatir a uno de los P51, o a ambos, así que cogí mi asiento de primera fila, vigilando, temeroso de que ese chico pudiese derribar a uno de esos P51 a los que nos aproximábamos a 390mph (725Km/h). Habían muchísimas interferencias en la radio y yo no podía advertir a los dos Mustangs, disparé una larga ráfaga de unos 7 u 8 segundos fallando a propósito, así que no alcancé a los Mustangs, y el piloto del Me109 pudo ver las trazadoras. ¡Ninguno de los pilotos de los Mustangs las vio! Tenia la esperanza de que las viesen y virasen fuera de la trayectoria del Me109 que picaba. Pero no hubo suerte. Dejé de disparar. El Me109 todavía picaba, pero cuando se aproximaba a los P51 no disparó, y la distancia disminuyó, 200 yardas (180m), 100 yardas (90m), 50 yardas (45m) y el Huno no disparaba un solo tiro, ni trazadoras, ¡nada! Al menos a 10 yardas (9m), cuando parecía que iba a embestir al P51 líder, ¡el Huno disparó un sólo tiro de su cañón de 20mm! ¡Y bang! Trozos del motor, humo blanco, glicol, pedazos del P51 líder por todas partes, y el desafortunado Mustang comenzó un suave 'rol' a la derecha. Intenté seguir la caída del Mustang, pero no pude. ¡Ahora toda mi atención era para el Huno! Zoom. Ambos volamos entre los dos Mustangs (el piloto fue P.O.W.). Ahora la ventaja del P51 es, en realidad, aparente, en un picado puedo alcanzar al Me109 tan rápido como un fugitivo tren de carga. Apreté el disparador sólo un segundo y lo solté, creo que en ese momento estaba a unas 250 yardas (225m) de distancia, pero el Huno estaba realizando montones de virajes de G negativas y positivas, levantándose hacia el horizonte, nivelándose ¡y entonces realizó una trepada vertical total! Creo que él estaba usando la velocidad ganada en el picado para realizar una trepada de 90 grados. Este chico es realmente un piloto experimentado. Realizo una trepada vertical, y mi P51 comienza a 'rolar' a la derecha violentamente, sólo pisando mi timón a la izquierda, casi atravesando el piso de la cabina, puedo detener el giro de mi P51. Ambos trepamos buscando ganar altitud; en la recta trepada ese Me109 comienza a distanciarse de mí.

Ascendimos 1.500 pies (450m), y a 18.000 pies (5.400m) el Huno nivela su avión. ¡Una trepada vertical de 1.800 pies (540m)! Nunca escuché que un avión con motor de pistón pudiese trepar verticalmente más de 1.000 pies (300m). En este momento ambos estábamos llegando a la velocidad de entrada en pérdida y él niveló. ¡Mi indicador de velocidad marcaba menos de 90mph (167Km/h)! Así que nivelé. Ahora yo estaba realmente cerca del Me109, ¡a menos de 25 yardas (22.5m)! Si ahora pudiese apuntar mis ametralladoras sobre él...

A esta distancia, el punto de mira es más una molestia que una ayuda. En la siguiente acción, él desplegó sus flaps rápidamente y ¡yo comencé a adelantarle! Esto no es lo que yo quería hacer, porque entonces él podría apuntarme a mí. El P51D tenía un buen blindaje, ¡pero no lo suficientemente bueno como para detener impactos de cañón de 20mm! El piloto de la Luftwaffe era un tirador infernal, ¡yo fui testigo de cómo derribo un P51D con un solo disparo de cañón de 20mm! Así que yo hice lo mismo que él, bajé mis flaps, y cuando comencé a adelantarle, levanté el morro, con lo que frené, ¡y la alarma de entrada en pérdida sonó! Y yo no podía ver nada delante de mí o por los retrovisores. Ahora yo estaba sudando por todas partes. Mis ojos ardían por el sudor salado. ¡¡¿Dónde está?!! me dije a mí mismo. Me nivelé para no entrar en pérdida. Y ahí estaba él, volando a mi derecha. Ambos volábamos lado a lado, menos de 20 pies (6m) separaban las puntas de nuestras alas. Él estaba riéndose para sí mismo. Advertí que él tenía un corazón negro pintado en su avión, justo bajo la cabina. El morro del avión y el buje de la hélice estaban pintados también de negro. Supuse que él era un muy experimentado AS del frente ruso. En el timón de su avión había un número pintado: "200". Me pregunté: ¿que diablos significa ese "200"?

Entonces empecé a examinar su avión en busca de impactos, después de todo, estimé que había disparado 1.600 proyectiles sobre el Huno. ¡No pude ver un sólo agujero en su avión! Empecé a sudar, ¡ya que yo había recibido al menos una docena de impactos! Continué inspeccionando su avión buscando daños. Una vez, él elevó su ala izquierda unos 15 grados, lo que me dejó ver su panza, ¡tampoco había impactos! Esto es imposible, me dije a mí mismo. Totalmente imposible. Entonces devolví mi atención al "200" que estaba pintado en su timón de cola. Los ases alemanes normalmente pintaban una marca por cada derribo en su cola. Y caí rápidamente: ¡¡¡DOSCIENTOS DERRIBOS!!! Ambos volamos lado a lado unos cinco minutos. Estos cinco minutos tardaron siglos en pasar. A menos de 25 pies (7.5m) de mí había un AS de la Luftwaffe, con más de 200 derribos. Ahora estábamos en un lento y gradual picado, y mi altitud indicaba 8.000 pies (2.400m). Me entró el pánico, hasta mis calcetines estaban empapados en sudor. El piloto alemán señaló hacia su cola, obviamente refiriéndose a las "200" victorias, y entonces, muy lentamente y dramáticamente se pasó el dedo índice por su garganta, de un lado a otro, y me señaló a mí. ¡Me estaba diciendo a través de signos que yo iba a ser su victoria 201! ¡Pánico! Yo respiraba agitadamente, sonaba como en un tunel de viento con mi máscara puesta. El ritmo de mi corazón se debió doblar a 170 pulsaciones por minuto; pude sentir en mi pecho tump-tump... tump-tump... Esto me pareció durar siglos y siglos. Ambos volábamos al límite de la velocidad de entrada en pérdida, ala con ala. Pensé más de una vez simplemente en embestirle. Él mantenía vigilados mis alerones, tal vez es lo que pensaba que yo haría. Yo había oído de pilotos desesperados que al quedarse sin munición, se suicidaron embistiendo al avión enemigo, entonces decidí que podría realizar un Immelmann y salir de esta situación, así que comencé la trepada, pero a causa de que mis flaps estaban bajados, mi Mustang sólo ascendió unos 100 pies (30m), 'roló' violentamente a la derecha y entró en pérdida. Al momento siguiente yo estaba cayendo en barrena peligrosamente, ¡dirigiéndome verticalmente 90 grados hacia abajo! ¡Y en el IAS se leía 350mph (650Km/h)!. ¡Mi P51 caía como una piedra hacia el suelo! Coloqué la palanca en la esquina izquierda inferior y presioné el timón hacia la izquierda, flaps arriba, ¡y apliqué potencia máxima! Pude salir del picado a unos 500 pies (150m) y nivelé.

Comencé a sentir un 'velo negro', así que con mi mano izquierda pellizqué las venas en mi cuello para parar la pérdida de sangre. No había aviones en el cielo, piqué hasta los 50 pies (15m) de altura, dirigiéndome hacia Italia. Volé a máxima potencia unos 10 minutos, y entonces reduje mis rpm para ahorrar combustible, de otra forma el P51 tendría poca autonomía a toda potencia. Volé así tal vez una hora, sin aviones en las cercanías; todo el tiempo escudriñaba el cielo, mirando mis retrovisores. Nunca volví a ver al Me109 con el corazón negro. Informé del Me109 con el corazón negro y el "200" en la cola en la sala de reuniones, y noté que todo el mundo instantáneamente se calló. Se podría haber oído un clip caer. Dos semanas después, el comandante de la base me mostró un telex:

"...según Inteligencia, el piloto alemán con el corazón negro es Erich Hartmann, que ha derribado más de 250 aviones, existe una recompensa de 50.000$ ofrecida por Stalin por su derribo."

Yo nunca había oído de una recompensa en metálico por derribar a un AS enemigo...

Los acontecimientos se precipitaron con el fugaz paso del invierno de 1945 y en mayo Hartmann, ya con el grado de mayor y convertido en el as más exitoso de la guerra y en Gruppenkommandeur del I/JG52, vio que se desvanecían todas las esperanzas de seguir resistiendo. Sólo quedaba un puñado de aviones en condiciones de volar.

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MIGUEL

REGENTE DE LAS TIERRAS ALTAS
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El final

El 8 de mayo de 1945 Hartmann voló en su última misión de combate y logró una victoria. Supo que era el final. El aeródromo estaba bajo el fuego de la artillería rusa. Llegaron informes de que se había avistado una unidad acorazada norteamericana a unos treinta kilómetros al noroeste. Los norteamericanos avanzaban hacia la base.

Hartmann ordenó quemar los aviones que quedaban, junto con toda la munición. Todo el Gruppe marcharía al encuentro de los norteamericanos que avanzaban. Debido al gran número de mujeres y niños que iban con la unidad – esposas y familiares del personal del grupo que habían escapado de los rusos que avanzaban – Hartmann renunció a la posibilidad de volar hacia territorio norteamericano. Dos horas después caminaba por los campos, guiando a su unidad y a sus familias hacia lo que él creía que era la seguridad. A sus espaldas, nubes de humo y las detonaciones de la munición que explotaba señalaban el final de una de las unidades de caza más exitosas de la guerra.

La división de Infantería 90 de los Estados Unidos aceptó la rendición de Hartmann y su unidad en el pueblo de Pisek, Checoslovaquia. A las 13 del 8 de mayo de 1945, la guerra terminó para Erich Hartmann. Sus problemas apenas comenzaban.

En esa época, la cordura estaba ausente del mundo. La historia calificará de barbarie demente las transacciones a alto nivel, según las cuales soldados alemanes y sus familias, en poder de los ingleses o norteamericanos, fueron entregados a la custodia soviética. Los rusos querían descargar sus odios sobre esas personas ahora indefensas. Sus masas de soldados embrutecidos que se volcaban sobre la campiña alemana eran incitadas por Ilya Ehrenburg, el "Göbbels" ruso, a que tomaran "tomaran las rubias mujeres alemanas, quienes les harán olvidar las penurias de la lucha".

En la mañana del 16 de mayo de 1945, Hartmann fue informado de que toda su unidad, mujeres y niños incluidos, tendrían que ser entregados a los rusos. Los despacharon en camiones del Ejército Rojo. A los soldados de Hartmann los despojaron de todo lo que pudiera ser de utilidad o de algún valor: ropas, comida, mapas, todo les fue arrebatado.

Los rusos separaron a las mujeres y las niñas de los varones. Entonces, junto al camino y en los campos cercanos, los rusos obedecieron en forma terrible a las exhortaciones del infame propagandista soviético Ilya Ehrenburg, siguiendo el ritual tantas veces realizado primero en Rusia por los alemanes y después en Alemania por los rusos. Las mujeres, las jovencitas adolescentes y hasta las niñas fueron despojadas de sus ropas y violadas mientras los alemanes contemplaban la escena angustiados. Una fuerza de treinta tanques rodeó el área de los prisioneros de guerra durante esos procedimientos. El infierno soportado por los hombres alemanes mientras sus esposas, novias e hijas eran violadas a la luz del día desafía toda descripción.

Muchas mujeres fueron llevadas en vehículos del Ejército Rojo y nunca más se las volvió a ver. El resto fue "devuelto" a sus horrorizados esposos y padres. Familias enteras se suicidaron durante la noche porque los soldados rusos venían una y otra vez al recinto de prisioneros. Al día siguiente llegó un oficial de alto rango del Ejército Rojo y prohibió inmediatamente la continuación de los excesos. Pero Hartmann recordó ese primer día de cautiverio como "el peor recuerdo de mi vida".

En octubre de 1945 Erich Hartmann se encontraba en la región soviética de Vologda. Pasó dos años de su vida en el campo de Gryazovets, construido sobre una ciénaga y con unas condiciones sanitarias muy deficientes: muchos alemanes murieron víctimas de las enfermedades y la desnutrición. Aunque es indiscutible que las condiciones de los prisioneros de guerra alemanes fueron sustancialmente mejores que las de los soviéticos en manos alemanas. Cada campo de prisioneros tenía un cementerio especial donde los prisioneros alemanes eran enterrados. Actualmente muy poca gente conoce la ubicación de estos camposantos.

Hartmann visitó en numerosas ocasiones las celdas de castigo por rehusar colaborar con las autoridades soviéticas. Frecuentemente lo encerraban en confinamiento solitario en total oscuridad. Siempre declinó firmar documentos en alemán (hablaba además correctamente ruso y chino) Hartmann quedó aturdido al enterarse de la actitud de Hermann Graf, otro de los iconos propagandísticos de la desparecida Luftwaffe, que anunció considerarse amigo de la U.R.S.S. Escribió una carta de arrepentimiento en la que proclamaba su deseo de servir en el Ejército Rojo.

El Major Assi Gan escribió sobre su estancia en el campo de Gryazovetsky en términos un tanto idílicos: “Cuando el río se congelaba, los prisioneros habían de caminar frecuentemente por el hielo. En verano los prisioneros se bañaban en el río siempre que querían. También había un campo de fútbol cerca de un sembrado. También había otro lugar en el campo, en donde podíamos hacer ejercicio. Allí jugábamos a los bolos. Cuando hacía buen tiempo, los prisioneros eran conducidos a un bosque cercano, en donde podían pasear. Una orquesta tocaba para nosotros los domingos.

Erich Hartmann escribió: “El campo estaba controlado por la policía secreta rusa, a la que ayudaban algunos traidores alemanes. Uno de estos traidores era un juez militar alemán, que colaboraba por miedo a los rusos. Los demás, eran políticos y soplones. Se autodenominaban “Antifa” No sé lo que los rusos iban a hacer con ellos. Resultó que eran antiguos médicos de un escuadrón de la muerte alemán. De todas formas, nos traicionaron en el pasado y traicionaron a sus nuevos dueños posteriormente. Gente como esa debería arder en el infierno”.

“Antifa” significa antifascista. El campo estaba ocupado casi en su totalidad por oficiales. Algunos de estos “militares fascistas” se arrepintieron en este campo. Algunos incluso abrazaron el comunismo. Y es que en este tipo de campos había una buena razón para arrepentirse, puesto que estos “Antifa” recibían mejores raciones y un trato preferente. Además, a los prisioneros obedientes se les ofrecían oportunidades de entretenimiento. La obstinación se salía de los planes de los carceleros, y los prisioneros testarudos, como en el caso de de Hartmann, pasaban gran parte de su tiempo en celdas de castigo. Cabe decir que su deseo no fue satisfecho, como tampoco fue reducida su condena. Por otro lado, Erich Hartmann siempre fue fuente de inspiración para los disidentes locales: Incluso los viejos generales seguirían a este joven muchacho, a quien su propia liberación no le importaba lo más mínimo.

Alexandra Pautova trabajaba en el campo de Gryazovetsky. Sus responsabilidades consistían en leer las traducciones de las cartas de los prisioneros en voz alta. Nos cuenta: “Hbaía alrededor de cinco mil prisioneros en el campo, en su mayoría oficiales. Sólo estaban custodiados por 89 soldados. Los alemanes llamaban la atención por sociabilidad, eran muy amistosos. Sin embargo, nosotros teníamos mucho cuidado, ya que tenímos prohibido hablar con ellos. Una vez, un alemán me preguntó: ¿una mujer rusa podría casarse con un alemán? Mi respuesta fue: Traicionaría a su país si lo hiciera” Alexander Pautova también afirma que los prisioneros alemanes se las tenían que arreglar solo para conseguir comida (cultivaban patatas) y leña. “Una vez se escaparon del campo doce prisioneros alemanes” cuenta, “los cogieron a todos enseguida pero un comandante pudo escapar. Fue encontrado más tarde en Polonia”

En 1947, Erich Hartmann comunicó a su mujer en una carta que lo habían trasladado a otro campo a 60 kilómetros de Vologda. "Vivimos en barracones, en cada una se hacinan 400 personas. Dormimos en estrechos bancos de madera. Estoy seguro de que tratan mejor al ganado en Alemania. Las condiciones sanitarias se parecen a las de hace mil años. La atención médica es buena. Nos dan 600 gramos de pan, 30 de mantequilla, 40 de azúcar y dos tazones de sopa al día. También nos dan una taza de harina de avena. Aquí todo pasamos hambre. No hay lugar donde lavar la ropa, sólo cubos de madera. La distrofia campa a sus anchas. Me parece que me organismo asimila bien la comida que me ayuda a permanecer con vida. Ahora es invierno aquí y el suelo está cubierto de nieve. Las moscas y las chinches nos siguen a todas partes; hay miles aquí. Debo decir que los rusos me tratan bien desde que soy un héroe alemán. Antes estuve presente en alo parecido a un tribunal. Sin embargo, no me prestaron ninguna atención, porque les pedía que me fusilaran inmediatamente. Sólo espero poder estar de vuelta pronto. Espero con impaciencia el momento en que volvamos a vernos y podamos abrazarnos. Algún día volveremos a vernos. Y los dos estaremos en los brazos del otro.

Ursula escribió a Erich alrededor de 400 cartas, pero él solo pudo leer 40. Su hijo falleció a los tres años pero Erich Hartmann no lo supo hasta el año siguiente. Los prisioneros estaban sencillamente demasiado ocupados construyendo edificios y carreteras. Sin embargo, Erich Hartmann se negó a trabajar para la Unión Soviética: se basaba fundamentalmente en la convenciones internacionales que prohibían la explotación de los prisioneros de guerra. Sólo trabajó en el recinto del campo. Cuando lo obligaron a trabajar en cuadrillas de construcción, Hartmann provocaba continuamente a los guardias e instigaba el sabotaje entre los compañeros de cautiverio. Finalmente, los servicios de inteligencia soviéticos se negaron a que Hartmann participara más en los trabajos comunes, porque no deseaban que una celebridad alemana ejerciese ninguna influencia sobre los demás trabajadores.

Hartmann y los demás prisioneros lo intentaron todo con tal de obtener la libertad: huelgas de hambre, (los rusos incluso le hicieron comer a la fuerza para mantenerlo con vida) protestas pacíficas y no tan pacíficas: en 1950, Hartmann fue el líder de un motín en un campo de la región de Rostov. Los prisioneros aislaron a los guardias del campo y mataron a todos los soplones. Erich Hartmann llamó al cuartel general soviético de la ciudad de Rostov y pidió la presencia de un comité internacional. Lo que llego en su lugar fue un destacamento de tiradores que reprimieron la revuelta en un abrir y cerrar de ojos. La condena de Hartmann fue aumentada en otros 25 años como consecuencia de su participación en estos sucesos.

En el campo de Cherepovets, Hartmann no fue maltratado. Como escribió más tarde en sus archivos, un investigador le golpeó en la cara una vez. Le ofrecieron un puesto en las fuerzas aéreas de la futura República Democrática Alemana pero el piloto alemán contestó que sólo consideraría la propuesta si le permitían regresar a casa.

El Gobierno Soviético quería juzgar a Erich Hartmann como criminal de guerra, ya que de este modo quedaría privado de su estatus como prisionero de guerra y no tendrán que responder a las convenciones internacionales. El juicio comenzó en diciembre de 1949: se expusieron tres alegaciones principales: la destrucción de 352 aviones propiedad del Ejército Rojo, la destrucción de una panadería en las afueras de Smolensk y la eliminación de 700 civiles (la acusación insitía en que Hartmann les disparó desde su avión en las cercanías de la ciudad de Bryansk) Erich Hartmann estuvo de acuerdo con el primero de los cargos, pero rechazó con energía los otros dos; aseguró que su unidad no llevó a cabo operaciones en Smolensk o Bryansk. También alegó que era imposible matar a 700 personas desde un avión. Finalmente, fue sentenciado a 25 años de prisión.

Su esposa y su madre escribieron carta tras carta al Gobierno soviético pidiendo la liberación de Hartmann. Frau Hartmann fue ayudada en gran medida por el canciller de la Alemania occidental Konrad Adenauer.

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MIGUEL

REGENTE DE LAS TIERRAS ALTAS
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Libertad y regreso a casa

Cuando el canciller Adenauer fue a Moscú en 1955 para iniciar un acercamiento general con la Unión Soviética, una de las concesiones que buscaba era la liberación de los alemanes prisioneros de guerra. Tras el inicio del proceso de desestalinización, el nuevo gobierno quería evitar a toda costa el empeoramiento de sus relaciones con la República Federal Alemana, de modo que Adenauer tuvo éxito. Empezó la liberación de los hombres que habían estado encarcelados ilegalmente más de una década. La Unión Soviética había burlado las disposiciones de la Convención de Ginebra sobre prisioneros de Guerra reclasificando a millares de alemanes como criminales comunes y sentenciándolos a penas de 25 a 50 años de prisión. En esta categoría estaban los hombres y mujeres cuya libertad fue obtenida por Adenauer. Sin embargo, debemos preguntarnos cuántos millares de prisioneros de guerra alemanes siguieron languideciendo en el sistema carcelario soviético, sin olvidar a los millones de rusos que hicieron lo propio en el alemán años antes.

Aquella batalla constante de voluntad e ingenio con los carceleros soviéticos había durado 10 años. Cuando el Caballero Rubio regresó a Alemania Occidental, su amada Usch estaba esperándolo. Su padre y su hijo, Peter Erich habían muerto. Hubo un período de adaptación a la vida libre, que incluyó la recuperación de su fortaleza física. La sorprendente capacidad de recuperación de Hartmann hizo milagros. Dos semanas después de llegar a su hogar, el entusiasta Walter Krupinski lo llamó por teléfono instándolo a viajar con él y con Gerhard Barkhorn a Inglaterra para hacer un curso de entrenamiento de vuelo en aviones a reacción. Como dice secamente Hartmann, "esto era casi demasiado pedir después de diez años en la prisión".

Sus antiguos camaradas, entre ellos Hrabak, lo exhortaron a que volviera a la nueva Luftwaffe. Era demasiado viejo para iniciar la deseada carrera de medicina y pilotar aviones era prácticamente lo único que sabía hacer, de modo que finalmente aceptó la oferta. Recibió un curso de repaso de entrenamiento en los Estados Unidos y fue elegido para comandar el Ala Richthofen en la nueva Fuerza Aérea Alemana, primera ala de caza que se organizó después de la guerra. Siempre se mostró en contra de la carrera armamentística: parece que después de todo no desperdició los diez años que estuvo prisionero. Sin embargo, cumplió sus funciones con dedicación y distinción y después fue transferido a Porz Wahn, como experto en evaluación táctica. Su ascenso a coronel no fue bien acogido en el seno de la nueva Luftwaffe, donde el piloto alemán siempre tuvo fama de incontrolable y sobre todo de políticamente incorrecto. Finalmente se retiró de la Bundesluftwaffe en 1973. Tras su retirada, se describía a sí mismo como "ya no un tigre, pero tampoco un gato viejo". Rodeado de su feliz y pequeña familia, llevó una vida activa como director de una escuela de entrenamiento de pilotos y examinador de vuelo. Reservaba sus momentos “exuberantes” para ocasiones especiales, como la promoción a brigadier general de Günther Rall, su viejo amigo y oficial comandante durante la guerra, en 1966 o la promoción de Macky Steinhoff a inspector de la Fuerza Aérea Alemana.

Al contrario de lo que podría esperarse, Erich Hartmann nunca llegó a desarrollar odio alguno a Rusia. Siempre tuvo hacia el pueblo ruso sentimientos más amables y auténticamente amistosos de los que jamás se encontraron expresados en un periódico norteamericano. Nunca olvidó algunos episodios ocurridos durante su estancia en Rusia, como aquella ocasión, en la que gente de pueblo ruso se agolpó alrededor del recinto de prisioneros para insultar a los guardianes soviéticos por tener confinados a los alemanes y para pedir que los devolvieran a sus hogares. Los contactos de Hartmann con esos civiles rusos y con los numerosos aldeanos que conoció durante los días de la ocupación, y no sus amargas batallas con la policía secreta rusa, formaron la base de sus opiniones sobre el pueblo soviético. Desde un punto de vista práctico, estuvo más enterado de la psicología rusa que numerosos teóricos académicos especializados en el tema. Llegó a dominar inglés, ruso y alemán y por lo tanto fue capaz de penetrar las barreras idiomáticas entre su propio país, Occidente, y Rusia.

Pocas personas en la Alemania de hoy conocen su nombre. Raramente fue reconocido en público por alguien que no hubiera pertenecido a la vieja Luftwaffe. En presencia de los autores de su biografía, fue víctima de la grosería de un arrogante jefe de camareros en un restaurante de Colonia. Aquel hombre no tenía ni la más remota idea de que insultaba a uno de los veintiocho soldados más condecorados de su país o de que se había mostrado grosero con uno de los ases de caza más exitosos del mundo. Y es muy cierto que Hartmann nunca pareció tener edad suficiente para relacionarlo con acontecimientos tan lejanos como aquellos combates aéreos en el Frente Oriental, olvidados ya por los alemanes en la década de 1980 ó 1990.

Erich Hartmann falleció el 21 de septiembre de 1993 a causa de un neumonía. Fue enterrado en una sencilla tumba en el cementerio de En lugar de insistir en su número de victorias o misiones en combate, siempre se enorgulleció de no haber perdido un solo compañero de ala. Tuvieron que pasar más de cincuenta años para que la Federación Rusa rehabilitara a Erich Hartmann en enero de 1997.
 

MIGUEL

REGENTE DE LAS TIERRAS ALTAS
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Desde hace algunos años los historiadores rusos impugnan las 352 victorias en combate aéreo de Eric Hartmann. He aquí un punto sobre esta polémica, basada en el análisis de los archivos soviéticos. El resultado es, por lo menos, espectacular.
El Alemán Erich Hartmann es el as titular del mayor del número de victorias aéreas, 352, sumó 825 misiones y 1404 combates. Estas cifras, sacadas de su biografía oficial, exitan la imaginación de todo aquel familiarizado con la historia del combate aéreo. Numerosos son los adjetivos elogiosos a los datos de este cazador fuera de serie en distintas publicaciones, principalmente occidentales. Su táctica, según se dice, era garantizar la rápida victoria de golpe con terribles ataques, causando en los Rusos contra los que combatía el temor, el terror, el miedo de volar.


Termina uno por preguntarse en qué medida se corresponde todo esto a la realidad. Como es sabido, al principio los combates sobre el frente Germano-soviético (Frente del Este para los Alemanes) se caracterizó en las primeras horas por pérdidas enormes en hombres y material en la aviación del Ejército Rojo. El hecho es reflejado tanto por los archivos alemanes, como por numerosos documentos, artículos y libros aparecidos en Rusia estos 10 últimos años.

El análisis detallado de los acontecimientos de este período no es el objeto de este artículo; constatemos simplemente que el informe de las pérdidas (basado en los documentos de los dos beligerantes) no fue este verano favorable a los soviéticos: por cada avión alemán destruído, allí hubo tres, cuatro, o incluso 10 del otro lado. Es natural que se añadió un gran número de victorias a los récords de los ases alemanes: algunos de ellos, más dotados o más afortunados, sumaron hasta 25 ó 30 entre el 22 de junio y el principio de septiembre de 1941.

¿Un piloto superdotado?



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La notable eficacia de numerosos ases alemanes se explica tanto a por la calidad de la Luftwaffe como por los defectos de su adversario, las fuerzas aéreas de la URSS, conocidas bajo las siglas VVS. Los alemanes se beneficiaban de una buena preparación, tanto de vuelo como como de combate, reforzada bastante por la experiencia adquirida en el Frente Occidental. Los pilotos más brillantes dirigían sus unidades, adquiriendo por sus resultados el derecho moral a dirigir a sus camaradas al combate; por último, los resultados del caza básico alemán, el Bf--109F, eran superiores a las de todos los aparatos soviéticos, incluídos los más recientes, como el MiG-3, LaGG-3, y Yak-l. El nivel de los cuadros de mando de la VVS por su parte, especialmente sus niveles mas elevados eran deficientes. Eso tuvo efectos desastrosos, en particular, de las elevadas pérdidas durante los primeros días...

Pero esta situación no explica los resultados de Eric Hartmann: la guerra comenzó para él no cuando la Luftwaffe era el claro dominador, sino hacia la segunda mitad del conflicto mundial, cuando el conflicto ya tomaba otro cariz. Los ejércitos alemanes estaban a la defensiva en todos los frentes; la industria soviética, superando dificultades enormes, aumentaba los ritmos de su producción de aviones modernos como el Yak-9 o el La-5, capaces de enfrentarse al Messerschmitt con mayores oportunidades de éxito; los bombarderos Pe-2 e IL-2 "Shturmovik" tenían muchas más oportunidades que los obsoletos SB del principio del conflicto. ¿Cómo pues se justifican el éxito de Hartmann? ¿Es un superdotado?

Eric Hartmann, apasionado de la aviación, era hijo de una célebre piloto de vuelo sin motor alemana, Isabel Hartmann. Su llegada tardía al frente se explica simplemente por su juventud. Al principio de la guerra en Europa, solo tenía 17 años. Empieza a pilotar muy joven, primero sobre aviones acrobáticos luego sobre aviones de combate, y supera todos los grados de formación de los pilotos de caza de la Luftwaffe. La instrucción, aunque no tenía la misma calidad que al principio de la guerra, seguía siendo sin embargo suficiente. En promociones de un buen nivel, los instructores señalaban en varias ocasiones al joven Hartmann, presintiendo en él a un buen piloto de caza.

A los 20 años ya pilota un Bf-109. El 20 de agosto de 1942, fue destinado al grupo de reserva de la Agrupación de caza "Este". Allí, instructores que conocían el frente familiarizaban a los nuevos pilotos con las particularidades del combate contra la aviación soviética, indicaban la posición de los blindajes, el armamento de sus aparatos, y explicaban sus puntos fuertes y sus debilidades. Después de dos meses de perfeccionamiento, el 10 de octubre, el futuro as se destinó en el extremo sur del frente, el Jagdgeschwader 52 (JG 52), dónde debía desarrollarse casi toda su brillante carrera. De pequeño tamaño, Eric parecía más joven que su edad, lo que le valió el apodo de "Bubi" (el niño)


Prohibición de volar tras su primer combate


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En el otoño de 1942, el JG 52 era la campeona de las escuadras de caza alemanas por el número de victorias. Su jefe, el Comandante D. Hrabak, destinó el joven teniente al 7º Staffel en el que, sobre el Cáucaso, efectúa sus primeras misiones como punto de un veterano, el Oberfeldwel E. Rossmann.
Según la tradición de la Luftwaffe, se destinaba a los recién llegados como puntos de pilotos expertos que tenían victorias en su haber. El Comandante von Bonnin, jefe del III/JG.52, mantiene la costumbre, considerando que Rossmann tendría muchas cosas enseñar al recién llegado. La iniciativa pertenecía entonces a los alemanes quienes, en este otoño habían infligido graves pérdidas al 4º Ejército Aéreo Soviético que operaba en este sector. Es a esta gran unidad que pertenecían los LaGG-3 a los cuales Hartmann se enfrentó en su tercera salida, el 14 de octubre de 1942.

He aquí cómo describe el encuentro: "Repentinamente vi una patrulla de dos aviones verde oscuro, a 3.000 m, ligeramente más altos. Sólo pensando en derribarlos inmediatamente, puse los gases para interceptarlos, Olvidando la presencia de mi líder y mi misión de cubrirlo. La aproximación fue rápida. Abrí el fuego a 1.000 m del avión más cercano, gastando todas mis municiones, mientras que el adversario proseguía su vuelo sin daños visibles. Me había acercado hasta el punto que le perdí en mi visor. Debí retirarme, reconociendo mi error. Oí repentinamente la voz de Rossmann en la radio, lo que me alegró, diciéndome: "rompe a la derecha, te cubro" Tardé unos instantes en efectuar del la maniobra y el motor de mi Messerschmitt tosió varias veces Durante cinco minutos siguió petardeando pero a continuación, un trueno y un pesado silencio.. Conseguí pasar el Elbrus [monte mas alto del Cáucaso] y ví una carretera ante mi. El suelo se acercaba rápidamente y me encontré aterrizando sobre la panza. Unos soldados de infantería llevados a cabo me ayudaron a salir de la carlinga y me indicaron el camino hacia nuestra base de SoldatskaTa (sobre el Terck, al noreste de Nalchikl)"

Por la noche se procedió el análisis de la misión. El comandante del III Gruppe, von Bonnin, tenía quejas serias contra Hartmann: había perdido a su líder, y olvidándose de cubrirlo, se había lanzado a toda velocidad al ataque. Subiendo, había cruzado una nube, lo que lo había desorientado; por último, inútilmente había roto un avión. Resumidamente su carrera militar comenzaba mal Hartmann fue arrestado durante tres días, y se le prohíbe volar durante más de dos semanas; así pues, a pesar de una situación aérea favorable a los alemanes, buenos mandos y su formación, su primer combate había sido un fracaso.

El joven piloto pidió volver combate para rehabilitarse cuanto antes. A su 19ª misión de guerra, el 5 de noviembre de 1942, el 5 de noviembre de 1942, mientras que se encontraba sobre el Cáucaso, cerca de una ciudad llamada Digor (su misión se define con precisión en los archivos soviéticos), Hartmann dañó un IL-2, al que obligó a realizar un aterrizaje forzoso. Se apuntó así una primera victoria, pero este combate se terminó para el alemán con la pérdida de un segundo Bf 109 G-2 destruído en un aterrizaje forzoso.


Un joven hombre casado con la oportunidad


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Estos fracasos se debían a un exceso de ardor y a la falta de experiencia. Pero la suerte estuvo a su lado desde el principio, y le permitió salir sin mayores males de estas primeras aventuras. Luego, Hartmann no cometió más graves errores. Según R.Toliver y T. Constable, autores de “Los Ases de la Caza Alemana, 1939-1945”, los más grandes ases eran al principio de sus carreras como algunos de los "jóvenes pilotos alemanes desconocidos que desaparecieron a miles durante sus primeros combates, sin haber obtenido ni una victoria". Así pues, llegado al mismo tiempo que él al 7/JG 52, el Teniente R. Mertschat ya había desaparecido el 11 de noviembre, sin que nadie supiera nunca lo que le ocurrió”.

Jefe de patrulla tras 110 misiones


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Según Hartmann; Hrabak, von Bonnin y Rossmann desempeñaron un papel importante en su futuro como piloto de caza. Los dos primeros lo ayudaron a perfeccionar los rudimentos de su formación teórica: "Para sobrevivir en Rusia y ser un caza eficaz - repetía el comandante a los recién llegados - es necesario mejorar permanentemente la táctica. Está claro que deben actuar con agresividad, pero ustedes no llegarán a ninguna parte si no combinan la agresividad con la inteligencia y la prudencia". Rossmann inculcó su extremo de numerosas "cuerdas". Destacó que no era necesario atacar que en el momento en que se tenía la firme convicción que el éxito estaba garantizado; cuando llevaba a jóvenes puntos a sus primeras misiones, El Oberfeldwebel poseía una preciosa experiencia que usaba para protegerlos a todos, suponiendo que con el tiempo, desarrollarían sus mismas aptitudes. Sobre el campo de batalla, los reflejos se adquieren rápidamente.
En 1943, con 110 misiones y ocho victorias, el teniente Hartmann se convirtió en jefe de patrulla. Tenía el nivel de los pilotos que poseían los mejores resultados de su escuadrón: El Oberleutnant Zwernemann, los Oberfeldwebel Grislawski y Friese, los Feldwebel Toil y Dammers. Tomando gusto la caza libre, puso poco a poco en el punto su táctica para asestar el golpe seguro: "primero ver, evaluar la situación, tomar la decisión, atacar con decisión, retirarse." Había añadido que no era necesario dejarse implicar en combates prolongados, sino romper cuanto antes actuando en el plano vertical

Su participación en la batalla de Kursk constituyó un capítulo importante en su carrera. Del 5 de julio al 19 de agosto, en 45 días, efectuó 112 misiones y aumentó su récord oficial de 17 a 88 victorias. Sin embargo, la operación Ciudadela, aunque cuidadosamente preparada falló. Los ejércitos soviéticos no sólo pararon el empuje alemán, sino que pasaron a la ofensiva al sur y al centro, a pesar de pérdidas enormes tanto en tierra como en el aire. El III/JG 52, donde combatía Hartmann, llevó a cabo duros combates en los sectores de Belogorod, por Orel, y en la cuenca del Donetz. Los mejores días para el joven as fueron el 7 de julio y el 7 de agosto cuando, en cuatro misiones diarias, llegó a derribar siete aviones soviéticos cada vez. De salida en salida, su tiro se volvía más preciso. Su técnica consistía obtener una salva de todas sus armas lo más cerca posible sobre las partes más vulnerables del adversario. Como los otros ases, consideraba la sorpresa como el mayor factor de éxito de un ataque. "El piloto que primero vea al adversario, tiene la mitad ganada", le gustaba decir.


Casi una victoria por salida



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Durante estos combates encarnizados, perdió a numerosos camaradas, y, el 20 de agosto, su carrera estuvo a punto de finalizar. Cazando IL-2 Shturmovik en el famoso frente del Mious, al oeste de Millerovo, su Messerschmitt fue alcanzado en el motor.
Los archivos soviéticos suman ese día 40 combates aéreos. En uno ellos, el Teniente P. Evdokimov, del 232º Regimiento de asalto del 7º Cuerpo ve que al salir del objetivo el IL-2 de su camarada V. Ermakov era atacado por un 109. Hizo frente al Messerschmitt y le lanzó una ráfaga. El alemán comenzó a echar humo, perdió altitud e hizo un aterrizaje forzoso en las líneas 2º Ejército del Guardia. Todos los IL-2 retornaron a su base, aunque varios dañados.


Hecho prisionero, Hartmann se evade inmediatamente


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Hartmann fue capturado, pero sólo estuvo prisionero unas horas. Simulando una herida burló la vigilancia de sus guardias y huye aprovechando la confusión provocada por el ataque de un Stuka. Si hay que rendir homenaje a su sangre fría y coraje, hay que constatar también la permanencia de su "Baraka" (suerte). Porque en el frente podría haber topado con los soviéticos en lugar de con los alemanes.
No obstante, Hartmann reivindica ambas victorias del 20 de Agosto (6:08 y 06:10) que no tienen confirmación en los archivos soviéticos.


Éxito increíble para sus camaradas


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Al volver, Hartmann se entera de que muchos de sus camaradas habían muerto o desaparecido. El "maestro” del joven as, el Oberfeldwebel Rossmann, fue derribado y capturado el 9 de julio de 1943. Retornó a Alemania sólo después de seis largos años en los campos soviéticos. Hartmann fue nombrado jefe del Staffel 9/JG 52 y se dedicó aún más al calor del combate. Casi cada una de sus salidas en el sector de la orilla izquierda del Dnieper se caracterizó por la destrucción de un avión soviético. Su récord creció rápidamente. El P-39 "Airacobra" derribado el 20 septiembre 1943 fue su 100º victoria. Ese día, los observadores alemanes contaron el derribo de un LaGG-3, mientras que del lado soviético, se perdió un Yak-7 de la 288º División de caza del 17º Ejército aéreo. A pesar de todo ¡el derribo de Hartmann se registró!
Por esa época un camarada de regimiento puso en duda los éxitos de Eric Hartmann: Friedrich Obleser. Este joven y ambicioso piloto tenía casi un año de menos que Hartmann. y había llegado 8/JG 52 tres meses después que él, obteniendo su primera victoria el 28 de marzo de 1943. Había una atmósfera de rivalidad entre las unidades, las escuadrillas y los individuos, Obleser considera que no combatía los bolcheviques peor que Hartmann. A partir de la batalla de Kursk, se le había confiado el mando de un Staffel, pero su récord seguía siendo inferior el de su rival que superaba el centenar.

Según la obra "Holt Hartmann vom Himmel" ("Saque a Hartmann del cielo"), la pelea se solucionó de la siguiente manera: Hartmann convenció a su jefe de escuadra Günther Rall (que había sustituido von a Bonnin al principio de la batalla de Kursk) a que asignara temporalmente a Obleser como su punto. Éste confirmó que Hartmann "había apuñalado bien" a un La-5 y un P-39 en dos vuelos el 29 de septiembre, en el sector de Zaporozhie; se dice que después de su vuelta al 8º Staffel, no puso más duda la veracidad de los informes de "Bubi" Hartmann. Sin embargo, es curioso constatar que inmediatamente tras este episodio su récord aumentó la primera semana en 10 victorias y que al final del mismo mes ya tenía 80, lo que le valió la Cruz de Caballero.

Para estas mismas fechas, Hartmann ya tenía 202 victorias confirmadas. Leemos en el diario del JG 52 que, el 2 de marzo de 1944, el 7. Staffel, con otra unidad de las Fuerzas Aéreas Reales húngaras se desplazan a Ouman Kalinovka, para luego, algunos días más tarde, a Proskourov. Entre el 2 y el 7 de marzo estas unidades obtuvieron 15 victorias, 10 de las cuales en el día del 2. El mismo día, Hartmann fue gratificado por el Führer, al mismo tiempo que el Oberleutuant W.Krupinsky, con las Hojas de Roble sobre su Cruz de Caballero.

Según los archivos alemanes, tras de un breve período de descanso, Hartmann volvió a combatir con el éxito en los cielos de Crimea, en el sector de Iasi, al noroeste de Rumania, en Bielorrusia, al sur de Varsovia...


Consultando los archivos soviéticos


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Recientemente, en varias ocasiones, los asombrosos éxitos de Hartmann fuero objeto de debates en la prensa rusa. Las críticas hicieron notar la desaparición de varias libretas de de vuelo del "experto" y la imposibilidad de atestiguar resultado de los combates por películas de las foto ametralladoras (no disponibles en los cazas alemanes) y dudas sobre ciertas " victorias en “serie". Por otra parte, los seguidores de Hartmann se apoyan en documentos de su juicio en la URSS en 1949. Según ellos, si el acta de acusación se apoya en la destrucción de 345 aviones soviéticos (los otros siete eran americanos) debe ser cierto ya que los acusadores KGB no podían equivocarse en un asunto tan serio.
Hay una forma de cerrar el debate: verificar, igual que para otros ases, si las victorias del experto son confirmadas por los archivos soviéticos. Es decir, si se corresponden pérdidas soviéticas. Desgraciadamente, la respuesta no es tan simple, ya que la táctica favorita de Hartmann consistía en sorprender aviones aislados, lejos de las líneas, en el momento en que su tripulación menos se lo esperaba.

En ese caso el avión derribado aparece en los registros soviéticos, no como avión derribado en combate, pero si como desaparecido con causa desconocida ("no volvió de misión"), además, si las tripulaciones habían sobrevivido, ellos no podían decir generalmente nada sobre la causa de su pérdida. No obstante, si no es posible confirmar o invalidar uno a una las victorias del más grande as alemán, podemos cuando mínimo, tras el estudio, establecer unas conclusiones.

Así, el 29 de mayo de 1944, tres La-5 (mencionados en su informe como LaGG-7) fueron añadidos a sus palmares, derribados en la región del aeródromo rumano de Novela. Efectivamente, aviones del 5º Ejército aéreo atacaron las grandes bases aéreas de Romanet Khousi, pero sin la ventaja de la sorpresa. En el curso de los combates que resultaron, lo cazas y Flaks alemanes derribaron cuatro IL-2. Pero todos los La-5 de la 302º División de caza que protegían a los Shturmovik retornaron a su base. El 5º Ejército aéreo no lamentó la pérdida de ningún otro La-5, a pesar del “intenso” informe del punto de Hartmann, Oberfeldwebel E Blessin, informando cómo uno de los cazas soviéticos "se estremece bajo los impactos y, dejando un rastro de humo negro se precipitó hacia el suelo".

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MIGUEL

REGENTE DE LAS TIERRAS ALTAS
Colaborador
De datos y aparatos diferentes



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Uno de los historiadores rusos que hacen la apología de Hartmann, M.V. Zéfirov, escribió en su obra "Los Ases de la Luftwaffe: "El 4 de julio, en el sector de Bobrouisk, Hartmann localiza tres IL-2 ocupados en atacar una posición de artillería alemana. Vuelan tranquilamente baja altitud ametrallando su objetivo, olvidando completamente que ellos mismos pueden estar en peligro. En ligero picado, Hartmann se colocó detrás y ligeramente por debajo de los Shturmovik. No abre fuego hasta que se ha acercado a 50 m. Al final de una breve ráfaga, el primer IL-2 se desintegra en los aires. Tras una rotura brutal, pronto el segundo adversario que se encuentra en su visor. De nuevo una ráfaga, y otro IL-2 en llamas cae hacia el suelo. Una tercera vez y un tercer aparato recibe los impactos. Tres columnas de humo señalan los lugares donde cayeron los tres IL-2. Eran las victorias 248º ,249º y 250º. Hartmann era el cuarto piloto de la Luftwaffe que alcanza tal cifra."
Si se consultan los archivos alemanes, la 250º victoria de Hartmann no fue contabilizada el 4 de julio de 1944, sino un mes más tarde. En aquella época, su unidad estaba en Rumania y combatía a los pilotos de la 5º Armada Aérea del general Goryounov. En el registro de acciones del 5º Ejército aéreo - Junio de 1944 (2), se indica que un grupo de 12 IL-2 mandados por el Tte. Frolov, picando desde 900 m de altitud, atacó posiciones alemanas de artillería en el norte de Iasi. Tras la primera pasada sobre el objetivo, fueron interceptadas por dos parejas cazas enemigas. El jefe del 2º Cuerpo aéreo de Asalto, el general Stépichev, observó desde el mando del 27° Ejército mixto, cómo, a la aparición de los aviones enemigos, las cuatro patrullas de " Shturmovik " forman un círculo defensivo que rechaza todos los ataques de Meserschmitt y Focke-Wulf provenientes de las de las posiciones germano-rumanas. Los pilotos de IL-2 realizaron 5 pasadas de tiro teniendo que lamentar la pérdida de un sólo IL-2 que, dañado, debió hacer un aterrizaje forzoso en sus líneas.

La contraofensiva de los ejércitos Germano-rumanos en el noreste de Rumania, a finales de mayo-principios de junio del 1944, es de gran interés en la medida en que las tropas alemanas se beneficiaban del apoyo activo de la Luftwaffe. Después de haber concentrado fuerzas aéreas importantes, y al contar con el efecto de sorpresa, los alemanes recuperaron la iniciativa en el aire. Las pérdidas soviéticas del 30 y el 31 de mayo se elevan a 70 aviones. Unos días después, el mando del 5º Ejército Aéreo vuelve a poner orden y establece una disciplina aún más firme en sus unidades con lo que las pérdidas disminuyen sensiblemente. Patrullas reforzadas y escalonadas a diversas alturas hicieron la misión de los "expertos" alemanes bastante más delicada.

Encontramos para este período, en los archivos alemanes la indicación de que los Messerschmitt efectuaron de tres a cinco salidas al día, procedían a operaciones de limpieza del cielo, escoltaban grupos mixtos de Ju-87 y de Fw-190 (más raramente de Hs-129 de ataque a tierra) y se dedicaban a la caza libre. ¡Durante todo este tiempo, Hartmann sólo realizó misiones de caza libre y reivindicó, entre 3 y el 6 de junio, la destrucción de 15 "Airacobra" y de ocho La-5 (ni siquiera menciona los "Shturmovik"!). Afirma haber utilizado con éxito las nubes los cúmulos, abundantes á esta época, para esconderse y atacar a altitudes bajas y medias (menos de 3 500 m).

No obstante, comparando los archivos soviéticos y los informes de Hartmann sobre sus misiones en la segunda mitad del día (generalmente tras las 15 horas, - período de nubosidad fuerte), podemos atribuirle efectivamente durante este cuatro jornadas sólo un máximo de seis victorias de estas 23. Comprobamos también que Hartmann reivindicó la destrucción de LAGG mientras que se trataba de Bell "Airacobra".


Misteriosos aviones derribados


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Durante la cuarta salida del 4 de junio, por la tarde, habiendo reivindicado cinco victorias por la mañana, Hartmann y su punto Feldwebel H.J. Birkner intentaban sorprender unos aviones soviéticos a la salida de una nube, cuando ellos mismos fueron interceptas por dos cazas soviéticos. Pilotados por el Major B.B. Ghakaet y el Teniente N.L. Trofimov, del 16º Regimiento de caza de la Guardia, atacaron a ambos "Messerschmitt” desde arriba. Avisado por su punto, Hartmann consigue evitar la ráfaga que le iba destinada, y exprimiendo su motor al máximo salió del combate. Tras este choque, la parte soviética reivindicó una victoria y Hartmann dos (que le fueron concedidas). En realidad todos los protagonistas ¡volvieron a casa sanos y salvos!
El reportaje del corresponsal alemán de guerra G. Eekert sobre la 300º Victoria de Hartmann, el 24 de agosto de1944 en el sector de Sandomierz, puede ser citado como un ejemplo perfecto de la propaganda del Dr. Goebbels

El acontecimiento se describe de este modo: "Todos los que estaban presentes sobre el terreno se habían reunido alrededor de radio y de dos míseros receptores, ya que el acontecimiento podía llegar de un momento a otro. El operador estaba nervioso, temiendo dejar pasar el mensaje de la victoria 300° obtenida por un piloto alemán.

15 h 50. Tierrra a Hartmann: "Cazas enemigos se acercan a Sandomierz!"
16 horas. Hartmann: “Tengo uno”
16 h 03. "Lo tengo"
16 h 06. Tierra a Hartmann: " ¡Vigile el sector cercano a usted, "Cobra " a su derecha!"
16 h 09. Hartmann: "¡Este ya está! Voy a por aquel". Luego, un minuto después" ¡Lo tengo!"
16 h 10. El punto a Hartmann: "Felicidades por su número 300!"

Pero las cosas no se detienen ahí. Bajo los gritos de los entusiasmados alemanes, Hartmann otras dos veces anuncia la explosión en vuelo de otro avión soviético, y por la tarde, ya tenía el récord de 11 aviones enemigos”. Todos fueron confirmados.

A juzgar por el reportaje los "Airacobra" del 7º Cuerpo de caza (según los archivos soviéticos, ellos eran quienes patrullaban sobre los puntos de paso del Vístula a Sandomierz) sólo estaban ese día para servir de objetivos al as alemán. En realidad, los adversarios enfrentados a Hartmann este 24 de agosto de 1944 eran pilotos bien preparados y experimentados de la 9º División de caza de la Guardia, comandados por el Coronel Pokrychkin (esta división formaba parte del 7º Cuerpo de caza y su jefe acababa de recibir algunos días antes, su tercera Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética).

Si el mismo estilo del reportaje alemán ya deja suponer que el éxito puede ser una exageración, la realidad sobrepasa todo lo que se podría suponer. Volviendo al registro de Acciones del 2º Ejército aéreo - agosto de 1944 (4) podemos verificar que son los pilotos del ejército de S.A. Kraskovsky los que cubrían las unidades del 1° Frente de Ucrania, particularmente la cabeza de puente del Vístula; la 9º División de caza de la Guardia formaba parte de esta gran unidad.

La página 29 del documento citado permite afirmar que ningún avión soviético fue derribado en combate aéreo el día de 24 agosto, y que ningún otro avión este mismo día fue considerado como que "no regresó de la misión".

Podemos, por consiguiente, afirmar con un alto grado de certeza que el episodio descrito anteriormente, así como las otras ocho "victorias " de Hartmann del 24 de agosto 1944, son inventadas.


El régimen nazi necesita héroes


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Según las fuentes alemanas, que a menudo citan las memorias del punto de Hartmann, Oberfeldwebel K. Unger, el famoso "experten" habría destruído 19 aviones soviéticos los días 23 y 24 de agosto. En los documentos del 2º Ejército aéreo las pérdidas soviéticas de estos dos días se elevan a 11 aparatos: dos derribados por la caza enemiga, uno desaparecido, uno destruído en tierra por la artillería alemana, y siete víctimas de las Flak. No se puede asignar a Hartmann ese día mas que un biplano Po-2 del 208º División de bombardeo nocturno (Hartmann no reivindicó victoria sobre un infeliz biplano), y un P-39 del 7º Cuerpo de caza. En cualquier caso, está claro que el as alemán no obtuvo los excepcionales resultados anunciados.


Es igualmente interesante otro punto importante. A finales de agosto de 1944, las acciones desesperadas de los alemanes llegaron a detener la ofensiva soviética en el centro del frente del Este y lo estabilizaron. No obstante, el verano ve desaparecer en varias bolsas a la mayoría de las unidades alemanas que constituían inicialmente el Grupo de Ejércitos Centro, lo que fue una de las mayores catástrofes sufridas por la Wehrmacht en el curso de su historia.

Hay sin embargo casos donde las victorias de Hartmann, al menos en parte, son confirmadas por los archivos soviéticos. Así pues, se puede afirmar con seguridad que el 24 de octubre de 1943 deribó al Tte. Sytov del 5º Régimiento de caza de la Guardia, Héroe de Ia Unión Soviética, en un combate aéreo en el sector de Zaporozhie. El ruso, con 30 victorias (seis en grupo) se apartó de su formación y no regresó. Esta pérdida fue sentida dolorosamente en el regimiento; "no tenía rivales en la energía de sus asaltos y la precisión de sus golpes..." decía una de las citas. Ninguno de sus camaradas sabe en qué circunstancias cayó. Por su parte, según de las actas alemanas, Hartmann, ese día, derribó un LaGG-5 durante su 357º misión, logrando su 133º victoria.


Derribo por error


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El Tte. Sytov no fue la única baja del 5º Regimiento de caza de la Guardia en el curso de los duros combates de reconquista del Dnieper. A finales del 1943, durante una misión por el sector de Apostolovo, el piloto con más victorias del regimiento no volvió. El Tte. P.T. Kaisin tenía en sus récords 16 victorias. El 12 de diciembre había dado pruebas de maestría y abnegación llegando a aterrizar tras las líneas enemigas y recoger a su líder el Tte. Bayevsky, que acababa de hacer un aterrizaje forzoso. Ocho días más tarde, en malas condiciones meteorología, el avión de Kalsin perdió el contacto con su grupo y no fue visto de más de nuevo. Posiblemente fue víctima de Hartmann que merodeaba por el sector Nikopol - Apostolovo. El alemán declara haber derribado tres La-5. El estado-mayor del 17º Ejército aéreo reconoció haber perdido dos La-5 el 20 de diciembre.
Sergei, hijo del célebre constructor Igor Sikorsky, trabajó en Alemania federal tras la guerra y conoció a Hartmann. Hacia los años 1970, sus relaciones se convirtieron en amistad sincera y el famoso as contó a su amigo, director comercial de la sociedad que llevaba su nombre, su guerra y la dureza de su cautiverio en la URSS, las numerosas injusticias de la suerte de la que fue víctima. Uno de los episodios contados por Hartmann y confiado por Sergei Sikorsky al autor (Jazanov) de estas líneas es el siguiente: "Los pilotos más experimentados fueron a veces obligados a despegar en "caza libre" en condiciones meteorológicas execrables. Saber orientarse por los menores indicios de un paisaje a menudo desolado, la conjunción con mi máquina era lo que me permitía volver. Pero por dos veces, en el mal tiempo, (uno de estos casos se produjo en otoño de 1943 en el sector del Dnieper) mis ojos me traicionaron: ataqué y me derribé a los aviones, pero sólo durante su caída vi las cruces alemanas en sus alas. Desde luego, no dije nada sobre esos errores".

También encontramos un episodio interesante respecto a Hartmann en las memorias que el Sargento P.I. Guriev, de 43º Regimiento de Shturmovik, que informó de combates en los que estuvo implicado. El IL-2 del que era ametrallador había sido derribado en el sector de Sapun-Gora el 7 de mayo de 1944, en el momento del asalto de Sevastopol por el Ejército rojo. El suboficial fue capturado. Tras un interrogatorio breve, fue trasladado al último aeródromo alemán que permanecía activo, cerca de Jersones. Allí asistió a la agonía de los restos del 17º Ejército alemán, cercado y acorralado contra el mar. El fuego de artillería y los asaltos incesantes de los IL-2 inflingieron a los alemanes pérdidas severas, pero uno de los pilotos alemanes, un rubio pequeño, llegó a despegar en dos ocasiones con su "Messerschmitt" entre los estallidos de obuses, bombas y cohetes; y volver de nuevo. Cuando la pista se volvió impracticable, cargó a dos mecánicos detrás él, y volvió a salir en dirección a Rumania. En el desorden, Guriev se escapó y pudo así pronto encontrar a sus camaradas. Se manifiesta que su relato hace alusión Hartmann.


Buena cohesión con sus compañeros en caza Libre


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El elevado nivel de entrenamiento de los pilotos del JG 52 fue determinante para obtener resultados como los de Hartmann. Su éxito en la caza libre se explica en gran parte por la buena cohesión de sus parejas líder-punto y de la buena coordinación de sus acciones. La prueba del ejemplo contrario: cuando a finales de la guerra, Hartmann tiene de punto al Comandante G. Kapito, transferido recientemente de la aviación de bombardeo sin haber acabado su formación de caza, la patrulla se deshizo a partir de las primeras maniobras, el 1 de marzo de 1945. Kapito se distanció, recibió el fuego de un aparato identificado como "Airacobra" y tuvo que abandonar su avión en paracaídas. Pero el avión soviético a su vez fue atacado por Hartmann, que le derribó. Kapito dice haber visto al enemigo expulsado de la cabina en el momento del impacto, y muerto en el acto.
En el fuselaje de ese avión había 25 estrellas. El "Messerschrnitt" que acababa de derribar fue su 26° y última victoria. El historiador checo Kolewski se basa en las memorias de los mecánicos del I.JG52 a quienes Hartmann mandó a partir de febrero de 1945, para concluir que su víctima del 1 de marzo de 1945 fue el Capitán S.I. Lazarev, del 728º Regimiento de caza, de la 256ª División. No lejos de la ciudad de Brenzlau, los alemanes descubrieron los restos de un Yak (y no de un "Cobra" como lo habían identificado erróneamente los pilotos alemanes) con el cono de la hélice pintado de rojo y tres hileras de estrellas sobre el costado. Según documentos oficiales soviéticos, Lazarev contaba en el momento de su fallecimiento con 22 victorias individuales y tres colectivas.







Los jóvenes pilotos soviéticos, presas fáciles


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La mayoría de las veces, las víctimas de los ases alemanes eran jóvenes pilotos soviéticos insuficientemente adiestrados. El aumento de los efectivos de la aviación soviética durante la segunda mitad de la guerra hizo necesario el envío al frente de miles de aviadores, aunque el estado no disponía de los medios necesarios para instruirlos convenientemente. Hasta disponiendo de aviones modernos y bien armados, aquellos novatos que quedaban retrasados de su formación corrían un gran riesgo de ser derribados en poco tiempo. Los ases alemanes como Hartmann lo sabían muy bien, e intentaban centrarse en este tipo de presas, para probar suerte sin grandes riesgos y retirarse rápidamente.
Cuando las necesidades fueron importantes, particularmente en el momento de ofensivas importantes, la VVS fue forzada a lanzar al combate a pilotos reservistas inexpertos, o a alumnos en curso de formación. Estos constituyeron muchas presas fáciles para la Luftwaffe. Por otra parte, muchos aviones de caza soviéticos, hasta al fin de la guerra, no tuvieron radio. A menudo, sólo el líder disponía de un emisor-receptor de radio, teniendo los pilotos a su mando sólo un receptor; la ausencia de enlace por radio constituía un handicap considerable; esto obligaba particularmente a los pilotos afectados a volar bien agrupados en formaciones poco maniobrables.


La caza soviética fue privada de forzar el combate


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Además, la aviación de caza soviética, incluso en la fase final de la guerra, raramente ejecutó misiones ofensivas. Su papel fue, la mayoría de las veces, limitarse a dar protección aérea a un sector del frente y a la escolta de las unidades de ataque a tierra. Durante las misiones de escolta, los pilotos de caza no tenían permitido abandonar la formación, incluso ni para perseguir un enemigo.. Su función era mantener la caza enemiga a distancia. Los "Halcones de Stalin" fueron muy raramente autorizados a practicar misiones de caza libre sobre las principales rutas aéreas de la aviación, y a atacar los aeródromos alemanes en muy pocas ocasiones.
Esto quiere decir que a pesar de su inferioridad numérica, la aviación alemana raramente estuvo colocada en una situación insoluble. Los ases alemanes podían sacar provecho de todas las ocasiones que se les ofrecían. Hay que aquí rendir homenaje al tesón de Hartmann, y a su aptitud de analiza muy rápido la situación para atacar sólo si le era favorable.


Un avión derribado, cinco victorias reivindicadas


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Es seguro de que con olfato de buen cazador, Hartmann supo sacar provecho perfectamente de ciertos procedimientos cuajados de la aviación soviética, y que sabía sorprender, como todo buen cazador, no haciendo lo mismo que todo el mundo. Pero él velaba por su seguridad personal. Así, entre sus victorias, contamos pocos bombarderos (Pe-2 y "Boston") y casi no hay " Shturmovik" biplazas. Esto puede explicarse por su deseo de no arriesgarse, porque cuando se ataca un avión defendido por una o varias ametralladoras, se expone a ser tocado antes de haber alcanzado la posición de tiro favorable.
El estudio por sondeo de un cierto número de combates del "experto" hacia el fin de la guerra permite comprobar que la mayoría de sus victorias no se confirman por los archivos soviéticos. En ciertos casos después de haber destruído efectivamente un avión enemigo, Hartmann reivindicaba tres, incluso cinco "bolcheviques al suelo". Sus éxitos reales pueden ser evaluados así en 70 ó 80 aviones soviéticos abatidos (casi el personal de ¡dos regimientos enteros!) lo que a pesar de todo es mucho. En estos combates el mismo Hartmann perdió por causa del adversario o por accidente, de 10 a 12 "Messerschmitt". No sería pues falso afirmar, que los famosos resultados de los "experten" del JG 52, G. Barkhorn y G. Rall, fueron en realidad superiores, aunque ni uno ni otro haya obtenido los "diamantes" sobre su Cruz de Caballero como Hartmann, ya que la credibilidad de los informes de Hartmann es más baja que la de la media de los pilotos alemanes. Esto puede explicarse por la dificultad o incluso la imposibilidad de conocer la suerte real del avión atacado sobre las zonas soviéticas donde Hartmann se adentraba a menudo (pero otros "Experten" siguieron este ejemplo). En estos casos, la confirmación de la victoria se reducía al posible testimonio de un compañero.

Hay también el hecho de que la veracidad de los informes de los Alemanes era claramente más elevada en 1941-1942 que en 1944-1945, cuando Hartmann adquirió la mayoría de sus victorias. Por ejemplo, de las 33 víctimas de W. Mölders en el Frente Este en 1941, unas 20 pueden confirmarse en los archivos soviéticos. Por el contrario, hacia el final de la guerra la propaganda alemana necesitaba sobre todo héroes sobrehumanos, capaces por sí solos de poner en fuga, o mejor, de destruir olas de "bolcheviques". El joven "experto" Hartmann, piloto hábil, ciertamente, se creó así oficialmente como héroe invulnerable. La publicación de varios libros consagrados a su servicio durante la guerra fría también contribuyó a pulir su imagen de "caballero rubio" sin reproche y sin miedo opuesto al "peligro rojo". El análisis de los archivos soviéticos permite también negar formalmente que los servicios soviéticos le hayan consagrado una "atención especial". El rumor según el cual la cabeza de Hartmann, llamado "el diablo verde de Ucrania", se habría puesto a precio 100.000 rublos no puede ser confirmado por los archivos.


La leyenda del “tulipán negro”


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Los Alemanes afirman que a partir del momento en que hizo pintar bandas negras sobre el morro de su Messerschmitt, similares a los pétalos de una flor, sus resultados habrían disminuido brutalmente, ya que los servicios soviéticos de escucha determinaron rápidamente que el "tulipán negro" era el avión de Erich Hartmann, y los soviéticos ordenaban a sus pilotos dejar rápidamente el sector en cuanto aparecía. De eso no hay absolutamente pruebas algunas. Por el contrario, existe la prueba de que los alemanes sí indicaban a sus tripulaciones "¡¡Achtung, Pokrishkin in der Luft!!” (¡¡Atención, Pokrishkin está en el aire!!). Si la inteligencia soviética sí seguía los desplazamientos de unidades de la Luftwaffe, apenas se interesaba por sus pilotos. El nombre de Hartmann no decía mucho a los Estados Mayores soviéticos. Algunos de ellos sólo lo conocieron en la segunda mitad de 1944, después de haber analizado los informes de interrogatorio de pilotos del JG 52 caídos en sus manos.
Por último, también es necesario destacar que los pilotos de la Luftwaffe no consideraban a Hartmann del mismo nivel que Mölders o Galland, aunque haya adquirido oficialmente más victorias. Los rusos no lo clasifican tampoco a la misma altura que uno de los tácticos de la aviación soviética, Alexander Pokrishkin. Por último, a pesar de su prestigio, Erich Hartmann no ocupó nunca elevado puesto en la jerarquía militar alemana, durante o después de la Segunda Guerra Mundial. Sólo en julio de 1944, unos 20 meses después de su llegada al frente, es que fue promocionado a Oberleutnant (teniente) y no alcanzaría el grado de Comandante hasta la víspera de la capitulación del Reich. En la Luftwaffe de Alemania occidental, donde Hartmann tuvo la reputación de incontrolable y "políticamente incorrecto", alcanzó con mucha dificultad el grado de coronel.


Disputas de los historiadores


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Si todos los historiadores admiten que es difícil que el número de las victorias confirmadas (289 para Hartmann hasta el 27 de agosto de 1944) corresponda a un número equivalente de pérdidas en el adversario, que el frente del Este ofreció a los mejores pilotos de caza alemanes condiciones de éxito ideales durante al menos dos años, que el número de las victorias aprobadas en el Este por el mando de la Luftwaffe es excesivo, no es menos cierto que disputan sobre las conclusiones que son necesarias sacar. A partir de este hecho innegable, muchos historiadores alemanes sospechan a sus homólogos rusos de “engordar” en sentido contrario, acusándoles de esforzarse en reducir en la medida de lo posible el verdadero (pero desconocido) récord del "Experten" con el fin de aumentar el peso de los éxitos de los ases de las VVS, hasta ahora ampliamente menospreciados, en particular a causa de la guerra fría, como destaca Dimitri Jazanov.


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Artículo de Dimitri Jazanov aparecido en la revista francesa Le Fana de L'Aviation Nº 423 de febrero de 2005
 
Mas alla de la controversia que existe en torno a su record de combate; mas alla del hecho de su bandera durante la segunda guerra mundial, sin dudas ha sido uno de los pilotos de caza mas importantes de todos los tiempos. Muy buen informe Miguel!.
 
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