Un joven experto en espionaje pone contra las cuerdas a Obama
La Casa Blanca mantiene la incertidumbre sobre la reacción contra Edward Snowden, responsable de las filtraciones sobre la vigilancia secreta de las comunicaciones.
Un joven de 29 años, Edward Snowden, ha empujado a Barack Obama contra las cuerdas en la que ya es la peor crisis de su presidencia, con múltiples implicaciones políticas y diplomáticas que hacen presagiar dificultades todavía mayores para la Administración en las próximas semanas. Snowden, el responsable de las filtraciones sobre la vigilancia secreta de las comunicaciones, está ahora en algún lugar, posiblemente de Hong Kong, a la espera de encontrar un refugio seguro o de que las autoridades norteamericanas y chinas decidan sobre su futuro.
Obama, a la defensiva desde que se conocieron a final de la pasada semana los programas secretos de espionaje masivo, se encuentra ante una situación imposible: actuar contra Snowden, intentando su captura y procesamiento, supone abrir una guerra contra quien puede ser pronto reconocido como un héroe; pasar por alto una filtración de semejante relevancia, sin embargo, no parece una opción viable.La identificación de Snowden, un subcontratado de la CIA para sus servicios de espionaje informático, ha dejado en estado de shock a toda la clase dirigente, no solo a la Casa Blanca, sino al resto de la Administración y hasta al Congreso, donde sólo voces secundarias han expresado opiniones claras. El Gobierno se ha limitado a una breve nota del Director de Inteligencia Nacional anunciando una investigación sobre lo sucedido, sin más detalles sobre su alcance o intenciones.
Catalogado ya como un mero continuista de la política antiterrorista de su antecesor, Obama puede ahora complicar aún más su posición, ya sea como el perseguidor de un adalid de la transparencia o como el negligente mandatario al que se escapan impunemente los secretos de estado.
Un hombre con una computadora y los adecuados accesos ha puesto en jaque, en definitiva, a los servicios secretos, a la clase política y, en cierta medida, a los poderosos medios de comunicación norteamericanos, todos ellos a la deriva tras la audacia de Snowden, del diario que le dio cobertura, The Guardian, y del principal autor de esas informaciones, Glenn Greenwald, un abogado y bloguero experto en derechos civiles que desde el año pasado es columnista del periódico británico.
Hay aún muchos interrogantes en esta historia: ¿Por qué desveló The Guardian el nombre de su fuente? ¿Por qué ahora? ¿Tenía Snowden propósitos distintos a los confesados? ¿Por qué abandonó su vida de lujo en Hawai para huir a Hong Kong? Y, ¿por qué precisamente a Hong Kong? Pero esas preguntas tienen, por el momento, importancia menor en comparación con la magnitud de los secretos que Snowden sacó a la luz y con el hecho mismo de que un subcontratado de segundo nivel sea capaz de acceder a esos secretos.
Con su gesto, algo suicida porque es posible que tenga que pasar el resto de su vida huyendo de la justicia estadounidense, Snowden ha puesto en evidencia al mismo tiempo el abuso de poder de un Gobierno que actúa a espaldas de los ciudadanos, la prolongación de las estructuras y métodos de seguridad implantados por la anterior Administración, la indisciplina dentro de los servicios secretos y la vulnerabilidad de éstos. Hay que recordar que en estos momentos ya está en marcha un juicio contra el soldado Bradley Manning por filtrar secretos a Wikileaks.
El caso de Snowden es algo distinto al de Manning, aunque ambos confiesan que actuaron en beneficio de la salud de la democracia y de los intereses de los ciudadanos de EE UU. “Cuando te das cuenta de que el mundo que ayudaste a crear va a ser peor para la próxima generación y para las siguientes, y que se extienden las capacidades de esta arquitectura de opresión, comprendes que es necesario aceptar cualquier riesgo sin importar las consecuencias”, afirma Snowden en un vídeo publicado por The Guardian.
The Washington Post también entró en contacto en los últimos días con él, que había adoptado el nombre en clave de Verax, pero el diario informaba el lunes que una persona registrada como Snowden había abandonado el hotel de Hong Kong en el que estaba alojada hasta ahora.
El pasado de Snowden refleja su pasión por la intriga y las gestas. Se alistó al Ejército en 2003 para participar en la guerra de Irak, pero lo abandonó al poco tiempo, según él, decepcionado por las prioridades y la filosofía militar. Otros medios han sabido que fue dado de baja tras romperse las dos piernas en un entrenamiento.
Comenzó a partir de ahí un peregrinaje entre varias compañías privadas que asisten al Gobierno norteamericano en labores de espionaje –un fenómeno característico de la seguridad en la última década-. La última de ellas, bajo cuya nómina estaba actualmente, es Booz Allen Hamilton, que el año pasado le facturó a la Administración 1.300 millones de dólares por asistencia en misiones de inteligencia.
Antes, había trabajado como infiltrado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en la Universidad de Maryland, y como especialista informático de la CIA en Ginebra y en Japón. Hasta mediados de mayo, cuando dejó el puesto con la excusa de un problema personal para trasladarse a Hong Kong, estaba basado en Hawai con un salario de 200.000 dólares anuales. Su madre, que sufre epilepsia, es asistente de un tribunal federal en Maryland.
No están claros aún qué pasos puede dar el Gobierno contra este joven. Aunque puede presentar cargos contra él, no puede ser juzgado hasta que se encuentre en territorio norteamericano. Para ello, tendría que secuestrarlo –posibilidad muy remota al estar en territorio de soberanía china- o esperar a que las autoridades de Hong Kong, si quieren y consiguen detenerlo, consideren oportuna la aplicación del acuerdo de extradición vigente. Antes de todo eso, Obama tiene que decidir cuál es la mejor salida política, que ahora mismo no se vislumbra.
Hong Kong, un refugio quizás no tan seguro
Edward Snowden reveló los programas de vigilancia masiva del Gobierno estadounidense desde la excolonia británica.
Cuando Edward Snowden decidió filtrar al diario británico The Guardiany al estadounidense The Washington Post los programas de vigilancia masiva de comunicaciones emprendidos por el Gobierno de Estados Unidos, tuvo que tomar una decisión vital: desde dónde lo haría. Optó por Hong Kong, un territorio situado en el sur de China, que fue devuelto por Reino Unido a Pekín en 1997 en unas condiciones que otorgan a sus ciudadanos una relativa autonomía política y unos derechos básicos -como el de libertad de expresión- de los que carecen los nacionales del continente.
“China continental tiene restricciones significativas sobre la libertad de expresión, pero la gente de Hong Kong posee una larga tradición de protestas en las calles, y de dar a conocer sus opiniones”, dijo Snowden en una entrevista en vídeo a The Guardian.
El exempleado de la CIA, de 29 años, no tendrá fácil, sin embargo, escapar a la justicia estadounidense. Hong Kong y Estados Unidos firmaron un tratado de extradición en 1996 –un año antes de la devolución de la colonia a China-, que entró en vigor en 1998 y proporciona a las autoridades de Hong Kong la potestad para retener a Snowden durante 60 días, después de haber recibido una petición de Washington que incluya una “causa probable”, mientras es preparada la petición formal de extradición.
Los expertos creen que la potencial extradición llevará bastante tiempo. El tratado con Estados Unidos incluye algunas excepciones, como crímenes considerados políticos, y Snowden podría aferrarse a esta posibilidad. Cualquier negociación sobre su entrega incluirá sin ninguna duda al Gobierno central chino. Aunque Hong Kong goza de un alto grado de autonomía, la responsabilidad sobre la defensa y la política exterior corresponde a Pekín, que ejerce una gran influencia tras las bambalinas en el territorio en los ámbitos político, legal, financiero y académico. Según la legislación de Hong Kong, el Gobierno central puede dictar instrucciones para que se conceda o no una extradición en casos en los que los intereses de China “en asuntos relacionados con la defensa o la política exterior se vean afectados de forma significativa”.
Abogados expertos en este campo creen que será difícil para el joven americano eludir el tratado si Washington decide procesarlo, máximo porque Pekín probablemente tampoco tenga mucho interés en evitar la deportación de alguien que, en principio, presenta poco interés político o informativo para China, ni en enturbiar las relaciones con Estados Unidos, en particular tras la cumbre que celebraron el presidente chino, Xi Jinping, y el estadounidense, Barack Obama, el fin de semana pasado en California, y en la cual anunciaron el nacimiento de “un nuevo modelo de relaciones” entre las dos mayores potencias del mundo para evitar los conflictos y la rivalidad.
En la excolonia británica, ya han sonado las primeras voces pidiendo la expulsión de Snowden, un antiguo asistente técnico de la CIA, que en la actualidad trabajaba para una empresa subcontratada por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Regina Ip, exresponsable de la seguridad de Hong Kong y diputada cercana a Pekín, ha afirmado este lunes que la Administración de la ciudad está “obligada a cumplir los acuerdos” con el Gobierno de Estados Unidos, que incluyen la extradición de fugitivos. “De hecho, va en su beneficio dejar Hong Kong”, ha dicho Ip, informa France Presse.
Snowden, que ha descrito el consulado de Estados Unidos en Hong Kong como “una estación de la CIA”, ha manifestado su interés en pedir asilo en Islandia, porque, según dice, es un país que se ha levantado en defensa de la libertad en Internet.
Hong Kong se ha visto envuelto en otros casos de extradición en el pasado. En marzo, el analista de Bolsa Trent Martin fue deportado del territorio a Nueva York para hacer frente a acusaciones de uso ilícito de información privilegiada. Otros sospechosos han sido extraditados por crímenes como contrabando, violación de los controles de exportación de equipos militares o fraude de inversión.
Pero las demandas estadounidenses no han sido siempre aceptadas. En 2008, Hong Kong liberó sin explicación a un iraní, Yousef Boushvash, a quien Washington había acusado de intentar obtener en Estados Unidos componentes de aviación sometidos a embargo para exportarlos. Boushvash era objeto de una querella criminal en Nueva York, por lo que su puesta en libertad provocó la ira de Estados Unidos.
EL PAIS.ES
La Casa Blanca mantiene la incertidumbre sobre la reacción contra Edward Snowden, responsable de las filtraciones sobre la vigilancia secreta de las comunicaciones.
Un joven de 29 años, Edward Snowden, ha empujado a Barack Obama contra las cuerdas en la que ya es la peor crisis de su presidencia, con múltiples implicaciones políticas y diplomáticas que hacen presagiar dificultades todavía mayores para la Administración en las próximas semanas. Snowden, el responsable de las filtraciones sobre la vigilancia secreta de las comunicaciones, está ahora en algún lugar, posiblemente de Hong Kong, a la espera de encontrar un refugio seguro o de que las autoridades norteamericanas y chinas decidan sobre su futuro.
Obama, a la defensiva desde que se conocieron a final de la pasada semana los programas secretos de espionaje masivo, se encuentra ante una situación imposible: actuar contra Snowden, intentando su captura y procesamiento, supone abrir una guerra contra quien puede ser pronto reconocido como un héroe; pasar por alto una filtración de semejante relevancia, sin embargo, no parece una opción viable.La identificación de Snowden, un subcontratado de la CIA para sus servicios de espionaje informático, ha dejado en estado de shock a toda la clase dirigente, no solo a la Casa Blanca, sino al resto de la Administración y hasta al Congreso, donde sólo voces secundarias han expresado opiniones claras. El Gobierno se ha limitado a una breve nota del Director de Inteligencia Nacional anunciando una investigación sobre lo sucedido, sin más detalles sobre su alcance o intenciones.
Catalogado ya como un mero continuista de la política antiterrorista de su antecesor, Obama puede ahora complicar aún más su posición, ya sea como el perseguidor de un adalid de la transparencia o como el negligente mandatario al que se escapan impunemente los secretos de estado.
Un hombre con una computadora y los adecuados accesos ha puesto en jaque, en definitiva, a los servicios secretos, a la clase política y, en cierta medida, a los poderosos medios de comunicación norteamericanos, todos ellos a la deriva tras la audacia de Snowden, del diario que le dio cobertura, The Guardian, y del principal autor de esas informaciones, Glenn Greenwald, un abogado y bloguero experto en derechos civiles que desde el año pasado es columnista del periódico británico.
Actuar contra Snowden, intentando su captura y procesamiento, supone abrir una guerra contra quien puede ser pronto reconocido como un héroe; pasar por alto una filtración de semejante relevancia, sin embargo, no parece una opción viable
Con su gesto, algo suicida porque es posible que tenga que pasar el resto de su vida huyendo de la justicia estadounidense, Snowden ha puesto en evidencia al mismo tiempo el abuso de poder de un Gobierno que actúa a espaldas de los ciudadanos, la prolongación de las estructuras y métodos de seguridad implantados por la anterior Administración, la indisciplina dentro de los servicios secretos y la vulnerabilidad de éstos. Hay que recordar que en estos momentos ya está en marcha un juicio contra el soldado Bradley Manning por filtrar secretos a Wikileaks.
El caso de Snowden es algo distinto al de Manning, aunque ambos confiesan que actuaron en beneficio de la salud de la democracia y de los intereses de los ciudadanos de EE UU. “Cuando te das cuenta de que el mundo que ayudaste a crear va a ser peor para la próxima generación y para las siguientes, y que se extienden las capacidades de esta arquitectura de opresión, comprendes que es necesario aceptar cualquier riesgo sin importar las consecuencias”, afirma Snowden en un vídeo publicado por The Guardian.
Snowden ha puesto en evidencia al mismo tiempo el abuso de poder de un Gobierno que actúa a espaldas de los ciudadanos, la prolongación de las estructuras y métodos de seguridad implantados por la anterior Administración, la indisciplina dentro de los servicios secretos y la vulnerabilidad de éstos
El pasado de Snowden refleja su pasión por la intriga y las gestas. Se alistó al Ejército en 2003 para participar en la guerra de Irak, pero lo abandonó al poco tiempo, según él, decepcionado por las prioridades y la filosofía militar. Otros medios han sabido que fue dado de baja tras romperse las dos piernas en un entrenamiento.
Comenzó a partir de ahí un peregrinaje entre varias compañías privadas que asisten al Gobierno norteamericano en labores de espionaje –un fenómeno característico de la seguridad en la última década-. La última de ellas, bajo cuya nómina estaba actualmente, es Booz Allen Hamilton, que el año pasado le facturó a la Administración 1.300 millones de dólares por asistencia en misiones de inteligencia.
Antes, había trabajado como infiltrado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en la Universidad de Maryland, y como especialista informático de la CIA en Ginebra y en Japón. Hasta mediados de mayo, cuando dejó el puesto con la excusa de un problema personal para trasladarse a Hong Kong, estaba basado en Hawai con un salario de 200.000 dólares anuales. Su madre, que sufre epilepsia, es asistente de un tribunal federal en Maryland.
Obama tiene que decidir cuál es la mejor salida política, que ahora mismo no se vislumbra
El único vínculo político que se le conoce, descubierto ayer por The Washington Post, es que el año pasado aportó 250 dólares a la campaña presidencial de Ron Paul, un congresista de ideología libertaria que participó en las primarias del Partido Republicano con un programa radicalmente antiestado. El hijo de Ron Paul, Rand Paul, también congresista republicano, ha anunciado su intención de querellarse contra el Gobierno por los programas descubiertos por Snowden.No están claros aún qué pasos puede dar el Gobierno contra este joven. Aunque puede presentar cargos contra él, no puede ser juzgado hasta que se encuentre en territorio norteamericano. Para ello, tendría que secuestrarlo –posibilidad muy remota al estar en territorio de soberanía china- o esperar a que las autoridades de Hong Kong, si quieren y consiguen detenerlo, consideren oportuna la aplicación del acuerdo de extradición vigente. Antes de todo eso, Obama tiene que decidir cuál es la mejor salida política, que ahora mismo no se vislumbra.
Hong Kong, un refugio quizás no tan seguro
Edward Snowden reveló los programas de vigilancia masiva del Gobierno estadounidense desde la excolonia británica.
Cuando Edward Snowden decidió filtrar al diario británico The Guardiany al estadounidense The Washington Post los programas de vigilancia masiva de comunicaciones emprendidos por el Gobierno de Estados Unidos, tuvo que tomar una decisión vital: desde dónde lo haría. Optó por Hong Kong, un territorio situado en el sur de China, que fue devuelto por Reino Unido a Pekín en 1997 en unas condiciones que otorgan a sus ciudadanos una relativa autonomía política y unos derechos básicos -como el de libertad de expresión- de los que carecen los nacionales del continente.
“China continental tiene restricciones significativas sobre la libertad de expresión, pero la gente de Hong Kong posee una larga tradición de protestas en las calles, y de dar a conocer sus opiniones”, dijo Snowden en una entrevista en vídeo a The Guardian.
El exempleado de la CIA, de 29 años, no tendrá fácil, sin embargo, escapar a la justicia estadounidense. Hong Kong y Estados Unidos firmaron un tratado de extradición en 1996 –un año antes de la devolución de la colonia a China-, que entró en vigor en 1998 y proporciona a las autoridades de Hong Kong la potestad para retener a Snowden durante 60 días, después de haber recibido una petición de Washington que incluya una “causa probable”, mientras es preparada la petición formal de extradición.
Los expertos creen que la potencial extradición llevará bastante tiempo. El tratado con Estados Unidos incluye algunas excepciones, como crímenes considerados políticos, y Snowden podría aferrarse a esta posibilidad. Cualquier negociación sobre su entrega incluirá sin ninguna duda al Gobierno central chino. Aunque Hong Kong goza de un alto grado de autonomía, la responsabilidad sobre la defensa y la política exterior corresponde a Pekín, que ejerce una gran influencia tras las bambalinas en el territorio en los ámbitos político, legal, financiero y académico. Según la legislación de Hong Kong, el Gobierno central puede dictar instrucciones para que se conceda o no una extradición en casos en los que los intereses de China “en asuntos relacionados con la defensa o la política exterior se vean afectados de forma significativa”.
Abogados expertos en este campo creen que será difícil para el joven americano eludir el tratado si Washington decide procesarlo, máximo porque Pekín probablemente tampoco tenga mucho interés en evitar la deportación de alguien que, en principio, presenta poco interés político o informativo para China, ni en enturbiar las relaciones con Estados Unidos, en particular tras la cumbre que celebraron el presidente chino, Xi Jinping, y el estadounidense, Barack Obama, el fin de semana pasado en California, y en la cual anunciaron el nacimiento de “un nuevo modelo de relaciones” entre las dos mayores potencias del mundo para evitar los conflictos y la rivalidad.
Cualquier negociación sobre su entrega incluirá sin ninguna duda al Gobierno central chino
Lo que habría sido un asunto doméstico ha tomado una nueva dimensión al meter a China de por medio en un momento delicado. Altos funcionarios estadounidenses consideran que la ciberseguridad es probablemente el mayor conflicto bilateral que tienen las dos potencias, y en la cumbre entre Xi y Obama el presidente estadounidense proporcionó evidencias de supuestos robos de propiedad intelectual desde China. Las filtraciones sobre los propios programas de espionaje a gran escala destapadas ahora por Snowden podrían minar los esfuerzos de Washington para presionar a Pekín sobre los ciberataques chinos, ya que la administración estadounidense ha perdido con ellos credibilidad y autoridad moral para realizar exigencias a China.En la excolonia británica, ya han sonado las primeras voces pidiendo la expulsión de Snowden, un antiguo asistente técnico de la CIA, que en la actualidad trabajaba para una empresa subcontratada por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Regina Ip, exresponsable de la seguridad de Hong Kong y diputada cercana a Pekín, ha afirmado este lunes que la Administración de la ciudad está “obligada a cumplir los acuerdos” con el Gobierno de Estados Unidos, que incluyen la extradición de fugitivos. “De hecho, va en su beneficio dejar Hong Kong”, ha dicho Ip, informa France Presse.
Snowden, que ha descrito el consulado de Estados Unidos en Hong Kong como “una estación de la CIA”, ha manifestado su interés en pedir asilo en Islandia, porque, según dice, es un país que se ha levantado en defensa de la libertad en Internet.
Hong Kong se ha visto envuelto en otros casos de extradición en el pasado. En marzo, el analista de Bolsa Trent Martin fue deportado del territorio a Nueva York para hacer frente a acusaciones de uso ilícito de información privilegiada. Otros sospechosos han sido extraditados por crímenes como contrabando, violación de los controles de exportación de equipos militares o fraude de inversión.
Pero las demandas estadounidenses no han sido siempre aceptadas. En 2008, Hong Kong liberó sin explicación a un iraní, Yousef Boushvash, a quien Washington había acusado de intentar obtener en Estados Unidos componentes de aviación sometidos a embargo para exportarlos. Boushvash era objeto de una querella criminal en Nueva York, por lo que su puesta en libertad provocó la ira de Estados Unidos.
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