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Combate de La Concepción
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<blockquote data-quote="PeacePuma" data-source="post: 16019" data-attributes="member: 170"><p><strong>Combate de La Concepción Version Peruana (Pt1)</strong></p><p></p><p>Aqui les dejo una version peruana del combate.</p><p></p><p>Uno de los regimientos que integraba la división chilena del centro era el Chacabuco, Sexto de Línea, dirigido por el comandante Marcial Pinto Aguero. El Chacabuco estaba integrado por seis compañías y había tenido una participación decisiva en las batallas de San Juan y Miraflores, particularmente en la difícil toma del morro Solar. Hasta cierto punto, el Chacabuco podía considerarse un regimiento de elite. El inicio de la campaña terrestre, desde Pisagua, había sido llevado a cabo por soldados voluntarios pertenecientes a la clase proletaria obrera chilena, conducidos por oficiales profesionales, en buen porcentaje miembros de la burguesía. Sin embargo, no se observaban muchos voluntarios provenientes de las clases acomodadas, situación que motivaba cierto malestar en un sector del pueblo que consideraba estar cargando sobre sus espaldas el mayor peso del conflicto. Esta situación impulsó a varios jóvenes patriotas miembros de las clases medias y altas a enrolarse en el ejército con objeto de mostrar con el ejemplo que la guerra era para todos los chilenos. El caso más notorio fue el de don Ignacio Carrera Pinto, sobrino del ex presidente de aquel país, Aníbal Pinto. </p><p></p><p>Ignacio Carrera nació en 1848 y era descendiente directo del prócer de la independencia chilena José Miguel Carrera. Pocos meses después de declarada la guerra con el Perú, cuando contaba con 31 años de edad, se enroló voluntariamente en el ejército y recibió el grado de sargento del Regimiento Cívico Movilizado No 7 de Infantería Esmeralda, conocido como el Séptimo de Línea. A fines de setiembre de 1879 desembarcó con su regimiento en el territorio ocupado de Antofagasta, de donde pasó a Carmen Alto. Luego de la captura del puerto peruano de Pisagua se trasladó al teatro de operaciones de Tarapacá e integró la fuerza que ocupó el puerto de Iquique. Cuando se inició la campaña de Tacna, su regimiento pasó a integrar la primera división del ejército expedicionario. El sargento Carrera tuvo una destacada actuación en la batalla del Alto de la Alianza, donde no obstante ser herido en combate, condujo a sus hombres con gran coraje, hecho que le valió ser ascendido a Subteniente. Concluida la campaña del sur, el flamante oficial fue destacado al regimiento Chacabuco, Sexto de Línea, con el cual luchó valientemente en las batallas de San Juan y Miraflores. En una de aquellas, participó en la conquista de siete trincheras peruanas, compartiendo honores con otros jóvenes oficiales que luego servirían bajo sus órdenes (7). </p><p></p><p>Luego de la ocupación de la capital peruana, Carrera Pinto fue ascendido al rango de teniente. Poco más de un año después, fue promovido al rango de capitán y jefe de la cuarta compañía del regimiento Chacabuco, que en aquellos momentos formaba parte de la división que ocupaba la sierra central del Perú. </p><p></p><p>El fraccionamiento de las tropas de la división del centro en un terreno hostil estaba demostrando ser un error estratégico que les acarearía graves consecuencias. Así, vista la difícil situación que enfrentaba con el avance de las fuerzas de Cáceres y a efecto de acortar las líneas replegando las tropas hacia lugares donde se pudiera ofrecer una sólida resistencia y prestar debida asistencia médica a los enfermos, el gobernador Lynch ordenó al coronel del Canto evacuar Huancayo, replegarse a Jauja y limitarse a retener la línea del ferrocarril de la Oroya u otro punto estratégico que conservara el libre paso del ejército al otro lado de la cordillera de los Andes. La ofensiva podría reanudarse una vez concluido el frío invierno andino. Sin embargo, ante el gran número de enfermos en sus tropas y otras circunstancias de carácter logístico, del Canto se vio forzado a retrasar su repliegue. </p><p></p><p>Fuera de Huancayo y separadas cada cual por una distancia de 20 ó 30 kilómetros se hallaban distribuidas las pequeñas guarniciones militares chilenas que tenían por misión contener a las huestes de Cáceres. Así, en Marcavalle se ubicaba la cuarta compañía del batallón Santiago, En Pucará estaban la 2da y 3ra compañías del mismo regimiento, en Zapallanga descansaba el resto del Santiago, en Jauja permanecían dos compañías del regimiento Chacabuco, mientras que otras compañías ocupaban Tarma, Concepción y la Oroya. En la situación en que se encontraban, los chilenos eran constantemente hostilizado por los guerrilleros y sus convoyes de pertrechos atacados y capturados. Además, un buen porcentaje de sus soldados había caído víctimas de enfermedades como el tifus y yacían inermes en hospitales o improvisadas tiendas de campaña. </p><p></p><p>La distribución de las fuerzas adversarias, sugirió a Cáceres la idea de encajonar a del Canto mediante un doble movimiento de rodeo, cortándole la retirada hacia la costa, para batirla posteriormente por partes. Para tal efecto el gran estratega peruano dividió sus fuerzas, consistentes en 1300 soldados y 3000 guerrilleros, en tres columnas. La primera de ellas, integrada por el batallón Pucará número 4, las columnas guerrilleras de Comas y Libres de Ayacucho y fracciones del batallón América, más destacamentos guerrilleros de Comas y Andamarca, quedó al mando del Coronel Juan Gasto. La segunda columna, compuesta por un batallón de regulares y un destacamento de guerrillas, quedó a órdenes del coronel Máximo Tafur y, La tercera columna, integrada por los batallones Zepita, Tarapacá, Izcuchaca, once piezas de artillería y destacamentos guerrilleros de Acoria, Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca, Huaribamba, Pampas, Pazos y Tongos, permaneció bajo el mando del propio Cáceres. </p><p></p><p>De acuerdo al plan, la columna del coronel Gasto debía marchar por el sector derecho de las alturas del río Mantaro y, virando por la localidad de Comas, debía caer sobre el pueblo de Concepción y batir al destacamento que ocupaba ese lugar. La columna de Tafur por su parte, debía avanzar hacia el oeste, pasar por Chongos y Chupaca, caer sobre la Oroya, atacar a la guarnición chilena y cortar el puente del mismo nombre para impedir el escape de las tropas adversarias hacia Lima. El general Cáceres por su parte se dirigiría a batir a los destacamentos chilenos en Marcavalle y Pucará. </p><p></p><p>El 8 de julio la columna de Cáceres arribó a la localidad de Chongos y se desplazó por los pueblos de Pasos, Ascotambo, Acoria y otros sin ser avistado por el adversario, acampando finalmente en las alturas de Tayacaja, frente al poblado de Marcavalle, primer objetivo militar de la expedición. Desde aquella posición los peruanos pudieron divisar claramente a las tropas chilenas del Regimiento Santiago. En la madrugada del nueve de julio, el general Cáceres ejecutó un ataque simultaneo con artillería e infantería. La sorpresa fue tal, que en no más de 30 minutos las fuerzas chilenas se vieron obligadas a retroceder hasta el pueblo de Pucará, ubicado a poco menos de un kilómetro y medio de Marcavalle, en dirección a Huancayo. En este proceso los chilenos sufrieron 34 bajas. En Pucará se trabó un nuevo combate entre las tres compañías del Santiago y cuatro compañías de los peruanos Tarapacá, Junín y la columna de guerrilleros de Izcuchaca. El ataque peruano alcanzó tal intensidad que la tropa chilena debió emprender otra apurada retirada. Las pérdidas sufridas por los chilenos en las acciones de Marcavalle y Pucará fueron considerables. Tuvieron 200 bajas, entre muertos y heridos. Asimismo dejaron en el camino gran número de municiones y otros pertrechos de guerra. Sus muertos fueron enterrados por las tropas peruanas. Entre ellos se encontraron seis oficiales, para quienes el general Cáceres dispuso sepultura especial y que se les rindiera los honores correspondientes. </p><p></p><p>A 26 kilómetros al norte de Huancayo y a 45 de Pucará, se encuentra el pintoresco pueblo de Concepción, que entonces contaba con unos tres mil habitantes. Aquella localidad, fundada por los incas en territorio de los Huancas y descubierta por el conquistador español Hernando Pizarro un 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, también había sido ocupada por una guarnición del ejército chileno, similar a las otras tantas fraccionadas a lo largo de diversos pueblos del hermoso valle del Mantaro. El cinco de julio del Canto había dispuesto que la cuarta compañía del Chacabuco, a órdenes de Ignacio Carrera Pinto –quien por cierto aun no había sido informado de su ascenso- relevara a la tercera compañía del mismo regimiento en dicho pueblo, comandada por el capitán Alberto Nebel. La compañía de Carrera Pinto consistía en 57 soldados de tropa, un sargento, cuatro cabos y un segundo oficial, el joven subteniente Arturo Pérez Canto, de 21 años de edad. A ellos se sumaban los subtenientes Julio Montt de la quinta compañía del Chacabuco, convaleciente de tifus y Luís Cruz, de la sexta, agregado, con apenas 18 años. También se encontraban en Concepción diez soldados, todos ellos extentos del servicio por razones de enfermedad; nueve pertenecientes a diversas compañías del Chacabuco y uno a la primera compañía del regimiento Lautaro. En total, 77 hombres. Cuatro de los suboficiales estaban acompañados por sus mujeres, comúnmente conocidas como cantineras, quienes convivían con ellos, asistiéndolos lealmente en sus faenas a más de apoyar los quehaceres domésticos del destacamento. </p><p></p><p>La vida en aquel pequeño y pintoresco pueblo era tranquila y pese al natural rechazo de la población no se registraban actos de violencia o sabotaje contra las fuerzas de ocupación. Parecía que el destacamento recién llegado no sufriría mayores contratiempos y la posibilidad de un enfrentamiento inmediato con el ejército peruano se vislumbraba como remota. No obstante, y de conformidad con las órdenes del alto mando, se adoptaron medidas preventivas. En tal sentido Carrera Pinto mantuvo a la tropa acuartelada y acondicionó dispositivos defensivos en el cuartel de la guarnición. Este funcionaba en una casa parroquial, ubicada al costado de la iglesia a cuyo otro extremo se levantaba una casa de dos pisos que había sido acondicionado como enfermería, construcciones todas situadas en plena Plaza de Armas. De la parte posterior del improvisado cuartel emergían las faldas del cerro del León. Ello y las bocacalles de la plaza eran motivo de preocupación, por lo que el capitán ordenó levantar barricadas en los accesos, contemplando un eventual escenario que implicara la defensa del perímetro de la plaza. Las municiones en los diversos regimientos chilenos de la división del centro estaban muy escasas y los soldados del Chacabuco no eran una excepción: Cada uno disponía apenas de 100 balas, cantidad ínfima pero apreciable si se comparaba con las 20 balas con que contaban los del regimiento Lautaro. La guarnición de Concepción tampoco poseía caballería ni piezas de artillería y se encontraba muy aislada, pues el destacamento chileno más cercano se encontraba en Jauja, donde acampaban otros 100 hombres del Chacabuco. </p><p></p><p>A las 9 de la mañana del 9 de julio, el ataque peruano iniciado en Marcavalle y continuado en Pucará -evidentemente inadvertido en Concepción- empezó a diluirse en plena persecución del adversario, que retrocedió hacia Zapallanga. Sin embargo las compañías del Santiago lograron hacerse fuertes en un lugar llamado La Punta, donde fueron reforzados por el destacamento acantonado en Zapallanga. El hecho que la fuerte división central de Huancayo se acercara para socorrer a sus camaradas, además de otras circunstancias motivó que Cáceres suspendiera el ataque en ese sector, con intención de reanudar las hostilidades al día siguiente. A plazo inmediato había logrado su objetivo y los chilenos había sido desalojados de dos poblados. </p><p></p><p>Después de recoger a los sobrevivientes del Santiago, el grueso de la división del Canto se replegó a Huancayo, pero en lugar de continuar hacia Concepción, cual era su objetivo, el comandante en jefe decidió permanecer en aquella ciudad y pasar ahí la noche. Si bien no se había recibido noticias de Concepción, nadie podía imaginar los dramáticos sucesos que ahí pronto se desencadenarían. </p><p></p><p>En efecto, el coronel Juan Gasto, comandante general de la División de Vanguardia, en cumplimiento a sus órdenes, partió de Izcuchaca con dos batallones del ejército regular y multitudes de campesinos provistos de hondas y rejones. Los soldados, un total de 300, pertenecían al batallón de infantería Pucará Nº 4 al mando del teniente coronel Andrés Freyre y al batallón de infantería Libres de Ayacucho bajo el teniente coronel Francisco Carbajal. Apenas disponían de 60 balas por hombre. Las fuerzas Irregulares estaban integradas por la columna Comas y guerrillas de Andamarca, al mando de don Ambrosio Salazar, las guerrillas de Orcotuna, guerrillas de Mito, guerrillas de San Jerónimo, guerrillas de Apata y las guerrillas de Paccha, que en conjunto alcanzarían unos 1,000 hombres. </p><p></p><p>El número de la columna peruana difiere ligeramente en el Parte Oficial del comandante chileno Marcial Pinto Agüero, quien señaló: </p><p></p><p>“El número de fusileros enemigos que atacaron Concepción, era de 300 al mando del coronel Gasto, más 1,500 hombres armados de lanzas”. </p><p></p><p>Previo consejo de guerra, el coronel Gasto encomendó al comandante guerrillero Ambrosio Salazar ejecutar el asalto. Así, aproximadamente a las 14:30 horas del domingo 9 de julio, las fuerzas peruanas aparecieron por los cerros que rodeaban el pueblo. Al percatarse de ello, el sorprendido capitán Carrera Pinto rápidamente evaluó con sus oficiales el curso de acción. La primera posibilidad que se presentaba sugería emprender una retirada rápida pero ordenada habido cuenta de la imposibilidad de sostener con sólo 77 soldados de infantería armados apenas con fusiles y bayonetas y escasos de munición, un ataque de 1,300 hombres. Esta posibilidad sin embargo fue rápidamente descartada al considerar que los guerrilleros peruanos podían emboscarlos en el proceso de repliegue y que sería más difícil combatir a campo descubierto, donde las tropas se presentarían más vulnerables. Se optó entonces por permanecer en el lugar y mantener la posición, pues se esperaba contar con el apoyo del coronel del Canto, que luego de evacuar Huancayo, debía pasar por Concepción en el transcurso de las próximas horas. En tales circunstancias los chilenos confiaron en resistir el ataque adversario, hasta que llegara el grueso del contingente y provocara un vuelco en lo que se vislumbraba como un desigual combate. En consecuencia, el enérgico Carrera Pinto ordenó a sus hombres prepararse para la lucha. Los heridos capaces de combatir ocuparon posiciones y aquellos que yacían enfermos como el teniente Montt se unieron a la lucha. Pérez Canto y 20 hombres fueron destacados en la esquina norte de la plaza de armas, Luis Cruz y otros 20 soldado se ubicaron en el noroeste, mientras que el teniente Montt ocupó con otros 20 efectivos el sudeste. Carrera Pinto por su parte, tomó 14 soldados para defender el sudoeste. Al mismo tiempo despachó al cabo Manuel Silva y dos soldados para que intentaran llegar a Huancayo y avisaran al cuartel general sobre su difícil situación. Así, la guarnición se vio reducida a 74 hombres sin siquiera haberse iniciado el combate.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="PeacePuma, post: 16019, member: 170"] [b]Combate de La Concepción Version Peruana (Pt1)[/b] Aqui les dejo una version peruana del combate. Uno de los regimientos que integraba la división chilena del centro era el Chacabuco, Sexto de Línea, dirigido por el comandante Marcial Pinto Aguero. El Chacabuco estaba integrado por seis compañías y había tenido una participación decisiva en las batallas de San Juan y Miraflores, particularmente en la difícil toma del morro Solar. Hasta cierto punto, el Chacabuco podía considerarse un regimiento de elite. El inicio de la campaña terrestre, desde Pisagua, había sido llevado a cabo por soldados voluntarios pertenecientes a la clase proletaria obrera chilena, conducidos por oficiales profesionales, en buen porcentaje miembros de la burguesía. Sin embargo, no se observaban muchos voluntarios provenientes de las clases acomodadas, situación que motivaba cierto malestar en un sector del pueblo que consideraba estar cargando sobre sus espaldas el mayor peso del conflicto. Esta situación impulsó a varios jóvenes patriotas miembros de las clases medias y altas a enrolarse en el ejército con objeto de mostrar con el ejemplo que la guerra era para todos los chilenos. El caso más notorio fue el de don Ignacio Carrera Pinto, sobrino del ex presidente de aquel país, Aníbal Pinto. Ignacio Carrera nació en 1848 y era descendiente directo del prócer de la independencia chilena José Miguel Carrera. Pocos meses después de declarada la guerra con el Perú, cuando contaba con 31 años de edad, se enroló voluntariamente en el ejército y recibió el grado de sargento del Regimiento Cívico Movilizado No 7 de Infantería Esmeralda, conocido como el Séptimo de Línea. A fines de setiembre de 1879 desembarcó con su regimiento en el territorio ocupado de Antofagasta, de donde pasó a Carmen Alto. Luego de la captura del puerto peruano de Pisagua se trasladó al teatro de operaciones de Tarapacá e integró la fuerza que ocupó el puerto de Iquique. Cuando se inició la campaña de Tacna, su regimiento pasó a integrar la primera división del ejército expedicionario. El sargento Carrera tuvo una destacada actuación en la batalla del Alto de la Alianza, donde no obstante ser herido en combate, condujo a sus hombres con gran coraje, hecho que le valió ser ascendido a Subteniente. Concluida la campaña del sur, el flamante oficial fue destacado al regimiento Chacabuco, Sexto de Línea, con el cual luchó valientemente en las batallas de San Juan y Miraflores. En una de aquellas, participó en la conquista de siete trincheras peruanas, compartiendo honores con otros jóvenes oficiales que luego servirían bajo sus órdenes (7). Luego de la ocupación de la capital peruana, Carrera Pinto fue ascendido al rango de teniente. Poco más de un año después, fue promovido al rango de capitán y jefe de la cuarta compañía del regimiento Chacabuco, que en aquellos momentos formaba parte de la división que ocupaba la sierra central del Perú. El fraccionamiento de las tropas de la división del centro en un terreno hostil estaba demostrando ser un error estratégico que les acarearía graves consecuencias. Así, vista la difícil situación que enfrentaba con el avance de las fuerzas de Cáceres y a efecto de acortar las líneas replegando las tropas hacia lugares donde se pudiera ofrecer una sólida resistencia y prestar debida asistencia médica a los enfermos, el gobernador Lynch ordenó al coronel del Canto evacuar Huancayo, replegarse a Jauja y limitarse a retener la línea del ferrocarril de la Oroya u otro punto estratégico que conservara el libre paso del ejército al otro lado de la cordillera de los Andes. La ofensiva podría reanudarse una vez concluido el frío invierno andino. Sin embargo, ante el gran número de enfermos en sus tropas y otras circunstancias de carácter logístico, del Canto se vio forzado a retrasar su repliegue. Fuera de Huancayo y separadas cada cual por una distancia de 20 ó 30 kilómetros se hallaban distribuidas las pequeñas guarniciones militares chilenas que tenían por misión contener a las huestes de Cáceres. Así, en Marcavalle se ubicaba la cuarta compañía del batallón Santiago, En Pucará estaban la 2da y 3ra compañías del mismo regimiento, en Zapallanga descansaba el resto del Santiago, en Jauja permanecían dos compañías del regimiento Chacabuco, mientras que otras compañías ocupaban Tarma, Concepción y la Oroya. En la situación en que se encontraban, los chilenos eran constantemente hostilizado por los guerrilleros y sus convoyes de pertrechos atacados y capturados. Además, un buen porcentaje de sus soldados había caído víctimas de enfermedades como el tifus y yacían inermes en hospitales o improvisadas tiendas de campaña. La distribución de las fuerzas adversarias, sugirió a Cáceres la idea de encajonar a del Canto mediante un doble movimiento de rodeo, cortándole la retirada hacia la costa, para batirla posteriormente por partes. Para tal efecto el gran estratega peruano dividió sus fuerzas, consistentes en 1300 soldados y 3000 guerrilleros, en tres columnas. La primera de ellas, integrada por el batallón Pucará número 4, las columnas guerrilleras de Comas y Libres de Ayacucho y fracciones del batallón América, más destacamentos guerrilleros de Comas y Andamarca, quedó al mando del Coronel Juan Gasto. La segunda columna, compuesta por un batallón de regulares y un destacamento de guerrillas, quedó a órdenes del coronel Máximo Tafur y, La tercera columna, integrada por los batallones Zepita, Tarapacá, Izcuchaca, once piezas de artillería y destacamentos guerrilleros de Acoria, Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca, Huaribamba, Pampas, Pazos y Tongos, permaneció bajo el mando del propio Cáceres. De acuerdo al plan, la columna del coronel Gasto debía marchar por el sector derecho de las alturas del río Mantaro y, virando por la localidad de Comas, debía caer sobre el pueblo de Concepción y batir al destacamento que ocupaba ese lugar. La columna de Tafur por su parte, debía avanzar hacia el oeste, pasar por Chongos y Chupaca, caer sobre la Oroya, atacar a la guarnición chilena y cortar el puente del mismo nombre para impedir el escape de las tropas adversarias hacia Lima. El general Cáceres por su parte se dirigiría a batir a los destacamentos chilenos en Marcavalle y Pucará. El 8 de julio la columna de Cáceres arribó a la localidad de Chongos y se desplazó por los pueblos de Pasos, Ascotambo, Acoria y otros sin ser avistado por el adversario, acampando finalmente en las alturas de Tayacaja, frente al poblado de Marcavalle, primer objetivo militar de la expedición. Desde aquella posición los peruanos pudieron divisar claramente a las tropas chilenas del Regimiento Santiago. En la madrugada del nueve de julio, el general Cáceres ejecutó un ataque simultaneo con artillería e infantería. La sorpresa fue tal, que en no más de 30 minutos las fuerzas chilenas se vieron obligadas a retroceder hasta el pueblo de Pucará, ubicado a poco menos de un kilómetro y medio de Marcavalle, en dirección a Huancayo. En este proceso los chilenos sufrieron 34 bajas. En Pucará se trabó un nuevo combate entre las tres compañías del Santiago y cuatro compañías de los peruanos Tarapacá, Junín y la columna de guerrilleros de Izcuchaca. El ataque peruano alcanzó tal intensidad que la tropa chilena debió emprender otra apurada retirada. Las pérdidas sufridas por los chilenos en las acciones de Marcavalle y Pucará fueron considerables. Tuvieron 200 bajas, entre muertos y heridos. Asimismo dejaron en el camino gran número de municiones y otros pertrechos de guerra. Sus muertos fueron enterrados por las tropas peruanas. Entre ellos se encontraron seis oficiales, para quienes el general Cáceres dispuso sepultura especial y que se les rindiera los honores correspondientes. A 26 kilómetros al norte de Huancayo y a 45 de Pucará, se encuentra el pintoresco pueblo de Concepción, que entonces contaba con unos tres mil habitantes. Aquella localidad, fundada por los incas en territorio de los Huancas y descubierta por el conquistador español Hernando Pizarro un 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, también había sido ocupada por una guarnición del ejército chileno, similar a las otras tantas fraccionadas a lo largo de diversos pueblos del hermoso valle del Mantaro. El cinco de julio del Canto había dispuesto que la cuarta compañía del Chacabuco, a órdenes de Ignacio Carrera Pinto –quien por cierto aun no había sido informado de su ascenso- relevara a la tercera compañía del mismo regimiento en dicho pueblo, comandada por el capitán Alberto Nebel. La compañía de Carrera Pinto consistía en 57 soldados de tropa, un sargento, cuatro cabos y un segundo oficial, el joven subteniente Arturo Pérez Canto, de 21 años de edad. A ellos se sumaban los subtenientes Julio Montt de la quinta compañía del Chacabuco, convaleciente de tifus y Luís Cruz, de la sexta, agregado, con apenas 18 años. También se encontraban en Concepción diez soldados, todos ellos extentos del servicio por razones de enfermedad; nueve pertenecientes a diversas compañías del Chacabuco y uno a la primera compañía del regimiento Lautaro. En total, 77 hombres. Cuatro de los suboficiales estaban acompañados por sus mujeres, comúnmente conocidas como cantineras, quienes convivían con ellos, asistiéndolos lealmente en sus faenas a más de apoyar los quehaceres domésticos del destacamento. La vida en aquel pequeño y pintoresco pueblo era tranquila y pese al natural rechazo de la población no se registraban actos de violencia o sabotaje contra las fuerzas de ocupación. Parecía que el destacamento recién llegado no sufriría mayores contratiempos y la posibilidad de un enfrentamiento inmediato con el ejército peruano se vislumbraba como remota. No obstante, y de conformidad con las órdenes del alto mando, se adoptaron medidas preventivas. En tal sentido Carrera Pinto mantuvo a la tropa acuartelada y acondicionó dispositivos defensivos en el cuartel de la guarnición. Este funcionaba en una casa parroquial, ubicada al costado de la iglesia a cuyo otro extremo se levantaba una casa de dos pisos que había sido acondicionado como enfermería, construcciones todas situadas en plena Plaza de Armas. De la parte posterior del improvisado cuartel emergían las faldas del cerro del León. Ello y las bocacalles de la plaza eran motivo de preocupación, por lo que el capitán ordenó levantar barricadas en los accesos, contemplando un eventual escenario que implicara la defensa del perímetro de la plaza. Las municiones en los diversos regimientos chilenos de la división del centro estaban muy escasas y los soldados del Chacabuco no eran una excepción: Cada uno disponía apenas de 100 balas, cantidad ínfima pero apreciable si se comparaba con las 20 balas con que contaban los del regimiento Lautaro. La guarnición de Concepción tampoco poseía caballería ni piezas de artillería y se encontraba muy aislada, pues el destacamento chileno más cercano se encontraba en Jauja, donde acampaban otros 100 hombres del Chacabuco. A las 9 de la mañana del 9 de julio, el ataque peruano iniciado en Marcavalle y continuado en Pucará -evidentemente inadvertido en Concepción- empezó a diluirse en plena persecución del adversario, que retrocedió hacia Zapallanga. Sin embargo las compañías del Santiago lograron hacerse fuertes en un lugar llamado La Punta, donde fueron reforzados por el destacamento acantonado en Zapallanga. El hecho que la fuerte división central de Huancayo se acercara para socorrer a sus camaradas, además de otras circunstancias motivó que Cáceres suspendiera el ataque en ese sector, con intención de reanudar las hostilidades al día siguiente. A plazo inmediato había logrado su objetivo y los chilenos había sido desalojados de dos poblados. Después de recoger a los sobrevivientes del Santiago, el grueso de la división del Canto se replegó a Huancayo, pero en lugar de continuar hacia Concepción, cual era su objetivo, el comandante en jefe decidió permanecer en aquella ciudad y pasar ahí la noche. Si bien no se había recibido noticias de Concepción, nadie podía imaginar los dramáticos sucesos que ahí pronto se desencadenarían. En efecto, el coronel Juan Gasto, comandante general de la División de Vanguardia, en cumplimiento a sus órdenes, partió de Izcuchaca con dos batallones del ejército regular y multitudes de campesinos provistos de hondas y rejones. Los soldados, un total de 300, pertenecían al batallón de infantería Pucará Nº 4 al mando del teniente coronel Andrés Freyre y al batallón de infantería Libres de Ayacucho bajo el teniente coronel Francisco Carbajal. Apenas disponían de 60 balas por hombre. Las fuerzas Irregulares estaban integradas por la columna Comas y guerrillas de Andamarca, al mando de don Ambrosio Salazar, las guerrillas de Orcotuna, guerrillas de Mito, guerrillas de San Jerónimo, guerrillas de Apata y las guerrillas de Paccha, que en conjunto alcanzarían unos 1,000 hombres. El número de la columna peruana difiere ligeramente en el Parte Oficial del comandante chileno Marcial Pinto Agüero, quien señaló: “El número de fusileros enemigos que atacaron Concepción, era de 300 al mando del coronel Gasto, más 1,500 hombres armados de lanzas”. Previo consejo de guerra, el coronel Gasto encomendó al comandante guerrillero Ambrosio Salazar ejecutar el asalto. Así, aproximadamente a las 14:30 horas del domingo 9 de julio, las fuerzas peruanas aparecieron por los cerros que rodeaban el pueblo. Al percatarse de ello, el sorprendido capitán Carrera Pinto rápidamente evaluó con sus oficiales el curso de acción. La primera posibilidad que se presentaba sugería emprender una retirada rápida pero ordenada habido cuenta de la imposibilidad de sostener con sólo 77 soldados de infantería armados apenas con fusiles y bayonetas y escasos de munición, un ataque de 1,300 hombres. Esta posibilidad sin embargo fue rápidamente descartada al considerar que los guerrilleros peruanos podían emboscarlos en el proceso de repliegue y que sería más difícil combatir a campo descubierto, donde las tropas se presentarían más vulnerables. Se optó entonces por permanecer en el lugar y mantener la posición, pues se esperaba contar con el apoyo del coronel del Canto, que luego de evacuar Huancayo, debía pasar por Concepción en el transcurso de las próximas horas. En tales circunstancias los chilenos confiaron en resistir el ataque adversario, hasta que llegara el grueso del contingente y provocara un vuelco en lo que se vislumbraba como un desigual combate. En consecuencia, el enérgico Carrera Pinto ordenó a sus hombres prepararse para la lucha. Los heridos capaces de combatir ocuparon posiciones y aquellos que yacían enfermos como el teniente Montt se unieron a la lucha. Pérez Canto y 20 hombres fueron destacados en la esquina norte de la plaza de armas, Luis Cruz y otros 20 soldado se ubicaron en el noroeste, mientras que el teniente Montt ocupó con otros 20 efectivos el sudeste. Carrera Pinto por su parte, tomó 14 soldados para defender el sudoeste. Al mismo tiempo despachó al cabo Manuel Silva y dos soldados para que intentaran llegar a Huancayo y avisaran al cuartel general sobre su difícil situación. Así, la guarnición se vio reducida a 74 hombres sin siquiera haberse iniciado el combate. [/QUOTE]
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