A lo largo de este año, la Argentina desarrolló una intensa y sostenida actividad en la Antártida, enmarcada principalmente en la Campaña Antártica de Verano 2024/25 y en el mantenimiento anual de sus bases permanentes y temporarias. Las operaciones abarcaron desde el sostenimiento logístico y el relevo de dotaciones, hasta la ampliación de la infraestructura, consolidando una presencia continua en uno de los entornos más exigentes del planeta.

Principales actividades
El eje central de estas acciones fue el despliegue del rompehielos ARA Almirante Irízar, que actuó como principal plataforma logística y operativa. Desde este buque se articularon las tareas de abastecimiento de combustibles, víveres y materiales a las bases antárticas conjuntas Orcadas, San Martín, Esperanza, Carlini, Petrel, Marambio y Belgrano II, además del repliegue de residuos y personal.
Estas operaciones se complementaron con el transporte de carga general, científica y refrigerada, y con el traslado de investigadores de la Dirección Nacional del Antártico, lo que permitió sostener de manera simultánea la actividad logística y la labor científica. El buque logístico ARA Patagonia reforzó este esquema al asegurar el suministro de combustibles y el traslado de estructuras destinadas a obras de infraestructura, además de participar en maniobras de reabastecimiento en el mar.

Una mejora en la infraestructura y las capacidades del país
Un aspecto destacado del año fue el avance en la reactivación de la Base Antártica Petrel, considerada un punto estratégico para la proyección argentina en la Península Antártica. Esta instalación se está desarrollando en la Isla Dundee como parte de una iniciativa del Ministerio de Defensa destinada a fortalecer la infraestructura antártica y optimizar las capacidades operativas.
Durante 2025 se registraron progresos sostenidos en la construcción y montaje de nuevos módulos habitacionales y de servicios llevados adelante por Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR) y Tandanor, así como en la recuperación de instalaciones preexistentes. Estas tareas incluyeron la restauración de hangares, usinas y depósitos, y la remoción de residuos históricos.
En paralelo, se avanzó de manera significativa en la puesta a punto de la pista de aterrizaje, lo que permitió la operación regular de aeronaves de ala fija y sentó las bases para futuras operaciones con aviones de mayor porte, como el C-130 Hércules.

En el plano aéreo, el año marcó un punto de inflexión con la recuperación de capacidades que no se ejercían desde hacía décadas. La Armada Argentina retomó operaciones con aeronaves de ala fija mediante el empleo de aviones Beechcraft TC-12B Hurón, utilizados tanto para vuelos logísticos como para evacuaciones sanitarias desde la Base Petrel. La última vez que se habia registrado un vuelo previamente operó con aeronaves de ala fija de la Armada fue entre 1967 y 1972, desde la antigua “Estación Aeronaval Petrel”, que sufrió un incendio que limitó su actividad a la temporada de verano.
La Fuerza Aérea Argentina, por su parte, consolidó la operación del Saab 340 en el ambiente antártico, incluyendo la realización de la primera evacuación aeromédica desde la Antártida con este tipo de aeronave. Estas acciones ampliaron el abanico de opciones para el traslado de personal y la respuesta ante emergencias, reduciendo los tiempos de evacuación y fortaleciendo el sistema de apoyo a las bases.

El sostenimiento de las operaciones en superficie y en el aire se apoyó de manera decisiva en los helicópteros Sea King, que desempeñaron un rol central en el transporte de personal, materiales, combustibles y residuos entre el rompehielos y las bases. A lo largo de la campaña, estas aeronaves operaron de forma continua en condiciones meteorológicas complejas, posibilitando el relevo de dotaciones, el apoyo a la investigación científica y la ejecución de misiones de búsqueda y rescate. La integración de los Sea King al Grupo Aeronaval Embarcado del Almirante Irízar volvió a confirmar su condición de vector logístico indispensable para la operación antártica argentina.
En materia de seguridad y control marítimo, la Armada Argentina desplegó medios de vigilancia de largo alcance, destacándose la utilización del avión P-3C Orion para el monitoreo de áreas sensibles de la Península Antártica y las Islas Orcadas del Sur. Estas misiones permitieron detectar y registrar la presencia de embarcaciones en aguas de interés, contribuyendo al control de la actividad marítima y a la preservación de los recursos vivos marinos. Al mismo tiempo, se llevaron a cabo operaciones de búsqueda y rescate, entre las que sobresalió la asistencia al buque chileno Betanzos, remolcado en condiciones meteorológicas adversas y con posterior evacuación de sus tripulantes.


Cooperación regional
La cooperación regional e internacional fue un componente constante de la actividad antártica argentina durante 2025. La Patrulla Antártica Naval Combinada, desarrollada junto a la Armada de Chile, volvió a constituirse como un mecanismo clave para garantizar la seguridad de la navegación, la salvaguarda de la vida humana en el mar y la protección del medio ambiente en una región de creciente actividad científica y turística.
A estas acciones se sumaron instancias de cooperación científica y logística con otros países, incluyendo el apoyo a programas antárticos extranjeros y el intercambio de experiencias operativas, como ocurrió con la participación de la Fuerza Aeroespacial Colombiana en actividades desarrolladas desde la Base Marambio.
Adicionalmente, no todas las actividades tuvieron objetivos científicos, sino que otras tuvieron objetivos humanitarios como en el mes de marzo cuando el aviso ARA “Bahía Agradable” (A-23) de la Armada Argentina, que se encontraba realizando la Patrulla Antártica Naval Combinada (PANC), recibió la orden de acudir al rescate del buque chileno M/V “Betanzos”, que se encontraba a la deriva al norte de la isla Livingston, en el archipiélago de las Shetland del Sur.


En paralelo a las operaciones en el continente blanco, se llevaron adelante actividades de adiestramiento y preparación en territorio continental, como el Ejercicio Glaciar 2025, orientado a entrenar a las tripulaciones y al personal en condiciones similares a las que se enfrentan en la Antártida. Estas instancias permitieron afianzar procedimientos de abastecimiento, evacuación sanitaria y búsqueda y rescate, asegurando un nivel de alistamiento adecuado para las campañas futuras.
Conclusiones
En conjunto, el desempeño argentino en la Antártida durante 2025 se caracterizó por la continuidad operativa, la recuperación y ampliación de capacidades logísticas y aéreas, y el avance sostenido en infraestructura estratégica. Las acciones desarrolladas permitieron mantener el funcionamiento regular de las bases, apoyar de manera efectiva la actividad científica y responder a situaciones de emergencia, tanto propias como de terceros países.
De este modo, la Argentina consolidó una presencia efectiva en el continente blanco, respaldada por medios propios, cooperación regional y una planificación orientada a fortalecer su proyección antártica en los años venideros, situación que buscará continuar ampliando y perfeccionando sus habilidades con las futuras operaciones sobre el continente blanco.
*Imágenes obtenidas de la Armada Argentina – Imagen de portada obtenida de Casa Rosada.
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