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<blockquote data-quote="Derruido" data-source="post: 162170" data-attributes="member: 30"><p>La seguridad, empobrecida</p><p> </p><p>La decisión del gobierno nacional de hacer uso de los cuestionables superpoderes para reasignar partidas y efectuar quitas en los presupuestos de la Policía Federal y de la Gendarmería Nacional es tan sorprendente como insensata. No se comprende la razón de tal determinación cuando, justamente, una honda y permanente sensación de inseguridad y amedrentamiento generalizados es la consecuencia inmediata del cotidiano e impune quehacer de la delincuencia, cada día que pasa más numerosa, organizada y feroz. </p><p></p><p>Confirmada ya por su publicación en el Boletín Oficial, la medida dispone restarle 8.000.000 de pesos a la policía y 2.000.000 a la Gendarmería. Esas sumas han pasado a engrosar los recursos a disposición del superlativo Ministerio de Planificación Federal, que, a cargo de Julio De Vido, sigue acaparando atribuciones y poder. </p><p></p><p>Según los términos de la resolución administrativa, suscripta por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, "es necesario atender compromisos del Estado relacionados con la ejecución de distintos programas federales de construcción de viviendas y obras de repotenciación y modernización para la generación de energía eléctrica". Esos "aportes" serán reforzados con otros 10 millones, provenientes de la merma del presupuesto de la Dirección Nacional de Vialidad. </p><p></p><p>Tan vagos fundamentos no son convincentes. Y mucho menos lo son en momentos en que el ensoberbecimiento de la criminalidad siega vidas inocentes casi todos los días. Sin necesidad de hurgar en exceso en las informaciones policiales, el lunes último, en la autopista Dellepiane y Lacarra -punto límite entre los barrios porteños de Flores y de Parque Avellaneda- dos delincuentes dieron muerte a balazos a Fabián Medina, un indefenso empleado que se rehusó a entregarles el automóvil que conducía. El sábado último, en Lanús, un joven de 22 años fue asesinado de un balazo al tratar de impedir que dos sujetos, tras haberlo asaltado, se llevasen a su novia. Hay más: anteayer balearon a un efectivo de la policía bonaerense, chofer del superintendente de Investigaciones de Delitos Complejos y Crimen Organizado, mientras esperaba a su jefe en Haedo; se presume que se trató de un intento de robo al voleo. </p><p></p><p>Basta y sobra. Si se recuerda que el mes último una medida presupuestaria similar reasignó recursos, destinados a la construcción de cárceles, con el propósito de sustentar la subvención del gasoil utilizado por las empresas de transporte público de pasajeros, fácil es concluir que el gobierno nacional ha incurrido, por lo menos, en una preocupante falta de apreciación política y, pese a que pregona lo contrario, ha dado pruebas de escasa sensibilidad social. </p><p></p><p>Conmovida y atemorizada por tanto ensañamiento, la sociedad rechaza en forma creciente el interesado optimismo de ciertos funcionarios, quienes suelen decir públicamente que esa sensación negativa es magnificada por las informaciones periodísticas. En un sondeo de opinión efectuado por LA NACION.COM sobre 7370 personas, el 79,53 por ciento de ellas afirmó creer que la inseguridad aumentó durante los últimos meses, en tanto que sólo el 3,7 por ciento entendió que ha disminuido. </p><p></p><p>Crece el clamor colectivo que reclama acciones disuasivas, preventivas y, llegado el caso, represivas, que permitan recuperar la perdida y añorada tranquilidad. Se pide, también, que las fuerzas de seguridad y las policiales sean equipadas, instruidas y retribuidas en medida proporcional a la gravedad de la situación actual. En respuesta a esa legítima inquietud, avalada por la más cruda realidad, el gobierno nacional ha optado por darles otro destino a fondos que supuestamente iban a servir para atender aquellas urgencias. </p><p></p><p>Se trata de una curiosa percepción gubernamental de la oportunidad para incurrir en ese desvío. De hecho, si se repara en la magnitud del presupuesto nacional, hasta pudiera ser que esas sumas representasen una quita ínfima. No obstante, en este caso en particular importa el gesto que se le envía a la sociedad y no el hecho concreto. Hubiese sido preferible, pues, que esos dineros proviniesen de alguna de las partidas presupuestarias que importan algunos de los tantos gastos superfluos y que quedasen intactos los recursos que dan sustento a los responsables de darnos más y mejor seguridad. </p><p></p><p></p><p></p><p>Link permanente: <a href="http://www.lanacion.com.ar/863299" target="_blank">http://www.lanacion.com.ar/863299</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Derruido, post: 162170, member: 30"] La seguridad, empobrecida La decisión del gobierno nacional de hacer uso de los cuestionables superpoderes para reasignar partidas y efectuar quitas en los presupuestos de la Policía Federal y de la Gendarmería Nacional es tan sorprendente como insensata. No se comprende la razón de tal determinación cuando, justamente, una honda y permanente sensación de inseguridad y amedrentamiento generalizados es la consecuencia inmediata del cotidiano e impune quehacer de la delincuencia, cada día que pasa más numerosa, organizada y feroz. Confirmada ya por su publicación en el Boletín Oficial, la medida dispone restarle 8.000.000 de pesos a la policía y 2.000.000 a la Gendarmería. Esas sumas han pasado a engrosar los recursos a disposición del superlativo Ministerio de Planificación Federal, que, a cargo de Julio De Vido, sigue acaparando atribuciones y poder. Según los términos de la resolución administrativa, suscripta por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, "es necesario atender compromisos del Estado relacionados con la ejecución de distintos programas federales de construcción de viviendas y obras de repotenciación y modernización para la generación de energía eléctrica". Esos "aportes" serán reforzados con otros 10 millones, provenientes de la merma del presupuesto de la Dirección Nacional de Vialidad. Tan vagos fundamentos no son convincentes. Y mucho menos lo son en momentos en que el ensoberbecimiento de la criminalidad siega vidas inocentes casi todos los días. Sin necesidad de hurgar en exceso en las informaciones policiales, el lunes último, en la autopista Dellepiane y Lacarra -punto límite entre los barrios porteños de Flores y de Parque Avellaneda- dos delincuentes dieron muerte a balazos a Fabián Medina, un indefenso empleado que se rehusó a entregarles el automóvil que conducía. El sábado último, en Lanús, un joven de 22 años fue asesinado de un balazo al tratar de impedir que dos sujetos, tras haberlo asaltado, se llevasen a su novia. Hay más: anteayer balearon a un efectivo de la policía bonaerense, chofer del superintendente de Investigaciones de Delitos Complejos y Crimen Organizado, mientras esperaba a su jefe en Haedo; se presume que se trató de un intento de robo al voleo. Basta y sobra. Si se recuerda que el mes último una medida presupuestaria similar reasignó recursos, destinados a la construcción de cárceles, con el propósito de sustentar la subvención del gasoil utilizado por las empresas de transporte público de pasajeros, fácil es concluir que el gobierno nacional ha incurrido, por lo menos, en una preocupante falta de apreciación política y, pese a que pregona lo contrario, ha dado pruebas de escasa sensibilidad social. Conmovida y atemorizada por tanto ensañamiento, la sociedad rechaza en forma creciente el interesado optimismo de ciertos funcionarios, quienes suelen decir públicamente que esa sensación negativa es magnificada por las informaciones periodísticas. En un sondeo de opinión efectuado por LA NACION.COM sobre 7370 personas, el 79,53 por ciento de ellas afirmó creer que la inseguridad aumentó durante los últimos meses, en tanto que sólo el 3,7 por ciento entendió que ha disminuido. Crece el clamor colectivo que reclama acciones disuasivas, preventivas y, llegado el caso, represivas, que permitan recuperar la perdida y añorada tranquilidad. Se pide, también, que las fuerzas de seguridad y las policiales sean equipadas, instruidas y retribuidas en medida proporcional a la gravedad de la situación actual. En respuesta a esa legítima inquietud, avalada por la más cruda realidad, el gobierno nacional ha optado por darles otro destino a fondos que supuestamente iban a servir para atender aquellas urgencias. Se trata de una curiosa percepción gubernamental de la oportunidad para incurrir en ese desvío. De hecho, si se repara en la magnitud del presupuesto nacional, hasta pudiera ser que esas sumas representasen una quita ínfima. No obstante, en este caso en particular importa el gesto que se le envía a la sociedad y no el hecho concreto. Hubiese sido preferible, pues, que esos dineros proviniesen de alguna de las partidas presupuestarias que importan algunos de los tantos gastos superfluos y que quedasen intactos los recursos que dan sustento a los responsables de darnos más y mejor seguridad. Link permanente: [url]http://www.lanacion.com.ar/863299[/url] [/QUOTE]
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