Menú
Inicio
Visitar el Sitio Zona Militar
Foros
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Qué hay de nuevo
Nuevos mensajes
Última actividad
Miembros
Visitantes actuales
Entrar
Registrarse
Novedades
Buscar
Buscar
Buscar sólo en títulos
Por:
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Menú
Entrar
Registrarse
Inicio
Foros
Area Militar General
Temas de Defensa General
En el Norte llueven paquetes de cocaína
JavaScript is disabled. For a better experience, please enable JavaScript in your browser before proceeding.
Estás usando un navegador obsoleto. No se pueden mostrar estos u otros sitios web correctamente.
Se debe actualizar o usar un
navegador alternativo
.
Responder al tema
Mensaje
<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 755861" data-attributes="member: 50"><p>Los pobladores de un triángulo que abarca Salta, Tucumán y Santiago del Estero dicen que las avionetas pasan a 50 metros de altura y tiran las bolsas con merca. “Estamos en franca desventaja” para combatirlos, admite un jefe de Gendarmería.</p><p></p><p>Don Ojeda desandaba el camino hacia su rancho cuando se le cruzó ese bulto a un costado, más allá de la banquina: una bolsa de arpillera de plástico atada con un nudo en la punta. No parecían papas, ni zapallos. Más bien, pensó Ojeda, parecía un cristiano muerto y embolsado. “Tomé coraje. Saqué mi cuchillo y corté. Vi que eran paquetes, como ladrillos. Puncé uno, y salió un polvo blanco que pensé que era bicarbonato”, declaró el campesino ante la policía cuando dos días después del hallazgo una patrulla llegó al paraje Las Saladas. Eran 42 kilos de cocaína pura que se había encontrado. Ojeda, el juez y la Gendarmería creyeron que era otro lanzamiento de droga desde las avionetas de los narcos en el triángulo que se forma entre las provincias de Salta, Santiago del Estero y Tucumán. Dos fuentes de la justicia federal de Salta y Santiago del Estero, tres campesinos del Mocase que ven cada día los vuelos y la propia Gendarmería Nacional coinciden: el tráfico por aire se multiplica. “Ya pasa más cocaína por los vuelos clandestinos que por tierra”, dice un comandante de la fuerza. “Desde esa frontera hacia Buenos Aires se relajan los controles y es más fácil andar por tierra”, aclara un funcionario que hace diez años trabaja en la justicia federal. </p><p></p><p>La sorpresa de que llueva cocaína se la han llevado varios pobladores de los apartados parajes del NOA en los que es común escuchar el ruido de los motores de los aviones Cessna que se aproximan y luego ver las siluetas claras de esas máquinas que pasan tan bajo que parecieran volar el techo de los ranchos. A veces lo hacen a cincuenta metros del suelo. Así fue en mayo de 2008, en el límite entre Agua Amarga y Quiscaloró: los vecinos de las doce casas del lugar vieron que los bultos caían como bombas sobre el pasto seco de la zona. El cálculo del piloto falló: apenas dos kilómetros más allá había dos camionetas esperando la carga, pero llegaron antes los lugareños y la policía y cosecharon cien kilos de droga. Los que iban en las 4x4 fueron detenidos. El caso deja claro cómo se controla el asunto: la mayoría de los hallazgos son errores de los narcos, casos de flagrancia, ya que la capacidad de investigar de las fuerzas de seguridad es inferior a la de las organizaciones narco que se comunican con teléfonos satelitales, usan GPS y tienen un presupuesto millonario para sortear obstáculos. “Estamos en franca desventaja. Ellos no tienen que hacer licitaciones para comprar aparatos”, bromea el comandante mayor Julio César Leguizamón, a cargo de todo el Norte argentino por Gendarmería. </p><p></p><p>En la fiscalía federal de Salta investigan un caso extraño. En abril, un peón de la finca San Carlos, una enorme plantación de soja cercana al pueblo de Mollinero, a unos 70 kilómetros de Rosario de la Frontera, en la nueva frontera narco, se topó dos veces en un mes con un cargamento que había sito tirado desde el aire. Primero, a mediados de abril encontró bolsas de arpillera con 54 kilos de cocaína. Luego, a comienzos de mayo, encontró otra bolsa, que tenía 32 kilos. Los campesinos de la zona habían visto una avioneta desconocida que no era la que suele fumigar esos campos. La aeronave sobrevoló bajo la zona, se vio que algo caía en picada desde el cielo y se perdió en la maleza sojera. También declararon que hubo camionetas rondando el lugar durante una tarde. “Suponemos que se les rompió el GPS y se equivocaron al lanzarlas, o que como la soja estaba muy alta no pudieron encontrarla. Creemos que, como es época en que se levanta la cosecha y de esa zona salen cientos de camiones con soja, era propicio para que la droga saliera camuflada de la zona buscando el puerto de Buenos Aires”, le dijo a Crítica de la Argentina un investigador. El hombre explica el asunto con razones de mercado y geografía: “Después de que uno sale de los cerros, de la zona Este de la provincia, hacia el Sur todo es una pista de avión. Uno cree que una pista clandestina es alisada, pero son pilotos expertos para los que todo es una pista”, desmitifica. </p><p></p><p>Si para los funcionarios judiciales está claro que el gran mercado de la droga se mueve por aire, para los campesinos del Mocase es una verdad que se escucha a diario desde sus huertas familiares. Félix Mansilla lleva el oído entrenado desde 2003, cuando comenzaron los vuelos rasantes en su campo. “Los aviones pasan por sobre nuestra casa volando bajito, hay partes que a cincuenta metros de la tierra. Pasa una avioneta blanca y otra roja. Esos aterrizan en una finca de una empresa privada extranjera. Ellos tienen una cancha donde bajan. Ahí hacen el pasamanos, para que otros la saquen para Córdoba. O se la llevan en camiones con mercadería legal o en otro avión que sale para el Sur”, cuenta a Crítica de la Argentina. Juan Orellana, de un paraje cercano a Monte Quemado lo describe parecido: “Los veo porque pasan muy cerca, por ‘abajito’, cerca de mi población. La avioneta va y vuelve a la tarde, dos o tres veces al día. Se ven vehículos que van por tierra por otro lado. Pensamos que algo van a retirar. Y los que han trabajado en las fincas dicen que es que bajan miles de kilos de droga”.</p><p></p><p>En diciembre una patrulla de la Gendarmería hizo una guardia de cuatro meses en un punto de la ruta cercana a Nueva Esperanza. Hasta que aterrizó una avioneta cargada con 300 kilos de cocaína. Iba tripulada por un piloto boliviano de 42 años que cobró diez mil dólares por hacer un viaje que suele valer 300. Había salido del aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra, un centro vital para las rutas narcos desde donde también salen cargados hacia Paraguay, Brasil y Uruguay, con sistemas de bombeo y bidones para recargar combustible en el aire y hacer tramos más largos. “Luego supimos que había un par de camionetas que venían al encuentro por tierra a unos diez kilómetros, pero se avivaron y salieron como alma que lleva al diablo”, cuenta el comandante Leguizamón. El gendarme siguió de cerca el hallazgo de don Ojeda en Las Saladas. Creyó que lo habían tirado pero la investigación dice lo contrario. Al mediodía del 27 de abril, dos avionetas aterrizaron en el camino, una blanca y una roja. Luego una salió rumbo al Norte, la otra hacia el Sur. “Creemos que la segunda avioneta no tenía capacidad para llevar toda la carga y tuvo que dejar una bolsa con 42 kilos. Alguien debía pasar por ella pero el campesino la encontró antes”, explica. Para Leguizamón, su desafío pasa por controlar ya no Pocitos-Yacuiba, en al frontera con Bolivia, sino “una nueva línea fronteriza” que podría llamarse el triángulo narco del NOA, donde llueve cocaína.</p><p></p><p></p><p>Critica de la Argentina.</p><p></p><p><strong>Si esto es verdad, la verdad algo se va a tener que hacer en serio</strong>.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 755861, member: 50"] Los pobladores de un triángulo que abarca Salta, Tucumán y Santiago del Estero dicen que las avionetas pasan a 50 metros de altura y tiran las bolsas con merca. “Estamos en franca desventaja” para combatirlos, admite un jefe de Gendarmería. Don Ojeda desandaba el camino hacia su rancho cuando se le cruzó ese bulto a un costado, más allá de la banquina: una bolsa de arpillera de plástico atada con un nudo en la punta. No parecían papas, ni zapallos. Más bien, pensó Ojeda, parecía un cristiano muerto y embolsado. “Tomé coraje. Saqué mi cuchillo y corté. Vi que eran paquetes, como ladrillos. Puncé uno, y salió un polvo blanco que pensé que era bicarbonato”, declaró el campesino ante la policía cuando dos días después del hallazgo una patrulla llegó al paraje Las Saladas. Eran 42 kilos de cocaína pura que se había encontrado. Ojeda, el juez y la Gendarmería creyeron que era otro lanzamiento de droga desde las avionetas de los narcos en el triángulo que se forma entre las provincias de Salta, Santiago del Estero y Tucumán. Dos fuentes de la justicia federal de Salta y Santiago del Estero, tres campesinos del Mocase que ven cada día los vuelos y la propia Gendarmería Nacional coinciden: el tráfico por aire se multiplica. “Ya pasa más cocaína por los vuelos clandestinos que por tierra”, dice un comandante de la fuerza. “Desde esa frontera hacia Buenos Aires se relajan los controles y es más fácil andar por tierra”, aclara un funcionario que hace diez años trabaja en la justicia federal. La sorpresa de que llueva cocaína se la han llevado varios pobladores de los apartados parajes del NOA en los que es común escuchar el ruido de los motores de los aviones Cessna que se aproximan y luego ver las siluetas claras de esas máquinas que pasan tan bajo que parecieran volar el techo de los ranchos. A veces lo hacen a cincuenta metros del suelo. Así fue en mayo de 2008, en el límite entre Agua Amarga y Quiscaloró: los vecinos de las doce casas del lugar vieron que los bultos caían como bombas sobre el pasto seco de la zona. El cálculo del piloto falló: apenas dos kilómetros más allá había dos camionetas esperando la carga, pero llegaron antes los lugareños y la policía y cosecharon cien kilos de droga. Los que iban en las 4x4 fueron detenidos. El caso deja claro cómo se controla el asunto: la mayoría de los hallazgos son errores de los narcos, casos de flagrancia, ya que la capacidad de investigar de las fuerzas de seguridad es inferior a la de las organizaciones narco que se comunican con teléfonos satelitales, usan GPS y tienen un presupuesto millonario para sortear obstáculos. “Estamos en franca desventaja. Ellos no tienen que hacer licitaciones para comprar aparatos”, bromea el comandante mayor Julio César Leguizamón, a cargo de todo el Norte argentino por Gendarmería. En la fiscalía federal de Salta investigan un caso extraño. En abril, un peón de la finca San Carlos, una enorme plantación de soja cercana al pueblo de Mollinero, a unos 70 kilómetros de Rosario de la Frontera, en la nueva frontera narco, se topó dos veces en un mes con un cargamento que había sito tirado desde el aire. Primero, a mediados de abril encontró bolsas de arpillera con 54 kilos de cocaína. Luego, a comienzos de mayo, encontró otra bolsa, que tenía 32 kilos. Los campesinos de la zona habían visto una avioneta desconocida que no era la que suele fumigar esos campos. La aeronave sobrevoló bajo la zona, se vio que algo caía en picada desde el cielo y se perdió en la maleza sojera. También declararon que hubo camionetas rondando el lugar durante una tarde. “Suponemos que se les rompió el GPS y se equivocaron al lanzarlas, o que como la soja estaba muy alta no pudieron encontrarla. Creemos que, como es época en que se levanta la cosecha y de esa zona salen cientos de camiones con soja, era propicio para que la droga saliera camuflada de la zona buscando el puerto de Buenos Aires”, le dijo a Crítica de la Argentina un investigador. El hombre explica el asunto con razones de mercado y geografía: “Después de que uno sale de los cerros, de la zona Este de la provincia, hacia el Sur todo es una pista de avión. Uno cree que una pista clandestina es alisada, pero son pilotos expertos para los que todo es una pista”, desmitifica. Si para los funcionarios judiciales está claro que el gran mercado de la droga se mueve por aire, para los campesinos del Mocase es una verdad que se escucha a diario desde sus huertas familiares. Félix Mansilla lleva el oído entrenado desde 2003, cuando comenzaron los vuelos rasantes en su campo. “Los aviones pasan por sobre nuestra casa volando bajito, hay partes que a cincuenta metros de la tierra. Pasa una avioneta blanca y otra roja. Esos aterrizan en una finca de una empresa privada extranjera. Ellos tienen una cancha donde bajan. Ahí hacen el pasamanos, para que otros la saquen para Córdoba. O se la llevan en camiones con mercadería legal o en otro avión que sale para el Sur”, cuenta a Crítica de la Argentina. Juan Orellana, de un paraje cercano a Monte Quemado lo describe parecido: “Los veo porque pasan muy cerca, por ‘abajito’, cerca de mi población. La avioneta va y vuelve a la tarde, dos o tres veces al día. Se ven vehículos que van por tierra por otro lado. Pensamos que algo van a retirar. Y los que han trabajado en las fincas dicen que es que bajan miles de kilos de droga”. En diciembre una patrulla de la Gendarmería hizo una guardia de cuatro meses en un punto de la ruta cercana a Nueva Esperanza. Hasta que aterrizó una avioneta cargada con 300 kilos de cocaína. Iba tripulada por un piloto boliviano de 42 años que cobró diez mil dólares por hacer un viaje que suele valer 300. Había salido del aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra, un centro vital para las rutas narcos desde donde también salen cargados hacia Paraguay, Brasil y Uruguay, con sistemas de bombeo y bidones para recargar combustible en el aire y hacer tramos más largos. “Luego supimos que había un par de camionetas que venían al encuentro por tierra a unos diez kilómetros, pero se avivaron y salieron como alma que lleva al diablo”, cuenta el comandante Leguizamón. El gendarme siguió de cerca el hallazgo de don Ojeda en Las Saladas. Creyó que lo habían tirado pero la investigación dice lo contrario. Al mediodía del 27 de abril, dos avionetas aterrizaron en el camino, una blanca y una roja. Luego una salió rumbo al Norte, la otra hacia el Sur. “Creemos que la segunda avioneta no tenía capacidad para llevar toda la carga y tuvo que dejar una bolsa con 42 kilos. Alguien debía pasar por ella pero el campesino la encontró antes”, explica. Para Leguizamón, su desafío pasa por controlar ya no Pocitos-Yacuiba, en al frontera con Bolivia, sino “una nueva línea fronteriza” que podría llamarse el triángulo narco del NOA, donde llueve cocaína. Critica de la Argentina. [B]Si esto es verdad, la verdad algo se va a tener que hacer en serio[/B]. [/QUOTE]
Insertar citas…
Verificación
Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
Responder
Inicio
Foros
Area Militar General
Temas de Defensa General
En el Norte llueven paquetes de cocaína
Este sitio usa cookies. Para continuar usando este sitio, se debe aceptar nuestro uso de cookies.
Aceptar
Más información.…
Arriba