El increíble naufragio entre tiburones de la Segunda Guerra Mundial

El increíble naufragio entre tiburones de la Segunda Guerra Mundial
Alex Last
BBC
Domingo, 4 de agosto de 2013

Tras días en medio del océano, los sobrevivientes llegaron a Guam.
A finales de julio de 1945, el USS Indianapolis estaba en una misión supersecreta especial: llevar partes de la primera bomba atómica al atolón de Tinian en el Océano Pacífico, donde estaba la base de los bombarderos B-29 estadounidenses.
Habiendo cumplido con su cometido, el buque de guerra, con 1.197 hombres a bordo, navegaba con dirección oeste hacia el Golfo de Leyte, en las Filipinas, cuando fue atacado.
El primer torpedo impactó, sin advertencia, poco después de la medianoche del 30 de julio.
Loel Dean Cox, un marinero de 19 años de edad, estaba de turno en el puente de mando. Hoy, a sus 87 años, en conversación con la BBC, recuerda el momento.
"¡Buuum! Salí volando por los aires. Había agua, escombros, fuego, todo subía y estabamos a 25 metros sobre el agua. Fue una explosión tremenda. Y luego, cuando me pude arrodillar, otro estallido. ¡Buuum!".

Cox estaba de turno cuando el submarino japonés atacó.
El segundo torpedo que disparó el submarino japonés que había percibido la embarcación enemiga y había esperado hasta tenerla cerca para no fallar, casi partió al crucero en dos.
Con incendios consumiéndolo todo bajo la cubierta, el enorme barco empezó a inclinarse hacia un lado.
Llegó la orden de abandonar el buque. Cox trepó hasta el lado más alto y trató de saltar al agua. Se golpeó contra el casco y rebotó antes de caer en el océano.
"Miré para atrás. El barco estaba hundiéndose en picada. Había hombres brincando desde la popa mientras las hélices seguían rotando".
"Doce minutos. ¿Se puede imaginar un barco de 186 metros de largo, que es el tamaño de un campo de fútbol, hundiéndose en 12 minutos? Sencillamente se volcó y naufragó".
"Escuché gemidos y gritos"


El Indianapolis había roto un récord de velocidad para llevar su mortífera carga.
El Indianapolis no tenía sónar para detectar submarinos. El capitán, Charles McVay, solicitó una escolta pero se la negaron. La Armada de EE.UU. tampoco le pasó información sobre el hecho de que había submarinos japoneses activos en el área. El Indianapolis estaba completamente solo en el Océano Pacífico cuando naufragó.
"Nunca vi una lancha salvavidas. Finalmente escuché unos gemidos y gritos, nadé en esa dirección y me uní a un grupo de 30 hombres, con los que me quedé", recuerda Cox.
"Pensamos que era cuestión de esperar un par de días mientras nos recogían", le cuenta el marinero a la BBC.
Pero nadie estaba en camino a rescatarlos.
A pesar de que el Indianapolis envió varias señales de auxilio antes de hundirse, por alguna razón la Fuerza Naval no tomó en serio esos mensajes.
Y cuando el barco no llegó a puerto a tiempo, nadie se dio por enterado tampoco.
Unos 900 hombres, sobrevivientes del ataque con torpedos, quedaron a la deriva en grupos en medio del vasto Océano Pacífico.
Y, bajo las olas, otro peligro acechaba.
"Uno sentía miedo constantemente"

Atraídos por la matanza del naufragio, cientos de tiburones venían en dirección a los sobrevivientes desde los alrededores.

Se comieron a los muertos y luego empezaron a comerse a los vivos.
"Nos hundimos a la medianoche y vi uno por la mañana cuando salió el sol. Eran grandes. Le juro que algunos tenían 4,5 metros de largo", asegura Cox.
"Estaban continuamente ahí, la mayor parte del tiempo comiéndose los cuerpos de los muertos. Gracias a Dios había mucha gente muerta flotando en el área".
Pero pronto empezaron a atacar a los vivos.
"Perdíamos tres o cuatro compañeros cada noche y día", le dice Cox a la BBC. "Uno sentía miedo constantemente pues los veía todo el tiempo. A cada rato uno veía sus aletas... una docena, dos decenas en el agua".
"Venían y se tropezaban con uno. A mí me golpearon varias veces: uno nunca sabía cuando iban a atacar".
Algunos de los marineros golpeaban el agua, pateaban y gritaban cuando los tiburones atacaban. La mayoría de los marineros decidieron mantenerse unidos, en grupo, pues consideraban que esa era la mejor defensa. Pero con cada ataque, las nubes de sangre en el agua, los gritos y el chapoteo, hacían que vinieran más tiburones.
"En esa agua clara, uno podía ver a los tiburones merodeando. Y de tanto en tanto, como un rayo, uno nadaba derecho para arriba, cogía a un marinero y se lo llevaba. Uno vino y se llevó al marinero que estaba a mi lado".
Los tiburones, sin embargo, no eran los peores asesinos.
"Su salvavidas estaba flotando sin él"

Bajo el sol abrasador, día tras día, sin comida ni bebida por días, los hombres se estaban muriendo de exposición o deshidratación. Con sus salvavidas empapados, muchos terminaron exhaustos por tratar de mantenerse a flote y se ahogaron.
"A duras penas podía uno mantener la cara afuera del agua. El salvavidas tenía ampollas en mis hombros, ampollas encima de mis ampollas. Hacía tanto calor que rezábamos para que oscureciera, y cuando oscurecía, rezábamos por que amaneciera pues hacía tanto frío que nuestros dientes castañeteaban", relata Cox.
Luchando por seguir vivos, desesperados por agua dulce, aterrorizados por los tiburones, algunos de los sobrevivientes empezaron a desvariar. Muchos alucinaban, se imaginaban islas secretas en el horizonte o que estaban en contacto con submarinos amigos que estaban en camino para rescatarlos.
Cox se acuerda de un marinero que estaba convencido de que el Indianapolis no había naufragado, sino que estaba ahí, flotando cerca de la superficie.
"El agua dulce se guardaba en la segunda cubierta de nuestro barco", le explica a la BBC. "Un amigo alucinaba que podía ir al barco y tomar algo de agua. De repente, su salvavidas estaba flotando sin él. Y luego él emergió y nos contó cuán buena y fría estaba el agua, que debíamos ir a tomarla".
Estaba tomando agua salada, por supuesto. Murió poco después.
"Fue el momento más feliz de mi vida"


El capitán fue uno de los rescatados. Después lo culparon y finalmente se suicidó.
Con el paso de los días y las noches, más hombres iban muriendo.
De repente, por casualidad, en el cuarto día, una aeronave de la marina pasó y vio a algunos marineros en el agua. Para entonces eran menos de 10 en el grupo de Cox.
Inicialmente pensaron que no los habían visto. Pero luego, poco antes del atardecer, un hidroavión grande apareció súbitamente, cambió de dirección y voló sobre el grupo.
"Uno de los hombres nos saludaba desde el avión. Fue entonces que se nos salieron las lágrimas, se nos erizó la piel y supimos que estábamos salvados, que nos habían encontrado, al menos. Fue el momento más feliz de mi vida".
Barcos de la Armada se apresuraron a llegar al lugar y empezaron a buscar a los grupos de marineros dispersos en el océano. Durante ese tiempo, Cox sencillamente esperaba, asustado, en estado de shock, inconsciente a ratos.
"Oscureció y una fuerte luz bajó del cielo, desde una nube: pensé que los ángeles estaban viniendo. Pero era el buque de rescate que dirigió su reflector hacia arriba para darle esperanza a los marineros y avisarles que los estaban buscando".
"En algún momento de la noche, me acuerdo de que unos brazos fuertes me subieron a un bote. Saber que te salvaste es la mejor sensación que se puede tener", asegura.
A quién culpar


Fue una odisea imposible de olvidar: para Cox, la ansiedad es parte del legado.
De una tripulación de casi 1.200 sobrevivieron sólo 317.
En busca de un chivo expiatorio, la Fuerza Naval de Estados Unidos responsabilizó por el desastre al capitán McVay, quien estaba entre los pocos que lograron sobrevivir. Durante años recibió cartas llenas de odio y, en 1968, se suicidó.
La tripulación sobreviviente, incluyendo a Cox, hizo campaña por décadas para que exoneraran al capitán. Lo lograron 50 años después del naufragio.
Cox pasó semanas en el hospital tras el rescate.
Se le cayó el cabello y las uñas. Estaba, según dice, "encurtido" por el sol y el agua salada.
Aún lleva las cicatrices.
"Todas las noches sueño, quizás no esté en el agua pero estoy buscando a mis compañeros frenéticamente. Es parte del legado. Sufro de ansiedad todos los días, particularmente en las noches, pero vivo con ello, duermo con ello, y me las arreglo".
 
S

SnAkE_OnE

Hay una pelicula al respecto, donde claramente el capitan del submarino japones lo exime de toda culpa ya que hubiera sido imposible esquivarlo, mas alla de las piernas en zig zag que estaba haciendo.

Me hizo volver a la memoria..

 

Marcantilan

Colaborador
Colaborador
El otro día me acordaba la historia que nos contaba el abuelo de mi amigo Emilio cuando éramos chicos.

Italiano, estaba en Africa. Luego de un corto combate, fueron capturados por los ingleses. Los subieron a un barco de carga en las bodegas, como prisioneros, para cruzar el Mediterráneo.

Una de las noches, los atacó un submarino alemán. Les disparó un torpedo. Los ingleses abrieron las bodegas y dejaban salir a todo el mundo, el buque se hundía. Al rato, el submarino alemán lanzó otro torpedo y se fue.

Todos en el agua, con muy pocas balsas salvavidas. Los ingleses a machetazos impedían que los italianos se subieran a los sobrecargados botes. Había cuerpos por todos lados, y tiburones dando vueltas.

A él un inglés lo subió a un bote, no sabía porqué, y se quedó ahí quietito.

Después de la guerra, vino para Argentina. Para los `80, cuando lo conocí, seguía con ese acento italiano del inmigrante.

Slds,
 
Dos comentarios. No me gustan los títulos del tipo "increíble", "espectacular". "Impactante" también se usa mucho. Consideraría más acertados títulos como "horroroso" o "terrible". "Trágico" también sirve.

Segundo. Este es el caso más conocido. Pero seguramente no fue el único. Muchos barcos tanto estadounidenses como japoneses se hundieron en el Pacífico durante la guerra y es muy posible que muchos náufragos de ambas nacionalidades hayan sufrido finales similares, tanto en mano de tiburones como orcas y otros depredadores.
No sé si existieron situaciones similares en el Atlántico. En todo caso, es posible que las aguas heladas cerraran los ojos de la mayoría de los náufragos antes de que los alcanzara los carroñeros y/o depredadores.
Y esto sin olvidar que también existió la Primera Guerra Mundial y muchos otros conflictos.

Muchos factores contribuyen a que algunas historias trasciendan de generación en generación, mientras otras caigan rápidamente en el olvido. Pero eso no nos debe hacer pensar que esas escasas historias que perduran en el tiempo fueron casos excepcionales y únicos, muchas veces son iconos de cosas mucho más comunes de lo que se cree.
 

DSV

Colaborador
En la película Tiburón hacen mención al tema, uno de los protagonistas es sobreviviente.
 
De acuerdo con EFDV (¿Enrique de SAORBATS, no?), tragedias como esas hubo varias en la SGM, y quizás lo que marca a la del USS Indianápolis es que fue al final de la guerra y no en medio de un feroz combate. No se dice porque un muerto vale igual que otro, pero ir a morir así, en un lugar excéntrico del centro de gravedad de la guerra en ese momento y a poco de concluir la guerra, como que no tiene perdón.
 

Juanma

Colaborador
Colaborador
Hay una pelicula al respecto, donde claramente el capitan del submarino japones lo exime de toda culpa ya que hubiera sido imposible esquivarlo, mas alla de las piernas en zig zag que estaba haciendo.

Al capitan lo culpan por no ir en zig zag pero el japo da el testimonio de que si hubiera tenido al Indianapolis haciendo eso hubiera usado los torpedos kamikaze así que estaban perdidos de cualquier manera.
 
S

SnAkE_OnE

Al capitan lo culpan por no ir en zig zag pero el japo da el testimonio de que si hubiera tenido al Indianapolis haciendo eso hubiera usado los torpedos kamikaze así que estaban perdidos de cualquier manera.

En resumen, si.
 
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