La participación de oficiales de la Armada de Chile como inspectores en el Fleet Operational Standards and Training (FOST) del Reino Unido no es un hito aislado ni meramente técnico. Se trata de una señal estratégica de alto valor operativo y político-militar, que posiciona a Chile no solo como receptor de entrenamiento, sino como proveedor de estándares en uno de los sistemas de certificación naval más exigentes del mundo.
Que los Capitanes de Corbeta Marcelo Caro y Francisco Widow hayan integrado equipos de inspección responsables de evaluar y certificar unidades de la Royal Navy y marinas aliadas habla de un nivel de confianza poco frecuente. En FOST no se observa: se examina, se exige y se decide si un buque está o no en condiciones de operar en escenarios de alta intensidad. En ese contexto, la presencia de oficiales chilenos como evaluadores es una validación directa del profesionalismo alcanzado por la Armada de Chile.
FOST es, en términos prácticos, un “filtro operativo”. Sus procesos ponen a prueba a buques y dotaciones en navegación, maniobra, control de averías, incendios, defensa NBQ (CBRNDC) y conducción táctica bajo estrés continuo. No se trata de ejercicios demostrativos, sino de escenarios diseñados para forzar errores, detectar debilidades y corregirlas antes de un eventual despliegue real.
En este marco, el Capitán de Corbeta Caro actuó en el área de Control de Averías, Incendios y Defensa NBQ, un ámbito crítico en conflictos modernos donde la supervivencia del buque depende de la reacción inmediata de su dotación. Por su parte, el Capitán de Corbeta Widow evaluó Navegación y Maniobras, un dominio donde la precisión, la toma de decisiones y la disciplina operativa marcan la diferencia entre seguridad y riesgo operacional.
El espectro de unidades certificadas —desde buques auxiliares hasta portaaviones— refuerza la magnitud del desafío. No es lo mismo evaluar una corbeta que operar dentro del complejo entramado operativo de un grupo aeronaval, donde cada error se multiplica en efectos.
De alumnos a referentes
Uno de los elementos más relevantes de esta experiencia es el cambio de rol. Tradicionalmente, marinas medianas participan en sistemas de entrenamiento liderados por potencias navales como aprendices. En este caso, oficiales chilenos lideran equipos multinacionales, integrados por inspectores británicos, alemanes, noruegos, daneses, holandeses y australianos.
Este detalle no es menor. En ambientes altamente profesionalizados como FOST, la autoridad no se impone por jerarquía formal, sino por credibilidad técnica. La capacidad de los oficiales chilenos para sostener el nivel de exigencia requerido confirma que la Armada de Chile ha logrado internalizar estándares OTAN y proyectarlos hacia terceros.
Una relación con raíces profundas
La cooperación entre la Armada de Chile y el Reino Unido no es reciente. Tiene una dimensión histórica estructural que ayuda a entender por qué hoy oficiales chilenos pueden desempeñarse con naturalidad en un sistema como FOST.
Desde el siglo XIX, la influencia británica fue decisiva en la formación naval chilena. La figura de Lord Thomas Cochrane, primer Comandante en Jefe de la Escuadra Nacional, no solo aportó victorias militares, sino una cultura profesional basada en disciplina, iniciativa y dominio del mar. Décadas más tarde, la adquisición del acorazado “Almirante Latorre”, construido en astilleros británicos, consolidó una relación tecnológica y doctrinaria que marcó a generaciones de oficiales.
En el siglo XX y XXI, esa relación evolucionó hacia el entrenamiento conjunto, la interoperabilidad y el intercambio profesional. La participación sostenida de oficiales chilenos en FOST por más de una década es una expresión moderna de ese vínculo histórico, ahora adaptado a los desafíos de la guerra naval contemporánea.
Impacto estratégico para Chile
Desde una perspectiva externa y analítica, esta experiencia tiene efectos que van más allá del prestigio institucional. Primero, eleva el capital humano de la Armada de Chile, incorporando lecciones aprendidas directamente desde el núcleo del entrenamiento naval europeo. Segundo, fortalece la interoperabilidad con marinas aliadas, un factor clave en operaciones multinacionales de seguridad marítima. Y tercero, proyecta a Chile como un actor confiable, capaz de contribuir activamente a la estabilidad marítima global.
En un escenario internacional marcado por el aumento de tensiones navales, la protección de rutas marítimas y la creciente complejidad tecnológica, contar con oficiales que no solo operan, sino que certifican capacidades ajenas, es un multiplicador estratégico.
La presencia chilena en FOST no es un gesto simbólico. Es la confirmación de que la Armada de Chile ha alcanzado un nivel de madurez profesional que le permite jugar en las ligas mayores del poder naval, aportando experiencia, liderazgo y estándares en uno de los entornos más exigentes del mundo. Para Chile, y para su proyección marítima, ese es un activo de largo plazo.
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