Rusia conmemora el 10 aniversario de la tragedia del submarino nuclear Kursk
San Petersburgo (Rusia), 12 de agosto, Rusia conmemora hoy con actos solemnes y oficios religiosos el décimo aniversario del hundimiento del submarino nuclear Kursk, la mayor tragedia de la Armada de Guerra de Rusia.
Considerado orgullo de la Armada y calificado de indestructible por los infantes de marina rusos, el submarino Kursk naufragó el 12 de agosto de 2000 durante maniobras navales en mar de Barents, a 157 kilómetros de la base de Severomorsk, ocasionado la muerte de sus 118 tripulantes.
En ocasión del aniversario todas las Flotas de la Armada de Rusia (Pacífico, mar del Norte y mar Negro) recordarán la tragedia con actos solemnes, ofrendas florales en monumentos conmemorativos y oficios religiosos en bases de la flota y en varias ciudades del país.
En San Petersburgo al menos 200 familiares de los fallecidos y representantes diplomáticos militares de Estados Unidos, Inglaterra y Noruega, asistirán a actos conmemorativos organizados por el comando de la bases de la marina de guerra, asociaciones de veteranos y otras instituciones castrenses.
Al medio día, también está previsto un oficio religioso en la Catedral Naval de san Nicolás y la Epifanía oficiado por el arcipreste Bogdán. En esta catedral se erigió una ermita en memoria de la tripulación del Kursk.
En el cementerio de Seramimovski, donde se encuentran sepultados 32 tripulantes del Kursk tendrá lugar un acto conmemorativo con ofrendas florales, salvas y guardia de honor.
En la ciudad de Múrmasnk, base principal de la flota del Norte, también se celebrarán actos conmemorativos con la asistencia de representantes del gobierno, organizaciones sociales y religiosas.
Según la investigación oficial, la catástrofe del Kursk ocurrió a las 11 horas 28 minutos y 26,5 segundos por la detonación de un torpedo de instrucción sin carga explosiva en la cuarta sección de la sala de munición.
Dos minutos más tarde ocurrió una segunda explosión más violenta que prácticamente destrozó la proa del sumergible, lo que determinó su hundimiento.
Tras esa explosión murieron instantáneamente los tripulantes de la primera a la quinta sesión, y el resto de marinos se refugiaron en la novena sección, donde murieron por asfixia horas después.
En el curso de la investigación que duró más de dos años, los expertos estudiaron 18 versiones posibles del naufragio desde la colisión con otro submarino ruso o extranjero, hasta que el Kursk se hundió por un torpedo disparado por error por barcos rusos durante las maniobras.
También se analizó la posibilidad de atentado terrorista, una acción de sabotaje por algunos de los tripulantes, el choque contra una mina de la II Guerra Mundial o un accidente en el interior del submarino.
El naufragio del Kursk, fue seguido minuto a minuto por la sociedad rusa y todo el mundo, y supuso un duro golpe al prestigio de Rusia como potencia militar.
El obcecado secretismo con que la cúpula militar intentó ocultar las dimensiones reales de la catástrofe socavó la confianza de la población en las autoridades, que aceptaron la ayuda internacional cuando ya era demasiado tarde.
Los altos mandos militares rusos se apresuraron a asegurar que las explosiones ocasionaron la muerte inmediata de la mayoría de los 118 tripulantes.
Pero posteriormente se supo por cartas póstumas escritas por algunos de los marinos que decenas sobrevivieron a los primeros momentos del naufragio y tuvieron una muerte espantosa esperando una ayuda que nunca llegó.
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Transcurridos diez años, persisten las dudas sobre la tragedia del Kursk
Hace exactamente diez años, el 12 de agosto de 2000, el submarino nuclear K-141 Kursk, orgullo de la Marina de Guerra de Rusia naufragó en el mar de Barents.
Para aquellas fechas, el Kursk era uno de los submarinos más modernos de la Flota rusa. Perteneciente al proyecto 949A, el Kursk comenzó a construirse en 1990, fue botado en mayo de 1994, como sumergible imbatible destinado a la lucha contra buques enemigos de grandes dimensiones, fundamentalmente portaaviones.
El naufragio de este submarino, a bordo del cual se encontraban 118 efectivos, constituye la mayor catástrofe en la historia de la flota rusa de submarinos. El Kursk se hundió cuando navegaba a una profundidad de más de cien metros, a unas 108 millas de la bahía de Kola, durante maniobras con buques de superficie y aviones de la Flota del Norte.
Según la versión oficial, el accidente se produjo por la explosión de un torpedo 65-76A en el tubo de lanzamiento nº 4, lo cual provocó el estallido de los demás torpedos. La investigación que se llevó a cabo determinó que la primera explosión se produjo debido a una fuga de hidrógeno por una microgrieta en las paredes del torpedo, deteriorado a consecuencia de mantenimiento inadecuado.
La versión oficial afirma también que la tripulación falleció en las siete u ocho horas que siguieron a esa explosión. Sin embargo, en el diario de a bordo del crucero Pedro el Grande, que se encontraba en la zona del accidente, quedaron testimonios de que se escucharon golpes dentro del submarino hasta las 11.08 del 14 de agosto, es decir, casi dos días después de la explosión.
Si esto es así y teniendo en cuenta que la falta de medios de salvamento propios fue reconocida casi inmediatamente, ¿por qué entonces las autoridades políticas y militares de Rusia rechazaron durante tanto tiempo la ayuda internacional?
Pero volvamos a las causas de esa primera explosión en el Kursk. A parte de la oficial, existen otras versiones de lo ocurrido que indican que el accidente se produjo por un choque contra otro submarino e incluso que pudo haber sido alcanzado por un torpedo lanzado por un submarino de Estados Unidos.
En su momento, se informó de la presencia en la zona de maniobras de al menos tres submarinos nucleares extranjeros; se dijo que se habían encontrado boyas de emergencia de fabricación occidental hundidas, y que se había descubierto un submarino no identificado en la zona de la tragedia.
En días posteriores al naufragio del Kursk, se informó también de que un submarino nuclear estadounidense averiado había entrado en un puerto noruego: al respecto, algunos periódicos publicaron imágenes obtenidas por satélite cuya autenticidad nunca pudo ser comprobada. De esta manera, la carencia de pruebas de otro tipo, descarta la versión de un choque entre submarinos como la causa principal de la tragedia del Kursk.
Y a pesar de todo, no cabe ninguna duda de que había submarinos de otros países en la zona donde se realizaban las maniobras del los buques rusos, porque era una práctica vigente desde los tiempos de la Guerra Fría y que continuó después de la disolución de la Unión Soviética.
La presunta implicación extranjera en el accidente del Kursk es también un elemento primordial para aquellos que sustentan la versión según la cual el sumergible ruso fue torpedeado por un submarino estadounidense. Según esta versión, compartida por algunos especialistas rusos, el Kursk fue alcanzado por torpedos disparados desde el submarino estadounidense Memphis, cuyo capitán interpretó la apertura de los tubos de lanzamiento del Kursk (una de las fases de las maniobras rusas) como un acto de agresión, cuando los dos submarinos se encontraban muy cerca el uno del otro.
Otros argumentos a favor de la "pista extranjera" tienen relación con una serie intensa de contactos al más alto nivel entre Rusia y EEUU que se produjeron inmediatamente después del naufragio del Kursk y que incluyó una imprevista conversación telefónica entre los presidentes de los EE.UU. y de Rusia, Vladimir Putin y Bill Clinton, y una visita urgente y no planificada del Director de la CIA, George Tenet, a Moscú el 17 de agosto de 2000.
Inmediatamente después de estas visitas, funcionarios militares de alto rango rusos cesaron de golpe los comentarios en el sentido de que el hundimiento del Kursk se debió a una colisión o ataque de un submarino nuclear extranjero; y Rusia consiguió la cancelación de la deuda con Estados Unidos por un monto de de 10.000 millones de dólares.
El argumento principal que juega en contra de esta versión es el amplísimo círculo de personas que estuvieron enteradas de lo ocurrido. Como mínimo, el alto mando de las flotas norteamericana, británica, noruega y rusa, las autoridades políticas de estos países, el personal de la base militar de Bergen (Noruega), la tripulación total de al menos un submarino estadounidense (Memphis o Toledo) y la tripulación del crucero Pedro el Grande, que se encontraba en las inmediaciones del lugar y cuyos aparatos acústicos recogieron todo lo que sucedía en el Kursk.
Esta versión implica la existencia de una hermética y segura conspiración de silencio por parte de miles de personas en todo el mundo, por lo que pensamos que los expertos en conspiraciones deben estudiar la posibilidad de esta tesis que en la práctica, se perfila como irrealizable.
Es mucho más verosímil la versión del mal estado en el que se encontraba el torpedo 65-76, que además de defectos originales de diseño, explotó por las precarias condiciones de mantenimiento como consecuencia de la decadencia de la flota de guerra tras la disolución de la URSS. Esta versión que figura como la versión oficial, es compartida además por muchos expertos en la materia.
Además, hay que tener en cuenta otros aspectos que constituyen sin duda las precondiciones del accidente: los recursos económicos más que escasos asignados entonces a la Flota de guerra, los salarios de miseria que recibían los oficiales, la falta de infraestructura básica en forma de bases militares, talleres de reparación y mantenimiento y viviendas dignas para los militares.
En condiciones semejantes, los militares tienden a estar más preocupados de su propia supervivencia que cumplir sus obligaciones profesionales.
El año 2000 se puede considerar el del cambio de tendencia en la atención de nuestro país hacia su Flota militar: desde ese momento, su presupuesto no ha dejado de crecer. Hay que confiar en que no se quede en el papel la prometida renovación de la Flota, que incluiría la atención a las unidades submarinas.
Por último, queda la versión de un enfrentamiento entre submarinos bajo las aguas, posibilidad que hasta el momento, sigue sin estar sometida a ningún tipo de limitación.
Las maniobras marítimas y aéreas están sometidas a un estricto control en virtud de los acuerdos soviético-norteamericanos, pero no ocurre lo mismo con los movimientos de los submarinos, que no están limitados de ningún modo.
En estas condiciones, el riesgo de choque entre sumergibles que se vigilan mutuamente -en ocasiones a una distancia de unas pocas decenas de metros- es muy alto.
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