En el Mando Supremo de Hitler

Texto condensado del ensayo del general Walter Warlimont, "1939-1945, Hitler inside"


General Walter Warlimont, integrante del Mando Supremo

" Con dos fulminantes campañas, los alemanes habían derrotado a tres Ejércitos: el polaco, el francés y el inglés. Ante el espectáculo de la asombrosa eficacia que ofrecía la máquina bélica alemana, no era aventurado suponer que esta máquina se apoyaba en un mando dotado de una casi perfecta estrategia, minusiosamente organizado e informado, en condiciones de dominar cualquier situación. Pero de la descripción del General Warlimont, que formaba parte de este mando resulta que la realidad era totalmente distinta. Los signos de la debilidad estructural del Mando Supremo de la "Werhmacht" se manifestaron ya durante las brillantes campañas de Polonia y Francia, en el período de los mayores triunfos militares"


Hitler repetía frecuentemente que no podía decidirse nunca que las Fuerzas Armadas de un país estuviesen preparadas para la guerra, pues jamás se encontraban en su punto máximo de eficacia. Más, por lo mismo, tampoco el enemigo podía estar preparado, así que lo esencial consistía en adelantar los preparativos de potencial adelantándose al enemigo o adversario.
Durante el período de los "paseos militares" que se iniciaron con el Anschluss de Austria y concluyeron con la anexión de Memel al Reich, Hitler adquirió la costumbre de visitar los territorios conquistados, a veces inmediatamente después de su ocupación por las unidades alemanas. Durante estos viajes se hacía acompañar tan sólo por uno o dos oficiales. Por esta razón, el día 3 de septiembre de 1939, dos fechas después de estallar la guerra, no fueron necesarios grandes preparativos para que se dirigiera al frente oriental, mientras el Estado Mayor del OKW, incluida su sección más importante, o sea la operativa, permanecía en Berlín.
En el "tren especial de Hitler" viajaba también su séquito personal - compuesto de miembros del " Gobierno, del Partido y de las Fuerzas Armadas". Según la frase que se usaba entonces -, y su coche constituyó su primer puesto de mando. Pero, en realidad, las Fuerzas Armadas estaban escasamente representadas, para ser exactos, sólo por los elementos más antiguos del Mando Supremo, los generales Keitel y Jodl, junto con uno o dos oficiales de enlace y uno o dos ayudantes.


Feldmariscal Keitel


General Jodl

A causa de tan escasa representación militar, el Mando Supremo no podía asumir las funciones que competían al máximo organismo militar del país, y esta circunstancia, en definitiva, fue una notable ventaja en lo concerniente a la dirección de las primeras operaciones bélicas, que, durante la Blitzkrieg contra Polonia, se confiaron totalmente a la responsabilidad del Ejército y de su Estado Mayor. Hitler no tuvo entonces muchas posiblidades de intervenir, al contrario de lo que sucedió en los años siguientes, con las consecuencias desastrosas que todos conocen...
No obstante, el procedimiento adoptado para improvisar este primer mando puso de relieve la gravísima debilidad de los cuadros militares alemanes en la cima de la escala jerárquica: Hitler era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas y, al mismo tiempo, el dictador; su personalidad dominaba y absorbía toda la estructura del país, y no existía un vértice militar debidamente organizado, bajo un mando de un general con autoridad, que pudiese actuar de contrapeso.




Un solo ejemplo será suficiente para demostrar la falta de coordinación entre la política exterior y la dirección militar: el 17 de septiembre, la primera reacción del general Jodl, al recibir la noticia de que el Ejército ruso estaba avanzando sobre Polonia, fue preguntar, de forma aterrada: "¿Contra quién?"
Esta debilidad estructural tuvo consecuencias bastante graves, y la incapacidad del OKW para establecer una colaboración efectiva con los altos mandos de la fuerzas de tierra, mar y aire empeoró aún más la situación. En realidad, desde el principio, los altos mandos se habían opuesto a la constitución de un "Mando Supremo de las Fuerzas Armadas" con autoridad sobre los tres Estados Mayores, objetando que un organismo de este tipo sería incompatible con la responsabilidad de cada uno de ellos.
Hasta el momento de estallar la guerra, la estructura y las atribuciones del Estado Mayor operativo del OKW no había sufrido modificación alguna desde 1935. Componían el Estado Myor unos doce o quince oficiales, por lo que su eficacia era limitadísima, aunque sólo fuera debido al exiguo número de los componentes. Además, este organismo había evitado en todo momento ampliar sus responsabilidades. Por ejemplo, no disponía de un sistema de enlace con el Servicio de información, con los órganos logísticos o con los elementos administrativos de los territorios ocupados, por lo que tuvo que depender, en gran parte, de los altos mandos de las tropas, desmintiendo en la práctica su misma definición de Mando Supremo de todas las Fuerzas Armadas.
El Jefe del Estado Mayor (al que se llamaba Jefe del OKW) era el general - más tarde mariscal de campo - Keitel, quien había desempeñado el mismo cargo en la época de Blomberg. No tenía mando. Era de menor antigüedad que los comandantes en jefe de los tres Ejércitos, y nunca presidió un consejo de jefes de Estado Mayor. Al conferírsele el cargo de jefe de la OKW, Hitler se había asegurado solemnemente que le "haría su confidente..." y le consideraría "su único consejero en todas las cuestiones concernientes a la Werhmacht". Pero, en realidad, Keitel acabó convirtiéndose, más o menos, en una especie de "jefe de negociado". Su colaborador de grado más alto en las cuestiones operativas, el general Jodl (después Oberstgeneral), muy pronto consiguió suplantar como consejero efectivo de Hitler en materia militar. Sin embargo, las indiscutibles cualidades personales de Jodl quedaban anuladas por una fe fanática en Hitler, al que respetaba hasta el punto de subordinar cualquier idea o duda que él mismo u otros tuvieran al "genio del Führer".
Esta actitud absurda de los dos generales acabó por acarrear consecuencias nefastas en el aspecto militar y, además, hizo más profunda la división entre los oficiales del Mando Supremo, considerados como los hombres "de la nueva frontera" en el sentido nacionalsocialista, y los altos oficiales de la Werhmacht, más tradicionalistas y conservadores...







Parte 1
 

Hitler imponiendo sus ideas ante los altos oficiales...

Por lo tanto, la impresión que producía el Estado Mayor del Mando Supremo de Hitler al estallar la guerra era la de un órgano directivo bastante débil. No lo digo apoyándome en consideraciones retrospectivas, sino expresando tan sólo mis impresiones de entonces, que recuerdo perfectamente. Como a las diferencias que había entre sus componentes se unía el desacuerdo con las diversas Armas, su autoridad era prácticamente nula... E incapaz como era de dar el necesario y sólido apoyo a un político falto por completo de experiencia militar en altos niveles de mando, no supo evitar una Segunda Guerra Mundial...
En pleno desarrollo de la campaña de Polonia, el Estado Mayor General, que había quedado en Berlín, recibió la orden de efectuar un estudio preliminar para la creación de un puesto de mando que debería instalarse en Alemania occidental, lo más cerca posible del frente. Pero había una cláusula restrictiva: ese puesto tenía que encontrarse fuera del máximo alcance de la artillería francesa, y debía ser lo suficientemente grande como para alojar a la Sección de Operaciones del estado Mayor de la Wehrmacht. Ordenes posteriores precisaron que era necesario encontrar una ubicación lo más cercana posible al Mando Supremo de Hitler para el comandante en jefe del Ejército, Oberstgeneral von Brauchitsch, para su Jefe de Estado Mayor, general Halder, y para un Estado Mayor reducido de elementos indispensables.
En el período prebélico Hitler defendió siempre la opinión de que su puesto tenía que estar en la capital del Reich, y en el verano de 1939 rechazó la propuesta de organizar un puesto de mando eventual cerca de Berlín, pero situado algo al oeste, aduciendo el ridículo pretexto de que no le era posible trasladarse a Poniente mientras el Ejército avanzaba hacia el Este. Pero era evidente que ya había cambiado de opinión...
La segunda decisión de Hitler, respecto a lanzar la ofensiva hacia el oeste en el otoño de 1939, influyó de un modo notable en el transcurso de toda la guerra, e incluso en el desarrollo de los acontecimientos posbélicos. Tomó una decisión a mediados de septiembre, sin discutirla con nadie, sin pedir la opinión de los expertos, confiándose a una sola persona: su ayudante de campo, coronel Schmundt, a quien, por lo demás, no hizo más que anunciar su propósito. Schmundt comunicó la noticia secreta al jefe de la OKW, que figuraba oficialmente como único consejero del Führer, a título "estrictamente confidencial". Hacia el 20 de septiembre, en el transcurso de una visita de dos o tres días que realicé al Mando Supremo, Keitel me la reveló bajo la promesa del más absoluto secreto; entonces tuve la impresión de que la iniciativa del Führer le había dejado por completo anodadado...






Parte 2
 

Himmler con Wolff y Schmundt (izquierda de imagen)


General Feldmariscal Walther von Brauchitsch


Obertsgeneral Franz Halder


General de Infantería Carl Heinrich Stülpnagel

A pesar de las instrucciones que recibí de Keitel, en cuanto regresé a Berlín informé al general Heinrich von Stülpnagel, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, porque sabía que el comandante en jefe le había encargado dirigir un memorándum a Hitler para comunicarle que se necesitarían varios años antes de que el Ejército alemán estuviera en condiciones de comprometerse en una guerra sobre el frente occidental. Como yo también era de la misma opinión, creía y sigo creyendo que cualquier medio estaba justificado para impedir que nos lanzáramos a una Segunda Guerra Mundial...
Durante los años anteriores a la Guerra, la oposición manifiesta u oculta, que se había hecho a la política agresiva de Hitler resultó ineficaz; luego, al estallar el conflicto, las primeras y rápidas victorias le dieron aparentemente toda la razón. No obstante, parecía haber llegado el momento de realizar el máximo para salvar a nuestro país y a nuestro pueblo antes de que fuera demasiado tarde... Contravine las prescripciones de Keitel, que me había impuesto el secreto, no sólo informando al general von Stülpnagel, sino tratando de convencer a una alta personalidad neutral a fin de que interviniese como mediador para poner inmediatamente fin a la Guerra. Pero ambos intentos resultaron infructuosos.
En la Sección de Operaciones del Estado Mayor del OKW, nadie expresó opiniones contrarias a las del "Comandante Supremo", según expresión de Jodl. En realidad, después de la campaña de Polonia y del regreso de Hitler a Berlín, los oficiales más antiguos del Estado Mayor se encontraron más aislados que nunca, porque los generales Keitel y Jodl se habían trasladado de la Bendlerstrasse, sede oficial del OKW, a la Cancillería del Reich, donde vivía y trabajaba Hitler.
El deseo de aquéllos era seguir formando un círculo cerrado, una especie de maison militaire, semejante a la que habían constituido en septiembre dentro del tren especial. Sus únicos compañeros en el Palacio de la Cancillería del Reich eran Hitler y sus ayudantes. Vivían bajo su constante influencia..., y Jodl se sentaba además a la mesa de Hitler, junto con los magnates del Tercer Reich...



Parte 3
 

El famoso y grandilocuente despacho de Adolf Hitler en la Inmensa Cancillería del III Reich (cortesía de LIFE magazine)


Mientras tanto, los oficiales del Estado Mayor del OKW residían en la Bendlerstrasse, a unos diez minutos en autobús de la Cancillería, donde se vivía realmente la situación. Su única actividad consistía en recibir directivas de la residencia del Führer, y transmitir órdenes que, casi siempre, iban contra su opinión personal. Otras veces recogían informaciones y datos, procedentes de los diversos altos mandos y que siempre resultaban insuficientes para influir en las ideas preconcebidas de Hitler. Los oficiales del Ejército que formaban parte del OKW, no recibían un apoyo moral ni una orientación espiritual de sus superiores inmediatos; así es que pedían ayuda al Estado Mayor del Ejército.
Dos incidentes significativos, ocurridos en este período, ponen de manifiesto el abismo existente entre la ideología nacionalsocialista y la mentalidad puramente militar. Poco después de la campaña de Polonia, Hitler, al darse cuenta de que el mando militar alemán trataba a los polacos de un modo razonable y civilizado, se enfureció y, sin tener en cuenta las exigencias militares, confió de pronto la responsabilidad de los territorios ocupados a un funcionario del Partido Nacionalsocialista, nombrándole "Gobernador General"; personaje que se dedicó con extremado celo a la ejecución de las instrucciones recibidas. Hasta Keitel quedó horrorizado de la brutalidad y del desprecio hacia toda idea de legalidad que manifestó Hitler durante su explosión de furor...
El segundo incidente se produjo el 5 de noviembre de 1939, cuando el comandante supremo del Ejército se presentó en la Cancillería del Reich, en un último intento por disuadir a Hitler de sus planes ofensivos contra Occidente. Puso de relieve el hecho, demostrado ya en la campaña de Polonia, de que en ciertas unidades del Ejército, la preparación se había manifestado insuficiente. El motivo aducido por von Brauchitsch afectó a Hitler en un punto muy sensible: su ambición en lo relativo al adiestramiento de la juventud nacionalsocialista... Por ello, interrumpió bruscamente a von Brauchitsch y le pidió pruebas concretas de lo que decía.
Keitel salió del despacho de Hitler y me pidió un anuario militar: evidentemente, pretendía examinarlo junto con el Führer para comenzar a buscar en seguida un sucesor de von Brauchitsch. Y ambos se dedicaron con tanto ahínco a esta tarea que dejaron pasar, sin darse cuenta, la hora en que se debía cursar la orden que establecería el momento del ataque al Occidente. Cuando Keitel regresó a mi oficina, le pregunté si Hitler había dado dicha orden. Keitel salió de nuevo apresuradamente para dirigirse al despacho de Hitler, regresando pocos minutos después: Hitler había dado dicha orden, establecía que la ofensiva comenzase el 12 de noviembre, a despecho de las razones expuestas por von Brauchitsch, y pese a que la fecha estaba, evidentemente, demasiado cercana...
Transmití telefónicamente la orden al Mando Supremo del Ejército, y no me sorprendió en absoluto la respuesta de mi interlocutor, el teniente coronel Heuzinger, quien objetó que para transmitir una orden tan extraordinaria e inesperada como aquélla, debía recibir antes una confirmación por escrito.





Parte 4
 

Los temidos portales de la amplia sala, difícil obstáculo previo a la oficina despacho de Adolf Hitler en la Cancillería del Reich, con sus guardias personales...



El despacho del Führer...

Acogí con calma el hecho de que la fecha de la ofensiva fuera retrasada nada menos que trece veces, con ridículos aplazamientos que, en ocasiones, eran tan sólo de dos o trece días. Esta manera de proceder entorpecía, anulaba cualquier plan previsto. No obstante, el general Jodl consiguió demostrar su habilidad en abril de 1940, durante la campaña de Noruega. A los primeros indicios de crisis, Hitler dio un triste espectáculo de debilidad y se mostró dispuesto a abandonar Narvik, objetivo principal de la campaña. Sólo la firme actitud de Jodl le contuvo.
Las presiones a las que Jodl se vio expuesto en este mismo período se pusieron de relieve con motivo de la participación italiana en la guerra. Hitler hacía todo lo posible para inducir a Mussolini a comprometerse, recurriendo a presiones y halagos. En cambio, Jodl, y con él los oficiales más jóvenes de su Estado Mayor, se oponía a ello, y hasta llegó a presentar a Hitler un informe en el que exponía sucintamente todos los motivos que desaconsejaban la intervención de Italia en el conflicto.
Debido a esta circunstancia, los oficiales de la Sección Operativa de la OKW quedaron mucho más anodadados y perplejos cuando, tras el primer encuentro de Hitler con el Duce, después de estallar la guerra, cambió bruscamente la situación. El 19 de marzo de 1940, observa el general Jodl en su diario, Hitler regresó de la reunión del Brénnero "radiante y muy satisfecho", porque Italia parecía dispuesta a entrar en la Guerra cuanto antes...
La política, como sucedía frecuentemente en aquel Mando Supremo, había dejado a un lado, sin consideración alguna, las exigencias del tipo militar.
Al fin, se constituyó un mando unificado y repartido de manera racional al principio de la campaña de Occidente. La Sección de Operaciones del Estado Mayor del OKW había proyectado establecerlo en Ziegenberg, junto a Bad Nauheim, en los montes Taunus. El edificio estaba ya dispuesto y también se habían llevado a cabo los preparativos para la instalación del mando, pero Hitler no aprobó el proyecto...
Evidentemente, al Führer no le apetecía vivir en una residencia de campo o verse rodeado de cuadras, caballos y granjas. En consecuencia, ordenó que se preparasen para el puesto de mando tres grupos de casamatas en la retaguardia del frente occidental: uno en el sector norte, otro en el centro, y el último en el sur. A la vez, se tomaron las disposiciones necesarias para que el Estado Mayor pudiera seguir al tren del Führer en otro tren especial.





Parte 5
 

Leutnant

Colaborador
Colaborador
Tremendo. Muy bueno Stormnacht!

Opino que nunca debieron de centrar el total manejo de las desiciones del OKW en Hitler. Las consecuencias fueron nefastas. Porque el Führer se negaba a escuchar a sus generales, y lo peor de todo es que Keitel y Jodl decian "Si,si" a todo y dejaban someter a todo el ejército. Está bien que trabajaban bajo mucha presión, ya que negarse a las exigencias del partido significaba la muerte, pero tendrían que haber puesto más peso en la crítica a muchas de los "caprichos" de Hitler. Es increible que tuviesen que modificar campañas enteras y redirigir divisiones a otros lugares solo porque a Hitler se le ocurría sin muchos más fundamentos que una "corazonada".
En la invasión a Francia todo iba bien hasta que Goering le metió en la cabeza al Führer que la Luftwaffe podía destuir a la fuerza expediiconaria británica en Dunkerque... los del OKW bajaron la cabeza, lo dejar a Goering hacer y los ingleses escaparon. O el fiasco de la Operación Leon Marino, cuando Goering nuevamente le hiso la cabeza a Hitler de que la Luftwaffe podía hacer todo el trabajo antes de una invasión terrestre, y chau la oportunidad de derrotar a Inglaterra para 1941...
En Rusia todo iba bien, hasta que a 30 km de Moscú a Hitler se le ocurrió desviar a todo el ejército hacia el caucaso! dejó escapar al gobierno de Stalin al norte y que reorganizara las fuerzas de defensa y tiró al caño la oportunidad de destruir la totalidad del Ejército Rojo. Y luego, bueno, Normandia e incontables errores que llevaron a Alemánia a la ruina total en 1945.
Bah, es mi humilde opinión.

Saludos!!!
 

Nocturno Culto

Colaboracionista
Colaborador
Estoy de acuerdo con Leutnant con que no fue buena idea dejar a Hitler unicamente todas las decisiones militares, después de todo era (aunque fuera un gran lector y estudioso de la historia militar) un Cabo…
Pero también hay que tener en cuenta dos cosas.

Primero que tubo algunos aciertos: como el de no permitir la retirada del frente oriental (mas de uno debe pensar que soy un lunático). Pero estoy seguro que una retirada (que ya de por si son algo desordenadas) en medio del invierno ruso… pues solo recuerden lo que le paso a Napoleón.

Y segundo: que parásitos como Göring, Himmler, Goebbels y demás, tenían mas influencia sobre Hitler que gente claramente mas capacitada como Rommel por citar un ejemplo. Pero todo esto es mi humilde opinión, nada más.

En fín. Les dejo algunas fotos de la imponente Cancillería del Reich. (Una estructura imponente, para mí que me gusta la arquitectura, es una pena que la demolieran… pero como todo lo relacionado con el NSDA da para controversia).















 

Extraña fotografía de Adolf Hitler reflexivo o no, ante un salón vacío y su emblema...El futuro incierto...

El Mando Supremo se reunió por primera vez el 10 de mayo de 1940. Pero esto no bastó para hacerlo más compacto, ya que seguían latiendo en su interior las antiguas divisiones... Hitler y su círculo inmediato -compuesto, en lo concerniente al elemento militar, sólo por Keitel, Jodl y sus respectivos ayudantes - vivían en las casamatas de la denominada Zona 1 del Mando. El resto del Estado Mayor, limitado a un exiguo número de oficiales y el mínimo indispensable del personal de servicio, estaba alojado en una granja cercana, denominada Zona 2 del Mando. Otras selecciones del Estado Mayor trabajaban en el tren especial, detenido a corta distancia; otras; junto con los restantes servicios y oficinas del Mando Supremo, se habían quedado en la residencia anterior, en Berlín, donde se hallaba también el Mando Supremo de la Kriegsmarine.
Los altos oficiales del Ejército tuvieron que alojarse en un pabellón de caza en las proximidades de Bonn. También Goering, con el Estado Mayor de la Luftwaffe, se había trasladado a las cercanías en su tren especial, lo mismo que Ribbentrop y Himmler, los cuales se consideraban miembros del Mando Supremo.
En el Felsennest, "nido sobre la roca" - nombre con que Hitler bautizó su puesto de mando -, el ambiente estaba determinado, en general, por nuestras brillantes victorias en la campaña de Occidente, que habían superado las esperanzas de todos. Pero a pesar de esos éxitos, a medida que se hizo evidente que el verdadero Mando Supremo estaba constituido por el Alto Mando del Ejército, en estrecha colaboración con la Luftwaffe, y que el Mando Supremo o, mejor dicho, la Sección Operativa del Estado Mayor del OKW, estaba prácticamente desautorizado, comenzó a cundir el descontento...
De este modo, se llegó, a finales de mayo, a aquella serie de acontecimientos que pasaron a la historia con el nombre de drama o milagro de Dunkerque, según el punto de vista desde el que se considere. Los historiadores podrán estar de acuerdo o no sobre la parte de responsabilidad que el comandante del Grupo de Ejércitos A, von Rundstedt, tuvo con Hitler en esta victoria perdida...
Pero a quienes se encontraron implicados directamente en el asunto no les cabe ninguna duda de que la batalla de Dunkerque no habría concluido en un fracaso de haber dejado al Ejército decidir la situación...
Si no hubiera sido por Adolf Hitler, nadie jabría prestado la menor atención a las balandronadas de Goering, quien afirmaba que la Luftwaffe era suficiente por sí sola para cercar por mar a las unidades francobritánicas; porque, en realidad, no se trataba más que de una jugada, discutible militarmente y políticamente astuta, encaminada a impedir que el Ejército se llevara toda la gloria del hecho bélico...
En semejante situación, no tenían efecto alguno las objeciones expuestas por los oficiales del mando Supremo.
Habitualmente, se les informaba de las decisiones de Adolf Hitler después de tomadas, y los argumentos que aducían para oponerse a ellas no pasaban ya de Jodl.


Keitel y Jodl dirimiendo inútilmente con Hitler




El inútil de Goering junto a Hitler...







Imágenes del desastre con suerte para los aliados en Dunkerque

Fin del relato por el momento...



 
Leutnant te doy toda la razón, y como dice Nocturno Culto, todo en manos de un cabo... La historia siempre habla tarde o temprano, si bien al Führer se le "pegaron" varios figurettis como Goering, Himmler y Goebels, entre otros... él nunca tuvo el coraje de bajarse del pedestal al cual le subieron en los años treinta, tanto militares, civiles y magnates de la industria. Tomó la política, la economía, la diplomacia, y la guerra, como la sucesión de extraños acontecimientos que se avecinaban, y que estaban fuera del control de los hombres comunes, y precisamente él no se consideraba común. Era la era de los "superhombres" como pregonaba su doctrina... (extraño decirlo pero se reitera en la mención del Capitán América, Súperman y otros; desconozco los superhéroes rusos si los hubo...), era la era del esoterismo mágico también, donde los sígnos, los símbolos de una nueva era impuesta de algún modo por Steiner, y la cosmogonía de Horbiger, habían hecho mella en la mente megalómana de un Hitler. De cualquier modo, las decisiones de Adolf Hitler, erradas o no, llevaron a la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias que todos conocemos. Allí, como decís, Leut, poco y nada podía hacer un Keitel, un Jodl, e incluso un zorro experimentado como Rommel, acaso sí un inepto como Goering...
Estimados saludos y grazie!
 
Pregunta.
En una foto previa se ve a Himmler con dos generales (SS y Ejercito)
¿Las condecoraciones y distintivos que lleva, alguien los puede identificar ahí o en otra foto mejor situada y por qué se dieron? Nunca fué un Rambo que yo recuerde?
Los otros vaya y pase...
Slds
 

joseph

Colaborador
Colaborador
Aunque Hitler cometio muchos errores las batallas se perdieron porque simplemente no se podian ganar los rusos jugaron bien las cartas que tenian en un principio y llegado el momento ya tenian los hombres y armas a su disposicion para ganar la guerra. En Moscu, Stanlingrado o Krus los rusos supieron aguantar hasta que la situacion les fue favorable. Además muchos enuncian la tactica ideal de una batalla despues que ya todo sucedio en esos momentos la toma de desiciones tenian un margen de error importante.
 

Leutnant

Colaborador
Colaborador
Aunque Hitler cometio muchos errores las batallas se perdieron porque simplemente no se podian ganar los rusos jugaron bien las cartas que tenian en un principio y llegado el momento ya tenian los hombres y armas a su disposicion para ganar la guerra. En Moscu, Stanlingrado o Krus los rusos supieron aguantar hasta que la situacion les fue favorable. Además muchos enuncian la tactica ideal de una batalla despues que ya todo sucedio en esos momentos la toma de desiciones tenian un margen de error importante.

Siento discernir. Pero las desiciones que se tomaron desde la cúpula del estado mayor conjunto alemán, fué lo que salvó a los rusos de la aniquilación total al dejarse de lado la batalla por Moscú. Obligando a las fuerzas alemánas a retardar su campaña, planificada para terminarse antes de que el invierno llegara. Resultado: -40ºC con ropas de verano, armas congeladas, y un abastecimiento paralizado, los alemanes tuvieron que soportar el contraataque soviético. Se desplomó toda oportunidad de repuntar hacia Moscú nuevamente.
Entonces, no quedaba otro remedió que tratar de cortar el suministro de petroleo ruso del caucaso, despues de todo Hitler ya tenia su escusa. Stalingrado fué la consecuencia de desviar al ejército al caucaso, y Kursk fué la consecuencia directa de Stalingrado con la contraofensiva rusa. La historia no es más que una sucesión de hechos.

Aunque podriamos discutir esto por siglos.

Saludos!!!
 
Buen día Leutnant:

Te hago una pregunta de una duda que siempre he tenido y desde larga data ¿Que hay de cierto que una de las razones del fracaso en la URSS fue precisamente el hecho de que el tren logístico de la blitzkrieg no estaba diseñado para grandes extenciones como el del territorio soviético?

Mito o Realidad...

Cordiales Saludos
 

Leutnant

Colaborador
Colaborador
Buen día Leutnant:

Te hago una pregunta de una duda que siempre he tenido y desde larga data ¿Que hay de cierto que una de las razones del fracaso en la URSS fue precisamente el hecho de que el tren logístico de la blitzkrieg no estaba diseñado para grandes extenciones como el del territorio soviético?

Mito o Realidad...

Cordiales Saludos

Buen día amigo MGB!

Si, el tema de suministros fué una de las causas más importantes. Y se suma directamente tambien al factor tiempo. El OKW se apresuró en Barbaroja en correr al ejército rojo por las estepas hasta las puertas de la urbe moscovíta.
La doctrina del Blitzkrieg funcionó de maravilla en Polonia, Bélgica, Francia, Holanda, Dinamarca... Paises pequeños. Por eso para atacar a la URSS habian previsto hacer el ataque lo más rápido posible, rodear a los ejercitos rusos (no hacia falta eliminarlos, se rendirian solos al estar aislados, y así fué), y seguir hacia Moscú. El miedo era no llegar a la capital, casi 600 km antes del invierno.
Para el inicio de la campaña, en teoria el Blitzkrieg hasta ese punto habia funcionado perfectamente, el problema radicó en el tiempo que se perdió deliberando si seguir a Moscú o redirigir el grueso del ejército a la zona petrolera de la URSS. Los caminos rusos eran un desastre, no estaban asfaltados. Con la llegada de las lluvias del otoño el avance hacia cualquier lado se obstaculizó de una manera abismal. Las vías del tren ruso (más angostas que las alemanas) tenian que ser reemplazadas para llevar los suministros desde la frontera del Reich hasta el frente, y luego volver. De allí a los camiones y carretas, que se hundían en el barro. La munición tardaba en llegar, los hombres en avanzar, pero el invierno no tenía demora. De un día para el otro el barro se congeló, y adiós muchachos. Los abastecimientos tuvieron que pasar a ser un trabajo casi exlusivo de la Lutfwaffe... pero el tiempo tambien demoraba todos los vuelos.
Planearon una campaña corta, antes de que el clima y el terreno los matara, pero como dice el dicho: "lo que puede salir mal, saldrá mal".
Los rusos aprovecharon esto y el resto es historia. De ahí en más los alemánes se concentraron en atacar el caucaso, pero ya no tenian el empuje de antes, y los rusos mandaban al frente hasta al verdulero de la esquina. Enviando gente al combate en proporciones ridículas, armados o no, para hacer retroceder al invasor.
El frente se ensanchó entonces. Habia que resistir en posiciones al norte y centro, frente a Moscú y por otro lado resistir la embestida soviética al flanco derecho del dispositivo alemán. Llega Stalingrado, se traen tropas de italia y rumania. Las líneas de abastecimiento se alargaron tanto que las mismas colapsaron. No hubo forma de mantener el ataque en la ciudad. Otra vez llegó el invierno, se frena todo nuevamente, los rusos rodean Stalingrado y adiós 200.000 hombres. En ese momento se terminó el caracter ofensivo de las tropas alemánas en la URSS. De allí en más fué resistir dos años y medio más, defendiendo posiciones y retrocediendo hasta llegar a Berlín.

Hay que tener muy en cuenta que para 1941-42, los alemánes tambien estaban peleando en los balcanes contra guerrilleros y en el norte de áfrica ayudando a las desastrosas campañas italianas. Y habia que mandar suministros a TODOS los frentes. No es facil. Si los objetivos en Rusia se hubbiesen completado en el tiempo que habian planificado, las cosas hubiesen sido distintas, y la logistica al resto de los ejércitos alemanes diseminados en toda europa y áfrica habria sido más equitativa, dando herramientas para encarar de mejor manera los contraataques aliados.

Bah, como siempre, es mi humilde opinión...

Saludos!!!
 

Rumplestilskin

Colaborador
Colaborador
Hay que distinguir el plano estratégico del táctico.

Hitler no se equivocaba al querer centralizar las decisiones estratégicas: como líder absoluto de Alemania, éstas le correspondían. Y las decisiones estratégicas de Hitler fueron totalmente compartidas por los militares alemanes, salvo pequeñas objeciones en cuanto a los tiempos de ejecución.

Otra cosa es que Hitler gustase de inmiscuirse en cuestiones tácticas, causando más de un dolor de cabeza. Pero esas cuestiones tácticas no hubiesen modificado el curso de la guerra. Las peleas OKW/OKH son interesantes como modelo de que no debe hacerse en una dirección militar, pero no son causas del fracaso estratégico alemán. Éste se selló mucho antes, rastreándose incluso a fines de la PGM. De hecho, todo se dio tal cual los estudios alemanes de preguerra lo habían previsto: éxitos iniciales, fallo estratégico, y retroceso desastroso luego. Con Hitler, o sin él, con días más, días menos.
 

joseph

Colaborador
Colaborador
Siento discernir. Pero las desiciones que se tomaron desde la cúpula del estado mayor conjunto alemán, fué lo que salvó a los rusos de la aniquilación total al dejarse de lado la batalla por Moscú. Obligando a las fuerzas alemánas a retardar su campaña, planificada para terminarse antes de que el invierno llegara. Resultado: -40ºC con ropas de verano, armas congeladas, y un abastecimiento paralizado, los alemanes tuvieron que soportar el contraataque soviético. Se desplomó toda oportunidad de repuntar hacia Moscú nuevamente.
Entonces, no quedaba otro remedió que tratar de cortar el suministro de petroleo ruso del caucaso, despues de todo Hitler ya tenia su escusa. Stalingrado fué la consecuencia de desviar al ejército al caucaso, y Kursk fué la consecuencia directa de Stalingrado con la contraofensiva rusa. La historia no es más que una sucesión de hechos.

Aunque podriamos discutir esto por siglos.

Saludos!!!

Las operaciones militares cuanto se retrasaron con respecto a lo planeado. Como un mes y medio. Aún así los rusos fueron tomados por sorpresa y tuvieron muchisimas bajas. Para cuando estaban más cerca de Moscú Zhukov ya había logrado traer las divisiones de siberia y espero hasta el ultimo momento para el contrataque ya que quería desgastar a los alemanes todo lo posible.
 
Fragmentos de la obra de H.S.Hegner "El Tercer Reich"

Eran las instancias previas a la Gran Tragedia Humana, los angustiantes parlamentos de los "embajadores de paz" se estaban terminando... Los interlocutores y traductores se quedaban ya sin palabras... En el interior de la inmensa Cancillería del Reich, ya cundía un gélido manto de silencio, cruzaba los brillosos pasillos, se introducía por los resquicios de cerraduras, ventanas y puertas, y de pronto colmaba los altivos y suntuosos salones, hasta detenerse en los portales del amplio salón y despacho del Führer, donde el fuego maquiavélico cundía paulatinamente hasta transfigurar al hombre común, el cual ya manipulaba el poder. Pronto Adolf Hitler cambiaría la historia para siempre...


"...Y LUEGO, QUE DIOS SE APIADE DE NOSOTROS"




La Gran Bretaña siempre deseaba la paz, pero no por cierto a cualquier precio. El Ministro Charles Spencer, miembro de la Cámara de los Comunes, hizo una breve pausa. Lo que iba a decir no lo hacía únicamente en presencia de los miembros del "Constitutional Club", en uno de cuyos salones pronunciaba su alocución, sino ante el industrial sueco Birger Dahlerus, de quien se decía que le unía una estrecha amistad con Goering.
Era el domingo 2 de julio de 1939. Por la tarde, el rey Jorge VI había presenciado un desfile militar que puso de manifiesto la deficiencia del armamento británico frente a la enorme capacidad de combate de los alemanes. Ni los oficiales británicos ni los agregados militares extranjeros se hacían ninguna ilusión al respecto. No obstante, tanto en los rostros de las personalidades oficiales, como en el de los soldados y público que presenciaba el desfile, se leía la firme determinación de no ceder esta vez ante las amenazas de Hitler.
El primer ministro británico, Chamberlain, había exclamado el otoño pasado, al regresar de la conferencia de Munich: "Peace for our time." Ahora se sabía que aquello había sido una prórroga, nada más. La tragedia avanzaba como un rodillo demoledor, lenta, pero inexorable, sobre la humanidad inerme, si bien, en tanto no se efectuara disparo alguno cabía la esperanza de mantener la precaria paz.
Precisamente ese débil hálito de esperanza había inducido a unas cuantas personalidades a reunirse en el "Constitutional Club" después del desfile. Querían examinar lo que podía hacerse todavía para alejar el fantasma de la guerra. La condición previa para cualquier intento era descartar toda intervención del ministro de Asuntos Exteriores alemán. En Inglaterra todo el mundo estaba enterado de que von Ribbentroop, bien fuere por ignorancia, estupidez o mala fe, aconsejaba en falso a su jefe de Estado, Adolf Hitler.
Dirigiéndose especialmente a Dahlerus, Spencer manifestó:
- El pueblo inglés desea vivir en paz con el pueblo alemán, y no ve ningún motivo fundado para que la situación desemboque en un conflicto armado... La Gran Bretaña y sus aliados experimentarían pérdidas enormes en caso de guerra, que tal vez significarían el desmoronamiento de la civilización, pero nosotros no podemos ceder más. Y lo mismo que antaño, Alemania será finalmente vencida en una próxima guerra...
Sir Holberry Mensforth hizo uso de la palabra a continuación de Spencer.
- ... Pese a todo, hay que intentar de nuevo solucionar la grave crisis por la vía de las negociaciones antes de que comience la horrible matanza...

Todos expresaron su conformidad, y, después de prolijas discusiones, se determinó enviar a Berlín al sueco Dahlerus, para que actuara de emisario en un nuevo intento de concertar una reunión de ingleses y alemanes, fuera de los cauces diplomáticos normales, en territorio neutral. Tal vez de ese modo pudiera llegar a acordarse la solución pacífica de la actual tensión germano-polaca.
Birger Dahlerus sabía muy bien que el Gobierno británico estaba dispuesto a hacer ciertas concesiones a Alemania, incluso en el asunto de las colonias. Para ello, la condición primordial era la siguiente: "Antes de acudir a la mesa de las negociaciones, las armas deberían quedar en los arsenales." Ni Inglaterra ni su aliada Francia deseaban pactar bajo amenaza de los elementos bélicos. Además, se exigiría plena garantía de que Hitler no volvería a quebrantar sus promesas. Dahlerus pertenecía a un país que nada exigía de Alemania, y por tal motivo abrigaba la esperanza de que su cometido tal vez tendría éxito. Partió de Londres en la tarde del 3 de julio de 1939, y llegó al día siguiente a la capital del Reich. Apenas aposentado en su cuarto del Hotel Esplanade, se puso en comunicación con el Ministerio de Goering, en la Leipzigerstrasse.
El industrial sueco había trabado conocimiento con el mariscal Goering en diciembre de 1934, en cuya ocasión solicitó el concurso de Goering para un asunto particular. En compensación Dahlerus se ofreció en interesarse por el hijastro de Goering. Thomas Kantzow, hijo del primer matrimonio de la difunta esposa de Goering.
Dahlerus se dirigió por la mañana a la mansión Karinhall. Todavía recordaba con precisión el aspecto que presentaba el antiguo pabellón de caza imperial durante su primera visita en el año 1934. Entonces no era nada más que una modesta casa tipo nórdico, compuesta de toscas vigas, y cuya decoración interior era ciertamente agradable, pero, en modo alguno pomposa. ¿Qué aspecto tendría en la actualidad? En todo el mundo se contaban maravillas acerca de aquella fabulosa mansión.
Una vez que el automóvil se desvió de la ruta principal pasó frente a un enorme edificio de moderna factura, que era el cuartel de la companía que custodiaba la mansión Karinhall. Después de una marcha de algunos kilómetros apareció la residencia señorial, rodeada de inmensos jardines. Incontables grupos de trabajadores, camareros, sirvientes y soldados de la Luftwaffe se afanaban en concluir los preparativos de una gran fiesta que iba a celebrarse al aire libre. Goering había invitado a varios centenares de personajes del mundo del cine y del teatro, y de modo contínuo llegaban autobuses con bandas de música, camareros y artistas de variedades, junto con lujosos automóviles que transportaban a invitados eminentes.
Un oficial de blanco uniforme de verano condujo a Dahlerus hasta el amplio vestíbulo de la residencia. En él el dueño de la casa saludó al recién llegado y le acompañó hasta su enorme despacho. El picaporte de la puerta de acceso a dicha pieza tenía unas dimensiones bastante fuera de lo corriente, de modo que el criado tuvo que utilizar ambas manos. Goering rogó a su visitante que tomara asiento en uno de los sillones tapizados de rico brocado, ante una gran mesa redonda de caoba. Dahlerus no invirtió su tiempo en admirar los magníficos cuadros y las innumerables fotografías de reyes y generales en ricos marcos de plata, en cuyos retratos figuraban las correspondientes dedicatorias manuscritas. Ni siquiera se fijó en las preciosas esculturas y otros miles de objetos valiosos dignos de admirar. Sin preámbulo de ninguna especie comenzó a tratar de la misión que se le había encomendado.

- Anteayer estaba aún en Inglaterra y allí me reuní con una serie de personalidades que desean intentar por todos los medios remediar la crisis actual...

Goering escuchaba con atención. Era un secreto a voces el que el mariscal se pronunciaba contra cualquier aventura bélica, pues con ella no tenía apenas nada que ganar y sí mucho que perder. Carecía, sin embargo, del valor de declararse contra las intenciones guerreras de Hitler, si bien, naturalmente, no podía manifestarlo así a su visitante sueco. Al contrario, debía defender ante él la política de su Führer...

- La postura de Inglaterra en el conflicto germano-polaco es puro bluff. Los ingleses se guardarán muy bien de recurrir a las armas para la defensa de Danzig. La promesa hecha a Polonia no vale siquiera la tinta utilizada para firmarla.

Alguien llamó a la puerta y acto seguido, un ayudante, que vestía blanco uniforme de oficial de la Luftwaffe, penetró en la estancia y anunció al mariscal que los huéspedes estaban ya reunidos. Dahlerus consultó el reloj y observó que eran las cuatro cuarenta y cinco. Goering hizo ademán de despedir a su ayudante, que se mantenía en posición de firmes junto a la puerta, diciendo en tono altivo: "Que esperen..."




El diplomático, emisario y empresario sueco Birger Dahlerus




Vista de la enorme mansión Karinhall...


Y uno de sus tantos jardines...




Parte 1


 
- Yo creo... - dijo Dahlerus en tono persuasivo - que en este caso, todos se equivocan mutuamente. Inglaterra recurrirá a las armas, de ello no cabe la menor duda, y, precisamente para que pueda alejarse toda posibilidad de cometer un error irreparable, sería de recomendar que altas personalidades alemanas se reunieran con sus colegas ingleses en un paíz neutral, Suecia por ejemplo, y entablaran negociaciones, de corazón a corazón...
Goering se levantó y comenzó a andar por la estancia. Sus pasos eran apenas audibles a causa del espesor de la alfombra, pero ello hacía aumentar el efecto óptico en su visitante. Su cuerpo macizo, embutido en su uniforme de mariscal, era el centro de la enorme habitación. Excepcionalmente llevaba en ese día escasas condecoraciones: Pour le mérite, la Cruz de Hierro, y el emblema de oro del Partido. Hablando en voz alta como en una reunión, manifestó a Dahlerus que en vista de ello sería en verdad conveniente llegar a la realización de dicho encuentro. Dahlerus buscó los ojos azules del mariscal e intentó leer en su rostro.

- Naturalmente, habrán de ofrecernos garantías - prosiguió Goering -, de que Inglaterra desea sinceramente llegar a un acuerdo.

El tono con que fueron pronunciadas dichas palabras indujo a la creencia al intermediario sueco de que el mariscal Goering deseaba poder concertar dicho encuentro entre alemanes e ingleses para hablar " de corazón a corazón". Tal vez, él mismo tomaría parte en la reunión.


La conferencia tuvo lugar, efectivamente, pero no en la neutral Suecia, como había sido previsto, sino en la finca de la esposa alemana de Birger Dahlerus, en la localidad de Sönke Nissen Koog, en Holstein. El domingo, 6 de agosto, los siete emisarios ingleses, bajo la dirección de Charles Spencer, se dirigieron en automóvil desde Hamburgo hasta Sönke Nissen Koog. El día siguiente, a las ocho de la mañana, Hermann Goering llegó a Bredstedt en tren especial. Le acompañaba el consejero ministerial Godlnert, el secretario de Estado, Koerner, y el general Bodenschatz; con ellos iba también un intéprete. Goering se comportó magníficamente, sin adoptar su acostumbrado tono doctoral; al contrario, rogó a los enviados británicos que comenzaran a formular sus peticiones. Esa diferencia de táctica, en relación con la empleada en todo momento por Adolf Hitler y Ribbentroop, sentó muy bien a los visitantes. No transcurrió mucho tiempo sin que se llegase a una animada discusión.
A la hora de la comida, Goering pronunció un emocionado brindis en favor de la paz, y el tono con que lo hizo produjo impacto en todos sus oyentes. Cuando por la tarde abandonó en automóvil la finca de Sönke Nissen Koog, los participantes tenían la firme convicción de que el intento había tenido éxito y que tal vez se había logrado el mantenimiento de la paz. Los delegados alemanes estaban tan satisfechos como los ingleses, ya que en esta ocasión les fue posible manifestarse, pues lo tratado no debía hacerse público. Las líneas telefónicas y los accesos a la finca estaban cuidadosamente vigilados, de modo que Ribbentroop no podía interferir en ningún concepto. Las negociaciones posteriores conducentes a la convocatoria de una conferencia secreta de los cuatro quedaban así en secreto.
El acompañante de Goering, general de aviación Bodenschatz, se dirigió a Berchtesgaden e informó a Adolf Hitler acerca del resultado de la reunión de Sönke Nissen Koog. No obstante, Hitler procuró obstruir cualquier intento de mediación. Dieciocho días duraron las conversaciones sin que se lograra avanzar un solo paso. Mientras tanto, la crisis se iba agudizando por momentos, y el Führer tomaba en secreto las medidas necesarias para atacar Polonia el 26 de agosto, a las cinco y media de la madrugada...


Adolf Hitler en su palacio de Berchtesgaden, imaginando un imperio...

Birger Dahlerus, que había regresado a Suecia, presintió la tragedia que se avecinaba cuando el jueves 23 de agosto, a las diez de la mañana, fue llamado telefónicamente por Goering en su residencia de Estocolmo.

- La situación ha empeorado sensiblemente... - manifestó el mariscal -. ¿Puede venir sin tardanza? Es posible que tenga necesidad de su presencia.

El hombre de negocios sueco llegó al día siguiente a la capital del Reich. Allí se reunió con uno de sus compatriotas, el director de banca Allan Wettermark. El banquero estaba visiblemente preocupado.

- No existe ninguna duda de que Goering no desea la guerra - dijo Wettermark -; pero, en realidad, todo esto entraña un serio peligro para tu persona, mi querido Dahlerus. Ten presente que no nos enfrentamos con un país democrático, y uno de los enemigos de Goering, acaso Himmler o Ribbentroop, o tal vez el propio Hitler, pueden ordenar tu detención, y jamás nadie conocerá tu paradero.
Wettermark bajó el tono de su voz, que se convirtió en mero susurro:
- Creo que será prudente que te acompañe. Aunque no hasta tu destino, por lo menos estaré en el vestíbulo del hitel como por azar, y anotaré el número de matrícula del automóvil que te conduzca hasta Karinhall. Si algo ocurre, el embajador sueco podrá siempre hacer algo por ti...
Dahlerus manifestó cierta sorpresa; su buen amigo, residente en Berlín desde hacía bastantes años, conocía el estado de las cosas mucho mejor que él. Profundamente impresionado, Dahlerus meditaba en lo bajo que había caído la patria de su esposa. Un hombre neutral como él, que junto con el llamado "príncipe heredero del movimiento nazi", Hermann Goering, hacía todo lo posible para mantener la paz, corría el peligro de ser encarcelado o de desaparecer sin dejar rastro alguno.


Parte 2
 
Arriba