La aviación militar está viviendo una revolución doctrinaria y tecnológica: la competencia y/o cooperación entre plataformas tripuladas y sistemas autónomos basados en inteligencia artificial (IA) redefine el concepto de superioridad aérea.
Esto ha despertado el interrogante de si los cazas tripulados están destinados a desaparecer frente al auge de los drones. Figuras como Elon Muskhan afirmado que aeronaves como el F-35 ya son obsoletas, argumentando que la combinación de inteligencia artificial y drones autónomos representa un futuro más económico y seguro, al no exponer a los pilotos al riesgo. Esta idea también ha ganado fuerza a raíz de la guerra en Ucrania, donde enjambres de drones baratos han logrado efectos significativos, obligando a replantear los modelos tradicionales de superioridad aérea.

Sin embargo, la desaparición de los cazas tripulados no parece inminente. Según menciona el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea India, Air Marshal Dixit, los cazas con piloto seguirán siendo relevantes al menos durante un siglo más, aunque profundamente transformados mediante la cooperación hombre-máquina.
Por ello, más que un desplazamiento total de los cazas tripulados, parece que estamos asistiendo a un proceso de integración en redes federadas de combate, donde los humanos mantienen el mando mientras los drones autónomos asumen misiones especializadas.
Esta transición se evidencia en los programas de desarrollo de cazas de 6.ª generación, que integran el concepto de MUM-T (Manned-Unmanned Teaming), donde el caza tripulado actúa como nodo de mando y control, mientras que drones semiautónomos – conocidos como loyal wingmen o Collaborative Combat Aircraft (CCA) – amplían su capacidad táctica y realizan misiones de reconocimiento, señuelo, guerra electrónica o incluso ataques de alta peligrosidad.
Cazas de 6.a generación
Estos cazas se caracterizaran por:
- La integración avanzada de inteligencia artificial y capacidades de pilotaje opcional, lo que permitirá a estas aeronaves operar tanto tripuladas como en modo no tripulado, adaptándose a diferentes escenarios de combate.
- La capacidad de actuar como nodo de mando y control para gestionar al menos cinco drones semiautónomos.
- Armas de energía dirigida, como láseres de alta potencia, que ofrecerán una respuesta casi instantánea contra misiles o drones enemigos.
- Fusión de datos multidominio, conectando en tiempo real información proveniente de tierra, aire, espacio y ciberespacio, generando una conciencia situacional completa.
- Desarrollo de materiales metamórficos y recubrimientos adaptativos capaces de mejorar la furtividad mediante la alteración dinámica de sus propiedades electromagnéticas y térmicas.
- Búsqueda de alcanzar velocidades hipersónicas o mantener un supercrucero sostenido, lo que aumentará su capacidad de penetrar defensas avanzadas y reducir el tiempo de exposición en entornos hostiles.
El panorama global muestra una intensa dinámica de desarrollo de este tipo de cazas, entre los que se destacan:
- NGAD (Next Generation Air Dominance) de Estados Unidos, orientado al dominio aéreo con una arquitectura modular. El F/A-XX de la USN esta suspendido.
- GCAP (Global Combat Air Programme)/Tempest de Reino Unido, Italia y Japón, que recientemente ha revelado su nuevo diseño.
- NFG (Next Generation Fighter)/FCAS (Future Combat Air System) de Francia, Alemania y España, al que Bélgica busca sumarse como socio, representando la cooperación europea.
- Otros proyectos como el J-50 de China, el MiG-41 de Rusia y el Mk2 de India, impulsados por inversiones nacionales.

Investigaciones de autonomía
En el camino hacia el desarrollo de los CCA está el programa VENOM, que actúa como una plataforma aceleradora de tecnologías autónomas sobre aeronaves ya probadas, facilitando la transición hacia cazas semiautónomos sin necesidad de desarrollar nuevos modelos desde cero.
El programa VENOM‑AFT
El programa VENOM AFT (Viper Experimentation and Next-Gen Operations Model – Autonomy Flying Testbed) de la USAF es una iniciativa de ensayo de operaciones autónomas a nivel de flota, que busca que varios F-16 y sistemas no tripulados trabajen en equipo y sirvan de banco de pruebas para las tácticas del futuro NGAD y CCA. Para ello ha convertido F-16 en plataformas experimentales para probar sistemas de autonomía a gran velocidad desde 2013, año en que realizó su primer vuelo.
En 2024 se recibieron tres F-16 en la Base Aérea de Eglin, donde se iniciaron modificaciones de hardware y software que incluyen auto-throttle, sensores mejorados y sistemas de control adaptados para IA operativa..
El entrenamiento de la IA se realiza mediante simulaciones en “faster than real time”, con escenarios donde los cazas se enfrentan uno contra uno y dos contra dos, tanto en combates dentro como fuera del alcance visual. Durante estas simulaciones se ejecutan miles de variaciones para refinar el comportamiento autónomo en misiones tácticas complejas.
En pruebas de software in the loop y hardware in the loop se verifica que la IA pueda interactuar con los sistemas de vuelo sin exceder los límites de seguridad. El piloto actúa como “human on the loop”, siempre presente, con capacidad para detener los algoritmos en tiempo real. El objetivo es validar capacidades autónomas rápidamente (“speed to ramp”), asegurando que los futuros drones colaborativos (CCA) puedan volar lo antes posible.
El laboratorio X-62A VISTA

Por otro lado, está el programa Air Combat Evolution (ACE) de DARPA, que ha logrado que un F-16 pilotado por inteligencia artificial (IA) realice combates aéreos contra un F-16 tripulado por un humano, demostrando la superioridad de la IA en simuladores y en vuelo real. El F-16 modificado, llamado X-62A VISTA (Variable Stability In-flight Simulator Test Aircraft), es un laboratorio volante altamente experimental, enfocado en probar IA como piloto virtual dentro de un único avión. Este vuela autónomamente gracias a algoritmos avanzados. Este avance marca un hito hacia la cooperación humano-máquina en el combate aéreo.
Drones colaborativos
En julio de 2025, la USAF realizó pruebas en las que cazas F-16C y F-15E controlaron cuatro drones XQ-58A Valkyrie en un escenario simulado desde la base de Eglin. Cada caza controló dos drones, demostrando la viabilidad del concepto de Manned-Unmanned Teaming (MUM-T) y ACP (plataformas colaborativas autónomas).

El XQ-58A, parte de la iniciativa LCAAT (Low-Cost Attritable Aircraft Technology), es un dron de baja firma, largo alcance y bahía interna de armas, con funciones múltiples de ataque, guerra electrónica, reconocimiento y retransmisión de datos desde zonas operativas. También, en 2025, la USAF anunció oficialmente las designaciones YFQ-42A (General Atomics) y YFQ-44A (Anduril) como parte del programa Collaborative Combat Aircraft (CCA). Estas son las primeras denominaciones “FQ” para drones de combate en el sistema de designación militar estadounidense, donde la “F” alude a cazas (fighter), la “Q” a drones (unmanned) y la “Y” a prototipos.
Estos CCA integrarán capacidades autónomas avanzadas, permitiendo operaciones distribuidas en entornos altamente disputados. Su misión inicial será actuar como “porta misiles” en apoyo de cazas tripulados, con énfasis en combate aire-aire, aunque se proyecta su evolución hacia tareas de guerra electrónica e ISR (Intelligence, Surveillance & Reconnaissance).
Durante el Simposio de Guerra 2025, el General David Allvin subrayó que estos sistemas representan una “nueva era” en el dominio aéreo, basada en el trabajo en equipo hombre-máquina y en la capacidad de producir plataformas autónomas de alto rendimiento, asequibles y escalables. Anduril, cuyo diseño se denomina Fury, y General Atomics, con una variante derivada del XQ-67A, fueron seleccionadas tras competir con Boeing, Lockheed Martin y Northrop Grumman.


La USAF planea adquirir entre 100 y 150 unidades, con proyección de hasta 1.000 drones CCA en total. Los prototipos YFQ-42A y YFQ-44A iniciaron en mayo su fase de pruebas y evaluaciones en tierra, y se espera que este año comiencen las pruebas en vuelo. Según General Atomics, el YFQ-42A “proporcionará masa de combate asequible, interoperando con aeronaves de sexta generación y reforzando la superioridad aérea de la Fuerza Conjunta”.
Además, está la plataforma de Boeing, el MQ-28 Ghost Bat, diseñado para operar con gran autonomía y capacidad modular. En junio de este año, la Real Fuerza Aérea Australiana (RAAF) alcanzó un hito con el primer despliegue operacional del dron de combate MQ-28, durante el Ejercicio Carlsbad en el norte del país. Diseñado para operar junto a cazas tripulados y brindar apoyo electrónico, es compatible con aeronaves como el F/A-18F Super Hornet, EA-18G Growler, E-7A Wedgetail y F-35A Lightning II.

También existen otros desarrollos de menor porte que integran esta familia de drones colaborativos autónomos. En este sentido, la Real Fuerza Aérea del Reino Unido (RAF) ha incorporado recientemente el StormShroud, un dron avanzado diseñado para operar como Plataforma Colaborativa Autónoma (ACP) junto a cazas F-35B Lightning y Typhoon. Su función principal es interrumpir sistemas de radar enemigos, incrementando la supervivencia y efectividad de las aeronaves tripuladas en entornos de alto riesgo. Desarrollado con lecciones extraídas de conflictos recientes como el de Ucrania, el StormShroud representa el primer paso de una nueva generación de UAS para la RAF.
Escenarios prospectivos
Es previsible que en los próximos 25 años la aviación militar enfrente una transición doctrinaria marcada por la creciente interacción entre plataformas tripuladas y sistemas no tripulados, impulsada por avances en inteligencia artificial, conectividad y autonomía.
Un primer escenario optimista prevé una cooperación hombre-máquina avanzada, en la cual los drones no reemplazan a los cazas tripulados, sino que los complementan. Programas como el NGAD estadounidense y el FCAS europeo materializan doctrinas híbridas en las que los loyal wingmen ejecutan misiones de alto riesgo —como penetrar defensas aéreas o realizar ataques de supresión— mientras los pilotos coordinan redes multiplataforma y toman decisiones estratégicas. Este modelo minimiza la exposición humana en combate y refuerza el desarrollo de marcos éticos y legales sobre el uso de la IA en operaciones bélicas.
Un segundo escenario, de tipo híbrido, plantea el predominio de drones en roles decisivos, relegando a los cazas tripulados a funciones de mando, coordinación y disuasión. En este contexto, los combates se libran entre enjambres autónomos, con una proporción estimada de 10 drones por cada avión tripulado. Los pilotos asumen un rol más cercano al de operadores tácticos, gestionando sistemas desde centros de mando remoto con alto grado de automatización. Esta tendencia reduce los costos operativos y las bajas humanas, pero genera una brecha tecnológica crítica: los países incapaces de producir enjambres autónomos competitivos quedarán en clara desventaja frente a adversarios con ecosistemas robustos de IA y robótica.
Finalmente, un tercer escenario disruptivo proyecta el dominio total de sistemas autónomos, donde los drones superan en adaptabilidad, capacidad de combate y velocidad de decisión a las aeronaves tripuladas. En este horizonte, los enjambres con inteligencia colectiva, capaces de autoorganizarse y aprender en tiempo real, desplazan a los cazas a un rol casi simbólico, conservados únicamente como emblemas de poder o herramientas diplomáticas. El concepto de superioridad aérea deja de depender del número de plataformas o su alcance cinético para centrarse en el control del espectro electromagnético, la guerra cibernética y la resiliencia de redes autónomas. Este escenario, sin embargo, conlleva riesgos estratégicos de escaladas automáticas si los sistemas autónomos actúan sin intervención humana en ciclos de decisión ultrarrápidos.
Doctrina aérea emergente: MUM‑T y superioridad híbrida
A nivel doctrinario, se prevé un enfoque híbrido que redefine la superioridad aérea. Los drones, de menor costo y con una pérdida asumible, se utilizan para saturar defensas o abrir corredores seguros, mientras que el caza tripulado gestiona las decisiones críticas en tiempo real, una función en la que la adaptabilidad y el juicio humano siguen siendo insustituibles. La clave está en la resiliencia de los enlaces de datos, la ciberseguridad frente al jamming y la capacidad de operar en entornos altamente disputados.
A mediano y largo plazo, no se prevé un dominio absoluto de una sola plataforma. La superioridad aérea dependerá de la integración coordinada entre cazas avanzados y sistemas no tripulados, una relación simbiótica en la que los primeros actúan como centros de mando dentro de redes de combate federadas.
Así, más que hablar del “fin” de los cazas tripulados, se perfila una era en la que la aviación de combate será una fusión entre la inteligencia humana y el poder autónomo de los drones.
Conclusión
La superioridad aérea del futuro surgirá de la integración cooperativa entre humanos y sistemas autónomos. Más que un final para los cazas tripulados, estamos ante el surgimiento de una aviación híbrida donde el control humano estratégico se combina con la letalidad y redundancia de enjambres IA.
La ventaja militar ya no se medirá solo por el número de cazas o su alcance cinético, sino por la resiliencia de las redes, la capacidad de operar en entornos disputados, la seguridad de los enlaces digitales y la adaptabilidad ética de los sistemas autónomos. Los países que entiendan esta nueva realidad doctrinal, industrial y tecnológica dominarán el espacio aéreo de la segunda mitad del siglo XXI.
*Fotografías e imagenes empleadas a modo de ilustración.
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