Por primera vez en mucho tiempo, la construcción naval chilena tiene un punto fijo en el horizonte. En Talcahuano, donde ASMAR suele mezclar tradición con la eterna urgencia de modernizarse, el proyecto Escotillón IV de la Armada de Chile empieza a tomar forma no en discursos, sino en acero real. Y ese acero tiene nombre: “Magallanes”, el primer buque multipropósito de una serie que busca algo más ambicioso que reemplazar plataformas envejecidas. Busca instalar continuidad y estandarización de una plataforma nacional para tareas logísticas, humanitarias, transporte de personal y operaciones en zonas remotas.

En simple, una “columna vertebral multipropósito” diseñada y construida en casa.

Proyecto Escotillón

La clave está en el matiz: no es adquirir, es producir, y hacerlo con un ritmo que permita sostener capacidades tecnológicas y humanas en el astillero. El Escotillón IV es la base sobre la cual la Armada proyecta un salto mayor: fragatas propias hacia la década de 2030. Pero para llegar allá hay que demostrar que Chile puede sostener procesos industriales largos sin interrupciones políticas ni presupuestarias.

Durante el encuentro REDES de ASEM Biobío, Pablo Herrmann Sivers, jefe del departamento de subcontratos de ASMAR Talcahuano, soltó el dato que muchos esperaban: el “Magallanes” está prácticamente listo para tocar el agua. Un hito que será la foto del primer semestre de 2026.

Lo interesante no es solo la botadura, sino lo que revela: mientras este primer buque avanza hacia su etapa final de construcción en grada, la primera plancha del segundo ya fue cortada en 2025. Una señal de que ASMAR decidió romper el viejo problema de los “valles productivos” y empujar frentes en paralelo.

Escotillón ASMAR

La otra mitad del proyecto: construir un ecosistema

El Escotillón IV está moviendo algo que cuesta ver en los comunicados oficiales, pero que en la práctica es crítico. La articulación con Pymes del Biobío, especialmente aquellas con soluciones en sustentabilidad y manejo de residuos, un área donde ASMAR planea implementar un nuevo plan integral en 2026.

Si Chile quiere sostener programas de complejidad creciente —y eventualmente diseñar y ensamblar fragatas— no basta con un astillero fuerte. Se necesita un ecosistema regional activo, con proveedores capaces de responder rápido, innovar y crecer junto a los programas.

Cuando el “Magallanes” entre al agua no será solo un acto naval. Será un barómetro político.

Si la serie completa —cuatro unidades— se construye sin interrupciones, Chile podría cerrar por primera vez en décadas un ciclo industrial naval completo. La presencia de autoridades en los hitos de corte de plancha confirma apoyo, sí, pero la verdadera prueba será mantener ese respaldo a través de varios presupuestos y varios gobiernos.

La “Magallanes” no será recordada solo por sus capacidades, sino por lo que habilita, ya que para la Armada, significa modernización concreta y reducción de dependencia externa.

Por su parte, para ASMAR, es un salto industrial que puede convertirlo en un actor regional. Y Para el país, es la prueba de que la defensa puede generar capacidades duales útiles en emergencias, logística y operaciones de soberanía.

La “Magallanes” llegará al agua en 2026. Ese será el inicio visible, pero lo verdaderamente decisivo vendrá después: integrar sistemas, entregar la unidad, avanzar con sus hermanas y dar el salto hacia proyectos mayores.

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Rodolfo Neira Gachelin
Periodista bilingüe, Magíster en Comunicación y Diplomado en Seguridad y Defensa de las academias de Guerra del Ejército y de la Fuerza Aérea de Chile.

1 COMENTARIO

  1. El artículo destaca muy bien un punto que suele pasar desapercibido: la construcción naval en Chile se ha transformado, en las últimas décadas, en un verdadero motor de desarrollo tecnológico e industrial.

    La botadura del “Magallanes” no es solo un hito para una institución o una región; es la demostración de que el país ha sido capaz de consolidar capacidades de diseño, ingeniería y producción que repercuten mucho más allá del ámbito naval. Proyectos de esta escala generan empleos de alta especialización, impulsan la formación técnica, dinamizan polos productivos y abren oportunidades para empresas proveedoras de tecnologías avanzadas en toda la región.

    Cuando vemos acero transformado en capacidad, conocimiento y valor para múltiples sectores, entendemos que este tipo de iniciativas no solo reemplazan plataformas: construyen futuro industrial.

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