BERLÍN.- Este jueves, un Dornier 328 de Cirrus Airlines despegará de las pistas de Tempelhof por la noche poniendo fin a 85 años de emocionante historia. Cientos de personas se han despedido este miércoles del aeropuerto de Tempelhof, el mítico enclave construido por Hitler en el corazón de Berlín y que se hizo famoso cuando, en plena Guerra Fría, el bloqueo soviético obligó al Berlín occidental a sobrevivir gracias al puente aéreo.
Calificado como "la madre de todos los aeropuertos" por el arquitecto Norman Foster, es el aeropuerto en activo más antiguo de Europa, situado en pleno casco urbano berlinés. El deficitario Tempelhof fue construido en 1909 y explotado a partir de 1923, aunque su mastodóntica terminal se construyó entre 1936 y 1941 por reos condenados a trabajos forzosos bajo las órdenes del arquitecto de Hitler Albert Speer. La terminal de 1,2 kilómetros de largo era utilizada con frecuencia por el Führer.
Pero el aeropuerto se convirtió en un poderoso símbolo de la Guerra Fría durante el bloqueo de Berlín occidental, en 1948. El Bloque Occidental respondió al movimiento soviético suministrando mediante un puente aéreo más de dos millones de toneladas de comida y otros bienes, que durante casi un año eran enviados religiosamente a Tempelhof.
La mayor operación humanitaria aérea
Para la memoria colectiva, Tempelhof está ligado a las imágenes de los niños berlineses esperando a los bombardeos 'Rosinenbomber', los llamados "bombarderos de las pasas secas" con los brazos al aire. Los aviones aliados se ganaron ese apodo por las golosinas que los pilotos tiraban desde el aire, en el puente aéreo aliado que alimentó al sector oeste durante 462 días, entre el 26 de junio de 1948 y el 12 de mayo de 1949.
El aeropuerto, en la actualidad. (Foto: REUTERS)
Fue la mayor operación humanitaria aérea de la historia: 2,3 millones de toneladas de alimentos, carbón y medicinas, 280.000 vuelos, a un ritmo 90 segundos. Al despegue del Dornier —último vuelo regular de Tempelhof— le seguirá este jueves, precisamente, la partida de un par de ejemplares de museo de aquellos 'Rosinenbomber' rumbo a otro aeropuerto berlinés.
El deficitario Tempelhof ha seguido hasta hoy funcionando como aeropuerto comercial, pero el pasado abril se selló su destino después de la celebración de un fallido referéndum que se proponía impedir su cierre. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, se manifestó en contra del cierre del mítico aeródromo. Todavía no está claro qué ocurrirá con el aeropuerto, que todavía despierta las emociones de muchos berlineses.
"Tengo 85 años, los mismos que el aeropuerto. Ahora que el tiempo del aeropuerto se acaba, puede que el mío también", dice Ursula Wellnitz, mientras miraba conmovida por la ventana la pista de aterrizaje. Wellnitz es una de los cientos de personas que se han acercado este miércoles al aeropuerto para darle el último adiós.
El edificio de hangares vacíos en el que desde hace años reinaba un silencio sepulcral, volvió a recordar este miércoles los tiempos en los que era uno de los más frecuentados aeropuertos del mundo. La mayoría de los mostradores de facturación seguían cerrados y apenas se anunciaban vuelos, pero cientos de personas con cámaras de fotos y de vídeo se agolpaban en el enorme hall para echar el último vistazo al legendario edificio, el más grande de Alemania.
Las cadenas de radio y televisión han organizado concursos en los que el premio era un billete en alguno de los últimos vuelos de Tempelhof, mientras artículos con titulares como "Trágico final" han salpicado los periódicos locales.
Pocos pasajeros y mucha contaminación
Desde la caída del muro de Berlín en 1989, en la capital han funcionado tres aeropuertos, Schoenefeld, Tegel y Tempelhof. Desde que Tegel abrió en 1975, Tempelhof ha ido perdiendo pasajeros progresivamente y de los casi 20 millones que usaron los tres aeropuertos de Berlín en 2007, menos de 350.000 pasaron por él.
El enclave histórico se ubica además en medio de la ciudad, lo que supone una importante contaminación ambiental y además impide la ampliación de las pistas y terminales, por lo que a él no pueden llegar las grandes aeronaves modernas como el Airbus A340 o el Boeing 747 y ha pasado a ser utilizado casi exclusivamente por políticos y gente adinerada, que con frecuencia vuela en sus jets privados.
Asimismo, se ha iniciado la construcción del Berlin Brandenburg International (BBI), que estará listo en 2011 cerca de Schoenefeld. "Nuestro futuro está en el BBI", dijo en abril el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit. El regidor espera que el nuevo aeropuerto cree 40.000 empleos.
Para algunos, los beneficios económicos del nuevo aeropuerto no son motivo suficiente para echar el cierre a Tempelhof, uno de los aeropuertos en activo más antiguos del mundo y un poderoso símbolo de la amistad germano-estadounidense.
"Nací en medio del puente aéreo de 1948 y me rompe el corazón ver que se cierra este lugar", dice otro visitante, Andreas Schoenefeld. "Aunque comparto mi nombre con [el aeropuerto] Schoenefeld, nunca habrá un lugar en mi corazón como el de Tempelhof".
Calificado como "la madre de todos los aeropuertos" por el arquitecto Norman Foster, es el aeropuerto en activo más antiguo de Europa, situado en pleno casco urbano berlinés. El deficitario Tempelhof fue construido en 1909 y explotado a partir de 1923, aunque su mastodóntica terminal se construyó entre 1936 y 1941 por reos condenados a trabajos forzosos bajo las órdenes del arquitecto de Hitler Albert Speer. La terminal de 1,2 kilómetros de largo era utilizada con frecuencia por el Führer.
Pero el aeropuerto se convirtió en un poderoso símbolo de la Guerra Fría durante el bloqueo de Berlín occidental, en 1948. El Bloque Occidental respondió al movimiento soviético suministrando mediante un puente aéreo más de dos millones de toneladas de comida y otros bienes, que durante casi un año eran enviados religiosamente a Tempelhof.
La mayor operación humanitaria aérea
Para la memoria colectiva, Tempelhof está ligado a las imágenes de los niños berlineses esperando a los bombardeos 'Rosinenbomber', los llamados "bombarderos de las pasas secas" con los brazos al aire. Los aviones aliados se ganaron ese apodo por las golosinas que los pilotos tiraban desde el aire, en el puente aéreo aliado que alimentó al sector oeste durante 462 días, entre el 26 de junio de 1948 y el 12 de mayo de 1949.
El aeropuerto, en la actualidad. (Foto: REUTERS)
Fue la mayor operación humanitaria aérea de la historia: 2,3 millones de toneladas de alimentos, carbón y medicinas, 280.000 vuelos, a un ritmo 90 segundos. Al despegue del Dornier —último vuelo regular de Tempelhof— le seguirá este jueves, precisamente, la partida de un par de ejemplares de museo de aquellos 'Rosinenbomber' rumbo a otro aeropuerto berlinés.
El deficitario Tempelhof ha seguido hasta hoy funcionando como aeropuerto comercial, pero el pasado abril se selló su destino después de la celebración de un fallido referéndum que se proponía impedir su cierre. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, se manifestó en contra del cierre del mítico aeródromo. Todavía no está claro qué ocurrirá con el aeropuerto, que todavía despierta las emociones de muchos berlineses.
"Tengo 85 años, los mismos que el aeropuerto. Ahora que el tiempo del aeropuerto se acaba, puede que el mío también", dice Ursula Wellnitz, mientras miraba conmovida por la ventana la pista de aterrizaje. Wellnitz es una de los cientos de personas que se han acercado este miércoles al aeropuerto para darle el último adiós.
El edificio de hangares vacíos en el que desde hace años reinaba un silencio sepulcral, volvió a recordar este miércoles los tiempos en los que era uno de los más frecuentados aeropuertos del mundo. La mayoría de los mostradores de facturación seguían cerrados y apenas se anunciaban vuelos, pero cientos de personas con cámaras de fotos y de vídeo se agolpaban en el enorme hall para echar el último vistazo al legendario edificio, el más grande de Alemania.
Las cadenas de radio y televisión han organizado concursos en los que el premio era un billete en alguno de los últimos vuelos de Tempelhof, mientras artículos con titulares como "Trágico final" han salpicado los periódicos locales.
Pocos pasajeros y mucha contaminación
Desde la caída del muro de Berlín en 1989, en la capital han funcionado tres aeropuertos, Schoenefeld, Tegel y Tempelhof. Desde que Tegel abrió en 1975, Tempelhof ha ido perdiendo pasajeros progresivamente y de los casi 20 millones que usaron los tres aeropuertos de Berlín en 2007, menos de 350.000 pasaron por él.
El enclave histórico se ubica además en medio de la ciudad, lo que supone una importante contaminación ambiental y además impide la ampliación de las pistas y terminales, por lo que a él no pueden llegar las grandes aeronaves modernas como el Airbus A340 o el Boeing 747 y ha pasado a ser utilizado casi exclusivamente por políticos y gente adinerada, que con frecuencia vuela en sus jets privados.
Asimismo, se ha iniciado la construcción del Berlin Brandenburg International (BBI), que estará listo en 2011 cerca de Schoenefeld. "Nuestro futuro está en el BBI", dijo en abril el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit. El regidor espera que el nuevo aeropuerto cree 40.000 empleos.
Para algunos, los beneficios económicos del nuevo aeropuerto no son motivo suficiente para echar el cierre a Tempelhof, uno de los aeropuertos en activo más antiguos del mundo y un poderoso símbolo de la amistad germano-estadounidense.
"Nací en medio del puente aéreo de 1948 y me rompe el corazón ver que se cierra este lugar", dice otro visitante, Andreas Schoenefeld. "Aunque comparto mi nombre con [el aeropuerto] Schoenefeld, nunca habrá un lugar en mi corazón como el de Tempelhof".