Días atrás, y después de casi treinta años sin navegar, el crucero de propulsión nuclear Almirante Nakhimov de la Armada Rusa volvió a surcar los mares en el marco de la siguiente etapa de su programa de modernización. El buque es uno de los dos sobrevivientes de la clase Proyecto 1144 Orlan, compuesta por una serie de cinco gigantes nucleares de 28 mil toneladas de desplazamiento impulsados por dos reactores nucleares, de los cuales dos se encuentran dados de baja y desguazados, mientras que la construcción del quinto fue cancelada. Así, únicamente permanecen, además del mencionado Nakhimov, la unidad conocida como Pedro el Grande (Piotr Velikiy).

En relación con esto último, y a raíz del inicio de las pruebas de navegación realizadas días atrás por el Almirante Nakhimov, y frente a la falta de precisiones oficiales por parte de la Armada Rusa, se ha puesto en duda y debate el futuro del Pedro el Grande. Dentro de la comunidad de especialistas rusa existen tanto posiciones a favor, que señalan la necesidad de su actualización y vuelta al servicio, como posturas en contra, que indican que debería ser dado de baja y desguazado a fin de ahorrar importantes recursos que podrían ser destinados a otros programas de construcción naval prioritarios.

Un interesante historial operativo

A diferencia de los otros tres gigantes que finalizaron su construcción, el Pedro el Grande ha tenido un dilatado historial de servicio operando dentro de la Flota del Norte de la Armada Rusa.

Por poner en comparación con el Almirante Nakhimov, el cual ingresó en 1997 a las instalaciones del astillero Sevmash, ubicado en la ciudad de Severodvinsk, a orillas del Mar Blanco, desde su entrada en servicio el 18 de abril de 1998, cuando tuvo lugar su comisión, el Pedro el Grande fue protagonista de diversos despliegues en el marco de ejercicios navales y conjuntos, así como cruceros en diversas partes del globo.

Entre estos últimos, en el año 2008, el crucero nuclear visitó el Caribe para participar de ejercitaciones con la Armada Bolivariana de Venezuela, siendo acompañado por otras unidades como el destructor Almirante Chabanenko y un buque de apoyo. También se registraron visitas a Panamá, Nicaragua y Cuba durante este crucero por aguas caribeñas.

En la década de 2010 el crucero realizó un despliegue que lo llevó desde su asiento en los Mares del Norte hasta el Mar del Sur de China, registrándose también su presencia en Siria.

Posteriormente, a inicios de la década de 2020, el buque continuó operando dentro de la Flota del Mar del Norte, participando de ejercicios en diversas localizaciones como el Mar de Barents, donde efectuó en 2020 el lanzamiento de misiles antisuperficie.

Ya para finales del año 2022 se registró su ingreso a las instalaciones del astillero Sevmash, donde aguarda una definición sobre su futuro, que parece debatirse entre la baja del servicio y posterior desguace, o la modernización en términos similares a la del Nakhimov, resaltando el valor que este tipo de unidad tiene para la flota de superficie de la Armada Rusa.

Un futuro rodeado de hermetismo e incertidumbre

Poco después de su ingreso a las instalaciones del mencionado astillero, diversos medios locales rusos indicaron que la Armada Rusa se encontraba analizando cuál sería el futuro del Pedro el Grande, expresando que existían importantes indicios sobre su posible baja del servicio.

Con el regreso a los mares del Almirante Nakhimov, desde diversos sectores se ha expresado que la baja del Pedro el Grande sería la decisión más racional, buscando de esta forma ahorrar recursos que podrían ser destinados a la construcción de nuevos buques, como fragatas o submarinos, estos últimos claves en la estrategia y postura de disuasión de Moscú.

Por citar uno de estos argumentos, esgrimido por el excomandante de la Flota del Pacífico, almirante Serguéi Avakiants, este indicó al medio Izvestia: “La idea misma de construir cruceros nucleares pesados es una relación absolutamente injustificada entre costo y eficacia”, añadiendo: “Yo me pronuncié en contra de gastar en la reparación del crucero Almirante Najímov. Y, con mayor razón, en ningún caso se deben gastar recursos en el Pedro el Grande. Mucho más eficaz sería emplear esos fondos en construir varios buques de la zona oceánica, portadores de armamento moderno, que en términos de eficiencia superarán con creces a un solo monstruo de este tipo. La idea detrás de la construcción de tales buques es la idea del acorazado Bismarck”.

Otras voces, también consultadas por el mismo medio, señalaron en contraposición que la vigencia del crucero de propulsión nuclear se basa en su alcance prácticamente ilimitado y que, pese a los casi 27 años en su casco, el buque posee un importante armamento que incrementaría las capacidades de combate antisuperficie de la Armada Rusa.

En este aspecto, es preciso destacar que durante su historial de servicio, en el cual se registraron varios ingresos a astilleros, el Pedro el Grande fue sometido a actualizaciones puntuales. No obstante, y a diferencia de lo recientemente observado en el Almirante Nakhimov, su armamento principal aún recae en sistemas que datan de la era soviética. Por tal motivo, las voces a favor señalan que, al igual que su hermano sobreviviente de la clase Orlan, debería ser sometido a la mencionada modernización, en un proceso que no se extendería tanto en el tiempo al contar Sevmash con personal calificado y teniendo como principal obstáculo la asignación sostenida de recursos. En total, la modernización del Nakhimov habría significado una inversión de 200 mil millones de rublos (casi 2.500 millones de dólares al cambio actual).

La Armada Rusa tendrá la última palabra

Por último, y más allá de las posiciones previamente descriptas, tanto a favor como en contra de la baja del Pedro el Grande, la realidad muestra que el crucero de propulsión nuclear no navega desde finales del año 2022, aguardando una decisión definitiva sobre su futuro.

Desde la Armada Rusa, a pesar de lo reportado por medios locales, se mantiene un gran hermetismo sobre la decisión respecto al que fuera el buque insignia de la Flota del Norte, a fin de determinar si se avanzará en su mantenimiento y modernización o, por el contrario, en su baja y desguace, teniendo también en cuenta la complejidad de este proceso con el retiro y manejo del combustible y reactor nuclear del buque.

Lo único cierto, más allá de las suposiciones, es que el futuro del buque —que porta el nombre de uno de los zares más importantes de todas las Rusias— sigue rodeado de incertidumbre.

*Fotografías empleadas a modo de ilustración – Créditos a quien corresponda.

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