A pocos días de conocerse el radical cambio de postura del presidente Donald Trump sobre la guerra en Ucrania, pasando a una posición de mayor apoyo a Kiev frente al avance ruso, ha sido deslizado por la administración que los EE.UU. están analizando el equipar a las Fuerzas Armadas de Ucrania con misiles de crucero Tomahawk. Entre temores de diversos actores por una mayor escalada del conflicto, con advertencias de la política rusa mediante, Washington afirma que este armamento resultará clave para que las tropas ucranianas sean capaces de efectuar ataques de largo alcance contra diversos tipos de objetivos situados en lo profundo del territorio ruso, ampliando de forma considerable el rango de otros tipos de armamento enviados hasta ahora.

La novedad en cuestión fue deslizada incluso por el propio vicepresidente estadounidense J.D. Vance, quién afirmó a medios de comunicación locales que su país ya estaba teniendo conversaciones de alto nivel para evaluar la viabilidad y el impacto de la transferencia de estos misiles, quedando la decisión final a cargo del propio presidente Trump. Sus declaraciones se vieron a su vez complementadas por aquellas pronunciadas por Keith Kellogg, enviado especial de la Casa Blanca a Ucrania, quién expresó: “Utilicen la capacidad para atacar a gran profundidad. No existen los santuarios.

Cabe recordar en este punto, poniéndose la lente técnica, que los misiles de crucero Tomahawk se constituyen como uno de los principales medios de ataque profundo en manos de los EE.UU. y de algunos de sus aliados mas cercanos. Usualmente empleados en ataques dirigidos desde plataformas navales, el sistema es capaz de alcanzar objetivos situados a unos 1600 kilómetros de distancia (frente a los 250 de un Storm Shadow británico), incluso más dependiendo de su configuración. Como tal, cada ejemplar mide unos 6.1 metros de largo y 2.6 metros de envergadura, con un peso que ronda los 1510 kilogramos.

En términos de costes unitarios, es conocido que el Pentágono dispuso en sus solicitudes presupuestarias la compra de 56 nuevos misiles para el año 2026, cada uno a un precio de unos 1.3 millones de dólares; invirtiendo varios millones mas en su modernización. La cuestión no es menor, en tanto los reportes iniciales indican que el plan estadounidense implicaría que los misiles sean vendidos a países europeos aún no identificados, los cuáles posteriormente se encargarían de trasladarlos a Ucrania. El concepto de fondo detrás de ello, parece ser la búsqueda de Washington para evitar que Moscú la considere la principal culpable de la escalada, algo que parece poco realista.

Siguiendo esa línea, el canciller ruso Sergei Lavrov realizó sus propias declaraciones sobre el tema: “Creo que esto se debe principalmente a la presión europea sobre Washington, y Washington quiere demostrar que tiene en cuenta las opiniones de sus aliados. No creo que ya estemos ante una decisión tomada. Los estadounidenses no están suministrando misiles Tomahawk a todo el mundo.” Indicó además que este tipo de envíos dificultan las negociaciones destinadas a poner un fin a la guerra en Ucrania, además de involucrar aún mas a los países de la OTAN en el mismo, finalizando con un aviso respecto de que los envíos de esta índole serán objetivos válidos para los futuros ataques rusos.

Por su parte el actual portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, señalaba: “¿Quién lanzará esos misiles? ¿Ucranianos solos o con asistencia? ¿Quién determina los objetivos?” Sus dudas hacen alusión a los ya conocidos antecedentes del conflicto en los que Kiev se veía obligada a solicitar autorizaciones a la presidencia estadounidense para poder usar su armamento, como así también, a la dependencia de Ucrania de fuentes y recursos de sus aliados en materia de inteligencia para la obtención de objetivos. Agregó además que la entrega de misiles Tomahawk no son una “panacea” que pueda cambiar por completo la situación en el frente.

Finalmente, resulta necesario recordar que ya en ocasiones previas, el envío a Ucrania de armamento occidental de mediano alcance suscitó rápidas respuestas rusas con nuevos armamentos propios. Tal es el caso de los misiles Oreshnik, cuyo primer disparo tuvo lugar al poco tiempo que los EE.UU. autorizaran por primera vez el envío de municiones ATACMS, mismas que podían ser utilizadas en ataques contra territorio ruso. La especulación estadounidense, sin embargo, yace en la idea de que Rusia enfrenta una escasez de recursos que dificultarían una respuesta verdaderamente superadora a los misiles Tomahawk.

*Imágenes empleadas a modo ilustrativo

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