En un brillante día de verano en Pekín, el Ejército Popular de Liberación (EPL) desplegó un espectáculo cuidadosamente diseñado para conmemorar el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y la expulsión definitiva del Ejército Imperial Japonés del territorio chino. A lo largo de la avenida Chang’an, los misiles rodaron sobre enormes lanzaderas móviles, los planeadores hipersónicos brillaron bajo el sol, los cazas furtivos J-20 retumbaron sobre el cielo y enjambres de drones autónomos cruzaron la escena como si hubieran salido de un guion de ciencia ficción. El mensaje era inequívoco: China quería demostrar al mundo —y en particular a Estados Unidos y sus aliados— que ya no es una potencia emergente, sino un gigante militar consolidado.
Sin embargo, detrás del estruendo y de la estética futurista, se abren preguntas fundamentales: ¿cuánto de lo mostrado es capacidad real y cuánto es puesta en escena? ¿Se trata de tecnología plenamente operativa o de un montaje destinado a proyectar poder? ¿Qué implicaciones estratégicas tiene este desfile para la guerra del futuro y para la dinámica del orden mundial?

El evento en Pekín fue mucho más que un desfile militar: fue un acto de disuasión, de legitimidad interna y de diplomacia escenificada. Cada sistema de armas exhibido y cada asiento ocupado en la tribuna fue escogido con precisión quirúrgica. Xi Jinping no solo revisó tropas y misiles; revisó alianzas, mostró bloques de poder y, sobre todo, encarnó un mensaje de cohesión autocrática frente al mundo occidental.
Historia, memoria y legitimidad
Los desfiles militares en China cumplen varias funciones. Por un lado, son la celebración de un pasado definitorio. El Día de la Victoria recuerda la derrota del Japón imperial y el inicio de la hegemonía comunista en el continente tras la guerra civil contra el Kuomintang, que se refugió en Taiwán. Esa memoria se conecta directamente con la narrativa oficial del Partido Comunista: sin la lucha del EPL y sin el liderazgo revolucionario, China no habría recuperado su dignidad nacional ni su lugar en la historia.
Por otro lado, son también un mecanismo de legitimidad interna. El poder militar, vinculado al discurso del “Sueño Chino” de Xi Jinping, simboliza la grandeza recuperada de la nación tras el “siglo de humillación” y refuerza la conexión entre el Partido y la idea de rejuvenecimiento nacional. Al mismo tiempo, funcionan como instrumento de gestión de alianzas: sentar a Vladimir Putin y Kim Jong-un junto a Xi tiene tanta carga política como exhibir un nuevo misil balístico.
La trayectoria de modernización del EPL
Para comprender lo visto en Pekín, es necesario analizar la trayectoria de modernización militar china, que ha transitado tres grandes fases: mecanización, informatización e “inteligentización”.
La mecanización se centró en dotar al EPL de equipos modernos, reemplazando la antigua dependencia de infantería ligera y de tácticas de masa humana. A partir de la apertura económica, el desarrollo industrial permitió incorporar aviones de alerta temprana KJ-500, tanques de batalla modernos y, sobre todo, capacidades navales como el portaaviones Shandong. Esta fase se dio por prácticamente completada hacia 2020.
La informatización, actualmente en desarrollo, consiste en la adopción de sistemas de combate digital interconectados, capaces de operar en red y compartir datos entre múltiples sensores y plataformas. El concepto de “red de muerte” reemplaza a la clásica “cadena de ataque”: varios sistemas trabajan de forma conjunta para detectar, seguir y neutralizar al adversario en un entorno multidominio.
La inteligentización apunta a la integración de inteligencia artificial en los procesos de decisión militar. Se busca acelerar los tiempos de reacción y compensar la rigidez de una estructura altamente centralizada, donde la Comisión Militar Central —encabezada por Xi— concentra todo el mando. La IA promete brindar velocidad sin ceder poder a subordinados que puedan desafiar la autoridad política, un rasgo distintivo de las autocracias modernas.
El desfile de este año mostró piezas de las tres fases: misiles estratégicos que consolidan la mecanización, cazas de nueva generación que encarnan la informatización y drones autónomos que anticipan la inteligentización.
El arsenal en exhibición

Entre los sistemas que más llamaron la atención estuvo el DF-61, un nuevo misil balístico intercontinental móvil, con alcance suficiente para golpear el territorio continental estadounidense. Su despliegue en plataformas de 16 ruedas subraya la movilidad y la capacidad de supervivencia de la fuerza nuclear china, complicando cualquier intento de neutralización preventiva.
También se presentó el JL-1, un misil balístico lanzado desde bombarderos H-6N, lo que marca la entrada de China en una tríada nuclear plena (sistemas terrestres, marítimos y aéreos). Aunque el número real de estos misiles sea incierto, el mensaje político es claro: Pekín dispone ahora de un repertorio disuasorio comparable al de las superpotencias nucleares tradicionales.
En el ámbito aéreo, el J-20S —versión biplaza del caza furtivo de quinta generación— simboliza el salto hacia operaciones en red. El segundo tripulante actúa como gestor de batalla, coordinando drones de ala leal y operaciones de guerra electrónica, un anticipo del combate aéreo futuro, menos centrado en duelos individuales y más en “mallas asesinas” integradas.



Otro protagonista fue el HQ-29, un sistema de defensa antimisiles capaz de interceptar proyectiles en fase media de vuelo, en la misma categoría que el THAAD estadounidense. Su existencia revela que China no solo quiere proyectar fuerza, sino protegerla bajo un escudo propio, incluso con potencial capacidad antisatélite.
Finalmente, los drones autónomos marcaron la narrativa futurista: enjambres aéreos, navales y terrestres destinados a abrumar los sistemas occidentales con masa barata y sacrificable. Aunque su integración real con IA sigue siendo una incógnita, el mero hecho de exhibirlos refuerza la percepción de una China que abraza la lógica de la guerra algorítmica.
Entre la propaganda y la capacidad real
No obstante, como señalan analistas militares occidentales, el equipo más moderno no convierte automáticamente a una fuerza en un ejército eficaz. El incidente en el arrecife de Scarborough, donde un buque de guerra chino embistió accidentalmente a una nave propia en medio de una operación de intimidación contra Filipinas, evidenció deficiencias de entrenamiento y coordinación.
China es plenamente consciente de estas limitaciones y ha puesto en marcha una amplia campaña de profesionalización. La formación de oficiales, la incorporación de pilotos retirados de fuerzas aéreas de primer nivel, los ejercicios conjuntos y las maniobras de carácter realista forman parte esencial de este proceso. El desfile funciona como escaparate; en cambio, los ejercicios constituyen la “letra pequeña” que permitirá medir hasta qué punto el EPL está aprendiendo a emplear de forma efectiva sus nuevas capacidades.

En este sentido, maniobras como Espada Conjunta en torno a Taiwán, los ejercicios aéreos Espada Roja y los simulacros anfibios constituyen indicadores mucho más fiables de progreso que cualquier desfile. Del mismo modo, las operaciones conjuntas con Rusia, Camboya o Egipto reflejan no solo un esfuerzo creciente por mejorar la interoperabilidad con aliados, sino también la oportunidad de familiarizarse con material y doctrinas operacionales de origen occidental, como quedó en evidencia en el caso egipcio.
La óptica geopolítica
Si los misiles enviaron un mensaje de capacidad, la tribuna envió uno de alineamientos. Xi Jinping estuvo flanqueado por Vladimir Putin y Kim Jong-un, consolidando una imagen clara del eje autoritario que une a China, Rusia, Corea del Norte y Bielorrusia, con Irán y Myanmar en la periferia activa y con una constelación de socios africanos y del sudeste asiático que orbitan por conveniencia económica o política.
La comparación con el G7 es reveladora: mientras Occidente muestra una alianza compacta pero reducida, Pekín exhibe una “corte ampliada” más diversa, aunque desigual en cohesión. El mensaje fue doble: China no está aislada y, además, lidera un bloque que se presenta como alternativa al orden liberal occidental.
Tres lecciones clave
Del desfile del 80º aniversario de la Victoria emergen tres conclusiones centrales:
- El hardware importa, pero la aplicación aún más. China está mostrando sistemas de vanguardia, pero su eficacia depende de la integración doctrinaria, la profesionalización y el entrenamiento real.
- Los ejercicios revelarán la verdad. Maniobras conjuntas, simulacros de invasión a Taiwán o ejercicios de interoperabilidad con socios son la verdadera prueba de fuego del EPL.
- La óptica geopolítica es tan importante como la militar. La imagen de Xi junto a Putin y Kim fue tan poderosa como el despliegue de misiles: un recordatorio de que la rivalidad no es solo tecnológica, sino sistémica y política.
Epílogo
El desfile dejó una impresión de poderío creciente y de ambición estratégica. No obstante, como advierten muchos analistas, China no es un gigante invulnerable. Su proceso de modernización avanza a gran velocidad, pero enfrenta obstáculos doctrinarios, logísticos y políticos. Su centralización extrema limita la flexibilidad táctica, y su dependencia de tecnologías aún en desarrollo plantea interrogantes sobre su eficacia en combate real.
Pero lo innegable es que Pekín mejora año tras año. Dispone de los recursos industriales, financieros y humanos para sostener su avance, y cada desfile es menos propaganda vacía y más realidad operativa. El 80º aniversario de la Victoria no fue solo una conmemoración histórica: fue una declaración de intenciones sobre cómo China concibe la guerra del futuro y su lugar en el sistema internacional.
El mensaje final fue claro: China no es todavía una potencia militar perfecta, pero ya no se la puede subestimar. Y mientras sus misiles rodaban por la avenida Chang’an y sus drones zumbaban en el cielo, lo que realmente se escuchaba era una advertencia estratégica: el gigante ha despertado, y el mundo deberá aprender a convivir con él.







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A China vai dominar o mundo. Queiram ou não queiram….. É inevitável !!!!