A través de una serie de informes de acceso público presentados al Congreso de los Estados Unidos, enfocados en el estado de las Fuerzas Armadas, uno de ellos ha puesto el foco en la actualidad y el futuro de la flota de bombarderos estratégicos de la Fuerza Aérea. La cuestión no es menor, ya que, según la Revisión de la Postura Nuclear, estas aeronaves constituyen una parte “integral” de la tríada nuclear del país, siendo además el “componente más flexible y visible”. Por este motivo, el Servicio de Investigación del Congreso relevó la situación actual de la flota compuesta por los B-52H, B-1B Lancer y B-2 Spirit, así como del futuro B-21 Raider, identificando tres cuestiones clave a las que los legisladores deberán prestar especial atención: el tamaño requerido de la futura flota de B-21 Raider, el estado de alerta de los bombarderos con capacidad nuclear, y la fortificación y protección de las bases desde las cuales operan.

Actualmente, y hasta la incorporación del B-21 Raider, la flota de bombarderos estratégicos de los Estados Unidos está compuesta por tres modelos que ya acumulan décadas de servicio, aunque siguen representando una importante capacidad de disuasión en cualquier escenario y región en la que son desplegados.
Cada una de estas aeronaves se encuentra bajo programas de modernización y actualización para remover obsolescencias y garantizar su operatividad en los próximos años. El más importante es, sin lugar a dudas, el programa de modernización de los B-52H de la USAF, que incluye la adopción de nuevos motores comerciales F-130 de Rolls-Royce y la integración de un nuevo radar.

Según lo declarado por la Fuerza Aérea, se espera contar con un total de 51 B-52H modernizados a la versión “J” para el año fiscal 2032, y completar la modernización del resto de los 23 bombarderos para el año fiscal 2033.
Por su parte, los B-1B Lancer se perfilan como los primeros en ser reemplazados con la llegada del B-21 Raider, aunque esto no ha impedido que desde el propio Congreso se esté intentando limitar el ritmo al que estas aeronaves serán retiradas del servicio. De una flota original de cien unidades, actualmente se estima que la USAF dispone de unos 45 ejemplares.

En cuanto al B-2 Spirit, la USAF cuenta con 19 aeronaves en condición operativa, luego del retiro programado de una unidad que sufrió daños severos en 2022, lo que motivó su baja definitiva prevista para el año fiscal 2025.
La importancia del B-2 radica, en primer lugar, en su capacidad furtiva y nuclear, ya que puede portar diversos tipos de armamento atómico, como las bombas de gravedad B61 y B83. Además, en el contexto del actual conflicto entre Israel e Irán, el B-2 es la única plataforma en servicio capaz de lanzar con seguridad la bomba antibúnker GBU-57 Massive Ordnance Penetrator.


Este valor estratégico se refleja en el contrato otorgado a Northrop Grumman en 2024, estimado en 7.000 millones de dólares, destinado al mantenimiento y modernización de los sistemas de comunicación, motores y aviónica de la flota de B-2 en servicio.
Frente a este panorama, el Servicio de Investigación del Congreso identificó tres cuestiones clave que los legisladores deberán seguir de cerca y que seguramente serán tema central en futuras audiencias y comités:
En primer lugar, y en el marco de la renovación de la flota de bombarderos, se plantea cuál debería ser finalmente el tamaño y la cantidad adecuada de B-21 Raider. Según lo expresado por la Fuerza Aérea en marzo de 2025, se requerirían 145 ejemplares, una cifra superior a los 100 inicialmente proyectados, mientras que otros informes sugieren que el número debería ascender a 200 unidades.



En segundo lugar, y en relación con la tríada nuclear, diversos sectores han propuesto que la flota de bombarderos estratégicos vuelva a portar armamento nuclear de forma operativa diaria, tal como ocurría durante la Guerra Fría, lo cual implicaría costos significativos.
Al respecto, el informe señala que ya se ha solicitado a la Fuerza Aérea un estudio para “…evaluar los costos e impactos de reactivar el estado de alerta en ausencia de misiles balísticos intercontinentales (ICBM)”, añadiendo como recomendación que “…la Fuerza Aérea planifique y se prepare para que algunos bombarderos estadounidenses futuros estén en estado de alerta continuo”.
Por último, una cuestión de creciente actualidad es la protección de las instalaciones y bases desde las cuales operan los bombarderos estratégicos. El reciente ataque masivo con drones ucranianos contra la flota rusa ha impactado en la percepción del Congreso y del alto mando militar estadounidense, generando preocupación respecto a la aparente vulnerabilidad de algunas ubicaciones, especialmente aquellas situadas en el Pacífico ante un eventual conflicto con China.

En este sentido, y reflejando la postura de varios congresistas, el informe destaca que “…miembros del Congreso han abogado por dicha fortificación y por la implementación de ‘defensas pasivas’, como la dispersión de fuerzas, camuflaje y ocultamiento en bases de la Fuerza Aérea ubicadas en la región del Indo-Pacífico. Los legisladores podrían considerar si asignar fondos para reforzar la infraestructura en las principales bases operativas y, eventualmente, también en aeródromos menores, con el fin de facilitar la dispersión de fuerzas”.
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