El hangar principal de la Base Aérea “El Bosque” fue el escenario de un momento largamente esperado por la aviación chilena. La ministra de Defensa, Adriana Delpiano, junto al alto mando de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) y directivos de la Empresa Nacional de Aeronáutica de Chile (Enaer), presentó los avances del T-40 Newén, la aeronave de instrucción que marcará el primer salto tecnológico nacional en más de tres décadas. Pero más allá del despliegue técnico, el proyecto encierra un mensaje claro: Chile vuelve a fabricar aviones y reabre una puerta estratégica que parecía cerrada.

Durante más de 40 años, el T-35 Pillán se convirtió en un emblema de la formación de pilotos, tanto en la FACH como en fuerzas aéreas extranjeras. Sin embargo, la evolución de la aviación militar —caracterizada por cabinas digitales, sistemas integrados y nuevas exigencias de interoperabilidad— volvió necesario un recambio que permitiera reducir las brechas entre el entrenamiento básico y los cazas de cuarta generación operados por Chile.

ENAER T-40 Newén

El T-40 Newén, llega precisamente para cubrir ese vacío. Con un diseño moderno, aviónica digital y un ecosistema de instrucción que incluye simulación en realidad mixta, el modelo busca que los pilotos progresen de manera más segura y gradual antes de pasar a plataformas como el F-16 o el F-5 Tigre III.

Un ecosistema completo, no solo un avión

Enaer ha insistido en que el Newén es más que un fuselaje. Su desarrollo representa un sistema integrado de instrucción que combina cabina de cristal (Glass Cockpit) con pantallas configurables; controles HOTAS, replicando la lógica operativa de aviones de combate; materiales compuestos, que representan cerca del 30% de la estructura y simuladores de realidad virtual con estaciones de planificación de vuelo, desarrollados junto a DTS, filial tecnológica de Enaer.

Este enfoque sistémico no solo actualiza los estándares del entrenamiento militar, sino que acerca al país a las prácticas de las fuerzas aéreas más modernas del mundo.

El avance del prototipo, que ya alcanza el 97%, permite proyectar un calendario claro:

  • 1.- Abril de 2026: Presentación oficial del primer T-40 Newén.
  • 2.- 2026–2027: Campaña de ensayos en vuelo.
  • 3.- Fines de 2027: Inicio de la producción en serie, con un requerimiento inicial de 33 unidades.

La continuidad del programa dependerá, en parte, de su desempeño en pruebas y de su potencial exportador, un aspecto que no pasa desapercibido para Enaer.

Implicancias estratégicas:

Chile fue durante décadas un país capaz de producir aeronaves. Con el T-35, el proyecto Águila y trabajos de mantenimiento mayor, Enaer consolidó un know-how que arriesgaba desaparecer. La reactivación industrial permite recuperar cadenas de producción, actualizar métodos de manufactura y formar personal técnico altamente calificado.

Contar con una plataforma propia —con soporte nacional, repuestos locales y capacidad de modernización— disminuye la vulnerabilidad ante proveedores extranjeros, demoras logísticas o restricciones políticas.

El Newén podría convertirse en un producto exportable para países que buscan entrenadores asequibles, modernos y con soporte confiable. Chile ya ha tenido éxito en este segmento con el Pillán, vendido a fuerzas aéreas de Centroamérica, Sudamérica y Europa.

El proyecto convoca a empresas pequeñas y medianas como proveedores de materiales, componentes electrónicos y servicios. Este efecto multiplicador crea una cadena de valor industrial de largo plazo.

El renacimiento de Enaer no solo habilita la fabricación de entrenadores. La experiencia acumulada abre la puerta a proyectos más complejos: modernizaciones profundas, UAV de mayor porte, sistemas integrados y potencial participación en iniciativas multinacionales.

Un paso adelante en la formación de pilotos

Con su ala optimizada para maniobras acrobáticas y rendimiento eficiente en crucero, el T-40 fue diseñado pensando específicamente en la transición entre el vuelo básico y el táctico avanzado. A eso se suma que su aviónica replica lógicas operacionales presentes en los cazas modernos, lo que acorta el ciclo de adaptación del piloto.

Directivos de Enaer destacan que el Newén permitirá entrenar con estándares similares a los de países con flotas más sofisticadas, pero con un costo operativo reducido y pleno control nacional sobre la plataforma.

El T-40 Newén no es solo una aeronave: es una señal política, industrial y estratégica. Es el mensaje de que Chile no renuncia a producir tecnología de defensa, que mantiene capacidades que muchos países ya han perdido, y que busca posicionarse nuevamente como actor relevante en un mercado que premia la innovación y la autonomía.

Si la campaña de pruebas se desarrolla según lo previsto y la producción en serie avanza sin tropiezos, el Newén podría marcar para Enaer lo que en su momento fue el Pillán: una plataforma de exportación, un motor de empleo tecnológico y el símbolo del renacer industrial de la aviación militar chilena.

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