Los Hutíes, el tráfico ilícito de armas y la geopolítica: una visión general

*Por Angaramo Berrone, Valentina.

Analizando Yemen: perspectivas iniciales

El año 1990 señala un punto de inflexión en la geopolítica de la Península Arábiga: la conformación de la República de Yemen. Producto de la unificación de Yemen del Norte y del Sur, el nuevo Estado liderado por Ali Abdullah Saleh fue sometido a cuestionamientos internos por su representatividad étnico-cultural: en su historia se reflejaron las mismas divisiones y tensiones religiosas que caracterizaban a las antiguas Repúblicas. En medio de un periodo de guerras civiles independentistas y enfrentamientos regionales, la legitimidad del régimen suní de Saleh tendía de una cuerda floja. Las rebeliones y disidencias no tardaron en reactivarse en protesta por la marginalización y discriminación contra la población chiíta zaidí, la primera minoría predominante en el norte del país (United Nations Foundation, s.f.).

La corrupción interna y la presión político-religiosa externa fueron el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento y emplazamiento de grupos insurgentes contrarios a la ideología sunita de la élite gubernamental. Ansar Allah, generalmente conocidos como los Hutíes, encuentran sus orígenes para la década de los 90´ como un movimiento ideológico Zaidi -La Juventud Creyente-, fundado y liderado por Hussein Badreddin al-Houthi, en compromiso con la revolución como medio para enfrentar a la injusticia (Al-Goidi, 2024). Frente a las crecientes amenazas internas y externas, el movimiento evolucionó para consolidarse como un grupo armado y una organización política secesionista, refiriendo a un relato pro-resistencia religiosa del Islam auténtico y opuesta al imperialismo occidental (Redacción Goberna, 2025).

Las revueltas prodemocráticas en África del Norte y Oriente Medio en 2011, conocidas como la Primavera Árabe, vociferaban entre gritos y reclamos por reformas estructurales y la dimisión de los gobiernos autocráticos de Túnez, Egipto, Libia, Jordania, Bahrein, Siria y Yemen; en medio del vacío político-institucional generalizado, la nación yemení condenaba la gerencia del Gobierno de Saleh. Con auspicio de Estados Unidos y del Consejo de Cooperación del Golfo, el presidente fue obligado a renunciar a su cargo y dejar la vacante a favor de su vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur al-Hadi (Locatelli, 2017).

La esencia de un conflicto es la divergencia e incompatibilidad de intereses, que frecuentemente acude a la violencia como medio de solución de controversias. En la historia yemení, la violencia es endémica y estructural. Con críticas al gobierno interino, en 2014 las protestas re-emergieron, y en complicidad con el ex presidente, se allanó el terreno para la intervención militar de los Hutíes sobre la capital yemení, Saná, provocando el exilio del gabinete de al-Hadi a Arabia Saudita (United Nations Foundation, s.f.). En represalia, una coalición militar internacional liderada por Riad emprende la “Operación Tormenta Decisiva” sobre el territorio del vecino del sur en 2015, con el objeto de sabotear la toma de poder total del grupo hutí sobre el aparato institucional estatal (Schuster, 2017).

Hasta la actualidad, a pesar de los esfuerzos mancomunados, los Hutíes aún centralizan su control territorial en el noroeste del país sobre el Mar Rojo, mientras que el Gobierno reconocido internacionalmente de Al-Hadi domina la zona sur y este, con hub desde la ciudad de Adén (Ali, 2025) (Department of Foreign Affairs and Trade, s.f.). Sostenidamente en el tiempo, la emergencia de nuevos conflictos en la región y la proliferación de “actores no estatales violentos” (Williams, 2008) ha creado un denso ecosistema donde el tráfico ilícito de armas es el denominador común. Oriente Medio es la subregión con mayores movimientos ilícitos internos de armamento, retroalimentada por grandes volúmenes provenientes de América del Norte y volúmenes medios desde África y Asia Central (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, 2020). De acuerdo con el Índice de Crimen Organizado (2023), Yemen fue puntuado como el país con mayor nivel del tráfico de armas con 9.5 puntos, mientras que la región se circunscribe entre 6 a 9.

El tráfico ilícito de armas es a su vez causa y reproductor de conflictos armados. Su naturaleza dual impulsa una retroalimentación negativa junto a la violencia: mayor disponibilidad y acceso al armamento genera más violencia, y elevados niveles de violencia demandan más armas para mantenerla y combatirla. En Yemen, el tráfico de armas en manos de actores no estatales violentos no solo agrava la guerra civil, sino que maximiza su capacidad destructiva y su amenaza contra la población local, países vecinos, y potencialmente, sobre un radio de mayor extensión internacional.

Los Hutíes son sujetos de aplicación de las sanciones previstas en la Resolución 2216 del Consejo de Seguridad de ONU (2015), que insta al cese de la violencia y a la entrega del armamento en su posesión para agilizar la transición política. Sin embargo, su competencia de acceder a zonas grises, como redes transnacionales de comercio y tráfico ilícito, le permite suplir de grandes volúmenes de dispositivos para concretar sus objetivos organizacionales. Estudiar estructuralmente esta problemática permite analizar nuevas perspectivas del estado de la guerra civil, y en especial, reflexionar sobre las raíces de los sucesos de Yemen, que no dependen intrínsecamente de factores locales, sino también internacionales. 

Ver más allá de lo local

El tráfico ilícito de armas de fuego presenta características duales y concatenadas. Basada en la caracterización de Fontana (2003), el fenómeno opera como “fuente de riesgo” y “fuente de inestabilidad”, en tanto y en cuanto, puede interpretarse como factor causal de conflictos armados, que en caso de multiplicarse y proliferar, puede desencadenar efectos negativos a niveles locales, regionales o internacionales. Asimismo, su capacidad como reproductor de los mismos responde a la necesidad de recursos para librar enfrentamientos y mantenerlos en el tiempo. Desde este enfoque, la complejidad del riesgo estructural y sistemático que representa el tráfico hace necesario repensar la naturaleza heterogénea de las nuevas amenazas y su alcance transnacional.

La entropía regional en Oriente Medio materializa este fenómeno dual, explicando la escalada de conflictos y los crecientes niveles de violencia. En este complejo esquema, Yemen se configura como nodo receptor y fuente de origen del tráfico de armas. Los Hutíes no actúan solos, sino que se suministran de una intensa red criminal transnacional, de la diversión ilegal de armas y de la industria casera (Wilson Center, 2024) (United Nations Office on Drugs and Crime, 2024).

Su teatro de operaciones se extiende desde niveles regionales a extra regionales, abarcando canales terrestres y marítimos: desde África Occidental, Libia compone uno de los mayores flujos en el mercado negro (Fares, 2023) (Mules, 2019), cuyos canales se despliegan hasta la zona este del continente, puntualmente en Somalia como puerto de entrada y salida del trafico ilícito de armas. El punto de conexión Somalia-Yemen por el Golfo de Adén es recíproco entre ambas partes, alimentando los stockpiles de los grupos armados y en paralelo, diversifica las estaciones de tránsito hacia el norte de la Península a través de las extensas masas desérticas controladas exclusivamente por los Hutíes, zonas grises de la administración estatal yemení (Small Arms Survey, s.f. como se citó en Florquin & Tartir, 2022) (United Nations Office on Drugs and Crime, 2024). Mediante el Golfo de Omán y el Mar Arábigo, por la “autopista del hash”, los dhows -barcos pequeños- iraníes navegan con cautela para evitar los controles de fuerzas marítimas internacionales (Mazzucco, 2024). La cercanía geográfica que comparten Irán, Omán y Yemen posibilita la diversificación de rutas marítimas y terrestres del tráfico ilícito (Al Jazeera, 2023). La vía Irán-Yemen representa la mayor afluencia cuantitativa y cualitativa de armamento que abastece a los almacenes Hutíes y de organizaciones africanas (Morales, 2025) (Conflict Armament Research, 2016 como se citó en Jordan, 2018).

La actuación sistemática con otras organizaciones facilita el intercambio ilícito de armas. En una lógica de hub and spoke, los Hutíes funcionan como centro logístico y la red de interconexiones como radios que derivan hacia ellos en provecho de los beneficios materiales, económicos e ideológicos de sus alianzas o asociaciones. El paso transfronterizo entre Arabia Saudita y Yemen está formalmente militarizado, pero traficantes saudíes, tribus regionales y bandas mafiosas (The Organized Crime Index, 2023b) (Wilson Center, 2024) contrabandean armas desde el país hacia las fuerzas Hutíes, desviando o confiscando el cargamento de origen europeo y estadounidense (Austin, 2018) aprovisionado a Riad o al Gobierno yemení.   

El fortalecimiento de vínculos materiales, logísticos y operativos entre los Hutíes con Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), Al Shabab en Somalia (Lederer, 2024) y el partido Al-Islah en Yemen (United Nations Office on Drugs and Crime, 2024) les ha permitido afianzar su presencia territorial y acrecentar sus medios de poder. Partiendo del “Eje de la Resistencia”, los Hutíes diversifican sus lazos cooperativos con grupos y Estados de la “Media luna chií” como Hamás, Hezbolá, Asaib Ahl al Haq, Irán y Siria (Ochoa, 2023). Ante las definiciones planteadas por Rana (2001), el conflicto yemení se podría calificar como uno de tercera generación, ya que la situación interna de Yemen aclama características de enfrentamientos armados intra estatales, con la posibilidad factible de transnacionalizarse, hoy en día ya realizada y empoderada con otras organizaciones armadas. El cumplimiento de los objetivos Hutíes, sustentados por su consigna “Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, una maldición sobre los judíos, victoria para el islam” (Phillips, 2024), entrelaza influencias y ambiciones comunes con grupos a nivel regional o interregional. Bajo el mismo enfoque de Rana (2001), los actores no estatales son la fuente de deslegitimidad y menoscabo de las capacidades de los Estados en la encrucijada por el control y el poder.

La diversificación de relaciones mutuamente beneficiosas con pares y regímenes políticos le permite a los Hutíes suplirse de armamento y experiencia, pudiendo acrecentar su rol regional e internacional y haciendo del grupo un nombre sumamente reconocido. En razón de un cambio de perspectiva al analizar la guerra civil en Yemen, los Hutíes, como parte integral del conflicto armado, materializan intereses estratégicos externos pero congruentes a sus propios fines; entender al grupo como un actor proxy acentúa la operacionalización de objetivos exógenos a su naturaleza, delegados a su responsabilidad con el patrocinio directo o indirecto de un actor estatal o no estatal (Expósito Guisado, 2023).

Es cuestión de ver más allá de lo local, entender a los Hutíes como un modelo de internacionalización del poder estatal y no estatal de actores regionales. Específicamente, en términos macro, el relacionamiento externo del grupo con otros Estados proyecta nuevas imágenes de su significancia a nivel local, regional e internacional. Desde la perspectiva rusa, los Hutíes encarnan una figura de resistencia y lucha contra la autoridad occidental (Ramani, 2024).

En aras de una mayor proyección internacional, Rusia mecaniza asociaciones estratégicas con diversos actores y regímenes, entre ellos los Hutíes, a los fines de desestabilizar el poderío occidental. Sus lazos cooperativos se suscriben a principios de mutuo beneficio y reciprocidad pragmática, que se modifican en la medida de la conveniencia para ambas partes: Rusia provisiona armamento, inteligencia y asesoría militar a cambio de que los Hutíes ejerzan mayor presión armada sobre la Península Arábiga y los pasos internacionales de transporte marítimo (Milliken, 2024) (Orkaby, 2024).

La capacidad de la industria casera hutí depende mayoritariamente de artefactos y sistemas importados desde Irán, como misiles balísticos de mediano alcance, misiles crucero tierra-tierra y sistemas antibuques. Pero, la producción independiente del suministro e importación iraní se desarrolla por la industria local, como los drones de ataque de largo alcance (ISSS, s.f. como se citó en Hinz, 2025); de acuerdo a fuentes de inteligencia estadounidenses, el armamento empleado por el grupo y los componentes de doble uso en su industria tienen procedencia china. A cambio del suministro, el grupo concede inmunidad para buques chinos en la ruta marítima en torno al Estrecho de Bab al-Mandab (Gering & Brodsky, 2025) (Foundation for Defense of Democracies, 2025).

A diferencia de los imperativos estratégicos rusos, China se posiciona desde la conveniencia comercial. La salvaguardia de su seguridad y desarrollo obedece a la proyección regional e internacional de su fortaleza económica (Zona Militar, 2025). Sin las estrategias necesarias para proteger sus intereses en regiones adyacentes, China pierde su ventaja en el tablero geoeconómico global.   

Ambos países mantienen una relación ganar-ganar con los Hutíes. Desde el revisionismo crítico y el utilitarismo comercial, Rusia y China materializan sus imperativos estratégicos en razón de los efectos mutuamente beneficiosos que obtienen en asociación con el grupo armado. La cadena de suministro de armamento, componentes y financiación no es privativa entre los actores no estatales, sino que deviene de las fuentes estatales. Es cuestión de triangular alianzas y ver el resultado: el amigo de mi amigo es mi amigo. Se data que los Hutíes han empleado inteligencia de procedencia rusa, suministrada por funcionarios iraníes, para planificar los ataques sobre buques comerciales en el Mar Rojo (Foundation for Defense of Democracies, 2024). Otro ejemplo clave interpreta China en la compra del petróleo iraní, que según afirman los expertos, los ingresos de las exportaciones son el recurso financiero que es redistribuido por las autoridades iraníes en el marco del Eje de la Resistencia (Gering  & Brodsky, 2025). 

Este escenario de asociaciones ameritó a respuestas europeas y estadounidenses. Unidas por los mismos fines estratégicos, una coalición internacional de países, compuesta por Estados Unidos, Reino Unido, Nueva Zelanda, Australia, Bahrein, Canadá, Países Bajos y Dinamarca, anunciaron una serie de ataques contra objetivos Hutíes en represalia a sus amenazas sobre el tránsito internacional de buques comerciales y militares por el Mar Rojo, el estrecho de Bab al-Mandab y el Golfo de Adén (Garamone, 2024).

Destinados a fortalecer la seguridad internacional y prevenir disturbios sobre la concesión de bienes públicos globales (Zona Militar, 2025), Estados Unidos y Europa emprenden acciones conjuntas para consolidar un frente unido ante una amenaza común. El ataque sobre los choke points representa una amenaza mancomunada para la economía y comercio internacional; es a través de las garantías de seguridad que proporcionan una coalición de países el reaseguro general de las vías de transporte internacionales.

Para Estados Unidos en particular, la reactivación de alianzas, así como las acciones unilaterales, son el medio empleado frente a los Hutíes en propósito de defender sus intereses en un escenario superior de competencia geopolítica contra China y Rusia (Zona Militar, 2025). La reciente denominación de Estados Unidos al grupo como Organización Terrorista Extranjera (OTE) le concede una serie de herramientas legales, políticas y operacionales al país y junto con socios regionales para librar la lucha contra el terrorismo (U.S Department of State, 2025) (Ardemagni, 2025).   

Los Hutíes encarnan, tal como Fontana (2003) denomina, a las nuevas amenazas: voluntades hostiles contra instituciones, estructuras y valores antioccidentales, de carácter emergente y transnacional, que operan en red junto a otras organizaciones regionales o internacionales. Engendrados a partir de conflictos intraestatales, crean y se alimentan de zonas grises a la administración estatal yemení.

Para definir al grupo es necesario registrar su estado evolutivo desde su constitución en la década de 1990 como un movimiento ideológico a una organización militar en la actualidad. Su naturaleza camaleónica y dinámica resalta un amalgama de diferentes características supuestas a su composición y al contexto de desarrollo. Empleando las conceptualizaciones de Williams (2008), es posible identificar propiedades como “fuerzas insurgentes”, organizadas para derrocar al Gobierno yemeni por medio de tácticas subversivas y criminales; se presentan como una alternativa política legítima en sustitución de la estructura gubernamental, financiados por apoyo externo y actividades ilícitas.

Dentro de las mismas conceptualizaciones, se puede caracterizarlos como “señores de la guerra” por el control político-institucional y militar sobre el territorio del Estado yemení, pero no coexisten pacíficamente con el Estado reconocido a nivel internacional. Así mismo, definirlos como “milicias” es pertinente, dada su naturaleza como fuerza irregular que opera en territorio de un Estado frágil, que desafían su legitimidad a través de las armas; tejen redes corruptas con instituciones, partidos políticos y organizaciones benéficas a los objetivos de su financiación (Colome Esquirol, 2024).

Hoy en día, remitiendo a la conceptualización estadounidense de OTE y la terminología de Williams (2008) de “organización terrorista”, se vislumbra un actor con foco nacional y transnacional, que emplea la violencia como medio y fin último; sus ataques tienen un alto impacto sobre el comercio y seguridad internacional. El acceso y control sobre armamento y tecnología de vanguardia concede una ventaja ulterior en la repercusión sobre el ecosistema internacional: desde drones, misiles balísticos, de crucero, sistemas antibuque hasta radares de defensa aérea y sensores de radiofrecuencia, incluyendo las APAL -armas pequeñas y ligeras- (Trevithick, 2025) (Taleblu & Toomey, 2025). Los Hutíes tienen la capacidad de extender su radio de afección sobre la seguridad, defensa, transporte, comercio e integridad territorial de países vecinos, así como, regiones cercanas.

A partir de un análisis visual de los mapas provistos por la Agencia de Inteligencia de la Defensa (2024), los drones Hutíes como Sammad tienen un radio de alcance promedio de 1800 km, que abarca la totalidad de la Península Arábiga y el noreste africano, mientras que, el Shahed-136 comprende una distancia de 2500 km a la redonda, extendiéndose sobre Oriente Medio y la zona este del Mediterráneo. Asimismo, el arsenal misilístico hutí, como el sistema Saqr, Karar, Asif, Burkan-3, Toofan y Quds-4, entienden órbitas desde 150 a 2000 km de distancia. Visiblemente, el aumento de las capacidades militares de los Hutíes obliga a los países a implementar y fortalecer estrategias A2/AD -antiacceso y denegación de área-.

El sentido material de amenaza que personifica el grupo, sumado a la posesión de armamento de avanzada, abre el paso a la reestructuración de la cooperación regional e internacional destinada a reducir su incidencia y afección. El riesgo de su mayor internacionalización no afecta a unos pocos, sino al ecosistema global. La implementación de sistemas anti, redes de detección, alerta temprana, inteligencia, sumado a componentes militares de las burbujas A2/AD (Villanueva López, 2020), y junto a métodos electrónicos, diplomáticos, políticos y económico-comerciales, moldean un equilibrio entre el hard power y el soft power. Así, la operacionalización en el corto y largo plazo de una estructura híbrida y multidimensional de componentes convencionales y no convencionales permitiría ampliar el marco de previsibilidad ante la incertidumbre reinante (Colom Piella, 2019).

Recapitulación de la generalidad

Estudiar estructuralmente la problemática del tráfico ilícito de armas en Yemen es clave y necesaria (énfasis añadido) para comprender el estado de la guerra civil y el rol que ocupan los Hutíes. Su actuación en conjunto con las redes transnacionales de actores estatales y no estatales se retroalimentan a favor de la continuidad de la incertidumbre endógena del país. En suma, el análisis de las condiciones geográficas, culturales y políticas de Yemen devela su papel como pieza fundamental en el rompecabezas geopolítico regional e internacional. 

Figurativamente, Yemen puede ser concebido como un spaghetti bowl de intereses propios y externos, del que se sintetizan nuevos fundamentos intermésticos personificados en los Hutíes. Como escenario de la geopolítica mundial, la pretensión de prosperidad de los objetivos rusos, iraníes y chinos, materializados a través de financiamiento y apoyo armamentístico, y en conjunción con los grupos armados regionales, colisiona con la estructura de orden creada por Occidente bajo su marco normativo y operativo.

Replicando la lógica de la guerra fría, Yemen se configura como un espacio de lucha indirecto entre las grandes potencias y los actores no estatales. La prolongación de la inestabilidad regional, y su creciente internacionalización, resulta en una situación conveniente para que los diversos actores implementen sus imperativos estratégicos en pos de sus objetivos culturales, políticos y económicos.

La incompatibilidad de intereses y voluntades nivela el terreno viable para la proliferación de redes transnacionales de tráfico ilícito de armas. Sin acuerdos y trabajo mancomunado, las afecciones sobre la población civil yemení crecerán y con mayores riesgos de extenderse a niveles interregionales.

La implementación de estrategias híbridas, particularmente político-diplomáticas, permitió acercar a las partes estadounidenses y Hutíes en mayo del presente año, con mediación activa del país vecino Omán, para concretar un cese al fuego contra buques sobre el Mar Rojo y el Estrecho de Bab al-Mandeb, tal como informa International Crisis Group (2025). La diversificación de metodologías puede ser el hecho que encuentre a las partes, en un vértice común, para idear marcos de acción que permitan gerenciar la incertidumbre y contribuir a la seguridad internacional. Los tiempos cambian, y así mismo las estrategias.

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