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Chavez alborota el avispero otra vez....
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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 69590" data-attributes="member: 50"><p>Triángulo de odio </p><p> </p><p>La prueba del vínculo entre las FARC y Rafael Correa: una historia de rencor con tres vértices. La causa bolivariana de Ecuador. </p><p></p><p>A la capacidad guerrera de Aníbal contra los centuriones la fogoneaba el odio que sentía hacia Roma, cuyos ejército habían matado a su padre, Amílcar. Ese rencor fue el combustible que volvió arrolladora la marcha del general cartaginés sobre el imperio. Un fuego similar explica la política de Rafael Correa hacia los Estados Unidos, la potencia que encarceló a su padre por un caso menor de tráfico de estupefacientes. Pero en la misma sed de venganza se forjó la decisión de Álvaro Uribe de vencer a las FARC, insurgencia que asesinó al padre del presidente colombiano. Por eso Correa, Uribe y las FARC conforman un triángulo de odio.</p><p></p><p>En la última escena de esta historia de rencores y venganzas, los dos presidentes vuelven a colocarse en posición de duelo. El detonante de la nueva escalada de tensión fue el video mostrado por Colombia, en el que el comandante Briceño explica a la plana mayor insurgente la situación económica de la guerrilla, enumerando ingresos y egresos entre los que menciona un millonario aporte a la campaña de Correa.</p><p></p><p>La difusión del video fue como un misil que impactó en el despacho principal del Palacio de Carondelet. La grabación fue registrada por la propia guerrilla y las palabras del jefe rebelde, conocido como “Mono Jojoy”, se expresan en forma inequívoca y nítida. Aunque lo que esgrimió el presidente ecuatoriano en su defensa no es descabellado: dijo que se trata de una patraña de Uribe y Washington contra los “gobiernos progresistas”. El video, según Correa, ha sido editado para fraguar una acusación falsa. Obviamente, Uribe sostiene lo contrario.</p><p></p><p>No es fácil acceder a la certeza de quién miente y quién dice la verdad. Lo posible es analizar los acontecimientos que están detrás de este triángulo del rencor.</p><p></p><p>Tal vez a Rafael Vicente Correa Delgado no se le había ocurrido adherir al chavismo hasta la campaña electoral que lo convirtió en presidente. Siempre se había definido como un “humanista cristiano”, formado en las universidades católicas de Guayaquil y de Lovaina, en Bélgica, con un posgrado en los Estados Unidos. En materia económica se autodefinió “neodesarrollista” o, más específicamente, “neoestructuralista”, la corriente de pensamiento económico inspirada en la influencia que Fernando Fahnzylber tuvo sobre la CEPAL, en la elaboración del diagnóstico más contrapuesto al Consenso de Washington: “Transformación productiva con equidad. La tarea prioritaria de América Latina y el Caribe en los noventa”. </p><p></p><p>Pero una cosa es adherir al neoestructuralismo económico, y otra a Heinz Dieterich, el sociólogo alemán más destacado de la Nueva Escuela de Bremen, que escribió junto con Noam Chomsky “La Aldea Global” y, tras profundizar su latinoamericanismo radicándose en México, escribió “Socialismo del Siglo XXI” y se convirtió en ideólogo y asesor del gobierno venezolano.</p><p></p><p>Correa era un joven profesor de Economía que, sorpresivamente, quedó eyectado en una vertiginosa carrera política cuando Alfredo Palacio, el vicepresidente de Lucio Gutiérrez, lo eligió como asesor. Palacio era un prestigioso médico de Guayaquil, hijo de un conocido escultor del cual heredó el nacionalismo popular inspirado en las ideas de Eloy Alfaro, máximo prócer del Partido Liberal. Y cuando un golpe militar-indigenista derrocó a Gutiérrez, y convirtió a Palacio en presidente, Correa fue el ministro de Economía que acentuó la intervención del Estado en los recursos petroleros, eliminando el Fondo de Estabilización de los Ingresos del Petróleo, que favorecía a los tenedores de bonos de deuda externa, y creando la cuenta de Reactivación Productiva y Social. Pero Palacio no fue consecuente con su propia opinión sobre la deuda externa y terminó despidiendo a ese joven ministro que quería mantener una posición dura con los organismos multilaterales de crédito. Por eso, al retornar al llano, creó el movimiento PAIS y esperó que Palacio concluyera el período presidencial del derrocado Gutiérrez, para postularse a presidente.</p><p></p><p>En ese trance pudo haber recibido desde Caracas la primera oferta de apoyo económico a su campaña. Sin esa ayuda no habría podido enfrentar a Álvaro Noboa, el millonario candidato de la derecha populista. Ese empresario bananero (en todos los sentidos del concepto), tenía un bolsillo infinito para financiar su publicidad electoral, pero a Correa la ayuda recibida le permitió llegar a la segunda vuelta, donde consiguió el respaldo de los moderados socialdemócratas y los centristas más decorosos, como Izquierda Democrática, del ex presidente Rodrigo Borja, Poder Ciudadano y Alternativa Democrática. Ahora bien, si además tuvo el respaldo total del movimiento indigenista Pachacutic (coautor del derrocamiento de Gutiérrez) y más financiación para la campaña que le dio finalmente el 56 por ciento de los votos sobre el 43 del impresentable Noboa, fue porque ya tenía la bendición del exuberante líder caribeño.</p><p></p><p>El reclutamiento de Correa a la causa bolivariana posiblemente se completó porque Hugo Chávez ofreció el procesamiento gratuito del crudo ecuatoriano en refinerías de PDVSA, lo cual en un país que exporta petróleo pero tiene que importar combustible, es un gran aporte para la consecución del superávit que acertadamente pregona el neoestructuralismo.</p><p></p><p>En definitiva, está claro que Correa es un político lúcido y un economista brillante, que tiene en común con Chávez una inmensa vitalidad, capacidad de decisión y osadía; pero no necesariamente la visión radical de Heinz Dieterich, inoculada desde el palacio de Miraflores al de Carondelet por evidentes conveniencias económicas.</p><p></p><p>Es posible descartar identificación ideológica de Correa con las FARC, pero es imposible descartar que parte de la financiación a la campaña electoral del actual presidente haya sido a través de la guerrilla que fundó Tirofijo y hoy lideran Alfonso Cano y Briceño, el comandante que, en el video difundido por Colombia, habla del dinero aportado al candidato preferido de Chávez en el escenario ecuatoriano.</p><p>De haber sido así, la presencia del campamento donde los helicópteros colombianos mataron al comandante Raúl Reyes no habría sido ignorada por el gobierno de Ecuador, tal como lo afirmó Correa.</p><p></p><p>Más allá de las denuncias colombianas y norteamericanas, la relación entre Chávez y las FARC fue revelada por el propio líder venezolano cuando reclamó al mundo que la saque de la lista negra del terrorismo, cuando trató al propio Marulanda de “camarada y amigo” y cuando sugirió que financiaría un brazo político del grupo insurgente que actúe en el escenario electoral en nombre de la revolución bolivariana.</p><p></p><p>El hombre fuerte de Caracas ostentaba públicamente esa relación cuando la vieja guerrilla llevaba años de envilecimiento, de sociedad con el narcotráfico, de secuestro extorsivo a escalas industriales y de ser repudiada en el mundo entero por los selváticos campos de concentración donde encadena a cientos de personas sin más causa que la de chantajear al gobierno. Y por estos días, Chávez acrecentó la sospecha que ahora roza a Correa, al anunciar que revisará la relación con Colombia a causa de la denuncia que vincula a las FARC con el mandatario ecuatoriano. Ahora Correa debe probar que el gran jefe de los bolivarianos no le contagió su relación con la guerrilla que viola Derechos Humanos en nombre del marxismo-leninismo.</p><p></p><p>En el pequeño país que tuvo en el gobierno a ilustres patéticos como León Febres Cordero, conservadores belicistas como Sixto Durán Ballén y hasta un personaje grotesco como Albdalá Bucaram, Rafael Correa ha logrado lo que sólo había logrado Rodrigo Borja: terminar el mandato conquistado en las urnas. Pero superó al socialdemócrata al obtener la reelección con un triunfo sin precedentes.</p><p>Ecuador tiene con Correa lo que no tenía desde tiempos remotos: estabilidad política y gobierno fuerte, además de políticas sociales en favor de los pobres. Pero el presidente dio un giro hacia el chavismo más radical en materia de alineamiento regional.</p><p>Un alineamiento basado en la conveniencia económica pero también alimentado por el rencor hacia Estados Unidos que le dejó el encarcelamiento de su padre. El problema es que quedó enfrentado a Uribe, el presidente que odia a las FARC por el asesinato de su padre. En las entrañas de los dos arde un fuego como el que forjó las victorias del guerrero cartaginés sobre los centuriones del Imperio que había desangrado a su progenitor en un campo de batalla. </p><p> </p><p>Por Claudio Fantini, Politólogo y analista internacional | Fotos: AFP.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 69590, member: 50"] Triángulo de odio La prueba del vínculo entre las FARC y Rafael Correa: una historia de rencor con tres vértices. La causa bolivariana de Ecuador. A la capacidad guerrera de Aníbal contra los centuriones la fogoneaba el odio que sentía hacia Roma, cuyos ejército habían matado a su padre, Amílcar. Ese rencor fue el combustible que volvió arrolladora la marcha del general cartaginés sobre el imperio. Un fuego similar explica la política de Rafael Correa hacia los Estados Unidos, la potencia que encarceló a su padre por un caso menor de tráfico de estupefacientes. Pero en la misma sed de venganza se forjó la decisión de Álvaro Uribe de vencer a las FARC, insurgencia que asesinó al padre del presidente colombiano. Por eso Correa, Uribe y las FARC conforman un triángulo de odio. En la última escena de esta historia de rencores y venganzas, los dos presidentes vuelven a colocarse en posición de duelo. El detonante de la nueva escalada de tensión fue el video mostrado por Colombia, en el que el comandante Briceño explica a la plana mayor insurgente la situación económica de la guerrilla, enumerando ingresos y egresos entre los que menciona un millonario aporte a la campaña de Correa. La difusión del video fue como un misil que impactó en el despacho principal del Palacio de Carondelet. La grabación fue registrada por la propia guerrilla y las palabras del jefe rebelde, conocido como “Mono Jojoy”, se expresan en forma inequívoca y nítida. Aunque lo que esgrimió el presidente ecuatoriano en su defensa no es descabellado: dijo que se trata de una patraña de Uribe y Washington contra los “gobiernos progresistas”. El video, según Correa, ha sido editado para fraguar una acusación falsa. Obviamente, Uribe sostiene lo contrario. No es fácil acceder a la certeza de quién miente y quién dice la verdad. Lo posible es analizar los acontecimientos que están detrás de este triángulo del rencor. Tal vez a Rafael Vicente Correa Delgado no se le había ocurrido adherir al chavismo hasta la campaña electoral que lo convirtió en presidente. Siempre se había definido como un “humanista cristiano”, formado en las universidades católicas de Guayaquil y de Lovaina, en Bélgica, con un posgrado en los Estados Unidos. En materia económica se autodefinió “neodesarrollista” o, más específicamente, “neoestructuralista”, la corriente de pensamiento económico inspirada en la influencia que Fernando Fahnzylber tuvo sobre la CEPAL, en la elaboración del diagnóstico más contrapuesto al Consenso de Washington: “Transformación productiva con equidad. La tarea prioritaria de América Latina y el Caribe en los noventa”. Pero una cosa es adherir al neoestructuralismo económico, y otra a Heinz Dieterich, el sociólogo alemán más destacado de la Nueva Escuela de Bremen, que escribió junto con Noam Chomsky “La Aldea Global” y, tras profundizar su latinoamericanismo radicándose en México, escribió “Socialismo del Siglo XXI” y se convirtió en ideólogo y asesor del gobierno venezolano. Correa era un joven profesor de Economía que, sorpresivamente, quedó eyectado en una vertiginosa carrera política cuando Alfredo Palacio, el vicepresidente de Lucio Gutiérrez, lo eligió como asesor. Palacio era un prestigioso médico de Guayaquil, hijo de un conocido escultor del cual heredó el nacionalismo popular inspirado en las ideas de Eloy Alfaro, máximo prócer del Partido Liberal. Y cuando un golpe militar-indigenista derrocó a Gutiérrez, y convirtió a Palacio en presidente, Correa fue el ministro de Economía que acentuó la intervención del Estado en los recursos petroleros, eliminando el Fondo de Estabilización de los Ingresos del Petróleo, que favorecía a los tenedores de bonos de deuda externa, y creando la cuenta de Reactivación Productiva y Social. Pero Palacio no fue consecuente con su propia opinión sobre la deuda externa y terminó despidiendo a ese joven ministro que quería mantener una posición dura con los organismos multilaterales de crédito. Por eso, al retornar al llano, creó el movimiento PAIS y esperó que Palacio concluyera el período presidencial del derrocado Gutiérrez, para postularse a presidente. En ese trance pudo haber recibido desde Caracas la primera oferta de apoyo económico a su campaña. Sin esa ayuda no habría podido enfrentar a Álvaro Noboa, el millonario candidato de la derecha populista. Ese empresario bananero (en todos los sentidos del concepto), tenía un bolsillo infinito para financiar su publicidad electoral, pero a Correa la ayuda recibida le permitió llegar a la segunda vuelta, donde consiguió el respaldo de los moderados socialdemócratas y los centristas más decorosos, como Izquierda Democrática, del ex presidente Rodrigo Borja, Poder Ciudadano y Alternativa Democrática. Ahora bien, si además tuvo el respaldo total del movimiento indigenista Pachacutic (coautor del derrocamiento de Gutiérrez) y más financiación para la campaña que le dio finalmente el 56 por ciento de los votos sobre el 43 del impresentable Noboa, fue porque ya tenía la bendición del exuberante líder caribeño. El reclutamiento de Correa a la causa bolivariana posiblemente se completó porque Hugo Chávez ofreció el procesamiento gratuito del crudo ecuatoriano en refinerías de PDVSA, lo cual en un país que exporta petróleo pero tiene que importar combustible, es un gran aporte para la consecución del superávit que acertadamente pregona el neoestructuralismo. En definitiva, está claro que Correa es un político lúcido y un economista brillante, que tiene en común con Chávez una inmensa vitalidad, capacidad de decisión y osadía; pero no necesariamente la visión radical de Heinz Dieterich, inoculada desde el palacio de Miraflores al de Carondelet por evidentes conveniencias económicas. Es posible descartar identificación ideológica de Correa con las FARC, pero es imposible descartar que parte de la financiación a la campaña electoral del actual presidente haya sido a través de la guerrilla que fundó Tirofijo y hoy lideran Alfonso Cano y Briceño, el comandante que, en el video difundido por Colombia, habla del dinero aportado al candidato preferido de Chávez en el escenario ecuatoriano. De haber sido así, la presencia del campamento donde los helicópteros colombianos mataron al comandante Raúl Reyes no habría sido ignorada por el gobierno de Ecuador, tal como lo afirmó Correa. Más allá de las denuncias colombianas y norteamericanas, la relación entre Chávez y las FARC fue revelada por el propio líder venezolano cuando reclamó al mundo que la saque de la lista negra del terrorismo, cuando trató al propio Marulanda de “camarada y amigo” y cuando sugirió que financiaría un brazo político del grupo insurgente que actúe en el escenario electoral en nombre de la revolución bolivariana. El hombre fuerte de Caracas ostentaba públicamente esa relación cuando la vieja guerrilla llevaba años de envilecimiento, de sociedad con el narcotráfico, de secuestro extorsivo a escalas industriales y de ser repudiada en el mundo entero por los selváticos campos de concentración donde encadena a cientos de personas sin más causa que la de chantajear al gobierno. Y por estos días, Chávez acrecentó la sospecha que ahora roza a Correa, al anunciar que revisará la relación con Colombia a causa de la denuncia que vincula a las FARC con el mandatario ecuatoriano. Ahora Correa debe probar que el gran jefe de los bolivarianos no le contagió su relación con la guerrilla que viola Derechos Humanos en nombre del marxismo-leninismo. En el pequeño país que tuvo en el gobierno a ilustres patéticos como León Febres Cordero, conservadores belicistas como Sixto Durán Ballén y hasta un personaje grotesco como Albdalá Bucaram, Rafael Correa ha logrado lo que sólo había logrado Rodrigo Borja: terminar el mandato conquistado en las urnas. Pero superó al socialdemócrata al obtener la reelección con un triunfo sin precedentes. Ecuador tiene con Correa lo que no tenía desde tiempos remotos: estabilidad política y gobierno fuerte, además de políticas sociales en favor de los pobres. Pero el presidente dio un giro hacia el chavismo más radical en materia de alineamiento regional. Un alineamiento basado en la conveniencia económica pero también alimentado por el rencor hacia Estados Unidos que le dejó el encarcelamiento de su padre. El problema es que quedó enfrentado a Uribe, el presidente que odia a las FARC por el asesinato de su padre. En las entrañas de los dos arde un fuego como el que forjó las victorias del guerrero cartaginés sobre los centuriones del Imperio que había desangrado a su progenitor en un campo de batalla. Por Claudio Fantini, Politólogo y analista internacional | Fotos: AFP. [/QUOTE]
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