Según datos recientes, expuestos en la 5ª Conferencia Internacional de la Industria de Nuevos Materiales en Bengbu (Anhui), China se encuentra impulsando cada vez más su industria de “nuevos materiales”, con una fuerte orientación hacia la Defensa. El sector alcanzó en 2024 un volumen de 8.7 billones de yuanes (unos 1.2 billones de dólares), con un crecimiento interanual del 13,8%. Dentro de ese universo, el segmento de “materiales de frontera” creció 26,6% hasta los 329.200 millones de yuanes y se proyecta que supere los 500.000 millones en 2026.

Este salto no es solo industrial, ya que reafirma el refuerzo autonómico estratégica de China en sectores críticos para la Defensa y consolida una base industrial de materiales avanzados capaz de alimentar, a la vez, la transición energética y las capacidades militares de próxima generación. Uno de los casos más reveladores es el de Anhui Estone Materials Technology, empresa especializada en materiales de seguridad para baterías de litio. La firma desarrolló un compuesto químico de alto rendimiento que, aplicado como recubrimiento sobre los separadores de las baterías, genera una capa protectora que mejora la resistencia al calor.
No es casualidad que Estone controle cerca de la mitad del mercado global de este material clave, con clientes como CATL, gigante chino de baterías para vehículos eléctricos. Traducido al lenguaje de defensa, esto podría explicar que China está consolidando un dominio tecnológico en un insumo central para vehículos tácticos electrificados y plataformas híbridas militares, drones de largo alcance y alta carga útil y sistemas de armas autónomos y sensores alimentados por baterías de alta densidad. En este proceso, el mismo compuesto químico retardante de llama que la empresa promociona como “armadura de diamante” para baterías civiles se convierte, en clave militar, en un multiplicador de supervivencia para UAVs, municiones merodeadoras y sistemas C4ISR que dependen de baterías compactas y estables en condiciones extremas.
PLA biodegradable… y como instrumento de poder blando
Contar con un ecosistema de proveedores como Estone reduce vulnerabilidades logísticas y le da al Ejército Popular de Liberación chino (EPL) acceso a soluciones diseñadas, testeadas y escaladas en el mercado civil, pero fácilmente adaptables al entorno operacional. Un ejemplo de ello es el uso masivo de PLA (ácido poliláctico), un polímero biodegradable a partir de biomasa como maíz o paja que encaja en la narrativa de “civilización ecológica” que Pekín impulsa desde hace años.

Este tipo de plásticos de nueva generación, que ya se utilizaron en vajilla biodegradable en los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022, tienen un impacto indirecto en el ámbito de la Defensa, ya que refuerzan la imagen de China como proveedor de soluciones verdes a escala global pero también abren mercados y alianzas tecnológicas (por ejemplo, acuerdos de BBCA Group con Honeywell para combustibles sostenibles de aviación). En paralelo, permiten la consolidación de cadenas de valor de materiales avanzados (biopolímeros, aditivos, procesos químicos) que pueden ser reorientadas o aprovechadas por el complejo militar–industrial en caso de necesidad.
A eso se suma la expansión de BBCA con plantas en Brasil, Hungría y Tailandia, que convierten materias primas locales en ácidos orgánicos, azúcares y productos PLA. Ese despliegue no solo diversifica la base de suministros de China, también incrementa su capacidad de proyectar su influencia en regiones clave, reduciendo la dependencia de proveedores occidentales en determinadas cadenas de materiales avanzados.
IA, nuevos materiales y la próxima generación de sistemas duales
La integración de inteligencia artificial con nuevos materiales es el otro eje donde el componente de Defensa de China es difícil de ignorar. En el Instituto de Microelectrónica del Norte de Anhui, un sistema de interfaz cerebro–computadora (BCI) permite controlar un vehículo oruga mediante señales cerebrales, sin contacto físico ni comandos de voz. Si bien se presenta en clave de innovación para manufactura y salud, el potencial militar es evidente ya que permite un control manos libres de plataformas terrestres no tripuladas en entornos contaminados o de combate urbano, así como también un apoyo neuro–ergonómico a operadores de sistemas complejos (artillería, defensa aérea, ciberdefensa), reduciendo tiempos de reacción.
Detrás de esta clase de prototipo hay desarrollos específicos en capacidades de Defensa que marcan la diferencia en la competencia tecnológica entre grandes potencias, y que sin dudas pueden transitar muy rápido del campo civil o la industria al campo de batalla. Este ecosistema implementado por China combina una escala industrial masiva, con un sector de nuevos materiales de 8,7 billones de yuanes; una integración tecnológica profunda, con el uso combinado de IA y computación de alto rendimiento; y proyección internacional, donde priman los acuerdos con empresas externas como Honeywell para combustibles sustentables de aviación.
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