El presidente de los EE.UU. anunció en una publicación en su red social la instrucción de reanudar “ensayos nucleares” tras más de tres décadas sin detonaciones. El anuncio ocurre en un contexto de aceleración de capacidades militares por parte de Rusia y China, y se produce mientras el marco jurídico internacional incluye el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), cuyo régimen de verificación y obligaciones de los Estados partes es detallado y vinculante para quienes lo han ratificado, situación que no ha realizado Washington.
La comunicación pública del presidente fue difundida en su cuenta y contiene una declaración explícita sobre pruebas nucleares: “EE.UU. posee más armas nucleares que cualquier otro país. Esto se logró, incluyendo una completa modernización y renovación del arsenal existente, durante mi primer mandato. Debido a su tremendo poder destructivo, ¡me resultó muy difícil hacerlo, pero no tenía otra opción! Rusia ocupa el segundo lugar, y China un distante tercer puesto, pero la situación se igualará en cinco años. Debido a los programas de pruebas de otros países, he instruido al Departamento de Guerra para que inicie las pruebas de nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones. Este proceso comenzará de inmediato. ¡Gracias por su atención! PRESIDENTE DONALD J. TRUMP”
La comunicación presidencial supone, en términos prácticos, el levantamiento de una política de facto que se había mantenido desde 1992 (cuando se registró la última detonación de EE.UU.) y la moratoria que siguió en el contexto del fin de la Guerra Fría. Este cambio de rumbo tiene efectos inmediatos en la percepción estratégica y en los mecanismos diplomáticos y jurídicos que rigen los ensayos nucleares.
El marco legal internacional: el TPCE y sus obligaciones de verificación
El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), aprobado por la Asamblea General en 1996, establece en su Artículo 1° una obligación clara y general: “Cada Estado Parte se compromete a no realizar ninguna explosión de ensayo de armas nucleares o cualquier otra explosión nuclear y a prohibir y prevenir cualquier explosión nuclear de esta índole en cualquier lugar sometido a su jurisdicción o control”. El instrumento además crea la Organización del Tratado y un Sistema Internacional de Vigilancia, con un Centro Internacional de Datos y la posibilidad de inspecciones in situ, consultas y otras medidas de verificación.
Un punto clave del TPCE es que si bien éste fue abierto a la firma en 1996, su entrada en vigor está vinculada a la ratificación por determinados Estados enumerados en el anexo II y los EE.UU. nunca lo han ratificado; hasta tanto se cumplan esos requisitos de entrada en vigor plena, la implementación de todas las capacidades del régimen depende de acuerdos y arreglos interinos. Aun así, las obligaciones que asumen los Estados Partes por la firma y ratificación son claras y la arquitectura de verificación opera en gran medida aún en fases preparatorias.

La áspera relación con China
El anuncio se produce en un doble marco, ya que por un lado, esta semana se ha celebrado una reunión entre Donald Trump y Xi Jinping para destrabar la “guerra comercial”, con los excesivos aranceles impuestos por ambos bandos. Donde Donald Trump dijo que había tenido “una reunión fantástica” con el jefe de estado chino: “De cero a diez, diez siendo el mejor, diría que la reunión fue un doce”, dijo el norteamericano a la prensa una vez que ya había abandonado el país asiático. “Muchas decisiones fueron hechas…. Y hemos llegado a conclusiones en asuntos muy importantes”.
Donde esta situación de entiemiento, está demasiado lejos de las tensiones vigentes en el sudeste asiático. Por un lado, las estadísticas de gasto y despliegue muestran que el gasto militar mundial alcanzó en 2025 niveles récord (por encima de US$ 2,7 billones) y que China y EE.UU. concentran casi la mitad de ese gasto. La armada china ya opera más unidades de combate principales (según IISS, más de 370 buques) y su industria naval civil aporta escala y capacidad de producción. Sin embargo, la comparación no es solo numérica: EE.UU. conserva ventajas en tonelaje total, en aviación embarcada de quinta generación y en portaaviones nucleares, 11 frente a 3 (aunque habría indicios de que Beijing estaría iniciando la construcción de un cuarto portaaviones), además de una red global de bases y alianzas que extienden su alcance operativo. Los expertos del International Institute for Strategic Studies (IISS) enfatizan que “el poder marítimo estadounidense se define menos por el número de cascos que por la arquitectura de coaliciones que puede activar en tiempos de crisis”.

Por otro lado, China muestra ventajas en capacidad de construcción y reparación, con más del 40% del mercado global de construcción naval comercial desplazándose también al ámbito militar. El Departamento de Guerra de EE.UU. reconoció cuellos de botella en industrias navales estadounidenses relacionadas con mano de obra y proveedores; la hipótesis que surge es que la superioridad numérica china podría, si se traduce en sostenimiento operativo y presencia constante, erosionar la libertad de acción estadounidense en teatros regionales sin una respuesta industrial adecuada en EE.UU.
Aun así, Estados Unidos mantiene liderazgo en I+D, guerra electrónica, ISR e integración de capacidades, así como una flota de submarinos nucleares de ataque que constituye su principal carta estratégica bajo el agua. El desafío señalado por analistas es convertir la ventaja tecnológica y financiera en productividad industrial para evitar que la diferencia en número de buques se convierta en una diferencia estratégica. En síntesis, la precariedad relativa del músculo industrial y la aceleración de capacidades chinas configuran un telón de fondo que, según la narrativa presidencial, justificaría acciones destinadas a preservar la superioridad estratégica, incluida la potencial reanudación de ensayos nucleares.
Las tensiones con Rusia
La dinámica con Rusia agrega otro componente esencial para comprender la decisión anunciada. El primero y fundamental es que el liderazgo ruso está decidido a prolongar y consolidar esfuerzos militares en Ucrania. Ese endurecimiento reduce la probabilidad de acuerdos inmediatos sobre limitaciones de armamento y contribuye a una percepción de amenaza sostenida.

Paralelamente, en días recientes Rusia comunicó un ensayo relacionado con su torpedo “Poseidón”, que las autoridades y militares rusos describieron en términos de capacidad letal y novel desarrollo. En el material entregado aparece la cita: “El poder del Poseidón excede significativamente incluso la potencia de nuestro más prometedor misil intercontinental Sarmat”, dijo el mandatario, en referencia al RS-28, también conocido como SATAN II.
Por último, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, se expresó sobre la naturaleza del ensayo del sistema que portaría la carga nuclear, enfatizando: “Esperamos que la información haya sido transmitida de manera correcta al presidente Trump. Esto no puede ser interpretado de ninguna manera como un ensayo nuclear”. Esa precisión importa porque distingue entre pruebas del sistema portador y detonaciones con carga nuclear real.
El intercambio de anuncios y contraanuncios, sumado a la percepción en informes de inteligencia sobre la intención rusa de sostener operaciones ofensivas, contribuye a una atmósfera en la que Washington percibe riesgos de erosión de la disuasión y, por ende, responde con medidas que busquen restaurar o asegurar ventajas comparativas.

Conclusión
El anuncio presidencial sobre la reanudación de ensayos nucleares que literal y públicamente fue formulado como instrucción al Departamento de Guerra para empezar pruebas “inmediatamente”, representa un punto de inflexión en la política de no detonaciones de las últimas tres décadas. La medida se enmarca en una percepción de competencia estratégica acelerada con China y en una atmósfera de confrontación sostenida con Rusia, incluyendo desarrollos técnicos públicos por parte de Moscú.
Desde la perspectiva del derecho internacional, el TPCE establece prohibiciones y un robusto régimen de verificación que, de estar plenamente en vigor entre las partes relevantes, colisionaría con cualquier detonación nuclear. En la práctica, la factibilidad política, técnica y diplomática de la reanudación de ensayos dependerá de la capacidad de los gobiernos para sostener la iniciativa frente a la detección internacional, la presión de aliados y adversarios, y el impacto en la estabilidad estratégica global.
*Imágenes a modo ilustrativo.
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