A pocos días de confirmar su salida definitiva de la convención internacional que impedía a sus Fuerzas Armadas utilizar municiones de racimo, Lituania ha dado un nuevo paso en la configuración de su política de defensa con el abandono de la Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersonal, esgrimiendo nuevamente sus preocupaciones respecto de la amenaza que según considera, Rusia representa a día de hoy. En esta ocasión, tal y como se temía al momento de reportar la mencionada noticia el pasado 8 de marzo, se han sumado otras naciones al camino emprendido desde Vilna arguyendo sus propias preocupaciones de seguridad, a saber, Estonia, Letonia y Polonia.

Puesto en palabras oficiales emitidas por el gobierno lituano el pasado 18 de marzo: “Las amenazas militares a los países limítrofes con Rusia y Bielorrusia han aumentado significativamente en los últimos años, lo que exige fortalecer las capacidades de disuasión y defensa (…) La recomendación unánime de retirarse de la Convención de Ottawa (NdE: la Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersonal), presentada por los ministros de Defensa del Báltico y Polonia tras un intenso debate, transmite un mensaje estratégico: se agotarán todas las posibilidades para fortalecer la disuasión y garantizar una defensa eficaz, recurriendo libremente a soluciones militares de libre elección.“
Un breve repaso por el articulado de la Convención de Ottawa
Previo a adentrarse en mayores detalles, resulta necesario volver a repasar que es aquello que establece la Convención de Ottawa en su articulado, esto con el fin de conocer que obligaciones han decidido abandonar los países bálticos junto a Polonia.
En su artículo primero, el texto entrado en vigor en el año 1999 (ratificado por Lituania en el 2003), establece con claridad cuál es el objetivo general que se busca alcanzar con esta Convención; mismo que puede dividirse en tres breves puntos para facilitar su comprensión. El punto número uno, consiste en prohibir por completo la utilización de minas antipersonales por parte de las Fuerzas Armadas de los países que decidan suscribirlo, acto seguido, se prohíbe también cualquier intento de desarrollar, adquirir o almacenar este tipo de armamento en territorio propio, cerrando con la prohibición a facilitar que otras partes incumplan con los dos primeros puntos.

De manera casi idéntica a lo firmado en la Convención sobre Municiones de Racimo ya abandonada por Lituania, el escrito establece además una serie de obligaciones a seguir para que esto se torne posible; como así también las correspondientes excepciones y mecanismos de salida. Siguiendo el orden del articulado, el Artículo 3 deja en claro que se permite a los países la posesión de una escasa cantidad de minas antipersonales, únicamente con el objetivo de llevar a cabo tareas de adiestramiento de sus efectivos en técnicas de detección y desarme de este tipo de armamento. Por su parte, el Artículo 4 es aquel que establece un plazo de cuatro años desde la firma para concretar la destrucción del inventario que cada parte posea, mientras que el Artículo 5 traza un plazo de diez años para llevar a cabo el despeje de los campos minados que existan en el territorio de cada país.
A modo de aclaración, algo que nunca sobra en este tipo de casos, cabe recordarse que las limitaciones hacen referencia a minas del tipo exclusivamente antipersonal, lo que significa que hablamos únicamente de aquellos explosivos activables por contacto o proximidad causado por una persona; no por ello descartando que cuente con el poder de herir o matar a un número mayor. Esto se ha de resaltar ante el ojo inexperto, considerando la existencia de minas equipadas con dispositivos anti-manipulación y de aquellas utilizadas contra vehículos en los campos de batalla actuales, las cuáles no están alcanzadas por el documento.

Las limitaciones inherentes a un acuerdo tan noble como frágil
Consideradas estas cuestiones, parece quedar claro que al igual que muchas otras, la Convención parte de objetivos nobles y difícil de ser contrarrestados desde una posición moral. Sin embargo, lejos de ser algo que se reconozca con una sonrisa en el rostro, sería correcto suponer que el lector avezado lejos estará de pensar en que esto sea un verdadero limitante en la realidad de los conflictos; en múltiples casos.
Al igual que ocurre con el acuerdo sobre la prohibición de las municiones de racimo, el listado de países signatarios de la Convención de Ottawa no puede librarse de la mancha que implica la ausencia de las principales potencias militares de la actualidad, o lo que es lo mismo, aquellos con mayores stocks y capacidades de desarrollo de las minas antipersonales. En términos concretos, la organización Landmine and Cluster Munitions Monitor que se especializa en el monitoreo del cumplimiento de los dos textos hasta ahora mencionados, recoge en su reporte para 2024 que entre Rusia, China, Pakistán, India y los EE.UU., se cuenta con un aproximado de 45 millones de minas antipersonal. Además, detalla que como mínimo, un total de 58 países aún tienen campos minados dentro de sus fronteras.

Esto no resulta un dato menor en absoluto, mucho menos alejado de tener consecuencias tangibles, siendo un ejemplo ilustrativo la guerra actualmente en desarrollo entre Ucrania y Rusia. Se trata a su vez de un caso de gran peculiaridad, considerando que el segundo de ellos (no firmante del texto) utiliza este tipo de minas sin mayores consecuencias en territorio del primero (que sí es firmante).
Nuevamente trayendo a la mesa declaraciones oficiales del Ministerio de Defensa Lituano: “Las decisiones regionales comunes transmiten un mensaje claro: los países limítrofes con Rusia están dispuestos a hacer todo lo posible para proteger a sus ciudadanos. Hemos alcanzado una posición unánime en un intenso debate que refleja la postura unánime de los Estados bálticos y Polonia ante la difícil situación geopolítica (…) Rusia, el agresor en la guerra de Ucrania, no es parte de la Convención de Ottawa. Posee vastas reservas de minas antipersonal y las utiliza intensamente contra Ucrania, signataria de dicha Convención.”
En términos aún mas crudos, la organización citada afirma que durante 2023 fueron registrados 1.983 muertos y 3.663 heridos, 84% de los cuáles fueron víctimas civiles y cerca del 37% de este grupo han sido niños.

Un nuevo abandono y temores latentes de un efecto dominó aún mayor
Al redactar la nota del 8 de marzo mencionada en las líneas iniciales, una de las principales preocupaciones observadas en la serie de reacciones internacionales respecto de la decisión lituana se hallaba en el miedo a que ello implique que otros países decidan seguir su camino de cuestionamiento a tratados de esta índole, o bien, que las fichas de dominó comiencen a tumbarse entre sí. Uno de los ejemplos más claros se halla en las declaraciones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR): “(NdE: la decisión de Lituania) debilita las protecciones vitales para los civiles (…) La retirada de Lituania no tiene precedentes, ya que ningún Estado ha denunciado nunca un tratado humanitario global.“
Abundaban a su vez, aquellos que con un buen ojo señalaban que Lituania y sus limitadas Fuerzas Armadas no deberían considerarse como un “cambio de juego” aún si utilizaran municiones de racimo, su número es reducido y su dependencia del esfuerzo que sus aliados de la OTAN hacen para garantizar su defensa es innegable. No obstante, esta última decisión respecto de las minas antipersonal ya no es asunto sólo de un pequeño país alarmado por su seguridad, sino que al sumarse Polonia, se suma uno de los principales ejércitos terrestres de Europa y las dimensiones del problema cambian. Lejos se está afirmar que ello modifique por completo la balanza, pero quizá, alguna alerta se ha de encender.

Por lo pronto, en aras de reducir estas preocupaciones, los ministros de defensa de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia han expresado en su comunicado conjunto: “A pesar de nuestra retirada, seguiremos comprometidos con el derecho internacional humanitario, incluida la protección de los civiles durante un conflicto armado. Nuestras naciones seguirán defendiendo estos principios al tiempo que atienden nuestras necesidades de seguridad.” Además, se afirmó que la decisión ha sido comprendida y respetada por los países aliados de estas naciones, teniendo en cuenta la cercanía geográfica de las mismas con Rusia.
*Imágenes empleadas a modo ilustrativo
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