CAÑON SIN RETROCESO
Artículo de la Enciclopedia Libre Universal en Español
Nombre que se le da a las armas de guerra pensadas para disparar proyectiles de gran tamaño empleando una carga explosiva como elemento impulsor. Por extensión se denomina así a la unidad militar que las maneja. Toda pieza artillera tiene dos partes: la boca de fuego, un tubo metálico de determinado calibre y longitud, y el montaje de la misma, denominado cureña o afuste.
La artillería nace con la aparición de la pólvora. En Europa en el siglo XIV hay varias referencias al uso de piezas artilleras primitivas por parte de los árabes en el sitio de Baza o en una obra sobre los oficios del rey escrita en Inglaterra. En todos los casos se describen una especie de potes de hierro que disparan bolas de piedra y flechas de gran tamaño. En la batalla de Crezy en 1346 entre Inglaterra y Francia, se tiene constancia del uso de un cañón que empleaba como munición bolas de piedra.
En el siglo XVI se sabe que se fabricaban cañones de bronce fundido y de hierro, estos últimos con una técnica parecida a la elaboración de toneles, juntando láminas de hierro al rojo y luego colocando aros de refuerzo alrededor y una tapa gruesa en la parte posterior. Las piezas eran relativamente peligrosas y tenían la tendencia a explotar matando a sus servidores al ser sometidas a mucho esfuerzo. Para disparar una pieza había que primero meter por la boca de la misma un taco con una esponja húmeda para apagar posibles restos que quedaran del disparo anterior, a continuación meter la pólvora, apretándola con un taco, luego la bala y se comprimía el conjunto. En la parte posterior del arma había un orificio denominado oído por el que se metía una pequeña cantidad de pólvora a la que se aplicaba una mecha para provocar el disparo. Con el retroceso el cañón saltaba varios metros hacia atrás y los sirvientes debían empujarlo de nuevo a su posición, el alcance máximo eficaz era entre uno y dos Km.
En estos momentos las piezas de artillería son de dos tipos, por un lado el cañón, pieza larga en relación a su calibre, pensado para disparar sobre un blanco que está a la vista de los artilleros en una trayectoria casi plana en lo que se denomina tiro directo o tiro tenso y el mortero, con un cuerpo metálico corto y ancho, que permite inclinaciones entre 45° y 90° para bombardear enemigos dentro de posiciones fortificadas o desde detrás de muros o elevaciones de terreno con municiones explosivas. Las piezas son generalmente de fundición de bronce o latón o bien de hierro forjado. La mayoría de la artillería se destina a atacar o defender ciudades y fortificaciones por su escasa movilidad, aparte de montarse en navíos.
Existían en los siglos XV y XVI varios tipos de cañón, como la bombarda, con un tubo atado a un bastidor de madera montado en una cureña sencilla que se apuntaba metiendo o sacando tacos de madera de un rudimentario dispositivo elevador o el falconete un cañón ligero, normalmente montado en una especie de horquilla de hierro fija a un muro o a la borda de un navío, con una barra que salía por su parte posterior para apuntar la pieza con una mano mientras con la otra se daba fuego al oído del arma para disparar. Una innovación importante fueron los muñones, piezas integradas en la boca de fuego que salían como un cilindro a cada lado que encajaba en la cureña y permitía cambiar el ángulo de elevación, eliminandose así el tosco sistema de atar las piezas a un bastidor.
Aligerando las bombardas surge en el siglo XVI la culebrina, cañón que llegaba a tener 30 veces la longitud del calibre, montada sobre una cureña con dos grandes ruedas que permiten su transporte por los caminos y que permite disponer de una primitiva artillería de campaña para el campo de batalla. En este siglo Carlos I de España intenta por vez primera en Europa homogeneizar los calibres y piezas de sus ejércitos para terminar con los problemas de intendencia que suponía fabricar piezas totalmente distintas y establece siete modelos (seis cañones y un mortero) de calibre entre 40 y 3 libras (en estos momentos los calibres se medían por el peso de la bala). La mayoría de los ejércitos europeos intentan seguir por el mismo camino, aunque seguirán existiendo piezas no reglamentarias en uso durante muchos años. Desde el siglo XVII la denominación cañón sustituye a las antiguas de bombarda, culebrina, etc... para designar a ese tipo de piezas.
La munición empleada hasta el siglo XVII eran normalmente bolas de piedra o metal, adecuadas para derribar muros o atacar barcos en el mar, pero con muy poco efecto sobre la infantería o caballería, aparte de asustar a los caballos. En este siglo se desarrollan tipos nuevos de municiones, como bolas metálicas huecas rellenas de balas de mosquete o fusil que al chocar con el suelo o un muro desparraman su contenido o saquitos de balas que al salir del cañón se desintegran desparramando las balas por un frente amplio. En el mar se emplean dos bolas unidas por una cadena o barra que cortan aparejos, mástiles o personas si las encuentran a su paso. También se empieza a utilizar munición explosiva para potenciar la penetración de la metralla, colocando en las bolas rellenas de balas un núcleo de pólvora con una mecha que se encendía antes de meter la bala en el cañón o mortero. Ya anteriormente las bombardas o morteros empleaban en ocasiones bombas, esferas metálicas rellenas de material explosivo e incendiario con una mecha que se debía encender antes de cargarla en la pieza.
Evolución importantes a caballo entre el siglo XVII y XVIII fueron el armón en tierra y la carronada en el mar. El armón es la combinación de la cureña con la caja de municiones de la pieza para su transporte, que en el caso de los cañones se aligera y dota de dos grandes ruedas que permiten mover la pieza fácilmente por el campo de batalla con un tiro de caballos. La carronada estaba formada por una gruesa cureña de madera en la que va montado el cañón con unas ruedas pequeñas para desplazarlo por la cubierta y un sistema de tornillos elevadores para apuntar el arma, la carronada tiene unas anillas de hierro por las que se pasan sogas para fijar la pieza durante el disparo. En el siglo XVIII se generaliza así la artillería de campaña que acompaña al ejército para eliminar a la artillería enemiga y luego castigar las filas de fusileros enemigos, hay pocas novedades, como la supresión de adornos y filigranas, comunes hasta entonces, hasta la primera mitad del siglo XIX.
Poco después de las guerras napoleónicas aparece el obús, arma parecida al cañón pero que permite por primera vez lo que se llama tiro indirecto en una forma primitiva, esto es, atacar posiciones que estando en la línea de alcance se encuentran ocultas por elementos del terreno, muros, etc... gracias a que permite inclinaciones de 45° o más. Además se comienza a practicar el rayado del ánima de algunas piezas, lo que mejora su precisión pero acorta mucho su vida útil si son de bronce. Se comienza así a emplear hierro fundido en las piezas rayadas y para superar los problemas de desgaste se refuerza la zona posterior con un segundo anillo de fundición que casi duplica el grosor en la zona, a pesar de lo cual se siguen produciendo accidentes de tanto en tanto. El alcance máximo de las piezas mayores no pasa de 4 Km útiles. Aparecen las primeros municiones de forma cilindrocónica y espoletas por contacto que permiten disparar munición explosiva con seguridad. Un sistema peculiar será el británico Withworth, que sustituye el rayado por un ánima de sección hexagonal que va girando alrededor del eje del cañón con proyectiles que encajan perfectamente en la pieza con resultados similares al rayado.
En la segunda mitad del siglo la artillería experimenta una revolución gracias a las técnicas modernas de fundición de acero que permiten por un lado hacer tubos rayados para las piezas en acero, con la mejora de resistencia que suponía y por otro sustituir los obsoletos armones de madera por nuevas cureñas en acero laminado mucho más resistentes. Además la resistencia de los materiales permite desarrollar un cierre en la parte posterior o culata del cañón para cargarlo.
Los sistemas de cierre más habituales serán los de cuña y tornillo. El primero se emplea habitualmente en piezas de tiro rápido y consiste en un bloque metálico que mediante una palanca desciende a lo largo de unas guías en la culata obturando la parte posterior y permitiendo el disparo. El segundo utiliza un cilindro o tronco de cono cuya superficie alterna zonas roscadas con lisas que coincide con la rosca practicada en la culata, de esta forma se mete todo el tornillo de un solo movimiento haciendo coincidir zonas lisas con las de rosca y mediante un solo giro se atornilla completamente permitiendo el disparo.
La munición aparece ya encapsulada junto con su carga en un único elemento o en dos o más en caso de armas muy grandes. La artillería de campaña alcanza ya distancias de casi 10 km. Finalmente en 1897 aparece el primer cañón con el retroceso controlado por un sistema de recuperación hidráulico que reposa sobre unos brazos en el suelo denominados mástiles, con lo que la pieza no se mueve de su posición de tiro, innovación que se extiende enseguida a todas las piezas.
Tras la experiencia británica en la última de las guerras anglo-bóer se generaliza el tiro indirecto empleando mapas topográficos gracias a la mejora del control de tiro, con observadores que tienen la posición a batir a la vista que por radio van proporcionando al mando de la artillería la información para corregir el tiro.
En la Primera Guerra Mundial y gracias al control del retroceso y la mejora de las cargas de propulsión se realizan bombardeos de artillería a distancias de más de 20 km e incluso se fabrican cañones especiales sobre raíles que pueden bombardear ciudades a 100 km de distancia, aunque el desgaste de las piezas es enorme y hay que estar cambiando el tubo continuamente en este caso. El desarrollo de munición explosiva, de fragmentación e incendiaria da una potencia de fuego como nunca se había visto, convirtiendo el terreno en un erial embarrado por el que repta la infantería.
Durante el periodo de entreguerras aparecen nuevas formas de artillería como los cañones antiaéreos, armas que disparan munición con una espoleta de tiempo que se gradúa para explotar a una determinada distancia mediante un dispositivo mecánico que conociendo la velocidad del proyectil pone un determinado tiempo al mecanismo de relojería de la espoleta, esto permite que aunque el proyectil no impacte en el avión, algo muy dificil por las velocidades que alcanzan durante la guerra, explosione a su altura causándole daños. La innovación más grande en este terreno la consiguen los aliados en 1943 cuando entra en producción masiva la espoleta de proximidad inventada por físicos aliados, mediante un mecanismo que se activa poco después del disparo y que incorpora un diminuto sistema emisor/receptor de radio, cuando las ondas que emite vuelven en una determinada frecuencia por el rebote en un objeto cercano la espoleta detona la carga, de alto explosivo y metralla, dañando el avión. Este último invento fue esencial para la defensa de Gran Bretaña y de la flota aliada en el Pacífico y aumentó el número de aviones enemigos derribados por la defensa AA de forma espectacular. Entre sus logros está el derribo del 70% de los cohetes V-1 antes de llegar a las ciudades inglesas.
La artillería antiaerea se dividía en dos categorías según su alcance. Hasta unos 4.000 metros de altitud se empleaban piezas de 20 a 40 mm, a veces montadas en grupos de dos a cuatro piezas en un único montaje artillero de gran cadencia de fuego y generalmente explotaban por contacto. Este tipo de armas era además muy útil ante ataques de infantería ya que era capaz de despedazar filas enteras de hombres con un par de pasadas. De 4.000 a 8.000 metros o más se empleaban cañones con menor cadencia de fuego y espoletas de tiempo o proximidad, los calibres AA de este tipo eran de 76 mm a 127 mm para los aliados y de 88 mm para los alemanes. El desarrollo de computadoras electromecánicas sincronizadas con estaciones de radar y telémetros para calcular la posición del avión fue esencial para mejorar la precisión. Actualmente se siguen empleando las piezas ligeras de 20 a 40 mm para atacar helicópteros o aviones de ataque a tierra que operan a baja altura. Estas piezas están dotadas de un radar propio o conectadas a un puesto de dirección de tiro centralizado con radar y una computadora para disparo. Las piezas pesadas han sido sustituidas por misiles.
Otra nueva pieza es el cañón contracarro, convertido en muchos casos a partir de armas antiaéreas, ya que su alta velocidad de salida es ideal para perforar blindajes. Un ejemplo es el mítico cañón antiaéreo/contracarro alemán de 88 mm que durante la guerra destruirá miles de aviones y tanques enemigos ya sea como cañón en su plataforma o montado en carros de combate. Además los alemanes y soviéticos crearán la artillería de asalto, piezas artilleras montadas sobre vehículos oruga con protección blindada, más baratas y sencillas que los tanques, que acompañan a la infantería y los carros durante los ataques destruyendo con su potencia los reductos enemigos. La artillería anticarro ha desaparecido del campo de batalla actual sustituido por misiles anticarro portátiles.
Finalmente en la segunda Guerra Mundial se inventa otro nuevo tipo de cañón denominado cañón sin retroceso. El primer modelo, de 75 mm, fue construido por la industria alemana Krupp para los paracaidistas y tropas ligeras alemanas. Para anular el retroceso de un cañón, provocado por el principio de acción/reacción enunciado en la tercera ley de Newton, se emplea el efecto Venturi, colocando en la parte posterior del cañón una tobera que provoca la aceleración de los gases de proyección del proyectil disparado de forma que la expulsión de la masa de gas a gran velocidad compensaba el efecto del disparo. Aunque actualmente los misiles portátiles han sustituido en muchos casos al cañón sin retroceso su bajo precio, escaso peso (un cañón de 105 mm con un par de decenas de proyectiles puede ir montado en cualquier 4x4), y sencillez de uso hacen que se siga empleando en muchos paises.
El cañón y el obús de campaña se fusionan en una única pieza que puede actuar en el rol de ambas. Poco antes de la guerra aparece el freno de boca, una pieza metálica que se coloca en la boca de los cañones y que utiliza una serie de orificios para dispersar lateralmente los gases de proyección de la pieza reduciendo asi el retroceso.
Las piezas más ligeras siguen montadas sobre cureñas metálicas con ruedas y un mástil con una reja que se clava al terreno para facilitar su desplazamiento y entrada en servicio inmediata. Las piezas pesadas suelen emplear una base que en transporte va como una única pieza y al colocarla en posición se abre en forma de V (ver foto del obús más abajo) en lo que se llama configuración bimastil, para soportar el retroceso del arma sin desplazarse gracias a los sistemas hidráulicos que monta. Desde la primera Guerra Mundial se había perfeccionado el mortero, convertido en un tubo ligero montado sobre una placa y un bípode que puede ser transportado por tres o cuatro hombres y que actualmente se montan también sobre vehículos blindados de transporte de tropas para darles mayor movilidad, incluso a algunos modelos se les dota de ruedas para moverlos con más facilidad a pie y sistemas de carga rápida por la parte posterior con cuatro proyectiles que pueden disparar muy rápidamente, en vez de la tradicional carga por la boca, siempre manteniendo la característica de la movilidad y el apoyo a la infantería.
A partir de la segunda Guerra Mundial hasta hoy las principales innovaciones han sido la incorporación de computadoras para dar un rápido cálculo de trayectoria, lo que unido al GPS para posicionar objetivos permite una gran precisión desde el primer disparo, mientras que antes había que efectuar varios disparos de prueba y corregirlos, empleando observadores si el blanco estaba a gran distancia. Las mejoras en el diseño de materiales que permiten tubos de más larga duración y cureñas y plataformas más eficaces para agilizar el despliegue de las piezas. En los años 70 se generalizan las plataformas de despliegue rápido que permiten transportar las piezas medias y pesadas sobre un camión lanzador especial y colocarla en su posición desplegada casi en el acto, la pieza va integrada en la parte posterior del vehículo con un sistema hidráulico que la recoge o lanza sobre el terreno en muy poco tiempo. También es general el uso de artillería que dispara directamente montada sobre un vehículo de ruedas u orugas (artillería autopropulsada).
Los calibres estándar de la OTAN para la artillería terrestre van de los 105 mm del cañón-obús de campaña más común a los obuses de 155 y 203 mm. Actualmente se están estandarizando todas las nuevas piezas al calibre 155 mm OTAN. Los misiles han sustituido en muchos casos a la artillería convencional, sobre todo en las funciones antiaérea y contracarro y de ataques a larga distancia. Existe también munición autopropulsada con un motor cohete para tener más alcance y también sistemas de munición inteligente con aletas que corrigen su trayectoria después de ser disparada por el cañón en función de la información de una computadora conectada a GPS que puede seguir varios objetivos a la vez. La longitud del cañón en relación al calibre es determinante para el alcance y actualmente la mejor combinación parece ser la de 52 calibres de largo, que permite en las últimas piezas de 155 mm alcanzar 30 Km con la munición convencional frente a los 15 o 24 Km que alcanzaban sistemas anteriores.
En la segunda Guerra Mundial aparece un nuevo componente de la artillería que es el cohete, aunque ya había sido utilizado anteriormente en formas muy primitivas por ejemplo en China desde el siglo XIII o en la India contra los británicos en el siglo XVIII, los británicos lo adoptaron como arma incendiaria y por sus capacidades más psicológicas que reales contra la infantería, al menos en ese momento, y en el siglo XIX se siguió estudiando y mejorando sobre todo para que tras el lanzamiento mantuviera una trayectoria regular y aumentar su capacidad destructiva. Incluso en la primera Guerra Mundial se emplearon cohetes en aviación de forma limitada.
El cohete, a diferencia del misil, carece de un sistema de guiado posterior a su lanzamiento. Se emplea como arma de saturación, para arrasar completamente una zona, con cabezas de alto explosivo, incendiarias, etc... Para eso se montan varios cohetes en un sistema de guiado mediante raíles o tubos y todo el conjunto sobre un vehículo o plataforma móvil, se apunta al área que se quiere destruir y se disparan simultáneamente mediante un sistema eléctrico. Los clásicos cohetes rusos katiusha de la segunda Guerra Mundial sobre camiones se siguen empleando actualmente en versiones modernas. Incluso ejércitos como el norteamericano, que durante décadas despreciaron el uso de cohetes como un arma tosca, propia de ejércitos anticuados, han incorporado en los últimos años vehículos que permiten lanzar o una cantidad determinada de cohetes para saturar un área determinada, o sustituir los cohetes por dispositivos lanzamisiles, estos con guía después del lanzamiento.