El presidente ruso, Vladimir Putin, aprovechó la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) en Biskek para dar un nuevo paso en la “militarización” del bloque liderado por Moscú y propuso un programa con armas rusas de última generación. Ante sus pares de Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán –con Armenia con la participación suspendida desde 2024– el mandatario propuso lanzar “un programa de gran escala” para equipar a las fuerzas colectivas con armamento y equipos rusos “modernos” que ya habrían demostrado su eficacia “en combate real”.

Imagen cortesía de TASS

La iniciativa se inscribe en la agenda de Rusia de consolidarse como proveedor casi exclusivo de capacidades militares avanzadas para sus aliados, en un contexto marcado por la guerra en Ucrania y la creciente confrontación con la OTAN, más aún dentro de la OTSC.
Principalmente, porque esta es una alianza militar creada en 2002 como “respuesta” postsoviética a la OTAN que reúne a Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, mientras que Armenia congeló de facto su participación y dejó de financiar al bloque tras denunciar su inacción frente a Azerbaiyán.

Sobre el rol, el tratado incluye una cláusula de defensa colectiva similar al artículo 5 de la OTAN: un ataque contra uno se considera un ataque contra todos. En la práctica, el dispositivo militar conjunto se traduce en fuerzas de reacción rápida, grupos regionales y contingentes de paz, que Moscú ya ensayó en intervenciones puntuales como el despliegue en Kazajistán en 2022. En ese marco, el anuncio de Putin apunta a homogeneizar y modernizar el equipamiento de esas fuerzas colectivas con armamento ruso, reforzando la interoperabilidad bajo estándares doctrinarios de Moscú.

Armas “probadas en combate” y ejercicios conjuntos

En su intervención en Biskek, Putin vinculó el programa de reequipamiento con la organización de “una serie de ejercicios conjuntos” destinados a elevar el alistamiento de las unidades nacionales y mejorar el mando y control de las fuerzas colectivas. Además, planteó como prioridad el perfeccionamiento de los mecanismos de despliegue de fuerzas de paz, el fortalecimiento de la defensa aérea y la aviación de la OTSC.

Líderes de los Estados miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC): (de izquierda a derecha) el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, el presidente kazajo Kassym-Jomart Tokayev, el presidente kirguís Sadyr Japarov, el primer ministro armenio Nikol Pashinyan, el presidente ruso Vladimir Putin, el presidente tayiko Emomali Rahmon y el entonces secretario general de la OTSC Stanislav Zas—posan para una foto de grupo durante una ceremonia de bienvenida en Ereván, Armenia, el 23 de noviembre de 2022, antes de la cumbre de la OTSC. Créditos: Britannica

El propio Kremlin viene trabajando desde hace años en planes para dotar a las tropas de la OTSC de sistemas más avanzados, pero ahora el mensaje se actualiza con la experiencia acumulada en el frente ucraniano, desde medios aéreos y sistemas de defensa aérea hasta munición guiada y capacidades anti-drones. Además, Rusia busca una cooperación más estrecha entre los complejos industriales de defensa de los Estados miembros para garantizar el “liderazgo tecnológico” del bloque en el ámbito militar.

En términos prácticos, esto implica varias capas. Por un lado, contratos de exportación de sistemas rusos –desde vehículos blindados y artillería hasta sistemas de defensa antiaérea y medios ISR– bajo esquemas preferenciales para aliados. Por otro, transferencia de know-how y producción bajo licencia en países como Bielorrusia o Kazajistán, que ya fabrican o ensamblan parte de esos equipos. Y, finalmente, la incorporación sistemática de lecciones aprendidas en Ucrania a los manuales y ejercicios de la OTSC: defensa contra drones, guerra electrónica, artillería de precisión y logística en condiciones de alta intensidad son hoy ejes centrales en maniobras como “Rubezh-2025”.

¿Señal política a la OTAN?

Más allá de lo técnico, Moscú busca mostrar que también puede “tejer alianzas” y articular un paraguas de seguridad en su vecindad inmediata, ofreciendo no solo seguridad colectiva sino también armamento de última generación a sus socios. Al plantear un “programa de gran escala” justo cuando asume la presidencia rotativa del bloque en 2026, el Kremlin señala que no piensa resignar influencia en Eurasia pese a las sanciones y al desgaste de la guerra.

En este mismo contexto, la OTAN discute cómo reforzar la disuasión frente a Rusia y desplegar más capacidades en el flanco oriental. Pero Putin busca demostrar que el complejo militar-industrial ruso, reconvertido a economía de guerra desde 2022, está más vivo que nunca. De igual manera, esta iniciativa también busca recomponer la imagen de una OTSC golpeada por la crisis con Armenia, un distanciamiento entre los países que erosionó la narrativa de “seguridad colectiva” que Moscú intenta proyectar.

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Valentina Borghi Ponti
Valentina Borghi Ponti es Coordinadora Editorial en El Estratégico y Redactora Principal/Corresponsal en Zona Militar y Escenario Mundial. Licenciada en Gobierno y Relaciones Internacionales, se especializa en defensa, geopolítica y seguridad internacional, con experiencia directa en el terreno e investigación académica. Escribe analíticamente sobre despliegues militares, conflictos internacionales y las Islas Malvinas.

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