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Historia Militar
ERICH HARTMANN (1922 - 2000)
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<blockquote data-quote="MIGUEL" data-source="post: 7160"><p>EL Club...</p><p></p><p>En esa época, la cordura estaba ausente del mundo. La historia calificará de barbarie demente las transacciones a alto nivel, según las cuales soldados alemanes y sus familias, en poder de los ingleses o norteamericanos, fueron entregados a la custodia soviética. Los rusos querían descargar sus odios sobre esas personas ahora indefensas. Sus masas de soldados embrutecidos que se volcaban sobre la campiña alemana eran incitadas por Ilya Ehrenburg, el "Göbbels", a que tomaran "tomaran las rubias mujeres alemanas, quienes les harán olvidar las penurias de la lucha".</p><p></p><p>En la mañana del 16 de mayo de 1945, Hartmann fue informado de que toda su unidad, mujeres y niños incluidos, tendrían que ser entregados a los rusos. Los despacharon en camiones del Ejército Rojo. A los soldados de Hartmann los despojaron de todo lo que pudiera ser de utilidad o de algún valor: ropas, comida, mapas, todo les fue quitado.</p><p></p><p>Los rusos separaron a las mujeres y las niñas de los varones. Entonces, junto al camino y en los campos cercanos, los rusos obedecieron en forma terrible a las exhortaciones del propagandista Ehrenburg. Las mujeres, las jovencitas adolescentes y hasta las niñas fueron despojadas de sus ropas y violadas mientras los alemanes contemplaban la escena angustiados. Una fuerza de treinta tanques rodeó el área de los prisioneros de guerra durante esos procedimientos. El infierno soportado por los hombres alemanes mientras sus esposas, novias e hijas eran violadas a la luz del día desafía toda descripción.</p><p></p><p>Muchas mujeres fueron llevadas en vehículos del Ejército Rojo y nunca más se las volvió a ver. El resto fue "devuelto" a sus horrorizados esposos y padres. Familias enteras se suicidaron durante la noche porque los soldados rusos venían una y otra vez al recinto de prisioneros. Al día siguiente llegó un oficial de alto rango del Ejército Rojo y prohibió inmediatamente la continuación de los excesos. Pero Hartmann dice que ese primer día de su cautiverio ruso es "el peor recuerdo de mi vida".</p><p></p><p>Más de diez años debió librar una batalla constante de voluntad e ingenio con sus carceleros soviéticos. Hizo huelgas de hambre y lo hicieron comer a la fuerza para mantenerlos con vida. Frecuentemente lo encerraban en confinamiento solitario en total oscuridad. Cuando lo obligaron a trabajar en cuadrillas de construcción, Hartmann provocaba continuamente a los guardias e instigaba al sabotaje a los compañeros de cautiverio.</p><p></p><p>Cuando el canciller Adenauer fue a Moscú en 1955 para iniciar un acercamiento general con la Unión Soviética, una de las concesiones que buscaba era la liberación de los alemanes prisioneros de guerra. Adenauer tuvo éxito. Empezó la liberación de los hombres que habían estado encarcelados ilegalmente más de una década. La Unión Soviética había burlado las disposiciones de la Convención de Ginebra sobre prisioneros de Guerra reclasificando a millares de alemanes como criminales comunes y sentenciándolos a penas de 25 a 50 años de prisión. En esta categoría estaban los hombres y mujeres cuya libertad fue obtenida por Adenauer. Sin embargo, debemos preguntarnos cuantos millares de prisioneros de guerra alemanes siguen languideciendo en el sistema carcelario soviético.</p><p></p><p>Cuando el Caballero Rubio regresó a Alemania Occidental, su amada Usch estaba aguardándolo. Hubo un período de adaptación a la vida libre, que incluyó la recuperación de su fortaleza física. La sorprendente capacidad de recuperación de Hartmann hizo milagros. Dos semanas después de llegar a su hogar, el entusiasta Walter Krupinski lo llamó por teléfono instándolo a viajar con él y con Gerd Barkhorn a Inglaterra para hacer un curso de entrenamiento de vuelo en aviones a reacción. Como dice secamente Hartmann, "esto era casi demasiado pedir después de diez años en la prisión".</p><p></p><p>Sus antiguos camaradas, entre ellos Hrabak, loo exhortaron a que volviera a la nueva Luftwaffe. Era demasiado viejo para iniciar una nueva carrera de modo que finalmente aceptó. Recibió un curso de repaso de entrenamiento en los Estados Unidos y fue elegido para comandar el Ala Richthofen en la nueva Fuerza Aérea Alemana, primera ala de caza que se organizó después de la guerra. Cumplió sus funciones con dedicación y distinción y después fue transferido a Porz Wahn, como experto en evaluación táctica. Se retiró de la Fuerza Aérea Alemana en 1973.</p><p></p><p>Al contrario de lo que podría esperarse. Erich Hartmann no es un hombre que odie a Rusia. Tiene hacia el pueblo ruso sentimientos más amables y auténticamente amistosos de los que jamás se encontrarán expresados en un periódico Norteamericano. Recuerda muy bien que en una ocasión, gente de pueblo ruso se agolpó alrededor del recinto de prisioneros para insultar a los guardianes soviéticos por tener confinados a los alemanes y para pedir que los devolvieran a sus hogares.</p><p></p><p>Los contactos de Hartmann con esos civiles rusos y con los numerosos aldeanos que conoció durante los días de la ocupación, y no sus amargas batallas con la policía secreta rusa, forman la base de sus opiniones sobre el pueblo soviético. Desde un punto de vista práctico, sabe más de la psicología rusa que numerosos teóricos académicos especializados en el tema. Habla inglés, ruso y alemán y por lo tanto es capaz de penetrar las barreras idiomáticas entre su propio país, Occidente, y Rusia.</p><p></p><p>Hoy se describe a sí mismo como "ya no un tigre, pero tampoco un gato viejo". Rodeado de su feliz y pequeña familia, lleva una vida activa como director de una escuela de entrenamiento de pilotos y examinador de vuelo. Reserva sus momentos exuberantes para ocasiones especiales, como la promoción a brigadier general, en 1966 de Günther Rall, su viejo amigo y oficial comandante durante la guerra, o la promoción de Macky Steinhoff a inspector de la Fuerza Aérea Alemana.</p><p></p><p>Pocas personas en la Alemania de hoy conocen su nombre. Raramente es conocido en público por alguien que no haya pertenecido a la vieja Luftwaffe. En presencia de los autores, una vez fue víctima de la grosería de un arrogante jefe de camareros en un restaurante de Colonia. El hombre no tenía ni la más remota idea de que insultaba a uno de los veintiocho soldados más condecorados de su país o de que se había mostrado grosero con uno de los ases de caza más exitosos del mundo. Es que Hartmann no parece tener edad suficiente para relacionarlo con acontecimientos tan lejanos.</p><p></p><p>Erich Hartmann era un estudiante de dieciséis años en marzo de 1938 cuando Gerd Barkhorn iniciaba su entrenamiento de vuelo que culminó con el Me 109 en octubre de 1939. Barkhorn voló en la Batalla de Inglaterra con la JG 2 Richthofen, pero durante ese período no tuvo mucho éxito. Pasó un largo tiempo en operaciones antes de confirmar su primera victoria.</p><p></p><p>En agosto de 1940 Barkhorn inició su relación con el II/JG 52, que duraría hasta enero de 1945. En la Batalla de Inglaterra voló en esa unidad con Marseille. Tenía 120 misiones en su haber el 2 de julio de 1941 cuando logró su primera victoria en el frente oriental y desde entonces fue obteniéndolas con regularidades hasta llegar a la número 300 el 5 de enero de 1945.</p><p></p><p>Gerd Barkhorn nunca figuró entre los que obtenían numerosas victorias en una sola misión en el frente Oriental. Su mejor misión la realizó el 20 de julio de 1942, cuando logró cuatro victorias, cifra modesta para el frente ruso. Siete victorias en un día fue su mejor cosecha y las obtuvo en varias misiones. Su día más agitado fue cuando hizo ocho misiones desde aeródromos improvisados, en Rusia. En todas esas ocho misiones se trabó combate.</p><p></p><p>Tenía una fe inconmovible en el Me 109, que prefería al FW 190, y en el que sentíase mas feliz que en el jet Me 262. En su opinión, el Me 109F fue la mejor de todas las variantes producidas pero insiste en la naturaleza personal de esas preferencias.</p><p></p><p>"El Me 109F podía trepar y girar como el demonio. Era más ligero que otros Me 109 y resultaba especialmente bueno cuando estaba equipado con los cañones Mk 151 de 15 milímetros. Me parecía que ese avión podía hacer cualquier cosa".</p><p></p><p>En 1.104 misiones de combate y por lo menos 1.800 salidas, Barkhorn enfrentó y venció a todos los tipos de cazas usados por los rusos, incluidos Spitfire y Hurricane de fabricación británica, y Airacobras norteamericanos. Según la experiencia de Barkhorn, el Yak-9 era el mejor avión ruso, pero insiste en la importancia de la calidad individual del piloto en sus batallas en los términos siguientes:</p><p></p><p>"Algunos pilotos rusos volaban sin mirar a los costados o hacia atrás. De esa forma derribé a muchos que ni siquiera sabían que yo estaba detrás de ellos. Muchos eran buenos como otros pilotos europeos, pero la mayoría carecía de flexibilidad en sus respuestas en combate aéreo".</p><p></p><p>"Una vez tuve una batalla de cuarenta minutos con un excelente piloto ruso. Fue en 1943. No podía derribarlo. Estaba empapado de sudor, como si acabara de salir de la ducha, y me pregunté si él se encontraría en las mismas condiciones. El ruso piloteaba una Lagg-3 y los dos hicimos todas las maniobras acrobáticas que conocíamos, además de inventar otras nuevas. No podía ponerlo al alcance de mis cañones y él no podía hacer lo mismo conmigo. Pertenecía a uno de los Regimientos de Guardias, donde los rusos concentraban a sus mejores pilotos, y su avión tenía toda la nariz pintada de rojo. Conocíamos los nombres de algunos ases rusos, los Stalinfalken (halcones de Stalin), pero no tengo idea de quién pudo ser aquel piloto que me obligó a retirarme".</p><p></p><p>Las sorprendentes 301 victorias de Barkhorn no fueron obtenidas con facilidad o sin pagar un precio. Fue derribado nueve veces, una vez se lanzó en paracaídas y dos veces resultó herido. Siendo un hombre que despegó más de mil cien veces en busca del enemigo, admite que tuvo mucha suerte al sobrevivir a la guerra.</p><p></p><p>En una ocasión, en mayo de 1944, Gerd voló como escolta del temible piloto de Stuka Hans Ulrich Ruedel (*****) y como resultado pasó cuatro meses en el hospital. El ataque de Stukas se desarrolló sin problemas y Barkhorn regresaba a al base. Eran las 18 y su sexta salida en un día que había comenzado a las 2 de la mañana.</p><p></p><p>"Recibí el mensaje de que había cazas rusos en las cercanías, pero estaba muy cansado y un poco negligente. No miré atrás. Para entonces tenía 273 victorias y recuerdo que iba pensando en llegar a las 275 y más tarde, quizás, a las 300. Desafortunadamente, la siguiente victoria fui yo.</p><p></p><p>Un caza ruso lo atacó desde atrás, lo derribó y lo puso fuera de circulación durante cuatro meses. Si no hubiera sido por esta desgracia, Barkhorn habría podido muy bien consagrarse el máximo as de la guerra. En esa época Hartmann le iba a la zaga, con alrededor de doscientas victorias. En los cuatro meses entre la desgracia d3 Barkhorn y su regreso a operaciones, "Bubi" saltó al primer puesto y desde ese momento no lo perdió.</p><p></p><p>Historias apócrifas sobre diversos ases de todas las nacionalidades pintan al héroe cediendo numerosas victorias a sus compañeros de escuadrilla. Una investigación objetiva de esos casos lleva casi invariablemente a la comprobación de que el as en cuestión buscaba todas las victorias que podía obtener para él, sin renunciar a ninguna, y con justa razón. Entre las excepciones está Gerd Barkhorn.</p><p></p><p>Antes de arrojar la moneda o discutir sobre una victoria que podía pertenecer a él o a otro piloto, Barkhorn siempre atribuía la victoria al otro. Si derribaba un avión enemigo y no había testigos, su sonriente reacción era: "Dejemos este a los pobres". El respeto universal de que goza Gerd Barkhorn entre todos sus contemporáneos es una indicación de su carácter y sus cualidades personales, aparte de sus hazañas como aviador.</p><p></p><p>El teniente general Johannes "Macky" Steinhoff dice de él: "Gerd Barkhorn es mi favorito entre todos los pilotos de caza de la Segunda Guerra Mundial. Era el mejor, o uno de los mejores, y digno de la mayor confianza. Cuando reclamaba una victoria, nadie abrigaba la menor duda de que tenía razón. Nunca supe que una victoria reclamada por Barkhorn no haya sido confirmada".</p><p></p><p>Otros confirman la opinión que Steinhoff tiene de Barkhorn. Es concebible que hubiera podido obtener muchas victorias más si no lo hubiesen transferido a la JG 6 en el Oeste y después a la JV- 44 de Galland para pilotear el jet Me 262. Sólo voló en dos misiones después del entrenamiento de vuelo en jets, sin lograr ninguna victoria.</p><p></p><p>En la segunda misión estaba atacando una formación de bombarderos cuando falló su turbina derecha. Se separó del combate y empezó el regreso a la base. Los Mustangs de la formación de escolta se abalanzaron sobre él. El Me 262 tenía una ventaja de alrededor de 160 Km por hora cuando funcionaban sus dos motores, pero con un solo motor resultaba un poco más lento que el avión norteamericano. Además, un Me 262 con ese desperfecto no era lo suficientemente maniobrable para eludir al Mustang.</p><p></p><p>Estos hechos cruciales pasaban rápidamente por la mente de Barkhorn mientras veía que los mustang se disponían a atacarlo. Picó hacia un pequeño claro y se preparó para un aterrizaje violento. Abrió al techo de su cabina a fin de saltar rápidamente del jet condenado. Al tocar tierra en el claro, el jet empezó a saltar violentamente sobre la superficie despareja. Este movimiento combinado con la brusca aceleración, arrojó a Barkhorn fuera de su asiento y proyectó la cubierta de la cabina contra su cuello. En el hospital se reunió con otros miembros de la JV- 44. Para el mayor Gerd Barkhorn, la guerra había terminado.</p><p></p><p>Casado en 1943, tiene tres hijas. Ingresó a la nueva Fuerza Aérea Alemana en 1955 y recibió entrenamiento de refresco en Gran Bretaña, con la RAF, en Gales. Se retiró después de llegar a mayor general y dirigir una de las fuerzas aéreas táctica alemanas.</p><p></p><p>Su mayor admirador es posiblemente Erich Hartmann, el único hombre que derribó mas aviones que él en combate. A Hartmann le gusta relatar una historia sobre Barkhorn que ilustra, por experiencia directa, la firma en que Gerd es capaz de inspirar lealtad y afecto en sus hombres.</p><p></p><p>Hartmann iba volando con Barkhorn en el frente oriental y el segundo se acercó a un caza ruso. Su fuego a quemarropa hizo que el avión enemigo quedara inmediatamente envuelto en llamas en su parte inferior. Viendo que el avión ruso estaba condenado, Barkhorn voló hasta ponerse a la par del aparato enemigo, abrió el techo de cabina y con gestos indicó al ruso que se lanzara en paracaídas. El ruso entendió enseguida y su paracaídas lo llevó ileso a tierra.</p><p></p><p>De regreso, Hartmann pregunto a Barkhorn por qué no había hecho pedazos al caza ruso aunque matara al piloto. La respuesta de Barkhorn fue algo que Hartmann no olvidará jamás:</p><p></p><p>-Bubi, debes recordar que un día ese piloto ruso fue hijito de una hermosa muchacha rusa. El tiene derecho a vivir y amar como nosotros.</p><p></p><p>El "Caballero rubio" dice de su antiguo oficial comandante:</p><p></p><p>"Gerd Barkhorn podía alegrarse de veras si otro tenía éxito. Pocos hombres son así. Cuando yo lo superé me felicito de todo corazón. Era un hombre y un jefe que hubiera podido llevar a sus hombres al infierno. Todos habrían estado orgullosos de dejarse matar por su jefe. Era el comandante de caza con quien sueña todo piloto de caza: Líder, amigo, camarada, padre. El mejor que he conocido".</p><p></p><p>"Es demasiado honrado para la Fuerza Aérea de hoy, pero es uno de los pocos comandantes cuyos hombres, diez y hasta veinte años después, siguen hablando de él con respeto y afecto. Gerd Barkhorn es un hombre inolvidable".</p><p></p><p>Tal es la naturaleza del Club de los 300, cuyos dos miembros se ganaron limpiamente sus puestos entre los inmortales del aire.</p><p></p><p>(*) Rall y Krupinski fueron transferidos a la defensa del Reich en el oeste el 18 de abril de 1944. Willi Batz reemplazó a Rall como oficial comandante del Gruppe III y Hartmann reemplazó a Krupinski como oficial de operaciones de Gruppe.</p><p></p><p>(**) Se dice que Hartmann tenía en la JG 52 el mejor jefe encargado del mantenimiento de su avión, el sargento Heinrich "Bimmel" Mertens, quien hoy vive en Kepellen/Erft, Alemania. Hartmann rinde tributo a Bimmel al admitir sin vacilar que él era el verdadero secreto de su éxito. Además, cuando Hartmann fue derribado y capturado por los rusos, Bimmel pasó cuatro días con sus noches detrás de las líneas rusas buscándolo. Mertens dice: "¡El momento más feliz de la guerra para mí fue cuando regresé a nuestra base después de esos cuatro días y Erich estaba allí para recibirme!".</p><p></p><p>(***) Gabreski comparte los máximos honores con Roberts S Jhonson, as de la USAAF que también obtuvo 28 victorias en la Segunda Guerra Mundial.</p><p></p><p>(****) 1 Rotte consistía de un vuelo de 2 aviones; 2 Rotten hacía un Schwarm (4 aviones); 3 Schwarms hacían un Staffel (12 aviones); 3 Staffeln hacían un Gruppe (36 aviones); 3 Gruppen (o más en algunos casos) formaban una Geschwader, o Ala.</p><p></p><p>(*****) Ruedel obtuvo veinte victorias aire a aire (nueve cazas rusos y once bombarderos en picado Il-2) en sus más de dos mil quinientas misiones de combate. Dice Ruedel: "El jefe de escuadrilla Barkhorn conocía su trabajo de la a A la Z".</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="MIGUEL, post: 7160"] EL Club... En esa época, la cordura estaba ausente del mundo. La historia calificará de barbarie demente las transacciones a alto nivel, según las cuales soldados alemanes y sus familias, en poder de los ingleses o norteamericanos, fueron entregados a la custodia soviética. Los rusos querían descargar sus odios sobre esas personas ahora indefensas. Sus masas de soldados embrutecidos que se volcaban sobre la campiña alemana eran incitadas por Ilya Ehrenburg, el "Göbbels", a que tomaran "tomaran las rubias mujeres alemanas, quienes les harán olvidar las penurias de la lucha". En la mañana del 16 de mayo de 1945, Hartmann fue informado de que toda su unidad, mujeres y niños incluidos, tendrían que ser entregados a los rusos. Los despacharon en camiones del Ejército Rojo. A los soldados de Hartmann los despojaron de todo lo que pudiera ser de utilidad o de algún valor: ropas, comida, mapas, todo les fue quitado. Los rusos separaron a las mujeres y las niñas de los varones. Entonces, junto al camino y en los campos cercanos, los rusos obedecieron en forma terrible a las exhortaciones del propagandista Ehrenburg. Las mujeres, las jovencitas adolescentes y hasta las niñas fueron despojadas de sus ropas y violadas mientras los alemanes contemplaban la escena angustiados. Una fuerza de treinta tanques rodeó el área de los prisioneros de guerra durante esos procedimientos. El infierno soportado por los hombres alemanes mientras sus esposas, novias e hijas eran violadas a la luz del día desafía toda descripción. Muchas mujeres fueron llevadas en vehículos del Ejército Rojo y nunca más se las volvió a ver. El resto fue "devuelto" a sus horrorizados esposos y padres. Familias enteras se suicidaron durante la noche porque los soldados rusos venían una y otra vez al recinto de prisioneros. Al día siguiente llegó un oficial de alto rango del Ejército Rojo y prohibió inmediatamente la continuación de los excesos. Pero Hartmann dice que ese primer día de su cautiverio ruso es "el peor recuerdo de mi vida". Más de diez años debió librar una batalla constante de voluntad e ingenio con sus carceleros soviéticos. Hizo huelgas de hambre y lo hicieron comer a la fuerza para mantenerlos con vida. Frecuentemente lo encerraban en confinamiento solitario en total oscuridad. Cuando lo obligaron a trabajar en cuadrillas de construcción, Hartmann provocaba continuamente a los guardias e instigaba al sabotaje a los compañeros de cautiverio. Cuando el canciller Adenauer fue a Moscú en 1955 para iniciar un acercamiento general con la Unión Soviética, una de las concesiones que buscaba era la liberación de los alemanes prisioneros de guerra. Adenauer tuvo éxito. Empezó la liberación de los hombres que habían estado encarcelados ilegalmente más de una década. La Unión Soviética había burlado las disposiciones de la Convención de Ginebra sobre prisioneros de Guerra reclasificando a millares de alemanes como criminales comunes y sentenciándolos a penas de 25 a 50 años de prisión. En esta categoría estaban los hombres y mujeres cuya libertad fue obtenida por Adenauer. Sin embargo, debemos preguntarnos cuantos millares de prisioneros de guerra alemanes siguen languideciendo en el sistema carcelario soviético. Cuando el Caballero Rubio regresó a Alemania Occidental, su amada Usch estaba aguardándolo. Hubo un período de adaptación a la vida libre, que incluyó la recuperación de su fortaleza física. La sorprendente capacidad de recuperación de Hartmann hizo milagros. Dos semanas después de llegar a su hogar, el entusiasta Walter Krupinski lo llamó por teléfono instándolo a viajar con él y con Gerd Barkhorn a Inglaterra para hacer un curso de entrenamiento de vuelo en aviones a reacción. Como dice secamente Hartmann, "esto era casi demasiado pedir después de diez años en la prisión". Sus antiguos camaradas, entre ellos Hrabak, loo exhortaron a que volviera a la nueva Luftwaffe. Era demasiado viejo para iniciar una nueva carrera de modo que finalmente aceptó. Recibió un curso de repaso de entrenamiento en los Estados Unidos y fue elegido para comandar el Ala Richthofen en la nueva Fuerza Aérea Alemana, primera ala de caza que se organizó después de la guerra. Cumplió sus funciones con dedicación y distinción y después fue transferido a Porz Wahn, como experto en evaluación táctica. Se retiró de la Fuerza Aérea Alemana en 1973. Al contrario de lo que podría esperarse. Erich Hartmann no es un hombre que odie a Rusia. Tiene hacia el pueblo ruso sentimientos más amables y auténticamente amistosos de los que jamás se encontrarán expresados en un periódico Norteamericano. Recuerda muy bien que en una ocasión, gente de pueblo ruso se agolpó alrededor del recinto de prisioneros para insultar a los guardianes soviéticos por tener confinados a los alemanes y para pedir que los devolvieran a sus hogares. Los contactos de Hartmann con esos civiles rusos y con los numerosos aldeanos que conoció durante los días de la ocupación, y no sus amargas batallas con la policía secreta rusa, forman la base de sus opiniones sobre el pueblo soviético. Desde un punto de vista práctico, sabe más de la psicología rusa que numerosos teóricos académicos especializados en el tema. Habla inglés, ruso y alemán y por lo tanto es capaz de penetrar las barreras idiomáticas entre su propio país, Occidente, y Rusia. Hoy se describe a sí mismo como "ya no un tigre, pero tampoco un gato viejo". Rodeado de su feliz y pequeña familia, lleva una vida activa como director de una escuela de entrenamiento de pilotos y examinador de vuelo. Reserva sus momentos exuberantes para ocasiones especiales, como la promoción a brigadier general, en 1966 de Günther Rall, su viejo amigo y oficial comandante durante la guerra, o la promoción de Macky Steinhoff a inspector de la Fuerza Aérea Alemana. Pocas personas en la Alemania de hoy conocen su nombre. Raramente es conocido en público por alguien que no haya pertenecido a la vieja Luftwaffe. En presencia de los autores, una vez fue víctima de la grosería de un arrogante jefe de camareros en un restaurante de Colonia. El hombre no tenía ni la más remota idea de que insultaba a uno de los veintiocho soldados más condecorados de su país o de que se había mostrado grosero con uno de los ases de caza más exitosos del mundo. Es que Hartmann no parece tener edad suficiente para relacionarlo con acontecimientos tan lejanos. Erich Hartmann era un estudiante de dieciséis años en marzo de 1938 cuando Gerd Barkhorn iniciaba su entrenamiento de vuelo que culminó con el Me 109 en octubre de 1939. Barkhorn voló en la Batalla de Inglaterra con la JG 2 Richthofen, pero durante ese período no tuvo mucho éxito. Pasó un largo tiempo en operaciones antes de confirmar su primera victoria. En agosto de 1940 Barkhorn inició su relación con el II/JG 52, que duraría hasta enero de 1945. En la Batalla de Inglaterra voló en esa unidad con Marseille. Tenía 120 misiones en su haber el 2 de julio de 1941 cuando logró su primera victoria en el frente oriental y desde entonces fue obteniéndolas con regularidades hasta llegar a la número 300 el 5 de enero de 1945. Gerd Barkhorn nunca figuró entre los que obtenían numerosas victorias en una sola misión en el frente Oriental. Su mejor misión la realizó el 20 de julio de 1942, cuando logró cuatro victorias, cifra modesta para el frente ruso. Siete victorias en un día fue su mejor cosecha y las obtuvo en varias misiones. Su día más agitado fue cuando hizo ocho misiones desde aeródromos improvisados, en Rusia. En todas esas ocho misiones se trabó combate. Tenía una fe inconmovible en el Me 109, que prefería al FW 190, y en el que sentíase mas feliz que en el jet Me 262. En su opinión, el Me 109F fue la mejor de todas las variantes producidas pero insiste en la naturaleza personal de esas preferencias. "El Me 109F podía trepar y girar como el demonio. Era más ligero que otros Me 109 y resultaba especialmente bueno cuando estaba equipado con los cañones Mk 151 de 15 milímetros. Me parecía que ese avión podía hacer cualquier cosa". En 1.104 misiones de combate y por lo menos 1.800 salidas, Barkhorn enfrentó y venció a todos los tipos de cazas usados por los rusos, incluidos Spitfire y Hurricane de fabricación británica, y Airacobras norteamericanos. Según la experiencia de Barkhorn, el Yak-9 era el mejor avión ruso, pero insiste en la importancia de la calidad individual del piloto en sus batallas en los términos siguientes: "Algunos pilotos rusos volaban sin mirar a los costados o hacia atrás. De esa forma derribé a muchos que ni siquiera sabían que yo estaba detrás de ellos. Muchos eran buenos como otros pilotos europeos, pero la mayoría carecía de flexibilidad en sus respuestas en combate aéreo". "Una vez tuve una batalla de cuarenta minutos con un excelente piloto ruso. Fue en 1943. No podía derribarlo. Estaba empapado de sudor, como si acabara de salir de la ducha, y me pregunté si él se encontraría en las mismas condiciones. El ruso piloteaba una Lagg-3 y los dos hicimos todas las maniobras acrobáticas que conocíamos, además de inventar otras nuevas. No podía ponerlo al alcance de mis cañones y él no podía hacer lo mismo conmigo. Pertenecía a uno de los Regimientos de Guardias, donde los rusos concentraban a sus mejores pilotos, y su avión tenía toda la nariz pintada de rojo. Conocíamos los nombres de algunos ases rusos, los Stalinfalken (halcones de Stalin), pero no tengo idea de quién pudo ser aquel piloto que me obligó a retirarme". Las sorprendentes 301 victorias de Barkhorn no fueron obtenidas con facilidad o sin pagar un precio. Fue derribado nueve veces, una vez se lanzó en paracaídas y dos veces resultó herido. Siendo un hombre que despegó más de mil cien veces en busca del enemigo, admite que tuvo mucha suerte al sobrevivir a la guerra. En una ocasión, en mayo de 1944, Gerd voló como escolta del temible piloto de Stuka Hans Ulrich Ruedel (*****) y como resultado pasó cuatro meses en el hospital. El ataque de Stukas se desarrolló sin problemas y Barkhorn regresaba a al base. Eran las 18 y su sexta salida en un día que había comenzado a las 2 de la mañana. "Recibí el mensaje de que había cazas rusos en las cercanías, pero estaba muy cansado y un poco negligente. No miré atrás. Para entonces tenía 273 victorias y recuerdo que iba pensando en llegar a las 275 y más tarde, quizás, a las 300. Desafortunadamente, la siguiente victoria fui yo. Un caza ruso lo atacó desde atrás, lo derribó y lo puso fuera de circulación durante cuatro meses. Si no hubiera sido por esta desgracia, Barkhorn habría podido muy bien consagrarse el máximo as de la guerra. En esa época Hartmann le iba a la zaga, con alrededor de doscientas victorias. En los cuatro meses entre la desgracia d3 Barkhorn y su regreso a operaciones, "Bubi" saltó al primer puesto y desde ese momento no lo perdió. Historias apócrifas sobre diversos ases de todas las nacionalidades pintan al héroe cediendo numerosas victorias a sus compañeros de escuadrilla. Una investigación objetiva de esos casos lleva casi invariablemente a la comprobación de que el as en cuestión buscaba todas las victorias que podía obtener para él, sin renunciar a ninguna, y con justa razón. Entre las excepciones está Gerd Barkhorn. Antes de arrojar la moneda o discutir sobre una victoria que podía pertenecer a él o a otro piloto, Barkhorn siempre atribuía la victoria al otro. Si derribaba un avión enemigo y no había testigos, su sonriente reacción era: "Dejemos este a los pobres". El respeto universal de que goza Gerd Barkhorn entre todos sus contemporáneos es una indicación de su carácter y sus cualidades personales, aparte de sus hazañas como aviador. El teniente general Johannes "Macky" Steinhoff dice de él: "Gerd Barkhorn es mi favorito entre todos los pilotos de caza de la Segunda Guerra Mundial. Era el mejor, o uno de los mejores, y digno de la mayor confianza. Cuando reclamaba una victoria, nadie abrigaba la menor duda de que tenía razón. Nunca supe que una victoria reclamada por Barkhorn no haya sido confirmada". Otros confirman la opinión que Steinhoff tiene de Barkhorn. Es concebible que hubiera podido obtener muchas victorias más si no lo hubiesen transferido a la JG 6 en el Oeste y después a la JV- 44 de Galland para pilotear el jet Me 262. Sólo voló en dos misiones después del entrenamiento de vuelo en jets, sin lograr ninguna victoria. En la segunda misión estaba atacando una formación de bombarderos cuando falló su turbina derecha. Se separó del combate y empezó el regreso a la base. Los Mustangs de la formación de escolta se abalanzaron sobre él. El Me 262 tenía una ventaja de alrededor de 160 Km por hora cuando funcionaban sus dos motores, pero con un solo motor resultaba un poco más lento que el avión norteamericano. Además, un Me 262 con ese desperfecto no era lo suficientemente maniobrable para eludir al Mustang. Estos hechos cruciales pasaban rápidamente por la mente de Barkhorn mientras veía que los mustang se disponían a atacarlo. Picó hacia un pequeño claro y se preparó para un aterrizaje violento. Abrió al techo de su cabina a fin de saltar rápidamente del jet condenado. Al tocar tierra en el claro, el jet empezó a saltar violentamente sobre la superficie despareja. Este movimiento combinado con la brusca aceleración, arrojó a Barkhorn fuera de su asiento y proyectó la cubierta de la cabina contra su cuello. En el hospital se reunió con otros miembros de la JV- 44. Para el mayor Gerd Barkhorn, la guerra había terminado. Casado en 1943, tiene tres hijas. Ingresó a la nueva Fuerza Aérea Alemana en 1955 y recibió entrenamiento de refresco en Gran Bretaña, con la RAF, en Gales. Se retiró después de llegar a mayor general y dirigir una de las fuerzas aéreas táctica alemanas. Su mayor admirador es posiblemente Erich Hartmann, el único hombre que derribó mas aviones que él en combate. A Hartmann le gusta relatar una historia sobre Barkhorn que ilustra, por experiencia directa, la firma en que Gerd es capaz de inspirar lealtad y afecto en sus hombres. Hartmann iba volando con Barkhorn en el frente oriental y el segundo se acercó a un caza ruso. Su fuego a quemarropa hizo que el avión enemigo quedara inmediatamente envuelto en llamas en su parte inferior. Viendo que el avión ruso estaba condenado, Barkhorn voló hasta ponerse a la par del aparato enemigo, abrió el techo de cabina y con gestos indicó al ruso que se lanzara en paracaídas. El ruso entendió enseguida y su paracaídas lo llevó ileso a tierra. De regreso, Hartmann pregunto a Barkhorn por qué no había hecho pedazos al caza ruso aunque matara al piloto. La respuesta de Barkhorn fue algo que Hartmann no olvidará jamás: -Bubi, debes recordar que un día ese piloto ruso fue hijito de una hermosa muchacha rusa. El tiene derecho a vivir y amar como nosotros. El "Caballero rubio" dice de su antiguo oficial comandante: "Gerd Barkhorn podía alegrarse de veras si otro tenía éxito. Pocos hombres son así. Cuando yo lo superé me felicito de todo corazón. Era un hombre y un jefe que hubiera podido llevar a sus hombres al infierno. Todos habrían estado orgullosos de dejarse matar por su jefe. Era el comandante de caza con quien sueña todo piloto de caza: Líder, amigo, camarada, padre. El mejor que he conocido". "Es demasiado honrado para la Fuerza Aérea de hoy, pero es uno de los pocos comandantes cuyos hombres, diez y hasta veinte años después, siguen hablando de él con respeto y afecto. Gerd Barkhorn es un hombre inolvidable". Tal es la naturaleza del Club de los 300, cuyos dos miembros se ganaron limpiamente sus puestos entre los inmortales del aire. (*) Rall y Krupinski fueron transferidos a la defensa del Reich en el oeste el 18 de abril de 1944. Willi Batz reemplazó a Rall como oficial comandante del Gruppe III y Hartmann reemplazó a Krupinski como oficial de operaciones de Gruppe. (**) Se dice que Hartmann tenía en la JG 52 el mejor jefe encargado del mantenimiento de su avión, el sargento Heinrich "Bimmel" Mertens, quien hoy vive en Kepellen/Erft, Alemania. Hartmann rinde tributo a Bimmel al admitir sin vacilar que él era el verdadero secreto de su éxito. Además, cuando Hartmann fue derribado y capturado por los rusos, Bimmel pasó cuatro días con sus noches detrás de las líneas rusas buscándolo. Mertens dice: "¡El momento más feliz de la guerra para mí fue cuando regresé a nuestra base después de esos cuatro días y Erich estaba allí para recibirme!". (***) Gabreski comparte los máximos honores con Roberts S Jhonson, as de la USAAF que también obtuvo 28 victorias en la Segunda Guerra Mundial. (****) 1 Rotte consistía de un vuelo de 2 aviones; 2 Rotten hacía un Schwarm (4 aviones); 3 Schwarms hacían un Staffel (12 aviones); 3 Staffeln hacían un Gruppe (36 aviones); 3 Gruppen (o más en algunos casos) formaban una Geschwader, o Ala. (*****) Ruedel obtuvo veinte victorias aire a aire (nueve cazas rusos y once bombarderos en picado Il-2) en sus más de dos mil quinientas misiones de combate. Dice Ruedel: "El jefe de escuadrilla Barkhorn conocía su trabajo de la a A la Z". [/QUOTE]
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ERICH HARTMANN (1922 - 2000)
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